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Cartas familiares

Escritas por Don José Viera y Clavijo a varias personas esclarecidas, por sus dignidades, clase, empleos, literatura o buen carácter de amistad y virtud.

José Viera y Clavijo





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Al Sr. D. Antonio Capmany

Secretario de la Real Academia de la Historia



París 29 de Agosto de 1777.

     Muy estimado Sr. mío: Estoy en París desde el día 13 de Agosto. Usted esperará de mí una carta, y yo debo escribirla; pero es el caso que me hallo extremadamente embarazado al querer extender los dos asuntos que pudieran darla algún interés, por que sobre el uno hay mucho que decir, y del otro todavía hay muy poco. Con efecto, hay mucho que decir de este inmenso Pueblo, donde, aunque tal vez no se vea riada de nueva, se ven todas las cosas en grande, y lo grande admira. Protesto que no quiero que huela a elogio, la idea que formo de París, ni que parezca ligereza de un nuevo Abate empolvado, la satisfacción que me ocasionan muchas excelentes circunstancias que voy notando; mas sin embargo, amigo, es menester confesar, aunque Español sabedor de la historia de Carlos V, que el género humano tiene aquí el monumento más incontestable de su perfectibilidad, esto es, de los progresos de su civilización y de su industria, que otros no dudarán llamar corrupción, licencia, refinamiento, lujo, y vida sensual. ¡Cuánto celebraría yo que fuese usted testigo de esta sensualidad del gusto, de esta corrupción de las ciencias, de este lujo de todas las artes, y de este refinamiento de la sociedad, para condenarlo después en medio de Castilla la Vieja, en cuyos lugares como solemos leer en nuestra academia, hay siete y medio vecinos, un zapatero de viejo, veinte pobres de solemnidad, cuatro reses vacunas, &.

     Ya he visitado algunas de las academias de Francia y de esta Capital. El día de San Luis asistí a la distribución, de premios de la célebre academia Francesa, cuyo concurso de ambos sexos fue muy numeroso, y lucido, y daba gusto de ver resonar los aplausos y palmoteos al [4] oír leer aquellos pasajes más elegantes y sublimes. ¡Como entendían, aun las mujeres, en donde estaba toda la fuerza del pensamiento, y se adelantaban a victorearlo! Es lástima que la pieza de las juntas sea tan estrecha, para tan plausible función. Yo entré con billete de Mr. D'Alembert, porque sin billete no se entra, y tuve la satisfacción de ver las caras a los Marmonteles, Condillacs, Tomases, La Harpes, Delilles, &c. Entre estos académicos había tres obispos, uno de ellos el famoso Montazet arzobispo de León, y algunos duques y pares, bien que eran los que allí llamaban menos la atención de los concurrentes.

     Estuve pues con el mencionado Mr D'Alembert, y éste es el segundo asunto de que debo hablarle a V. Le advertí del presente que V. le hacía por mi mano, y mostró agradecerlo. Después pasé otro día a su cuarto, que está en el Palacio del Louvre: no lo encontré porque a no ser muy temprano no se le encuentra, y yo vivo casi media legua del Louvre. Dejele a su suizo o portero el libro y carta de V. con una esquela de mi parte. No dudo que lo estará leyendo y responderá, para lo que le repetiré vista, luego que se vuelva a París un sujeto que lo conoce, y que me llevará consigo.

     También he regalado a nuestro secretario de Embajada D. Ignacio de Heredia, un ejemplar de la obra de V. Me ha ponderado lo bien que le ha parecido la gallardía del pensar, y aun el arrojo en la dicción y frase de la lengua; pero que el título de Filosofía de la Elocuencia, pudiera caer en la nota de afectado. Yo le dije que V. mismo había dudado mucho si lo aventuraría, hasta que se persuadió que no hallaría otro más expresivo de su argumento. El gusto no es el fuerte de nuestros españoles más aplicados, cuando se dan a la erudición.

     La España literaria era un jornal, o diario que salía aquí años pasados: he preguntado por él y me dicen que ya paró, por que el traductor castellano era un aturdido. En esto llevaba yo la intención de ver si se lograba poner en él algún extracto de la referida obra de usted, y solicitaría el que se publicase en otro de los varios periódicos que salen en París, sino fuese la gran dificultad de hallar quien entienda bien el español, y sea capaz de traducir en Francés. [5]

     Sírvase usted de avisarme como ha sido recibida por allá la Filosofía de la elocuencia, y de comunicarme las novedades que merezcan pasar de la parte acá de los Pirineos, y de ponerme a las órdenes de los compañeros de nuestra Real Academia, &c.



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Al mismo Sr. Capmany

París 7 de Febrero de 1778.

     Muy estimado Sr. mío: Si Mr. D'Alembert todavía no ha contestado a su carta de V., a lo menos fue ha acusado el recibo del libro, el día de la recepción del célebre Abate Millot, por individuo de la Academia Francesa, a cuya función asistí. Yo no, puedo aspirar por ningún título al orgullo literario de estos oráculos de la filosofía del siglo, que enmudecen cuando no son preguntados por grandes personajes, y por eso; aunque un poquito tarde, correspondo a la muy apreciable de usted, que recibí a su tiempo; esto es, luego que volví del viaje de Flandes, con la que tuve mucho gusto.

     He estado en la famosa biblioteca del Rey, no a otra cosa que a evacuar las citas que usted se servía encargarme de la obra. Des ordonances des Rois de France, por Mr. Sauriere y Secousse. Recorrí la pág. 135 del tomo 2.º en folio, y solamente encontré en ella un privilegio del Rey Juan, concedido a los Aragoneses y Mallorquines para comerciar en el Puerto de Hafleur, sin hacer mención de Catalanes. En el tomo 3.º pág. 166, 504 y 635 (y no en la 633, como usted ponía) habla de otro privilegio y ciertas exenciones dadas en 1381 por el Rey Carlos V a favor de los castellanos, para que pudiesen comerciar en Abbeville, Hafleur, etc., y tampoco nombra a los Catalanes. Busqué a éstos en todas las tablas y catálogos de dicha obra, pero no los hallé.

     Para el próximo mes de Abril, saldrá un nuevo jornal periódico, que se intitulará: Des nouvelles de la Republique des letres et des arts, por Mr. Champlain de la Blomcherie, conforme al prospecto que acompaño. Si acaso nuestra Real Academia u otras personas de ese microcosmo (1) literario, quisieren suscribirse pueden hacerlo, y puedo servirles, pues el autor es amigo mío. Me ha pedido [6] algunas noticias de España y entre las pocas que le he sabido dar, no me he olvidado de la Filosofía de la elocuencia, a fin de que se lo haga lugar en los primeros códices con el elogio que merece.

     Y antes de pasar a otra cosa, no quiero que se me olvide el decir a usted que he encontrado en una de estas librerías, cierto tratado Español del cual no tenía yo noticia intitulado: De la filosofía de las armas y de su destre, por Jerónimo Carranza, autor bien conocido, entre nuestros espadachines: cuyo título así que lo leí no pudo dejar de subministrarme un fuerte argumento contra los que has extrañado el de la Filosofía de la elocuencia que dio usted a su obra. ¿Fue lícito a Carranza en 1582 el bello siglo de oro de nuestros puristas, el llamar Filosofía uso de las armas, y no ha de serlo ahora el llamar tan bien Filosofía a la práctica de la elocuencia?

     Vuelvo al prospecto. Usted verá en él como el proyecto del autor, es constituirse él mismo, un común punto céntrico del buen comercio literario. Con efecto, ya empezaron en su casa desde Enero las asambleas, a las cuales concurren muchos extranjeros de mérito, y gran número de literatos y artistas sobresalientes de París. Allí se conocen, se tratan, se registran las obras nuevas, se ventilan puntos interesantes y son anunciados los concurrentes por el título de los escritos que han compuesto, y por los empleos literarios que los condecoran. Es una excelente tertulia, y como la bolsa del comercio de ciencias y artes.

     ¡Qué! ¿siquiera no ha de haber en Madrid un diario o papel periódico extranjero? Me parece harto fácil el recoger los mejores que se publican en la Europa, y luego recopilar sus asuntos, y refundidos, abriendo para ello una suscripción. Al menos no se ignoraría cuánto se adelanta de esta parte de los Pirineos, ni el estado de los conocimientos humanos en el resto del mundo.

     Hágame, usted la fineza de decir a nuestro compañero D. V. Subirás, que desde Octubre le tengo escrito, avisándole cómo había pasado a manos del célebre astrónomo Mr. de Lalande, sus cartas y pesos del Marco de Castilla, a tiempo que se hallaba fuera de París, y como me había acusado el recibo con la mayor urbanidad, advirtiéndome que enviaría los adjuntos a Londres. Ahora puede usted añadirle, que ya le he hablado personalmente, [7] y que ha dicho que tiene evacuado aquel encargo.

     Vd. llega hasta aquí, esperando que por último lo escriba yo algo de nuevo, o de agradable de esta moderna Atenas. Pero ¿qué sería de mi tiempo? ¿y adonde irán a parar mis reflexiones? Esto no es como eso, y ya lo he dicho todo. Ha vuelto a París al cabo de 27 años de ausencia el Néstor de la Literatura Francesa, y vuelve como Sófocles, para dar el teatro en los 83 años de su edad una tragedia (La Irene) que se representará pasado mañana por la mañana.

     Hay ocho días que están tomados los asientos. Mucha parte de la Corte y de las Villas, hombres y mujeres se han puesto en movimiento por ver y visitar a este fenómeno o filosófico del siglo 18, de quien nuestros expurgatorios hacen feliz memoria a cada paso. Luego que llegó quiso ensayar a los actores su tragedia; mas se acaloró tanto que le sobrevino una hemorragia por la boca de que hubo de morirse. Dicen que está mejor, y yo no añado más sobre este curioso artículo, por ser Voltaire, con razón materia prohibida para nosotros. Corto es el discurso y no lo acabo, pero eso no quita que usted mande &c.



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Al Sr. Doctor D. Casimiro Ortega

Primer catedrático de Botánica, individuo de la Real Academia de la historia de Madrid.

París 30 de Abril de 1778.

     Muy Sr. mío y compañero: doy a V. las más sinceras gracias por aquella tan favorecida como apreciable esquela que me ha entregado el Sr. Duque del Infantado, y que venía inclusa en la carta de V. para S. E. que recibió con muestras de particular estimación. Con efecto estamos en París y usted bien sabe, cuanto, grande, bueno y opulento se comprehende bajo este nombre. Somos testigos de los asombrosos adelantamientos de esta nación en ciencias y artes. Nos encontramos con innumerables sujetos, que cultivándolas, instruyen a un pueblo ya bastante instruido. Volvamos los ojos hacia nuestra tierra, hacemos la triste comparación, buscamos el modo de consolarnos, y sucede que aún sin querer nos acordamos de usted, o por que usted sabe parecerse en sus estudios [8] y aplicación a estos sabios de por acá, o porque estos mismos sabios casi no conocen ni preguntan por otro Español que por Mr. Ortega.

     Sin embargo, creo que nosotros tenemos más razón de admirarnos de lo ignorante que están los sabios Franceses, de las cosas de la España, que de lo instruidos que se hallan en las demás cosas. Herederos de un siglo de brillante literatura, comerciantes de este género, por interés y profesión, inclinada la balanza del orgullo, del genio de la moda, y de la reputación nacional hacia esta parte ¿que mucho se hallen casi todos tan adelantados en el gusto de los buenos conocimientos? Pero si es mucho, que siendo nuestros vecinos, nuestros émulos, y nuestras sanguijuelas, sólo envidien y sepan que la España posee muchos millones de pesos.

     Tal vez tendremos nosotros la culpa. Si fuésemos un poco charlatanes, si viajásemos, si alabásemos nuestras agujas, si escribiésemos periódicos y efemérides aunque fuese a costa de Inglaterra, la Italia o la Alemania, ellos nos conocerían mal, pero al fin nos conocerían. Mas nuestro mucho seso, nuestra constante taciturnidad, nuestra constitución y nuestra y nuestra venerada pereza, siempre nos forzará a hacer en medio de la Europa un género de vida monacal, inútil, ignorada y obscura hasta tanto, que por alguna casualidad imprevista, se monte esta máquina a nivel de las otras.

     El Martes de esta semana asistí en el Louvre a la entrada, de la Academia de las Bellas letras, después de las vacaciones de la Pascua. Leyó Mr. Dupui Secretario perpetuo el elogio de Mr. Brosse, traductor y editor famoso del Salustio; y Mr. De-Guignes, una disertación sobre lo falso de la antigüedad, cultura, y monarquía de los Chinos; deduciendo de sus mismos autores que sólo pudo comenzar a florecer 600 años antes de J. C. También Mr. Rochefort leyó otro discurso: Consideraciones sobre el influjo de los oradores en el Gobierno Democrático. Concurrió el célebre Mr. Turgor, el Abate Barthelemi, nuestro académico de la historia Mr. Desormeaux etc.

     El miércoles se tuvo igualmente la asamblea de la academia de las Ciencias: con el mismo motivo, cuyo concurso de ambos sexos fue tan numeroso, que muchas personas de distinción tuvieron que sentarse en el suelo. Concurrió Voltaire, concurrió el inmortal Franklin y se abrazaron [9] y besaron ambos al encontrarse. Entonces ¡qué aplausos, qué murmullos, qué palmoteos del inmenso gentío!

     Mr. D'Alembert leyó en lugar del Secretario Marqués de Condorcet, por tener la voz más atiplada y sonora, primero el programa sobre la perturbación de los cometas en su curso; y luego entre otros elogios el del famoso Botánico Bernardo Jusieu. También leyó el célebre Químico Malher una memoria sobre el modo de hacer bueno el vino de uva mal madura, con azúcar.

     Los Sres. Marqueses del Viso, estiman las atenciones de V., y le hacen un afectuoso cumplimiento &c.



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Al Sr. D. Antonio Porlier etc.



Roma 5 de Julio de 1780.

     Muy Sr. mío y estimado amigo: El día 11 de junio en que acababa yo de llegar a esta famosa capital del Orbe cristiano, me favorecía V. con su apreciable carta, que recibí ayer, no sin el particular gusto de saber que V. se mantiene bueno, y que en fin el rey ha coronado la bella carrera de sus mitos, con el honor de hacerle su camarista de Indias. Doy a V. ilustrísimas y cordialísimas enhorabuenas, complaciendome verdaderamente en ello, por el sincero afecto que profeso a V., a su familia, a la patria, al rey, a las Indias y a los amigos; por ejemplo a nuestro D. N. a quien contemplo ya ajeno de todo humor melancólico.

     No llegó a tener esta satisfacción, nuestro tan malogrado, como dignísimo de más larga vida, Marqués de Villanueva del Prado, cuya temprana muerte, lloraré siempre sin consuelo, como que he perdido en él un verdadero amigo, y las Canarias el ciudadano de más luces que acaso hubo jamás en ellas. Me hallaba en Turín cuando recibí la fatal nueva, en carta del marqués de San Andrés, que V. ahora me confirma, y que todavía mezcla su sinsabor a todo cuanto puede divertirme en mi presente viaje de Italia.

     Éste sigue con viento en popa. De aquella corte del Piamonte pasamos a la rica Génova ciudad de edificios suntuosos, ciudadanos avaros, casas de campo lujuriosas por lo voluptuoso de sus jardines, y la magnificencia de sus [10] piezas. Traté: todos los días con confianza al célebre ex-Jesuita Lampillas, uno de los catalanes más vivos y más instruidos que ruedan por la Italia. Asistí a la procesión del Corpus, y vi a la cabeza de su negro senado, a su Dux vestido de colorado desde los zapatos hasta la gorra.

