Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Cartas familiares del P. José Francisco de Isla, escritas a varios sujetos

Tomo VI

José Francisco de Isla



Portada





  —3→  

ArribaAbajoCarta LXXII

Escrita en Villagarcía a 4 de marzo de 1758


Amigo y señor: ¿Cómo había de recibir Vmd. carta mía el correo pasado si no la escribí? Pero tampoco ha llegado hasta ahora la de Vmd. ni las Gacetas correspondientes a aquella posta. Sirva de aviso.

Prosiga Vmd. en irme informando de todo lo que oyere de Fr. Gerundio, pues aunque sé con menudencia lo que ha sucedido hasta aquí, conviene que nada ignore, y a uno solo no pueden llegar todas   —4→   las noticias. Las que Vmd. me diere sean con pelos y señales de los sujetos, que nunca se nombrarán; pero es preciso conocerlos para no hablar a bulto.

No hay que temer dicterios impresos, salvo que se impriman de contrabando a cuenta y riesgo del autor y del impresor; pero aunque brotaran como verdolagas, Lobón estará inmoble. Lógrese el fin, que lo demás ello parará. Y en fin alguna vez había de ser piadosa aquella máxima: máteme a mí como él reine.

Por ahora dicen que no hay en la corte más rey de Prusia que Fr. Gerundio. Sin embargo yo no pierdo de vista a aquel, que no se   —5→   habrá alegrado de que le hayan admitido al príncipe Carlos la dejación de sus empleos militares.

Estos Padres se encomiendan a Vmd.; y yo a nuestra condesita, y lo firmo. = Isla. = Sr. D. N.




ArribaAbajoCarta LXXIII

Escrita en Villagarcía a 11 de marzo de 1758


Amigo y señor: El correo de Galicia me restituyó la carta y Gacetas atrasadas, que se engulló o trabucó el de Madrid. Este va creciendo tanto para mí, con motivo de Fr. Gerundio, que me habré de echar una secretaría con tres   —6→   mesas; pero yo a ninguno contesto, (a excepción de los del conjuro) y solo me califico de secretario de Lobón en el departamento del Fraile, y a su nombre doy mis respuestas.

Mucho hemos reído con la especie del que llamó Gerundia a su mujer. No es menos célebre la de un frailecillo que predicó de vereda el Domingo pasado en la Parroquia de Lobón, y preguntado por este si tenía noticia de Fr. Gerundio de Campazas, respondió con la mayor intrepidez: conocile mucho, y era un fraile muy estrafalario.

¿Apostemos dos cuartos a que acierto a la primera con ese anti-Gerundio y anti-Isla que encontró   —7→   Vmd. el primer día? Es un anti-Feijoo un anti-Montiano, un anti-Flórez y un anti-todo lo sabio que hay en España, sino pasa primero a hacerle reverencia por la mesa de su oficina. Ha muchos años que nos conocemos; y sería yo muy desgraciado si me tratara a mí de otra manera que trata a todos los hombres de bien. Ya tengo noticia de sus furiosos ladridos, y no he visto cosa más parecida a aquel mastín, de quien hace memoria Juan Owen, que acariciaba al adúltero, y ladraba al amo de la casa. No tengo ánimo de responder a alguno en particular, pero me haré cargo de todo en tiempo y en sazón.

  —8→  

Llegó la de Vmd. de 8 con las Gacetas y noticias ocurrentes. La del furioso Predicador, en que contestan todas las cartas, debiera desearse si se pudiera hacer sin ofensa de ambas Majestades. Estos excesos aseguran la obra, y acreditan más y más su necesidad.

Nada me había dicho Vmd. del M. Sarmiento, y para mí es de suprema estimación su dictamen. Verdad es que ni del suyo ni de el del M. Feijoo dudé jamas, porque juzgaría hacerles grande agravio.

Ninguno de esos papeles de tapadillo ha llegado a mis manos. Si llegaren me divertirán, pero también llegará tiempo en que yo divierta a otros.

  —9→  

Mal lance echaron los navíos franceses que dieron sobre los ingleses; pero a bien que ya se tienen recompensados por avance. Viva Vmd. y mande a su fiel amigo. = Isla. = Señor Don N.




ArribaAbajoCarta LXXIV

Escrita en Villagarcía a 25 de marzo de 1758


Amigo y señor: Lo que por ahora me aflige es un flemón que me ha tendido en la cama casi toda esta Semana Santa: por la cólera de los Gerundios se me da un pito. Las minas suelen reventar contra los mismos minadores: veremos   —10→   lo que dice el tiempo; pero diga lo que dijere, la verdadera alegría está en la buena conciencia. ¿Hay algo que replicar contra este oráculo del Espíritu Santo?

Escribí al Señor Duque de Alba, y responde grandemente. Ya he visto las décimas, unas redondillas, un romance, y otras mil cosas a este tenor, que me divierten mucho. Viva Vmd. y mande a su fiel amigo. = Isla. = Señor Don N.



  —11→  

ArribaAbajoCarta LXXV

Escrita en Villagarcía a 29 de abril de 1758


Amigo y señor: ¿Cómo había de recibir Vmd. mi carta correspondiente al correo pasado, si se detuvo tres días naturales en esta estafeta? Esos mismos tardó el valijero que la había de conducir, detenido por las muchas aguas, que, cuando suspendieron la jornada del Rey, no hay más que ponderar. Hasta hoy no se había mudado el aire: corre cierzo; si dura cesó el diluvio.

¿Cuándo queman a Fr. Gerundio   —12→   y a su autor? Dígamelo Vmd. para despedirme de Lobón, y para instruirle en que haga actos de contrición, de que no hubiese salido a luz la segunda parte; aunque de esto no tiene él la culpa.

Una gran visita a nuestra amada condesita; y si la ofendiere el epíteto, dígala Vmd. que ponga venerada en lugar del otro adjetivo, y quedaremos en paz. = De Vmd. = Isla. = Señor Don N.



  —13→  

ArribaAbajoCarta LXXVI

Escrita en Villagarcía a 13 de mayo de 1758


Amigo y señor: Haga Vmd. todo lo posible... (equivoqueme, creí que escribía a otro). Llegaron juntas las dos de Vmd. de 5 y 9; esta con Gacetas, aquella sin ellas, conque faltan las de 5 y 8 de Abril, que no debo dar en data.

¿Ahora salimos conque no se ha evacuado el expediente del canal? Esperar a tomar la última resolución para diciembre; y con eso se abrirá la obra al tiempo más oportuno.

  —14→  

Diviértase Vmd. con la adjunta que acabo de recibir, y admire la santidad del Domine Lucas, que me quiere divertir con estas gracias, como si yo estuviera tan de vagar. Sáquele al pobre de cuidado, que es una gran lástima.

Me dice nuestra condesita, como de oídas, que el Nuncio envió el Fr. Gerundio, al Papa, y que este le responde estimándoselo mucho, celebrando al libro mucho, elogiando al autor mucho, y concluyendo conque el libro solo tiene de malo el no haber salido mucho tiempo antes. ¿Quién le ha dicho a Vmd. que si se hubiese seguido mi plan se hubiera publicado la primera parte sin la segunda,   —15→   ni que se hubieran sacado tan pocos ejemplares? Nada se hizo de lo que yo quise; pero no podía mandar en dinero ajeno.

Si Vmd. viniera a nuestra fiesta del Corpus oiría predicar a su paisano el Señor Abad de San Isidro de León, y vería un par de paloteados que valen más que media docena de óperas; pero Vmd. es un badulaque, y yo soy = Muy amigo de Vmd. = Jhs. = Isla.= Señor Don N.



  —16→  

ArribaAbajoCarta LXXVII

Escrita en Villagarcía a 27 de mayo de 1758


Amigo y señor: Válgate Dios por canal, y que parecido que es al libro de Fr. Gerundio, por lo menos en la suspensión.

Veremos en qué para el rey de Prusia con sus 60§, hombres de acompañamiento. Discurro que Daun no le saldrá a recibir, pero en llegando le recibirá bien.

Dios dé a la Reina nuestra Señora más salud de la que tiene, y más vida de la que promete.

¿Creeré que los correos a los Mi [...]   —17→   Castellano? Yo. ¿Quién elogió, quién ensalzó aquel pico de oro para decir disparates? Yo. ¡Y así me lo paga el ingrato! ¡Y así me lo agradece el desconocido! Al fin, ya se le conoce que va aprovechando mucho en lo cortesano. Dígame Vmd. si se han traducido en vascuence los célebres libros de Ciencia de la Corte; porque sino es imposible que Don F... E... haya aprendido tanto en esta facultad, salvo que sea por ciencia infusa. Soy tan bueno, tan santo, y tan benigno, que no me dedigno de suplicar a Vmd. que en lugar de muchas memorias, le dé una pizca de entendimiento, que lo habrá menester más.

Ahí va la carta ofrecida para   —18→   desenojar al amigo Ribera. La que escribí a Vmd. la posta pasada fue por Don Juan Bautista y Murga: esta va en derechura para experimentar por cual de los dos Coles podemos penetrar en el Piamonte. Enriquézcame Vmd. con novedades, que aquí todo es una pobretería. El rey de Francia en la Alsacia: el duque de Richelieu todavía en París, ¡y el mes de septiembre a la puerta de casa! Se casará en esta jornada la futura Delfina como yo. A Dios que guarde a Vmd. cuanto quiero. = De Vmd. = Jhs. = Isla.



  —19→  

ArribaAbajoCarta III

Escrita en Estella a 1 septiembre de 1744


Amigo y señor: Escribo esta en casa del Excelentísimo Señor duque de Granada de camino para mi peregrinación de Loyola, de la que me restituiré a esta misma casa y ciudad a mediado del que viene, para dar los ejercicios del Corazón de Jesús y hacer una especie de misión a todo el pueblo. La que hice en Pamplona me acarreó algunas impertinencias caritativas en las que es menester implorar el socorro de las buenas almas: y aunque la de   —20→   Vmd. no es de las mejores, al fin es pasadera en el siglo que corre.

El pobrecillo a quien se le debe lo que expresan los documentos adjuntos es un comerciante que se vio con mediano caudalejo, y hoy está casi por puertas por haberse fiado de algunos Pedros Fernández, como el sujeto de quien rezan los dichos documentos; que de estos Pedros Fernández hay más en el mundo de los que se piensa. No halla modo el triste de cobrar esos maravedises, que le harían muy al caso en sus presentes ahogos; y compadecido yo de ellos me acordé de que Vmd. de cuando en cuando se descuida en ser piadoso; y que hallándose en ese sitio sin tener   —21→   que hacer la mitad del día, y ocioso la otra mitad, podría aplicarse a esta obra de caridad, buscando sujeto de satisfacción y de actividad en quien substituir el poder, que con ese fin lleva la cláusula de substitución; pero practicando primero con el tal señor Joseph Hernández las diligencias o amonestaciones atentas que pide el precepto de la caridad fraterna. Porque no se pierdan esos papeles los remite el señor Duque por mano del secretario de su primo el señor Don Carlos de Arizaga, y estimaré que Vmd. me avise prontamente de su recibo, dirigiéndome aquí la respuesta con cubierta al Excelentísimo señor duque de Granada   —22→   de Ega Conde de Javier. Voyme a cenar, porque he de madrugar. Con la enfermedad del rey de Francia no se pensará por este año en boda de el Delfín. Agur Jauna. Estella ut supra. = De Vmd. Amigo ex corde = Jhs. = Joseph Francisco.




ArribaAbajoCarta IV

A Don Leopoldo Gerónimo Puy, escrita en Pamplona a 15 de octubre de 1744


Amigo y señor: El día 21 de agosto salí de Pamplona a predicar de San Agustín en Puente la   —23→   Reina, a visitar en la provincia de Guipúzcoa la casa nativa de mi Santo Padre y Patriarca, a cierta comisión que me encomendó en la Villa de Hernani este señor Obispo; y volví finalmente a Estella, a petición del Excelentísimo Señor duque de Granada, así a hacer una especie de misión en tono de ejercicios a toda aquella ciudad, como a evacuar ciertas dependencias que ocurrieron en casa de su Excelencia, quien hizo concepto que podía ser necesaria mi asistencia para su consuelo, y para el de mi señora la Duquesa. En estas gestiones consumí todo el tiempo que va desde el día mencionado 21 de agosto hasta el 6 de octubre, en   —24→   que me restituí a mi rincón, por el cual estaba continuamente suspirando para descansar del quebranto que me ocasionaron los llamados caminos de Guipúzcoa, y son en todo el rigor de la lengua castellana verdaderos descaminos, precipicios y despeñaderos. No contribuyó poco a este descanso la estimadísima de Vmd. de 26 del dicho mes de agosto que me estaba aquí esperando con el admirable librito Noticias de la vida de S. Luis Rey de Francia, en forma de novena. Antes de hacerme cargo de la carta de Vmd. leí, o por mejor decir, engullí toda la obrilla. En una palabra diré con mi realidad acostumbrada lo que siento de ella.   —25→   Siendo muy superior el concepto que años ha tengo formado de los elevados talentos, que la divina dignación ha querido depositar en Vmd. todavía es más ventajoso el que acabo de formar por esta sola obrita que por todas las demás, que tanto y con tanta razón le han acreditado a Vmd. en la España literata. Hombres que discurran con ingenio, con juicio, con erudición, con critica acertada en todas las materias se hallarán algunos, aunque pocos; pero quien disponga una cosa tan sencilla y tan simple como una novena, con la inventiva, con la utilidad, con la elección, con el peso y con el espíritu con que Vmd. la ha dispuesto, digo que no se hallará   —26→   más que Vmd. solo, y perdónenme este agravio todos los demás, o no me lo perdonen para mí todo es a un precio. No es fácil añadir en este punto a que dicen los discretísimos y juiciosísimos aprobadores. Sólo diré (y no es poco decir) que en todo cuanto dicen no hacen más que ejercitar el oficio de censores rigurosos y justificados. En un siglo en que hay epidemia de Novenas (mejor diré peste) no haberse contagiado el espíritu y el buen gusto de Vmd., y salir con una Novena, que sólo no inficionase la devoción, sino que la alentase con pasto tan substancial para el entendimiento en los rasgos historiales; con motivos   —27→   de tanto peso para la razón en las gravísimas reflexiones; y con incentivos de tanto espíritu para la voluntad y para los afectos en las majestuosas, nerviosas, y verdaderamente eclesiásticas oraciones; digo que es un milagro de talentos y de espíritu bien complexionado. Ciertamente que Vmd. es autor original en esta especie. En Estella comencé a leer la historia de San Luis, escrita recientemente por un jesuita, de cuyo nombre no me acuerdo, pero de una pluma francesa patética, persuasiva y elegante. Aquel Excelentísimo que la estaba leyendo, y es un caballero de singular piedad y de no vulgar cultura, discretamente crítica, me la había   —28→   alabado mucho. Hallé que tenía razón, pero más alta idea me ha hecho Vmd. concebir del Santo Rey Francés, por los rasgos historiales de su Novena que por aquella historia dilatada. Así se lo escribo al Duque, y aun le añado que por el correo se hallará con un ejemplar remitido por su autor, a quien conoce y venera como yo, porque tiene todos los siete tomos de los Diaristas y los seis de las memorias de Trevoux. Dirijáselo Vmd. con cubierta al Excelentísimo señor duque de Granada de Ega Conde de Javier. = Estella. = El ejemplar que Vmd. me envió me le tiene pedido esta señora virreina, a quien a su marido debo los mayores favores   —29→   y confianzas. Y no queriendo yo carecer de esta preciosísima obra, tomará Vmd. el trabajo de reservarme otra copia, que me remitirá por alguna ocasión que se ofrezca, de la que yo tendré cuidado de avisar, para que el procurador no tire corcovos por los portes del correo, que aquí son de plata.

Reniego yo de esa negra secretaria que de tantos gustos me priva. Por Dios de cuando en cuando haga Vmd. lugar a consolarme, y dígame algo de nuestro Presidente, de quien ha un siglo que sólo tengo las noticias generales, que no pueden ser mejores. También estoy rabiando por saber si aquel maldito   —30→   gallego ha cumplido ya con su obligación. Dame malísimo tufo el que no me haya escrito una palabra, y por vida de Vmd. que me consumo. A Dios, que guarde a Vmd. cuanto deseo. Pamplona a 15 de octubre de 1744 = B. L. M. de Vmd. su fiel amigo y servidor = Jhs. = Joseph Francisco de Isla. = Señor Don Leopoldo Gerónimo Puy.




ArribaAbajoCarta V

Escrita en Pamplona a 19 de noviembre de 1744


Excelentísima señora. = Señora. =Ni soy tan necio que pretenda,   —31→   ni soy tan vano que presuma consolar a V. E. en el justísimo dolor con que la contemplo, y sé que está lastimosamente penetrada por la muerte del Duque mi señor. Tampoco me detendré a persuadir a V. E. que la hago dolorosa y muy sincera compañía en la amargura de tan congojosa pérdida. ¿Qué querrá decir que yo sienta en el alma lo que toda España llorará con lágrimas de sangre, y lo que celebrarán los enemigos de nuestra nación? Ni a V. E. la puede servir de lenitivo el saber que todos los buenos españoles lloran lo que V. E. llora; antes el llanto universal aumenta muy especiales motivos al llanto de V. E. Sólo pido licencia   —32→   a V. E. para acordarla que ya tiene V. E. la mitad menos que morir después que murió el señor Duque; y que es amorosa providencia de nuestro gran Dios el disponer que vayan antes de nosotros los que con razón o sin ella eran dueños de nuestros corazones, así para que estos se desprendan poco a poco de lo que ha de tener fin, como para tener eso menos que sentir al tiempo de nuestra partida, que al cabo ha de llegar, sirviéndonos entonces de consuelo la esperanza de ir a ver en el país de la felicidad a las personas que amamos en este valle de miserias. Desde hoy en adelante convertiré en sufragios por el descanso eterno del Excelentísimo di- [...]   —33→   bien nos han escrito no sé que batalla de Daun en que derrotó enteramente al rey de Prusia; y aunque yo tengo un nominativo soberanamente respetable, como ni Vmd. ni las cartas de Madrid hablan palabra, suspendo el juicio, mas no el ir a comer donde me llaman. = De Vmd. = Isla. = Sr. D. N.




ArribaAbajoCarta LXXXVII

Escrita en Villagarcía a 12 de agosto de 1758


Amigo y señor: Vaya Vmd. enviando de esas papeletas, y seremos grandísimos amigos. También   —34→   lo seremos si confiesa Vmd. buenamente que Daun es más soldado y más general que el sujeto de nuestra historia. Los franceses parece que se van desenvolviendo; pero mientras Estrees no esté a su frente, decontado fío poco de Contades (mire Vmd. que dichico).

El que ha hecho vivir a la reina estas tres semanas la podrá hacer vivir otras tres mil. Y en fin vea Vmd. como los médicos de la Corte no saben más que el médico de Villagarcía. = ¿Acabó Vmd. ya de conocer que es un mal hombre? La honra que me quito con las Gacetas de 4 y 7 de abril ¿cuándo me la restituirá? ¡Ah señor! Que esto de salvarse un cristiano es obra.

  —35→  

Así el P. Rector como todo el sacro colegio se ponen a la obediencia de Vmd., y desearan verle, no por fineza, sino por prueba de que tienen buena vista. ¿Que hace esa santa vestida de madre? = De Vmd. = Isla. = Sr. D. N.




ArribaAbajoCarta LXXXVIII

Escrita en Villagarcía a 19 de agosto de 1758


Sí señor. El rey de Prusia es el mayor hombre del mundo, y Vmd. el mayor embrión de hombre que ha nacido de mujeres. Ve aquí las cosas puestas en su lugar.

Los franceses se van desenvolviendo,   —36→   y si Estrees logra carta blanca se desenvolverán mucho más. ¿Pero cree Vmd. que mi tocayo Belleysle se la dé? Pues yo no.

Vale un millón la carta que ese cochero escribió a su mujer. Aquí todos se mueren menos la reina. Si Longino hubiera alcanzado a este, sin duda le hubiera puesto por modelo de lo sublime. Muchas señas son de que Dios la quiere trasladar de un reino a otro; y si S. M. lograre esto, entonces sí que será su majestad.

Deje Vmd. a la nuera que cuide de la suegra, y otra vez no se meta con nueras de once pulgadas, que para ser de once varas todavía la falta tanto como a Vmd.

  —37→  

Aquí tenemos al marques de Valmediano que ha venido a ver a su cuñado, y por lo mismo que es tan bello caballero me ocupa más su cortejo. Mande Vmd. o no mande a su fiel amigo. = Isla. = Sr. D. N.




ArribaAbajoCarta LXXXIX

Escrita en Villagarcía a 26 de agosto de 1758


Amigo y señor: Estoy malico; pero yo seré güeno. Mucho le importa a Vmd. el que no pueda contestar a sus disparates; pero lo que se dilata no se quita. Váyase Vmd. por Edecan del rey de Prusia, y déjenos en paz.

  —38→  

Vmd. será el muñeco y toda su alma, que todo su cuerpo aun para muñeco es indecente. Daré traslado a su Excelencia de las lisonjas de Vmd., a quien guarde y de quien me guarde Dios, De Vmd. = Jhs. = Isla. = Sr. D. N.




ArribaAbajoCarta XC

Escrita en Villagarcía a 9 de setiembre de 1758


Amigo y señor: Tan cerquita tenía el ser güeno, que cáteme Vmd. ya hecho un santo de resulta de los ejercicios que acabé ayen. Pida Vmd. milagros, como no sea el que Vmd. y cierta persona más habían   —39→   de menester, que es un poquito de bulto; porque ni Dios con todo su poder puede dar cuerpo a la nada. También tiene Vmd. arbitrio para escoger reliquias, aunque le aconsejo que las elija de las piernas, y engastándolas en las suyas será a un mismo tiempo devoción y conveniencia.

Ve aquí Vmd. porque se quedó sin carta mía el correo pasado. Bien sé que Vmd. ex genere suo no estaba excluido de la conversación de los ejercicios, la cual se debe tener con los espíritus, pero con los malos no conviene; y si fuera lo mismo carecer de cuerpo que ser espíritu bueno, con ninguno hubiera hablado más que con Vmd.

  —40→  

¡Valiente majaderada es atribuir al confesor las disposiciones de la Reina! La misma parte tendría él en ellas que yo, porque le obligan las mismas leyes que a mí a no mezclarse en estas dependencias. Aconsejaría a su penitenta que hiciese testamento; pero se guardaría bien de meterse, ni aun de saber el testamento que hacía. Las mismas disposiciones acreditan que sólo se aconsejó con su inclinación y con su modo de concebir; pero ya está del diablo que los Jesuitas han de tener la culpa de todo. Ahora trate Vmd. de casar bien al Rey, para lo cual no es menester más que disponer tenga su majestad el mismo acierto que el conde de   —41→   Santa Eufemia. Mande Vmd. a su altísimo y grandísimo amigo. =Jhs.= Isla. = Sr. D. N.




ArribaAbajoCarta XCI

Escrita en Villagarcía a 23 de setiembre de 1758


Amigo y señor: O Vmd. llegó a Palencia antes que mi carta, o mi carta no ha alcanzado a Vmd. Ignoro como viene Vmd., ni a qué viene, si no que sea a proseguir las obras del canal con el invierno, porque en el verano hace demasiado calor. Hacen bien el Rey o sus ministros, pues en el verano hasta las hormigas, moscas y moscardones   —42→   tienen que comer: en el invierno es el trabajo, y lo que no fuere economía será caridad.

Mis enemigos me interceptan la correspondencia que quisiera tener con mis amigos. Es costumbre de toda buena guerra, y no la debo extrañar. Soy de Vmd. = Isla. = Sr. D. N.




ArribaAbajoCarta XCII

Escrita en Villagarcía a 7 de abril de 1759


Señor conde de Peñaflorida. = Amigo y señor: Sino quito el sombrero a letra vista, después me suelo pasar con la gorra calada, porque   —43→   se me olvida ser cortés. Si lo hago a cortesía caliente, es menester hacerlo de priesa, porque este correo tal vez no da lugar ni aun para leer, medianamente cargado que venga. El de hoy llegó con tantos pliegos como espera Carvallo del Brasil; pero ninguno de más gusto para mí que el de V. S. Esto es bien cierto, y me alegrara que se me ofreciera un buen dicho para apoyarlo; pero ni él viene con la presteza que yo había menester, ni el pícaro del postillón da tiempo para buscarlo. En suma; yo amo, estoy, y ando amando a V. S. ¿pudiera decir más el mismo Despreaux? Téngole en mi armario (porque no merece el nombre de librería); pero   —44→   no le tengo en la memoria, ¡O! ¡Si yo le tuviera! Vería V. S. como me cantaba a mí mismo aquella bella sátira que comienza:


C'est à vous, mon esprit, à qui je veux parler;
vous avez des defaults, que je ne puis celer.



Pero pues no se me acuerda, ¿para qué sería aporrearme? Amémonos sans façon, y seamos amigos sin francés ni latín, porque yo me atrevo a serlo en castellano tan fino como el que más.

Conozco a nuestra galleguita. Estará consumida y más avergonzada de no haber acertado a parir, que lo están otras cuando son madres, sin dejar de ser doncellas;   —45→   pero sin ser vírgenes santísimas.

