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Otro género contemporáneo que abusa de las partes del cuerpo con valor simbólico y sinecdóquico es el emblema. Véase en el catálogo de emblemas de Henkel la abundancia de partes del cuerpo en el índice por temas.

 

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Para una historia del blasón, véanse Saunders y Yandell.

 

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El padre de Cervantes era cirujano y sabemos al menos de dos libros de medicina que le embargaron en Valladolid: Libro o prática en cirugía, de Juan de Vigo, y el Libro de las cuatro enfermedades cortesanas de Luis Lobera de Ávila (Rodríguez Marín 213). No sería descabellado suponer que en algún momento hubiera poseído hojas volanderas con imágenes anatómicas, como los famosos grabados de Adán y Eva mostrando sus entrañas, que eran material de uso profesional para cirujanos y barberos. Sobre la popularidad de estas hojas volanderas con grabados anatómicos, véanse Crummer y Carlino.

 

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Un detallado análisis de la evolución de la ilustración anatómica lo ofrece Herrlinger.

 

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Para la conexión de Vesalio con España, véanse los capítulos 9 y 10 de O'Malley (187-268). En contra de lo que a veces se ha dicho, la Iglesia y la Inquisición nunca se opusieron a las disecciones, sino que, muy al contrario, llegaron a publicar edictos aprobándolas. Así hizo el Papa Sixto IV, quien había practicado disecciones durante sus estudios en la Universidad de Bolonia. En 1523 Clemente VII expresamente aprobó el uso de la disección para el estudio de la anatomía (Kevorkian 41). En España, en 1550 Carlos V consultó la licitud de la práctica de las disecciones con la Universidad de Salamanca, que dio su aprobación (Prieto Carrasco 30).

 

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Un aspecto poco estudiado de la medicina en la España de la época es la abundancia de médicos moriscos. Sin embargo, los musulmanes no practicaron la disección tanto por un tabú religioso como por haber sido precisamente ellos quienes conservaron traducidos los textos galénicos, cuya influencia fue el mayor freno al desarrollo de la nueva ciencia anatómica experimental. Véase García Ballester, Moriscos.

 

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El mejor estudio de los teatros anatómicos es el de Ferrari.

 

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Para un estudio de este libro, véase Talvacchia.

 

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Para un estudio de Valverde y su obra, con especial atención a sus ilustraciones, véase Riera.

 

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En realidad, la mano era uno de los últimos órganos en ser diseccionados. El orden de la disección en la época comenzaba casi siempre por el estómago y la cavidad torácica, que se descomponían rápidamente ante la falta de medios de conservación. Piernas y brazos, menos sujetos a la putrefacción, eran dejados para el final de la sesión. La abundancia de retratos de anatomistas diseccionando manos como el primer o único paso de una disección es una convención consecuencia de la fascinación por este miembro.