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121

Francisco Garrote Pérez, La naturaleza en el pensamiento de Cervantes (Salamanca: Universidad de Salamanca, 1979), p. 94. (N. del A.)

 

122

Miguel de Cervantes Saavedra, Novelas ejemplares (Barcelona: Sopena, 1969), p. 27. (N. del A.)

 

123

Ibid. pp. 27-28. (N. del A.)

 

124

S. Maspoch-Bueno, «La paradoja como constante en el Quijote», en Actas del Primer Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas (Almagro, junio de 1991), en prensa. (N. del A.)

 

125

Utilizo los conceptos de «mundo imaginado» o «intramundo», «mundo transformado» y «mundo fingido» tal como quedan expuestos por Juan Ignacio Ferreras en La estructura paródica del Quijote (Madrid: Taurus, 1982), para diferenciar la invención caballeresca del protagonista de la que simulan sus oponentes, burladores o no. (N. del A.)

 

126

Tomo el concepto de «experiencia», sobre todo en cuanto elemento determinante de la realidad novelesca, de la obra póstuma de Stephen Gilman The Novel According to Cervantes (Berkeley: University of California Press, 1989). (N. del A.)

 

127

En la misma línea cabe situar el desenmascaramiento del cura, al desprendérsele del rostro las falsas barbas que le encubren. El disfraz, por lo peludo -está confeccionado con una cola de caballo- emparenta esta caracterización del escudero de Micomicona con los salvajes que, cubiertos de pelo, acompañan a los personajes femeninos que veremos a continuación en la génesis de Micomicona. Igualmente, es una más de las relaciones que unen a este personaje con la Dueña Dolorida encarnada por la Condesa Trifaldi, en realidad el mayordomo de los Duques, en la segunda parte de la novela. Como es conocido, la Dueña se presenta precedida por su truhanesco y boyardesco -desde la aparición de Trufaldín en los Cantos X y XIII del Libro I del Orlando enamorado queda constituido como el personaje taimado y traidor que Ariosto trasladará a su poema- escudero Trifaldín, profusamente barbado. No es necesario recordar el contenido de la historia de la Dueña, tan paralela a la de Micomicona, ni que el resultado de la misma es el rostro barbado del personaje y de todas las «dueñas» que la acompañan. Profundizo en este paralelismo en un trabajo en prensa. En cuanto a don Quijote, como en tantas otras ocasiones, resuelve el conflicto mediante la afirmación de su voluntad, expresada en forma de código caballeresco, como más adelante se expone. (N. del A.)

 

128

Es la invención del mundo transformado lo que rompe la barrera establecida entre el leer y el obrar, la que distancia a Alonso Quijano, tentado inicialmente por la escritura caballeresca, de sus convecinos y de otros personajes de la obra, que también confiesan haber empleado su pluma en menesteres de caballerías. De manera paralela, la acción quijotesca es asimismo la que rompe la barrera entre la cordura y la locura, en la que tantos lectores se han empeñado en situar el fiel de la obra. (N. del A.)

 

129

Dejo al margen, por razón de los intereses específicos que rigen este trabajo, las observaciones de comentaristas como Rodríguez Marín acerca de la lectura de este episodio como un roman à clef, en el que se representan sucesos y personajes reales relacionados con la casa de Osuna -lugar de origen de Dorotea- y sucedidos varias décadas atrás. Véase la nota al capítulo 27 de esta Primera Parte de la «nueva edición crítica» preparada por Rodríguez Marín, II (Madrid: Atlas, 1947), 340. (N. del A.)

 

130

Pueden encontrarse atinadas páginas acerca del diálogo entre sujeto y antisujeto en la reciente obra de Georges Güntert, Cervantes. Novelar el mundo desintegrado (Barcelona: Puvill, 1993), especialmente pp. 12-13. (N. del A.)