Es la primera cosa que ha llegado a mi noticia no había hecho a perfección: hoy la consuelo à la haute en virtud del aviso de V. S. que ella no me le daría sino que fuese en confesión. V. S. por su parte haga lo mismo, y dígala que pues no ha sabido ser tonta hasta aquí, no quiera aprender este oficio en adelante.

El papel es gordo y malo: no lo hice yo, aunque peores y más gordos los he hecho. Viva V. S. y mande. = Besa la mano de V. S. su amigo y servidor. = Jhs. = Joseph Francisco de Isla. = Señor conde de Peñaflorida (olvidóseme que ya quedaba dicho).



  —46→  

ArribaAbajoCarta XCIII

Escrita en Villagarcía a 26 de mayo de 1759


Amigo y señor: ¡Qué sé yo la máquina de esquelas y Gacetas que he recibido en este tiempo! Sólo sé que han llegado todas: tres remesas las recibí en León; las demás las encontré aquí. Eché un bello viaje. Recibiome el león con las garras encrespadas, esto es, con una fuerte cólica que me duró los dos primeros días: detúveme quince, y me despidió con unas terribles tercianas, que se declararon al primer día de jornada. No pude   —47→   pasar de Benavente, en donde estuve diez días en la cama: purgáronme, sangráronme, y quisieron repetir el mismo círculo vicioso; pero yo aburrido logré un día de hueco, y me retiré a mi cama mocha. Aquí me han llenado de quina, con lo que se cortó al enemigo, pero no sé si será para que vuelva con más fuerzas al ataque. El hecho es que me hallo sumamente postrado, y esto es cuanto puedo decir de mi actual constitución.

Vmd. es un mal hombre, y un deshonrabuenos, pues ha quitado el crédito malamente y abusivamente a mi señora la Marquesa de Villel, siendo lástima el afecto que   —48→   desperdicia en Vmd. Leíla el capítulo de aquella en que hablaba de su pereza, y para desmentir los malos informes de Vmd. me hallé con una carta suya muy larga cuando llegué a Villagarcía, sin esperar a la formalidad de que la avisase de mi arribo. Vea Vmd. como ha de restituir este crédito que ha quitado. Verdad es (porque todo se ha de decir) que me inclino a que esta fineza es efecto de los primeros fervorcillos.

Por lo que toca a mi falta de espíritu en las cosas de Portugal, escribiría un tomo de a folio. Acuérdese Vmd. de aquella clausulita sobre los ministerios de la Compañía, y confúndase cativa criatura.

  —49→  

Desenoje Vmd. a mi señora la condesa de Santa Eufemia, porque está su Excelencia muy irritada contra la pereza del intendente in partibus, porque eso del canal debe ser obispado en el Asia. Dígame Vmd. que hay en esto, y a Dios hasta que sea más hombre. = De Vmd. = Isla. = Sr. D. N.




ArribaAbajoCarta XCIV

Escrita en Villagarcía a 9 de junio de 1759


Amigo y señor: Júntese a los autos, y traslado a la parte de mi señora la marquesa de Villel la   —50→   acusación de remolona, y la de que recompensará con ventajas su anticipada correspondencia. Sentiré que Vmd. tenga razón, pero no se la negaré cuando la reconozca. A la de Santa Eufemia digo hoy que Vmd. la verá como a hermana mayor de la congregación de las perezosas.

Bueno es que se meta a prudente el señor Don Federico, aunque creo que es por fuerza, porque la jornada de Bergen le desbarató sus ideas. El correo pasado me quisieron persuadir que iba a engañar a Daun: lo creeré en viéndolo, pues no se puede negar que este tiene más chola. Ha venido en mala ocasión la enfermedad de   —51→   Dos Puentes, y no me ha sonado bien la retirada de Cervellón si se verifica. No obstante la bohemia y la franconía no están lejos, y los franceses tampoco se estarán ociosos si ven que el príncipe Ferdinando se quiere arrimar al príncipe Henrique, y es natural que los Hanoverianos también tengan espaldas que guardar.

Celebro las buenas noticias del canal; pero eso de que el proyecto necesite todavía de aprobación me ha hecho cosquillas, porque estaba persuadido a que Vmd. volvería de la corte con todas las bendiciones necesarias; y si no ¿qué hizo Vmd. allá? ¿Fue tan misterioso su viaje como el de nuestro obispo? = Dios   —52→   guarde a Vmd. cuanto desea. = Su fiel amigo. = Isla. = Sr. D. N.




ArribaAbajoCarta XCV

Escrita en Villagarcía a 23 de junio de 1759


Amigo y señor: Vmd. con la Cruz de Calatrava, y yo con la de mis tercianas, que me han vuelto con el mayor furor, con la mayor malicia y con la mayor tenacidad, ambos salimos a cruz: no obstante si yo supiera aprovecharme de la mía no la trocara por veinte de las de Vmd. a quien doy la enhorabuena de este remiendo, que tendrá más gracia cuando le hagan a   —53→   Vmd. comendador, y no de la Merced.

Ya llevo ocho tercianas de repetición; pero las tres últimas tan benignas que tengo esperanzas de que enteramente va cediendo el campo el enemigo. Aun así y todo tardaré mucho en recobrarme, porque ha sido terrible la campaña, y apenas tengo fuerzas para mantenerme en pie. Supongo avisará Vmd. cuando haga su viaje a Madrid, y sea con la salud que le desea su fiel amigo. = Isla. = Sr. D. N.



  —54→  

ArribaAbajoCarta XCVI

Escrita en Villagarcía a 21 de julio de 1759


Amigo y señor: El día después que Vmds. salieron de aquí recibí el Santo Viático. En el mismo empecé a mejorar, limpiándome de calentura, y así voy prosiguiendo. No he recibido carta de Vmd. ni más Gacetas que cuatro juntas muy atrasadas. Si han de pasar primero por la aduana del P. Atela llegarán el año de sesenta las de cincuenta y nueve.

Su cocinero de Vmd. hizo una visita a la intendenta de León, quien   —55→   me dice le escribirá por él. Si lo hiciere el género será exquisito, y el guiso muy delicado.

Mis memorias al amigo Tesorero, a quien avisaré cuando sea tiempo de que vengan los chicos. Viva Vmd. mande. = De Vmd. fiel amigo. = Isla. = Sr. D. N.




ArribaAbajoCarta XCVII

Escrita en Villagarcía a 8 de agosto de 1759


Amigo y señor: Y ahora que se nos va el P. Petisco a maestro de herejías en el Colegio de San Albano ¿de quién se valdrá Vmd. para ejercitar la obra de caridad de   —56→   no escribirme? Y ahora que yo estoy cada día más flojo, no adelantando un paso de gallina en mi convalecencia ¿de quién me valdré para escribir a Vmd.? Traslado al amigo tesorero que puede enviar sus garzones cuando quisiere, porque ya el P. Prefecto los tiene prevenidos un decente nido en casa del músico Don Fernando. Lo demás pregúnteselo Vmd. a Lobón, que le contará lo demás y lo de menos, lo pasado, lo presente, lo futuro, lo posible, y lo que no puede ser, porque a todo alcanza su vivacidad y su elocuencia. Viva Vmd. y mande. = De Vmd. fiel amigo. = Jhs. = Isla. = Sr. D. N.



  —57→  

ArribaAbajoCarta XCVIII

Escrita en Villagarcía a 11 de agosto de 1759


Amigo y señor: Acaba de llegar Lobón con las Gacetas, y apenas le he podido saludar con la priesa del correo.

Puede el amigo Mozo enviar luego al grande con los chicos, pues desde que llegue tendrá bien que trabajar, y nunca me hará más al caso que cuando más necesitado estoy de cirineo. De tres días a esta parte he adelantado mucho por haberse ablandado algo la dureza del   —58→   del vientre, cuyos malos efectos atrasaban mi convalecencia.

Dicen que el rey de Nápoles tomado ya posesión del gobierno de estos reinos. Mis cartas no hablan palabra; pero es argumento negativo, aunque algo fuerte para mí. Viva Vmd. y mande a su fiel amigo. = Isla. = Sr. D. N.




ArribaAbajoCarta XCIX

Escrita en Villagarcía a 13 de agosto de 1759


Amigo y señor: Voyme a pasear mientras Manuelico dispone su cama; el oficial que le trajo, su regreso; y ustedes la venida de Pepe,   —59→   detestando el disparate de no haberle enviado ahora.

De las novedades de Madrid sólo hemos oído un ruido confuso que pide más declaración.

Díceme la intendenta de León que diga algo a Vmd. en su nombre sobre que se aleja. El asunto es tan estéril como su autora. Fínjase Vmd. grandes cosas, pensamientos exquisitos, conceptos muy agudos, y téngaselos por dichos. = De Vmd. = Isla. = Sr. D. N.



  —60→  

ArribaAbajoCarta C

Escrita en Villagarcía a 18 de agosto de 1759


Amigo y señor: Ambos vivimos de milagro: usted para hacer muchas cosas grandes, y yo para llorar las muchas ruines que he hecho. Entre estas no cuento al Fray Gerundio; antes era la única buena obra en que confiaba (después de la misericordia de Dios) en el peligro en que me vi el día 11 del pasado. Pensose que no saliese de él, y me dieron el viático a toda priesa, después de tres meses de un cruel padecer. Pero en el mismo   —61→   me curó el Médico Celestial, porque ya está averiguado que los médicos de acá abajo a ninguno curan, más que sean médicos de cámara, y tengan cien protos por delante.

Doy a Vmd. mil enhorabuenas por haber salido del horno de Babilonia, del lago de Daniel y de todos los peligro juntos con el mérito de mártir de la fidelidad y de la caridad; pero muchas más le doy por haber logrado felizmente el fruto de sus trabajos.

Ahora ha de hacer usted eficazmente una cosa por Dios, y por mí. Me escriben que el Rey dejó grandes cantidades destinadas para limosnas. Está en paraje de pedirla   —62→   mi señora la excelentísima señora Doña María de la Peña de Francia, dama de la reina de Portugal, bien conocida en Valladolid, y aun en toda España, por el nombre de la Portuguesa. Hállase sofocada de deudas, en medio de ceñirse a las precisas leyes de la decencia. Indispúsose con el embajador de Portugal porque informó la verdad en una calumnia, despreciando generosamente las ofertas que la hicieron como se pusiese de parte de la mentira. Ha muchos años que la trato, y que admiro sus talentos. Es venerada en Valladolid, así por ellos como por su juicio, y por su ejemplar piedad. Ruego a Vmd. con las mayores veras que no perdone   —63→   a diligencia alguna para que se le haga un lugar decente en la del difunto monarca, proporcionándola un buen socorro, que sea correspondiente a sus grandes circunstancias. Sea el primer motivo de estos piadosos oficios el de la caridad, y entre después el de nuestra amistad por apéndice, sirviéndome de mérito el haber dejado descansar a Vmd. por más de un año. Estoy resuelto a desquitarme si Vmd. no lo ha por enojo.

No le quiero preguntar lo que no me ha de decir; conviene a saber, si nuestro glorioso desterrado &c. Soy fiel amigo de Vmd. = Jhs. = Isla. = Sr. D. N.



  —64→  

ArribaAbajoCarta CI

Escrita en Villagarcía a 31 de agosto de 1759


Amigo y señor: Con diferencia de pocas horas recibo dos de Vmd., una de 17 y otra de 30 del que acaba hoy: la primera estuvo descansando en Rioseco hasta esta mañana, y consiguientemente las Gacetas que venían con ella de 24 y 27 de julio. La segunda me la acaba de entregar Pepe Mozo, que no hace más que apearse, presentarse, y marchar a disponer su alojamiento en el cuarto de Manuel, que está contento como siete jilgueros.

  —65→  

Pepe ha llegado puntualmente en el primer día de nuestros santos ejercicios; pero estos no le estorbarán los suyos, ni los suyos embarazarán los míos, porque en pasándose los dos días de descanso, dará principio a sus tareas en la sala de mi aposento, reservando el estudio para mis arrobos. Me ha parecido tan hijo de su padre, como Manuel de su madre. Si lo fuere en la hombría de bien del primero, en lo demás espero que ha de desmentir los melancólicos pronósticos de su tiote, y aun los de Vmd.: por lo menos correrá de mi cuenta el que no esté ocioso. Un muchacho destrozador de ropa es un tesoro escondido. Por aquí conocerá Vmd. cuánto vale Manuel   —66→   de presente, y cuánto promete en lo futuro.

Al demás contenido de las dos cartas no contesto, porque en tiempo de ejercicios nuestra conversación es en los Cielos, y a ninguna carta respondo, sino que sean tan ejecutivas como esta.

Prevengo a Vmd. que las Gacetas intermedias entre la de 27 de julio y siete de agosto aun no han llegado: quizá vendrán esta noche por Valladolid. Soy = fiel amigo de Vmd. = Jhs.= Joseph Francisco= Sr. D. N.



  —67→  

ArribaAbajoCarta CII

Escrita en Villagarcía a 2 de Septiembre de 1759


Muy señor mío y mi dueño: No es dedicatoria esta carta, sino confianza: ni en ella busco a V. S. para que proteja esta pieza, sino para que la lea. Si dijeren que no acerté a llorar la muerte de nuestro amabilísimo monarca, dirán una verdad, que ninguno conoce mejor que yo; pues sé muy bien que distó infinito lo que sentí de lo que dije. Pero quisiera saber ¿quien prescribió reglas al llanto, ni quien sujetó el dolor a las leyes de la elocuencia? Poco afligido   —68→   está el que se queja con aliño. Si repararen en que trasladé mal a la lengua el verdadero carácter del piadosísimo FERNANDO; también me tendrá de su parte este dictamen. ¿Pero un corazón turbado ha sabido jamás hacer definiciones? Cuándo la aflicción penetra al alma, esta sola penetración la ocupa toda, ni es posible que saque buenas copias, al mismo tiempo que está humedeciendo el lienzo con las lágrimas que la exprime el original. En suma, yo dispuse esa parentación cuando estaba traspasado; pronunciéla cuando me mantenía afligido, y se la remito a V. S. en testimonio de nuestra amistad, cuando todos respiramos; conociendo que la pérdida que hicimos   —69→   no pudo aspirar a reparo más dichoso que el que logró para hacer feliz a toda la monarquía.

Guarde Dios a V. S. cuanto deseo.




ArribaAbajoCarta CIII

Escrita en Villagarcía a 15 de septiembre de 1759


Amigo y señor: Acá están las Gacetas de 14 y 17; pero aguardo con ansia las que contengan la relación de la jornada de los días 11 y 12.

Muy sospechoso se me hace el silencio de la corte de Lisboa, y mucho más la indisposición del Nuncio en estas circunstancias, achacando a ella el no haber puesto en ejecución   —70→   las últimas órdenes que recibió de Roma. Esta corte no estaba ya contenta con él, y ahora lo estará menos; pero dejemos a Dios gobernar su mundo.

Cogiome muy de susto el papel o el título que a Vmd. le avisan de Madrid. Pueden perjudicarme mucho en las presentes circunstancias los desahogos de mis apasionados, caso que lo sea el autor de este escrito, porque puede ser la obra muy diferente de lo que promete el título. Si llegare a manos de Vmd., estimaré que me la remita luego, pues siempre es conveniente saber todo lo que se escribe en pro y en contra.

Pepe no puede tener mejor genio; pero está muy atrasado tanto en leer   —71→   como en escribir. En uno y otro se ejercita dentro de mi aposento desde las 7 a las 11 por la mañana, y desde las 2 a las 6 por la tarde, después de ayudarme a misa todos los días a las cinco y media. Hácelo con gusto y con paciencia, oyendo con docilidad cuanto se le advierte; conque no desconfío de que se despeje con el tiempo. Manuel es alhaja: en dejándole enredar y destrozar, está todo ajustado. Vásele a la mano en uno y otro, habiéndolo tomado el P. Prefecto muy de su cuenta. Será sin duda hombre de importancia. Mis memorias a todos esos señores, y agur. Soy = de Vmd. = Jhs. = Isla. = Sr. D. N.



  —72→  

ArribaAbajoCarta CIV

Escrita en Villagarcía a 30 de noviembre de 1759


Mi dueño y amigo: Cuando el señor Abad me escribió, que el ahijado de Vmd. y suyo pensaba en hacer oposición a la plaza vacante en esta Capilla, le respondí que la plaza se daría ciertamente a un portugués; pero que no tardaría en vacar, y con efecto el mismo día en que se le dio al portugués, hice yo mi pretensión para el amigo Suárez. Cumpliose mi vaticinio, y lográronse mis pasos, porque ya Isidoro es tan músico de la iglesia de San Luis, como lo era   —73→   antes de la de San Marcos. Su voz es más decente que la renta; pero con aplicar a esta Capilla la mitad de la que gozaba, y goza Farinelli, estaba todo remediado. Eso lo podrá Vmd. conseguir fácilmente, escribiendo al marqués Gregori que haga la aplicación, para lo cual no es menester bula del Papa; y como el Rey lo aprobara, salíamos de este pantano, logrando aquí unos músicos, en cuya comparación esa capilla de ruiseñores, que le cantan a Vmd. villancicos por la primavera, sería un coro de chirriones, o una orquestra de Jesuitas, que todavía es comparación más desentonada.

En fin si fuere tan feliz en todo lo que Vmd. me mandare, como lo   —74→   he sido en esto poquito que me ha mandado, tendrá Vmd. bien poca razón para quejarse de mí; y en cualquier acontecimiento, siempre que dudare Vmd. de las veras con que le venero y le amo, daré providencia para que le quiten la presidencia de San Marcos, y le hagan presidente de las Charcas. Viva Vmd. y mande. B. L. M. de Vmd. su amigo servidor y Capellán. = Jhs. = Joseph Francisco de Isla. Señor D. J. A. R. B.




ArribaAbajoCarta CV

Escrita en Santiago a 10 de enero de 1761


Mi R. P. y señor: La muy estimada   —75→   de V. R. escrita a 15 del pasado, me buscó en mi retiro de Villagarcía, y me encontró en este tumulto de Santiago, adonde me trajeron desde el mes de septiembre con indecible violencia mía, los trabajos de mis ancianos padres, y numerosa parentela: los cuales gracias a Dios cada día son mayores. Aumentolos el Señor en estas Pascuas con pesadumbres de muchos géneros; conque si no las he tenido muy felices, habrá sido precisamente por no saber, o por no querer aprovecharme de este regalo. Si V. R. las ha logrado a medida de mi deseo, nada tendrá que apetecer el suyo.

El literato de Sevilla, que dio a V. R. la noticia de que yo había tomado   —76→   el empeño de impugnar al Barbadiño, en parte le dijo la verdad, y en parte no estaba bien informado de ella. No he tomado este empeño de propósito, y a destajo; pero le emprendí en todos los puntos en que le defiende Maimó. Apenas leí la miserable Defensa de este, cuando la combatí con vigor en un tomo casi de tanto volumen como el Fr. Gerundio, el cual pasó a Madrid para darse a la prensa, dos meses después que se publicó aquel cartapacio que quiso parecer librejo; y dicen los que le leyeron que él solo sobraba para hacer tan ridículo a Maimó, como a su héroe. Pero habiendo comenzado por entonces a encresparse la borrasca, que al cabo sumergió   —77→   al desgraciado frailecillo, y levantándose hasta el Cielo la tormenta de Portugal, que por poco no nos anegó a todos, no pareció tiempo oportuno para que se publicase una obra de aquel carácter; mucho menos después que salió el edicto del Santo Tribunal, pues aunque el escrito tenía poco, o ningún parentesco con la malograda historia, bastaría el ser referente a ella para que sus émulos volviesen a levantar el grito, y nos hallásemos de paticas en otro barranco. Esta es en suma la historia de aquel MS. que se quedará así hasta que Dios quiera; con lo que por lo que a mí toca bien puede V. R. continuar en su importante trabajo: pues aunque alguna   —78→   vez pensé dedicarme muy de intento, no como quiera a impugnar, sino a hacer demostración de la ignorancia, de la irreligión, y de la intolerable presunción del enmascarado fraile, ya no puedo, ni aun abrigar esta idea, no sólo por los graves negocios de familia en que estoy metido sin arbitrio para abandonarlos; sino porque la obediencia me tiene encargadas otras tareas, que se consideran muy útiles al común de la Religión, a las cuales es preciso entregarme luego que me lo permitan las presentes ocupaciones, y acabe de repararse mi salud, que de dos años a esta parte ha padecido grandes quebrantos.

Pero debo prevenir a V. R. para   —79→   su gobierno que otro jesuita aragonés muy hábil, y ya muy acreditado en el público por algunos escritos que ha dado a luz, está trabajando en el mismo asunto, y me ha pedido algunas noticias, que con gusto le he comunicado. Verdad es, que esto no debe resfriar a V. R.; antes en mi dictamen debe acalorarle más, no sólo porque los rumbos serán diferentes, sino porque acredita la justicia de la causa el número de los que conspiran a defenderla: y en fin las tropas auxiliares unas a otras se fomentan.

El que se quiso cubrir con el venerable disfraz de Barbadiño (así llaman en Portugal a los Capuchinos) es Luis Antonio Vernei, arcediano de   —80→   Évora: ha muchos años que reside en la Corte de Roma, donde logró la estimación del difunto Papa Benedicto XIV., a quien engañó como tantos otros eruditos de repente, osados y superficiales, en quienes se equivocó el concepto de aquel laborioso Pontífice, sin duda porque como leía tanto, no tenía tiempo para exáminarlo todo. Él era el brazo derecho de Carvalho, y de su embajador en aquella Corte el Comendador de Almadá, teniendo por cierto para mí que él fue el autor del famoso libelo: República del Paraguay, porque el estilo y el artificio no le pierde pinta al que gasta en las demás obras suyas.

Las que yo he visto, y tengo de   —81→   este autor, son un tomito de Ortografía latina, que pienso fue por donde se estrenó de escritor: porque hace vanidad de gran latino, y en realidad domina bastantemente esta lengua, aunque la echa a perder con la afectación. Tres tomos en latín de Lógica, Física y Metafísica sobre el pie del Curso de Puerto Real, atestados de ignorancias, de inconsecuencias y de puerilidades. Los dos tomos de Cartas sobre el método de estudiar; la Apología en defensa de su método contra Fr. Arsenio de la Piedad: y otros dos o tres papeles en respuesta a los muchos que se escribieron contra él en Portugal. No tengo presente cuando comenzó a imprimir, ni lo puedo averiguar, por hallarme tan   —82→   distante de mis libros; pero me inclino mucho s que el Librito de ortografía se imprimió el año de 44 ó 45. Cónstame que ha escrito una Retórica Latina, de que comenzaron a usar en sus Estudios los Padres del Oratorio de Lisboa; pero después la dejaron sólo por haber entendido que el Barbadiño era muy ciceroniano, tanto que afectaba andar por las calles de Roma en su coche con un libro de Cicerón en las manos: Risum teneatis, amici. Estas son las noticias que sucintamente puedo dar a V. R. acerca de este atrevido escritor.

Las que V. R. se sirve comunicarme sobre sus literarias tareas, me sirven de indecible gusto, y si todos los jesuitas de prendas emplearan tan   —83→   bien el tiempo que les sobra, no lloraríamos tantos trabajos, ni tendríamos que envidiar a tantos escritores extraños, como han ilustrado nuestro siglo. Es verdad que a muchos acobarda el miramiento tardo, pausado, y sumamente escrupuloso con que camina en esto nuestra religión, cuyas leyes son tan severas en este particular y su práctica tan exacta, que verdaderamente enfrían y desalientan a cualquiera; pero al fin, no se puede dudar que son prudentes y justas, conque es preciso conformarse con ellas.

Con el mayor gusto del mundo leería todo cuanto tiene escrito el licenciado D. Pedro Trebnal, pues aunque la primera noticia de sus obras   —84→   que llega a la mía, es la que V. R. se sirve confiarme, me basta haber visto un sólo rasgo de su pluma para esperar de ella los más seguros aciertos; pero como no lo considero asequible, no quiero perder tiempo en inútiles deseos.

La bondad con que V. R. me brinda con el honor de su correspondencia, me deja igualmente confuso que obligado. Pero como el carácter de mi genio, es el candor, y la más pura realidad, con toda ella debo protestar a V. R. que si en mi conversación busca la de un español llanamente sabio, segurísimamente se equivoca de medio a medio V. R., como se lo irá acreditando el mismo trato. Y aunque por esta parte voy   —85→   a perder todo el concepto de V. R. como por otra voy a ganar tanto, puede más conmigo el deseo de saber, que la humillación de que me tengan por ignorante: en cuya consecuencia, siempre que V. R. me honrare, no sólo encontrará mi contestación, sino mi agradecimiento. Viva V. R. y mande. Muy afecto servidor de V. R. = Jhs. = Joseph Francisco de Isla. = R. P. Matías Sánchez.




ArribaAbajoCarta CVI

Escrita en Villagarcía a 22 de enero de 1762


Amigo y señor: Desdígome de todo cuanto bueno he dicho de mi cuñado   —86→   D. Nicolás de Ayala. Hasta aquí le tenía por un hombre de más que vulgares talentos: ya conozco que es un pobre mentecato.