     De Génova emprendimos nuestra carrera por Placencia y Parma, pequeña corte agradablemente situada y con aire francés. Tuve la honra de comer con los señores infantes, duques en el sitio de Colormo. Luego marchamos a la ligera por Regio, Módena, Bolonia, Ímola, Faenza, Foris, Cesena, Rímini, y las ciudades del mar Adriático, como Pésaro, Fane, Sinigalia, Ancona, y Loreto. Aquí nos detuvimos para hacer nuestras adoraciones, en la santa opulenta y portátil casa de Nazareth, siguiendo la ruta por Recanate, Macerata, Tolentino, Foligno, Ferni, Spoleto, y Narni. Llegamos finalmente a Roma el referido día 11 por la tarde; y conducidos a este palacio de España por nuestro Embajador duque de Grimaldi; me hallo metido en lo más brillante, purpurado y violado del gran mundo eclesiástico, y rodeado de todo lo admirable con que lo antiguo y lo moderno, lo sagrado y profano, las artes y las letras divierten y aún oprimen por su abundancia la curiosidad y atención de los que viajan.

     El 15 a las 11 y media de la noche, tuve audiencia del Smo. P. Pío VI y besé su pie, en su misma cámara secreta, con mucha satisfacción mía, por su modo afable, y gallarda persona. Estaba con sotana, balandrán y solideo blanco, pelo postizo algo empolvado, zapatos de terciopelo carmesí, bordada en la paleta una cruz de plata &c. Acaso extrañará usted la hora de esta visita, pero debe saber que en Roma y en este tiempo las 11 de la noche se llaman las 3 por que las 24 son las 8 de la tarde de nuestro reloj, y que entonces es cuando empiezan las tertulias de todas las personas de distinción.

     La víspera de S. Pedro tuvimos el lucido espectáculo de la cabalgata y tributo de la Hacanea, que el condestable Colonna presentó en ceremonia al Papa en la Basílica del Vaticano, como embajador del Rey de Nápoles. Tuvimos la nunca bastantemente ponderada iluminación de la cúpula y fachada de aquel maravilloso templo, la cual siendo a prima noche de farolillos pequeños después en un abrir y cerrar de ojos, se cambia en vivas llamas de cazoletas [11] de alquitrán.

     Tuvimos los bellos fuegos artificiales del bello castillo de Santo-Angelo, que por el escape de unos prodigiosos conjuntos de cohetes voladores, que forman en el aire una muy brillante piocha se llaman la Girandola. Tuvimos las concurrencias de lo principal de Roma, la iluminación y refresco opíparo en el Palacio Colonna, y su soberbia galería, con una no menos soberbia máquina de fuego de artificio representando el templo de Marte consagrado por Rómulo.

     Al día siguiente, tuvimos también la bajada del Papa de su Palacio Vaticano a la Iglesia de S. Pedro, en silla gestatoria, procesionalmente acompañado del sacro colegio de Cardenales, Obispos, Auditores, Prelados, Generales de las órdenes, penitenciarios, músicos, alabarderos &c.: donde recibido por el Cabildo de Canónigos, tuvo capilla y celebró de gran Pontifical (2) con raras ceremonias, y sin igual ostentación, de que no tenemos cabal idea por allá. En fin tuvimos por la tarde las segundas vísperas muy solemnes, cantadas por mas de 60 músicos y por la noche nueva iluminación, girandola, fuegos de artificio y gran concurrencia con refresco en el Palacio Colonna.

     Actualmente giramos por esta vasta metrópoli, registrando con ansia cuanto podemos, que es muchísimo, y de que voy formando diario. Mañana iremos a Albano, para estar algunos días con el célebre Cardenal de Bernis a quien debemos mil atenciones; y después a Frascati a comer con el Cardenal duque de York.

     De Roma pensamos pasar a Nápoles, cerca de la Magdalena, y de vuelta de Nápoles correremos por Florencia, Liorna, Luca, Bolonia, Mantua, Milán, Padua, Venecia &c. y luego emprenderemos nuestro viaje a Viena, que es lo que ahora, puedo decir a usted precipitadamente.



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Al señor Abate don José Guevara

Anticuario de la Real Academia de la Historia y Honorario del Real Consejo de las órdenes

     Muy Sr. mío y amigo, et Venerabilis frater: Tengo la precisa confianza de hacer a V. esta carta en forma de breve, ya que mis curiosas ocupaciones en Roma, no dan lugar a cosa más larga: y aun me habré de [12] ceñir conforme el encargo del Sr. conde de Campomanes, nuestro dignísimo director, a hablar a V. únicamente de medallas antiguas, bien que de las modernas se habla con más ansia en este país.

     En Turín donde se ha formado un monetario bastante rico, compuesto especialmente de las medallas halladas en las excavaciones de la antigua ciudad de industria, hablé a su director el señor Tarín, sobre cambio de sus duplicadas con las duplicadas de la nuestra academia, quien entró gustosísimo en el pensamiento, y desde luego quedó en formar catálogo de ellas que entregaría a D. José Ozcario, nuestro secretario de embajada en aquella corte, pero para esto ya ve usted se necesita el que la academia envíe otro catálogo de las suyas duplicadas al mismo Ozcario, quien me ha ofrecido servir en esto a la Patria, a la academia y a usted.

     Cuando estuve en Génova me decía el Señor Abate Lampillas, a quien traté todos los días con suma complacencia, que allí no había que tratar de medallas, sino de doblones; y sin embargo fue un Genovés el que en Parma me ofreció más medallas para el monetario que usted gobierna. Esto es el Señor Abate Schenone secretario de la Biblioteca del Infante Duque y Director de su monetario, el cual siendo ya muy completo va adquiriendo (3) una furiosa cantidad de medallas, sacadas de las nuevas excavaciones de Veleja no lejos de Placencia.

     Tratamos igualmente de cambios: quedó en formar catálogo de sus duplicados, entregarlo a D. Benito Agüero, encargado de negocios de España en aquella Corte, y este caballero, sujeto de mucho mérito e instrucción, en recogerlo y concluir el ajuste, luego que la academia se sirva remitirle el suyo, insinuándolo lo que deba practicar en el asunto.

     Aquí en Roma también he visto y admirado el completísimo y curiosísimo monetario del Vaticano, y el no menos curioso, y quizá más completo, del cardenal de Zelada, a quien debo favores cuya casa es un agradable modelo de los museos más completos.

     Hay por aquí otros muchos. Nuestro D. José Nicoas de Azara, posee algunas medallas rarísimas, en especial de las modernas, una en oro, de las que repartió Carlos V para que la llevasen al cuello los que, [13] después de su renuncia, le siguieron a su retiro de Yuste: y no hay duda que si la academia tuviese en Italia, algún encargado fijo hallaría ocasiones rodadas de hacerse con buenas alhajas de esta especie.

     Por lo demás bien puede V. creer que Roma es el imperio de los Eclesiásticos, y el paraíso de los Abates. Yo lo soy. El mismísimo Cardenal de Bojador, Fraile y con 77 años lo es, el Papa a quien besé el pie en su cámara secreta a las 11 de la noche que aquí llaman las 3, se hecha polvos. En suma, amigo mío, en Roma hay otras ideas de las cosas, y otras casas con razón celebradas. El jueves 15 de este, tuvimos en este Palacio de España, una muy lucida función con motivo de la ceremonia que ejecutó nuestro embajador duque de Grimaldi, por comisión de nuestra corte, de poner el Toisón al condestable Colonna. Fue padrino el marqués de Santa Cruz, y entre otros, cardenales concurrió el ya citado Boxadors, quien como individuo de nuestra Real academia, me hizo muchas preguntas para informarse de su estado y tareas.

     Hoy es víspera de san Pedro, así tendremos esta tarde el espectáculo divertido de la cabalgata y entrega de la Hacanea que hará al Papa, el mismo condestable en nombre del Rey de Nápoles. Tendremos esta noche la soberbia iluminación de la cúpula y fachada del templo de S. Pedro, la Girandola y fuegos de artificio en el castillo do S. Angelo: y mañana capilla Pontificia, misa solemne que oficiará el papa, música &c. &c. Dada en Roma a 28 de Junio de l780.



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Al señor D. Antonio Porlier &c

Nápoles 5 de Septiembre de 1780.

     Muy estimado amigo y Señor: Desde el día 22 de Julio entramos en Nápoles y no me pesa de ello. Figurese V. un temple delicioso, una vasta ciudad tendida a lo largo de la más espaciosa y bonancible bahía del mundo, en forma de dos medias lunas cuya entrada guarnecen como en perspectiva, las islas encantadas de Capri, Ischia, y Procida. Figúrese V. también por la parte de tierra, una cordillera muy verde y elevada, que vare espalda a la población, y en ella un castillo, bellas quintas, [14] bello monasterio de cartujos, bellos sepulcros de Virgilio y de Sanazaro que inspiran entusiasmo poético.

     Este monte por el paraje que llaman de Pusilipo, está horadado de parte a parte, para formar en la peña viva un camino de una milla de largo, obra de Romanos, alto de algunas picas en bóveda, y por cuya anchura pueden transitar al mismo tiempo dos coches para el paso y tráfico de Puzoli, de la antigua Cumes, del lago Averno, del Acheronte, la laguna Estigia, campos Elíseos, antro de la Sibila, Misena, ayes &c. Enfrente de esta ciudad de Nápoles y del otro lado de la Bahía, el famoso Vesubio, siempre coronado de humo cuando no de llamas, y a sus amenas faldas el palacio y sitio Real de Portici, las alquerías y jardines de Resina, con otras caserías y pueblos.

     Figurese V. además un enjambre (4) de un vecindario de 300000 almas que viven por la mayor parte en la calle, trabajan y ocian en la calle, y andan poco menos que desnudas. Un tropel increíble de coches, calesines, sillas, caballos, lacayos, y volantes: una abundancia inagotable de víveres, carnes, frutas, verduras, sandías y melones, puestos de agua fría, café, botillerías, pescaderías, tiendas &c. Una nobleza que sólo piensa de día y de noche en divertirse; que mantiene cuatro teatros y una casa Novile o academia en la que se juntan a bailar, cantar y jugar dos veces en la semana. Unos Reyes jóvenes que descansan de la falta de la fatiga de unas fiestas y festines con otros, siendo su más preexcelso timbre el presidir a las diversiones nacionales. Unos paseos, nocturnos de verano en airosas carretelas, nueva especie de coches abiertos, en que se acomodan 8, o 9, personas. Cenas de pescado y mariscos a la orilla del pacífico mar; embarques en los esquifes con música y acompañamiento, tertulias que se llaman conversaciones, orquestas y sorbetes en las casas, diez regimientos de guarnición, cuarenta mil pallestas o Abogados, infinitos clérigos y frailes de todos colores, que usan de abanicos y que se ven a todas horas en teatros coches y paseos. Mujeres de toda suerte de trajes con mantilla, con mantos y mantones; peinadas y sin peinar, cofias, con redecillas, con tocas y sin ellas. En Portici las célebres excavaciones de la antigua ciudad de Herculano, y el singular e incomparable museo, donde [15] se han depositado las grandes preciosidades que de ella se han extraído. Más allá de Portici la otra resucitada Ciudad de Pompeya objeto el más curioso y admirable que puede verse, pues verdaderamente lo es el pasearse por las calles de un pueblo según existían ahora 1600 años, entrar en sus casas, alcobas, baños, triclinios, hogares, bodegas, terrados: registrar sus templos, sus plazuelas, tiendas, cárceles, quintas y jardines, observar sus adornos, utensilios, manera de alojarse, &c.

     En Caserta a 5 leguas de Nápoles, figurese usted el más suntuoso palacio de la más bella arquitectura, con una gran cascada de aguas y un hermoso canal de pesca, formado de las que se trajeron de la otra parte de los montes vecinos por una montaña taladrada, y por encima de un soberbio acueducto de tres órdenes de arcos obra de nuestro Carlos III y digno de los mejores tiempos de los Romanos.

     En medio pues de este pueblo, y de tantos objetos de distracción, ha venido la favorecida carta de usted y las noticias políticas y literarias de esa corte, con la de los paisanos y amigos a quienes acuerdo mi fina voluntad. Políticas no las hay por aquí al presente, y de las literarias, sólo tengo el conocimiento del célebre D. Saverio Matel traductor del libro de los Salmos en verso italiano muy puro, el trato del no menos célebre Abate Galiani, autor del famoso diálogo sobre el comercio de granos; y la amistad de D. Cayetano Filangieri, noble joven militar, gentil hombre de Cámara del Rey, y sobrino de este Arzobispo, que acaba de publicar dos tomos en octavo de la ciencia de la legislación, obra muy recibida con singular aplauso, y que verá a su tiempo como que tiene en la materia tanto voto, con bastante placer.

     El día 12 del corriente pensamos dejar esta Metrópoli, y retrocediendo por Roma muy de paso, iremos por Pisa y Florencia siguiendo nuestro giro. En todas partes sabe V. que tendré el mayor gusto recibir las cartas de su apreciable correspondencia &c. &c.



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Al mismo señor Porlier

Viena de Austria 10 de Enero de 1781.

     Muy estimado amigo y Señor: Para que todas las principales [16] épocas de mis viajes, se puedan señalar con el gusto de recibir cartas de V. he recibido en esta corte de Viena su favorecida de 1.º de Noviembre en contestación a la que le escribí a V. desde Nápoles. Nosotros dejamos aquella bella ciudad en 16 de Setiembre después de haber sido testigos de la magnífica función (que llaman allí con entusiasmo de pie di Grota) en que los Reyes y toda su Real familia van a un cierto santuario de Nuestra señora en público, con gran ceremonia y pompa de carrozas de la corte, acompañados de toda la servidumbre de Palacio de ambos sexos, atravesando por medio de una carrera de 70 hombres puestos sobre las armas y de un ejército de coches, de un pueblo innumerable, y de una variedad de objetos increíble. En nuestra vuelta a Roma, repasamos la antigua celebrada Vía Apia, que describía Horacio de un modo tan agradable en su viaje a Brindes (sat. 5) y que después de haberse ignorado por muchos siglos su verdadera dirección, se acaba de descubrir entera y admirable bajo de las Paludes Pontinas a esfuerzos del Papa reinante, quien las ha hecho desangrar por medio de grandes canales; obra insigne que verá inmortalizar a Pío VI. Estuvimos un día y dos noches en Albano con el Cardenal Bernis, el caballero Azara, y el auditor de Rota Setmanat, pero en Roma sólo nos detuvimos a comer, a causa de la epidemia de algunas tercianas perniciosas.

     Si usted no se cansara de seguir todas; nuestras marchas, le diría que de Roma pasando por Bonciglione, Vitervo, Montefias con el Lago de Borcena, Acqua pendente, y otras ciudades del estado eclesiástico, entramos en la Toscana, país de caminos bien hechos, postas bien servidas, campos deliciosamente cultivados, mujeres hermosas, y paisanaje aseado, bien vestido y alegre, que es el verdadero termómetro de la felicidad pública. Estuvimos en Siena graciosa ciudad con una catedral Gótica, toda ella de mármoles por dentro y por fuera, por arriba y por abajo. En Pisa donde se admira la famosa torre inclinada más de 5 grados fuera de la perpendicular: un puente de mármol sobre el río Arno: un muy curioso gabinete de historia natural; jardín botánico, laboratorio químico: observatorio, biblioteca, universidad &c. En Liorna cuya Dárcena y Puerto es singular, y donde los Judíos de levante son muy guapos [17] y parecen ricos. En Luca, república y ciudad pequeña, triste, solitaria de innobles edificios, cuyo santísimo Cristo original del que está en Atocha, es tan celebrado, y cuyo príncipe o Gonfalonier, lo es por sólo dos meses, durante los cuales vive recluso en su Palacio con los ancianos o Senadores.

