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Carta a su Majestad de Francisco Vázquez Coronado, en que hace relación del descubrimiento de la provincia de Tigüex

(20 de octubre de 1541)1



S. C. C. Majestad:

A veinte de abril deste año escribí a Vuestra Majestad desta provincia de Tigüex, en respuesta de una letra de Vuestra Majestad, hecha en Madrid a once de junio del año pasado, y le di particular cuenta y razón desta jornada que el Visorrey de la Nueva España me mandó hacer en nombre de Vuestra Majestad a esta tierra que descubrió fray Marcos de Niza, provincial de la Orden del Señor San Francisco, y de lo que es toda ella y de la calidad de la gente, como Vuestra Majestad lo habrá mandado ver por mis cartas; y que entendiendo en la conquista y pacificación de los naturales desta provincia, ciertos indios, naturales de otras provincias adelante de éstas, me habían dado relación que en su tierra había muy mayores pueblos y casas mejores que las de los naturales de esta tierra, y que había señores que los mandaban, y que se sirvían en vasijas de oro, y otras cosas de mucha grandeza; y aunque, como a Vuestra Majestad escribí, por ser relación de indios y más por señas, no les di crédito hasta que por los ojos lo viese, pareciéndome la relación muy grande y que importaba al servicio de Vuestra Majestad que se viese, me determiné con la gente que aquí tengo de ir a ver; y partí de esta provincia a veinte y tres del mes de abril pasado, por donde los indios me quisieran guiar, y a los nueve días que caminé llegué a unos llanos, tan grandes, que por donde yo anduve no les hallé cabo, aunque caminé por ellos más de trescientas leguas; y en ellos hallé tanta cantidad de vacas, de las que a Vuestra Majestad escribí que había en esta tierra, que numerallas es imposible, porque ningún día caminé por los llanos, hasta que volví donde las hallé, que las perdiese. Y a los diez y siete días de camino topé una ranchería de indios que andan con estas vacas, que les llaman querechos, los cuales no siembran, y comen la carne cruda y beben la sangre de las vacas que matan; éstos adoban los cueros de las vacas de que en esta tierra se viste toda la gente della; tienen pabellones de cueros de vacas, adobados y ensebados, muy bien hechos, donde se meten, y andan tras las vacas mudándose con ellos; tienen perros que cargan en que llevan sus tiendas y palos y menudencias; es la gente más bien dispuesta que yo he visto en Indias; éstos no me supieron dar razón de la tierra a donde me llevaban los guías, y por donde me quisieron guiar caminé otros cinco días, hasta llegar a unos llanos, tan sin seña, como si estoviéramos engolfados en la mar; donde desatinaron, porque en todos ellos no hay una piedra, ni cuesta, ni árbol, ni mata, ni cosa que lo parezca; hay muchas y muy hermosas dehesas de buenas yerbas, y estando perdidos en estos llanos, ciertos hombres de caballos que salieron a caza de vacas toparon unos indios que también andaban a caza, los cuales son enemigos de los que topé en la ranchería pasada, y otra nación de gente que se llaman los teyas, todos labrados los cuerpos y rostros, gente asimismo crecida, de muy buena disposición; también comen éstos la carne cruda como los querechos, viven y andan por la misma manera que ellos con las vacas; destos tuve relación de la tierra donde me llevaban los guías, que era no como me habían dicho, porque éstos me hicieron en ella la casa de paja y de cueros y no de piedra y de altos como me las hacían los guías que llevaba, y en ellas poca comida de maíz, y con esta nueva recibí harta pena, por verme en aquellos llanos sin cabo, donde tuve harta necesidad de agua y harto la bebí tan mala, que tenía más parte de cieno que de agua. Allí me confesaron los guías que en sola la grandeza de las casas no me habían dicho verdad, porque eran de paja, que en la muchedumbre de gente y otras cosas de policía la decían; y los teyas estaban contra esto, y por esta división que había entre los unos indios y los otros, y también porque ya había algunos días que mucha de la gente que conmigo llevaba no comían sino sola carne, porque se nos acabó el maíz que de esta provincia sacamos, y porque desde donde topé estos teyas hasta la tierra donde me llevaban los guías, me hacían más de cuarenta días de camino, aunque se me representó el trabajo y peligro que en la jornada habría por la falta de agua y maíz, me pareció, por ver si había en que servir a Vuestra Majestad, pasar adelante con solos treinta de caballo, hasta llegar a ver la tierra para hacer verdadera relación a Vuestra Majestad de lo que en ella viese; y envié toda la demás gente que conmigo llevaba a esta provincia, y por caudillo a don Tristán de Arellano, porque, sigún la falta hubo de aguas, de más que habían de matar toros y vacas con que se sustentar, que no tenía otra comida, era imposible dejar de perecer mucha gente, si todos pasaran adelante; y con solos los treinta de caballo que tomé para mi compañía caminé cuarenta y dos días después que dejé la gente, sustentándonos en todos ellos de sola carne que matábamos de toros y vacas, a costa de algunos caballos que nos mataban, porque son, como he escrito a Vuestra Majestad, muy bravos y fieros animales, y pasando muchos días sin agua y guisando la comida con freza de vaca, porque no hay ningún género de leña en todos estos llanos, fuera de los arroyos y ríos, que hay bien pocos; plugo a Nuestro Señor que, al cabo de haber caminado por aquellos desiertos setenta y siete días, llegué a la provincia que llaman Quivira, donde me llevaban los guías, y me habían señalado casas de piedra