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ArribaAbajo Los tratos de Argel: obra testimonial, denuncia política y literatura terapéutica

Enrique Fernández



University of Manitoba

Cervantes' Los tratos de Argel is reexamined in the light of the political and personal context in which it was written at the beginning of 1580's, immediately after Cervantes' liberation from captivity. The play is best understood when framed within the context of propagandistic texts produced to help the ransoming orders (Mercedarians and Trinitarians) elicit donations by presenting moving testimony of the captives' difficult conditions. Like modern testimonial literature, Los tratos de Argel served simultaneously both a political and a therapeutic purpose: it denounced the political abandonment of the captives in Algiers, and it helped Cervantes find equilibrium through the established form of martyrology.


Para reconstruir los años que Cervantes pasó cautivo en Argel, se ha acudido con frecuencia al testimonio de Los tratos de Argel por ser una obra escrita al poco tiempo de su liberación y cargada de referencias históricas y autobiográficas. A pesar de esta cercanía a los hechos de Argel, separar lo histórico de su elaboración literaria es difícil, como lo prueba el hecho de que su texto se haya usado en reconstrucciones tan dispares como la de Astrana Marín o la de Rossi1. En este trabajo intento enfocar de otra forma el problema de que, siendo lo ocurrido en Argel tan importante para entender la creación cervantina, nos resulta difícil recuperarlo al ser su obra una amalgama indisoluble de lo literario y lo histórico, no una mezcla cuyos componentes se puedan tamizar por separado. Por ello propongo recuperar no los hechos históricos ocurridos en Argel entre 1575 y 1580 con anterioridad a la escritura de la obra, sino las circunstancias   —8→   históricas y personales presentes en el momento en que Cervantes la escribió. Aunque datar con exactitud la composición de las obras cervantinas es un tema siempre difícil, todo indica que Los tratos de Argel se escribió a principios de la década de 1580, y que obras como Los baños de Argel y la «Historia del cautivo» son reelaboraciones posteriores del mismo tema2. Esta labor de recontextualización nos permitirá encuadrar Los tratos de Argel dentro de los diferentes discursos del cautiverio de la época que se articulaban en torno a las órdenes redentoristas y su labor de rescate. Estos discursos comparten con Los tratos de Argel unas estrategias textuales específicas de la literatura testimonial a las que podemos aplicar parte de las teorizaciones recientes sobre trauma y testimonio3. Especialmente me interesa estudiar en Los tratos de Argel dos características propias de la literatura testimonial: su voluntad política de movilizar a la sociedad y el efecto terapéutico que narrar el pasado tiene sobre el autor.

Dos meses antes de que Cervantes abandonara Argel, en octubre de 1580, el imperio español y el turco firmaron un importante tratado de tregua. Sin embargo, este tratado no incluía la liberación de quienes estaban cautivos en Argel y otras ciudades bajo el control del imperio turco. Con esta firma, Felipe II y el Gran Turco abandonaron oficialmente el Mediterráneo, la tradicional zona de hostilidades entre el occidente cristiano y el Islam, para concentrarse respectivamente en sus problemas con los protestantes en el norte de Europa y la amenaza persa en el oriente4. Las pocas y mal abastecidas plazas fuertes o presidios que España aún mantenía en las costas   —9→   norteafricanas se consideraban una obsoleta herencia de los tiempos de las Cruzadas. Ya a mediados del siglo Carlos V avisaba en una carta a su hijo, el futuro Felipe II, que los salarios de los soldados estacionados en la plaza fuerte de Orán apenas eran cubiertos por los 25.000 ducados anuales de impuestos por comercio con Berbería, lo que contrastaba notablemente con las riquezas que anualmente llegaban de América (Hess, Forgotten 43). Años más tarde Felipe II accedería al trono de Portugal merced a la muerte sin herederos del rey Don Sebastián en la derrota de Alcazarquivir en 1578, claro aviso de las consecuencias de una trasnochada política imperial norteafricana.

