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Nos referimos muy concretamente al campo de la medicina que, en un proceso de debilitamiento de su sistema de transmisión, ve aumentar en sus practicantes elementos que corresponden a este nivel, extraños a los conceptos médicos del galenismo arabizado, sin que por otro lado caigamos en una simplificación asimilando el hecho médico en la Edad Media con el actual. Conviene advertir sin embargo que en el mundo de la hechicería y la magia este hecho no basta para explicar la presencia de la hechicería entre los moriscos, tal como ha señalado Ana Labarta para quien «resulta un expediente muy cómodo relacionar superstición y declive cultural para justificar la presencia de la hechicería y la magia entre los moriscos (...) Es decir, que los moriscos, 'sin dirección religiosa', no eran cuantitativamente más supersticiosos que los cristianos viejos. Más aún, si comparamos la categoría social de los hechiceros, resulta que entre los moriscos hallamos gentes sencillas, muchos de ellos analfabetos; entre los cristianos viejos encontramos dos sacerdotes, dos frailes, un estudiante, un escribano, un notario, un platicante de notario. La superstición es una constante, que aparece en cualquier época, independiente de factores religiosos y culturales» («Supersticiones moriscas», Awraq, 5-6 [1982], p. 165). Sobre la difusión en los siglos XVI y XVII de prácticas supersticiosas en Europa y en España véase Luis S. Granjel, Aspectos médicos de la literatura antisupersticiosa española de los siglos XVI y XVII (Salamanca: Universidad, 1953) pp. 117-73; S. Cirac Estopañán, Los procesos de hechicería en la Inquisición de Castilla la Nueva (Tribunales de Toledo y Cuenca) (Madrid: 1942); Mercedes García-Arenal, Inquisición y moriscos..., pp. 110 y ss.

 

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Este asunto ha sido ampliamente analizado por Luis García Ballester en Los moriscos y la medicina. Un capítulo de la medicina y la ciencia marginadas en la España del siglo XVI. (Barcelona: Labor, 1984).

 

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Los judíos además fueron un importante puente de transmsión de los textos médicos árabes hacia la sociedad cristiana. Sobre su labor de traducción véase: Moritz Steinschneider, Die hebraïschen Übersetzungen des Mittelalters und die Juden als Dolmetscher [1893] (Graz: Akad. Druckund Verlagsantalt, 1956), 2 vols., y del mismo autor Die europäischen Übersetzungen aus dem arabischen bis Mitte des 17.Jahrhunderts, [1904] (Graz: Akad. Druck- U. Verlagsanstalt, 1956). Sobre su proceso de desintegración, anterior al morisco, véase Luis García Ballester, «La desintegración de la medicina de la minoría judía en la Valencia bajomedieval» en Actas del III Congreso Nacional de Historia de la Medicina (Valencia: 1969), II, pp. 31-5.

 

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Un factor decisivo para ello es la prohibición de tener libros escritos en árabe, siéndolo también el que la comunidad pierda sus líderes religiosos. Mercedes García-Arenal, Inquisición y moriscos..., p. 115; Luis García Ballester, Los moriscos y la medicina..., pp. 19-42, 206.

 

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Luis García Ballester, Los moriscos y la medicina..., pp. 105, 106.

 

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García Ballester ha analizado este personaje muy pormenorizadamente: Los moriscos y la medicina..., pp. 126, 128, 130, 132, 142, 148, 151 y ss., 160 y ss., 204, passim, así como otros semejantes: Jerónimo Pachet, Fco. de Córdoba, Gaspar Capdal, etc., passim. Ángel González Palencia, «Las fuentes de la comedia Quien mal anda en mal acaba, de don Juan Ruiz de Alarcón», BRAE, 16 (1929), pp. 199-222; 17 (1930), pp. 247-74; Julio Caro Baroja, Vidas mágicas e Inquisición, I, pp. 309-29.

 

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No conviene olvidar el trasfondo de esta historia, ya que a Román Ramírez, que ya había tenido algún otro litigio con algún médico, lo encarcelaron por una cuestión de rivalidades entre dos señores que se lo disputaban para que los entretuviera. Véase la nota anterior.

 

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No obstante, conviene recordar que, tal como pone de manifiesto Luis García Ballester (Los moriscos y la medicina..., p. 130), Román Ramírez incluye en su declaración algún aspecto de tipo creencial curiosamente de carácter cristiano y no musulmán pues no sabiendo encontrar explicación a todos los síntomas de la mujer «aconsejó a su suegro que la llevase a los novenarios... a Nuestra Señora, y le dixesen los evangelios». Véanse otros en el proceso, recogido por Ángel González Palencia, «Las fuentes de la comedia...», passim.

 

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Recuérdese que a las moriscas se les había prohibido ejercer como tales. Véase Luis García Ballester, Los moriscos y la medicina..., p. 116. Antonio Domínguez Ortiz y Bernard Vincent, p. 101. No es infrecuente el ataque a las parteras y curanderas, y en otros lugares de Europa algunas de ellas fueron acusadas de brujería (Julio Caro Baroja, Las brujas y su mundo, p. 166 y ss.).

 

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Uno de los factores que desempeñaron un papel fundamental en este proceso de marginación del médico morisco fue precisamente el caracter abierto, al margen de instituciones, de su transmisión de conocimientos. No obstante, los cristianos viejos en muchas ocasiones prefirieron, o sencillamente necesitaron, la asistencia de los médicos moriscos. Este fue el caso del rey Felipe III, que en su infancia, cuando los médicos titulados le desahuciaron, fue curado por el médico morisco Jerónimo Pachet. Luis García Ballester, Los moriscos y la medicina..., pp. 108, 110, 142.