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Volumen 5 - carta nº 167

De MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
HOTEL DE LAS CUATRO NACIONES
A   JUAN VALERA

Madrid, 20 septiembre 1881

Mi muy querido amigo: Hace cerca de un mes que no he tenido carta de Vd. y esto hace recelar ó que esté Vd. enfermo, o que me haya echado en olvido. Sáqueme Vd. pronto de la duda, probándome que son infundados lo mismo el un recelo que el otro. ¿Por qué, ahora que es Vd. senador, no se da Vd. una vuelta por aquí para que hablemos largo y tendido como en otros tiempos?

Estoy muy malhumorado y ¿por qué no he de confesar á Vd. la causa? Lidia, conforme a la inconstancia de su natural condición, acabó por cansarse de mí (ya hace meses) y después de mil embrollos y farándulas, me dejó de todo punto, para irse con otro ó con otros. Yo que había cometido la sandez de enamorarme perdidamente de ella, hice los imposibles por retenerla. Con esto, nos fuimos agriando: díjele cosas durísimas, aunque merecidas, y de todo éllo resultó el quedar reñidos (pienso que para siempre), y reñido yo también, nó sé cómo, con todos los de su casa, que andan contra mí hechos unos basiliscos, exceptuando quizá a la pobre Corina. La indignacion de éllos me tiene sin cuidado, pero de la aficion á Lidia (aunque lo confieso con vergüenza) todavía me quedan en el ánimo reliquias, agnosco veteris vestigia flammae que dijo el profano. Esto me mortifica bastante, y como no he de decírselo á otro alguno, se lo digo á Vd., no sólo por desahogarme, sino para que vea Vd. que si en otra ocasion hice á Vd. mal tercio (sin quererlo ni pensarlo yo, bien lo sabe Dios) ahora pago con creces aquel involuntario pecado, habiéndose cumplido en mí punto por punto cuanto Vd. me predijo en aquella conversacion memorable. Como sé que Vd. es muy bueno y nada rencoroso, le hablo á Vd. con toda sinceridad, seguro de que ha de poder más en Vd. la compasion que la venganza.

Tal estoy que he llegado á sospechar si el no escribirme Vd. nacerá de algunos de los infinitos chismes y embrollos de Lidia. ¡Sería lo único que me faltase!

Anteayer llegué, y en vista de las noticias que traía, determiné no parecer por allí, á lo ménos en algunos días, e ir en adelante lo ménos posible que pueda. A Corina, sí, podemos visitarla cuando vuelva, porque ella no tiene la culpa de nada.

Todo ésto quédese entre nosotros.

Hablando de otra cosa, voy a pedir á Vd. un favor, con mucho más encarecimiento que si fuera para mi misma persona. Además es cosa de justicia estricta, si es que en España queda justicia.

Por muerte de Revilla queda vacante la cátedra de Literatura general de esta Universidad. La pretende por traslación Sánchez Moguél, pero no le corresponde. Delante de él está por antigüedad y por méritos nuestro amigo Gumersindo Laverde, que es de todos los catedráticos de la misma asignatura el que más años de enseñanza lleva, si exceptuamos a Milá y á Eguilaz, que no se presentan al concurso. Además, compárense los méritos literarios de Laverde, y de Moguél, y se verá la diferencia, por apasionados que sean los jueces. Moguél es catedrático de ayer, y hasta ahora no ha publicado cosa alguna de fúste. Pero como es arrojado é intrigante témome que haya puesto de su parte á Moreno Nieto y á otros consejeros. Si el Consejo primero y luego el Ministro le dan la cátedra con preferencia á Laverde, será una iniquidad que clame al cielo. Escriba Vd. á Alvareda y á los consejeros que conozca. Yo por mi parte haré lo que pueda. ¿Puede Vd. enviarme los Monumenta Portugalliae Historica?

Suyo siempre,

M. Menéndez Pelayo

 

BRAVO VILLASANTE, C.: Biografía de Don Juan Valera, Barcelona, 1959 , p. 228-230.