La tregua de 1580, cuyas negociaciones habían comenzado en 1573, puso fin oficialmente a una pugna por el control del Mediterráneo que estaba estancada desde 1565. Batallas navales como Lepanto (1571) o Túnez (1574), de más impacto propagandístico que militar, ofrecieron a los dos imperios la oportunidad de retirarse ceremoniosamente y hacer del Mediterráneo la frontera entre ambos5. De la «gran guerra» de escuadras imperiales se pasó así a una «pequeña guerra» de escaramuzas continuas entre las flotillas corsarias que ocuparon el vacío de poder creado en la zona tras el traslado de las dos flotas imperiales a las aguas del Atlántico y el Mar Rojo respectivamente. La fricción residual entre los dos imperios se materializó en la actividad corsaria, que es la politización y recrudecimiento de la antigua práctica mediterránea de la piratería6. Esta política de mutua ignorancia convirtió el Mediterráneo en una zona de conflicto de baja intensidad similar a algunas áreas de Asia y África durante la Guerra Fría.

Este nuevo escenario político permitió que ciudades estado que basaban su economía en la piratería prosperasen enormemente, como es el caso de Argel, que en la segunda mitad del XVI llegó a   —10→   contar con 25.000 cautivos (García Arenal 212)7. Por la masificación, la explotación organizada y el régimen semiabierto de encarcelamiento de los cautivos, Argel recuerda a los campos de prisioneros destinados a la explotación económica masiva de prisioneros del siglo XX. Al considerar la situación de estos cautivos no debemos dejarnos engañar por las huidas exitosas que con tanta frecuencia nos presenta la literatura. En la realidad, el aislamiento geográfico de la zona hacía la huida de Argel casi imposible, por lo que la esperanza colectiva de los cautivos era que desde España se enviase una flota a liberarlos. Durante la construcción de la Armada Invencible se corrió el rumor en Argel de que iba a ser destinada a liberar a los cautivos. Sin embargo, tras la pérdida desastrosa de 12.000 hombres y 150 barcos en una expedición lanzada por Carlos V en 1541, nunca se volvió a emprender ningún gran ataque por mar contra las ciudades corsarias del Magreb, que para el imperio español y otras potencias europeas eran sólo una molestia menor del orden público demasiado costosa de exterminar militarmente8.

No es de sorprender que entre un cuarto y un tercio de los cautivos renegaran, opción que suponía una mejora de las duras condiciones de vida, pero no su libertad (García Arenal 244). La monografía de Bennassar Los cristianos de Alá: La fascinante aventura de los renegados ha reconstruido las peripecias de muchos renegados basándose en los expedientes instruidos por la Inquisición de España e Italia a los renegados que volvían huidos o eran capturados. Estos documentos muestran a hombres -en contra de lo que la literatura nos puede hacer creer, muy pocas mujeres caían cautivas, ya que no viajaban por mar frecuentemente- que tras cinco o más años de cautiverio y malos tratos renegaban al perder toda esperanza de liberación. Los tribunales inquisitoriales se aseguraban de que los renegados que regresaban para reincorporarse a su país de origen pasaran un minucioso y largo proceso de reinserción, que solía resultar en un año de confinamiento en un convento para afianzar la fe de los regresados voluntarios, o en condena perpetua a galeras de los piratas renegados apresados en acción. Bennassar concluye que el renegado es otra faceta del cautivo como víctima del enfrentamiento continuo entre dos mundos que no ofrecían lugar para escépticos   —11→   o pragmáticos que pudieran ser un ejemplo peligroso o ser usados como propaganda por el enemigo.