     Luego pasamos por Putoya y Prato, y llegamos el día 26 a Florencia, la 2ª Roma de Italia, por el número de excelentes estatuas, pinturas, edificios, antigüedades, curiosidades y demás objetos capaces de embelesar a cuantos viajan con buenos ojos. La galería del gran duque es digna por sí sola de que se haga un viaje para verla. Su gabinete de historia natural y de física, va a ser uno de los mejores de Europa, como que está bajo la dirección del célebre abate Fontana. Tuvimos audiencia de los grandes duques y vimos toda su numerosa Real familia que es muy bella. La señora Infanta recibió al señor marqués de Santa Cruz con muestras de singular satisfacción. En suma, el Domo o Iglesia catedral, los demás edificios, templos, los palacios, jardines, bibliotecas, especialmente la Laurenciana toda de manuscritos clásicos y antiguos, con otros monumentos públicos, ofrecen la idea de un pueblo que en todos tiempos ha sido opulento, culto y grandioso.

     De Florencia pasando el Apenino vestido de Castaños, nos fuimos a Bolonia, ciudad hermosa plantada en un país muy fértil. Su famosa Universidad, está ahora del mismo modo que todas las universidades famosas, esto es, unos fríos cadáveres de lo que fueron; pero por el contrario el instituto es hoy un gran alcázar consagrado a las ciencias, en cuyo recinto encierra lo más precioso que puede conducir a ellas, pues contiene academia de bellas letras, soberbio gabinete de historia natural, buen laboratorio, estupendas anatomías en cera, y modelos de todos los partos; gran observatorio astronómico, museo de máquinas de Física, galería de pinturas, monetario, gabinete de antigüedades, biblioteca, academia de nobles artes, jardín botánico &c. En esta ciudad fuimos muy obsequiados especialmente por el colegio español de San Clemente, cuyo rector D. Luis de Urrieta, nombrado para una plaza de oidor de Chile, lleva para V. una visita de mi parte. [18]

     Habiendo dejado a Bolonia pasamos por la ciudad de Módena, donde aunque estuve en el palacio del Duque y en su biblioteca, no vi al célebre abate Tiraboschi, antagonista de nuestro catalán Lampillas, y sucesor de Muratori.

     Seguimos el viaje por Mirandola, mezquina Ciudad, por Mantua, grande y bien situada sobre dos lagos muy hermosos: por Cremona otro bellísimo pueblo, y descansamos algunos días en Milán que me agradó infinito, por el aspecto, nobleza, y trato de sus habitantes. Es el París de Italia y no me admira que en vista de su situación, sus muchos canales de riego y de transporte, y de sus campos tan amenos, los cuales como toda la Lombardía parece que merecieron la predilección del autor de la naturaleza, no me admira digo, hubiese sido Milán en todos tiempos el objeto de la ambición de los soberanos.

     Pero dejamos a Milán y continuamos nuestra marcha por Bérgamo, Brescia, Verona, Vicenza, y Padua, todas ciudades considerables del estado Veneto, en cada una de las cuales nos detuvimos con gran gusto y provecho hasta desembarcar por último en la extraordinaria Venecia, surta como una armada de navíos en el agua donde todo pareció nuevo a nuestros ojos, todo puentes y canales, todo máscara y banta, todo góndolas y poetas. Comimos todos los días con nuestro Embajador marqués de Saquilace, quien después de haber salido de Madrid y del Ministerio por haber perseguido las capas largas, se halla condenada a andar de capa larga casi siempre como todos los Venecianos.

     Aquí se terminó mi envidiable giro de Italia, y el día 6 de Noviembre emprendimos el viaje de Alemania, cuyos caminos encontramos tan ocupados de las nieves y de los hielos, que hubo día en que solamente hicimos dos postas. Ellos todos están bien hechos, pero son agrios y montuosos. Pasamos la Stiria, la Carintia, la Istria y llegamos el 18 por la noche a esta Capital, habiéndonos salido al encuentro en la Ciudad de Grate en la Stiria, algunas postas antes, el Señor Conde de Aguilar, nuestro embajador, en cuya casa estamos muy bien alojados, como puede usted suponer; pero llegamos en tan fatal ocasión, que luego se puso mala la Emperatriz Reina María Teresa, y el mismo [19] día en que debíamos ser presentados en Palacio, se le administraron los sacramentos y dentro de poco tiempo murió con sentimiento universal. La vi de cuerpo presente, y asistí a su entierro en el Panteón Real de los Capuchinos. Iba haciendo duelo el Emperador José II y el archiduque Maximiliano, sus hijos, y el Duque Alberto de Sajonia su yerno, todos con capas negras de lanilla y una larga falda, sombreros redondos, unas bigoteras también negras, que bajaban desde el labio superior hasta el pecho, guantes blancos &c. El Catafalco o Capella ardente estuvo continuamente encendido tres días con sus noches en la Iglesia de los Agustinos que es la capilla Real Imperial. Ahora no me falta sitio decir a Vd. algo de Viena. A la verdad el recinto de esta ciudad no es grande, pero todas sus casas son altas y ostentosas; y aún sus arrabales por fuera de las murallas y puertas tienen mucha extensión y están bien fabricadas. Hay buenas calles y buenas plazas; gran número de coches, gente muy bien portada, excelente iluminación de redomas de cristal por las noches. Una nobleza brillante, un trato franco, convites espléndidos casi todos los días, de modo que ya hemos concurrido a más de 20. Conversaciones, o como nosotros decimos tertulias lucidísimas, de damas, caballeros, juego, iluminación &c. Pueblo extremadamente devoto, Iglesias no tan buenas. Profesores de música en número de 4000 según se me ha asegurado, buen palacio, gran biblioteca, universidad, colegio Teresiano, gabinete de historia natural, célebre monetario, jardín botánico con un invernáculo todo de plantas de Canarias, fábrica de porcelana, academia de nobles artes, galería de pinturas, casa de fieras, arsenales y armerías, sitios Reales, jardines, observatorio, casernas, escuela militar de niños, hospitales, un paseo que el emperador Carlos VI mandó hacer a imitación de nuestro Prado de Madrid, por lo que le llaman el Prater &c. &c.

     El frío es grande, y ha sido tan cruel el invierno que casi dos meses ha estamos metidos en nieve. Me he paseado en Trenau o Slita por sobre el hielo de las calles y campos; y he visto helado el gran Danubio, espectáculo singular. Sin embargo es increíble la abundancia, que aún en este tiempo hay aquí de toda especie de ensaladas, y de verduras, ricos espárragos, alcachofas, y aun fresas. [20]

     Nos han visitado, y hemos visitado al inmortal poeta Cesáreo Pedro Metastasio.

     Esperamos la primavera para volver por Flandes y Francia a nuestra España, a donde deseo llegar para perfeccionar y publicar el tomo 4.º de mi historia de Canarias pues no sé si he participado a V. que en Roma (aunque a costa de algún dinero) descubrí muchas bulas originales, y noticias no menos curiosas que ignoradas, por lo que han de dar una nueva luz a las antigüedades de aquella Iglesia.

     Haré con gusto la diligencia de que en esta fábrica se ejecute la caja de porcelana, que V. desea tener, y si yo lo hubiera sabido antes, en Nápoles se hubiera hecho o en Florencia. Renuevo a V. las veras de mi fina voluntad &c. &c.



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Al Exmo. señor Conde de Aguilar

Embajador de S. M. C. en la Corte de Viena &c.

Madrid, Julio 19 de 1781.

EXMO. SR.

     Muy Sr. mío: El día 11 del corriente mes de Julio llegamos a Madrid: y como no esperaba yo a otra cosa para consagrar a V. E las primicias de mi pluma hasta aquí tan estéril; casi sin descansar tengo la complacencia de satisfacer a esta primera obligación tan debida por muchos títulos. No diré de nuestro viaje que ha sido tan largo como feliz, pues no deja de ser feliz un viaje, porque se rompa el eje de algún coche, porque sea necesario echarle muchas ruedas nuevas, o porque llueva tanto que mojándose mi cofre y mi maleta se vuelva verdinegra toda mi ropa blanca, y mis zapatos de negros se transformen (5) en encarnados. Todo esto no quiere decir nada, mayormente, cuando fue de París acá, cuando hemos gozado siempre de perfecta salud, y cuando no sentíamos en el camino la menor molestia, porque la vista y deliciosa compañía de mi Señora la marquesa, volviéndonos perros perdigueros como V. E. decía, hacía que nos pareciesen las jornadas muy cortas.

     Con efecto, ni V. E., ni el señor marqués de Santa [21] Cruz ni el Abate Viera (que es lo más) habían conocido antes de salir de Viena, todas las prendas personales de esta señora, esto es, su amable índole, su prudencia, su fortaleza, su alegría, sus gracias, su viveza y garabato para ganarse las voluntades de cuantos la tratan, o la ven. Por todas las ciudades en donde hemos hecho alguna mansión en Lintz, en Munich, en Augsbourg, en Manheim, en Maguncia, en Colonia, en Lieja, Aquisgrán, Bruselas, Mons, Cambray, París, Orleans, Burdeos, Bayona &c., no es ponderable la impresión que ocasionaba su presencia en toda clase de personas. Debe entrar también en parte de este elogio (que hago con más gusto que el de Felipe V) el que, aunque es verdad, que le costaban lágrimas las despedidas de sus hermanos en Augsbourg, y de sus hermanas en Bruselas y en Mons, y últimamente de la señora duquesa del Infantado, y la marquesita viuda del Viso en París, su discreción y buen humor venían dentro de pocas horas al socorro de su ternura y se disipaba el nublado.

     La entrada de estos señores en la ciudad de San Sebastián, que es lo mismo que decir en España, fue lo más magnífico que se pudiera prevenir: por que la salva de los castillos, la tropa sobre las armas, los tamborcillos del país, los vivas de los muchachos, y la Ciudad (que no deja de ser populosa) puesta en movimiento dentro y fuera de las murallas, todo daba un aire de triunfo a la función. No fue tampoco menos regia la fiesta con que los obsequió el Ayuntamiento dos días después, en que hubo gran iluminación en la plaza, novillos, caricadanza universal, baile y refresco en las salas consistoriales hasta las 2 de la noche, orquesta &c. Pero esta buena idea que los Vizcaínos pudieran dar de nuestra España la echó luego a perder el paso por Castilla la Vieja, la chocha, la decrépita, puesto que no veíamos sino lugares dispersos, ya casi demolidos, hombres y mujeres con figuras de espectros, todos negros, puercos, y cubiertos de andrajos.

     En fin como he dicho llegamos a Madrid serían las 7 de la tarde. El señor duque del Infantado que como V. E. sabe, había venido de París, fue el único que salió a recibir a estos señores quienes se apearon en casa de la señora duquesa de Arcos; de allí pasaron al cuarto de la señora duquesa de Miranda y camarera mayor en Palacio, y después vinieron a esta casa que estaba muy [22] iluminada, donde se hallaban para el recibimiento las señoras sobrinas condesas, de santa Eufemia y de Cortés. Hubo gran cena &c. Al día siguiente tuvimos espléndida comida en casa de la de Arcos: ayer sábado en Palacio en el cuarto de la camarera, y hoy ha sido la presentación en la corte, y la toma de la almohada, con expresiones de agrado y particular benevolencia de parte del Rey y de los Príncipes. Por lo demás bien puede considerar V. E. la sensación que habrá hecho esta señora Alemana en un pueblo, tan novelero como Madrid, especialmente en el sexo de los cascos alegres.

     Creo que a S. E. sólo le habrá hecho mucha impresión, el desaforado calor de Julio, y la figura no menos desaforada de clérigos hopalandos y de cabellos mugrientos, que ve hacemos aquí el señor D. Pedro de Silva y yo, después de habernos visto fuera de España a nivel de los Abates más solemnes.

     Y pues ya es tiempo de hablar de mí, digo, que restituido a Madrid, ¿cómo no había de echar menos a Viena? ¿A nuestro amable embajador de España? ¿Al ponche del arzobispo de Olmuto? ¿A los chorizos del doctísimo P...? Casi no he salido todavía de casa, ni visto, las luminarias por la conquista de Panzacola, ni las nuevas fuentes del Prado, ni el famoso jardín botánico, ni los premios de la academia de san Fernando, ni lo que es más al plenipotenciario de V. E. don Bernardo Martínez de Barranco. Así no tengo nada de curioso que añadir a lo expresado, sino pedir a V. E. por favor me haga la honra de decir a cuántos debo escribir atentamente mi feliz retorno a este santo monasterio de España, en esa respetable casa de V. E. que lo haré sucesivamente por los correos que vayan saliendo, y lo haré por orden alfabético inverso, para poder empezar por Iriarte, y acabar por Bosarte. ¡Oh como me acuerdo con ternura de todos! y del pariente de San Camilo que me ha escrito una preciosa carta en Alemán. Yo le responderé antes que se me olviden las pocas frases que aprendí de esta lengua bajo su disciplina.

     Añada V. E. mis respetos a Monseñor Nuncio Garampi, al señor conde Galeppi, su auditor, y a mi señora la condesa de la Puebla &. y añada también mis mayores expresiones de gratitud, de afecto y de admiración a las prendas [23] de V. E. con cuanto lo dictare, aquel generoso concepto que de mi buen carácter le he merecido y espero siempre merecerle con muchas órdenes de su agrado. &c.



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Al señor D. Domingo Iriarte

secretario de la embajada de Viena, y Ministro de S. M. Católica cerca del Rey y República de Polonia.

Madrid Julio 17 de 1781.

     Muy señor mío y dueño: Se acabó mi silencio con mi viaje. Y veame Vd. aquí en esta cama calorosa, seca de Madrid, a manera de un hombre que despertando de un largo sueño, cree haber visto variedad de países deliciosos, observando mil objetos a cual más agradables, y tratado muchas personas de todo respeto y amor ¿Si será verdad que he estado en Viena? ¿Si será cierto que he logrado conocer más de cerca, y he sido favorecido de un caballero Iriarte, de un hijo admirable del Teide, hecho por el genio amigo del género humano, nacido para la amistad, dotado de ideas rectas, y costumbres suaves, mi rival en la afición al dulce y a dormir bien, mi vencedor en todo linaje de método y de previsión? A lo menos el señor marqués de Santa Cruz, aún a medía noche, no cree que el haber estado en esa corte, ha sido un vano sueño; y mi mandíbula inferior no halla tampoco que hubiese sido un fantasma, aquel gigantesco Alemán que se echó de repeso sobre mí, para sacarme la mejor muela de su arsenal, pues todavía está la brecha visible. Pero cuando todo hubiese sido sueño, como el que se acordará V. tuve yo, de que me había convertido en las que se llaman partículas inseparables de la lengua tudesca; yo no puedo olvidarlo, y lo preferiré siempre a los sucesos más reales y más lisonjeros de mi vida.

     Mucho nos hemos divertido en nuestro último viaje, ya al paso por la Baviera, Suevia, y ciudades del Bajo Rhin, ya en Flandes ya en París, ya en San Sebastián de Guipúzcoa, y lo que es más que todo, en el país de los Hotentotes de nuestra Castilla la Vieja. Pero ¡Ah! Y no está con nosotros, y las memorias de los buenos ratos de Viena, no eran menos tristes para mí, que para la señora marquesa expatriaba. En estos casos no queda otro consuelo [24] que el de la pluma, ni más desahogo de la ausencia, del cariño, del reconocimiento, de la amistad, de la hospitalidad, y demás Dioses tutelares de las almas sensibles, que el de escribirse cartas. Las cartas las inventó el afecto.