Con efecto ¿puede haber mayor mentecatez que escribirme todo azorado, y todo sobresaltado porque a él, y a los demás administradores los mandan irse a orear, a pasear, y a divertir una semana cada mes a la Coruña, sin más pensión que la de concurrir tres o cuatro días a conversación a casa del intendente? O Señor, que tengo seis administraciones, cinco contadurías, dos tesorerías, y todas se abandonan. Majadero, ¿y a ti qué cuidado te da? Es bueno que ha tres años que ni cazas, ni te diviertes, ni encuentras   —87→   tiempo para dar un breve paseo; que por el verano te levantas a las tres y media de la mañana, por el invierno a las cinco, y que hasta las once o las doce de la noche estás continuamente escribiendo papeleando, oyendo, despachando sin reservar ni aun las horas de comer, habiendo desterrado de tu cama y de tus ojos esto que se llama siesta; y porque ahora compadecido el Rey de tu insoportable trabajo, lastimado de tu durísima servidumbre, solícita su Real piedad de la conservación de tu salud te da orden para que ocho días cada mes levantes la mano de todo, y como si fuesen dependencias mostrencas las dejes a merced de la redención, tratando únicamente de   —88→   pasearte desde Santiago a la Coruña, desde la Coruña a Santiago, para que esa cabeza se ventile, ese cuerpo se oree, ese ánimo se esparza, y ese corazón se dilate: ¡tanta aflicción, tanta inquietud, tanto movimiento porque se te releve de ese viaje!

Nicolás, vuelvo a decirte, que eres un grandísimo majadero. Mira: si yo fuera que tú, sólo por cumplir con mi conciencia, y por dar al Rey esa nueva prueba de que merezco el pan que le como, y aun que me diera algo más, haría boniticamente mi representación, exponiendo con precisión, brevedad y claridad todos los inconvenientes; y después daba principio a una Novena a las benditas   —89→   ánimas del Purgatorio para que no se hiciese caso de ella, y que antes bien en lugar de un viaje cada mes me mandasen hacer dos; en la inteligencia (eso se supone) de que el Rey me había de pagar la mula y la posada.

Esto haría yo: y por lo que a mí toca suplico a Vmd. que haga todos los buenos oficios que pueda al mismo fin; porque sin esto presto me quedaré sin cuñado; pero con esta tal cual ventilación, espero en Dios que mi querida hermana tardará más tiempo en ser viuda; y mande Vmd. a este = Su fiel amigo. = Jhs. = Isla. = Sr. D. N.



  —90→  

ArribaAbajoCarta CVII

Escrita en Santiago a 17 de marzo de 1762


Amigo y señor: Estimo a Vmd. cuanto debo lo mucho que me consuela en la muerte de mi amado padre y señor, que me ha sido muy sensible. Quedo ya recogiendo velas para restituirme cuanto antes a mi quietud de Pontevedra, después de haber dado providencia en lo más preciso para el alivio de las huérfanas, y de la viuda.

Ayala estuvo también muy decadente, pero ya se va recobrando. El Administrador del tabaco vuelve   —91→   a su antigua solicitud de trocar esta administración por cualquiera otra, aunque valga menos, cuyo temple no sea tan contrario a su salud. Si llegare el caso, espero no se olvidará Vmd. de pasar sus eficaces oficios para que se agregue esta a la de aduanas, como lo estaba en tiempo del difunto Don Antonio de Piña, exonerando a Nicolás de la tesorería del tabaco, con la que se puede premiar el mérito de cualquiera honrado pretendiente. Mande Vmd. como puede, y viva cuanto desea = Su fiel amigo. = Jhs. = Isla. = Sr. D. N.



  —92→  

ArribaAbajoCarta CVIII

Escrita en Pontevedra a 9 de agosto de 1762


Ilmo. señor:

Mi venerado duelo: Toda la piedad que V. S. I. usó con mi difunta madre (páguesela Dios) ofreciendo un novenario de misas por el alivio de su alma, la ha echado a perder con la crueldad que ha practicado con mi viva hermana, y sobradamente viva María Francisca: sus piadosísimos sufragios bastarían para sacar a la una del Purgatorio; pero su expresivísima y honradorísima carta   —93→   es más que suficiente para echar a la otra en el infierno. Si ella no se llena de vanidad de manera que se la lleve el diablo, estaba por decir que será una grandísima tonta; pero me contiene el conocimiento de lo mucho que puede la gracia de Dios. Por lo demás, que mujer (y una mujer como ella) podrá naturalmente resistir a la tentación de engreírse, viéndose aplaudida con elogios tan crecidos, honrada con expresiones tan vivas, favorecida con dignaciones tan altas, y buscada para censora de lo que escribe, ¡no menos que el Ilustrísimo Señor D. Francisco Alexandro de Bocanegra! Lo dicho, dicho: de tejas a bajo daba desde luego por pérdida a esta muchacha, si no   —94→   tuviera tan presentes los milagros de la divina gracia. Y cierto que habría hecho buena labor en esto la excesiva modestia, y la humanísima dignación de V. I. Pero gracias a Dios, que ella misma lo conoció así, haciéndose cargo de que no la debían parar perjuicio las atenciones de V. I. enviándome desde luego su carta acompañada de otra, en que distinguía y expresaba muy bien la diferencia que hay entre los dictámenes del corazón, y las voces de la cortesanía. No es nuevo que un prelado consulte sus obras con una dama. Desde que el famoso monsieur Bossuet, obispo de Meaux, conoció a la célebre Ana Le Febre, por otro nombre madama Dacier, nada dio   —95→   a luz que no hubiese pasado antes por la juiciosa crítica de aquella sabia señora: sólo que nunca la pudo reducir a que censurase sus sermones, ni fue posible persuadirla a que diese a luz sus bellas notas sobre la Sagrada Escritura, diciendo que una mujer debe leerla, y meditarla para arreglar su vida según lo que enseña; pero debe callar sobre ella, conforme al precepto de San Pablo. Mi María Francisca no se paró en estos melindres: metiose de topetón en las reglas de la oratoria sagrada, en antilogías, y en el manejo de la Escritura, como si hubiera andado a la escuela con Moisés, con los Profetas, y con los cuatro Evangelistas. Si no se extendió a explicar los cuatro   —96→   sentidos, literal, místico, anagógico y tropológico, gracias al poco tiempo que tuvo, concibiendo que era preciso responder a vuelta de correo. ¿Sabe V. I. la única disculpa que yo le hallo? Aquella del apóstol: Factus sum insipiens, vos me coegistis. En fin, señor, ya no me puedo averiguar con esta muchacha, siendo lo más gracioso que me veo precisado a rendir mil gracias a V. I. por la bondad con que se ha dignado echármela a perder. Mi único consuelo es que la gran prudencia de V. I. se hará cargo de la flaqueza del sexo: que nada habrá perdido en su estimación por sus obedientes bachillerías: y sobre todo que habrá leído V. I., como en confesión,   —97→   estos eructos suyos de culta y de viveza. Dios nos guarde a V. I. como hemos menester. Ilustrísimo señor. = B. L. M. de V. I. su reverente humilde servidor, y rendido capellán. = Jhs. = Joseph Francisco de Isla. = Ilustrísimo Señor obispo de Guadix y Baza mi señor.




ArribaAbajoCarta CIX

Escrita en Pontevedra a 10 de septiembre de 1762


Ilmo. señor:

Mi más venerado dueño: Sea lo que fuere María Francisca, si sus bachillerías han merecido, no sólo la aprobación,   —98→   sino los elogios de V. I. es preciso que yo también la tribute los míos; y esta ya no será flaqueza de hermano, sino justo y debido respeto al superior dictamen de V. I. Ella estaba tan desconfiada de su carta por una chanzoneta mía, que el correo inmediato a el que la envió, me escribió que daría cuanto tenía por que le fuese posible estorbar que llegase a manos de V. I. Vime pues precisado a esforzarla; pero nada la alentará tanto como saber que V. I. o por pasión, o por cortesanía ha querido disimular sus desaciertos, y esto ya se lo pronostiqué yo para su consuelo.

Ambos estamos enojados con el Padre Nieto, porque hasta ahora no   —99→   nos ha dado el gusto de remitir la pastoral; y aunque nos hacemos cargo de que habrá sido por la suma carestía de ordinarios, a que nos condena el embargo general para el ejército, todavía puede más nuestro enojo que la inocencia del Padre, porque una impaciencia vehemente nunca dio lugar a la razón.

V. I. ha logrado ya ver el dictamen de los obispos de Francia, lo que hasta ahora no he podido yo conseguir; pero hoy mismo he tenido el gran gusto de recibir por el correo la copia de esa gran carta del Papa, que remito a V. I. por si no ha llegado por allá; con ella he respirado de la alta congoja, que no sólo me oprimía el corazón, sino que verdaderamente   —100→   me turbaba el espíritu, a vista del profundo silencio del Vaticano.

El gran cuidado que aplica V. I. a corregir las equivocaciones que los copiantes, o los impresores introdujeron en sus escritos, aunque sean tan mínimas como las que me advierte en su carta, lejos de parecerme nimiedad, o delicadeza menos humilde, le juzgo muy digno de un hombre de su elevación, y más cuando tengo presente que San Gerónimo, San Ambrosio y San Agustín ejecutaron lo mismo: siendo cierto, que la perfección de todas las obras, tanto en las del entendimiento, como en las de la voluntad, consiste en cosas menudas.

  —101→  

Sin duda que va de veras la guerra con Portugal, y que siempre lo fue por lo que toca a la Corte; pero los descuidos de los ejecutores no se pueden remediar, hasta que se conozcan, y antes de conocerse se pasa y se pierde mucho tiempo. Mande V. I. y viva como la Santa Iglesia ha menester. Ilustrísimo Señor: B. L. M. de V. I. Su reverente servidor y capellán = Jhs. = Joseph Francisco de Isla. = Ilustrísimo Señor obispo de Guadix mi señor.



  —102→  

ArribaAbajoCarta CX

Escrita en Santiago a 17 de octubre de 1762


Ilmo. señor:

Mi dueño y amigo: Justamente llegó la muy estimada carta de V. I. al mismo tiempo que iba a montar a caballo para recibir en esta ciudad a mi nuevo cuñadito, sobrino y yerno (todo en una pieza) que se apeó en ella hora y media después que yo había hecho esta diligencia. No extrañe V. I. el último parentesco, acordándose de que por mi edad puedo ser abuelo de todos mis hermanos; y por las   —103→   circunstancias que concurren quedo haciendo el papel de padre con todos ellos. Aguonos este gran gusto una terrible fluxión que muchos días ha está padeciendo la pobre María Francisca, tan general que la coge de pies a cabeza; y tan cruel que la atormenta con acerbísimos dolores universales, los que no puede disimular en medio de su heroico sufrimiento: hallándose tan postrada, que no obstante su extraordinario espíritu, aun no la he podido hablar cuatro palabras sino con los ojos y con el corazón, habiendo ya cuatro días naturales que llegué. Inmediatamente que se asome algún alivio, la leeré el capítulo de la de V. I. que habla con ella, bien persuadido a que ningún   —104→   otro específico será igualmente eficaz para anticiparla su convalecencia, o por mejor decir para restituirla al estado habitual de su quebrantadísima salud, objeto lastimoso de la compasión universal de este pueblo. Mientras tanto con toda seguridad puedo responder de su singular reconocimiento, pues sé muy bien que no sabe ya respirar, ni aun suspirar sino por su obispo Boca de Oro, que así llama con más verdad que respeto a V. I. y no se lo llama en griego, porque huye de parecer Greco-Latini parla.

Dos veces he reconvenido ya al Padre Nieto por la carta pastoral, la que espero llegue aquí antes que yo me restituya a mi delicioso rincón:   —105→   si esto se verificaré, la leeremos a dúo María Francisca y yo, ofreciéndome a ser fiel relator de su dictamen, que verisímilmente no discrepará del mío. Para este, ya es desde luego un gran pronóstico de su mérito sustancial el poco despacho que tiene, por la regla general de que la muchedumbre tiene el paladar estragado, o a lo menos el estómago; pues suele gustar más de lo que menos le aprovecha. Mas no por eso desconfíe V. I. de que poco a poco se la vaya tomando el gusto, como sucede en este género de obras, a distinción de las que sólo sirven para el entretenimiento; en las cuales como la diversión es impetuosa, se atropella por la satisfacción, y se encuentra luego con la saciedad.

  —106→  

Ya ha 17 días que entré en esta ciudad, y hasta ahora ni uno solo ha dejado de llover tan furiosamente, que aun en ella ha parecido cosa extraña, que es la mayor ponderación para los que saben como llueve en Santiago. Por este accidente están detenidos los novios, que no sólo no se han podido poner en camino, pero ni aun apenas salir de casa para pagar sus visitas. Yo tampoco me puedo restituir a mi rinconcico hasta haberlos despachado, y hasta evacuar otras dependencias de familia que quedaron pendientes, por excusarme así de otros viajes, para los cuales ya no estoy. Mande V. I. como puede, y viva como necesito. = Ilustrísimo señor. = B. L. M. de V. I.   —107→   Su reverente humilde servidor, y rendido capellán. = Jhs. = Joseph Francisco. = Ilustrísimo señor obispo de Guadix y Baza mi señor.




ArribaAbajoCarta CXI

Escrita en Pontevedra a 19 de noviembre de 1762


Ilmo. señor:

Mi venerado dueño y amigo: Restituido ya a mi aposento, después de haber despachado los novios a su casa, y con el dolor de dejar martirizada a la pobre María Francisca con una terrible fluxión universal, sobre añadida a sus continuos inconstruibles   —108→   males; tuve, presente el precepto que me impuso V. I. de restituirle la copia del informe de los obispos de Francia, y le obedezco ahora después de haber hecho sacar otra para los efectos que pueden ocurrir.

Sobre la fatalidad de la Habana hay muchísimo que callar, y muy poco que decir. Los oficiales que han llegado al Ferrol en dos fragatas, refieren cosas tan contrarias que no es fácil componerlas. Los cargos que se han publicado contra el gobernador y contra el jefe de escuadra, son por una parte tan graves, y por otra tan increíbles, que sería temeridad, y suma ligereza dar asenso a ellos. Lo mismo digo de las voces   —109→   que corren, de que los naturales la han vuelto a recobrar: fantasías de la muchedumbre, que supone por hecho cuanto se la imagina posible; o ficciones acaso de la política, que para acallar el dolor en las desdichas verdaderas, le pretende divertir con felicidades soñadas. Adoremos las altas disposiciones de Dios, y veneremos con respetuoso silencio, como buenos vasallos, las resoluciones del Príncipe; pero pidamos al Señor por la paz y concordia entre los príncipes cristianos, que esto no es meternos en el sagrado de los gabinetes, sino revestirnos del espíritu de la Iglesia.

¡Cosa increíble! Aun no ha llegado a nuestras manos la deseada   —110→   carta pastoral, sin duda por la suma escasez de ordinarios, embargados casi todos para Portugal. Podíamos sospechar que quería Dios mortificar nuestra curiosidad, si no estuviera tan confundido con ella el deseo de nuestro aprovechamiento: naturalmente llegarán antes los tres tomos del Año Christiano, que han salido a luz harto desfigurados por mi pluma: los que no están ya en poder de V. I. por haber tardado en trasladarse a Madrid una porción de ejemplares del 1.º y 2.º tomo que se habían quedado como emboscados en Salamanca: seguíralos presto el 4.º tomo, y tras de este, dándome Dios vida y salud, irá saliendo lo restante de esta grande obra, a cuyo material   —111→   trabajo espero dedicar los pocos años que en el curso regular me pueden faltar ya para terminar mi carrera; pues para el mes de abril (si llego a el) entraré en los 60, y son muchas las pruebas que tengo de que esto es lo que quiere Dios de mí. S. M. prospere y dilate los de V. I. como la Santa Iglesia ha menester. = Ilustrísimo señor. = B. L. M. de V. I. su reverente humilde servidor y rendido capellán. = Jhs. = Joseph Francisco de Isla. = Ilustrísimo señor obispo de Guadix y Baza mi señor.



  —112→  

ArribaAbajoCarta CXII

Escrita en Pontevedra a 27 de febrero de 1763


Ilmo. señor:

Mi venerado dueño: Ya finalmente llegó la carta pastoral tan deseada. El maragato que me la condujo con otros recadillos, se detuvo dos meses en su casa y en esto consistió la dilación.

Luego que la recibí, no la leí, la devoré, sin acertar a dejarla de las manos: no me salió de ellas hasta que encontré con la última letra, y fue cierto mucho más apriesa de lo   —113→   que quisiera. Mi dictamen se reduce a pocas palabras. Es lo más precioso que he leído en la línea dentro de los términos de España. Hasta aquí daba la preferencia sobre cuantas he visto de nuestros prelados, a la celebrada pastoral del señor Valero. Ya no puedo mantener esta misma graduación, por lo menos respecto de los tres puntos, o las tres clases a que se ciñe la de V. I. canónigos, sacerdotes simples y pastores. La primera se extiende a más; pero en estas tres importantísimas materias no llega a tanto.

Es imponderable el gozo que me causó ver el generoso valor con que desde luego encaraba V. I. con el respetable y delicado gremio de canónigos,   —114→   sin acobardarle ni el respeto a que es acreedor, ni la delicadeza que es en él tan general. Apenas he leído carta, edicto, mandamiento, ya de instrucción, ya de providencia, publicado por nuestros más insignes prelados, en que ni aun se tomase en boca el nombre de canónigos. Yo veneraba como debía este misterioso, o este cauteloso silencio; pero inútilmente me fatigaba en buscar razones para excusarle, pareciéndome que cuando se daba pasto a toda la grey, no era razón excluir de él a la porción más noble del rebaño. Es cierto que el ganado gordo no ha menester tanto como el flaco; pero no lo es menos, que sin alguno no se puede mantener. V. I. se lo   —115→   da con tanta discreción, con tanta cortesanía, con tanta dulzura y con tanta sal, que es preciso adolezca de un mortal hastío el canónigo que no se alampe por él. Ningún señor prebendado de las iglesias de España debiera estar sin esta carta pastoral; y me atrevo a pronosticar que en extendiéndose la noticia de su inestimable valor, ninguno estará sin ella, salvo aquellos pocos por quienes se dijo: Bienaventurados los tontos, porque ellos serán canónigos.

El punto de la asistencia a los cabildos, y de la cristiandad, celo y conducta con que se deben portar en ellos, está tocado con una solidez, con una delicadeza, y con una suavidad, que verdaderamente convence,   —116→   persuade y enamora. No lo está menos el vidrioso asunto de visitas, juegos y paseo. En fin todo lo que toca a este autorizado y respetable gremio, está tratado con tanto pulso y con tino tan feliz, que en mi dictamen la primera cosa que debieran hacer todos los ilustrísimos cabildos de España, era escribir a V. I. las gracias por su fervoroso, discreto y prudente celo, y la segunda precisar a cada uno de sus individuos a que se hiciesen con un ejemplar de este precioso librito; y para que ninguno se excusase comprar los mismos cabildos el número correspondiente a sus capitulares, inclusos los capellanes de coro, y descontárselo de sus prebendas. Yo tengo   —117→   correspondencia con algunos señores canónigos de diferentes iglesias, y protesto exhortar a cuantos escribiere a que no se priven de este incomparable tesoro.

En nada es inferior lo que pertenece a las otras dos porciones del estado eclesiástico; pues aunque las materias que se tocan son más generales, y muchas veces agitadas en los escritos y cartas de esta especie; el modo y el estilo es tan particular, que se puede llamar original en España: siendo para mí de la mayor satisfacción, ver acreditado mi antiguo dictamen de que no debemos tomar de los extranjeros aquello que no hemos menester, porque lo tenemos acá de igual, o de mejor calidad;   —118→   pero si aquello que no tenemos, pues de esta manera se perfeccionaron todas las lenguas que no son originales. Y para mí es fuera de controversia, que a la nuestra la hace mucha falta un poco de la dulzura y de la insinuación francesa, cuando esta se usa con elección, con gusto, con moderación y con oportunidad.

Claro está, señor ilustrísimo, que este sincero parecer mío, aun cuando fuera más autorizado nada significaría para graduar por él el mérito de la obra. De mi pasión a la persona y a los talentos de V. I. hago vanidad; y aunque nunca confesaré que es pasión ciega, sino muy a ojos abiertos, claros, limpios y despejados; al fin es pasión, y esto basta   —119→   para excluirla de voto, en todo lo que tenga relación a V. I.: exclusiva tan gloriosa para mí, que lejos de no reconocerla me anticipo a confesarla con mucha vanagloria mía.

Mas para que se vea que a lo menos hago todos los esfuerzos que puedo para que la pasión no salga de los límites de su jurisdicción y no se entremeta en la del entendimiento, expondré con igual candor y sinceridad dos únicas cosillas que detuvieron un poco mi reparo en la preciosísima carta: una puede parecer de algún peso: otra es de poca consideración.

En la página 184 se dice quela Santa Escritura nos ha juiciosamente   —120→   enseñado lo que debemos a los sacerdotes. El adverbio juiciosamente, aplicado a doctrina de la Sagrada Escritura, me suena a menos respetoso; como a mi parecer lo sería esta otra locución en todo equivalente: El Espíritu Santo nos enseña con juicio a honrar al padre y a la madre. Y es la razón porque ambas calificaciones son limitadas a una prudencia, y a una sabiduría puramente humana a la cual es infinitamente superior toda la doctrina de la Sagrada Escritura. No me acuerdo dónde leí que el Santo Tribunal de Sevilla hizo retractar públicamente a cierto predicador (hacia la mitad del siglo pasado) esta proposición que había dicho en el púlpito: Christo es hombre   —121→   muy machucho, mucho, mucho, mucho, mucho, calificándola no sólo de baja, sino de poco reverente. También hago memoria de que entre San Agustín y San Gerónimo hubo no sé que disputa sobre otro adverbio parecido al adverbio en cuestión, que ahora no tengo presente; pero bien sé que al cabo se rindió San Gerónimo, y le corrigió, no obstante el ardor y la fortaleza de su genio. Si este reparo mío mereciese alguna estimación, será fácil enmendarle en las muchas reimpresiones, que tengo por cierto se harán con el tiempo de la admirable carta.

El segundo reparo en realidad no merece este nombre sino el de demasiada delicadeza mía. Yo hubiera omitido toda la crítica refleja que   —122→   se hace desde la página 334 hasta la 336, sobre que el estilo de la carta más parece concionatorio que epistolar. En primer lugar, a mí no me parece que el estilo sale de la clase que le corresponde; pues aunque haya en el discurso de la obra tal cual trozo algo más vivo, es cuando naturalmente se enardece la pluma por razón de la materia; y esto no sólo sucede muchas veces en las cartas familiares, sino en las conversaciones privadas, sin que por eso parezcan sermones las conversaciones ni las cartas. En segundo lugar este género de cartas instructivas doctrinales y exhortatorias, en realidad no son otra cosa, que sermones; menos aquella parte de la oratoria que se   —123→   llama declamación. Y en fin aun cuando real y verdaderamente tuviese la obra este insubstancial y levísimo defecto, me parecía a mí ajeno de la autoridad de un prelado, anticiparse a la satisfacción, como que salía a el encuentro de la censura, y de la crítica, a la cual le hace muy superior la elevación de su sagrado carácter.

No sé si se quejará V. I. de que abuso demasiado de su excesiva bondad y confianza; pero estoy cierto (y eso me consuela mucho) de que a lo menos se ha de asegurar bien de la sinceridad de mi amor. Poco se me dará de parecer menos prudente, como me acredite de verdadero y fino amigo. Y en fin, la segunda parte de mi atrevida, o no   —124→   atrevida: de mi acertada, o mi desacertada crítica, es la mejor fiadora de la realidad de la primera.

Voy a enviar esta excelente carta a María Francisca con carga de restitución; porque me desharé de toda mi librería, antes que de este librito. Tendrá con él deliciosísimos y utilísimos ratos, como yo los he tenido, y le dará a conocer a los muchos prebendados de aquella santa iglesia que frecuentan su casa y la favorecen comenzando por el señor deán.

Nada supe del empeño hecho con V. I. después del sensible lance con el sobrino de su marido, hasta que escribió la carta, menos a impulso propio, que al de su querido consorte. Yo en puntos tan delicados nunca   —125→   tomo cartas: conocí la dificultad, dije mi sentir, y me retiré; pero nunca me puedo dar por desentendido a las honras que tan a manos llenas comunica la generosidad de V. I. a esta muchacha: agradézcolas tanto, y más que las que me reparte a mí. Espero, y pido su continuación y me firmo. = Fidelísimo siervo y amigo de V. I. = Jhs. = Joseph Francisco de Isla. = Ilustrísimo obispo de Guadix mi señor.