Ante la imposibilidad de huida y el abandono oficial de los cautivos, el único medio seguro de salir de Argel era ser rescatados por dinero, algo factible sólo para aquellos pocos de familia acomodada. El resto de los cautivos podía confiar únicamente en la caridad organizada de órdenes religiosas como los mercedarios y trinitarios. Desde la Edad Media estas órdenes se habían dedicado al rescate de cautivos, un asunto privado entre la familia del cautivo y sus carceleros en el que las órdenes rescatadoras funcionaban de intermediarios y ayudaban con dinero. Aunque a partir del reinado de Felipe II hubo un cierto compromiso del estado de ayudar económicamente a los rescates, el trasvase de capital por pagos de rescates entre España y el Magreb alcanzó cantidades tan altas que en ciertas épocas se puso límite a las sumas que de esta forma pasaban a manos del enemigo9. Ante esta escasez de fondos públicos, las órdenes redentoristas tenían que solicitar de particulares limosnas y donaciones. Dar limosnas para el rescate de cautivos era considerado una obra de caridad ya desde los Padres de la Iglesia, quienes en sus sermones extienden la bienaventuranza «visitar al enfermo» a rescatar al cautivo con limosnas como un ejercicio de liberalitas y caritas (Klingshirn 184-86). En la segunda mitad del XVI otra variedad de redención mediante limosna, la redención de ánimas del purgatorio, era tema de gran actualidad por ser parte del debate sobre la existencia del purgatorio negada por los protestantes y especialmente defendida por los jesuitas10. En este ambiente propicio a las donaciones, las órdenes rescatadoras organizaban sus actividades de recaudación de fondos en «campañas anuales de redención,» que comenzaban con sermones en las iglesias para incitar a los fieles a la generosidad y culminaban con un viaje a Berbería para rescatar a los cautivos con los fondos recaudados11. Pero estos sermones piadoso-propagandísticos son sólo una parte del discurso de redención de cautivos en la época, ya que circulaban otros escritos de quienes, habiendo sufrido o sido testigos del cautiverio, daban testimonio de lo que estaba ocurriendo en Argel y otras ciudades del Magreb.

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Los textos más extensos y de los que más ejemplos nos han llegado son monografías histórico-costumbristas que describen la terrible situación de los cautivos con el fin propagandístico de recolectar limosnas. Así en el prólogo de su Tractado de la redempción de captivos, en que se cuenta las grandes miserias que padescen los christianos que están en poder de infieles, y de la qual sancta obra sea de su rescate (1603), el excautivo padre Jerónimo Gracián declara: «[Escribí este tratado] a fin de que leyéndolo los fieles se muevan a compasión y ayuden con limosnas para obra de tanta caridad» (314v-315r12). La monografía más famosa es sin duda la Topographia e historia general de Argel atribuida a Diego de Haedo, un extenso tratado publicado en 1612 pero redactado años antes, que es la fuente de información más importante sobre el norte de África en la época. Esta obra es extensamente usada por Astrana Marín en su biografía de Cervantes y es muy conocida entre los cervantistas por la alabanza que contiene del comportamiento de Cervantes durante su cautiverio en Argel (180-81)13. Es un documento histórico que ofrece fechas y nombres concretos, y a la vez es un documento propagandístico que dramatiza los eventos para conmover a sus lectores. En los «Diálogos de la cautividad,» la segunda parte de esta obra, se nos presentan más de setenta casos de malos tratos, torturas y muertes sucedidos entre 1577 y 1580. Basta con reproducir un pasaje representativo de su realismo dramático:

Desta suerte es el tormento tan terrible de enganchar un hombre vivo, de que usan muy a menudo, porque, como sabéis, plantan una horca en el campo, de tres palos, y del de arriba cuelgan una   —13→   polea o garrucha con su soga, y abaxo deste palo atraviesan otro de los dos postes, diez o doce palmos distante del primero; en éste clavan un gran garabato o gancho de hierro muy agudo y muy firme, y alzando el pobre y mezquino cristiano con la soga de la polea con que atan por medio del cuerpo que toque en él queda traspasado y colgando, o de una pierna, o de un brazo, o de una espalda, o de un lado, o de otra parte, y algunas veces de la barba. Y desta manera, dando voces y lastimables gemidos, le dexan, hasta que al cabo de dos o tres días acaba, con terribles dolores, míseramente sus días.