     No conoce este placer mi primo D. José Clavijo, pero se desquita con hablar de usted horas enteras: así luego que me vio no hablamos de otra cosa. Lo mismo me sucedió en París con el amigo D. Eugenio Izquierdo, y temo encontrarme con quien conozca a usted por que no me pegue tales ropillas. En recompensa de estos sabrosos petardos, me lisonjeo que usted me dispensará de mi imaginado sueño, y que me habrá de dar documento de que había un tal hombre amable en Viena, así como pedía nuestro bibliotecario y Académico Casiri documento de que hubo un tal Rey Cabdon hijo de Cabdon, a lo que quería reducir todos los anales históricos; y con que usted tanto se reía. Aunque tengo escrito al señor embajador, y están bajo la prensa mis cartas para los nunca bastantemente ponderados amigos Bosarte y Lellis, pido a usted el favor, de que les haga presente mis cordiales memorias, y de que usted me mande en cuanto fuere de su obsequio &c.



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A don Isidoro Bosarte

Secretario del Exmo. señor conde de Aguilar y perpetuo de la Real academia de nobles artes de Madrid &c.

Hortaleza junto a Madrid 31 de Agosto de 1781.

     Muy estimado y memorable amigo mío: De los sus ollos tan fuertemente lorando=tornaba la cabeza y estabalos catando. Estos versos del antiquísimo poema del Cid, que V. tiene tan de memoria, deben ser ahora también mi testo, porque acordándome de aquellos mis pasados y bien empleados días en la compañía de V. (que en buen hora nazca) me siento poseído de la misma agradable melancolía, que V. me pronosticaba como tan práctico en la teoría de las sensaciones, particularmente de las que se despiertan con la ausencia. Bien puede V. concebir con cuánta viveza me pellizcarán las especies y preciosas anécdotas, que sazonadas con las disputas concuasantes de don Eugenio Izquierdo; y demás consabidos interlocutores [25] animaban nuestra imaginación, y hacían deliciosa nuestra sociedad, nuestra existencia, nuestra mansión en Viena y nuestro invierno alemán. Pero todo ha pasado, y no veo como el Cid, sino Alcaldaras vacías y husos sin candados, sin pieles y sin mantas.

     Mientras duraba nuestro viaje por Alemania y Flandes, mientras me divertía en la feliz mansión de París, y seguíamos la marcha por Francia, Guipúzcoa, Álava y Castilla, como vivía mi atención distraída con tanta variedad de objetos, ni tenía lugar para reflexionar en mis pérdidas, ni necesidad de escribir a usted lamentaciones. Ahora lo hago no sólo para cumplir con la dichosa deuda de mi amistad, sino también para consolarme en esta soledad de Hortaleza y de España, hablando con usted y figurándome que estamos todavía a la chimenea con gorro, paseándonos en la explanada con botas, o comiendo en fiacre o coche, aquella que usted llamaba figura o tropo retórico de comodidad ambulatoria y transportación local. Pero muy mal podrá una carta ser el equivalente de aquellos incomparables ratos; por que ¿cómo podrá una pobre carta filósofa, combinar, analizar, pensar, parir nuevas ideas, criarlas, discurrir, delirar? Una carta no sirve para esto, y si la escribiera yo de otro modo que como se escriben en España habría un tumulto.

     Una carta debe decir así; amigo, he llegado bueno a Madrid terminándose mi larga peregrinación el 11 del pasado Julio; y, como los calores, de esta devota, maja y coronada villa eran terribles, no me ha pesado el haber venido con los señores marqueses a ésta quinta y casa de campo de Hortaleza, en donde caí de la burra y recibí un porrazo muy razonable. La cosecha de granos ha sido abundante no así la de melones. Por las noches bailan estos paisanos seguidillas, y por el día me ocupo en herborizar o en extraer los aires de las plantas, según la doctrina y el método de nuestro amigo el célebre Ingen-houze. Madama Carlos cuya compañía y asistencia ha sido tan importante para la señora marquesa de Santa Cruz en el viaje y después del viaje, está buena y hecha una perfecta Española. Me encarga diga a usted un millón de cosas. Ya usted conoce el excelente carácter de esta señora Turinesa, y quizá no ignora que la otra Mademoiselle Alemana ha enfermado de tisis, lo que da compasión. [26]

     En el día no espere usted de mi otras noticias de esta región, por que la murmuración nunca es lícita, mayormente si es de la madre Patria. Yo sí deseo infinito tenerlas individuales y muy frecuentes de Viena y de usted. ¿Cómo le ha ido a usted con fray Sebastián del Piombo? ¡En qué altura se halla el árabe, el alcorán y Golio? ¡Cuánto hemos hablado de usted en París los amigos Izquierdo y Angulo! Entonces yo era todavía un Mr. L' Abbé, bien peinado con brillante calora y solemne rabat; pero ahora no soy sino un pobre cura motilón con hopalandas. Sic transit gloria mundi. Aunque tengo escrito a nuestro Embajador, al caballero Iriarte y al amigo Lellis, estimaré, que usted les repita mis expresiones, igualmente que a toda la benemérita familia. En fin hágame, usted el gusto de mantenerse siempre bueno, pero un poco más alto, y con alguna menos panza, según le decía el Abate Lena &.



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A don Eugenio Izquierdo

Director del Real gabinete de Historia natural de Madrid

Madrid 14 de Setiembre de 1781.

     Mi dueño y muy estimado amigo: Muchos días ha que debía estar escrita esta carta y respondida; pero aunque sea tarde ella habrá de hacer siempre el mismo papel. Yo siempre expresaré a V. mi cariño, y V. siempre me hará el favor de creerme su apasionado, y que si el tiempo no es nada para la naturaleza, tampoco lo será para nosotros.

     Estoy en nuestro gran convento de España desde mediado Julio. Pasé los calores del estío en la casa de campo de Hortaleza en compañía de estos señores y he vuelto a Madrid, donde pasaré los fríos del Invierno. Entre tanto me voy divirtiendo en este Museo que el señor marqués ha enriquecido de bellas máquinas de física, y de algunos instrumentos de química, ejecutando los más curiosos experimentos, concernientes a los aires fijos, o gases, a presencia de un concurso lucido en que no faltan damas de la primera jerarquía a manera de París. Con este motivo acabo de añadir un canto 5.º al Poema de los aires fijos, sobra los que se extraen de las plantas, conforme al [27] célebre Ingen houze, el cual se publicará un día de estos.

     Se ha aparecido un quídam recién venido a esta corte, quien me ha entregado un tomo de la colección académica (es el 11) sin más razón ni claridad que decir me lo enviaba usted de París; sírvase usted decirme sobre esto lo que no ha sabido explicar el mensajero.

     Sé que el señor don Pedro de Silva ha remitido a V. algunos juegos de los Quijotes de la magnífica edición de la Academia Española; y también sé, que por descuido del que cerró el balote no ha ido con ellos el gran Salustio del infante don Gabriel. El señor marqués de Santa Cruz se acuerda de V. con la estimación merecida, y desea verle luego en Madrid para aminar los progresos de esta nación, en los conocimientos de la historia natural, química, mineralurgia y metalurgia. Tendría V. mucho gusto, de ver el nuevo jardín botánico, que va a competir con los de París y de Viena, no menos que el aumento de riquezas del Gabinete de historia natural, de cual será V. luego director.

     En fin V. bien sabe que me vine de París sin ajustar el costo que tuvo la impresión de mi soneto en casa del famoso Didot. Sírvase usted advertírmelo y mandarme &c.



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Al señor abate don Antonio Cavanilles

ayo mayor del Exmo. señor actual duque del Infantado, célebre botánico y literato

Madrid 18 de Setiembre de 1782.

     Mi muy estimado amigo. En estos días hemos estado aquí bajo el azote de la fatal influencia del Norte, que después de viajar por toda la Europa llegó por último hasta las columnas de Hércules. Yo acabo de guardar la cama tres días no sin amagos de aquel memorable dolor de narices, que sufría en París ahora 4 años.

     Por la data de ésta echará usted de ver que permanezco todavía con estos señores en Hortaleza, donde nos dejó en Agosto el señor duque del Infantado, usted y toda esa respetable familia, tendrían en Spá la deseada satisfacción de recibir a S. E. pues por sus cartas sabemos que hizo todo su viaje con gran felicidad, y juzgamos que actualmente [28] estén ustedes ya en París o en la casa campo de la Chevrete. Nosotros ya tocaremos también un día de estos a decampar de este árido sitio y espero en Madrid las resultas del infructuoso de Gibraltar.

     Con efecto los contornos de Hortaleza no ofrecen a la botánica nada bueno, sino cardos y tríbulos, ni he encontrado en este jardín otras plantas nuevas para mí que la Lapsana, Stellata, el Erigeron graveolens, el Lithospermum Papilionaceum &. Yo había empezado desde mayo a hacer en el jardín Real de Madrid mi corte a la señora Flora, bajo los auspicios del profesor Palau mi amigo, pero la venida a este campo y la formidable piedra que cayó el día de santa Ana, dejando arruinado aquel jardín suspendieron casi a un tiempo mi diversión. Ya habrá pintado a usted el señor duque el mencionado huracán que observamos juntos en esta casa de Hortaleza; bien que entiendo tuvieron ustedes en Spá el equivalente de una furiosa inundación.

     Hace quince días que llegaron de Bayona los libros para el señor marqués de Santa Cruz y para mí. Creo que en París tendrá usted algunos otros que enviarnos, y aún hay que añadir los de la adjunta lista. Entretanto queda de ustedes &.



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Al mismo señor Cavanilles

Madrid 2 de Octubre de 1782.

     Muy estimado amigo y dueño mío: Llegó a su tiempo la carta con que V. me favoreció desde Spá con la agradable descripción de aquel país, de sus famosas aguas, de sus bebedores y zambullidores en ellas, de sus plantas particulares y de la salud de V. que sin necesitar de las virtudes de las unas ni de las otras, probaba de aquellas como medio químico, y recogía éstas como botánico rematado. Estas faustas noticias me hallaron en Hortaleza, lugar sin agua, donde refugiado con estos señores por huir de los calores de Madrid, me divertía también en herborizar; solía ir a la casa de campo de Chamartín, a respirar aquellos aires que en otro tiempo cargaba V. de descomunales milochas como buen Valenciano, caza con bastante desaire de una burra, y me daba un bello [29] porrazo, digno de una sangría y de tres días de recles.

     Hemos regresado de aquella airosa residencia, repasando el arroyo de Briñigal, la fuente de Castellanos y la plaza de los toros, mientras V. acaso repasaba las ciudades de Lovaina, Bruselas y Mons, repitiendo en sus desayunos aquellas célebres dosis de la manteca de Arderlek a que yo acompañaba a V. en aquellos días dulces y alegres cuando Dios quería, y disfrutando de las demás diversiones y satisfacciones que vuelan en contorno de esa respetable compañía.

     Aquí estamos actualmente en las ferias de espartos y de trastos viejos de la plazuela de la Cebada, tan poco parecidas a las que hemos visto por esos mundos. Hace buen tiempo y eso es lo mejor que hace. El antiquísimo sitio y bloqueo de Gibraltar permanece con perfecta salud; bien que el nuevo Puerto Mahón nos promete menos larga vida. Llegaron los cajones de libros, sanos y salvos, y todos han reconocido sus respectivos dueños Espero en la próxima futura remesa, los Linneos y compañía, pues si V. me empezó a volver el juicio con sus herbarios, me lo ba acabado de rematar el soberbio nuevo jardín botánico, que he encontrado, a vuelta de mis viajes, armado en tan poco tiempo como por encantamiento y brujería, y trazado con tal primor, que no dudo venga a ser uno de los mejores de Europa. El 2.º catedrático don Antonio Palau gran lineísta, es mi amigo, y el curso público que se da en una sala a que concurren bastantes oyentes, tiene un cierto aire Parisiense: Sic parvis componere magna volebant. Item espero que usted me habrá de hacer el gusto de enviarme el discurso de Mr. Camfort, a su recepción en la academia Francesa ya que se trata en él, el elogio del difunto e inmortal Condillac &.



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Al señor Marqués de la Villa de San Andrés, Vizconde de Buen Paso

Madrid 6 de Noviembre de 1781.

     Muy estimado amigo y dueño mío: Trátase en esta carta nada menos que restablecer nuestra antigua cordial y loable correspondencia, interrumpida fatalmente casi por tiempo de dos años, y por casi mil y quinientas leguas de [30] mundo. V. sabe mi gran viaje y puede suponer cuántos y cuan variados objetos habrán ocupado mi atención; pues en el discurso de un año, tres meses y cinco días, saliendo de Madrid, corrí fuera de España por Italia, Alemania, Flandes y Francia más de 580 postas, hice noche en 107 posadas, atravesé los Pirineos, los Alpes y los Apeninos, pasé o tuve a la vista 138 ríos, incluso el Ródano, el Po, el Tíber, el Íster, el Danubio, el Mein, el Rin, el Neker, el Mosa, el Mosela, el Escalda, el Sena, el Loira, el Garona &. 22 de ellos en barcas y otros por magníficos puentes: transité o estuve en 165 grandes ciudades, y en las cortes de Turín, Parma, Nápoles, Florencia, Módena, Milán, Viena, Munich, Manheim, Maguncia, Colonia, Bon, Bruselas, París &., a cuyos soberanos, por la mayor parte fui presentado, teniendo la honra de haber comido con dos. He visitado las repúblicas de Génova, Luca y Venecia, me hallé en 134 banquetes, con muchos cardenales, patriarcas, obispos auditores de Rota y monseñores: con primeros ministros, príncipes, duques, embajadores, nuncios, y damas de la mayor jerarquía, las más feas, las más hermosas, las más petimetras y más de moda. Vi 132 palacios, Reales sitios, quintas alquerías y casas de campo, con más de 80 jardines deliciosos. Sesenta y una galerías de las pinturas más exquisitas de los autores de las más famosas escuelas, 52 museos de antigüedades y de estatuas, gabinetes de historia natural y guardamuebles de príncipes, 48 grandes bibliotecas, 17 ricos monetarios de medallas y camafeos, 28 universidades y colegios de primera nota, 9 observatorios astronómicos: las 4 célebres meridianas de Toscanelli en Florencia, de Bianchini en la Cartuja de Roma y de Casini en San Petronio de Bolonia y en el observatorio de París, 13 academias de nobles artes, 8 laboratorios químicos, 6 teatros anatómicos, 4 grandes menagerias o casas de fieras, 13 arsenales y armerías curiosas, 19 fábricas recomendables, entre ellas 6 de porcelana: 60 iglesias catedrales, 5 sinagogas de judíos, 4 templos de Griegos, 36 hospitales y hospicios de ambos sexos, 33 teatros de comedias y de ópera: 61 monumentos de antigüedades romanas, templos, arcos, acueductos, palacios, baños, anfiteatros, vías, sepulcros, 10 lagos muy considerables, 15 jardines botánicos, innumerables fuentes, cascadas, canales de navegación y de riego, &c. [31]

     He estado en las admirables excavaciones del Herculano, en la resucitada ciudad de Pompei, en el singular Museo de Pórtici, en la famosa Grota dil Cane, en el lago averno, en la gruta de la Sibila, en la Solfatara, en el Vesubio. He visto las estatuas antiguas del primer orden tanto en Roma como en Florencia: la Basílica de San Pedro iluminada, la cabalgata de la hacanea, la girandola del castillo de San Angelo, la casa de Loreto; la rotunda, la misa Pontifical del Papa, el carnaval de Venecia, la torre inclinada de Pisa, la procesión del Corpus con el Senado y Dux de Génova, la galería del gran duque de Toscana, el instituto de Bolonia, el Domo de Milán, el sepulcro de San Antonio de Padua, el entierro de la emperatriz Reina de Hungría, el canal de Brenta, los cuerpos de los reyes magos y de las 11 vírgenes en Colonia: el Bucentoro y el arsenal de Venecia: el lavatorio de 12 pobres por el emperador; el Danubio helado: Hesíodo visitado por la mayor parte de los generales de las órdenes religiosas y de los primeros sujetos personalmente o por billete. He tratado los sabios y literatos de más reputación, los músicos y los instrumentistas de más celebridad. He observado los trajes, las costumbres, los usos, y lenguas de diversos países. ¡Cuántas academias, cuántos conciertos de instrumentos y voces! ¡Cuántas óperas, tragedias, conversaciones, cenas, juego de artificio, paseos, ferias, titiriteos, charlatanes, iluminaciones! ¡Cuántas iglesias, santuarios, monasterios, iglesias de griegos, armenios, protestantes Judíos! ¡Cuánta tropa militar, arsenales, casernas, plazas fuertes, fortificaciones, fábricas de armas y fundiciones, puertos, muelles, linternas, minas, puentes! ¡Cuántas obispos, cabildos, abades, frailes, monjas, reliquias, panteones! ¡Cuántas imprentas, librerías, estamperías, droguerías, boticas, aduanas, monedas!

