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Volumen 8 - carta nº 147

De JUAN VALERA
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Bruselas, 25 noviembre 1886

Mi muy querido amigo Menéndez: Acabo de recibir la carta de Vd. del 21, por la que veo que ya tiene en su poder la Apología de Monseñor Van Weddingen. Pronto recibirá Vd. también la disertación sobre la Encíclica y el librito sobre Alberto Magno. Enviar el libro sobre San Anselmo será difícil, casi imposible, como no halle yo un ejemplar de lance, pues la edición está agotada.

Repito que me lisonjea mucho y me anima para seguir con extensión escribiendo los artículos sobre el naturalismo, la aprobación de Vd. y de personas tan discretas y tan opuestas en opiniones como el Padre Mir y Gabriel Rodríguez. Lo que me desanima es la Revista de España y su propietario Albareda.

No me dan un ochavo y yo necesito dinero y no es justo escribir de balde. A veces ni me acusan el recibo del original. Ya envié el artículo VII, que es el más largo de todos. No sé si se habrá perdido. Lo sentiré porque no conservo borrador ni nada. El VI no acaba de salir, aunque yo corregí las pruebas un siglo ha. Y aunque he recibido el número en que está el V, no me han enviado el número en que está el IV, y no he podido leerme en él, lo cual conviene para repetirme lo menos posible en adelante. En fin, la Revista y su propietario me tienen cargado. Ya, si la Revista no muere, acabaré de publicar en ella la serie de artículos, pero será lo último mío que salga en la Revista.

Aseguro a Vd. que no me explico por qué soy yo liberal en España. La gente culta no sé por qué está en los partidos más conservadores. Mi público, como escritor, está entre los conservadores. Salvo Gabriel Rodríguez, Clarín y otros seis o siete, nadie gusta, ni lee, ni entiende de mis cosas en las hueste del liberalismo, cuyos jefes además me tratan pícaramente.

Me han traído aquí, desde Wáshington, causándome muchísimo mal. Y me tienen aquí, aunque esto me importa poco, pues no fundo amor propio en ello, en puesto de ninguna importancia, mientras Rascón y Mazo están en Londres y en Roma.

Si no fuese por mi mujer, hijos y suegra, gente difícil y costosa, no hubiera yo aceptado esto. Hubiera ido a meterme en mi casa. Ahora estoy aquí, considerándome como en cautiverio y ansioso por recobrar la libertad. Difícil cosa es; pero la recobraré, si no me muero. El liberalismo militante y la diplomacia me tienen harto; y mi sueño dorado es vivir en Madrid y en Cabra, a medias, con independencia, sin ser liberal, ni nada, y diciendo y pensando sobre política lo que se me antoje, sin la vergüenza de tener por Jefe a Sagasta.

Dispénseme Vd. este desahogo íntimo y vamos a otra cosa.

El difunto Duque de Almenara quiso que yo pusiese un prólogo a sus versos. Su hermano, el nuevo Duque, Gabino Martorell me ha enviado los versos para que yo ponga el prólogo. Aun no lo he hecho; pero ahora, antes de escribir el artículo 8.º, voy a escribirle y a mandársele en seguida. Hágame Vd. el favor de decírselo así, y de suplicarle de mi parte me perdone la tardanza, que él extrañará sin duda.

Descuide Vd. que le enviaré de aquí lo que sobre filosofía, historia y apologética cristiana vaya viendo yo que me parezca más curioso e interesante.

Voy teniendo el desengaño de ver que los editores son en todas partes lo mismo. No me cabe duda que la Pepita Jiménez se ha vendido mucho en los Estados Unidos. Y, sin

embargo, los señores Appleton no resuellan. ¿Qué le hemos de hacer? Hay que tener paciencia y resignarse. Casi es mi deber, ya que me he empeñado en defender siempre el moderado optimismo, conforme en mi sentir, con la religión católica.

Adiós. Créame su afmo. y buen amigo

J. Valera

 

Valera-Menéndez Pelayo , p . 321-323.