(II: 12314)                


Un segundo tipo de literatura de redención que circulaba en la época son las vidas de mártires que murieron en Berbería, como la del franciscano italiano Andrés de Espoleto, martirizado en Fez en 1532 por predicar la fe cristiana entre los musulmanes. Según se nos dice en el prólogo, fray Antonio de Olave escribió el libro en latín por orden del rey de Portugal. El anónimo traductor al español cuenta que, al caérsele la pluma al suelo en el convento de Medina de Rioseco, encontró este libro, lo que tomó como una señal milagrosa del cielo para su traducción y publicación en 1543. Contiene episodios como el encierro de Espoleto en un pozo con un león que no le ataca, o el de su martirio en el fuego, que recuerdan a episodios de Los tratos de Argel, como el del león manso que guía a un cautivo huido y la muerte en la hoguera de un sacerdote en la plaza pública, que luego trataré en detalle. En contra de lo que hoy podríamos pensar, esta inclusión de hechos milagrosos realza el carácter de testimonio verídico de la obra, pues es característico de la literatura testimonial aumentar su veracidad adoptando formas y contenidos de géneros de reconocido prestigio en la época, como hace la literatura testimonial moderna al incluir entrevistas periodísticas o antropológicas.

Otra variante de esta literatura testimonial de cautiverio y redención son narrativas breves, generalmente autobiográficas, de un cautivo rescatado que describe cómo los redentoristas lo liberaron de un duro cautiverio que le había puesto al borde de renegar. Estos textos se imprimían en forma de cuadernillos sueltos, ediciones baratas y populares que demuestran el interés del público por estos   —14→   testimonios que, bajo la respetable forma de obras piadosas, estaban llenos de aventuras y pasajes morbosos de torturas. A este grupo pertenecen obras como la ya tardía Relación verdadera de los sucesos que ha tenido la redención de cautivos de la real y militar orden de la Merced en la ciudad de Argel en los meses de marzo y abril deste presente año de 1675, escrita por el P. Bernardo María [A]uberti, de la orden de San Bernardo, rescatado en ella, habiendo estado seis meses cautivo (1675). El autor, tras agradecer profusamente a los mercedarios su labor, describe la tentación de renegar en que viven los cautivos, sobre todo los niños por la afición de los musulmanes a usarlos de garzones. Otro ejemplo es la Relación verdadera en la que se cuenta muy por extenso el modo de vivir ...de un cautivo ahora venido de allá, natural de esta Villa y Corte de Madrid, en la redención que hizo el convento de la Santísima Trinidad en 25 de marzo de este año de 1639, de Diego Díaz. Muy semejante a la anterior, esta obrita contiene todo tipo de detalles morbosos, como «las mujeres [musulmanas], que salen mucho de su casa [para ir a los baños públicos] y otros efectos peores, que los cometen aun con cristianos, teniendo ellos riesgo de quemarlos o volverse moros, y ellas de echarlas a la mar» (fol. 148). Una vez más estos pasajes nos recuerdan episodios y personajes de Los tratos de Argel, como la trama central de la mora Zahara que intenta seducir al cautivo Aurelio, o la historia del niño Francisco que se hace garzón de su amo.

Los tratos de Argel, obra que termina felizmente gracias a la llegada del barco con las limosnas para la redención, pertenece al discurso redentorista del cautiverio, con el que comparte su finalidad testimonial-propagandística, gran parte del contenido, y algunas estrategias de literaturización, tarea en la que Cervantes es claramente superior. Los tratos de Argel contiene una llamada explícita a que el público contribuya con sus donaciones a la redención de cautivos, semejante a la que hemos visto en otras obras redentoristas. Al ver al niño cautivo Francisco abrazar el Islam y hacerse garzón de su dueño, uno de los cautivos cervantinos exclama:


¡Oh cuán bien la limosna es empleada
en rescatar muchachos, que en sus pechos
no está la santa fe bien ar[r]aigada!
¡Oh, si de hoy más, en caridad deshechos
se viesen los cristianos corazones
y fuesen en el dar no tan estrechos!


(896 II. 1865-7015)                


