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En su famoso libro, Lawrence Stone estudia el incremento que él ve, tanto en países protestantes como católicos, de los mecanismos de control patriarcal y su asociación directa con la consolidación del estado absolutista (109-146). A las mismas conclusiones llega Yves Castan con respecto a Francia: «A solid family structure formed the foundation of the state» (62), y esa estructura estaba dominada por la resignación y sumisión de la esposa ante el marido (61). (N. del A.)

 

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La vida en la aldea, según Guevara, también debía integrarse dentro de un tejido extenso de relaciones. De hecho, Guevara anota los peligros de la vida solitaria y privada, la cual puede estar íntimamente relacionada con el vicio (ver capítulo 4; sobre la soledad y el vicio, véase la pág. 151). Lo interesante aquí es que Carrizales rechaza volver a su pueblo natal precisamente porque la comunidad lo asfixiaría, en especial si ahora es rico: «era ponerse por blanco de todas las importunidades que los pobres suelen dar al rico...» (102). La ciudad para este indiano empieza a definirse como un locus que posibilita «la privacidad» a través del anonimato, hecho que no contradice lo que he dicho arriba sobre las relaciones comunitarias que permite el espacio urbano. Maravall ha señalado esta noción de privacidad y soledad en la gran ciudad, quizás otorgándole un énfasis demasiado fuerte: «La aglomeración (...) en la gran ciudad (...) trae consigo un distanciamiento de persona a persona, crea en torno a cada uno un cinturón de aislamiento» (260-61). Pero, como veremos, esta privacidad confrontará problemas serios con los personajes que rodean la casa y los que viven dentro de ella. (N. del A.)

 

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Cito más en extenso a Farge: «[la familia] knew no intimacy in the current sense of the word. It was open to the outside to the extent that it could not sustain itself otherwise. Among the nobility of court and robe family was a matter of lineage, title, landed property, inheritance, primogeniture, and blood» (574). La situación de la familia en España era muy parecida, con algunas distinciones muy importantes que tenían que ver con las consideraciones de limpieza de sangre que producen mayor ansiedad a la hora del matrimonio. Las relaciones que menciona Farge aparecen en El celoso: «Ellos [los padres de Leonora] le pidieron tiempo para informarse de lo que decía, y que él también le tendría para enterarse ser verdad lo que de su nobleza le habían dicho» (103). (N. del A.)

 

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En particular me interesa aquí la idea de Bourdieu al relacionar estrategia y tiempo (en Outline of a Theory of Practice, 4-9). Son múltiples los momentos en que Carrizales retarda la consecución de sus deseos. El tiempo que le toma reflexionar (las cien veces que piensa si casarse o no), el tiempo necesario para hacer las averiguaciones sobre los suegros, el tiempo requerido para hacer los arreglos de la casa, todas son instancias en que entra en función un mecanismo estratégico. Yo diría que la estrategia se hace más visible en este caso, ya que el matrimonio de Carrizales es bastante distinto a la norma, ya sea por la diferencia en edad como por las particularidades psicológicas del personaje. (N. del A.)

 

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Ya esas características habían sido utilizadas por Cervantes en la historia de Ruy Pérez de Viedma en Don Quijote (I, cap. XL). (N. del A.)

 

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Hasta donde tengo entendido, nadie ha desarrollado la posibilidad de ver en esta novela alguna alusión crítica o paródica a la intensificación de los requerimientos religiosos del claustro que, como se sabe, aumentaron hacia el silver [p. 79] final del siglo XVI y la primera mitad del XVII (Mario Rosa). Son incontables las veces que Santa Teresa, en su Libro de la vida, describe el convento como una casa (véase el estudio de María Carrión, págs. 123-160). Edwin Williamson ha señalado de pasada la posibilidad de que exista una «parodia del lenguaje divino» (799). No es el momento de explorar con detenimiento este tema, aunque presenta posibles frutos. (N. del A.)

 

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Este punto ya ha sido señalado por J. Fernández (975). (N. del A.)

 

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Hay otros casos en que el texto articula significados religiosos. Por ejemplo, poco antes de entrar Loaysa a la casa les dice a las mujeres «cuando esté silver [p. 80] dentro veréis milagros» (112). Los juramentos que tiene que hacer el virote antes de entrar («vuesa merced nos ha de hacer primero que entre en nuestro reino un muy solene juramento...», pág. 123), las constantes alusiones al demonio, la mención particular de las palomas, el torno y las gateras, todo tiene un contenido religioso. (N. del A.)

 

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Joel Fineman describe esta tendencia de la alegoría a privilegiar unos contenidos sobre otros como la dominación del tema por sobre la narración (28). (N. del A.)

 

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Recordemos que Loaysa también participa de este desmembramiento cuando activa su plan de invasión de la casa: «Quitóse un poco de barba que tenía, cubrióse un ojo con un parche, vendóse una pierna estrechamente, y arrimándose a dos muletas se convirtió en un pobre tullido tal, que el más verdadero estropeado no se le igualaba» (107). La diferencia estriba en que Loaysa irá recuperando su integridad corporal («dejando las muletas, como si no tuviera mal alguno, comenzó a hacer cabriolas», 112; «no estaba ya en hábitos de pobre», 117), a la vez que su música intensificará el derrumbamiento del cuerpo de los demás: «No quedó (...) moza que no se hiciese pedazos» (115); «se comenzaron a hacer pedazos bailando» (125). Mas adelante comentaré los efectos en Carrizales. (N. del A.)