     Pero en medio de todo esto que ha pasado como un sueño agradable me faltaba la correspondencia de V. y las noticias de la patria, que V. me sabía hacer tan interesantes. Descansado ya en Madrid espero su continuación mientras perfecciono el tomo 4.º de nuestra historia que deseo publicar luego, y después pensar restituirme a Canarias para pasar entre los amigos la vejez. [32]



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Al Señor D. Domingo Iriarte

Madrid 5 de Marzo de 1783.

     Amigo y muy señor mío: Quedamos de escribirnos por el Invierno: éste se ha pasado con su acostumbrada frescura y la primavera ha llegado ¿Quiere usted en ella una carta como unas llores? Pues lea y sepa lo que la gaceta de hoy dice: «El rey se ha servido nombrar para el arcedianato de Fuerteventura dignidad de la catedral de Canarias a don José de Viera y Clavijo.» Así puede usted participarla al príncipe Pahar, que iré a tomar la posesión dentro de uno o dos años y que desde allí le regalaré un guanche hecho momia.

     Con este acomodo en nuestra tierra, me prometo una vejez tranquila y obscura al modo que se dice lo pasan las almas de los buenos cuando separadas de sus cuerpos y del mundo, moran en unas islas afortunadas o campos elíseos, donde después de beber en el leteo el olvido de cuanto vieron, oyeron o supieron, se hartan de plátanos y membrillada, no respirando sino el aire de ignorancia y de la más canónica indolencia. Sin embargo conozco que toda el agua del leteo, no me podrá hacer olvidar de aquellos tan memorables días que pasé en Viena, ni borrar de mi gran memoria el simulacro del caballero Iriarte, arrimado a la chimenea quejándose de sus sabañones.

     Lo más apreciable de mi dichoso arcedianato de Fuerteventura (gran país de camellas y de perros de presa) es el que no me ha costado mas que un pliego de papel, quiero decir, un memorial a la cámara de Castilla y una visita en el Pardo al padre confesor del rey, y sin más padrinos ni diligencias vino el parto derecho. Me consultó toda la cámara por hacer a usted ese gusto, y el padre confesor, que no me había visto en Viena vestido de abate, despachó al instante conforme a la consulta.

     Esperamos que también venga muy derecho el de mi señora la marquesa de Santa Cruz, que se lo acerca por puntos después del más sano y robusto preñado que ha tenido doncella en este mundo. Creo que habrá de parir sin dolor o a lo menos sin pesar.

     El señor don Tomás, hermano de usted, ha luchado en [33] estos días con su atroz ataque de gota; pero ha vencido nuevamente a este enemigo. Crillón llegará luego triunfante del de la nación, y según un retrato suyo que aquí se ha publicado, parece que ha crecido cosa de media vara, que ha mermado 15 ó 20 años, y que se ha puesta más tieso y estirado que una lanza; bien que todo es un falso testimonio del retratista.

     Ahora se habla mucho en Madrid de la visita que ha ido a hacer a usted y a esa corte Imperial el señor Pío VI. Nuestros frailes y monjas están graciosamente alborotados, no sé si por efecto de envidia o de pena con lo que se les hace en Alemania. Vea usted cómo los consuela, y dando mis dulces memorias al buen repostero del Señor embajador, mande usted con despotismo, a su más afecto amigo.



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Al señor don Isidoro Bosarte

Madrid 8 de Marzo de 1782.

     Mein Herr y muy estimado amigo: En un año una carta no es mucha fecundidad de entendimiento: sin embargo, la reputación de Eujacio ¿consistió acaso en otra cosa que en haber hecho un libro y un hijo todos los años? Yo lo escribí a usted cómo era debido; usted me correspondió como era justo; y cátate pasado un año entero, y la potencia generativa de nuestras plumas exhausta. Ahora había pensado el escribir a usted largo y tendido, esto es, a medida de mi voluntad; pero meo veo precisado a ceñirme a una carta como de cumplimiento y reducida a dar a usted parte de mi promoción a un arcedianato de la catedral de mi tierra, a donde me retiraré dentro de uno o dos años para ser un ente venerable y estúpido, poco menos que aquellos venados del Prater de esa muy buena villa de Viena, cuya felicidad envidiaba usted, y por cuya suerte deseaba cambiar algunas veces la propia. Crea usted que para quien tiene algún conocimiento del mundo de los hombres, y aun de las mujeres, no hay más que dos cosas: o pedir sus inválidos y retirarse a pasar el invierno de la vejez a las islas beatas de los poetas en figura de arcediano de Fuerteventura, o irse a Alepo y Smirna a hablar el árabe como usted pretende, y formar su serrallo de las [34] hourices de ojos negros.

     Entretanto, no le hablaré a V. en este correo de nuestras noticias militares ni de las políticas, pues ellas van por sus pasos contados al cuarto del señor embajador. Tampoco hablaré de las literarias, porque en España no las hay dignas de V. ni de mí. El papel del censor acabó con el año, y parece que se prohibió su continuación porque no hubo de tratar bien a nuestros beatísimos padres y a no sé que supersticiones no menos reverendas. Se ha publicado el prospecto de la obra de su erudito amigo de V. nuestro ex-jesuita don Juan Andrés, y entiendo que no te faltan suscriptores. Ha salido una canción toda acabada en on sobre el general Crillón de que remito copia. Tampoco diré a V. nada de novedades eclesiásticas, porque sólo sé que nuestras capillas y corbatas devotas, andan alborotadas, con las providencias que les cuentan ha tomado el emperador en ese país, sobre frailes, monjas, procesiones, judíos, dispensas, votos y demás cositas que levantan la gente en peso, a que se añade el extraño viaje del Papa a esa Corte. Pero las personas sensatas no dejan de llevarle en cuenta a José II los muchos curatos que ha establecido, su instrucción, su popularidad, su amor al buen orden, con las demás raras prendas que adornan su persona. Yo a lo menos hablaré siempre bien de un príncipe, que me habló con tanto agrado, cuando le fui presentado por nuestro embajador.

     ¿Y qué diré a V. sobre novedades económicas? Que se ha plantificado un banco nacional y que se ha distribuido un indulto de Roma para poder comer de carne, en la cuaresma, con un edificativo sumario de los precios respectivos al carácter y bolsillo de los carnívoros que lo tomen ¿Y de novedades de política? Que se ha compuesto en la puerta del sol la fuente de Mariblanca; que se ha adornado el Prado con otra muy pesada del carro de Cibeles; que han puesto en otra no menos monstruosa un Apolo de Belvedere: que se están fabricando dos fuentes más, para que hayan cuatro.

     ¡Qué falta me hace un poco de usted para pensar cosas nueva, y ver la creación de ideas no encontradas! Por que, amigo, aquí no hay quien delire. Todo es letargo o cama soñolienta como dicen los médicos. V. me prometió [35] acullá un soneto enigmático que significaba el verso, pues no me lo ha enviado ni yo lo he visto. Hágamelo usted ver sino es invisible. Actualmente estamos en tiempo de cuaresma, así no puedo dejar de acordarme del divertido vía crucis de esos padres franciscanos nuestros vecinos, y del paseo famoso al calvarlo de Hernaals. Considero que usted tendrá muy adelantada su colección mineralógica, y que sabrá de memoria más textos del alcorán que de la Biblia.



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Al señor canónigo Newman

Madrid 9 de Marzo de 1782.

     Muy estimado Sr. mío, amigo y compañero: He recibido con la mayor gratitud la muy apreciable y recomendable carta de V. con fecha 8 de Enero, que don Carlos Leli me remitió, incluso la que V. se sirvió escribir igualmente al señor don José Miguel de Flores, secretario de nuestra Real Academia. Al mismo tiempo recibió el Ilmo. señor conde de Campomanes, nuestro director, por mano del Exmo. señor embajador de España la otra atentísima carta que V. tuvo a bien dirigirle, con un Spécimen de la dedicatoria en forma de inscripción antigua de la 2.ª parte de la muy erudita obra de V. sobre medallas inéditas que V. quiere consagrar a este cuerpo literario.

     Todo se leyó en una de sus asambleas ordinarias, y por las respuestas de los mencionados señores director y secretario, que deberá V. recibir por medio del mismo señor embajador, quedará V. asegurado de la alta estimación y reconocimiento con que la Academia no ha dudado admitir este presente, conociendo muy bien que una dedicatoria tal colocada al frente de obra de tanto mérito, por un individuo que la hace tanto honor, le ganará mucha reputación y fama.

     Igualmente tengo la satisfacción de decir a usted que el señor abate Guevara anticuario de la Academia, tiene prontas algunas antiguas medallas españolas que se remitirán a V. por el conducto del mismo señor embajador conde de Aguilar, a quien las dirigirán sus apoderadas en esta corte. Con ellas irán también las correspondientes explicaciones, [36] y aunque son diferentes tipos, sentimos que su conservación no sea lo más aventajado.

     Últimamente doy a usted las más cordiales gracias, por las muy urbanas expresiones con que me favorece; ya deseandome toda prosperidad a la entrada del año corriente, y ya felicitándome por la dignidad en que he sido promovido para la catedral de mi país. En todas distancias y destinos será para mi gran complacencia la correspondencia y amistad de usted a quien escribo esta carta en español, a fin de darle ejercicio en una lengua que comprehende y ama, el que ya nos pertenece por título de digno académico de nuestra historia.



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Al señor don Isidoro Bosarte

Madrid 1.º de Junio de 1782.

     Muy estimado amigo mío: Luego que recibí aquella famosa carta en que V. me refería en lengua arábiga la llegada del Papa de Viena; tuve ocasión de mostrársela a nuestro célebre musulmán don Miguel Casiri, quien al leerla, pareció penetrado de aquella misma especie de complacencia que sentía don Quijote, cuando se encontraba con un caballero del Verde (6) Gabán, o de la blanca Luna. ¿Quién es este Cabdon? Me decía en su estilo «¿Es español? ¿Dónde está? ¿En dónde ha aprendido la lengua divina y circuncidado su pluma? ¿Qué hace en Viena? ¡Oh si lo tuviera yo a mi lado! Este es un hijo del demonio, que si estuviera en Madrid tendría que comer. Escribe bien, hice buen carácter, y las faltas de ortografía y de propiedad son disculpables en un principiante que trata un asunto tan nuevo como el del Pontífice romano en Alemania. ¿Quién es este Cabdon? Infórmele de usted, de su aplicación y afición al árabe, de su penuria de buenos maestros, y de libros, de sus deseos, intenciones y destino; de su genio, entusiasmo, chinelas, pipa, panza y, costumbres orientales, &. y me encargó le dijese a usted, que usted escribía bien el árabe, y que se alegraría de tratarle, que sería lástima desmayase en la empresa, pues por acá no hay quien se aplique.

     Ésta fue mi primera sesión Casiriana. Posteriormente tuvimos otra en la que me advirtió, que el Ministro [37] de Estado conde de Floridablanca, le había dado a entender que el rey necesitaba de dos sujetos, a fin de enviar el uno a residir en Marruecos, y el otro a Constantinopla. Que para Marruecos, ya había tropezado (Casiri) con un mozo a medida de su deseo, y acordándome yo de haber oído a usted muchas veces que se alegraría, de poder ir a Constantinopla, y aun a Smirna o Alepo, le rogué al buen Casiri, pusiese las miras en usted que era bastante conocido del Ministro, y de más a más, publicista, jurista, controversista, filósofo, poeta, anticuario, humanista, dibujante, y gran Cabdon. Púsele por escrito su nombre de usted con letras gordas, y me quedé después imaginando a usted trasladado en cuatro días a la antigua Bizancio, paseándose por el arrabal de Pera, hablando guturalmente con sus queridos, los judíos, levantinos, armenios y dulciñotas, formando su serrallo de aquellas mercaderías que acuden de la Georgia y Mingrelia; y después de perfeccionarse en la lengua del profeta, volviendo a Madrid para ser bibliotecario de S. M. o catedrático de Árabe en los estudios de San Isidro.

     He tenido al mismo tiempo el gusto de recibir sendas cartas respuestas del señor embajador. Saludo a todos los amigos y a V. in osculo pacis, poniendo aquí punto a este escrito porque se marcha el correo.



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Al mismo señor Bosarte

Madrid 7 de Octubre de 1783.

     Muy estimado dueño y amigo mío: Hoy es día de San Isidro; y cuidado no lo sepa nuestro marqués de Squilace, y diga como cuando V. estuvo en Venecia. Aquí en casa hay otro don Isidoro, que llamen a don Isidoro. Sin embargo quiero con un motivo tan plausible como gótico, corresponder hoy mismo a la favorecida de V. de 26 de Febrero, a cuya fecha se divertía toda esa corte imperial con la llegada del Exmo. señor Alabado hijo del Siervo del Rey embajador de Marruecos, de cuya Africana persona, han transcurrido hasta aquí algunos retratos. Y cuando yo esperaba saber si V. había tenido alguna luz en orden a su destino cerca del Diván, se sale ahora con preguntármelo a mí. Yo lo que he podido [38] hacer es preguntárselo a Casiri; mayormente habiéndonos dicho este año la guía de forasteros, y ella sola, que España tiene un ministro con un secretario ambos llamados Bouligni en la Puerta Otomana. Casiri lo que me responde es, que no sabe nada de Cabdones; y que en días pasados pudo hablar con el señor Floridablanca, pero que como él estaba medio sordo, y el ministro no da mucha, audiencia, no tuvo tiempo de hablarle sobre el particular: que quizás en volviendo la corte a Madrid podrán entenderse los dos sordos, y hará por recomendarle el talento de V. mostrándole sus cartas Hispano-Arábigas.

     Ha muerto el célebre señor Figueroa, aquel Figueroa, que al mismo tiempo era Gallego, presbítero, monseñor, romano, capellán, beneficiado, cura, canónigo, arcediano, Obispo, patriarca, vicario general del ejército y de la real armada, capellán y limosnero mayor, gran canciller de la orden española, y gran cruz, caballero pensionado (7), comisario general y Juez apostólico de las 3 gracias, vice presidente de la junta de concepción, consejero de Castilla, camarista, gobernador del consejo y todas las cosas, habiéndole servido de extrema unción la consagración Episcopal, y dejándolo todo con 10 pares de calcetas de Galicia sin estrenar, y verosímilmente otros tantos perniles de Candelas. Todavía no se ha cambiado en moneda suelta este doblón de a 8, con cuyos despojos óptimos ya usted ve cuantos hombres útiles y honrados se pueden vestir y acomodar. Con éste, he conocido ya en 5 años 4 patriarcas de las Indias, por lo que suelo cantar a mis solas y sin guitarra esta seguidilla.