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Igualmente, uno de los dos manuscritos conservados de la obra incluye al final una loa en doce redondillas que llama al «ilustre senado» a la generosidad. Sugiere que al menos esa copia del manuscrito, estaba pensada para una representación con el fin de obtener limosnas (Canavaggio, «A propos» 20-22). Desafortunadamente no se conservan datos específicos sobre las ceremonias redentoristas para conseguir donaciones celebradas en los años inmediatos al regreso de Cervantes. Por documentos posteriores sabemos que las campañas anuales de redención se abrían con la «publicación de la redención,» ceremonia que incluía una procesión desde la Puerta del Sol al palacio del Buen Retiro, donde esperaban los reyes. Los nobles cabalgaban en la procesión y los liberados del año anterior desfilaban vestidos con sus ropas de cautivos (García Navarro 37)16. Ignoramos si Cervantes participó en alguna ceremonia de este tipo, aunque la participación de Recaredo en «La española inglesa» en una procesión general de gracias al regresar de su cautiverio puede estar inspirada en la propia experiencia de Cervantes. Si tenemos en cuenta que por los años del regreso de Cervantes diversas cofradías religiosas de Madrid regían corrales temporales cuyos beneficios eran dedicados a la beneficencia, que incluso habían erigido un corral permanente en la calle de La Cruz en 1579, y que el teatro del Príncipe se inauguró en 1582, no sería extraño que en uno de estos lugares se representase Los tratos de Argel dentro de las actividades de la campaña anual de redención17.

Pero Los tratos de Argel no se limita a ser una llamada a donar limosnas, sino que tiene el claro compromiso político de las obras testimoniales de quienes han sobrevivido a cautiverios colectivos. Primo Levi, Jorge Semprún o las víctimas de la represión en Latinoamérica mostraron su compromiso no sólo con su militancia política tras su liberación sino con sus obras testimoniales que reivindicaban a los compañeros muertos o aún cautivos. El compromiso de Cervantes por una política española activa en el Mediterráneo se manifestó al poco de su regreso en su viaje a Orán en una peligrosa misión diplomática secreta cuya naturaleza exacta ignoramos   —16→   (Canavaggio, En busca 112-1318). Su compromiso con sus antiguos compañeros de cautiverio se materializa en una obra teatral que da testimonio de lo que estaba ocurriendo en Argel. El teatro era un medio ideal para dar testimonio por prestarse fácilmente a presentar a los cautivos en el papel de héroe colectivo, un rasgo característico de las obras testimoniales que sigue presente en las obras testimoniales del siglo XX. En ellas el protagonista es con frecuencia una colectividad o un personaje del que se eliminan los rasgos individuales para presentárnoslo como representativo de un grupo de víctimas (Beverly 27). La numerosa asistencia a los corrales en la época en que Cervantes regresó de Argel hacía del teatro una plataforma privilegiada para llamar a la acción al público de sus compatriotas y al rey a la cabeza de esa comunidad. Llamamientos semejantes a la intervención militar aparecían en los tratados de redención antes vistos, e incluso algunos tratados son memoriales exclusivamente dedicados a analizar la situación militar y a exhortar al rey a atacar Argel, como el Discurso acerca de la conquista de los Reynos de Argel y Bugía, en que se trata de las razones que ay para emprenderla, y respondiendo a las que se hazen en contrario, de Miguel Martínez de Villar (Madrid, 1619). De manera similar el cautivo Saavedra19, uno de los personajes que encarnan a Cervantes en Los tratos de Argel, expone ante Felipe II las recomendaciones de un consejero militar que conoce bien la zona: «Su gente es mucha, mas su fuerza es poca / desnuda, mal armada, que no tiene / en su defensa fuerte muro o roca» (857 II. 420-3020). Unas escenas más adelante, la respuesta de un cautivo a unos muchachos argelinos que le cantan «Don Juan no venir, tú aquí morir,» muestra la confianza en que Felipe II tomará el relevo de su recién fallecido hermanastro Don Juan de Austria (1578) y actuará militarmente:


Vendrá su hermano, el ínclito Filipo,
el cual, sin duda, ya venido hubiera
si la cerviz indómita y erguida
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del luterano Flandes no ofendiese
tan sin vergüenza a su real corona.


