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Volumen 8 - carta nº 349

De JUAN VALERA
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Bruselas, 26 abril 1887

Mi muy querido Menéndez: Ayer recibí la carta de Vd. del 22. Mucho me alegro de ver por ella que está Vd. bien de salud. Yo vuelvo ahora a hallarme enfermo y caído de espíritu; tanto, que tal vez desista del proyecto que había formado de ir en mayo a pasar en Madrid unos días. Me fatigo de dar un paseo. ¿Cómo no he de fatigarme de muchas horas de ferrocarril? En fin, allá veremos si me decido.

A pesar de mis males, he empezado a escribir sobre El budismo esotérico. Si yo acertase haría un libro, no menos extenso y más divertido que los Apuntes, sobre el sobre-naturalismo de ahora. Sería este libro como el complemento del otro.

Me envió A. Pidal su discurso, y con tan cariñosa y lisonjera dedicatoria, que quiero y debo escribirle, dándole infinitas gracias.

Supongo que al cabo salieron a luz las Poesías del Duque de Almenara. Como hace tanto tiempo que escribí el Prólogo, no recuerdo ya lo que dije. Mucho celebraré que a Vd. le parezca bien. Supongo que hoy mismo o mañana recibirá un ejemplar por el correo.

Aquí hay un librero alemán, que hace venir libros de Madrid y de Barcelona, y está contento, pues los vende pronto. A mí no me cabe duda, si ahí nos aplicamos, procuramos no escribir tonterías ni remedos, e imprimir bien, barato y con buen gusto, tendremos pronto mercado abierto e importante en toda Europa. La decadencia y la esterilidad literarias que se notan en Francia, Alemania, Italia e Inglaterra, nos favorecen. Yo no me atrevo a hablar de la literatura rusa novísima, que no conozco; pero no sé por qué se me figura que no ha de valer mucho, y vea Vd., con todo, cuán en moda se ha puesto.

El ruso Boris de Tannenberg me parece mozo despejado. Yo creo haberle dado buenos consejos. Mucho celebraré que los aproveche y que escriba un libro bonito sobre nuestra literatura contemporánea.

Como estoy viejo, enfermo y triste, y como no hay mal que por bien no venga, recuerdo con saudades a los amigos enfermos y, al pensar en mi muerte, pienso en la de ellos. Dígame Vd. qué es de Gumersindo Laverde, de quien hace tiempo nada sé. ¿Murió o vive?

Me alegro de que Vd., que tiene por delante tanta vida, y está en todo el brío y lozanía de la juventud, sea tan activo.

Ya sabe Vd. la importancia que yo doy a las letras. Si no son causa, son signo del renacimiento o de la elevación de los pueblos. Y cuando yo vea que en España vuelve a florecer una gran cultura, creeré que nuestro poder y valer político y social renacen también. Yo soy ya viejo y nada valgo; pero los jóvenes están llamados a ligarse y a ser un gran partido de la verdadera cultura castiza y alta, contra la ordinariez, el mal gusto, la barbarie y la cursilonería. Este partido, sin ser político, ni religioso, ni aristocrático, ni social, ni moral, llevaría implícitos la política, la religión, la verdadera aristocracia, la moralidad y la mejor sociología en los anchos y nuevos pliegues de su bandera, que cobijarían todo lo bueno. No crea Vd. que ya por reflexión, ya por instinto, no pienso yo en esto, ya al poner prólogos a unos, ya al pedir a otros que me los pongan a mí. Las Academias, y singularmente la Española, tienen en esto gran valer como lazo de unión. La ternura hispano-americana, tan notable hoy, a la Academia Española se debe.

Celebro que Catalina dé nuevo y más vigoroso impulso a sus publicaciones; y espero y deseo que tenga éxito en todo. Quítele Vd. de la cabeza su manía de despreciar la prensa periódica. Es verdadera manía ultra-irracional; nace de la preocupación de llamar institución a la prensa. Ya sabemos que no es institución, ni magisterio, ni sacerdocio, ni nada. Es todo lo que se quiera de peor: pocilga, basurero, cloaca, rastro y baratillo; pero en él se anuncian, se avisan las cosas, se llama la atención con bombos, se chilla para llamar a los curiosos, etc., etc; El buen paño en el arca se vende; pero puesto en escaparate se vende más, y pregonado, aunque sea por el más zafio pregonero, se vende más aún. La prensa es máquina de divulgación y de publicidad de que Catalina debe valerse. Yo doy por cierto que Catalina, poniendo bien en juego dicha máquina, del libro que vende hoy mil ejemplares, vendería dos mil pronto, y cuatro mil del que vende hoy dos mil. En los pueblos de Andalucía que yo conozco como mis manos, no hay una librería; no se sabe nada de que se publica un libro, silos periódicos no lo dicen; pero se leen los periódicos. Si leyendo los periódicos viesen juicios literarios, acabarían en los pueblos por comprar libros. No son tan tontos ni tan rudos en los pueblos.

Cuando vea Vd. a D.ª Emilia Pardo Bazán déla afectuosas expresiones mías, y pídale para mí mil perdones. Le debo carta; le falté a una casi promesa de ir a verla en París, etc., etc. Yo creo como Vd. que es una buena señora, y lista, pero que, por demasiado afán de popularidad cosmopolita es una Oala o una Ohliva (meramente literaria se entiende) y se entrega demasiado a los modernos asirios y babilonios.

Yo cada día me voy haciendo más español. Tengo que hacer esfuerzos, a fin de que no me crean obcecado, para no estimar en más lo nuestro y no rebajar más lo extraño. Adiós. Escribo sin orden y a escape, como si charlara con Vd., ahí a su lado. No quiero robarle tiempo. No me conteste si no tiene tiempo de sobra.

Estimule a Cánovas para que escriba pronto el Prólogo sobre las novelas.

Créame Vd. su afmo. amigo

J. Valera

 

Valera-Menéndez Pelayo , p. 369-372.