                                                   Si en el fondo perdido                                 
pones tu plata,
no ha de ser en el fondo
de Patriarcas
por que al presente
no son los Patriarcas
Matusalenes


     La paz se ha publicado solemnemente, pero no los artículos definitivos de ella, ni las gracias consiguientes al parto de los Infantes gemelos; bien que estas se han hecho tan comunes que las hay antes del parto, en el parto, [39] y después del parto. No espero yo ninguna, aunque actualmente ocupado en componer la oración gratulatoria al Rey con ambos motivos en nombre de mi Academia de la historia.

     Mr. Carlos de vuelta de esta corte le ha hablado a V. tanto del señor Cantero, que le ha movido la curiosidad de saber algo de este nuevo Intendente de policía; pero ya su fama se ha obscurecido mucho. Sólo diré que este buen hombre, como no ha oído más campanas que las de su parroquia, creyó que la policía no consistía sino en tener las plazas, los mercados, y calles, pulidos y en simetría como una sacristía de Carmelitas Descalzas, y que el embarazo de la abundancia, la publicidad de las cosas, del abasto, era contra la buena policía de Madrid, por lo que la plaza mayor ya no ofrece aquellas perspectivas de comistrajos que sacaban los ojos, y aun ha declarado la guerra a los Valencianos del agua de cebada, y a los muchachos barquilleros y vendedores de la arena para fregar.

     En los días pasados anduvieron aquí las gentes como locas tras el héroe de nuestro vulgo el célebre don Antonio Barceló; pero no tras el héroe de nuestras Indias don Bernardo Galves, que también ha venido cargado de sus laureles. Ahora andan del mismo modo con las fiestas de la Beatificación de la hermana Mariana de Jesús, Mercenaria descalza, y con los milagros que le han hecho obrar los frailes en estos días.

     He puesto en poder de don Bernardo Barrana unas medallas antiguas, que por encargo de la Academia de la Historia, debo remitir al señor Newman canónigo de Santa Dorotea en esa corte; y con ellas recibirá también un ejemplar de mi elogio del Tostado que V. desea tener ad perpetuam rei memoriam.

     Los amigos Delhuyar, estuvieron en mi cuarto habrá dos semanas, refrescamos las memorias de los divertidos ratos que tuvimos juntos en Viena, y pasaron luego a los sitios para saber lo que dispone de sus conocimientos mineralógicos y metalúrgicos el ministerio. Con esto no digo más sino &c. [40]



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Al señor doctor don Casimiro Falces &c. canónigo de...

Madrid 3 de Abril de 1781.

     Muy estimado amigo y dueño mío: Corresponde a la apreciable de V. en que me da noticia de su buena salud, de su miedo a las enfermedades epidémicas que cundían por esa ciudad, de sus vistas con nuestro amigo Laso nuevo inquisidor de Barcelona; de sus cabildadas para la elección de un doctoral; pero no de su sede vacante por muerte del señor Ferragudo. Entretanto yo me divertía con la manipulación de diferentes aires fijos, a cuyos nuevos experimentos han concurrido en el museo de esta casa las señoras condesas del Montijo y de Santa Eufemia con otras personas lúcidas, al paso que también me ocupaba en corregir las pruebas de la impresión de mi tomo cuarto Canariense, que saldrá más rollizo que sus hermanos por contener la historia eclesiástica de la Diócesis, materia casi intacta hasta ahora. V. como tan aficionado a la música me pregunta si conocí en Bolonia al célebre P. Maestro Martini. Sí señor: efectivamente le conocí y le visité en su convento de P. P. Franciscanos de San Guillermo el día 9 de octubre de 1780. Tenía 75 años y parecía muy achacoso, aunque no dejaba de trabajar en sus obras. Había publicado 2 tomos sobre la historia de la música, y a la sazón estaba imprimiendo el tomo 3.º nos dijo que tenía hecha una colección de más de 1700 autores de esta facultad, cuyos libros y códices componen una pieza de biblioteca dentro de la principal del convento. En ella se registra un crecido número de retratos de los más famosos, profesores y compositores, todos pintados al óleo o en pastel. En otra pieza se halla una diversidad de instrumentos armónicos antiguos. Añadió que de la obra de Guido Aretino había podido recoger, hasta 12 manuscritos, los cuales no convienen entre sí, y entre uno de la biblioteca Vaticana, otro de la Ambrosiana de Milán que él tiene por el verdadero autógrafo, otro de la Laurenciana, audicea de Florencia, cuya copia me mostró, y otro sacado del que existe en el Escorial. El padre Martini cree que la mano musical ha sido invención posterior al dicho Aretino, pues no hace este escritor la más mínima mención de ella. Igualmente nos enseñó algunos [41] libros de coro y antifonarios, anteriores al mismo autor, los unos con una sola raya, y las notas y menudísimos caracteres encima, y los otros sin líneas sino solamente con notas sobre las vocales. Páselo V. bien &c.



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Al Exmo. señor Marqués de Santa Cruz grande de España de primera clase &

Gran Canaria 20 de Noviembre de 1784.

EXMO. SR.

     Muy señor mío y de mi mayor aprecio: Luego que llegué a Cádiz tuve la honra y el consuelo de hacer a V. E. una corta pintura de mis jornadas, y de las disposiciones de mi ánimo. Dije a V. E. que dentro de cinco o seis días saldría la embarcación que debía traerme a estas islas; pero no fue así, antes bien estuve detenido en aquel Puerto más de 15 días, y lo peor de todo fue que no estuve ocioso, por que al punto me acometió la famosa epidemia que llaman la pantomima, perverso mal, cuya calentura, dolores de huesos, y amargura de boca me postraron en cama cuatro días. Empezaba mi convalescencia que generalmente es larga y más penosa que la enfermedad cuando me embarqué por no perder la ocasión de buen barco, y de bandera sueca que es la más segura para en caso de moros. Fue la salida de Cádiz el 29 de Octubre con viento favorable, pero al segundo día entraron las calmas, y al 4.º se armó contra nosotros una borrasca de viento y mar tan deshecha que nos hubiéramos perdido si la providencia no la hubiera hecho amainar, bien que tardamos 15 días en un viaje que ordinariamente es sólo de 6 ó 7. En fin llegué a mi casa y a mi iglesia el 12 del corriente mes, pero tan delicado que con dificultad me voy recobrando, sin embargo del benigno temple de este país donde actualmente está el termómetro a los 16 grados sobre la congelación.

     He creído deber dar a V. E. noticias de estas pequeñas aventuras, sabiendo que se interesará en ellas por el favor que le merezco, y porque V. E. cerciorado de mi paradero en esta tierra me continúe sus honras, me mande siempre alguna cosa en que servirle, y se sirva [42] avisarme de cuando en cuando de su preciosa salud, de la de mi señora la marquesa y de mis queridos ahijados en especial de los progresos de mi hermoso Pepe Silva Waldestein, tein, tein, con quien sueño y de quien a cada paso me acuerdo con muchísima ternura igualmente que de toda la casa y familia de que fui parte tantos años.

     El comandante general de esta provincia Marqués de Branciforte que reside en la Isla de Tenerife, me ha escrito una carta de bien venida sumamente atenta y expresiva: oigo generalmente hablar bien aquí de su gobierno, por el desinterés y espíritu de paz con que hasta ahora se conduce. El conde de Galves mi amigo, que va a la Habana y salió de Cádiz al mismo tiempo que yo, llegó también a Tenerife, donde se detuvo algunos días registrando aquellos parajes en que había enredado siendo muchacho. Fue muy obsequiado, aunque había acontecido poco tiempo antes en el puerto de Santa Cruz la calamidad de haberse quemado 50 casas y almacenes la noche víspera de San Miguel cuando se preparaba una función para celebrar la fiesta del referido comandante.

     Estas son las noticias con que puedo ocupar ahora la atención de V. E. desde este retiro en donde es muy regular que yo eche de menos las de Madrid, y sobre todo las pertenecientes a V. E. que serán siempre para mí la más importantes, además de las literarias y políticas. Para divertirme con éstas que V. E. me hará el prometido favor de remitirme los Mercurios de Francia por mano de don Antonio Méndez, vecino de Cádiz, según se fuesen proporcionando las ocasiones, a mi cuidado el aprovechar (8) la primera que se presente para cumplir con el encargo de enviar a V. E. los célebres confites de piedra de este país con algunas lavas especiales que merezcan lugar en el museo de V. E.

     Ratifico las veras de mi cordial obediencia &. G.



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Al señor marqués de Villanueva del Prado

Canaria 18 de Enero de 1785.

     Mi querido amigo y estimado dueño: Hasta que V. no haya dejado a París, de donde, como un inglés decía, [43] nadie suele salir alegre, y se haya retirado de Europa, a este rincón aislado del África, no podrá fácilmente comprehender la complacencia que se gusta con el recibo de las cartas y noticias de un buen amigo, que escribe desde aquella gran capital, y le habla con el mismo lenguaje a que estuvo acostumbrado, en otro tiempo, pero que por acá, no se usa, oye, ni entiende.

     Habrá 6 días que recibí por mano de mi señora la marquesa madre de V. y mi venerada comadre las 3 cartas muy apreciables de Octubre, Noviembre y Diciembre con que V. me ha favorecido en prueba de su verdadero cariño. Me enamora cuanto V. ha sabido anticiparse a mis deseos, proponiéndose así propio la ley de escribirme todos los meses, y hacerme partícipe de lo que vaya ocurriendo por ese gran mundo: y esto sí que es acordarse V. de la traza del País a donde me he venido, conocerme a mí, y conocer la necesidad que tendré de quien charme esta soledad con algunas noticias gratas. En fin, esto es hacer V. progresos en la moral, cuando, creo que no los va haciendo, sino en las ciencias naturales.

     Desde el mes de Noviembre que fue el de mi arribo a mi casa, y a esta isla de los Doramas y Guanartemes, tuvo la satisfacción de avisárselo a V. en carta que dirigí a Madrid a mi amigo y señor don Tomás de Nava, que no dudo recibiría V. a su tiempo, pero ella no podría competir con ninguna de las de V. en qua me habla de la mi buena Villa de París, y del feliz empleo que V. hace de su mansión en tan famosa corte. Me parece que yo mismo soy el que estoy ahí por la 3.ª vez, y que todo lo veo con sus ojos.

     El viaje atmosférico de los hermanos Robert, y los de Blanchard acreditan sin duda la estupenda invención de los aerostatos (9), pero la combinación que ha hecho Pilatre de Rosier, de los métodos de Mont-golfier y de Charles, acaso puede tener el peligro de que si el fuego del cilindro pasa por cualquier casualidad al globo, se puede inflamar instantáneamente todo el gas.

     He leído en una gaceta de Madrid, un artículo sacado del diario de París en que el mismo Pilatre de Rozier, convidando a los españoles con su nuevo museo público, elogia nuestra lengua y nuestras academias, cuyas atenciones [44] pueden muy bien ser fruto de la obrita apologética de nuestro Cavanilles. Si este amigo publicare ahí su disertación botánica de que me dio noticia, dígale usted que espero me la remita por mano del señor marqués de Santa Cruz como le tengo prevenido. No he sabido si se imprimió por fin en Madrid la traducción castellana sobre sus observaciones del artículo España en la Enciclopedia metódica, que yo había aprobado en Madrid por orden del consejo. Ínstele usted que me escriba, y en viendo a los señores duques del Infantado, hágales presente mi constante memoria y cordial respeto.

     Me parece muy bien que usted vaya siguiendo al mismo tiempo los tres cursos de física, química, e historia natural con tan acreditados maestros, quienes tengo la ventaja de conocer; pues aunque la física sea el estudio predilecto de usted, es cierto, que ni esta, ni la historia natural, pueden valer mucho si no se hermanan con la química. Estoy seguro de que usted no sólo hallará de pronto bastante diversión con tales ciencias, sino algunas utilidades para después cuando se vea restituido a la patria. En ella y especialmente en esta isla me miro como un viviente singular o como aquel Mamay de Daute respecto a los demás árboles del contorno. Con lo que más me entiendo es con las piedras y con las plantas, y ellas como que me entienden a mí. Confieso a usted que me tiene atónito la variedad de las lavas volcánicas que a cada paso encuentro y aún pienso hacer una lista de ellas y enviársela a mi amigo Mr. de la Blancherie, por modo de respuesta a su apreciable esquela de que V. cuando le vea lo podrá remercier. Nuestro don Martín de Salazar, nuevo conde y litigante veterano ha estado con nosotros todo el pasado mes de Diciembre y por complacerle pude darle una corta muestra de los principales fenómenos que ofrece la manipulación de los llamados aires fijos, de que quedó satisfecho. Adieu mon cher ami.



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Al Exmo. señor marqués de Santa Cruz

Canaria 13 de Marzo de 1787.

EXMO. SR.

     Muy señor mío y de mi mayor atención: Con la [45] carta de V. E. que recibí en este correo se ha renovado en mí la agradable confusión de ver el cuidado con que V. E. no omito ocasión de favorecerme con las apetecidas noticias de su salud, y con las de mi señora la marquesa y señoritos mis queridos ahijados, cuyos progresos en hermosura robustez y viveza según las pinturas que de ellos me hace Lozano, me hacen considerarlos con razón como la flor de todo Madrid. Gózelos V. E. por muchos años mientras las tres señoras más ancianas han ido entrando (en frase de la escritura) en el camino de sus padres. He sentido la muerte de la señora condesa de Puebla en Viena, con cuyo motivo ha debido traer a la memoria su bello carácter y gran prontitud para las partidas de naipes: quedándome el consuelo de haber sido, conocido y honrado de todas las tres señoras tías de V. E., especialmente de mi señora la duquesa de Miranda camarera mayor, a quien merecí el más afectuoso agasajo.

     Estas ideas tristes se habrán compensado con las más gratas que ofrecen las próximas bodas de mi señora condesa Isabel cuñada de V. E. que siendo, a mi entender, la más hermosa señorita de Viena, era por consiguiente acreedora a mucha fortuna; añadiendo a esto la satisfacción que (como V. E. me dice) asiste a mi señora la marquesa de tener en su compañía al señor conde don Fernando su hermano, que habiendo llegado a Cádiz en prosecución de sus caravanas de la orden de Malta, hace la visita que yo te había pronosticado a este señor al tiempo de nuestra despedida de Augsbourg, y que se ha verificado, con la diferencia de que yo me prometía ser partícipe del mismo gusto. No dudo que será muy curiosa la disertación que V. E. esperaba recibir por instantes de nuestro amigo el célebre doctor Ingen-houjz, y que de su contenido se servirá V. E. darme alguna noticia, como de la continuación de sus bien empleados ratos nocturnos en el curso de química cuyas operaciones demoradas por Gutiérrez Bueno, con memorias de la academia de Dijón en la mano, no habrán dejado de ser divertidas para quien como V. E. ama esta parte interesante de la física, y es en la afición a los conocimientos exactos de la naturaleza, el modelo de los señores de nuestra corte. Es de esperar que los señoritos familiarizados tan temprano con estos objetos instructivos, y corriendo [46] de la biblioteca al museo, donde preside el busto de Mr. Sigaud de la Fond, y desde allí al armario de historia natural, y al laboratorio del mencionado, don Pedro Gutiérrez, quien merece otro busto, adquirirán jugando, ideas de importancia y estimación de los sujetos, que profesan las ciencias.

     Hace pocos días que en el puerto principal de esta isla encalló una embarcación Francesa que iba a la India, y entre los pasajeros venían dos cirujanos muy hábiles que traían una excelente máquina eléctrica con una batería muy guapa, y la mayor parte de los instrumentos que son más oportunos para ejecutar los curiosos experimentos. Armáronla y dieron a mis paisanos esta diversión, habiendo sido yo el intérprete para la explicación de los fenómenos. Los franceses mostraron complacerse mucho con el encuentro de un canario que había estado en París y había hecho su curso con Mr. Sigaud de la Fond, (de quien uno de ellos era también discípulo) y otro de química con Mr. Sage, nombre que no podía serles indiferente &. Vea V. E. si merezco servirle de algo en la distancia de estas peñas.