(887 II. 1527-31)                


Si Los tratos de Argel es similar en tantos aspectos a las obras redencionistas, las sobrepasa claramente en el plano literario para constituirse en la primera obra de un género literario nuevo que, a diferencia de obras de cautiverio anteriores como los romances o las obras bizantinas, literaturiza el cautiverio contemporáneo a partir de experiencias propias (Camamis 50 et seq.; Teijeiro Fuentes passim). Un interesante efecto al hacer literatura del propio cautiverio es el valor terapéutico resultante de procesar memorias personales en formas literarias. La utilización consciente de los géneros literarios y sus ricas convenciones ofrece inacabables oportunidades para atribuir significado a las memorias de eventos traumáticos. Los eventos pasados, mínimamente estructurados en la memoria, tienen que ordenarse para ser narrados, ya que toda narración exige un contenido organizado conforme a una serie de reglas de coherencia interna (Linde 12). La literatura, que según Frye es «an aspect of the human compulsion to create in the face of the chaos» (31), permite organizar y atribuir sentido a las memorias traumáticas, que entran a formar parte del continuum cultural de significados al ser literaturizadas (Young 15-1621). Sin embargo, el significado sobre el que se estructura la narración existe sólo dentro de los códigos del sistema de valores compartido por el narrador y su público, la sociedad a la que se reincorpora (Gruner 151).

Para aglutinar las teselas de los recuerdos fragmentados del cautiverio en el mosaico coherente y significativo de Los tratos de Argel, Cervantes recurre a narrativas cargadas de significado, como los martirologios. La tortura y muerte en la hoguera del sacerdote valenciano fray Miguel de Aranda fue un hecho que sabemos ocurrió   —18→   en los años en que Cervantes estaba en Argel (Haedo III, 140). Este episodio verídico de tortura es narrado por Cervantes conforme a la tradición de los martirologios, modelo que se presta especialmente a esta tarea por estar asociado al cautiverio desde las narraciones bíblicas de la cautividad en Egipto y Babilonia (Curtius 425-28). En la narración cervantina están presentes los elementos típicos del martirologio, como son la crueldad de los torturadores y el público, la indiferencia del torturado ante el dolor, la afirmación de la fe en las últimas palabras del mártir, etc. Incluso los nombres de los personajes de este episodio cervantino apuntan a su modelo: el sacerdote martirizado, cuyo nombre no se menciona, es descrito como un «Santi Esteban segundo,» clara referencia al protomártir cristiano que enfureció a las masas de Jerusalén con sus predicaciones y murió lapidado, martirio que presenció Saulo antes de convertirse en San Pablo (Hechos de los apóstoles 6-8); el joven que narra a los otros cautivos el martirio del que ha sido testigo se llama Sebastián, como el joven arquero que fue asaeteado y lapidado en Roma por no renegar de su fe cristiana. También, al igual que en los martirologios antiguos, la muerte del sacerdote reafirma la fe de Sebastián, quien por su juventud está en especial peligro de renegar. Esta forma de narrar siguiendo las pautas de los martirologios permite a Cervantes trasmutar el dolor y el horror del recuerdo mediante su inscripción en los ricos significados de su modelo literario-religioso. En Los tratos de Argel abundan adaptaciones del discurso religioso para representar memorias del cautiverio, como el cautivo que huye guiado por un león manso como los de Daniel en el foso, o las frecuentes referencias al agua y al pan con claras connotaciones de alimento espiritual. En la escena de la evasión a pie de dos cautivos, la ciudad de Orán se presenta como la Tierra Prometida («Orán, la deseada tierra» [888 l. 1578]), con lo que la huida por las tierras desérticas que rodean Argel se convierte en la travesía del desierto del pueblo de Israel y, simultáneamente, adquiere resonancias de la peregrinación mística del alma hacia su salvación:

ESCLAVO 2:  ¿Caminarás de noche?

ESCLAVO 1:  ¿Quién lo duda?

ESCLAVO 2:  ¿Por montañas, por riscos, por honduras te atreves a pasar, en las tinieblas de la cerrada noche, sin camino ni senda que te guíe adonde quieres?