y de muchos altos, y no solo no las hay de piedra, sino de paja, pero la gente dellas es tan bárbara como toda la que he visto y pasado hasta aquí, que no tienen mantas ni algodón de qué las hacer, sino cueros que adoban de las vacas que matan, porque están poblados entre ellas, en un río bien grande, comen la carne cruda como los querechos y teyas, son enemigos unos de otros, pero toda es gente de una manera, y estos de Quivira hacen a los otros ventajas en las casas que tienen y en sembrar maíz en esta provincia, de donde son naturales los guías que me llevaron; me recibieron de paz, y aunque cuando partí para ella me dijeron que en dos meses no la acabaría de ver toda, no hay en ella y en todo lo demás que yo vi y supe más de veinte y cinco pueblos de casas de paja, los cuales dieron la obidiencia a Vuestra Majestad y se pusieron debajo de su Real señorío; la gente dellos es crecida y algunos indios hice medir, y hallé que tenían diez palmos de estatura; las mujeres son de buena disposición, tienen los rostros más a manera de moriscas que de indias; allí me dieron los naturales un pedazo de cobre que un indio principal traya colgado del cuello; enviolo al Visorrey de la Nueva España, porque no he visto en estas partes otro metal sino aquel, y ciertos cascabeles de cobre que le envío, y un poquito de metal que parecía oro, que no he sabido de dónde sale, mas de que creo que los indios que me lo dieron le hubieron de los que yo aquí traigo de servicio, porque de otra parte yo no le puedo hallar el nascimiento, ni de donde sea; la diversidad de lenguas que hay en esta tierra y haber tenido falta de quien los entienda, porque en cada pueblo hablan la suya, me ha hecho daño, porque me ha sido forzado enviar capitanes y gentes por muchas partes, para saber si en esta tierra habría donde Vuestra Majestad pudiese ser servido, y aunque con toda diligencia se ha buscado, no se ha hallado ni tenido relación de ningún poblado, si no es destas provincias, que es harto poca cosa; la provincia de Quivira está de México novecientas y cincuenta leguas; por donde yo vine está en cuarenta grados. La tierra en sí es la más aparejada que se ha visto para darse en ella todas las cosas de España, porque demás de ser en sí gruesa y negra y tener muy buenas ganas de arroyos y fuentes y ríos, hallé ciruelas como las de España y nueces y uvas dulces y muy buenas y moras; a los naturales de aquella provincia y a los demás que he topado, por do pasé, he hecho todo el buen tratamiento posible, conforme a lo que Vuestra Majestad tiene mandado, y en ninguna cosa han recibido agravio de mí ni de los que han andado en mi compañía; en esta provincia de Quivira me detuve veinte y cinco días, así por ver y pasear la tierra, como por haber relación si adelante había alguna cosa en que pudiere servir a Vuestra Majestad, porque los guías que llevaba me habían dado noticia de otras provincias adelante de ella; y la que pude haber es que no había oro ni otro metal en toda aquella tierra, y las demás de que me dieron relación no son sino pueblos pequeños, y en muchos dellos no siembran ni tienen casas, sino de cueros y cañas, y andan mudándose con las vacas; por manera, que la relación que me dieron fue falsa porque me moviese a ir allá con toda la gente, creyendo que, por ser el camino de tantos desiertos y despoblados y falto de aguas, nos metieran en parte donde nuestros caballos y nosotros muriéramos de hambre, y así lo confesaron los guías, y que por consejo y mandamiento de los naturales de estas provincias le habían hecho; y con esto, después de haber visto la tierra de Quivira, y habida la relación que arriba digo de lo de adelante, volví a estas provincias a poner recaudo en la gente que envié a ella y a hacer relación a Vuestra Majestad de lo que es aquella tierra, porque en viéndola escribí a Vuestra Majestad que se la haría: yo he hecho todo lo a mí posible por servir a Vuestra Majestad y descubrir tierra donde Dios Nuestro Señor fuese servido y ampliado el Real patrimonio de Vuestra Majestad, como su leal criado y vasallo; porque desde que llegué a la provincia de Cíbola a donde el Visorrey de la Nueva España me ynvió en nombre de Vuestra Majestad, visto que no había ninguna cosa de las que fray Marcos dijo, he procurado descubrir esta tierra ducientas leguas y más a la redonda de Cíbola, y lo mejor que he hallado es este río de Tigüez, en que estoy, y las poblaciones dél, que no son para poderlas poblar, porque, hemos de estar cuatrocientas leguas de la mar del norte, y de la del sur más de ducientas, donde no puede haber ninguna manera de trato, la tierra es tan fría como a Vuestra Majestad tengo escrito, que parece imposible poderse pasar el invierno en ella, porque no hay leña, ni ropa con que se puedan abrigar los hombres, sino cueros de que se visten los naturales y algunas mantas de algodón en poca cantidad: yo envío al Visorrey de la Nueva España relación de todo lo que he visto en las tierras que he andado, y porque don Garci López de Cárdenas va a besar las manos a Vuestra Majestad, el cual en esta jornada ha trabajado mucho y servido muy bien a Vuestra Majestad y dará razón a Vuestra Majestad de todo lo de acá como hombre que lo ha visto, a él me remito; y guarde Nuestro Señor la S. C. C. persona de Vuestra Majestad, con acrecentamiento de mayores reinos y señoríos, como sus leales criados y vasallos deseamos. Desta provincia de Tigüez, 20 de otubre de 1541 años.

Humil criado y vasallo de Vuestra Majestad, que sus Reales pies y manos besa.

Francisco Vázquez de Coronado





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