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Julio Rodríguez-Luis, por ejemplo, describe «Las dos doncellas» como «una
novela tardía, escrita sin mucha gana par completar la docena»
(1: 78). Y aún más
recientemente, E. T. Aylward opina acerca de esta novela y «La señora Cornelia»
que «these two relatively lightweight comic tales understandably come off as
relatively innocuous and unimportant»
(208), mientras que William H. Clamurro
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califica el tono del cuento como «sentimentalized, slightly archaic, and unrealistic»
(211).
Luis A. Murillo, al contrario, clasifica «Las dos doncellas» como uno de los
cinco cuentos del género idealizante de romance que constituyen el núcleo
conceptual de las Novelas ejemplares. Murillo observa con razón que Cervantes
dialoga y transforma las convenciones de romance de modo complicado y sofisticado
fabricando «narratives that by their exemplaristic (moral and rational) adjustment
and equilibrium between one and the other, between the idealistic
world of freedom and adventure and its resolution into molds of his contemporary
social order, define themselves as novelas or novelas ejemplares»
(233). Véase
también a Murillo 231-32. El Saffar (109-18) ha escrito más que nadie acerca de
las convenciones del romance en este cuento. En mi opinión, la resistencia a apreciar
«Las dos doncellas» resulta de cierta tendencia crítica de no considerar la destreza
cervantina en adaptar y reelaborar las convenciones de romance al hacer
el «reajuste ejemplar» o al llevar a cabo el proceso de negociación moral que es
fundamental al texto.
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Geoffrey Stagg, entre otros críticos, subraya los elementos de «Las dos doncellas» repetidos en Don Quijote. Tanto Aylward (224) como Ricapito (18) ven un aspecto paródico en el texto.
Entre los que analizan esta novela ejemplar desde un punto de vista sociopolítico
se puede incluir a Aylward, quien la ve como una exploración del conflicto
entre el concepto seglar y el concepto religioso del matrimonio en la época
de Cervantes (215); a Clamurro, quien la ve como una afirmación de las convenciones
—28→
sociales simbolizadas por el matrimonio y una revelación de las injusticias
del orden aristocrático celebrado por la narrativa (212); a Zimic, quien comenta
que «'Las dos doncellas', a menudo despreciada como pálida, trivial fantasía, es,
todo lo contrario, una novela 'realista', auténticamente histórica, pues contiene
una muy significativa, excepcional visión de la condición moral de dos generaciones
de españoles, padres e hijos, en los últimos años de Cervantes»
(302); y a
Pabón, quien interpreta la novela como el desarrollo de una resurrección seglar
llevada a cabo por el matrimonio doctrinal postridentino (109, 117-18). Fuchs
analiza la novela como un relato de transgresión genérica que critica a la España
imperial masculinista, observando que «realism frames romance to return us to
an ironic vision of imperial Spain»
(290), mientras que Beaupied opina que
Cervantes trate el género de romance irónicamente.
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Para más sobre la teatralidad de la obra, consúltese a Zimic 289 y 291;
Aylward 207-08 y 224; y Rodríguez Luis 73 y 85-86. Éste (85-86) observa que la
novela consiste en cuadros, una serie de marcos estáticos en que hay un intercambio
de diálogo, mientras que Zimic (291) comenta que el relato se construye
a base de «una secuencia de escenas-con transiciones casi imperceptibles,
sugestivas de entreactos»
.
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El mismo Casalduero nota que en «El coloquio de los perros» Cervantes
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«encuentra el movimiento de fuga: los episodios son variaciones»
(242), mientras
que Forcione analiza la estructura del Persiles como fuga (Christian Romance 147-48) y también la del «Coloquio de los perros» (Mystery of Lawlessness 126-27). En
muchos sentidos se puede considerar «Las dos doncellas» como una especie de
ensayo general para Persiles y Sigismunda.
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Casalduero (208) enfatiza lo que él ve como la falta de exploración psicológica del carácter de los personajes en el cuento y Thompson 150 apunta la poca profundidad psicológica de la narrativa. El Saffar es la crítica que ha explorado la dimensión psicológica de «Las dos doncellas», mostrando el estudio cervantino del subjetivismo a través de los dobles y del espejismo en el texto. Después de observar la falta de complejidad psicológica en la obra, Casalduero mismo sugiere que en realidad la dimensión psicológica del relato es simplemente distinta, es decir, que el mundo interior del personaje se proyecta al exterior en la forma de acciones (208).
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Maravall (172-73) describe la importancia central de la autoridad eclesiástica en hacer de la cultura del barroco una cultura dirigida. Véase también los artículos clásicos de Gilman y Spitzer sobre las tensiones dentro de la unanimidad espiritual lo que según ellos caracterizan a la España del barroco.
Tentler (347) observa que para que funcione la confesión, hay que interiorizar
el sentimiento de culpabilidad: «the heart of the system is reliance on internal
feelings of guilt. If the system is working, sinners will feel guilty outside of confession;
and confession will help insure that guilt is elicited independently of the
presence of any other human being»
. Sin embargo, subraya que el objetivo no
es aislar al confesante, sino llevar a cabo un programa de reforma, reconciliación
y reintegración con respecto a su caso. Comenta además (366) que los jesuitas
enfatizaban el poder consolador de la confesión: «In the popular imagination
Jesuit confessors are associated with the authoritarian values of submission and
duplicity. It would be much more historically accurate, however, to dwell on
their emphasis on the consoling power of sacramental confession»
.
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Sobre la historia de la confesión particular véase Brooks 93-95 y Tentler 16-27. Wright (3-11) describe la influencia agustiniana en la evolución de la confesión en los siglos XV-XVII, mientras que Senior (15) distingue entre la epifanía divina y la secular.
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Brooks (95-97) asocia el discurso confesional con la subjetividad y la cuestión
de la identidad. La alternación de los papeles de confesante y confesor que
se ve en «Las dos doncellas» es implícita en la dinámica de la confesión según
Brooks, quien también la compara con el acto de rezar. Kennedy analiza la diferencia
entre el diálogo y el duólogo en su capítulo 2, «Duologues of Transformation
in Shakespeare» (62-105), en que se enfoca en el nuevo diálogo más personal
con poder transformacional que se encuentra en la obra de Shakespeare.
Senior (103) nota los paralelismos entre el teatro clásico francés y la Italia de la
Contrarreforma, calificándolos como «a suggestive coincidence, similar discourses
and similar spatial dispositions for staging interiority in the seventeenth
century»
. Añade una observación con implicaciones muy interesantes para el
lector-espectador de esta novela cervantina: «A final structural parallel between
the confessional and the proscenium concerns the unseen, Other destinataire.
Both confessional and proscenium create the hidden spectator»
(103).
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Tentler (95-104) describe las cualidades del buen confesor que emergieron
en los manuales de la Edad Media. También observa (100-01) que el confesor debe obtener «a full explanation of the sins, therefore, but he also must be constantly
gentle, kind, compassionate, and consoling»
.
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El Saffar (109-18) analiza la función íntegra de Leocadia en el desarrollo de la narrativa, sobre todo en cuanto al aspecto psicológico del cuento tan desvalorizado por muchos críticos.