ArribaAbajoCarta CXIII

Escrita en Pontevedra a 6 de junio de 1763


Muy señor mío: Dos cartas recibo   —126→   de Vmd. a un mismo tiempo, a cual más preciosa, una impresa que habla conmigo como parte del público, y otra manuscrita en 21 del pasado que me retira a un lado, y me habla dos palabras en particular. ¿Pero que palabras? Tales que si los viejos fuéramos capaces de ponernos colorados, era preciso que al leerlas hiciese yo demostración de que esto era posible. No me salieron los colores a las rugas de la cara porque la sangre añeja es pedrugosa, y no puede brincar tanto, pero se me llenó de ellos toda la razón. Utinam talis essem qualem me existimas, es todo cuanto puedo decir al concepto que Vmd. ha formado de mí, pero sin empeñarme en desvanecérsele. Yo   —127→   me guardaré bien de eso. El hombre de bien nunca debe fingirse el que no es, dijo un filósofo antiguo; pero puede permitir el engaño de los que le suponen más de lo que es, cuando él no influye positivamente en el error. No sólo no he influido en el que Vmd. padece acerca de mis talentos y de mi literatura, sino que las mismas pruebas en que se funda, son las más concluyentes de su equivocación. ¿Será esto en Vmd. falta de discernimiento? Nada menos. Estos dos primeros rasgos de su pluma que he visto hasta ahora, hacen evidencia de que le tiene muy fino y muy delicado. ¿Pues que será? Mirar mis cosas con ojos franceses; es decir llenos de cortesanía y de bondad.   —128→   Siga pues Vmd. en un inocente engaño que me trae tantas conveniencias, y reciba duplicadas gracias por lo mucho que Vmd. me honra poniendo de su casa el mérito y el premio.

Mi correspondencia no será equívoca, pues se reducirá a obedecer pronta, ciega y sinceramente en lo que me manda. Intímame Vmd. que haga de su papel la crítica que me pareciere más justa, dando una razón que acredita su gran juicio; pues resolviendo yo (añade Vmd.) hacer crítica de los papeles de los demás, y no hallándome juez competente para sentenciar en mi propia causa, daré una prueba de que uso conmigo la misma imparcialidad que protesto   —129→   al público. No es posible razón más racional. Está fundada en aquel gran principio, que es como el cimiento, y debiera ser el distintivo de nuestra naturaleza: No quieras para otro lo que no quieras para ti; y en el otro, que lo es de nuestra miseria: Ninguno es buen juez en causa propia. El primero no admite excepción alguna; el segundo ha tenido muchas, y sin salir de la presente materia sabe Vmd. muy bien que algunos autores han hecho la crítica de sus mismas obras; pero tan imparcial, tan justa y tan severa, como la pudieran hacer aquellos censores avinagrados de quienes se dijo: Nihil apud ipsos purum quibus vel Pluto displeceret. O yo me engaño mucho   —130→   o Vmd. es uno de aquellos pocos a quienes seguramente se les pudiera fiar que se juzgasen a sí mismos; pero al fin no lo quiere hacer, y absolutamente desea que yo lo haga: voy a servirle.

La idea no puede ser más vasta, ni más útil: Moral, Política, Metafísica, bellas letras, fenómenos de la naturaleza, noticia, extracto y crítica de libros y papeles nuevos. Es un campo interminable, a cuyo fin no han llegado hasta ahora las vidas de todos los siglos, y en que tendrá siempre que adelantar la de Vmd. aunque dure tantos como yo la deseo. La utilidad no necesita de prueba; pues a excepción de las materias metafísicas, todas las demás son las más   —131→   necesarias al hombre, y las más deliciosas a la racionalidad. ¿Pero bastará un hombre solo para tanto? Conforme: si se contenta con decir algo de todo, puede sobrar mucho hombre para eso: si pretende decir mucho de cada cosa, es imposible; sólo para la última y más delicada de todas, Extracto y crítica de los libros son menester muchos. Nunca fueron veinte y dos los que se empleaban en el famoso Diario de Trevoux, como lo equivocaron algunos, pero siempre fueron bastantes. Con cuatro comenzó el nuestro, que en mi sentir no era inferior a aquel, y ninguno de ellos sobró, siendo muy verosímil que si nuestra desgracia no hubiera hecho abortar aquella importantísima obra, hoy   —132→   estaría por lo menos triplicado el número de sus autores.

Temo pues, que no alcancen a tanto las fuerzas de Vmd., ni las físicas, ni las mentales, aunque aquellas sean las más robustas, y estas las más vigorosas y comprehensivas. Para hacer la crítica de todo es menester un hombre quimérico en el concepto de los que saben algo.

Aun supuesto este imposible no me atreveré yo aconsejar a Vmd. que lo emprenda. La experiencia de lo pasado, es lección y es escarmiento para lo presente. Cortose nuestro Diario puntualmente cuando todos teníamos consentido en que iba a tomar el mayor vuelo debajo de la protección real. Siguiose algunos años   —133→   después un cierto quid pro quo en el Cordón crítico que prometía lo mismo debajo de diferente título; pero apenas le dejaron salir del informe estado de embrión. Mucho es de temer que suceda lo propio a cuantos se empeñen en llevar adelante el mismo intento. El genio de la nación no se ha mudado, ni verisímilmente se mudará en este particular. Nuestros autores no entienden raillerie, ni mucho menos nuestros autorcillos, que en España como en todas partes son en mucho mayor número. O se les ha de alabar, o no se les ha de contradecir. No reconocen otro tribunal para juzgarlos, que el de la fe, y el de las buenas costumbres y regalías. Niegan la jurisdicción a la crítica,   —134→   y si esta quiere erigir algún tribunal con autoridad privada, no es ya liga, es conspiración, es furor, es alboroto popular el que se levanta para aniquilarle, y a título de la paz se ve en precisión el magistrado de sosegar el motín, quitándole la materia. Acaso disimulará con Vmd. por los respetos de extranjero, y querrá añadir esta atención más a las otras muchas de que Vmd. mismo se reconoce deudor, no tanto en beneficio de la hospitalidad, como de su extraordinario mérito; pero yo no salgo por fiador de que llegue a tanto su deferencia, y más cuando no es muy añejo el ejemplar de otro Nacional de Vmd. a quien el público español tributó iguales atenciones, hasta   —135→   que se metió en hacer la crítica de cierta clase de escritos. Entonces cesaron las politesses, y comenzaron los gritos y las invectivas; pues aunque le confesó la razón en los verbigracias que puso, se la negó en la generalidad con que quiso extenderse a todos los desaciertos de algunos. No temo que incurra Vmd. en el mismo descuido; mas no por eso dejo de recelar, como Vmd. mismo lo recela, que le traten mal todos aquellos que salieren reprehendidos, y mucho peor los que más merezcan serlo.

El dar a luz esta obra en papeles periódicos o semanales, hoy es un problema para la utilidad del público, aunque no lo sea para la del autor. Dije con cuidado que hoy era un   —136→   problema porque antiguamente no lo era. Antes que se inventase la imprenta, y con más especialidad antes que se descubriese el uso del papel egipcio, del bombáceo, del de algodón, y del actual, todas las obras se publicaban, si no periódicamente, esto es a determinado espacio de tiempo, a lo menos a trozos por partes y disipados; ni era posible otra cosa, ya por la dificultad de multiplicar los ejemplares, y ya por la mayor en abultar los volúmenes, cuando se escribía en plomo, tablas, pergamino, lienzo, cortezas hojas de árboles, pieles de peces &c. Entonces era necesidad lo que hoy es arbitrio. Si esto es de más perjuicio que de utilidad a los lectores, es lo que yo no me   —137→   atreveré a resolver. Vmd. se esfuerza a persuadir las ventajas; pero disimula con prudencia los inconvenientes. Y no hablo precisamente de los del bolsillo; porque estos son notorios. Dos pliegos impresos, y vendidos separadamente cuestan por lo menos un real, cuando no pasan de cuatro cuartos unidos en un justo volumen, y esto sin contar los portes, que necesariamente se han de pagar, si se quieren leer fuera de Madrid, y a poca distancia suben más que el principal. Pero el inconveniente mayor es que estas obras publicadas y leídas a retazos, sirven más para una curiosidad pasajera, que para una instrucción sólida. Cuando llega el segundo papel ya se olvidó el primero;   —138→   y si quedó pendiente la conversación, es preciso repetir la letura del uno para tomar el hilo a la materia del otro. Finalmente poco adelantará en ninguna facultad, y poco se aprovechará de cualquiera libro, el que sólo lea media hora en él cada semana. Por estas y otras consideraciones no he gastado, ni pienso gastar un maravedí en otros papeles periódicos que en las Gacetas, y en los Mercurios. Estas son noticias del día que interesan la curiosidad presente. Los otros por excelentes que sean, no corre priesa el leerlos; y si la experiencia, o la voz pública acreditare su mérito, se compran con mayor conveniencia, y se leen con mayor utilidad unidos, que destrozados.

  —139→  

Hasta aquí he dicho algo precisamente acerca de la idea; voy a decir otro poco acerca de la ejecución. Intitula Vmd a la obra, y aun se intitula a sí mismo, El hablador juicioso. Todos los que lo sean alabarán su modestia: los que sin serlo lo quieren parecer, encontrarán en este título aquella especie de extravagancia gótica, o por mejor decir caballeresca, que a su modo de concebir encuentran en los estrafalarios dictados de los Académicos de la Arcadia Crusca. Pero los que ciertamente no le perdonarán la contradicción serán nuestros espíritus escolastizados. Al leer esta junta de adjetivos el hablador juicioso dispóngase Vmd. a oír en confusa gritería escolástica un implicas   —140→   in terminis que le dejará tiritando, y ellos quedarán muy satisfechos, pareciéndoles haber convencido la implicación no menos que con aquella sentencia del Espíritu Santo in multiloquio non deerit peccatum, en el mucho hablar nunca faltará pecado. Compadézcase Vmd. de su materialidad, y no mude el título. Nunca habla mucho el que habla bien, y nunca habla poco el que habla mal: no es locuacidad la abundancia, sino la garrulidad. Todos los indicantes de estos dos papeles dan a entender que Vmd. no tiene de hablador más que la copia de especies y de voces; todo lo demás es juicio, método, delicadeza y substancia.

Hay mucho de esto en el primer   —141→   discurso Elogio y dedicatoria al público. Notáranle algunos de lisonjero con demasía por el arduo empeño de probar que no hay vulgo en el público de España. A la verdad un público sin vulgo sería un público bien particular. Pero debieran observar que Vmd. intitula aquel discurso Elogio y dedicatoria, y que en este género de composiciones, ya que no la razón, por lo menos la costumbre ha introducido representar los objetos, no como son, sino como debieran de ser. Añádese que el que lo dice es un extranjero que se reconoce obligado, que se muestra agradecido, y que solicita la continuación de la benevolencia del público, cuando va a salir a él, porque en cierta   —142→   manera guardó hasta aquí el incógnito. En estas circunstancias alguna gracia se le ha de hacer, y más cuando un asunto, que por su misma naturaleza es incapaz de pruebas sólidas, le promueve con las más ingeniosas y más delicadas que se pudieran alegar.

En el segundo discurso que es otra especie de dedicatoria al público de las mujeres, con el epígrafe de nueva defensa de su sexo, está Vmd. divino. Verdaderamente es una defensa nueva, a lo menos para mí; pues no he leído otra por el rumbo que Vmd. apunta. Fundarla en la filosofía y en la razón, apoyada esta y aquella en la historia y en la experiencia, es el camino trillado de todos   —143→   los que han tratado este asunto tan justo como verdadero; con tal que la defensa se ciña a los términos de concederlas igualdad, sin adelantarse a darlas preferencia a nuestro sexo. Creo que el que se llama bello, y lo es sin duda, se dará por satisfecho de esta justicia, no obstante ser tan ambicioso de gloria, pues aunque en lo general exceda al nuestro en algunas prendas que son más amables, también es excedido en lo general por el nuestro en otras que son más útiles, y con esta compensación queda perfecto el equilibrio.

Digo que fundar esta apología en la filosofía y en la razón es el camino trillado; pero apoyarla en la metafísica como Vmd. lo ofrece, y   —144→   desde luego lo comienza a cumplir, es una senda desconocida hasta ahora, por lo menos para mí. No dudo del desempeño a vista de la primera prueba: el hombre (dice Vmd.) fue formado del lodo, y la mujer del hombre, luego la materia original de la mujer hace tantas ventajas a la materia organizada del hombre cuantas esta hace a la del barro. El polvo en Adán se elevó a ser hombre: luego el hombre en Eva se elevó a ser mujer. Los antecedentes son físicos: las consecuencias metafísicas, y sin duda muy delicadas. ¿Pero son igualmente sólidas? Compóngase Vmd. con los filósofos, sean de la secta que se fueren, que en sus respectivos primeros principios de las substancias   —145→   corpóreas, no reconocen desigualdad ni diferencia, sino que sea a lo sumo en la figura, como los corpusculares. Todos le dirán que los corpúsculos, los átomos, los turbillones, la materia, el fuego, el aire, la tierra y el agua, tómese de donde se tomaren, son unos mismos en especie última, tanto en el lodo, como en Adán y en Eva. Concedéranle los antecedentes, negáranle las consecuencias, y se quedarán muy frescos. Pero los que no entiendan mucho de metafísicas se enamorarán de la disposición, se dejarán encantar de la brillantez, admirarán la delicadeza, y se darán por convencidos. Son estos sin comparación los más; y así esté Vmd. seguro de la fortuna de su   —146→   nueva defensa respecto del mayor número.

Lo que no admite duda es que todos los que se conocen bien en materia de estilo no hallarán voces para elogiar la nobleza, la propiedad, la pureza, la elevación y la urbanísima naturalidad de el de Vmd. Pasmáranse de que un francés posea nuestra lengua con tanta perfección como la poseen pocos españoles, y a vista de este bello ejemplo se debieran correr aquellos nacionales que hacen indecente y ridícula gala de hablar el español a la francesa. Un extranjero los enseña prácticamente a estimar su idioma, sin despreciar los extraños; pero tampoco sin hacerles una lisonja indigna en agravio   —147→   de el propio. Se puede decir de Vmd. que enseña a Madrid su lengua, como se dijo del otro escocés que enseñaba a Roma la suya: Romam Romano qui docet ore loqui.

Esta memoria de la lengua latina me excita una especie que ya se me olvidaba trayéndome a ella la del padre de este idioma. Habla Vmd. de Cicerón en la página 3 y 4 de su discurso: dice con mucha razón que le favorecieron poco las musas; pero alega en prueba de eso dos dísticos, que si fueran suyos probarían todo lo contrario: los dísticos por lo que toca a la versificación, a la naturalidad y a la gracia (prescindiendo del pensamiento) serían dignos de Marcial, y si no que lo digan ellos:

  —148→  

Crede ratem ventis, animum recrede puellis:
Namque est fæminæ tutior unda fide.
Fæmina nulla bona est, vel si bona contigit ulla,
nescio qua fato res mala facta bona est.



Pienso que ningún latino de buen olfato poético extrañaría ver este epigrama entre los más naturales, y más salados del poeta de Calatayud. Por lo mismo no quieren convenir los mejores críticos en que dichos versos sean de Cicerón, como no lo puede Vmd. ignorar, pues en nada se parecen a aquel ridículo hexámetro: O fortunatam natam me Consule Romam, que sólo se sabe de cierto hubiese compuesto el príncipe de los oradores,   —149→   y fue recibido con desprecio universal por la insulsa y pueril recancanilla de o fortunatam natam: es verdad que por este preciso capítulo tampoco merecía mucha estimación aquel otro epigrama de Marcial, que quizá por lo mismo se puso el último en algunas ediciones:


Defunos, fungis homines Marciani negabas;
boleti leti causa fuere tui.



Sin embargo no por eso dejó de ser reputado por el príncipe de los poetas líricos.

Tengo dicho brevemente lo que concibo de la idea, del plan, y de la ejecución de la bella, erudita y útil obra, a que ha dado Vmd. feliz principio. La carta en que Vmd. me honra   —150→   con la confianza de solicitar mi dictamen, acredita su noble ingenuidad, y mi respuesta no desmiente la mía. Confiesanmela cuantos me conocen y me tratan, y ni aun yo mismo puedo dejar de concedérmela, no como prenda digna de elogio, sino como un temperamento natural del corazón que me tocó por suerte.

La mayor torpeza de un hombre de bien es engañar a otro, sea el que fuere; pero mentir a quien se confía de él, es un engaño con circunstancias de alevosía. En la nación de Vmd. me enamora su genial franqueza: en la mía no me he podido acomodar a su reserva nacional, no porque la condene cuando no excede los límites de una prudente cautela,   —151→   que eso sería condenar lo que alaba y aconseja el mismo Espíritu Santo: sino porque la considero muy propensa a declinar en el extremo contrario. Cuénteme Vmd. en el número de sus apasionados por lo que honra a nuestra nación, por lo que promueve nuestra literatura, y por lo que favorece a mi persona.

Las otras, especies reservadas que me toca Vmd. en su estimada carta, piden mucha consideración. Es cierto tengo los papeles que Vmd. me apunta, cuya noticia llegaría a sus oídos no por algún familiar suyo, sino por algún familiar mío. De esta casta de diablillos meridianos, y de duendezuelos caseros, ninguno se puede librar, ni hay conjuro que alcance   —152→   a exterminarlos. No es menos cierto que tengo otros muchos de mi propia cosecha, por cuya divulgación me han instado los que sólo consultan la pasión y el gusto para sus resoluciones. Para las mías procuro oír el voto de la razón y de la prudencia. Estas me aconsejan y me dictan que en mis circunstancias personales, y de estado, debo proceder con la mayor circunspección, especialmente cuando tengo la desgracia de que no me puedo esconder, pues los que tienen buenas narices conocen a la legua lo que es mío; y los que no las tienen tan perspicaces, me adjudican lo que no permita Dios que jamás lo sea. Déjeme pues Vmd. consultar muchas noches con la almohada   —153→   lo que propone, y después le avisaré el ultimatum de la consulta. De pronto le suplico que si se resolviere a imprimir esta carta, no ponga más que la fecha, suprimiendo la firma y el lugar de la data. El título podrá ser este: Respuesta al autor de un hombre de letras conocido en España. Añada Vmd. las notas que gustare, con la seguridad de que ninguno las agradecerá más que yo. Los que desean saber y aprender no porfían; los que sólo intentan bachillerear, porfían y no aprenden. Disimule Vmd. las testaduras y las correcciones, porque ni tengo amanuense, ni gasto borrador, y por otra parte no hay cosa más tediosa para mí que copiarme a mí mismo. Va la carta   —154→   como de repente la parió la fantasía, envuelta en las secundinas y demás basura. Si Vmd. quiere tornar el trabajo de lavarla lo puede hacer, y si no nada se pierde en echarla en el Manzanares con bazofia y todo.

Nuestro Señor guarde a Vmd. muchos años como puede y le suplico. B. L. M. de Vmd. su afecto apasionado, servidor y capellán. = Jhs. = Joseph Francisco de Isla. = Señor D. L. Langlet.




ArribaAbajoCarta CXIV

Escrita en Pontevedra a 26 de septiembre


Pepe: El cura de San Pedro me escribió desde Ponferrada el día 18, y   —155→   si salieron el 13 de esa villa como me lo previniste, tardaron seis cabales en andar 18 ó 20 leguas. A este paso no extraño que hallándonos ya en el día 26, todavía no hayan parecido en este pueblo, sin embargo de haberlos salido a recibir desde el día 20, hasta que cansado de tantos chascos resolví esperarlos en mi aposento, donde me encontrarán cuando se les antoje llegar que según la priesa con que caminan será allá hacia fines de diciembre. Decíame el cura de San Pedro que acaso se detendrían en Cacabelos, y habrán hecho muy bien; porque desde Ponferrada allí hay dos furiosas leguas, en que es preciso tomar aliento, y más habiendo tardado sólo seis días en las 20 leguas primeras.   —156→   Los novios de los otros tiempos eran unos mentecatos, pues reventaban caballos, y se reventaban ellos corriendo la posta por llegar cuanto antes a los brazos de sus dueños: aténgome a los de nuestro siglo, y especialmente a los de Valderas, que aunque no se muestran tan finos, a lo menos se acreditan de más juiciosos, haciéndose cargo de que mes más, o menos, sobra tiempo para cansarse de novia, y que las ansias, las priesas, las aceleraciones son buenas para el papel y para la lengua; pero en saliendo de aquí perjudican mucho al reposo, y si mientras tanto se deshiciera la señora mía, tanto mejor; porque a menos mujer, corresponde menos cruz: supongo que   —157→   nada de esto deberá ir de cuenta del chico, sino de su director, que en calidad de celoso padre espiritual, comienza a enseñarle de buena hora a moderar las pasiones, y de camino mortificar también las de otros, dándonos a entender que no debemos matarnos por las cosas de esta vida; importante lección de grandes utilidades para el alma, y de no pocas conveniencias para el cuerpo: si mientras tanto se consumiere mucha parte del dote en los gastos del viaje, eso importa un bledo; porque entonces irá lo gastado por lo perdido, y en todo caso, ¿quién deja un gusto presente por una hambre futura? El grande cuidado que se ha de suponer en todos los interesados,   —158→   ninguno debe dar a los caminantes, no siendo culpa de estos el que aquellos sean bobos. Que el tiempo se adelante, que el invierno se acerque, que los caminos se pongan impracticables, eso es bueno para que se piense después: de contado ande la procesión, y cántense los villancicos, que si al fin cayese un chaparrón en cualquiera parte se recogen las insignias. Discurro que estas prudentes cuentas se ha echado nuestro gran cura; y aunque yo tuve bastante desazón antes de hacerme cargo de ellas, luego que las reflexioné un poco, quedé muy tranquilo; pues aunque me pudiera sobresaltar el recelo de que haya sucedido algún accidente en el camino,   —159→   me he sosegado considerando que esto mismo ya lo debiéramos de saber, o por el correo, o por algún propio. Lo que importa es que tú, que Isabel Ana, Manuelica y Perico os mantengáis buenos, y que la vendimia de por allá haya sido como la de por acá, donde no hay memoria de otra más abundante: las demás son cosas que van y vienen. Manda y vive.




ArribaAbajoCarta CXV

Escrita en Pontevedra a 30 de septiembre


Mari-mica: Salió de Valderas nuestro paladín Amadís de Gaula el día 15   —160→   del pasado, y no el día 13 como se me había escrito. Corrió la posta, exhalación, o rayo, y en cuatro cabales anduvo no menos que veinte leguas, porque otras tantas hay hasta Ponferrada, donde entró el día 18. El 19 vuelve a dispararse rápido cometa, y antes de ponerse el sol ya estaba en Cacabelos, distante no menos que dos leguas de esta referida Villa. Hace alto en aquel lugar a guisa del planeta luminoso, que no obstante su prodigiosa celeridad, también se para en las casas de los signos para dar cebada de luz a los caballos. Asáltanle el día 20 unas malignas y atabardilladas tercianas, de tan portentosa duración que no se vio libre de ellas hasta el día 23, y aun   —161→   entonces fue de milagro a causa de unos prodigiosos polvos que le presentaron las dos primas, los cuales pensarás tú fueron los de la madre Celestina, y no fueron sino de nuestra señora de las Angustias. Júntase el consejo de estado (que a este pertenecen los negocios de los novios) presidiéndole nuestro cura de San Pedro, de feliz recordación, y por voto de todos los concurrentes, conviene a saber del decano, de don Diego de Villagroy, y de las consejeras de gabinete doña I. y Doña P. B., se resolvió que el novio esperase allí a su mujer a pie firme, como si el haberse casado fuese desafío; y que el señor cura partiese en diligencia por Pontevedra a Santiago, para poner   —162→   en nuestra noticia esta resolución, y para llevarse la novia en una nube encantada, como se usaba en tiempo de los paladines.

El señor cura no ha llegado aquí todavía, sin embargo de que ha nueve días que salió de Cacabelos, y desde allá acá todos vienen en cinco, salvo los bueyes y las tortugas; pero venga su merced cuando fuere servido, que esto ya nada me empece: se paseará, subirá, bajará verá montes, valles, prados, ríos, peñascos, riscos, castaños, nogales, nabizas, grelos, mares, pozos, montañas, bosques y florestas, pero la novia no la verá por lo menos en sus uñas, pues acá también hemos tenido nosotros nuestro consejo,   —163→   y resuelto por uniformidad de votos que mi señora doña Isabel espere en su cuarto a su marido, si es que la quiere; y que el señor cura se esté, se vaya, se torne, o se vuelva a donde le pareciere, conforme fuere su parroquial voluntad.

No tomamos este lance con la seriedad que merecía, haciéndonos cargo de que el rapaz no tiene la culpa de serlo, ni contra su padre resulta otra que la de haber fiado esta comisión a un hombre a quien debiera tener muy conocido. Quien la tiene mayor es el susodicho cura, el cual si dirige a sus ovejas por el camino del Cielo, como dirigió a su pupilo por el de Santiago, ciertamente adelantarán poco en el de la   —164→   perfección, y más según aquella sentencia de que en este camino el no ir adelante es ir hacia atrás; por lo demás el niño cumplió con la obligación de tal. Llega al Bierzo en tiempo de las vendimias, convídanle con uvas y con bailes: pues ¿qué muchacho de su edad dejará un racimo y un fandango por todas las novias que se encierran en el serrallo del Gran Señor? ¿Y que se le dará a él de que acá haya cuidados, sobresaltos, sustos, gastos inútiles, y rechiflos, como él se divierta?

