71
Encontramos en esta pareja «the core of a dramatic conflict in which the dramatization
of la pestilencia amorosa
is carried to an extreme of absolute
polarization»
(Steele 7). (N. del
A.)
72
«[L]os caballeros solían empezar sus empresas
por la invocación del santo nombre de Dios y lo propio se cuenta de los
caballeros andantes en cuyas historias hubieron de describirse las costumbres
del tiempo en que vivieron ellos o sus historiadores»
(Clemencín 1296a); don Quijote habría olvidado dos
ejemplos de parte de Amadís. (N. del A.)
73
Aquella parte «enseña la manera según
la cual un escudero debe recibir la orden de caballería»
; se
manda que el incipiente vaya «a la iglesia a rogar a Dios la noche
antes del día en que ha de ser caballero, y debe velar, y estar en
oración, y en contemplación, y oír palabras de Dios y de
la orden de caballería»
; por la mañana
«conviene que haya sermón, en el cual se expliquen los catorce
artículos en que está fundada la fe»
, etc.
(57-58). (N. del A.)
74
«In Part I [...], the theme
of love gone astray in the pastoral and sentimental episodes shows us what can
happen when romantic love of another individual becomes the end of a person's
whole existence: Grisóstomo commits suicide, and only a
miraculous conversion prevents
Don Fernando from ruining the lives of Luscinda, Dorotea, and
Cardenio»
(Gallegos 137, énfasis
añadido). (N. del A.)
75
«El Fénix español es un hombre
obsesionado por la Providencia. Quizás alude y confía en ella
tanto por los numerosos peligros y necesidades de su azarosa vida [...]. Dios
se preocupó de su vida, que fue a mejor. En muchos textos sobre la
Providencia [...] nos demuestra su sentido cristiano de la vida»
(Bañeza Román 221). Vencido don Quijote y en camino
a su lugar, reconoce -¿desengañado ya?- que «'no hay
fortuna en el mundo, ni las cosas que en él suceden, buenas o malas que
sean, vienen acaso, sino por particular providencia de los cielos, y de
aquí viene lo que suele decirse: que cada uno es artífice de su
ventura'»
(II:66). Recordemos el propósito de
Alonso Quijano: «Si consideramos el destino [...] como un ente
distinto a nosotros, esto es, como una fuerza próxima a nuestra alma y
determinante de muchos avatares propios, los que no saben resignarse, porque
carecen de fe en el Todopoderoso, pueden enloquecerse ante la adversidad.
Alonso Quijano no estaba entre los desesperados, sino entre los que no
podían desesperarse. Tenía fe y poseía un cierto
bienestar. Era inconformista porque su elevada inteligencia no podía
estarse en el conocer del latido vivencial diario de la aldea, sino que
debía medirse en la inmensidad de sus inquietudes espirituales. La
propia vida no era para él un valor conquistado, sino un privilegio
recibido que había que potenciar y merecer. La estimación del
hecho social en su parcela humana le impelía a una superación,
que él entendía como un nuevo esfuerzo en bien de
todos»
(Ramiro León 139-40). (N. del
A.)
76
Jehenson percibe el motivo: «we begin to see through the Petrarchan convention of
Grisóstomo's lament to the masochism/narcissism that motivates his
suicide»
(25). Atrae la idea de que don
Quijote no reconoce esto por su propio narcisismo, su orgullo
«caballeresco»; puede sugerirse que el ataque contra los
molinos/gigantes raya en masoquismo. Ciertamente los dos se empeñan
igualmente en adoptar un papel literario, pero ni el uno (muerto) ni el otro
(loco por ahora) ha entendido bien cuánto daño implica esto.
Rechazo la idea de Ziomek, de que «lo melancólico de la muerte
de Grisóstomo gana nuestra simpatía»
, aunque sí,
«Cervantes demuestra que no hay felicidad como resultado del
suicidio»
(17). (N. del A.)
77
Rielo explica que «queda claro que los vicios,
contrario a las virtudes que Don Quijote llama señoras [II:8], son seres
deformes que se comportan como gigantes a quien el alma no puede vencer, sino
con fuerte y leal pelea»
(96). Anselmo «el
curioso» es otra imagen de cómo podría ser el final de don
Quijote: a pesar de los buenos consejos de Lotario prosigue con su
propósito tan obseso como Grisóstomo y tan loco como el
caballero, los tres persiguiendo una fantasía propia. (N. del
A.)
78
Hay «violencia» intelectual en el reto del caminante y don Quijote reacciona colérica aunque retóricamente. (N. del A.)
79
Alonso: «no encuentro el menor indicio de que Don
Quijote esté contra la Iglesia, ni que trate de cambiar el ideal
cristiano por otro antropocéntrico que se desentienda de Dios. Sus
desvaríos hieren a la razón, no a la religión»
(149). También Castro: «No hay [...] ataques [por
Cervantes] a creencias fundamentales, pero sí punzadas a la vida
eclesiástica, a los rezos, a los santos, a los milagros debidos a la
superstición, a lo que es, en suma, obra esencialmente humana. Muchas
ideas cristianas no eran, según los humanistas, divino privilegio del
catolicismo, sino construcciones de la humana razón. Esa fue la huella
de Erasmo en los más altos espíritus de España»
(277). (N. del A.)
80
Véanse también 184-86. (N. del A.)