(889 II. 1588-93)                


Igualmente interesante es cómo, para representar la realidad dolorosa del cautiverio, Cervantes adapta la visión tradicional del   —19→   amor como sufrimiento. La espina dorsal de la obra, la historia de los enamorados Aurelio y Silvia que luchan por permanecer fieles el uno al otro y a sí mismos, es una representación desplazada de la lucha interna de los cautivos por mantener su identidad ante la tentación de renegar. También se adaptan tópicos de la literatura amorosa que se prestan a esta tarea, como el ambiguo término «cautivo,» tan frecuentemente usado en sentido metafórico en las lamentaciones de poetas enamorados. En el monólogo que abre Los tratos de Argel, Aurelio, vestido con los harapos inconfundibles de cautivo, se queja de su condición actual. Sólo al final del monólogo el público se da cuenta de que el cautiverio al que está refiriéndose Aurelio es su situación de enamorado:


¡Triste y miserable estado!
¡Triste esclavitud amarga,
donde es la pena tan larga
cuan corto el bien y abreviado!
¡Oh purgatorio en la vida,
infierno puesto en el mundo,
mal que no tiene segundo,
estrecho do no hay salida!
[...]
Del cuerpo y alma es mi pena:
el cuerpo ya veis cuál va;
mi alma rendida está
a la amorosa cadena.


(844-45 II. 1-8; 29-32; énfasis mío)                


Sin embargo, la literaturización tiene limitaciones en su capacidad de representar el pasado. Una característica de las narraciones de memorias traumáticas es la tendencia contradictoria de su autor a preservar en ellas la discontinuidad que les da su carácter violento. El autor testimonial aspira a la imposible labor de representar el sentido de discontinuidad y desorientación de los eventos traumáticos y, simultáneamente, de imponerles continuidad y significado. Esta creación de un discurso testimonial coherente le es permitida por la autoridad que le confiere haber sido testigo presencial y, al mismo tiempo, le es exigida para que su testimonio sea considerado autorizado (Young 16). Las narrativas cervantinas de cautiverio escritas a más años de distancia de su estancia en Argel -Los baños de Argel, «La historia del cautivo,» etc.22- conseguirán mayor coherencia y continuidad mediante una profunda literaturización. Sin embargo,   —20→   Los tratos de Argel presenta la discontinuidad y fragmentación de unas memorias dolorosamente recientes. La escena de la familia separada al ser vendida tras su captura, la del hermano que reniega y el que no, la de los dos cristianos que huyen a Orán con distinta suerte, y otras muchas, no tienen otra conexión con la historia central que la de lugar y tema. Sólo el final logra dar a este caótico mosaico una cierta unidad temática: la comunidad de la esperanza en la liberación (Canavaggio, Dramaturge 266). Los sentimientos reprimidos en su día ante la contemplación de torturas, ante la visión de familias separadas en el mercado de esclavos, o el miedo de sus intentos de huida, se revisan y reorganizan ahora en el espacio seguro de la literatura.

La fragmentación de esta cura de urgencia afecta no sólo al argumento, la temporalidad y el espacio, sino también a los personajes, que están fragmentados externamente en sus dobles y antagonistas, e internamente en sus contradicciones. El uso de personajes alegóricos para representar los estados de ánimo cambiantes y contradictorios ante un dilema es una forma de fragmentación interna del personaje que Cervantes mismo explica en el prólogo de sus Ocho comedias y ocho entremeses: «[F]ui el primero que representase las imaginaciones y los pensamientos escondidos del alma, sacando figuras morales al teatro» (9)23. En el acto 3 Aurelio debate con la Ocasión y la Necesidad las ventajas y desventajas de satisfacer los deseos carnales de su ama o permanecer fiel a su amada Silvia (133-34). En otras escenas los personajes son simplemente contradictorios en sus acciones, como ocurre con el desconcertante personaje del Rey de Argel. Como un deus ex machina, el Rey deja libre a la pareja protagonista, Silvia y Aurelio, con la mera promesa de que enviarán su rescate desde España. En esa misma escena, el Rey da tortura y muerte al cautivo que ha intentado huir y a Yzuf, uno de sus súbditos24. En la obra abundan los diálogos entre personajes que, ante un acuciante dilema, actúan de forma opuesta, como los dos   —21→   hermanitos cautivos Francisco y Juan, uno que reniega y otro que permanece cristiano, o los dos cautivos que planean huir por tierra a Orán, pero uno de ellos no se atreve por miedo al castigo (886 II. 1509-97). En el diálogo entre los cautivos Saavedra y Leonardo sobre el dilema de claudicar ante el acoso sexual de su ama musulmana, éste, cristiano tibio, defiende haber cedido a los requerimientos de su ama, pero su debilidad le es recriminada por Saavedra, alter ego del protagonista Aurelio también acosado por su ama (854 II. 333-718). Una escena semejante se repite en el acto cuarto, esta vez entre Saavedra y Pedro, quienes discuten la posibilidad de renegar. Pedro dice que no es mala opción pues es sólo un acto externo y que seguirá siendo cristiano en su corazón, pero los argumentos de Saavedra lo disuaden (903-08 II. 2072-2282). Estos dos diálogos ejemplifican tanto la representación de un dilema mediante dos personajes como el desdoblamiento de los personajes. Pedro y Leonardo son básicamente un mismo personaje con dos nombres diferentes; igualmente Saavedra es desdoblamiento de Aurelio, cuya total dedicación al enredo amoroso que sustenta la obra no le permite aparecer en otro tipo de escenas (Casalduero 252).

