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ArribaAbajo Martín Morán, José Manuel. El Quijote en ciernes. Los descuidos de Cervantes y las fases de elaboración textual

Torino: Edizioni dell 'Orso, 1990. 238 pp.


Eduardo Urbina



Texas A & M University

Al estudiar los descuidos de Cervantes como evidencia de las etapas de la creación del Quijote, Martín Morán se propone «reconstruir [su] coherencia textual» (10) y descubrir aspectos esenciales del texto tales como su unidad, la función del narrador y su dimensión paródica. Se trata de algo así como intentar la cuadratura del círculo crítico de los estudios cervantinos, la «reconstrucción ideal del Protoquijote» (18), y lo logrado en el proceso es, si no definitivo, una contribución notable, digna de aprecio y encomio.

El libro está dividido en cinco capítulos; el primero nos presenta a manera de introducción un breve historia de cómo la crítica ha tratado los descuidos y ofrece una clasificación de los mismos. Los capítulos 2 y 3 se ocupan de analizar las incongruencias y el papel de Cide Hamete en la Primera Parte, mientras que los dos restantes, invirtiendo el orden, estudian la función del narrador múltiple y las incongruencias de la Segunda Parte.

El minucioso análisis textual, los intrincados razonamientos con respecto a la lógica espacial y temporal del texto y la inevitable abundancia de especulaciones y conjeturas hacen que a menudo este lector se sintiera algo aturdido y confuso. Sin embargo, si bien las pruebas particulares sobre la reordenación del texto lleguen a ser difíciles de seguir, y aun de aceptar, los hallazgos resultantes constituyen en su conjunto una aportación válida; la elaboración fragmentaria del Quijote y la «especial atención al episodio en detrimento de la unidad superior de la trama» (19) nos parecen ahora premisas indiscutibles. Pero sin duda la aportación crítica de mayor importancia es la relacionada con el análisis del papel de Cide Hamete. En la Primera Parte, Martín Morán lo ve como una manera de dar a la historia unidad, estructura interna (113), y lo relaciona con otras dos decisiones: la reordenación de capítulos y la interpolación de novelas. En este contexto, es lástima que Martín Morán no llegara a conocer a tiempo lo dicho al respecto por James Parr en Don Quixote: An Anatomy of Subversive Discourse (Juan de la Cuesta, 1988). Especula que en un principio el texto no llevaba división en capítulos y que Cide Hamete no pudiendo ser su primer autor,   —130→   según las menciones que se hacen en el texto, queda reducido a un «instrumento de composición de su relato» (129). El orden de elaboración textual sería: 1) división en capítulos, 2) división en partes e introducción de Cide Hamete, 3) interpolaciones, 4) retoques a divisiones en partes y 5) nuevas interpolaciones. Este orden le lleva a concluir que en su primera versión el Quijote consistía de tres partes de ocho capítulos cada una, habiéndose introducido las interpolaciones y retoques entre los presentes capítulos 8 y 9 y 21 y 22.

La inclusión de la Primera Parte en la Segunda afecta el papel de Cide Hamete, visto ahora por Martín Morán como «autor ficticio» (145), «ficcionalizado» (164) y finalmente personaje o «ente imaginario» (193). En contraste con la Primera Parte, es ahora narrador múltiple con dos funciones bien delimitadas; una paradigmática, de cara a la parodia de los libros de caballerías, y otra sintagmática en relación con su realización como narrador (153). Esta división se elabora en torno al análisis de las funciones de las voces narrativas siguiendo la tipología de Genette. Cide Hamete domina las funciones narrativa y testimonial y comparte con el segundo autor las funciones organizativa, comunicativa e ideológica. De nuevo aquí la referencia a Parr resulta ahora imprescindible. A través de ejemplos textuales Martín Morán da prueba de la inconstancia como voz autónoma y de la falta de omnisciencia de Cide Hamete, mientras que las intervenciones del segundo autor, «responsable directo del efecto irónico» (190), se remiten a su función paródica. Estamos plenamente de acuerdo con que la perspectiva narrativa de Cide Hamete obedece siempre a la parodia del motivo del «autor ficticio y remoto» de los libros de caballerías (197), aunque no sea esto del todo original.

El estudio de las incongruencias presentes en la Segunda Parte, de menor número, pone de manifiesto cómo las exigencias de la situación contradicen a veces informaciones pasadas. Asimismo, los cambios observados en Sancho Panza y don Quijote parecen estar motivados por la «necesidad de satisfacer las expectativas del público» (211), a lo teatral. Niega por lo tanto toda quijotización o sanchificación. En cada caso los cambios son «acomodación al molde comportamental» de las situaciones (214-15). Cervantes busca dar a su relato coherencia paradigmática en lugar de sintagmática. Las aparentes posturas contradictorias de los personajes no son producto de un desarrollo gradual, sino «cambios bruscos con lo que se diría que Cervantes busca la eclosión súbita de los significados, la manifestación efectista de las características de los personajes» (215).

El Quijote en ciernes representa un sólido avance con respecto a la interpretación de los descuidos de Cervantes y su comprensión como base de la elaboración del texto y constituye, por sus razonables conjeturas y convincentes razones, una valiosa aportación crítica que ha de ser el punto de partida inevitable de toda futura investigación.