Ora bien, hija mía, tu hermano no tiene otro arbitrio para lavar este borrón, sino montar a caballo, partir a Cacabelos, echarse su hijo a la gurupa, y presentarle muerto, o vivo   —165→   a su mujer, la cual sin esta satisfacción, estará justamente ofendida del poco caso que se hace de ella; y como todavía está en paraje de recalcitrar, qué sabemos lo que hará; porque una mujer resolvida, ¿qué ejecutará que no piense? A Dios que te conserve con robusta salud muchos años.




ArribaAbajoCarta CXVI

Escrita en Pontevedra a 9 de octubre


Antonio: Muy fuerte ha sido el frío de tus tercianas cuando a la segunda (porque no hubo lugar a la tercera) se te heló todo el calor de novio, agarapiñándote en Cacabelos   —166→   donde inútilmente esperarás que te vaya a buscar tu mujer para servirte de enfermera, pues no puede hacer bien el oficio, no conociendo aun de vista tu complexión ni genio. Cumpliría mejor con el de párroco el señor cura de San Pedro quedándose a tu cabecera, supuesto ser tan grave la enfermedad, y tan prolija que duró casi tres días, y no dejarte en tanto peligro, para venirse aporreando sin provecho por esos caminos, excusando el rodeo de Santiago, donde no entregarán la novia a otro que no sea su marido, o a su suegro; ni María Isabel puede recibir otros cariños que no sean de tu mano, después que te dio la suya, por lo que dicho señor cura te restituirá el aderezo   —167→   para que pase a tu esposa por el único engaste que hoy estima: las sortijas para que tus mismos dedos les den todo el valor, colocándolas en los suyos; y el papagayo de oro para que su pico y el del señor don Pedro hagan un buen par, ya que en esta ocasión ambos han ido muy iguales en el discurrir. De cualquiera manera, si haces ánimo de ver algún día a tu mujer, la podrás ir a buscar a Santiago en derechura, sin el rodeo ni los malos caminos de Pontevedra; pues cuando sepa que ya estás en aquella ciudad, partiré al instante a ver el prodigio de un rayo encendido, que después de disparado se suspende al principio de la cartera: portento mucho mayor que el   —168→   de la piedra 1300 años ha suspendida en el aire en un monasterio de Etiopia. Mal rato habrá tenido tu padre con esta noticia, aunque peores nos los has dado a nosotros con ella, y con los cuidados que la precedieron. No ha sido feliz el primer paso de novio, pero tú tienes disculpa, porque no lo has sido, y tu director también, porque ya no puede serlo: las que me pasman son las señoras primas, que siendo ya tan profesas en la religión, no dirigieron bien tu noviciado. Ríndelas mis respetos, y sábete que las debes infinitas obligaciones, pues si te han de mantener hasta que tu mujer te vaya a buscar, comerás de mogollón toda la vida. Consérvetela Dios para ejemplar de novios   —169→   morigerados, como la Cristiandad ha menester. = Tu tío... Querido sobrino Antonio el Casto.=




ArribaAbajoCarta CXVII

Escrita en Pontevedra a 25 de mayo de 1764


Muy señor mío y mi dueño: Tengo la fortuna de que V. S. me conozca muchos años ha. Si no se le ha borrado de la memoria mi carácter, tendrá muy presente mi realidad y mi entereza. La carne y sangre no me hacen fuerza, ni las pasiones humanas me han cegado nunca la razón. Concedéresela a mi mayor enemigo siempre que la tenga; negáresela, y   —170→   se la negué alguna vez a mí mismo padre, cuando concebí que no la tenía.

Hermano mío es don Joseph Joaquín de Isla y Losada. Si en el injusto, voluntario y empeñado pleito criminal que le suscitaron sus contrarios, no hubiera sido testigo ocular de su inocencia, y yo hubiese de sentenciarle, el primer voto que tendría contra sí sería el mío, y no sería el más benigno. Sobradas experiencias tiene él mismo de esta mi entereza en los varios sucesos de su vida. En los más me tuvo contra sí, pero en el presente no puedo desampararle, ni es razón que niegue a un hermano mío lo que en iguales circunstancias concedería a quien hubiese   —171→   quitado violentamente la vida a mi padre y a mi madre.

Pasaron a mi vista todos los lances, porque me hallaba en Santiago en aquel turbado día. No hallé que condenar en este mozo, y lo que más es, ni tampoco lo hallaron sus mismos contrarios. Ellos formaron los primeros autos, y por estos mismos autos le absolvieron los señores jueces del recto tribunal de que V. S. es digno miembro. Me aseguran que la segunda probanza nada añade a la primera, sino confirmar más y más el empeño de acabar de arruinar a ese mozo, para cubrir una inconsideración con la pérdida de un inocente.

Alegan los contrarios su honor y el de una comunidad verdaderamente   —172→   muy respetable. Esta le tendrá siempre muy resguardado, y nunca podrá depender de la precipitación de algunos particulares menos detenidos. Pero supongamos que dependa, ¿y no se interesará también el honor del tribunal de V. S., en que sin nuevos, grandes y evidentes documentos no reforme lo que pronunció con tanto examen y con tanta madurez? Mas nada de esto es del caso. El dictamen de que conviene que perezca un inocente, para que no perezcan muchos culpados, ya sabemos todos la baja cuna que tuvo. Nunca le adoptaron por suyo los tribunales cristianos. En ellos reina y reinará la máxima contraria: menos malo es absolver a muchos culpados, que condenar a un inocente.

  —173→  

Estalo sin duda mi hermano en el feo delito que le imputan. Todos los esfuerzos de sus contrarios, siendo tantos, tan poderosos y tan empeñados, no pudieron conseguir que dejase de conocerlo y de definirlo así ese rectísimo tribunal. Grande es la fuerza de la inocencia cuando no bastan a oprimirla las máquinas del poder. Mejor diré: siempre es muy débil el poder con los tribunales donde preside la justicia. Este es hoy todo mi consuelo, y toda mi esperanza.

Nada más tengo, que exponer a V. S.: pedirle que haga gracia a mi hermano sería suponerle reo, pues en pleitos criminales no cabe otra que moderar el rigor de las leyes. Suplicarle   —174→   otra cosa, sería agraviar su integridad, que tengo muy conocida. Con que en suma, esta carta sólo se reduce a dar testimonio de que mi profundo silencio no ha dependido de que tenga por culpado a Joseph Joaquín, como alguno ha querido soñar; sino precisamente de haber descansado y descansar en la justicia de la causa, y en la equidad de los jueces. Tampoco he querido malograr esta oportuna y casi necesaria ocasión de renovar a V. S. todo mi antiguo respeto. Nuestro Señor guarde a V. S. muchos años como puede y le suplico. = B. L. M. de V. S. su más atento servidor y capellán. = Jhs. = Joseph Francisco de Isla. = Sr. D. G. R.



  —175→  

ArribaAbajoCarta CXVIII

Escrita en Pontevedra a 28 de febrero de 1766


Muy señor mío y amigo: ¡Que! Quiere Vmd. que un viejo cazcarriento y alimentado de melancolías presuma competir en brillanteces y en discreciones sobre un espejo, con un joven que lo puede ser en lo físico y en lo moral de todos los que desean presentarse en la calle sin desaliño y sin defecto! No, amigo mío, no se verá Vmd. en ese espejo, que sería propiamente de aquellos que representan los objetos con orden inverso. Conténtese Vmd. conque admire su discretísima   —176→   carta de 22 del corriente; con que celebre sus oportunos ofrecimientos; con que me enamore de su bella explicación, y con que le dé mil gracias por las diligencias que ha practicado, y me ofrece practicar para que se extienda ese espejo entre los que desean peinarse á la dernière del Evangelio, y salir a la calle con el aseo de costumbres que pide la religión.

A la verdad en el tal espejo no faltan algunas moticas, ni dejan de sobrar bastantes redundancias, muy propias del pomposo genio de la nación; pero es fácil limpiar las primeras, y reducir las segundas a su justa medida, pudiendo un orador medianamente hábil descartar el   —177→   follaje, y presentarle con un marco liso que le añada gracia, viveza y majestad. Usando así de la obra, la tengo por muy útil para todos; pero especialmente para aquellos predicadores, en cuya edad, circunstancias y profesión es algo disculpable que no se acomoden del todo con el estilo de los apóstoles.

A lo demás que contiene la carta de Vmd., sobre el ventajoso concepto que formo de su persona, no contesto. Cada cual es dueño de sus ideas, y como estas no sean en perjuicio del próximo, se podrá figurar todas las que le pareciere: si se engañare, el mal será para él; pero de este estoy bien libre, por lo que toca al retrato de Vmd. pintado por mí,   —178→   y colgado en el cuarto principal de mi memoria. No hay en él rasgo que no concuerde perfectamente con su original, y sólo tendré que borrar algunos, si este no me lo creyere así sobre mi palabra. Mande Vmd. como puede, y viva cuanto deseo. = B. L. M. de Vmd. su amigo servidor, y capellán. = Joseph Francisco de Isla. = Sr. D. Francisco Meseguer y Arrufat.




ArribaAbajoCarta CXIX

Que escribió a un anónimo preguntón y curioso, que no quiso descubrírsele, y por esto le dejó de contestar. En Santiago a 16 de julio de 1766


Muy señor mío: No descubro el motivo   —179→   que pudo tener Vmd. para disimularme su verdadero nombre en la carta pseudo-anónima que acabo de recibir en este colegio de Santiago, estando ya para restituirme al mío de Pontevedra. Si Vmd. (como lo creo) es hombre para guardar un secreto con fidelidad, ¿que razón podrá tener para persuadirse que no sabría yo también guardar otro santamente? En estos términos, en las recomendables circunstancias de Vmd., y en los talentos que me descubre su misma carta, no podrá extrañar que no la conteste; antes bien tengo por cierto, que haría bajo concepto de mi juicio si respondiera al asunto, pues no puede ignorar Vmd. los chascos a que se exponen los que se corresponden   —180→   con duendes. Descúbrase Vmd. si le pareciere, remítame el papel en cuestión (que yo no lo he visto) si lo juzgare conveniente, y entonces hablaremos cara a cara, y corazón a corazón, como yo lo acostumbro, observando inviolablemente las sagradas leyes del sigilo. Mientras tanto conténtese Vmd. conque celebre su celo; agradezca infinito su religiosa inclinación a mi combatida república; quedo sumamente reconocido a la que manifiesta a mi persona, y me profeso afectísimo servidor de la suya. = Jhs. = Joseph Francisco de Isla. = Señor D. Próspero L. M.



  —181→  

ArribaAbajoCarta CXX

Escrita al mismo sujeto en Pontevedra a 4 de agosto de 1766


Muy señor mío y amigo: Porque ¿quién me quita serlo de Vmd. aunque no sepa quién es? Tampoco los areopagitas sabían quien era el Dios desconocido y no sólo le querían sino que le adoraban. Es cierto que todavía da Vmd. en la manía de ocultarme su nombre en esta segunda carta con fecha de 26 del pasado? Y bien ¿qué se me dará a mí de eso si no me disimula, ni puede aunque quiera disimularme sus talentos? Esto me basta para saber que amo a   —182→   un alma que me lo merece; porque eso de amar a los cuerpos, ha unos buenos cincuenta años que hice voto de no hacerlo. Las almas (harto será que Vmd. no lo sepa) no tienen cuerpo, ni nombre, y con todo eso se las ama, especialmente los que somos Padres de ellas, como v. g. el Padre Marquina. Y he aquí que este buen Padre vino también ahora a interrumpirme mi prólogo.

Cítamelo Vmd. para persuadirme que no debe acobardar el empeño en que me quiere poner, a un hombre que lidió a brazo partido con el formidable penitente de aquel bendito Padre. Señor D. Próspero, de un pobre penitente anónimo del Padre Marquina, a toda una nobilísima provincia   —183→   de Guipúzcoa representada por sus diputados, a letra vista, en cuerpo y alma, va tanta diferencia como de mí al Papa. A una sabandija como aquella, de cualquiera manera se le puede tratar, especialmente cuando ella de su bella gracia se adelantó a morder, sólo por su mala ralea, y por su envenenada inclinación. Pero un cuerpo tan respetable singularmente a los de mi lana e instituto, como aquella ilustre provincia, bien conoce Vmd. que a bien y mal tratar, debe ser siempre correspondido con veneración profunda, atenta y respetosa. Ella fue madre de mi mejor padre, y por consiguiente es mi mayor abuela: vea Vmd. la reverencia que la debo.

  —184→  

Yo tengo mil razones para persuadirme que no es suya la carta escrita a mi provincial, cuya copia me remite Vmd., y yo no había visto. Estoy tentado a creer que la debió de fingir algún corresponsal de Monsieur Chalestois, enemigo declarado de la Compañía, y émulo mal encubierto de las glorias de aquella ínclita nación. Tan ajena como todo eso me parece la tal carta de la templanza, de la discreción, del peso, de la madurez y de la inviolable verdad con que acostumbran proceder en sus escritos todos aquellos que tienen la honra de representarla: hombres por lo común, que aun sin este respetable carácter, tienen en el suyo personal lo que les sobra para ser en todo modelos   —185→   de piedad, y de moderación. ¿Cómo me he de persuadir yo a que estos firmaron verdaderamente una carta, en la cual ciertamente no brillan demasiado estas honradas y precisas calidades? Lo cual es fácil de mostrar, de manera que el más apasionado, el más metafísico, y también el más rudo se encojan de hombros, bajen la cabeza, y confiesen con humildad que no sufren solución los argumentos.

Dejo por ahora como cosa de unos veinte, poco más o menos, para evidenciar esta verdad; y apunto uno solo para convencer a cualquiera que no tenga el entendimiento panza arriba, que la carta en cuestión no puede ser de quien suena.

  —186→  

Y sino dígame Vmd. en puridad; ¿es verisímil que la circunspectísima prudentísima, la remiradísima provincia de Guipúzcoa divulgase una carta dirigida al provincial de una religión, que por tantos títulos debe mirar y mira como el más glorioso fruto de su nobilísimo terreno, y a un provincial hijo suyo de tanto bulto dentro y fuera del territorio de su madre, como lo es el R. P. Francisco Xavier Idiáquez, y que divulgase una carta, en que la misma provincia entra protestando que es una muy sentida, sí, pero muy amorosa queja: una carta en que vuelve a protestar que la escribió con tanta confianza, como disgusto: una carta, en fin, en que declara, que aunque   —187→   pudiera dirigir su queja al Rey, se contenta con encaminarla al provincial por las atenciones que la merece su persona, y por el singular amor que profesa a la religión de su gran hijo y patriarca? ¿Una carta de esta gravedad, de este amor, de esta reserva, de esta confianza, si la hubiera escrito la provincia de Guipúzcoa, cree Vmd. buenamente que hubiera salido jamás del sigiloso archivo de su Diputación, a menos que la pusiese en esta dolorosa precisión una necesidad inevitable? ¿Se persuadiría ninguno a que toda la confianza, toda la reserva y todo el amor había de parar en que la tal carta se leyese en los estrados, en los tocadores, en los corrillos, y acaso también   —188→   en las cocinas de Madrid, antes que la recibiese quizá el personaje de tanto tamaño a quien se dirigía? ¿No sería cosa graciosa que la provincia pretendiese hacer mérito de su amor, de su confianza y de sus atenciones al R. P. Idiáquez, en no poner derechamente sus quejas en los oídos del Rey, al mismo tiempo que las hacía públicas en todos los cafés, en todos los figones y en todos los mentideros, tanto de la Corte como de España? Verá Vmd. como antes de mucho, regala a toda la Europa la Gaceta de Holanda, y después nuestro Mercurio con esta noble pieza. ¿Qué figura hará con las más sobresalientes, conque Francia y Portugal nos han enriquecido de diez años a esta parte?

  —189→  

Así, pues, señor D. Próspero, no crea Vmd. como no lo creo yo, que la carta custodiada sea producción de la respetabilísima república a quien se atribuye, y más cuando la copia que ha llegado a mis manos (y lo mismo creeré de las que corren por España) viene sin fecha, ni firma; circunstancia que la constituye absolutamente indigna de toda fe. Por el contrario: lo que Vmd., lo que yo, y lo que todo hombre cuerdo debe creer, es que la nobilísima provincia de Guipúzcoa se llenará de una generosa indignación, cuando llegue a su noticia tan torpe como grosera calumnia, que no perdonará a medio alguno para descubrir al autor de ella: que descubierto solicitará se la   —190→   dé una satisfacción proporcionada al tamaño y a la enormidad del agravio: y finalmente, que ella misma volverá pundonorosamente por su honor, y por el de una religión que hace gloria de tener en ella su verdadero solar: pues aun dado caso que algunos hijos suyos tuviesen la desgracia de no haber acertado a complacerla, sabría ella muy bien proporcionar los medios de su satisfacción sin estrépito, y sin añadir nuevas heridas al cuerpo.

Esta carta es reservadísima para Vmd. asegurándole que aunque fuese verdadera la que tengo por supuesta, de mi voto nunca se respondería a ella, sino con el mayor respeto, urbanidad y modestia; haciendo   —191→   ver lo primero, que las quejas parecen demasiadamente fuertes; y evidenciando lo segundo, que se representan mal fundadas: esto sin estar más instruido en los hechos, que por los términos en que los apunta la carta. Paréceme que esta mía merece bien el que Vmd. se me descubra; pero si no lo quisiere hacer, tan amigos como antes. Sólo vuelvo a suplicar a Vmd. que esta respuesta no salga de su papelera: que me avise de haberla recibido, y que me añada al catálogo de sus amigos; salva la distancia que puede haber de la elevación de Vmd. a un hombre tan tamañito como yo.



  —192→  

ArribaAbajoCarta CXXI

Escrita al mismo sujeto en Pontevedra a 2 de septiembre de 1766


Mi dueño y amigo: Puesto que Vmd. deja abonada esta partida más en la cuenta de amigos, según me lo avisa en su estimada carta del mes que ya no volverá a ser; ante todas cosas no extrañe Vmd. la respuesta de a pliego a la pregunta de marca; porque cada uno hace el papel que puede, o por mejor decir, gasta el que tiene; y aunque nunca debo presumir que el mío pueda llegar al de Vmd., tampoco es posible vencerme a dejarle de espurrir   —193→   hasta donde alcance. El verbo espurrir no es culto, pero es venerable por su antigüedad. Entrémonos en materia.

Díceme Vmd. que nadie le podrá impedir, si se le antoja, respetarme como a su padre, y aun como a su director y maestro. Evacuemos primero la paternidad, y después iremos a la reverencia de la dirección y magisterio. Prueba Vmd. concluyentemente que no repugna el concepto de padre y de hijo en una misma persona con diferentes respetos; y por hacer este honor al legislador romano, le cita para convencer una proposición que si alguno la negara, se reirían de él todos los que desde Adán acá han tenido hijos, salvo el mismo Adán y su mujer, cuyos   —194→   primeros hijos no tuvieron abuelos. Convengo, pues, en que si a Vmd. le da este antojo, ninguno se lo podrá impedir; pero bueno fuera buscar alguna ley que aprobara la adopción activa de los hijos a los padres, ya que hay tantas que prescriben la de los padres a los hijos. Mientras esta no se encuentre, no me atrevo a encargarme de una patria potestad ad libitum de que Vmd. mismo me podría desposeer mañana, sin necesitar para eso ni aun de la triste jurisdicción de un alcalde de monterilla.

En cuanto a lo director, debiendo de serlo de espíritu por mi profesión, me da tan mal el naipe para el empleo, que aun el mío, siendo harto ramplón y ordinario, nunca   —195→   acerté a gobernarle bien: ¿cómo acertaría a dirigir el de Vmd. que en cada sílaba de sus cartas se muestra de orden muy superior, y tanto que si fuera místico estático, y anagógico, todo lo delicado, lo primoroso y lo sublime, no sé si aun el mismo Padre Godínez con toda su Teología mística, aunque fuese auxiliada de los dos montes impresos con que la comenzó el Padre la Reguera, sabría lo bastante para comprehenderle, cuanto más para dirigirle?

En lo de maestro vamos más holgados desde que leí en San Agustín, que el hambre había sido maestra de todas las artes, y que la ignorancia lo había sido de todas las ciencias naturales: convendré sin mucha presunción   —196→   y también sin grande humildad, que en este sentido puedo ser maestro general de todas ellas. Veo claramente por las tres cartas de Vmd. que lo único que necesita aprender es ignorar. Si en esta facultad me quiere Vmd. por maestro, desde luego admitiré el título que casi está Vmd. para despacharme. Después volveremos todavía otro poquito a este punto.

Es bien delicado el que Vmd. me toca con sutilísimo primor sobre el deseo que insinúo de que se me descubra el Dios desconocido a quien adoro. Extraño (son bellas palabras de Vmd.) que viéndose V. R. tan hallado en estos ritos, aplicados al amor que me profesa, quiera sin más ni   —197→   más, desamparándolos, abrazar nuevas ceremonias, o tal vez mirarse con disgusto burlado, y llamarse a engaño; pues todo cabe en la posibilidad. Y como que cabe, no sólo en lo posible, sino en lo existente; no sólo en lo que fue, sino en lo que cada día está siendo. Sabemos que allá en tiempos muy reculados: (¿por qué no tomaremos este puerco adjetivo de los franceses, ya que tomamos de ellos otras mayores y peores porquerías?) Sabemos que allá en tiempos antiguos se escondían las deidades debajo de la figura que querían, de manera que tal vez era un dios el que parecía un escarabajo; y por el contrario, cuando se usaban aquellas enmascaradas, o mojigangas que los   —198→   griegos llamaban y todavía llaman metamorfóseos, solía aparentarse una miserable lagartija con todo el aparato y ostentación de una deidad. ¿Cuánto de esto vemos también el día de hoy?

Pues ahora dígame Vmd. señor con Próspero: ¿dejaría el escarabajo de ser dios aunque pareciese un escarabajo, y dejaría la lagartija de ser un vil insecto aunque se presentase con todo el equipaje de la madre de los dioses? ¿Y quedaría burlado el que oliendo la divinidad en el escarabajo, le tributase el culto que dirigía a la substancia, sin que tocase ni una pizca de él a la figura? Este es el caso en que me hallo. Yo no sé de que color, ni de que tamaño es   —199→   la de Vmd. Representómela de mucho bulto, no por la materia, sino por la forma; no por el cuerpo, sino por el espíritu. A este dirijo todos mis inciensos: si corrida la cortina me encuentro con este mismo espíritu engastado en un cuerpo a cuyo lado parece el mío una langosta, o quizá en otro junto al cual puedo presumir de gigante; ¿qué tendremos con eso? A todo reventar mudaré el rito, pero no el culto: serán distintas las ceremonias, pero la adoración será la misma. ¿No lo estamos practicando así todos los días con los príncipes andantes que se tapan con un incógnito de gasa? Pero pues no nos hemos de quebrar más la cabeza sobre este asunto, punto redondo   —200→   en él, y vamos a nuestros provincianos.

Aunque a mi parecer mejor sería que los dejásemos en paz, puesto que según noticias, parece que se les va templando la cólera; y cuando no sea así, piden la razón y el respeto que no se les dé, ni aun pretexto para que se les exacerbe más. Si el cuento fuera directamente con los académicos aldeanos reduplicative ut tales (vea Vmd. como todavía no se ha acabado la carta de los PP. Fr. Toribios.) entonces sería otro cuento, y no habría el mayor inconveniente en que otro amigo de Vmd. y mío los saludase segunda vez con alguna, o algunas cartas, como las de antaño que también yo tuve el gusto de leer; pero en negocio tan   —201→   serio en que toma la voz el senado y pueblo romano no ha lugar a escaramuzas alegres y más en un idioma en que por forastero al país fácilmente pudieran equivocar un significado con otro; pues aun en la proclamación sucedió algo de esto, siendo así que en el reino de Navarra está más conocido el lenguaje del Cid Campeador, y el de los jueces de Castilla. Pot tanto también yo puedo sacar por capitulación, que en este asunto no nos quebremos más la cabeza.

Hendiómela Vmd de medio a medio con la última especie que toca en su discreta carta, mandándome que en respuesta le desengañe y le dirija con el pulso acostumbrado, remitiéndole una   —202→   descripción del mérito de las obras de Historia eclesiástica y profana, dadas a luz por nuestros nacionales, a las que quiere dedicar los ratos que le permitan sus ocupaciones.

Vamos claros señor don Próspero: ¿Qué mal le he hecho yo a Vmd. para que así se quiera burlar de mí con tan poca piedad? ¿Puede ser otra cosa que burla, el que un hombre de los talentos de Vmd. que vive en el centro de la erudición, de la crítica, y de la sabiduría de España, acuda al último rincón, y al último hombre del mundo por unas luces que le sobran a él mismo, y cuando le faltaran, las tiene tan cerca de sí, que está rodeado de ellas por todas partes?

  —203→  

Respóndame Vmd. a este argumento a puntas, que llaman dilema los dialécticos. ¿O por sus mismas cartas he conocido sus singulares talentos, o no los he conocido? Si no los he conocido soy un porro: y un porro, ¿qué opinión puede hacer en ninguna materia? Si los he conocido y todavía tengo valor para rendirme a la necia afectación de magisterio (este es aquel otro poquito que dejé arriba) respecto de un hombre tan superior al común de los demás, soy un atolondrado, un aturdido. ¿Y qué aprecio haría Vmd. del dictamen de un tolondro? Vale Dios que el porrazo que Vmd. ha descargado sobre mis pobres cascos, todavía me dejó algún meollo. A no haber tenido esta   —204→   dicha, y si se me hubiera salido a fuera toda la médula, entonces sí que Vmd. se hubiera divertido buen rato a costa de mi boba presunción.

