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Volumen 1 - carta nº 204

De MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
A   GUMERSINDO LAVERDE

Madrid, 20 mayo 1875

Mi queridísimo amigo: No extrañe vd. mi tardanza en contestar á su gratísima del 13, pues estos días, como vd. comprenderá, ando un poquito ocupado.

Con esta remito á vd. un ejemplar de mi primer artículo sobre el abate Lampillas, á quien pienso dedicar otros dos. El segundo está ya escrito y saldrá el martes ó miércoles de la semana próxima.

Me parece ingeniosa y discretísima la explicacion que vd. dá acerca del sensualismo de los jesuitas valencianos y pienso apuntarla en la introduccion, advirtiendo que es vd. quien me la [ha] sugerido. Sería curioso apuntar las transformaciones que experimentó en Valencia el pensamiento filosófico desde el peripatetismo clásico de Pedro Juan Nuñez hasta el gassendismo del P. Tosca y el sensualismo lockista de los jesuitas citados. Y á propósito de Nuñez creo curiosa una observacion que hice, há tiempo, leyendo, si mal no recuerdo, su tratado de claris peripateticis. Nuñez confiesa haber sido fervoroso secuaz de Pedro Ramus, en sus mocedades, como lo fueron otros españoles cursantes en las escuelas parisienses. Y yo entiendo que la conversion de Nuñez al Aristótelismo fué producida por el libro de Antonio Gouvea contra Ramus. Á este tenor podrian encontrarse otros lazos de union entre los diferentes pensadores y escuelas peninsulares. Además de Nuñez tengo por ramistas españoles á Hernando de Herrera el salmantino, autor de las «Ocho levadas contra Arístótil y sus secuaces» opúsculo del cual presenta un extenso extracto nuestro paisano Floranes en sus Apuntamientos sobre la imprenta en España, ms. en la Academia de la Historia, así como al Brocense y con ménos seguridad al portugués Francisco Sanchez.

Me ha hecho pensar no poco la noticia bibliográfica del Sófocles de Montengon, que á vd. comunicó La Barrera. Las tragedias que se dice que contiene el tomo primero, único publicado, son: Agamenon - Egisto y Clitemnestra - Edipo - Antígona y Hemon. Ahora bien, en el teatro de Sófocles no se halla tragedia alguna titulada Agamenon; y despues de recorrerlas todas, tampoco he hallado ninguna en que aparezca como personaje principal ni secundario siquiera. En la Electra Orestes venga su muerte, pero esta es anterior á la accion del drama. Por el contrario Esquilo tiene un Agamenon, cuyo asunto es la muerte de este monarca. ¿Será esta tragedia la que tradujo Montengon? Yo así lo imagino por lo ménos. Con la segunda tragedia Egisto y Clitemnestra tenemos igual dificultad. Sólo incidentalmente aparecen estos personages en la Electra, y seria muy extraño que Montengon hubiese alterado los títulos tan sin objeto y con tan escaso acierto. En cambio son héroes de las Coéforas de Esquilo, que forman como la segunda parte del Agamenon. Paréceme, pues, que las dos primeras tragedias incluidas en el tomo son de Esquilo, en cuyo caso sube de punto la importancia del trabajo de Montengon, por ser este el único traductor español hasta ahora conocido de las obras de aquel trágico. En cuanto al Edipo y á la Antígona no hay dificultad. Pero si son ciertas mis presunciones, cómo se titula el tomo Tragedias de Sófocles, cuando sólo dos obras suyas contiene? ¿Se concibe que dejase de explicar Montengon en alguna advertencia preliminar la razon de esta anomalía? Y sin embargo, segun Barrera, el tomo no lleva prólogo ni preliminar alguno. ¡Qué lástima que se contentase con noticia tan sucinta, pudiendo haber aclarado todas estas dificultades, él que tuvo el libro á la vista! Porque es lo cierto que nadie tiene noticia de la existencia de semejante Sófocles, ni parece en la Biblioteca Nacional entre los libros que fueron de Barrera. Tampoco le mencionan los bibliógrafos jesuitas.