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Al señor don José Antonio Cavanilles

Canaria Junio 11 de 1787.

     Mi dueño y mi estimado amigo. Pocos días después de recibida la apreciabilísima de usted de 27 de febrero, en que me participaba haber salido al público su tercera disertación botánica mereciendo particulares aplausos y distinciones, llegaron por fin a mis manos las dos disertaciones antecedentes, tan retardadas como deseadas, juntamente con los tomos enciclopédicos que habíamos creído perdidos. Aunque yo fuera voto en la materia, vendrían mis elogios muy tarde, después de haberlos usted recibido colmados de los inteligentes de la primera nota, sin embargo diré que no es sola la amistad que profeso a usted la que me hace admirar en estos opúsculos, la sagacidad, el método, y la perspicacia de estilo unidas a un verdadero (10) talento botánico, nacido para los progresos de esta ciencia. Deseo a V. constante salud según lo pide tan vagamunda profesión, para que pueda llevar al cabo sus lucidas tareas, [47] las cuales ceden en crédito de nuestra nación; de manera que ya se gloria de contar a V. entre los que al presente la ilustran, testigo el discurso que en los ejercicios públicos del jardín botánico de Madrid dirigió al conde de Floridablanca uno de los alumnos. Hasta las láminas ¡Qué primorosas! y de la segunda disertación ¡Qué bien acabadas!

     Solo no dejaré de hacer presente a usted que en punto a nuestra Sida te de Canaria no me parece convenirle todos los caracteres de la Sida Alva, señaladamente la de ser birrostratas sus casillas, pues no son a la verdad sino monoreras o de un único cuernecillo, ni su corola desarrolla jamás sus pétalos, sino que los conserva plegados. Así me inclino más a que esta Sida es una variación de la Rombifolia, pues le conviene plenamente la descripción de la malvinda unicornis peremnis caule fructioso 4 pedali, rammis virgatis, foliis, orato-oblongis, capsula novem &c.

     Repito a usted las enhorabuenas por la abadía de Ampudia, y se las volveré a repetir aun mucho más gratas, si consigue usted que Roma le releve de la personal residencia, mientras que estuviere ocupado en los solemnes cultos de Flora. Igualmente debo dar a usted las gracias por el cuidado de las remesas enciclopédicas, con las cuales quisiera que usted no olvidara el remitirme los tomos que hubieran salido del diccionario de agricultura de Rozzier, después del quinto. Baste esto por ahora y con mis acostumbradas expresiones a esos señores, mande &c.



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Al señor doctor don Francisco Xavier Agudo Castejón

Maestre escuela y canónigo de la santa Iglesia de Caracas.

Canaria 4 de Julio do 1787.

     Muy señor mío y mi favorecedor: Correspondo gustoso a la muy apreciable carta de V. S. de 20 de Enero del presente año, que con notable atraso he recibido en el próximo pasado mes de Julio de cuyo contenido debo dar a V. S. las más cordiales gracias, ya por los excesivos elogios con que ha tenido a bien honrar mi corto mérito, con motivo de la historia de Canarias que publiqué en Madrid, efecto sin duda de la mucha generosidad [48] de V. S. y notorio amor a las letras; ya por las particulares noticias que en ella se sirve comunicarme en orden a esa muy noble ciudad de Caracas y a su Ilmo. cabildo eclesiástico, especialmente de los individuos de esa provincia Isleña, que en varios tiempos han disfrutado la ventaja de pertenecer a tan dignísima catedral y ser compañeros de V. S.

     Todo comprueba la inalterable inclinación que V. S. según me manifiesta profesa a mis paisanos, engendrada desde sus primeros estudios en Salamanca, donde merecieron algunos tenerle por amigo, y aumentada luego con el trato en esa Provincia de América, donde la providencia ha colocado a V. S. tan decorosamente para darnos un protector. Yo me glorio de que V. S. quiera serlo de mis escritos, aunque en mi consideración bien distantes de tanto privilegio; y prendado sobre manera del estilo ingenuo y expresivo con que V. S. como buen castellano viejo, y sujeto de superior instrucción en letras humanas griegas y latinas me favorece, deseo tener frecuentes ocasiones de dar a S. las correspondientes muestras de mi gratitud en el retiro de nuestras islas, y de esta santa Iglesia a donde por pura elección y amor a la quietud ha dos años que llegué, desprendiéndome de la Europa casi saciado de ser testigo de sus grandezas y bullicio. V. S. me nombra algunos Canarios de mérito, pero nada me dice de mi amigo el señor don Pedro de Nava Teniente de Rey de esa Plaza que en todo es tan sobresaliente. Nuestro señor guarde &c.



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Al Exmo. señor don Antonio Porlier

Canaria 30 de Julio de 1787.

     Muy señor mío y estimado amigo: La Gaceta del 13 del mes corriente nos has traído por Cádiz con sólo el atraso de 15 días la plausible y feliz noticia de que S. M. se ha servido nombrar a usted para el alto e importante empleo de su secretario de estado y del despacho de las Indias. No dudo que en medio del concierto general de aclamaciones y enhorabuenas que. V. E. estará recogiendo de todas partes, se habrá de hacer algún lugar la voz desinteresada y sincera de un antiguo amigo y paisano, que habiendo [49] apreciado siempre sus particulares prendas y talentos tiene hoy la satisfacción de verlos tan gloriosamente coronados.

     Desde que supimos aquí la muerte del señor don José de Galves, y se hacían algunas conjeturas en orden a su sucesor, yo decía que de justicia lo debía ser V. E. y ya ve V. E. que el rey pensaba como yo. Ni ha sido de ahora en mí esta profecía. Me acuerdo que alguna vez se lo insinué a V. E. en conversación, y que V. E., como que se asustaba, considerando aún en hipótesis y en perspectiva lo arduo de tan laborioso destino; bien que los ramos de hacienda y guerra eran quizá los que arredraban el espíritu de V. E. que separados ya sólo te dejan una mies a la verdad copiosa, pero muy propia de su experiencia y notorias luces.

     Que conceda Dios a V. E. larga vida y bastantes fuerzas para desempeñar la real confianza en beneficio de la nación, y especial de nuestras pobres islas que han merecido dar a la monarquía un hijo que las ha honrado tanto. Por mi parte yo no pediré a V. E. otra cosa, sino que me tenga siempre presente en su antiguo cariño y amistad, y que nunca diga yo como el otro cuando supo que habían hecho Ministro un amigo suyo ¡Ah! he perdido un amigo: quedando a mi cuidado, como historiador de la Patria, el colocar a V. E. en el catálogo de los más claros varones de ella. Y ahora si que quisiera estar todavía en Madrid para rendir con este motivo personalmente mis cordiales respetos a mi señora doña Jerónima cuya tertulia se habrá aumentado sobremanera después que la vicisitud de las cosas humanas ha hecho pasar a su casa, la corte que hasta aquí se tenía junto a los Mostenses.

     En fin a V. E. no le queda ya tiempo para leer cartas inútiles, y acaso en las actuales circunstancias esta habrá sido larga, pero tampoco ha podido ser más sucinta, por lo que concluyo reiterando a V. E. las protestas de mi constante obediencia y plácemes y rogando a Dios &c.



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Al señor Marqués de Villanueva del Prado

Canaria 28 de Setiembre, 1787.

     Muy estimado amigo, y dueño mío: Debo a la venida [50] del señor Guillermo Johnston a esta isla el gusto de haber recibido la muy apreciable de V. de 21 de Agosto, por la que V. se servía recomendarme la persona de este amable viajante Inglés, quien con efecto por sus excelentes modales y amena instrucción es digno de las mayores atenciones. Yo he procurado manifestarle mis verdaderos deseos de obsequiarle y de complacerle, y prendado de su mérito le he regalado un ejemplar de mi historia de las Canarias, y le he tenido en mi mesa en la fiesta de la virgen del Pino de Teror, a la que fui de diputado mayor por mi cabildo. De su parte he sido favorecido con un extracto de sus observaciones en Tenerife sobre la elevación del Pico de Teide, y su verdadera latitud, comunicándome las que igualmente había hecho sobre el mismo monte el caballero de Lamanón, compañero de Viaje de Mr. de la Perouse, de las cuales resulta que hallándose el barómetro en la orilla de la mar a los 28 grados, 3 líneas 1/10 estaba a la misma hora sobre el pico en los 18 grados. 4 líneas 8/10 El termómetro allí mismo 9 grados sobre la congelación y a la orilla de la mar 24 grados. La inclinación de la aguja en ambos parajes era de 50 bien que sus oscilaciones mucho más numerosas en la altura. Así mismo me ha franqueado las observaciones que hizo geométricamente en esta ciudad rectificando su latitud. Me pidió con empeño mi examen analítico de la fuente agria de Teror de la cual le entregué una copia.

     No olvido mis ofertas a usted en especial la de la estampa del retrato, que no sé por que no está muchos días ha en manos de usted. Entretanto &c.



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Al señor Don José Antonio Cavanilles

Canaria 6 de Octubre de 1787.

     Mi dueño y muy estimado amigo: La última carta que recibí de usted es de 4 de junio. Deseo que la salud que usted disfrutaba entonces y de todos esos señores, haya continuado siempre perfecta como lo es la del señor duque del Infantado en Madrid, quien me favorece con sus afectuosas expresiones por medio del señor marqués de Santa Cruz, que en todos los correos me escribe. [51]

     Considero ya impresa y publicada la 4.ª disertación de V. sobre los Geranios, aprobada por la academia de las ciencias y decorada de las correspondientes láminas. Prométome la complacencia de verla a su tiempo para unirla con las antecedentes, y poseer unas obras tan apreciables por su autor, su objeto, su exactitud, y aun por el valor de sacrificar tantos realitos, de que no le pese a V. pues se ha hecho así tan benemérito para con la nación y las ciencias útiles. Esta de la botánica, parece que en nuestra España va tomando algún incremento, y ya tendrá V. noticia de los actos públicos que con notable concurso y lucimiento se celebran en el jardín Real de Madrid presididos por el ministro conde de Floridablanca.- La colonia Inglesa que pasa a establecerse hacia el hemisferio austral en Bahía Botánica estuvo al paso en estas islas, pero yo hubiera querido mas que hubieran venido botánicos a establecerse en ellas. V. tiene por disculpas mías las razones que le doy para no haber logrado hasta ahora complacerle en la colección de plantas y semillas de este país, cuando a la verdad mis deseos no han sido favorecidas de las circunstancias, ni de los sujetos a quienes podía yo confiar mi comisión, que sin embargo nunca olvido.

     Doy a usted muchas gracias por su constante cuidado en las remesas de las entregas que de la enciclopedia metódica van saliendo en esa Capital, y ya considero las últimas en Madrid según las noticias del correo pasado; y con las acostumbradas cordiales expresiones de mi parte a todos esos señores concluyo repitiendome &c.



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Al señor marqués de Villanueva del Prado

Canaria 28 de Noviembre de 1787.

     Querido amigo y dueño mío: Pareceme que puede haber muy bien tres meses que no nos decimos hache ni erre, y que por esta cuenta habrá hecho ya una revolución en su órbita el planeta Mercurio. Razón será que este mensajero famoso no vuelva a partir otra vez sin alguna carta que recuerde nuestro cariño, vecindad, y existencia isleña. Pero ¿qué mejor mensajero que nuestro amigo el padre maestro Rainoso que llevará esta en [52] su portefeuille, y qué será como se suele decir una corta viva? usted, él, y yo, somos en el día los tres más célebres viajeros y más Cookes que habitan las Afortunadas. Él le preguntará a usted por París y Londres; pregúntele usted por Génova, Bolonia, Parma y Roma, por la cúpula de San Pedro, las Termas de Dioclesiano, la casa de Loreto, y la cascada de Terni. También puede informar a usted que habló con el Papa, como si hablara con un hombre, y que S. S. lo cargó de indulgencias, como me había cargado a mí, y que después de haber hablado con él, hablaba con nuestro D. Dámaso el del Realejo. Usted le preguntará últimamente y le dirá ¿qué hago, en qué me ocupo, en qué me encanto?, y le responderá que en nada, y que aquí estoy viviendo casi de aquel mismo modo que yo pintaba en mi historia al famoso conde del Palmar, con sus laureles ya marchitos, sentado en la escalera del convento de San Francisco de Garachico, hablando con el patrón de barco. Félix Miguel. Le dirá en fin que sigo el mismo plan de vida que nos proponíamos en Madrid, esto es, de quietud, silencio, indolencia y filosofía que exceptuando esto último, dicen que es por esencia la vida de un canónigo.

     Pero por mi parte yo le preguntaré a V. ¿cómo va de Laguna? Se hallará bien Ulises después de su regreso a la pequeña Itaca? ¿Qué noticias tiene V. de nuestros amigos de Europa? ¿qué le dicen a V. de París? ¿Cómo le va en su alto ministerio a nuestro secretario de Gracia y Justicia de Indias? En el correo pasado recibí una posdata de su puño y propia de su verdadero cariño. De mi marqués de Santa Cruz tengo también cartas en todos los correos, y ahora me decía que el condecito de Saldaña, hijo mayor del duque del Infantado acababa de llegará Madrid con su ayo el célebre Cavanilles, quien venía para que el Nuncio Vincenti le diese la colación de su abadía de Ampudia. A su partida de París había dejado publicado una cuarta disertación sobre Geranios, y es regular que en lugar de marchar a Ampudia, no salga ahora del jardín botánico, ni se harte de conferenciar con Ortega y Palau. Él me asegura que tiene alguna esperanza de hacernos una visita para herborizar en nuestras islas, de lo que me holgaría infinito. [53]

     Ya V. sabrá que en Madrid va pegando el gusto de la botánica, y que se dan cursos de química de orden del gobierno. Uno de ellos parece se ha puesto a cargo de mi amigo D. Pedro Gutiérrez Bueno, boticario de la calle de Alcalá, mi primer discípulo de aires fijos y gases, sujeto muy aplicado y que está siempre pestañeando. En mi casa nueva me ha quedado un hermoso cuarto, donde voy acopiando algunas muestras y retazos de la historia natural del país con tiestos y cacharros propios para ciertas manipulaciones químicas. Ojalá que el mar y los destinos no nos tuviesen separados pues quizá nos divertiríamos un poco hablando de Morveau, Lavoisier y Fureroy, y paseándonos por la Rue Saint-Honore. No deje V. de escribirme de cuando en cuando aunque no sea sino para la pública edificación, pues soy &c.



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Al Exmo. Sr. D. Antonio Porlier

Canaria 4 de diciembre de 1787.

     Amigo dueño, y señor: Este correo de diciembre es el que debe llevar hasta esa corte el cascajo de las navidades de estas islas. Acuérdome de haberlas tenido y disfrutado con usted algunos años muy felices, y nunca he olvidado el deseárselas colmadas de las mayores complacencias. Recíbalas usted ahora como homenaje de un antiguo amigo que no escribe al secretario de estado de S. M. en pliego de marquilla, si no en la misma modesta conformidad que siempre, a fin de que usted pueda distinguir esta carta de tantas como habrá recibido con igual motivo de pascuas, aunque, no con igual sinceridad de afecto, ni menos visos de ceremonias.

     Las mismas finas expresiones hago a mi señora doña Gerónima, a quien no dudo hayan sentado bien los aires de los sitios reales, como a usted la atmósfera que se respira en Palacio. Deseo muy de veras que los nuevos cuidados del gobierno, recaigan sobre la más constante salud, así como lo es la que disfruto en el clima de estos peñascos, donde todo es pequeño, hasta en carecer gracias a Dios, de magníficos fríos por el invierno, y de opulentos calores por el verano, propios solamente de la coronada villa de Madrid [54] y destinados para sus bienaventurados moradores. Que es cuanto puede decirse por una pluma perezosa en una carta de pascuas a un señor Ministro, rodeado de graves ocupaciones, aunque sé que en medio de ella no se ha de olvidar de su mayor servidor.



