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31

Sola, «Miguel de Cervantes, Antonio de Sosa y África», pág. 618. (N. del A.)

 

32

Véase II, 118 y 119, III, 26 (pág. 72 de la edición del Diálogo de los mártires de Argel de Sola y Parreño, y citado en la introducción de Sola, «Renacimiento, contrarreforma y problema morisco en la obra de Antonio de Sosa», pág. 32) y III, 253. Por la cantidad de datos sacados de libros que los diálogos contienen, no puedo aceptar la tesis de Salah (págs. 276-77) de su composición íntegra en Argel. (N. del A.)

 

33

Véase Camamis, págs. 151-74. (N. del A.)

 

34

Citado por Camamis, pág. 64. Eco en Luis Astrana Marín: «obra la más extensa, exacta y mejor documentada sobre la vida de Argel en el período que nos ocupa» (Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra [Madrid: Reus, 1948-58], II, 465, n. 1) . El elogio de Hess, aunque más parco, es todavía significativo: «el más astuto de los observadores españoles» (Hess -supra, n. 14-, pág. 176).

Grammont, más restringido, elogia a Haedo de esta forma: «Le récit d'Haëdo est très clair, et généralement très exact; on sent que le savant Bénédictin y a mis toute sa conscience; il relate rarement un fait de quelque importance sans invoquer l'autorité de témoins oculaires. Quelquefois il est lui-même ce témoin» (Histoire des rois d'Alger, traduite et annotée par H.-D. de Grammont [Argel, 1881], pág. 2). En sus notas a pie de página señala una variedad de errores menores de Haedo. Concluye recordando «la haute valeur historique de ce livre» (pág. 222). (N. del A.)

 

35

Monnerreau, citado por Camamis, pág. 92. (N. del A.)

 

36

H.-D. de Grammont, Histoire d'Alger sous la domination turque (1515-1830) (París, 1887), pág. ix. (N. del A.)

 

37

«Los casos citados..., por muy horribles que sean, son auténticos y no pueden ser puestos en tela de juicio» (Salah, pág. 228)

Ellen G. Friedman, Spanish Captives in North Africa in the Early Modern Age (Madison: University of Wisconsin Press, 1983), ha estudiado las descripciones físicas, generalmente completas, de los cautivos rescatados. Comenta, pág. 74, que «sólo en pocos casos hay una indicación clara de daño causado por la brutalidad de los dueños». Pero no comenta, naturalmente, los cautivos no rescatados, que murieron en Argel.

Adriana Arriagada de Lassel me ha enviado el interesante libro de Moulay Belhamissi, Les captifs algériens et l'Europe chrétienne (Argel: Entreprise Nationale du Livre, 1988). Se trata de un ajuste de cuentas, que documenta en primer lugar la existencia de cautivos musulmanes en la Europa cristiana, empleados sobre todo como galeotes. Arguye también la mayor libertad y mejor tratamiento de que disfrutaban los cautivos argelinos, quienes hasta podían visitar las tabernas (pág. 54). Menciona su libertad de culto y la buena acogida evidenciada en la subida de una serie de cautivos a posiciones de autoridad. Habla de «histeria» (pág. 48) y de una «argelofobia» (pág. 49). Sin embargo, falta una comparación cuantitativa y cronológica entre el cautiverio musulmán y el cristiano. Belhamissi no menciona ni tortura ni ejecuciones públicas en Europa, ni desmiente las narradas por Haedo. (Para Moliner-Violle, traductor de De la captivité à Alger de Haedo, pág. 2, «Cette situation [la triste suerte de los prisioneros cristianos en Argel] est absolument la même que celle qui a été fait à nos prisonniers de guerre, à nos colons tombés, soit à l'époque de la conquête, soit au cours des insurrections, aux mains de fanatiques que la marche de siècles n'a pas changés... Les faits qu'il cite, quelque horribles qu'ils soient, ne sauraient être mis en doute, car, de nos jours, nous avons été temoins d'actes aussi barbares, aussi monstrueux».) Tampoco comenta Belhamissi el uso sexual de los cautivos, tema importante para Haedo. Cuando califica el baño de «escuela de camaradería» (pág. 50), uno se pregunta si los presos en los baños tendrían la misma opinión favorable.

La explicación que salva la honra de los argelinos es que, según Haedo, los peores abusos son atribuibles a los renegados, que eran los gobernadores y autoridades de Argel. «En Sosa la figura del renegado cruel se repetirá hasta el tópico» (Parreño, «Experiencia y literatura» -véase nota 9, supra-, pág. 15). La crueldad que comenta no se deriva de los argelinos indígenas, ni consta que la piratería argelina fuera anterior a la llegada de renegados de la Europa cristiana. (N. del A.)

 

38

Camamis, pág. 86. (N. del A.)

 

39

Hess, pág. 196. (N. del A.)

 

40

Ejemplo de uno de los «raros» errores del autor es el fechar la conquista del peñón de Argel por Barbarroja en 1530 en vez de 1529 (Sola, «Renacimiento, contrarreforma y problema morisco», pág. 33). Grammont le critica, no por sus observaciones, sino por sus interpretaciones de la política de los gobernadores argelinos (Histoire d'Alger, pág. 86, n. 1). Grammont también afirma (pág. 51) que los argelinos no eran más crueles que los españoles. En cambio, Sola señala la pericia política del autor de la Topografía de Argel: «Antonio de Sosa: un clásico inédito amigo de Cervantes (historia y literatura)», págs. 411-12. (N. del A.)