Concluyamos: siempre que Vmd. me buscare para amarle, para venerarle y aun para admirarle, me encontrará en actual ejercicio; pero por amor de Dios jamás me busque debajo de otro concepto, si no quiere que me queje sentidamente de que hace burla de quien no se lo merece. Así lo protesta su apasionado y amigo a ojos cerrados. = Jhs. = Joseph Francisco de Isla.



  —205→  

ArribaAbajoCarta CXXII

Escrita al mismo sujeto en Pontevedra a 29 de septiembre de 1766


Dueño mío: De contado ya sé por la estimada de 17 del que corre que Vmd. se sienta en silla poltrona: que es hombre de peluca peinada a la greca; y que come cuando quiere un roti a la Witemberg, o un fricasé a la Brandemburg. Sé más por la presente y las pasadas. Sé que Vmd. tiene un secretario de letra a la dernière, y que la suya propia nada debe en el rasgo, ni en el aire, ni en la propriété, a las que se pintan en Holanda con mano más desembarazada y más maestra.

  —206→  

Cuarenta años ha todos estos indicios eran casi una demostración de un supuesto en el fuero externo, como yo me lo he representado: confieso que hoy (tal vuelta ha dado el mundo) no hacen más que una opinión probable, pero de una probabilidad tan caracterizada (¿qué le parece a Vmd. del galicismo?) que hasta el mismo Padre Concina la había de tragar, sin embargo de que su teórica era tan opuesta a este bocado, como inclinada a él su práctica, no menos que glotonoso, su goloso apetito. Sea, Vmd. lo que fuere en el fuero de la calle, yo me mantengo en mis trece (todavía no he averiguado por qué no pueden ser catorce) de que en el fuero   —207→   interior del alma y de la conciencia, si no llega a majestad, por lo menos de alteza no baja nada, ni un pelo, ni una línea, aunque sea tan delicada como la que tiró Apeles en aquel lienzo que sirve de paño a todos los púlpitos. No demorderé de este concepto, aunque Vmd. me asegure con juramento que se llama Toribio Morcón: que trata en agujas en París, y que vive en el barrio de Lavapiés. Pero esto maldita la cosa importa: entrémonos en materia.

Convence Vmd. con su doctrina, tanto como con su modestia, que puede hacerme dueño absoluto de sus bienes y de su persona: con tanto despotismo (porque mayor no puede ser) como el que supone Maitre Emer Joli   —208→   de Fleuri en el general de la soi-disant compañía sobre los soi-disants jesuitas: que puede respetarme como a su padre, si se le pone este disparate, o este antojo en la cabeza; y en fin que puede hacer de su persona un sayo, como cualquiera, y ajustármele a mí como le diere la gana. De todo esto quedo convencido plenamente; pero nunca me acomodaré a ser padre de un hijo desconocido, mientras las leyes que han fijado las dudas de los hijos respecto de sus padres con el axioma legal: Pater est quem nuptiæ demonstrant, no inventen otro, y nos lo intimen, que fije la incertidumbre de los padres respecto de los hijos. Ni aun me rendiré a declararme padre espiritual   —209→   de Vmd. mientras se mantenga de tapadillo; porque aunque sé muy bien que ni la carta, ni el nombre son pecados, y por consiguiente ni materia de confesión ¿cómo he de creer que tenga confianza para descubrirme su conciencia, el que me reserva lo que hace patente a todo el mundo? Así pues, no se trate ya de paternidad, que yo estoy muy contento con mi reverencia.

También me lisonjeo de que lo estará Vmd. con la breve descripción que le voy a hacer del mérito que concibo en la Historia eclesiástica y profana, escrita por nuestros nacionales, como me lo mandaba en su carta de 20 de agosto, y me lo inculca en la de 17 de septiembre sin dar cuartel a unas   —210→   excusas tan legítimas y tan legales. En esto no hay más inconveniente que el que Vmd. me tenga por un tonto; pero ese ¿qué inconveniente es? Voy pues allá prontamente.

Historia eclesiástica completa que merezca este nombre sin achicar la voz, no la tenemos en España escrita por autor español: quiero decir, que no tenemos cuerpo entero de historia eclesiástica, por lo menos yo no le conozco, sino algunos miembros descuartizados. Illescas tomó de su cuenta a la cabeza en la historia pontifical; buena, sin duda, por su estilo corriente, llano, puro y natural, sin bucles, sin papillota y sin tours. Mezcló en ella gran parte de la historia profana, perteneciente a cada pontificado;   —211→   y eso ¿qué importa? Los analistas de la iglesia, digámoslo así, asalariados y de profesión hicieron lo mismo: y si no ahí están Baronio, Poggio, Brozovio y Saliano que no me dejarán mentir. Ni se puede hacer otra cosa: La concordancia del sacerdocio y del imperio siempre ha sido grande; aunque la jurisdicción de este sobre la de aquel nunca haya sido tanta, ni con mucho, como pretenden el parlamento de París, sus clases subalternas (después del parlamento de Londres) y tal cual ultramontano, que estaría mejor de los Pirineos para allá, o a las márgenes del Támesis; pero disuena mucho a la orilla de Manzanares, eternamente desacostumbrada, hasta este infeliz siglo, a oír   —212→   los graznidos de semejantes pájaros.

Gil González Dávila en su Teatro de las iglesias de España se encargó de una parte muy noble de este cuerpo; pero nos regaló con poco más que un menologio; copió el breviario, trasladó algunos papeles; mas con tanta desgracia, como lo notan a cada paso los bolandistas; y a lo sumo, nos presentó un catálogo de todos los obispos, y aun este equivocado frecuentemente en nombres, en apellidos y en cronología.

De la Historia de la Iglesia y del mundo que escribió Pellicer, no se hable: es admirable obra para aprender a hablar obscuro, a parlar de todo, y a saber de nada. La España sagrada que anda en las manos de todos,   —213→   y está sobre el tapis (bufete sería más claro, pero de menos moda) es una colección, o hacinamiento de nobles materiales para formar una bella Historia eclesiástica de España, como los coja, los coloque y los distribuya un buen maestro. El Episcopio, o nombres y hechos de los obispos de Barcelona, que en muy puro latín dio a luz el Padre Mateo Heymerich el año de 1760, es lo que suena, y por consiguiente sólo trata de un miembro precioso, sí, pero muy pequeñito del gigante cuerpo eclesiástico; aunque hace su anatomía histórica con el primor, con la delicadeza y con la crítica que ninguno. De estas historias particulares se puede decir que hay casi tantas como   —214→   iglesias. Pero Vmd. me pregunta por una historia eclesiástica universal y completa, escrita por autor español: a lo que yo respondo que no la hallo, porque la del eminentísimo Orsi, que se está traduciendo, es trasplantada.

Olvidábaseme decir dos palabras sobre la Monarquía eclesiástica del Padre Pineda: es tan pesada como su autor, de quien he leído, no sé donde, que fue hombre muy corpulento; sobre que en suma, sólo se reduce a probar historialmente el gobierno monárquico de la Iglesia, independiente de las formalidades que son de substancia en las demás especies de gobierno.

Sobre la historia profana hablaremos   —215→   en otra carta. En esta no puede ser por estar ya de marcha para la bella quinta de Lestrove, que tiene el señor Arzobispo de Santiago en su Villa del Padrón, donde me espera pasado mañana, sin reparar que yo soy más para vendimiado, que para vendimiador, por lo que tengo de moscatel. No sé cuanto tiempo querrá su ilustrísima mortificarse en sufrirme junto a sí, porque voy enteramente sacrificado a su voluntad; pero las cartas no deben mudar de dirección, pues con sólo un día de atraso retrocederán a buscarme en aquella quinta, lo que prevengo a Vmd. por si tiene algo que mandar a su agradecido y apasionado servidor a tientas.

  —216→  

P. D. Que gusto me daría Vmd. si mandara a su secretario que sacase una copia de mi penúltima carta (caso que exista ya in cartarus natura) y me la remitiese. = Jhs. = Joseph Francisco de Isla.




ArribaAbajoCarta CXXIII

Escrita en Pontevedra a 5 de septiembre de 1766


¡O mi padre maestro tundidor! ¡Y como cardará V. R. la lana a la sagrada teología en ese antiguo teatro de mis hazañas profanas y sagradas, que de todo hubo! Ríase V. R. de los pelaires ambrosianos y salmantinos, que verdaderamente lo son respecto de los segovianos. Órasme: el frío es   —217→   cierto que aprieta un poco a su tiempo; pero con soplar bien en todos sentidos, está el cuento acabado. ¿Y qué trabajo le costará el soplar al que tiene figura de fuelle estrujado? No sentí poco que V. R. se fuese sin ver este jardín por ver si era tan ameno como la Foncisla, el paseo de la Soledad, y los becoquines del Convento de San Vicente; pero a bien que V. R. comienza ahora a vivir, y le podrá ver cuando saque en el púlpito mi calavera. A fe que estuvo bien cerca de serlo quince días ha por una desenfrenada disentería, acompañada de vómitos, que dio algún cuidado; pero atajose, gracias a Dios, y aunque no tan corrientes, hemos quedado tan amigos como antes. Buena   —218→   prueba es de el recobro el estar con todos los demás en los baños espirituales: quiero decir en los santos ejercicios, los cuales ya sabe V. R. que no se suelen hacer en tiempo de curso, ni de cursos. Aun no ha llegado aquí ninguno de los tres que vienen, y sólo ha salido uno de los cuatro que se van. Este fue el Padre Granja, que se comenzó a ir cuatro días después que le llegó la póliza, y todavía no ha llegado a su destino, ni sabemos cuando llegará. No hay que extrañarlo, porque las granjas no suelen estar bien con los colegios.

Memorias al Padre Rector y Padre Bequers, el Noé de ese diluvio colegial. Miento. Olvidábame del Padre Pedro Piedra, Losa, Hierro   —219→   y Machuca. Mande V. R. desde ese todo lo que se le antojare; y si necesitare dinero acuda a esa casa de la moneda, que con esta y su recibo estará bien dado. = Vuestrísimo = Jhs. = Joseph Francisco de Isla. = Reverendísimo Padre Roza.




ArribaAbajoCarta CXXIV

Escrita en Pontevedra a 22 de enero de 1767


Amigo y señor: No he leído los caracteres de Mr. de la Bruyere, conque nada puedo decir sobre ellos. Las cartas de Antonio Pérez son muy aplaudidas de los genios obscuros y misteriosos: el mío no lo es, y así nunca me han agradado.

  —220→  

Sé que ha llegado a manos de Vmd. aquella obrita, y que no le desagradó. Como tampoco desagrade al interesado en ella, nada importa que no me agradase a mí. Soy un padre a quien no ciega el amor de los hijos: hasta ahora no he engendrado ni siquiera uno de quien pudiese decir: hic est filius meus, in quo mihi bene complacui. Cuanto más parentesco tienen conmigo los partos físicos o intelectuales, con más desconfianza los miro, quiero decir con ojos más críticos y menos contentadizos. Quisiéralos a todos perfectos en el último grado, y esto más es para deseado que para conseguido.

El libro de que a Vmd. le hablan es la llamada Historia literaria de   —221→   España escrita por dos frailes tercerones de San Francisco (como los de Mellid), ambos andaluces, y ambos hermanos carnales, llamados Rodríguez Mohedano. Tengo casi leído todo el primer tomo a expensas de un gran caudal de paciencia, por la pesadez de su estilo, que con una bella edición junta una intolerable machaquería, repitiendo cien veces fastidiosamente una misma cosa. Lo que dicen contra mi Nota, más merece desprecio, que impugnación, porque fingen lo que se les antoja, suponen lo que no digo, entienden mal lo que explico, y en fin se conoce que tienen gana de tirarme por la pluma para cogerme por ella, y aprovecharse de la ocasión en unos tiempos tan críticos;   —222→   pero quedarán perfectamente burlados. Decir lo que me parece de esta primera muestra de la obra es cuento largo: sólo me atrevo a pronosticar que correrá poca fortuna entre los verdaderos sabios, de lo que ya se han dado bastantes señales en Madrid.

Mi cabeza no está para más conversación, ni aun para tanta, y así quédese Vmd. con Dios que le guarde cuanto deseo. = De Vmd. = Jhs. = Joseph Francisco de Isla. = Sr. D. N.



  —223→  

ArribaAbajoCarta CXXV

Escrita en Bolonia a 29 de agosto de 1772


Amigo y señor: He leído con singular gusto el utilísimo trabajo de Vmd. desde la primera letra hasta la última, y con particular atención la bella Disertación preliminar que le precede, la cual se puede llamar un compendio del mismo compendio, en que oportunamente se traen algunos de aquellos tantos lugares, así de concilios, como de Padres, y también de autores profanos, que se hacinan en el original, y con razón se omiten en el sinopsis. Gran lástima   —224→   es que, la turbación de los tiempos no permita que se extienda por toda Europa un epítome no sólo tan provechoso, sino tan necesario en el infeliz siglo que corre, no tanto para desengañar a la ignorante muchedumbre, que con buena fe se deja deslumbrar de las doctrinas de moda, las cuales no son más que una pomposa reproducción de los antiguos errores, cuanto para abrir los ojos a los soberanos que incautamente los patrocinan, sin advertir que las que suenan defensas de su pretendida no limitada potestad, son zirzaques soterráneos atestados de insidiosa pólvora, que van a dar en tierra con su reputación y con su imperio, como lo muestra invenciblemente el   —225→   autor en el penúltimo artículo contra el impío Genovesi.

Los vivos, pero naturales colores pon que se pinta en la disertación el verdadero carácter de los autores cuyos escritos se impugnan, todos son fielmente tomados de la misma tabla del principal pintor, que con tanta destreza los dibuja: quiero decir, que no hay pincelada en el compendio que no sea copia de los rasgos con que aquí y allí los retrata el autor original, y consiguientemente, que de este y no de aquel se deben quejar los que se dieren por ofendidos del retrato.

Ni en la disertación, ni en el cuerpo de la obra he notado cosa que no se pueda fácilmente corregir, caso   —226→   que lo merezcan mis reparos. En el núm. 1.º de la disertación se dice: la Iglesia tiene la potestad regia residente en el universal vicario de Jesu-Christo... como recibida inmediatamente del Rey de los Reyes. La Iglesia, o su cabeza el vicario de Jesu-Christo no tuvo esta potestad regia hasta el siglo séptimo, y en él no se la comunicó inmediatamente el Rey de los Reyes, sino el emperador Carlo Magno en la cesión que hizo a la Silla Apostólica del reino conquistado a los longobardos. El Rey de los Reyes a ningún monarca particular ha comunicado hasta ahora inmediatamente la potestad real, sino a Saúl y a David por el conducto de Samuel.

  —227→  

En el mismo número: Las Leyes evangélicas, que hacen de sus súbditos otros tantos ciudadanos del Cielo. Yo diría de sus súbditos que las observan, porque sin esto serían ciudadanos del Cielo todos los herejes, todos los cismáticos, y todos los malos cristianos, que son verdaderamente súbditos de aquellas Leyes. Ibíd. La Iglesia tiene en su Regio Erario inmensos tesoros, no solo espirituales, sino temporales y terrenos. Hablándose aquí, no de los tesoros de la Iglesia universal, sino de los de la Iglesia de Roma, como consta de aquellas palabras Regio Erario, las cuales a ninguna otra iglesia particular pueden aplicarse, es dar armas a los herejes y a los políticos,   —228→   que tanto gritan contra los tesoros de la Iglesia Romana en particular, y contra los del clero en general. El Cardenal Pallavicini muestra concluyentemente, que no hay soberano más pobre respectivamente que el Pontífice.

Finalmente en el núm. 2.º se dice: el estado boloñés cuando era república libre, soberana, independente, se entregó libremente al dominio de la Iglesia. El estado boloñés nunca fue reconocido por república libre, soberana, independiente. Después que Carlo Magno se le quitó a los longobardos, le heredó con el tiempo la condesa Matilde juntamente con la Romanía, y gran parte de la Toscana. Esta princesa, que murió sin herederos   —229→   forzosos, le cedió en plena soberanía a la Iglesia bajo la protección del Imperio. En las civiles guerras de güelfos y gibelinos, en que casi todas las ciudades de Italia fueron usurpadas por diferentes tiranos, corrió Bolonia la misma fortuna, y sus usurpadores se arrogaron la soberanía y la independencia, pero arrojados de la ciudad los que tiranizaban a Bolonia, no ya se entregó libremente al dominio de la Iglesia, sino que volvió a entrar en el dominio de su legítimo soberano. La palabra libertas de que usa en su escudo, no alude a que jamás haya sido república libre, sino a que con su valor se libró de los que la tiranizaban, y restituida al dominio de su   —230→   legítimo dueño, mereció las libertades y franquicias que goza aun en el día de hoy.

En el cuerpo de la obra sólo observé de paso tal cual pasaje un poco embrollado y obscuro, algunos puntos tocados con demasiada prolijidad para un compendio, la división de los párrafos no la más proporcionada, y una u otra frase menos propia, como rescalentar por recalentar, decapitar por degollar, reino sucesivo por hereditario &c.; y en la disertación sanguijuela de cola cortada, lo que acaso sería equivocación, queriendo decir lagartija, porque las sanguijuelas no tienen cola.

Estos levísimos reparos, ni otros que por ventura me ocurrieran si   —231→   tuviese tiempo para leer la obra con algún mayor cuidado, no disminuyeron un punto el gusto con que la leí ni el concepto que formé, tanto de su grande utilidad, como del acierto de Vmd. en la elección de los pasajes más fuertes, y más inmediatos al asunto, entresacándolos del inmenso almacén en que los amontona la vasta lectura del autor, confundidos con tantos otros, que o no son tan convenientes, o parecen más remotos de la especie que se trata.

Tengo expuesto con sinceridad el juicio que hago por mayor del utilísimo trabajo de Vmd., a quien restituyo el MS. por mano de N. acompañándole con muchas gracias por la confianza con que me ha favorecido,   —232→   y tomándome la libertad de exhortar a Vmd. a que continúe en emplear su laboriosidad y sus talentos en tareas de un digno eclesiástico. Ojalá que todos ocupáramos tan bien él tiempo que Dios nos da ahora tan desembarazado, para que pudiéramos decir a boca llena, y con plena satisfacción; Deus hæe nobis otia fecit. Mande Vmd. y viva cuanto desea. = B. L. M. de Vmd. su más afecto amigo y capellán. = Jhs. = Joseph Francisco de Isla. = Sr. D. N.




ArribaAbajoCarta CXXVI

Escrita en Bolonia


Amigo y señor: Los maravedises que Mr. hizo llegar a mis manos llenaron   —233→   mi bolsillo, que muchos tiempos ha no era más que titular, y como si dijéramos bolsillo in partibus, a la manera de los condes que se usan en Italia. Las gracias al bienhechor se suponen; pero los chistes no se hicieron para este género de gracias, porque las limosnas no se agradecen riendo, sino inclinando humildemente la cabeza. Hallándome ya tan poderoso emprenderé la semana que viene (a la salud de Vmd. y la mía) un pequeño viaje a Ímola:, que dista 26 millas de aquí, es decir poco más o menos que 9 leguas españolas, porque estas gentes entre las reglas matemáticas, ninguna es más de su gusto que la de multiplicar aunque sea por poquito.

  —234→  

El asunto de este viaje es mudar de objetos, y ver si con el movimiento se consolida la anca derecha, la cual con las sangrías ha quedado un poco líquida, y más que un poco mimosa; pero temo que esto no nazca de la falta de sangre, sino de la sobra de años porque contando 35 en cada anca con dos meses de añadidura, ¿qué han de hacer ya estos pobres muelles, sino estar desgastados a fuerza de puro ejercicio? Otro fin tengo en esta política escapatina, y es huir de los adobos. Preguntará Vmd. ¿qué son adobos? No son cosa de mondongo, voy a decirlo: hay en esta gran ciudad 50 parroquias,: todas celebran cada año la fiesta del Corpus, pero entre todas   —235→   se nombran alternativamente cinco, que la celebran con particular magnificencia y solemnidad, compitiéndose unas a otras. Repáranse con tiempo las calles que corresponden a las cinco parroquias, que están en turno, revócanse las fachadas de todas las casas, adórnanse los suntuosos frontispicios, que por una y otra banda guarnecen no sólo las hermosas, larguísimas y espaciosas calles maestras de toda la ciudad, sino también las otras de segunda clase que desembocan en ellas, se adornan con tanta pompa, con tanto aparato y con un gusto exquisito formándose en bóvedas, columnas, arcos, cornisas, festones y capiteles, todo de brocado y de brillantísimas telas de   —236→   oro y plata, que cada calle parece un templo eterno, compuesto de una nave interminable, y cada pórtico un salón, o galería, en que el arte, la naturaleza, la riqueza y la propiedad derramaron pródigamente todas sus preciosidades y todos sus primores para determinar allí la admiración y el embeleso.

Los capacísimos zaguanes de los palacios comprehendidos en las parroquias del Rolde presentan a la vista otros objetos no menos preciosos a la verdad, pero mucho más apreciables. Todos ellos están llenos de varios trozos de arquitectura figurada como pirámides, obeliscos, cúpulas, corredores, gabinetes &c. que llegan hasta el techo; pero ¿de   —237→   qué materia? Si a Vm. le parece de panes, de perniles, quesos, salmones, frutas &e. para distribuirse a los pobres de la parroquia con preferencia, y después entre todos los de la ciudad. Las tapicerías que cubren las paredes de dichos zaguanes, desde el techo hasta el pavimento, tal vez suelen ser de piezas enteras de telas, paños y lienzos para vestir a los mismos pobres, gastando en esto millares de cequines: esto en los palacios de los nobles, que en Bolonia pasan de 300 a cual más suntuoso; pero en las tiendas de los mercaderes, botegas de los tenderos, covachuelas de los quinquilleros y oficinas de los demás artesanos, que son innumerables de todos oficios, y   —238→   por lo común muy primorosos, cada uno forma las piezas de arquitectura que más le agradan. Este es un fuerte con todas sus fortificaciones y obras exteriores: aquel un teatro de los espectadores: el otro un circo figurando en él los gladiatores y las fieras: el de más allá un jardín adornado de estanques, fuentes, estatuas, jarrones y banquetes, pero todos de las materias que corresponden a sus respectivos oficios: el mercader, de telas, paños, brocados y tisúes: el tendero, de su quinquillería: el tratante de sedas, sólo de madejas de esta especie, distribuyendo en ellas los colores que ha menester para su idea: el zapatero de sus pieles, de sus zapatos, de sus hormas, de sus   —239→   leznas, de sus trinchetes, de sus tirapiés, y de sus sacabocados, y así de los demás.

El año pasado un boteguero, o pastichero, que sólo trataba en fideos de masa, formó un palacio de estos materiales, con su pórtico, sus corredores, su sala, su gabinete y un jardín grotesco, tan parecido queme dio gana de embocarme en el tal material, y estuve por encerrarme en la gruta haciendo el San Gerónimo, sólo que los tantos que había eran mejor para darse en la boca que en los pechos. Estos son en bosquejo los célebres adobos de Bolonia: para verlos se despueblan las provincias vecinas, las toscanas, el modenés, el ferrares, el milanés, el mantuano, el veneciano   —240→   y gente romana. Y como aquel bendito Fr, G. está metiendo más bulla en Italia, que metió en España toda la turba multa de literatos, y literatillos (hay en estas regiones de entrambas clases a enjambres) quieren ver de que figura es el padre que le engendró y parió: de manera que el año pasado me molieron, me trituraron, me cernieron y convirtieron en polvos de salvadera, dejándome tal que ya que no sirviera para adobo, me pudieran echar en escabeche. Por escapar esta secatura, quiero huir este año de los tales adobamientos, ya que gracias a Dios, y a una alma caritativa, tengo con que pagar un calesín. Dígaselo Vmd. a la otra mitad suya reverendísima Padrona   —241→   mía, que le hace epiceno, y déjeme rubricar que soy todo de los dos en iguales partes.




ArribaAbajoCarta CXXVII

Escrita en Bolonia a 26 de noviembre de 1772


Amigo y señor: Estoy vivo, robusto, alegre, flaco y viejo, voy a entrar en los 70 años. No me morí a tres jornadas de Turín, llamado del rey de Cerdeña, según dijeron en Bilbao, no sé para qué. Sería para predicar en Ginebra el próximo Adviento.

Nada tengo, y nada me falta, porque estoy más contento con mi   —242→   nada, que cuando me sobraba todo. He tenido gran consuelo en saber de Vmds. dos, o de Vmd. uno. Este país no puede ser más delicioso, ni la ciudad más magnífica, ni la gente noble más tratable; limpieza, policía y cultura, expresiones cuantas Vmd. quisiere: mas no se hable de otra cosa. Los templos y edificios soberbios, palacios suntuosos, muebles especiales, calles espaciosas, carrozas, tabernáculos, caballos frisones (salvo que son de azabache), mujeres polifemas, literatos a pasto, academias como paja, plaza abundantísima, comercio grande y bullicioso, hombres que corren, damas que vuelan, y frailes que bailan.