Es arriesgado identificar a Cervantes exclusivamente con un personaje de la obra, ya que el Cervantes cautivo está en todos los personajes que forman el protagonista colectivo de la obra, imágenes fragmentadas de un yo, opuestas y huidizas, que no se dejan aprehender (Zmantar 35). Estas imágenes son instantáneas que aspiran a capturar los estados mentales de Cervantes en las horas de espera en Argel. Diferentes personajes representan los estados mentales sucesivos de Cervantes durante su cautiverio, así como las posiciones contradictorias que simultáneamente se debatían en Cervantes, quien sopesaba las diferentes alternativas que se le ofrecían, la de renegar entre ellas25. Mediante este recurso literario Cervantes logra representar las tempestades mentales de Argel que muchos años después se negaban a calmarse. Igualmente difícil resulta reconstruir lo que ocurrió en Argel a partir de esta reproducción literaria. Lo que Cervantes nos ofrece en esta y otras obras de cautiverio es una instancia de lo que se denomina la «memoria heroica,» una forma de recordar que busca en los hechos una visión moral, un principio que muestre a los individuos como responsables de sus acciones incluso en las circunstancias más adversas. En este tipo de narraciones lo que importa reconstruir al rememorar no es tanto los hechos como   —22→   el significado de los hechos26. Los tratos de Argel es la cura de urgencia de memorias acuciantes que resulta en un mosaico que comparte con el discurso redentorista de la época la vocación testimonial y muchas estrategias textuales, pero lo sobrepasa ampliamente en su elaboración literaria. Esta elaboración a la que la memoria es sometida por la literatura es expresada magistralmente por Primo Levi en su poema «La ostra y la perla,» escrito cuarenta años después de su paso por el campo de concentración. En el poema una ostra cobra voz para decirle al poeta: «Como te ocurre a ti, si un grano de arena hiere mis carnes delicadas, / yo también, día tras día, continúo recubriéndolo en silencio27 Lo ocurrido en Argel es el grano de arena apenas vislumbrable dentro de la perla con que Cervantes empezó a recubrirlo en Los tratos de Argel y que seguirá embelleciendo, capa tras capa, a lo largo de toda su producción literaria.

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Obras citadas

Astrana Marín, Luis. Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes. 7 vols. Madrid: Reus, 1948-58.

Auberti, Bernardo María. Relación verdadera de los sucesos que ha tenido la redención de cautivos de la real y militar orden de la Merced en la ciudad de Argel en los meses de marzo y abril deste presente año de 1675, escrita por el P. Bernardo María [A]uberti, de la orden de San Bernardo, rescatado en ella, habiendo estado seis meses cautivo. Sevilla: Juan Francisco Blas, 1675.

Avalle-Arce, Juan Bautista. «La captura de Cervantes.» Boletín de la Real Academia Española 48 (1968): 237-80.

Bennassar, Bartolomé y Lucile. Los cristianos de Alá: La fascinante aventura de los renegados. Trad. José Luis Gil Aristu. Madrid: Nerea, 1989.

Beverly, John. «The Margin and the Center: On Testimonio (Testimonial Narrative)The Real Thing: Testimonial Discourse and Latin America. Ed. Georg M. Gugelberger. Durham: Duke UP, 1996. 23-41.

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