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Al señor D. José Antonio Cavanilles

Canaria 29 de Marzo de 1788.

     Muy estimado amigo y dueño mío. V. estará en Madrid desde Octubre y todavía no me ha dicho nada de lo que le ha parecido nuestra corte después de 10 años de ausencia. Es preciso que las grandes luces que usted ha adquirido en Francia durante este intervalo de tiempo haya debido notar muchas cosas poniéndolas en paralelo ¿Qué dice usted? ¿Ha adelantado nuestra nación? ¿se han mejorado nuestros conocimientos científicos? ¿parécelen a usted tan bien, como le parecían antes nuestras costumbres? ¿y sobre todo corresponde nuestro jardín Botánico a la idea que usted se había formado de él? ¡Válgame Dios; con qué curiosidad lo habrá usted paseado! ¡Cuánto habrá usted disertado con nuestro honrado profesor Palau, con el erudito Ortega! Lo cierto es que en este ramo, parece que hemos de hacer progresos, y no dudo que usted haya hallado amigos y admiradores en la misma clase de aplicación. Sé que el señor conde de Saldaña ha sido muy bien recibido, y que a todos ha parecido muy bien en Palacio. Ahora resta que usted me diga alguna cosa sobre todos estos particulares: ¿se ha ido ya a posesionarse de su insigne abadía de Ampudia? ¿cuándo piensa usted restituirse a París? ¿cuándo tendré el gusto de ver sus últimas disertaciones sobre Geranios? &c. &c.

     He celebrado el acomodo de nuestro digno amigo don José Castelló en la secretaria de Estado, lo que, si usted no vuelve a Francia, le habrá sido de mucha satisfacción. Acuérdele usted mi fina voluntad con las mayores expresiones y mande como puede &c. [55]



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Al señor Don Lope de la Guerra Regidor perpetuo de Tenerife

Canaria Agosto 9 de 1788.

     Mi dueño y muy estimado amigo: a su tiempo recibí la sangre preciosa de nuestros dragos canarios que he depositado en mi relicario de historia natural. Recibí también los versos perversos hechos en loor del señor Plaza nuestro Obispo, siendo ya intolerable la prostitución de esa imprenta nueva, y el menoscabo del antiguo crédito de las musas, e ingenios de esa ciudad de la Laguna. Últimamente recibí la muy apreciable carta de usted del 18 de Julio con el catálogo de las plantas indígenas de nuestras islas, cuya descripción botánica solicita de mí, con particular empeño nuestro marqués de San Andrés. Aprovechando los instantes he formado por darle gusto la clasificación del Viñatigo, Madroño, Breso, Escobón, Codeso, Cardón, Sabugo, Sauce, Guayabo, Lentisco, Til, Aceviño, Follado, Aderno, Mocanera, Leña negra, Palo blanco, Mamey, Sabina, Barbuzano, Ginja, Granadillo, Caminero, Vicácaro, Tasaygo, Guaibil, Leña noel, Tabaiba, Salado, Orchilla, Dragos, Gibalbera, Tártago, &c. cuya noticia remito a usted bajo el seguro de estar arreglada al sistema de Linneo y principios de esta ciencia de moda, con averiguaciones nuevas sobre los dichos vegetales y descubrimientos que nuestros paisanos no habían hecho.

     He apreciado mucho las expresiones de gratitud con que nuestra sociedad económica de Tenerife se ha servido favorecerme con motivo de las memorias que sobre el cultivo de las papas, modo de mejora: su especie, cuando ya degenera, y el uso de esta preciosa raíz, presente a este cuerpo patriótico ansioso de obsequiarlo. En hallando mano segura le remitiré, el esqueleto de la famosa yerba pastel florida que le tengo ofrecida con algunas semillas para su propagación, reservando para más adelante mis apuntes sobre el beneficio de la orchilla, y su uso en los tintes; entretanto queda de usted etc. [56]



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Al Exmo. señor marqués de Santa Cruz

Canaria 18 de Octubre de 1788.

     Muy señor mío y de todo mi respeto: He tenido en este correo de octubre la satisfacción de recibir la carta de V. E. de 24 de setiembre; pues es V. E. tan bueno que aun en medio de sus ocupaciones no se olvida de favorecerme con las noticias de su salud, de mi señora la marquesa y señoritos mis ahijados, noticias que tanto interesan, mi cariño y las que principalmente deseo me vengan de Madrid. Celebro hubiesen llegado por fin los cajones de Cádiz y que se hayan divertido los niños con los alfeñiques, obras de palma, y frutas artificiales que contenían. Yo los considero bastante crecidos y hermosos y sé que harán las delicias de V. E. También sé que las hacen sus entretenimientos en las maravillas de la Física y de la Química, mayormente con el aumento de máquinas que me dice V. E. acaba de tener su museo. Por lo que hace a las de la electricidad, bien se acordará V. E. que cuando estuvimos en Augsbourg, vimos en casa de aquel Mr. Brandi célebre fabricante de instrumentos de matemáticas y de física una muy agraciada para derribar con una chispa o rayo eléctrico una casilla llena de aire inflamable. Me parece que ésta sería más sencilla que la que le ha hecho a V. E. Rostriaga según Mr. Sigaud.

     Mi amigo Lozano me participa como nuestro profesor Gutiérrez Bueno, había tenido unos ejercicios públicos de Química, y como V. E. quiso honrar el acto y la ciencia haciendo algunas preguntas muy acertadas sobre la materia. Es de creer que esto no dejaría de ocasionar admiración en el concurso, pues me parece que desde que el famoso marqués de Villena se picó para meterse en la redoma, no ha habido en Madrid otro marqués de su jerarquía que se mostrara aficionado e inteligente en las brujerías de la Espagírica. El diccionario de la Enciclopedia Metódica sobre esta facultad que ha empezado a salir me gusta mucho por su plan y claridad, como trabajado por el célebre Morveau consejero en el parlamento de Dijón. Parece también que el impresor Sancha empieza también a publicar la traducción prometida de esta vasta obra, pues ha dado ya a luz un tomo [57] del diccionario de animales.

     Yo sigo sin novedad en este mi destino eclesiástico. Tengo muy adelantada la copia de nuestro memorable viaje de Italia, Alemania, Flandes y Francia, para remitir a V. E. y por la conexión que tiene con él, he celebrado la noticia que V. E. se sirve comunicarme de las señoras condesas Isabel y Luisa con cuyo agradable motivo repito a mis señoras marquesas mis expresiones. Igualmente quisiera yo tenerlas de la señora Canonesa de Mons, la condesa Teresa, cuyas gracias no olvido, y de quien conservo por memoria dos estampas en mi breviario, dádiva de su mano.

     Considero a los Señores del Infantado restituidos (11) otra vez a París donde parece será la más estable mansión de la casa, y donde según me avisa mi amigo Cavanilles, se acaban de inocular con la mayor felicidad el caballero D. Manuel y tres niños de mi señora la de Beaufort, mientras el mismo Cavanilles dejando de ser Abad para volver a ser Abate, proseguía llenando el mundo con sus disertaciones botánicas. Esta ciencia tan de moda no deja de extender también su imperio sobre estas islas, pues mi paisano el marqués de Villanueva del Prado se halla encargado en la de Tenerife por expresa orden del Rey y del Príncipe, de entender en el plantío de diferentes semillas exóticas de la India y de las Filipinas, que se le han remitido con el fin loable de probar si en el clima benigno de este país, se consigue establecer una colonia de aquellas plantas para irlas acercando después a la península. Quedo de V. E. &c.



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Al Sr. Marqués de Villanueva del Prado

Canaria 23 de Octubre de 1788.

     Mi dueño y estimado amigo: como entre nosotros aun el silencio de nuestras plumas es una prueba de verdadera confianza, no debe sernos extraño que no salgamos de la inacción sino cuando ocurran algunos motivos, diferentes de los que sólo se reducen a decir, me alegraré que V. esté bueno. La carta de V. de 27 de Setiembre me interesa de muchos modos: y habiendo recibido [58] al mismo tiempo las obras del paisano D. Tomás de Iriarte con que V. Me favorece y las muestras de las simientes exóticas con que le han regalado a V. el Rey y el Príncipe, debo dar por todo las gracias, y añadir que estimo el presente de dichos libros, por que ellos hacen una parte notable de nuestra biblioteca Canaria, por su bella impresión, por la pureza del idioma y la facilidad del metro, y sobre todo por la traducción de los cuatro primeros libros de la Eneida que me gusta sobremanera. Ojalá se encontrasen en los demás tomos la imaginación de Virgilio, el fuego, la filosofía y aquello que llaman los Franceses sentiment.

     Por lo que mira a la honrosa comisión botánica con que V. se halla y las favorables resultas para nuestras islas, si se acierta con el desempeño; no tengo que añadir nada, pues a ambos se nos presenta naturalmente esta agradable perspectiva. Pero extraña V. con razón, y yo también lo extraño que aquellos botánicos o los otros, no hubiesen acompañado con las tales semillas alguna instrucción en orden a su particular cultivo y demás advertencias. Parece que todo lo han querido librar sobre la benignidad del clima canario y sobre las prudentes tentativas de V. para las cuales desea usted que yo le auxilie con las noticias que pueda. La lástima es, que por más que esta bella empresa me embulla por su objeto, y por ser usted el comisionado, me hallo sin todos aquellos conocimientos y luces que pudieran servirnos. Poseo a la verdad algunos rudimentos de la botánica especulativa, y con mi Linneo y mi Le Mare, suelo deslindar las genealogías de las plantas en vista de su fructificación; pero, amigo, en esto de la práctica de la jardinería botánica soy un bolo. V. me pide a lo menos noticias de los libros que hacen al caso, y pues dejo ya dicho que Linneo en lo especulativo es el San Agustín de esta ciencia, puede usted hacer venir la traducción castellana de sus obras, que acaba de publicar mi amigo don Antonio Palau. Y en orden al cultivo de las plantas, yo no conozco obra más elemental que el Diccionario de Agricultura de Rozier, aunque no está finalizado; mientras que se adelanta el de la Enciclopedia metódica, de la cual tengo el primer tomo, y cuya parte de la jardinería botánica [59] está a cargo del célebre Mr. Thouin, que dirige el jardín real de París. En la enciclopedia antigua se encuentran también diferentes artículos que pudieran ser útiles, y de ellos he extractado algunos cánones, o advertencias prácticas que acompaño en un papelillo, valgan lo que valieren. Me parece muy acertada la elección del terreno entre el Durazno y la Paz, pues sin dejar de ser la Carlota o principal colonia, se podrán variar los plantíos en temperies diversas. Calor y humedad es el temple de las Filipinas y de las América por la mayor parte.

     Conozco y me complazco, viendo que esta soberana confianza, va a proporcionar a usted la satisfacción de seguir la corte de la naturaleza, que así llamo yo el espectáculo del campo, y de empezar a disfrutar aquellos placeres sólidos e inocentes, en que siempre han deseado acabar la carrera de la vida los más grandes hombres. La sociedad no es agradable en este país; pero el trato de la naturaleza lo es tanto o más que en París y Londres ¡Qué gozo ver nacer, crecer y florecer bajo su mano tutelar estos arbolitos y plantas peregrinas en nuestro suelo, adoptarlas, protegerlas y enriquecer con ellas la patria!

     Espera que V. me hará el gusto de irme comunicando los progresos de esta empresa, pues quedo en la mayor expectación haciendo mis votos a Flora hasta que amanezca el día deseado en que nos veamos. Celebro la salud de mis señoras las dos marquesas, y el nacimiento del nuevo don Tomás de Nava etc.



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Al Sr. Marqués de Villanueva del Prado

Canaria 9 de Enero de 1790.

     Amigo y dueño mío muy estimado. Faltaría una circunstancia muy esencial a la felicidad que puedo prometerme en el año que empieza si dejase de acordar a V. mi fino afecto y deseos de que me continúe su antigua heredada benevolencia. A este fin escribo estas cuatro letras que pueden hacer veces de Etrennes Mignones, añadiendo que en la última embarcación de Cádiz he recibido una remesa Enciclopédica de 31 volúmenes, y entre ellos dos de estampas de historia natural, muy bellas, que [60] comprenden, peces, cetáceos, reptiles y serpientes. También me remitió nuestro amigo Cavanilles, algunas de sus disertaciones botánicas, en cuyas estampas no cabe mayor perfección de dibujo, ni de buril. Me han hecho director de esta real Sociedad económica, y por encargo suyo me valgo de usted para saber el estado de la impresión de la oración fúnebre de Carlos III. Sin duda que ese impresor Bazanti es botarate, y me alegraría que no lo fuese, pues me hallo con algunas obritas de mi cosecha que no dejan de ser curiosas, y en ellas pudiera ejercitarse. Tales son la traducción en verso del Poema de los Jardines del célebre Abate Delille: el de la elocuencia del canónigo La Serre: algunos cuentos imitados del Amigo de los niños y de las églogas de Gesner &c.

     Yo lo paso quieta y pacíficamente, metido en mi gabinete con mis libros sin saber si vivo en la Gran Canaria o en el gran Cairo, pero si sé que quisiera tener frecuentes ocasiones de dar a usted pruebas de que soy siempre &c.



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Al Exmo. Señor Marqués de Santa Cruz

Canaria 22 de Mayo de 1791.

     Muy señor mío y de mi mayor respeto. Con particular gusto y reconocimiento recibí la de V. E. de 25 de Marzo, por la que se sirve continuamente el favor de las apreciables noticias de la salud de V. E. y demás señores de la casa y de la del Infantado, muy complacido con las memorias que todos hacen siempre de mí. No dudo que V. E. Tendría mérito en no haber podido observar en compañía del amigo Abate Saligni el eclipse del día 3 de Abril, pues no ignoro la loable inclinación de V. E. a tomar interés en el conocimiento de estos fenómenos naturales, que adornan el entendimiento y ennoblecen las ciencias, mérito que quizá V. E. sólo tendría entre cuántos debieron concurrir a Palacio a la misma hora. El palacio de Urania no es el que cuenta más cortesanos de nuestra nación. Como el mencionado eclipse fue de pocos dígitos en este meridiano canario, y había bastantes nubes en la atmósfera, tampoco pude yo observarlo, sino pocos minutos.

     El Poema jocoso de que V. E. me habla, sobre la comida [61] del Príncipe de Asturias, por mi paisano D. Juan de Valcárcel, y de que V. E. me ofrece un ejemplar, será de grande aprecio para mí por muchos motivos. Yo no sabía que este canario cantase. Con esta ocasión diré que en primera oportunidad de portador pienso remitir a V. E. la traducción que hice durante algunos días de vacaciones del último verano, del célebre poema de los jardines del Abate Delille de la academia Francesa. Acuérdome que don Gaspar de Jovellanos me hizo conversación alguna vez del gran deseo que tenía, de que hubiese quien pusiese en verso castellano, dicha preciosa obrita; y me parece que con respecto al corto tiempo que consumí en este trabajo, pues no excedió de mes y medio, y que lo tomé por pura diversión no ha salido tan despreciable, y por lo mismo he querido dedicarla a mi querido ahijado el señorito marqués del Río, poniendo su amable nombre en la frente del manuscrito.

     He recibido carta respuesta de nuestro Obispo electo con expresiones de verdadera antigua amistad, que no dudo me continuo en estas islas mayormente conociendo que en ello puede complacer la voluntad de V. E. quo ruego a V. E. me continúe, y me mande en cuanto mereciere complacerlo.

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