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81

Olga Kattan observa que Pasamonte «estuvo escribiendo sus aventuras, incluso mientras estaba cautivo», como dice él mismo en su autobiografía (capítulo 4) por lo que «Cervantes pudo haberlo leído antes» de 1605 («Algunos paralelos» 194). Yo lo deduje porque lo dice Cervantes en el capítulo de los galeotes.

 

82

Véanse «El tema y sus antecedentes» y «La descendencia del tema» (9-16 y 16-22, respectivamente).

 

83

Juan Luis Alborg considera esta «leyenda piadosa» como «la joya del teatro religioso de Lope y una de las obras más bellas de su repertorio» (2: 301).

 

84

Información de Federico Sainz de Robles, en su «Estudio preliminar» a las Obras escogidas de Lope de Vega (270).

 

85

Acto II, Escena 12 de Peribáñez; Obras escogidas 755.

 

86

Concluye Gilman que debido a la costumbre «poco prudente» de Cervantes «de leer a otros lo que había escrito», que Avellaneda se enteró «de ciertos incidentes» de la obra cervantina, por lo que es «más que probable que haya imitado la Segunda parte de Cervantes lo mismo que la Primera» (174-76). No comparto tal conclusión. Después de lo que he reconstruido y de los comentarios críticos de Cervantes a Avellaneda, sobre todo desde el episodio de maese Pedro, y teniendo en cuenta lo que han observado Murillo y Casasayas sobre los cambios de lugar por Cervantes de lo ya escrito (véase supra, nota 18), así como las observaciones de Clemencín y de Riquer sobre la falta de correspondencia en las fechas (véanse notas 18 y 57), no me cabe duda de que Cervantes tuvo acceso al manuscrito de Avellaneda previa a su publicación y lo utilizó para desprestigiarlo, como digo en el texto.

 

87

«[Lectura]» 224.

 

88

Su estudio La verdad sobre el falso Quijote está dividido en dos partes, la primera dedicada a la tipografía (2-78), y la segunda a la identidad del autor del Apócrifo (2-99).

 

89

Véase su enjundioso libro De fiestas y aguafiestas, 582 y siguientes.

 

90

Mis conclusiones coinciden con las suyas de 1991 en el sentido que más de un autor contribuyó en el Apócrifo. Él concibe que Lope de Vega escribió el prólogo y Jerónimo de Pasamonte el cuerpo del Apócrifo, ayudado por Lope o por una tercera persona, el conde de Lemos, de quien Jerónimo «recibió una ayuda considerable» como afirma en su Vida. Se refiere al padre del conde que ayudó a Cervantes... y del que «Lope, antes de entrar al servicio del duque de Sessa, fue secretario». En efecto, alguien debió de subvencionar el fraude. Advierte que quedan «todavía varios misterios inexplicados, y quizá inexplicables, que rodean a Passamonte» («Cervantes, Lope y Avellaneda» 139).