Este es el pueblo en donde vivo,   —243→   las campañas, jardines, palacios, casinas, bosques, huertas, arroyos, ríos, pozos, fuentes y en una misma pieza viña, monte, tierra y huerta. Los caminos públicos como las calles de los jardines reales de Aranjuez y San Ildefonso: los alimentos de bella apariencia, pero de poca substancia. El vino es la mitad agua, pero sabe a vino. Las damas más damas lo beben como allá se bebe la horchata. Puede hacer hidrópicos, pero no borrachos (hablo del vino venal). Está Vmd. obedecido en la descripción que me pide de esta región, y lo estará siempre en todo lo que dependiere de mí. Lo mismo digo al otro Vmd. porque de entrambos soy uno, y lo rubrico.



  —244→  

ArribaAbajoCarta CXXVIII

Escrita en Bolonia


Amigo y señor: ¿Ha visto Vmd. a la Calzada? Señor sí; pues haga cuenta que vio a Ímola; medio pueblo, media ciudad y media aldea. Sólo tiene un domo, es decir una catedral; dije mal: dos catedrales de singular fábrica, porque están una encima de otra, figurándose una gran bella naranja con una gran nave en la iglesia superior, cubiertas ambas con la misma soberbia cúpula, que les sirve como de pabellón. Está el cuento acabado y concluida la pintura. Venéranse en esta rara fábrica los   —245→   cuerpos de San Pedro Crisólogo, y de su patrón San Casiano, aquel maestro de niños que debió de azotar mucho a los muchachos; por lo cual ellos le martirizaron de tan linda gana. Allí se consolidaron mis piernas, y se evaporó el dolor de las ancas: si por virtud de los calores que han sido y son excesivos, o porque se agotó el manantial reumático; eso, doctores graves tiene la medicina que no lo sabrán responder. Como quiera después de mes y medio me volví a mi Bolonia con algunos días más, y con algunos ajes menos; o lo que es lo mismo, más viejo, pero menos débil. De Vmd. = Isla.



  —246→  

ArribaAbajoCarta CXXIX

Escrita en Bolonia antevíspera de Navidad de 1773


Sí señor y amigo: Budrio es el país de la cucaña; por otra frase il guadagno sicuro al lotto. Signor sì. Recíbese en él v. g. una carta por el correo escrita a 9 de noviembre, cuesta el porte doce bayocos, es decir casi tres reales: ábrese la tal cedulita, y hállase el recipiente (no digo recibidor porque no soy sanjuanista) con doscientos reales en letra segura para dulces de navidad, o (lo que será mejor empleo) para collarines de monsieur L'Abbé, convertido   —247→   en tal por virtud de cierta transmigración que no conoció Pitágoras, y en fuerza de una especie de metamorfosis que se le escondió al Tomitano Nason. Ítem, en este tal país llega uno (exempli causa) a tener 71 años cumplidos, caénsele todos los dientes y come; púnzanle por todas partes, y duerme; córtanle las piernas, y anda; átanle las manos, y está en continua acción; arráncanle la lengua, y cotorrea y papagayea y casi, casi monjea. Por lo demás Budrio es un bostezo de ciudad, un flato de pueblo, un regüeldo de Corte a parte post, y (en una palabra) un remedo de todo lo que no es. Hay en él tres conventos, dos de frailes por la mañana y cazadores por la   —248→   tarde, y el tercero de frailes a todas horas. Ítem un conservatorio de Suoras escabechadas, crepúsculos de monjas, y pretendientas de lo que saliere, las cuales andan por las calles, ni más ni menos como todos los demás cristianos. Ítem hay un conde real y verdadero de carne y hueso como cualquiera hijo de Adán; antes bien hay bueyes que no tienen tanto hueso ni tanta carne; el cual parecería bien tras de cualquiera recua honrada, ni estaría tampoco mal guiando el famoso carro de Bootes. Finalmente en Budrio se provee caritativamente, y a buen precio a todos los ahorcados del mundo, pues según el cordel que aquí se fabrica no parece posible haya alguno cuyo   —249→   collar no descienda de esta alcuña.

Está Vmd. obedecido en lo que me manda en la mencionada carta, así lo estuvieran mis deseos de que Vmd. trate de mejorar de salud para mejorar de humor, y para que su compañera y yo mudemos también de terno, porque el fondo del mío es de réquiem, por más que la superficie suene a gaita. = Devotíssimo ed obligatíssimo. = Il Abbate Neonato.




ArribaAbajoCarta CXXX

Escrita en Bolonia a 18 de abril de 1776


Muy señor mío y mi dueño: Porque son incesantes los beneficios de   —250→   Dios, deben ser incesantes nuestras gracias. ¿Qué razón habrá para no usar lo mismo con los hombres? Mientras Vmd. no se canse (que según está fabricado su corazón jamás se cansará de ser el vice-todo de mi amada hermana María Francisca) tampoco le podrán cansar jamás los estériles, pero vivísimos desahogos de nuestra gratitud. Ella podrá muy bien llorar la pérdida de un consorte, y yo la de un cuñado, que era sus delicias y las mías; mas ni ella, ni yo, mientras viva Vmd., podemos echar menos la de un Ayala y de un amigo. El nombre es diverso; pero el hombre es el mismo, si es cierto que el alma constituye al hombre, y no la figura. Dichoso Vmd. que en sus mismas   —251→   acciones encuentra mérito y premio, porque el premio del bien que se hace, es lo bien hecho. E s to nos debe consolar a la pobre viuda y a mí. A no ser esto, los continuados y grandes beneficios de Vmd. debieron llenarnos de una honrada y pundonorosa desesperación. No la hay mayor (para un corazón bien fabricado) que la necesidad de parecer ingrato: como el mayor consuelo de una alma generosa es el poder ser tan benéfica, que siempre se quede deudor el más reconocido agradecimiento.

Vmd. me ha llenado de honor y de gozo con su estimadísima carta, escrita en 10 de febrero. Ya no llamaré desgraciada a esa mi querida   —252→   hermana: ya se ha cambiado mi compasión en envidia: ya no la hace falta mi presencia, sino que sea para ejercicio de su paciencia, para aumento de su mérito, y para empleo de su caridad. Aun quando aquella fuese posible, como no lo es sin un milagro de la naturaleza y de la gracia, no la podría yo servir para otra cosa. Un viejo más que septuagenario, menos oprimido de los años que de los achaques, siempre es insufrible carga, y nunca alivio. Pero demos que lo pudiese ser. ¿Cuánto podría durar? El hecho es que los mozos pueden morir, pero los viejos no podemos vivir. Así que por un relámpago de consuelo se comprarían muchos días de arrepentimiento y de   —253→   llanto. Suplico a Vmd. que se sirva hacerla tomar el gusto a estas verdades, a fin de que no se caliente al amor de engañosas esperanzas, que cuando se experimentan fallidas, se convierten después en intolerables amarguras. Y si el que quiere bien a Beltrán quiere bien a su can, el que tanto ama y tanto favorece a María Francisca, no puede aborrecer, ni despreciar al hermano de esta viuda, no ya muy apasionado, sino muy obligado, muy justo, y muy indispensable servidor de Vmd. = Joseph Francisco de Isla.



  —254→  

ArribaAbajoCarta CXXXI

Escrita en Bolonia a 22 de octubre de 1777


Muy señor mío y mi dueño: Por mano de D... recibí la muy estimada de Vmd. con fecha de 18 del pasado, rindiéndole las más expresivas gracias por lo mucho que me favorece y me honra, no sólo con su memoria, sino principalmente con su benigno concepto, suponiéndome capaz de vindicar el honor de nuestra nación, que Vmd. juzga atropellado con la graciosa obra Gil Blas de Santillana, que se atribuye a Mr. le Sage.

Mucho tiempo hace que tengo noticia   —255→   de la tal obrita; pero nunca la he visto en francés, ni en italiano: por lo que no puedo hablar de ella con conocimiento de causa y de dictamen propio, aunque me basta el de Vmd. para creer desde luego que merece el desagrado de todo buen español. Sin embargo mientras no la vea yo, no puedo reconocer perfectamente las fuerzas del enemigo, para tomar por ella la medida a las mías, que siempre fueron muy débiles, pero en la edad de 75 años es preciso considerarlas muy lánguidas, cansadas y disminuidas. Y pues Vmd. me dice que por mano de su tío dispondrá que lleguen a las mías los cuatro tomitos que constituyen dicha obra, cuanto más antes lo dispusiere,   —256→   más presto diré yo con cristiana realidad lo que podré hacer o no podré en punto a lo que se desea de mí.

De dos Monsiures Le Sage hace memoria el Diccionario Histórico manual, ambos del siglo pasado. El primero es de Monpeller, y fue un puro purísimo bufón, indigno del nombre de autor: sólo hay de él una rapsodia, o colección de Poesías líricas intitulada Les Follies de Mr. Le Sage, las Locuras del Monsiur juicioso, con una pueril y fría alusión a su apellido Le Sage. El título, dicen los autores del diccionario, corresponde perfectamente a la obra, pues se reduce a unas composiciones sueltas sobre asuntos ridículos y puercos:   —257→   el segundo es nuestro autor en cuestión, el célebre Mr. Alano Renato Le Sage, acreditado de poeta francés, que remedó nuestro Guzmán de Alfarache, al Bachiller de Salamanca, al Gil Blas de Santillana, al Diablo Cojuelo; y escribió las Nuevas aventuras de Don Quijote, y compuso algunos dramas que fueron aplaudidos en los teatros de Francia.

Vuelvo a decir que nada he leído de este autor, porque siempre he sido poco inclinado a lecturas frívolas, y de mera diversión; solo sé que pasa en Francia por buen crítico, o por ingenio agudo, por pensador sólido, y por escritor muy sazonado, pero de una sal delicadísima. Si esto fuere así, desde luego me confieso   —258→   poco David para salir a lidiar con tamaño Goliat; pero veremos si es tan fiero el león como le pintan, porque siempre hay gran diferencia de lo vivo a lo pintado.

Los señores Torrubia, y D. Luis Lasarte, si es que viven (lo que yo no sé) no habitan en esta ciudad, sino en Forli diez leguas de ella. Informáreme, y si ambos existieren sabrán la memoria que deben a Vmd. y a mi señora doña María Luisa su dignísima consorte. A uno y a otro dedico yo todo mi respeto, deseándoles verdadera, felicidad, y larga vida. = B. L. M. de Vmd. su muy obligado servidor y capellán. = Jhs. = Joseph Francisco de Isla. = Sr. D. L. C.



  —259→  

ArribaAbajoCarta CXXXII

Escrita en Bolonia a 25 de enero de 1778


Amigo y señor: Avisáronme que tenía en la posta un grueso pliego, para cuyo rescate me pedían 11 libras y 16 bayocos, es decir 47 reales y 4 maravedises vellón de nuestra moneda. Estuve dudoso si le rescataría, temiendo que fuese una pesada burla de carnaval (que en este país amanece muy temprano) inventada por algún maligno, para insultar mi pobreza; pero pudo más la curiosidad, que la necesaria economía. Redimile pues de aquella tirana   —260→   esclavitud, y halleme con el impreso intitulado: Declamación oportuna contra el libertinaje del tiempo, que en forma de carta pastoral dirigió a su rebaño el ilustrísimo señor don Francisco Alejandro Bocanegra, arzobispo y señor de Santiago. No le acompañaba carta, esquela, ni el menor indicio de la generosa mano que me hacía este inestimable regalo, y por lo mismo quedé convencido de que sólo V. era capaz de haberme proporcionado este honor, este gusto y este indecible consuelo.

Sólo con haber leído el título y el autor de la obra, conocí que la había comprado a bajísimo precio. Pasé inmediatamente a engullirme toda la declamación, atropellándose   —261→   el aliento por acabarla, y saliéndole al encuentro el disgusto porque se acababa. Volví a leerla con mayor sosiego para que durase más el gusto, y calmado el alboroto y el alborozo del alma, se desprendiese de toda preocupación importuna, para hacer juicio sereno de la oportunísima declamación. Tercera y cuarta vez repetí la misma lectura, y tercera y cuarta vez tumultuaban más los afectos de admiración y de gozo, porque cada cláusula del Silbo pastoral nuevamente los excitaba, empujándose los unos a los otros.

Desconfiado en fin de lograr la quietud y la indiferencia que pretendía, me contenté con levantar el corazón a Dios, y rendirle humildes   —262→   gracias porque en tiempos tan turbados hubiese concedido a su iglesia un pastor de este celo, de este espíritu y de tan triunfante elocuencia; pero muy particularmente se las rendí porque un pastor de tal carácter hubiese tocado a aquel rebaño de que por un breve tiempo, yo mismo fui flaca, roñosa, e inútil res.

Ya tenía noticia, con imponderable dolor mío, de lo necesitada que estaba aquella grey de un silbo por una parte tan fuerte, y por otra tan dulce como el que alienta esta declamación para dispertarla de su modorra.

En el edicto del Santo Oficio publicado en 20 de junio del año pasado había leído la total prohibición de   —263→   un cuaderno ms. y de otro impreso en esa ciudad, su autor un substituto de la Cátedra de Prima en la universidad de Santiago, por estar llenos de doctrina escandalosa, y defenderse las conclusiones contenidas en el ms. con proposiciones formalmente heréticas o próximas a herejía, apoyadas sobre los fundamentos que usan los ateístas, y con pruebas de que se sirven los herejes, calvinistas y protestantes cismáticos; mandándose borrar en el impreso catorce proposiciones, por contener doctrinas falsas, impías, escandalosas, temerarias, injuriosas a la Santa Iglesia, erróneas, heréticas, tomadas de autores herejes, como Lutero y Calvino.

Esto me hizo conocer que la peste,   —264→   de la gran moda, quiero decir los libros de los filósofos a la dernière, y espíritus fuertes por antífrasis, había cundido hasta la Ciudad Santa depositaria del catolicismo español en la sagrada urna del grande apóstol, y patrón de las Españas, que primero le sembró en ella con la cruz, y después le defendió con la espada, cortando la cizaña agarena, que por los pecados de nuestros abuelos había permitido el Cielo se introdujese a sofocar en casi todo el campo de la monarquía el grano del Santo Evangelio.

Dije que por la condenación de aquellas proposiciones, y por la designación de los hediondos manantiales donde las bebió su autor, había   —265→   conocido la introducción de los pestilentes libros, y apestados filósofos de la última moda en la ciudad de Santiago; porque los voltaires, los russeaus, los montesquius, los dalamberts, y los otros corifeos de la moderna impiedad, no bebieron de otras fuentes que de los calvinos y luteros, como estos en las de los wiclefes, juanuses, miseres, espinosas, copiados después en gran parte por los richeres y caneyranes, de cuyas impiedades hicieron después una pomposa colección los campanudos, y ácreos enciclopedistas: verdad que no podrá negar cualquiera que tenga alguna leve tintura de la historia eclesiástica.

Sorprendiome sobremanera ver   —266→   protegidos estos errores por el tal catedrático, a quien conocí muy joven: era entonces de unas costumbres tan castigadas, y de una aplicación a estudios serios, que prometía otros aciertos en la elección de sus fatigas literarias; pero al fin todo hombre es hombre sujeto a las miserias de la humanidad, y por lo mismo le considero como una de las excepciones de aquella regla general, que nos enseñó el Espíritu Santo cuando dijo: adolescens juxta viam suam etiam cum serverit non recedet ab ea: excepción que ya observó San Gregorio Nacianceno en otro viejo muy parecido a nuestro substituto de la Cátedra de Prima cuando dejó escrito hablando de él:

  —267→  

Angelicus juvenis senibus satanizat in annis.



Pero volviendo a mi asunto; supuesto que el contagio de aquellos libros haya cundido tanto en aquella desgraciada grey, no parecía posible remedio humano más necesario, ni más eficaz que el que le aplicó su vigilantísimo pastor. No se detiene en confutar las infernales máximas de que están llenos, lo que sabría hacer con tanta valentía, como el que más (diga lo que quisiere su modestia), porque este fácil empeño le han tomado tantos de su cuenta, y le han desempeñado con tanta felicidad, que se haría agravio a los mismos reproducidores, y engalanadores de aquellas rancias y pestilentes   —268→   doctrinas, si no se creyese que ellos mismos eran los primeros que estaban bien, convencidos de su falsedad. Lo propio digo de sus prosélitos y secuaces si han leído, y entendido lo mucho y muy escogido que se ha escrito en la materia. Así que no se trata ya de convencer el entendimiento con razones: trátase únicamente de mover la voluntad a que abrace lo que la razón y la conciencia la enseñan. Para esto era ociosa aquella parte de la elocuencia didascálica, que pertenece al género deliberativo, o instructivo, y sólo era necesaria la que toca a la moción, comprehendida en el patético declamatorio y exhortativo.

¿Y en esta especie será fácil encontrar   —269→   en nuestra lengua otra declamación que dispute las ventajas a la de nuestro celosísimo y elocuentísimo prelado? ¿Se podrán esperar muchas que la compitan, o que se la acerquen? ¡Oh! ¡Y con cuanta propiedad la llama silbo! Penetra, mas no lastima; despierta, pero no hiere: no es estallido de la honda que asusta y estremece: no es golpe violento del cayado, que tal vez produce fracturas y contusiones. Es silbo que avisa, reclamo que llama, y ruido inocente que desvela con dulzura a los que duermen sentados a la sombra de la muerte.

Pero ¿logrará esta imponderable pieza la universal aceptación, y el general aplauso que de justicia se la   —270→   debe? No lo sé: sólo sé que el partido de los volteristas, y de los rusistas es muy numeroso: no lo es tanto, ni con mucho, pero lo es bastante para no ser despreciado el de aquellos delicados críticos, que pagados de sus ideas, no saben aprobar lo que no se conforma con ellas, aun en objetos que no es fácil los miren ellos sin preocupación, ni según su verdadero punto de vista: miseria humana, de que sólo están exentas aquellas pocas almas grandes que para formar concepto cabal de las cosas y de las personas, se abstraen perfectamente de todas las relaciones personales, que interesan al propio individuo. El primer partido no puede celebrar lo que tan directamente le hiere, y con   —271→   tanta claridad descubre lo que verdaderamente es: el segundo no se atreverá a subscribir lo que indirectamente puede exacerbar su dolor, viendo anticipadamente canonizado (y por tal pluma) al que inocentemente, y aun quizá con mucho mérito suyo se le ocasionó. Unos y otros merecen compasión más que enojo, porque en unos y otros sentencia el interés lo que había de juzgar la razón, desnuda de todo humano respeto.

Lo restante del mundo mirará esta pastoral, como una pieza digna de su ilustrísimo autor, y que hace honor a la sagrada elocuencia española, tan poco extendida en España, y por lo mismo menos conocida   —272→   y menos estimada de las naciones extranjeras. Como los originales son tan raros, no son frecuentes las copias; pero a vista de este modelo se puede esperar que crezca mucho el número de aquellas, y tanto que a ningún otro pueblo tengamos que envidiar. En nuestra nación hubo siempre, y siempre hay grande abundancia de talentos: para que en todo género de literatura sean iguales a los mayores de la Europa, sólo falta la aplicación, el buen gusto y el acertado cultivo.

Esto es lo que arrebatadamente me ha ocurrido decir con motivo de esta bellísima y oportunísima declamación, repitiendo a V. mil gracias por el inestimable favor de habérmela   —273→   dejado ver, añadiendo esta obligación a las muchas con que me tiene ligado a la dulce necesidad de protestarme eternamente. = Su fiel amigo y muy reconocido servidor. = Joseph Francisco de Isla.




ArribaAbajoCarta CXXXIII

Escrita en Bolonia a 26 de febrero de 1779


Ilmo. señor:

Mi venerado dueño: Anoche envié un recibo al abate Teobaldini por el generoso socorro de 700 reales, con que se acordó de mí la piedad de un bienhechor anónimo. No hubo   —274→   forma de que dicho abate me declarase su nombre: quizá ni aun él mismo lo sabrá; pero se me ha puesto en la cabeza que puede V. I. no ignorarlo, y si fuese así, suplico a V. I. que se digne rendirle a nombre mío setecientos millones de gracias, asegurándole que su oportuna limosna servirá para proveerme de camisas, de que tenía harta necesidad, porque este mundo todo es hipocresía de diferentes especies: la peor, pero la menos numerosa, singularmente en nuestro siglo, es la de la virtud. Tirar la piedra y esconder la mano, eso siempre se estiló; pero arrojar el dinero, y ocultar el brazo, sólo se comenzó a usar cuando San Nicolás de Bari lo introdujo   —275→   en el mundo, introduciendo después en su obispado la moda de que el obispo se vendiese a un turco por esclavo, en lugar de un diocesano, suyo. El primer ejemplo, ya tengo noticia de algún prelado que le imita, y sé que si ocurriera el caso es muy capaz de imitar igualmente el segundo. Bendito sea Dios.

A su tiempo recibí cierto discretísimo billete, que se escribió en Pontevedra en el pasado mes de julio. Consolome infinito, pero como era contestación al juicio que yo había hecho de cierta carta pastoral, no me atreví a ser nuevamente importuno, por respeto a la persona, por consideración a sus gravísimas ocupaciones, y porque nuestros abuelos   —276→   nos enseñaron que al amigo y al caballo no apurallo.

En dicho billete se me ofrecía otra carta como la primera, tarto o más aplaudida que ella, la que se me enviaría en primera ocasión. Han pasado ya siete meses, y la ocasión no ha parecido. No lo extraño, porque ha muchos años que no se ha visto en Italia invierno tan largo, ni tan cruel. Si los correos no podían atravesar los caminos, menos lo podrían vencer los pasajeros. Ya estamos en otro tiempo, y yo acabo de leer en un buen libro:


Che la promessa fatta, ed acetata
lega ancora le Dame di Granatta.



Vea ahora V. I. si lo que obliga a una dama de Granada dejará de   —277→   obligar aunque sea al mismo Papa. Intelligenti pauca.

La condenación de la segunda parte del Fray Gerundio era consecuencia precisa a la condenación de la primera. Ella es muy justa, pues no se puede negar que una y otra parte están llenas de herejías: pero a la manera que lo está el libro de San Epifanio, y todas las obras de los más famosos controversistas. Por otro motivo más justo condenaría yo también esta segunda parte: es a saber, porque está tan atestada de crasísimos errores de imprenta, de voces barbaras castellanas y latinas, de periodos enteros truncados, sin sentido y sin conexión, que mandaría yo dar doscientos azotes al que la estampó,   —278→   cuatrocientos al que la corrigió, y ochocientos a quien la costeó. Quién fue este, y aquel, ni donde se imprimió lo ignoro absolutamente; pero hartó será que no se imprimiese en la Laponia, que no fuese el impresor un batueco, el corrector un mameluco, y el que la costeó un paraguayo.

Perdone por Dios V. I. si es excesiva, la confianza, que deberá perdonar a su propia benignidad más que a mi atrevimiento, ni a las licencias de un viejo de 76 años y diez meses más, en quien la chochez es gracia, y es también naturaleza. Viva V. S. I. como la Santa Iglesia ha menester.



  —279→  

ArribaAbajoCarta CXXXIV

Escrita en Bolonia a 10 de agosto de 1779


Exmo. señor:

La estimadísima carta en data de 21 de julio, conque la benignidad de V. E. se dignó colmarme de honras que me llenaron de confusión, me cogió tan atropellado de mis males, y especialmente tan visitado de mis no ya diarios, sino casi continuos vahídos, que me vi necesitado a abandonarme otra vez en manos de los físicos. Estos repitieron sus acostumbradas habilidades, para volver a concertar   —280→   la desordenada máquina; pero la dejaron poco más, o menos en el mismo desconcierto. Un mueble, que bien, o mal, ha servido muchos años, y está gastado precisamente por la dilatada duración de sus buenos, o malos servicios, no debe esperar otro alivio que ser agregado al hospital de los inválidos, quiero decir al cuartel de los trastos viejos, logrando en él un rincón donde aguarde con descanso a que el tiempo acabe de arruinar lo que ha comenzado.

El remedio de la electrización que la piedad de V. E. me sugiere para la curación del embargo general, que experimento en todo el lado siniestro, muy desde los principios se le ofreció   —281→   al hábil médico director de mi conciencia temporal; persuadido como otros muchos a que el fuego natural que en mayor, o menor cantidad entra en la composición de todos los cuerpos sensitivos, es de la misma especie, que el eléctrico, o comunicativo. Pero conociendo por mi temperamento que de este fuego duende, me tocó una excesiva cantidad, como se deja conocer aun en una edad tan conserva, o (por hablar en nuestro idioma) tan nevera como la mía, no se ha atrevido, ni se atreve a tentar este peligroso experimento, acordándose de que en Holanda quitó de repente la vida a dos eslabones, que formaban la cadena de doscientos hombres que se   —282→   quisieron electrizar por mera curiosidad, y eran de los más distantes de la máquina, los cuales quizá no serían tan fogosos como yo. A esto se añade que todos los que vivimos en Bolonia estamos habitualmente electrizados de dos meses a esta parte, en virtud de los casi diarios terremotos, y temblores que hemos experimentado, y de las sensibles exhalaciones ígneas que la tierra está enviando continuamente a nuestra atmósfera, las cuales juzga ser bostezos eléctricos la mayor parte de estos físicos; sin embargo yo rindo mil gracias a V. E. por el caritativo cuidado que le debe una salud inútil, que ciertamente no lo merece.