He leido con gusto la oda latina del canónigo de Soria. Á mi entender, tiene regulares estrofas, y cierto anhelo de imitar la entonacion horaciana en algunos puntos. He formado de él mejor concepto, que el que tenía en vista de aquel extravagante epicedio á la poetisa Eulalia Llanos y Noriega, que vd. me remitió hace tiempo. Sin embargo, encuentro en la oda algunos versos un tanto duros, y ciertas palabras no de buena latinidad como un Deitas que hay en la estrofa 8.ª Si tengo un rato, la traduciré, porque no me parece indigna de ser conocida.

D. Adolfo de Castro acaba de publicar dos folletos curiosos. El primero versa sobre la legitimidad del Centon Epistolario, punto que ya trató en una memoria impresa en Cádiz en 1857. En esta nueva añade poderosos argumentos contra la autenticidad de las cartas, de los cuales algunos no tienen verdaderamente contestacion fácil. Lo que no logra demostrar es que el Centon sea obra de Gil González Dávila, como él supone. El segundo opúsculo demuestra sin dejar lugar á duda, que la Epistola Moral á Fabio no es de Rioja, sino de un cierto capitan Andrés Fernandez de Andrada, poeta tambien sevillano y de la misma época. Amador de los Ríos me há asegurado que él tenía averiguado lo mismo hace años, y había visto copias del siglo XVII que así lo afirman. La verdad es que no se conoce manuscrito alguno en que la epístola aparezca á nombre de Rioja, y á mi me admiró no poco, al recorrer el códice M-82 de la Biblioteca Nacional, en que están todos los versos conocidos de Rioja, algunos con enmiendas de su mano, no encontrar la epístola en parte alguna. Así como un error de Sedano regaló á Rioja las Ruinas de Itálica, un capricho de Estala le atribuyó la Epístola Moral, por relaciones de estilo que juzgó encontrar entre ella y sus poesías.

Se ha publicado el primer tomo de la nueva Historia de los judíos de Amador de los Ríos.

Un erudito de Barcelona, que había empezado á trabajar sobre traductores y tenía recogido considerable número de noticias, al saber por Luanco que yo me ocupaba en el mismo estudio, ha empezado á mandarme toda las papeletas que tenía extendidas, para que las aproveche á mi talante. Hasta ahora no he encontrado más que tres ó cuatro traducciones para mí desconocidas. Una de las noticias más curiosas que me ha comunicado se refiere á un códice de la Biblioteca Colombina que contiene íntegra la Eneida de D. Enrique de Villena. Vd. sabe que en la Biblioteca Nacional sólo hay 6 libros y en la Imperial. de París 9, y que nuestros eruditos se han estado lamentando de que no se conservase toda en España. Tambien me ha dado noticia de un Quinto Curcio traducido por D. Juan Tamayo de Salazar, y de unas 100 hojas de los Anales de Tácito vertidas á nuestra lengua en el siglo XVII por el cronista aragonés D. Miguel Clemente á quien sorprendió la muerte en este trabajo.

Tambien me ha comunicado un importante dato que pone casi en claro que la traduccion del Salustio es obra de Pérez Bayer. Cuenta este en su viaje ms. á Andalucia y Extremadura, que la Academia de Buenas Letras de Sevilla le obsequió con una sesion literaria, y que en la mesa presidencial estaban el Salustio y el tratado de P. Bayer de nummis hebraico-samaritanis. El Director de la Academia dijo á este que allí había dos obras suyas, y aunque él respondió, como pudo, volviendo por la honra del Infante, es claro que á no tenerse por cosa averiguada en su tiempo á quien pertenecía la obra, nadie hubiera osado, en vida de D. Gabriel, hacer cosa semejante ni Pérez Bayer lo hubiera consignado con tanta sencillez en su viaje.

Celebraré que vd. experimente completa mejoría en sus males y pueda renovar larga correspondencia con este su apasionado amigo:

Marcelino

 

Laverde, G. - Menéndez Pelayo, p. 144-149.