Mucho tendrán que perdonar a   —283→   V. E. el gran Cervantes, y el eruditísimo Feijoo, por el agravio que les ha hecho en querer que hombree con ellos, quiero decir con sus obras, el mentecato Fray Gerundio; pero fácilmente se lo perdonarán, sabiendo que las almas grandes, su misma elevación las expone a estas honradoras equivocaciones.

Yo por mi parte no me compadezco menos de V. E. viéndole empeñado en lidiar con los enormes despropósitos del que entrampó la segunda parte de aquel atolondrado frailecito, siendo para mí un problema de difícil solución ¿cuál de los dos ha sido más mentecato? ¿Si el estampador francés, o el orador campesino? Problema que en mi juicio   —284→   sólo se podrá resolver, diciendo que el orador fue un gran Gerundio, y el estampador un gran Supino.

Era menester todo el valor de V. E. para acometer esta empresa. Yo que nunca he sido valentón, y siempre he tenido más de gallina que de grifo, tengo por cierto que antes me expondría a montar una brecha, que a leer todo un libro lleno de tantos disparates de imprenta, como locuras de púlpito. Protesto que sólo por librar a V. E. de una molestia tan fastidiosa, si mi cabeza y mis trémulas manos me lo permitieran, tomaría el trabajo de copiar la segunda parte de mi letra liendre, o de hacerla estampar a mi vista, si el bolsillo anduviera de acuerdo con el   —285→   corazón; pero quien se considera mantenido de limosna sólo puede idear cosas grandes, y practicar las más ruines.

Signifícame V. E. su deseo de ver alguna otra producción mía. Si con particular orden no se hubieran echado sobre mi pobre librería, y de mis mss., podría servirle con algunos de estos, que acaso le divertirían mucho, sin enseñarle cosa alguna. Pero al presente sólo para en mi poder, uno que por fortuna vino a Italia desde la América, y yo le hice copiar aquí de buena letra. Creo que no desagradará a V. E. a cuyas manos pasará luego que V. E. se sirva mandarme avisar de conductor seguro, porque no quisiera exponerle.

  —286→  

Esta carta se ha escrito a sorbos, como bebe la gallina. Dos renglones y levantar la mano, porque la cabeza se iba de casa sin hablar palabra, y se volvía a ella cuando se le antojaba.

Dios guarde a V. E. como he menester.




ArribaAbajoCarta CXXXV

Escrita en Bolonia a 10 de agosto de 1779


Amigo y señor: Mil gracias por los favores que Vmd. y mi señora doña María Luisa dispensan a esa pobre viuda, mi muy querida hermana y ahijada mía. Ella después de Dios es   —287→   todo mi consuelo en mis trabajos de alma y cuerpo, todo mi amor y todo mi respeto: si la pasión no me burla mucho, creo que se lo merece. Vea Vmd. cuanto agradeceré lo que se hace por ella. La inutilidad de esta mi vieja, y pequeñita máquina en todo su lado siniestro va adelante: los vahídos ya no son diarios, son continuos: a cada paso se va la cabeza fuera de casa y vuelve cuando la da la gana. Sin embargo el cuarto tomo de nuestro asturiano sigue su camino: ya estoy en el último libro, y espero acabarle en todo este mes, aunque escribo como bebe la gallina, un renglón y levantar cabeza y ojos al cielo unde veniet auxilium mihi.

  —288→  

Quedo ya trabajando en un prólogo de nueva invención que irá caminando por la posta, conforme fuere saliendo. Será prólogo, y dedicatoria en una pieza: si esto se consigue, logrará la obra tantos mecenas como protectores, medio muy eficaz para asegurar el despacho y la aceptación. Basta que yo acierte a parir lo que yo tengo concebido; pero temo que el desorden de los humores se comunique a la imaginación, y embrolle la pluma; pero aun falta el rabo por desollar. Es el caso que supe casualmente que había en Bolonia otros tres tomos más, en el primero de los cuales y quinto sobre los otros cuatro, se da fin a la historia de Gil Blas, refiriendo lo sucedido   —289→   hasta su muerte, y enlazándola después con las Aventuras de Juan el siciliano, que se supone ser nieto suyo, las cuales ocupan los dos tomos siguientes hasta el fin del séptimo. Las tales aventuras sobre no estar mal tejidas, son bastantemente graciosas, y sobre todo muy morales, sirviendo mucho para conocer los hombres, para la instrucción y para el escarmiento: esto se entiende emendatis emendandis, y suppresis supprimendis. Pareciome, pues, conveniente divertir este invierno en traducir dicho apéndice, que se podrá llamar el Arrabal de las aventuras de Gil Blas, el cual suena traducido del francés al italiano; pero en mi dictamen en Italia se concibió y se parió   —290→   por una pluma a la verdad no tan metódica, ni tan limpia como la de Mr. Le Sage; pero no menos salada, y un poco más machucha y más religiosa en las reflexiones. Este suplemento contribuirá mucho al mayor despacho de la obra, siendo regular que por razón de él la soliciten no pocos, que teniendo los cuatro tomos franceses, no querrían gastar su dinero en comprar los españoles. Así que, el prólogo que ya había comenzado a sacar la cabeza, tendrá que retirarse a lo menos por este invierno, y con eso no saldrá tan frío.

Los que censuraron de satírico el papel intitulado: Aclamación del Reino de Navarra, &c. hicieron más justicia   —291→   a su achacosa intención, que merced a su crítica sindéresis.

Es cierto que al principio se pensó en baños de Luca para mis males; pero los tres más famosos médicos de esta ciudad fueron de parecer que los baños sulfúreos no se habían hecho para mi alquitranada constitución. La receta de Vm. o el régimen que Vm. me prescribe sí que aprovechará en todo género de males. Cinco meses ha que estoy usando de él, y a esto atribuyo que mi calavera parezca todavía cabeza, y no lo que verdaderamente es. A L. P. de mi señora doña María Luisa; y Vm. señor D. L... mande a su fiel amigo y servidor, Joseph Francisco.



  —292→  

ArribaAbajoCarta CXXXVI

Escrita en Bolonia a 16 de octubre de 1779


Exmo. señor:

La estimadísima carta de V. E. que acabo de recibir con fecha de 6 del corriente me libró de un grandísimo cuidado. No porque echase menos la respuesta a la mía de 10 de agosto, pues no estoy tan distante del conocimiento propio, que me lisonjease de merecerla; si no por el temor de que la mía se hubiese perdido desde Venecia a S. Salvador, habiéndola dirigido para mayor seguridad por mano   —293→   distinguida en aquella república. Sacome de este temor la benignísima contestación de V. E.; pero me encontré con el dolor de saber lo mucho que le ha mortificado la descortés y molestísima quiragra, la cual se atrevió a una mano tan temida y tan respetada de los enemigos de la augusta casa, a quien V. E. sirve; pero los héroes no están exentos de aquellas miserias que lleva consigo el mecanismo de la humanidad. Consuelome con entender que por ahora se ha desembarazado V. E. de un huésped tan fastidioso, llámenle los físicos como le quisieren llamar, que esa es cuestión de nombre.

Yo también me siento por ahora menos molestado de los vahídos, que   —294→   por cinco meses se arrancharon en mi cabeza, tan bien hallados en ella, como yo desazonado con ellos. Sin embargo de este alivio, acepto desde luego el eficaz exorcismo de las sanguijuelas y de las píldoras con que el esculapio ochentón conjuró y expelió para siempre los diablillos vertiginosos que poseyeron in illo tempore la sólida y bien fabricada testa de V. E., esperando que a su regreso a Milán se dignará enviarme la receta de las píldoras, así como yo remitiré a V. E. por el conducto que me señala, luego que tenga noticia del tal regreso, el Rasojo español, que alivió de las barbas al Capuchino. Este murió poco después de la rapadura, y era tan buen hombre,   —295→   que sin pasar por el purgatorio, avergonzado de presentarse lampiño y rapado en tan honrado lugar, se iría derecho a hacer alguna misión a los niños del limbo.

Los caballeros Pignatelli, luego que se restituyeron de Turín a Bolonia, dieron principio a una villagiatura diurna poco distante de nuestras murallas, donde hace su campaña mi señora la marquesa Espada. Por el día son Campagnuoli, y por la noche Cittadini; por cuya razón no podré desempeñar la comisión de V. E. y otra que tengo para ellos de un sobrino mío al servicio de la Corte de Parma, cuya casa honraron con su hospedaje a la ida y vuelta de Turín, hasta que dejen de ser Pipistrelli.   —296→   Oigo decir que dentro de dos o tres días se retirarán a los cuarteles de invierno, y entonces cumpliré con uno y con otro encargo, de lo que será V. E. avisado. Mientras tanto mande V. E. lo que gustare a este vejete, que de nada puede ya servir, y viva como he menester. Excelentísimo señor, B. L. M. de V. E. su reverente servidor y capellán. = Joseph Francisco de Isla.



  —297→  

ArribaAbajoCarta CXXXVII

Escrita en Bolonia a 16 de enero de 1780


Ilmo. señor:

Mi venerado dueño: Acabo de dar un recibo de veinte y seis pesos duros y treinta y un bayocos, que se me entregaron esta mañana en el papel adjunto por seiscientos reales vellón de orden de un vecino de esa ciudad, y por cuenta de cierto señor. Quien sea este señor no es fácil adivinarlo, y menos en tanta distancia. Un señor puede ser un monsiur que valga medio hombre, y puede ser   —298→   un hombre que valga por un millón de mousiures. A esta segunda clase me persuado que pertenecerá el tal señor por cuya cuenta vino aquel socorro. Si por fortuna supiese V. I. quien es, le suplico puesto a sus sagrados pies, humildemente se digne darle a mi nombre tantas gracias, cuantas son las que cada momento está derramando Dios sobre justos y pecadores, asegurando al generoso bienhechor, que por lo que toca a mí la mayor parte, o acaso toda del abundante socorro, vendrá a parar en mi médico, mi cirujano y mi boticario, que naturalmente serán mis herederos en vida, según las reclutas de años y de ajes que se van agregando a mi estropeada vejez.

  —299→  

Estamos padeciendo un invierno cruelísimo después de seis meses de continuos terremotos. Y luego nos querrán hacer creer que estas convulsiones de la tierra son violentos desahogos de los fuegos subterráneos. Si fuera verdadera esta filosofía, la atmósfera de esta ciudad sería tan abrigada como la del purgatorio, o a lo menos como la del horno de Babilonia; pero el hecho es, que la experimentamos tan helada como lo puede ser la de la cordillera que separa a Chile del Perú. Considere V. I. como estará entre estas flores un pobre viejo, que dentro de pocos meses agarrará con la mano los ochenta.

Habrá casi un año que la benignidad de V. I. me hizo consentir en que   —300→   dentro de pocos meses vería cierta segunda pastoral, que me entregaría en propia mano no sé que cenobita. Ni este ni la pastoral han parecido hasta ahora, y yo me estoy con la gana. Llegará seguramente a mis manos (y a bien poca costa) si V. I. se sirviese dar orden de que se me dirija bajo la escolta de otro sobrescrito externo a nombre del sujeto por cuya mano va esta, y tiempo ha fue otra, de cuyo paradero no he tenido noticia.

Si se verifican las grandes novedades que se esperan en Roma, según se dice, ¡o y que grande consuelo para la Iglesia! El frío no me permite escribir más.

Nuestro Señor guarde a V. I. como   —301→   la Santa Iglesia ha menester. Ilustrísimo señor, B. L. M. de V. I. su más reverente y humilde siervo = Joseph Francisco de Isla.




ArribaCarta CXXXVIII

Escrita en Bolonia en el mes de octubre de 1781


Muy señor mío: Pocos días ha que llegó a mis manos el tomo del dignamente celebrado diario de Vmd. en que presenta al público una fiel y curiosa colección, ya de cartas enteras, ya de trozos de otras, y ya también de memorias algún tanto prolijas sobre los recientes sucesos de Portugal. Añade Vmd. después algunas   —302→   noticias de la moderna literatura española, que le da su corresponsal don Antonio Capdevila en carta de 20 de mayo de 1778 escrita desde Chinchilla. En ella, a la página 298 y 299, le da algunas noticias de mi persona y escritos bastantemente equivocadas. Tales son las siguientes:

Dice lo primero que el señor Don Joseph Francisco de Isla tradujo bien la historia de Teodosio el Grande. Yo no traduje bien ni mal la historia del gran Teodosio: saquela sí de la que escribió en francés el señor Flechier, obispo de Nimes. Así se dice en la misma que el señor Capdevila llama traducción, cuyo título es este: Historia del emperador Teodosio el   —303→   Grande, sacada de la que escribió en francés, &c. y la razón fue, que habiéndome divertido en aquella obrilla, sólo por complacer a quien no me podía negar, y en edad poco madura, sin que me pasase por el pensamiento que jamás saliese a luz, me desvié mucho del noble estilo del autor, y en no pocas partes de sus no menos nobles pensamientos: de manera que hoy me avergonzaría de lo que entonces me agradaba. Por estas razones, cuando me avisaron que ya se estaba imprimiendo, para que la dedicase a quien mejor me pareciese, previne que no se estampase traducida, sino sacada, pareciéndome que de esta manera no faltaba a la fidelidad, y por otra parte   —304→   no pasarían mis desaciertos por descuidos del discretísimo obispo Flechier.

Dice lo segundo el señor Capdevila, que el año de 46 escribí en Pamplona un papel con este titulo: Día grande de Navarra, o proclamación del señor Don Fernando VI, rey de España, en el cual hago ridículos a todos los individuos de la metrópoli de aquel reino. Es así que escribí dicho papel; pero es totalmente ajeno de verdad, que en él hago ridículos, no sólo a todos, pero ni aun al menor individuo de la metrópoli de aquel reino. La prueba es perentoria. Escribí dicho papel dentro de la misma metrópoli. Conforme iba escribiendo los pliegos los iba enviando a la diputación, que representaba   —305→   el reino: esta los leía, y me los devolvía con elogio y con encargo de que los hiciese estampar sin mudar palabra alguna, antes bien al cuarto o quinto pliego que le envié, me hizo decir por su secretario, que no me tomase aquel trabajo: que la diputación se confiaba enteramente de mi amor a la nación y de mi talento, que si me ocurría alguna duda bastaba que la comunicase con don Joseph Colmenares, miembro de aquel consejo, hijo de Pamplona, y sujeto de todo género de literatura. Así lo ejecuté: estampose el papel: publicose: es increíble el aplauso que logró por espacio de quince o veinte días. No podía yo andar por las calles porque me sofocaban a abrazos   —306→   y a enhorabuenas. De todas las ciudades del reino me llovían cartas, dándome mil gracias y mil parabienes. Llenáronme de honores los personajes más visibles de Navarra. El ilustrísimo señor Miranda, obispo de Pamplona, el excelentísimo señor duque de Granada, y el grande arzobispo de Zaragoza, señor don Francisco de Añoa me colmaron de gracias y de dignaciones.

No pudieron sufrir esta universal aclamación un cierto cenobita, y otro cierto secular, uno y otro por sus razones particulares. Ambos tenían séquito; y dando la más maligna y la más violenta inteligencia a la décima que se aplicaba a cada uno de los que componían la diputación que   —307→   representaba el reino, conmovieron furiosamente la muchedumbre del vulgo contra el autor del papel, pintándole como a un hombre que hacía burla de toda la nación Navarra. Considérese si habiendo pasado el manuscrito por los ojos de los señores diputados, y después por los de aquel consejero, tan amante de su patria como literato: considérese, vuelvo a decir, si estos no descubrirían la pretendida malignidad de unas décimas que los hacían ridículos; y si descubierta, la dejarían colar. Ofendida dicha diputación, aun mucho más que yo, de las destempladas voces que corrían entre el más ínfimo vulgo, escribió a mi provincial el P. Diego de Tobar con grandes   —308→   elogios del papel, manifestando la mayor estimación de mi persona con expresiones muy superiores a mi mérito; y protestando el vivísimo dolor que la causaba ver al ignorante y ciego vulgo tan neciamente conmovido a influjo de la malignidad y de la envidia contra un escrito formado a petición suya, leído y aprobado por los que representaban el reino, estampado de orden suya a costa del mismo reino, y celebrado sumamente por todos los que en él tenían algún voto: agravio mucho más ofensivo a la misma diputación que a la persona del acreditado autor, cuya vida ninguno podía asegurar entre tantos desalmados y furiosos como abrigaba en su seno la muchedumbre.   —309→   Esta carta, y esta última reflexión movió a mi provincial a proponerme que tenía por conveniente, y aun necesario para mi seguridad, que saliese de Navarra, dejando a mi elección el colegio que mejor me pareciese fuera de aquel reino.

Dice lo tercero el referido Capdevila, que esto no obstante, con el despotismo que tenían los jesuitas, la hicieron reimprimir en Valencia; pero que el arzobispo de aquella ciudad su amigo don Andrés Mayoral la mandó prohibir. No he tenido noticia de semejante reimpresión hasta que la leí en dicha carta; pero dudo mucho de su verdad, por lo mismo que añade el autor de ella. Afirma que el señor   —310→   arzobispo de aquella ciudad don Andrés Mayoral su amigo (no hacía falta esta expresión que suena un poco a jactanciosa) la mandó prohibir. ¿Pero a quién se lo mandó aquel prelado? Sería a sí mismo; porque en España nada se podía imprimir sin licencia del ordinario a cuya diócesis pertenecía la estampa donde se imprimía la obra. Si se estampó con su licencia ¿cómo la prohibió después? Esto sería hacerse a sí mismo poco honor: y si se estampó sin ella, esto bastaba para que aquel prelado la declarase prohibida en su diócesis, sin meterse en bueno ni en malo con la misma obra, a la cual no perjudicaba poco ni mucho semejante prohibición.

  —311→  

Dice lo cuarto, que el tal papel se prohibió también por el Consejo de Castilla. Yo también ignoré absolutamente dicha prohibición hasta que la leí en la mencionada carta. Si fue efectiva (lo que dudo mucho), sería la de alguna impresión hecha fuera de Navarra sin licencia del Supremo Consejo de Castilla. Dije fuera de Navarra, porque las que se hacen dentro de aquel reino, según sus particulares leyes y privilegios, no están sujetas a otra autoridad civil que a la del Consejo peculiar del mismo reino (el único de los doce o trece que se comprehenden dentro de la península de España, que tiene dentro de sí un Tribunal con título de Consejo). Digo pues, que aun cuando sea cierta la   —312→   prohibición del Consejo de Castilla (de la que dudo mucho), no sería del estampado en Pamplona, sino el de alguna otra impresión sujeta a su autoridad suprema, sin cuya licencia saliese a luz: motivo muy suficiente para ser prohibido, pero que en nada perjudica a la substancia del papel.

Dice lo quinto, que dio a luz el señor Isla el primer volumen de Fr. Gerundio de Campazas, el cual se prohibió por el Supremo Consejo de la Fe. Así es; pero sabe, o fácilmente pudo saber, que se empataron los votos, y los desempató el que más aplaudió la obra dentro y fuera de Madrid, diciendo que el autor era por ella benemérito de la Iglesia, y digno de que le levantase estatua la nación.   —313→   La censura que da el edicto a la obra es por contener muchas proposiciones mal sonantes, erróneas, heréticas o sapientes hæresim. Es muy justa la censura, porque verdaderamente se contienen en el libro, pero no son de su autor, ni la censura dice que lo sean: con que sólo fueron de los que predicaron los sermones, cuyas cláusulas se extractan con la mayor fidelidad y pureza, aunque sin nombrar los autores. No hay libro donde se contengan más herejías que la grande obra de Hæresibus que escribió San Epifanio; pero estas no son del santo que las impugna, sino de los herejes que las adoptaron.

Dice lo sexto, que fue bien hecho que se prohibiese por aquel Santo Tribunal,   —314→   porque verdaderamente hace ridícula la predicación evangélica de un modo no correspondiente a un cristiano español. El libro no hace ridícula la predicación evangélica, sino a los predicadores, que no sólo la hacen ridícula, sino profana, sacrílega, escandalosa y chocarrera: de modo que en lugar de ser predicación evangélica es una charlatanería pantomímica, teatral, fantástica y muchas veces bufonesca.

Dice lo séptimo, que don Miguel Cervantes hizo ridículos los libros de caballería de una manera que no es fácil imitarle, y logró el fruto que deseaba en su sátira; pero el señor Isla, cuyo ingenio es muy inferior al de Cervantes (esta es la única verdad   —315→   que dice), con mal modo quiso corregir y reprehender a los malos oradores, se malquistó con los buenos, y no logró la enmienda de los malos. El señor Isla, sí es que fue autor de una obra que salió a luz a nombre de un eclesiástico, párroco, graduado y opositor a cátedras en la universidad de Valladolid, muy conocido en gran parte de Castilla la Vieja: el señor Isla, vuelvo a decir, sí fue autor de Fr. Gerundio, no quiso reprehender a los malos predicadores, para lo cual ninguna autoridad tenía, sino corregirlos haciendo burla de ellos, para lo cual tiene autoridad todo fiel cristiano que tenga una onza de caridad, un escrúpulo de celo, y un adarme de juicio y de suficiencia.

  —316→  

Añade el señor Capdevila, que por haberlo hecho con mal modo se malquistó con los buenos, y no logró la enmienda de los malos. Por lo que toca al mal modo remítome a la aprobación del ilustrísimo señor Don Fr Alonso Cano, calificador de la suprema y general inquisición, académico de la Real Academia de la Historia, censor diputado por S. M. para la revisión de libros en estos reinos, redentor general de la Orden de la Santísima Trinidad, redención de cautivos, y finalmente obispo de Segorbe. Remítome a la carta de don Agustín de Montiano y Luyando, del consejo de S. M. y su secretario de la Cámara de Gracia y Justicia y Estado de Castilla, director   —317→   perpetuo de la Real Academia de la Historia, del Número de la Española y de las Buenas Letras de Sevilla, consiliario en la de las Bellas Artes de esta Corte, honorario de la de Barcelona, y entre los arcades de Roma Legintho Dulichio. Remítome a la del ilustrísimo señor don Joseph de Rada y Aguirre, capellán de Honor de S. M, su predicador del Número, cura de su Real Palacio, y académico del Número de la Real Academia Española, que murió obispo electo de Balbastro. Remítome a la del señor don Juan Manuel de Santander y Zorrilla, colegial mayor en el de San Ildefonso universidad de Alcalá, canónigo doctoral que fue de la Santa Iglesia de Segovia, bibliotecario   —318→   mayor de s. M. Académico de la Real Academia Española, y honorario de la de las tres Nobles Artes. Remítome, vuelvo a decir, a dicha aprobación, y a las tres eruditísimas cartas de aquellos cuatro ilustres sabios corifeos, todos de la moderna literatura española, las cuales se leen estampadas al principio del tomo primero de la Historia de Fr. Gerundio. Remítome también al prólogo con morrión de la misma historia, y en todas ellas verá Vmd. aplaudido y vindicado el que llama mal modo el señor Capdevila.

A lo que dice que con este mal modo se malquistó el señor Isla con los buenos predicadores, y no logró la enmienda de los malos, sólo puedo   —319→   asegurar a Vmd. que si se imprimieran las cartas gratulatorias que recibió el autor, así de la mayor parte de los señores obispos de España, como de los sujetos más distinguidos de varias religiones, dándole mil parabienes y mil gracias por el gran bien que había hecho a la religión y a la nación, se podía formar un volumen justo de ellas.

Dice también, que el segundo tomo tiene por titulo el Confesonario de monjas. ¡Furioso despropósito! Señal cierta de que ni siquiera lo ha visto. El segundo tomo tiene el mismo título que el primero, conviene a saber: Historia del famoso predicador Fr. Gerundio de Campazas, alias Zotes. Tomo segundo. Estampose no   —320→   sé donde; pero presumo que fuera de España por alguna copia sacada por quien nada entendía de la lengua castellana ni latina, supuesto estar tan lleno de tan enormes errores en una y en otra lengua, que ni aun yo mismo entendería lo que quería decir, si no tuviese el manuscrito original del mismo Lobón, en cuyo nombre se publicó el tomo primero, cuya perversa letra leo fácilmente en virtud de la costumbre.

Dice finalmente, que este segundo tomo con el disparatado título del Confesonario de monjas, le di yo al señor don Tomas de Vime, secretario de embajada del rey de Inglaterra en Madrid, amigo del señor Capdevila, y también mío, para que   —321→   le imprimiese en Londres. Protesto delante del cielo y de la tierra que no conozco al tal señor don Tomás de Vime, ni me acuerdo de que jamás haya oído nombrar al tal hombre, y hoy es el día en que no sé quien era el último embajador de Inglaterra en Madrid cuando le había en aquella Corte. Así que en esto hay tantas mentiras como palabras, y en los demás puntos casi tantas equivocaciones, o faltas de verdad, como especies se tocan: de donde podrá inferir Mr. de Murr lo poco o nada que se debe fiar de las noticias literarias que le comunica el buen don Antonio Capdevila, su corresponsal en la Villa de Chinchilla, &c. &c.





Indice