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Barcelona
Hacia 1640, cuando la monarquía española iniciaba una de sus peores crisis (guerras exteriores, sublevación de Cataluña y Portugal...), la popularidad del Quijote se había extendido tanto, a través de la lectura y de los espectáculos paródicos, que cualquier alusión a la obra cervantina debía de ser fácilmente entendible por la mayoría del público66. No es extraño, pues, que los libelistas que alimentaron las numerosas polémicas políticas de esa turbulenta coyuntura recurrieran a Cervantes para reforzar sus argumentos.
Examinaremos dos casos bien distintos: en uno, Cervantes es citado para autorizar con su prestigio una tesis en discusión; en el otro, el Quijote sirve de recurso dialéctico.
La sublevación catalana de junio de 1640 dio lugar a una
abundante producción de textos propagandísticos de muy distinto
nivel, desde libelos de urgencia y pliegos de cordel hasta
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obras
de gran solidez jurídica e histórica. El que ahora nos interesa
es de tipo medio. Se trata de
Cataluña defendida de sus
émulos, publicado en Barcelona en 1641 y de autor anónimo.
Tiene unas ciento cincuenta páginas y utiliza un rico aparato de citas
cultas para apoyar sus argumentos, destinados a refutar la
Justificación real, el más
difundido opúsculo favorable a la monarquía española67. Uno de los temas en discusión era la falta
de lealtad de los catalanes, a quienes los propagandistas castellanos
atribuían una permanente voluntad de rebelión contra sus reyes,
citando como precedentes las guerras entre la Generalitat y Juan II en el siglo
XV. El autor catalán, para contradecir tales argumentos, cita a Zurita
como prueba de que la nación catalana había sido siempre
«llena de fe y lealtad»
. Y dice después:
Lo mismo dice el regente Miguel Martínez del Vilar, Marco (sic) de Obregón, Monarquía eclesiástica, Miguel de Cervantes, Bosch y muchos otros que alega el sobredicho Martínez del Vilar» |
(f. 56). |
Para entender en qué sentido se cita a Cervantes es preciso conocer el resto de obras y autores citados. Martínez del Vilar, jurista mallorquín, es citado como autor de De innata Regni Aragonum fidelitate, publicado junto a Interpretatio trium epigrammatum caesaraugustani templi S. Mariae Maioris, Palma de Mallorca, 1609. En De innata..., se trata de demostrar con gran acopio de erudición que los catalanes han sido siempre fieles a sus reyes. La Vida del escudero Marcos de Obregón, de Espinel, es citada de manera menos justificada, a propósito de una breve referencia elogiosa a la hospitalidad de los catalanes. La Monarquía eclesiástica, Salamanca, 1583-88, es una extensa historia universal de Juan de Pineda, donde, como es lógico, Cataluña aparece de manera sectorial. Andreu Bosch escribió Sumari, index o epítome dels admirables y nobilíssims titols de honor de Catalunya, Perpiñán, 1628, obra apologética, llena de erudición.
Si descontamos la poco oportuna referencia a la novela de Espinel, vemos que Cervantes aparece citado al lado de autores prestigiosos por su erudición. De esta manera se ve tratado como una autoridad, como un escritor cuya reputación puede apoyar —113→ una argumentación. El propagandista catalán debía de tener presente el elogio de Barcelona del capítulo LXXII de la Segunda Parte del Quijote, así como los capítulos LX-LXV, ambientados en Barcelona y en los que los catalanes, incluso los bandoleros, son descritos con trazos favorables, perspectiva que ya aparecía en el libro II de La Galatea. Pero de manera especial debía de referirse a un pasaje de Las dos doncellas, donde Cervantes menciona, aunque dentro de un elogio retórico y bastante convencional de Barcelona, la fidelidad catalana:
Admiróles el hermoso sitio de la ciudad, y la estimaron por flor de las bellas ciudades del mundo, honra de España, temor y espanto de los circunvecinos y apartados enemigos, regalo y delicia de sus moradas, amparo de los extranjeros, escuela de la caballería, ejemplo de lealtad y satisfacción de todo aquello que de una grande y famosa, rica y bien fundada ciudad puede pedir un discreto y curioso deseo68. |
Esta actitud positiva de Cervantes hacia Cataluña
probablemente es fruto de los gratos recuerdos de una estancia suya en el
Principado, que Martín de Riquer ha situado en el verano de 161069. Resulta especialmente singular si tenemos en cuenta
que en la literatura de los Siglos de Oro no abundaban los elogios a los
catalanes procedentes de fuera del Principado. Imperaba un gran
desconocimiento, y cuando se hablaba de Cataluña casi siempre era a
propósito de los bandoleros. De los catalanes se destacaba su
carácter duro y áspero, su ánimo vengativo y celoso de su
honra. De los muchos testimonios que se podrían allegar, citemos
únicamente dos. El historiador italiano Bisaccioni los define
así: «Il catalano... è di natura
bravo, fedele, ma fiero e tenace»
70. Y el portugués
Francisco Manuel de Melo: «Son los catalanes, por la mayor parte,
hombres de durísimo natural... en las injurias muestran gran
sentimiento, y por eso son inclinados a venganza»
71. El propio
Espinel, que, como hemos visto, es citado por el anónimo propagandista
catalán, muestra su asombro ante el hecho de que, tratados de cerca, los
catalanes no son
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como los pintan los tópicos:
«Aunque los vecinos tienen nombre de ser un poco ásperos, vi
que a quien procede bien le son apacibles, liberales, acariciadores de los
forasteros»
72.
En el
Persiles, Cervantes también se hace
eco de algunos de estos tópicos, pero dándoles un tratamiento
favorable: «Los corteses catalanes, gente, enojada, terrible, y
pacífica, suave; gente que con facilidad da la vida por la
honra»
73. El anónimo autor de
Cataluña defendida no podía
dejar de aprovechar esta singular benevolencia hacia los catalanes. Para
realzarla más, sitúa a Cervantes al lado de autores de
sólida reputación.
El segundo caso de utilización de Cervantes pertenece a otro contexto y a otras motivaciones. Meses después de la rebelión de Cataluña tuvo lugar la de Portugal, que restablecería la independencia del reino. También en esta ocasión se produjo una amplia polémica política. Por parte portuguesa, la principal obra propagandística fue Lusitania liberata ab injusto Castelanorum dominio, Lisboa, 1645, de Antonio Sousa Macedo, escritor y político que se dedicó a buscar el reconocimiento y el apoyo de las potencias europeas al nuevo estado portugués. Tres años después apareció la réplica española: Portugal convencida con la razón para ser vencida con las católicas potentísimas armas de D. Felipe IV, Milán, 1648, escrita por el jurista Nicolás Fernández de Castro. Se trata de una obra voluminosa y prolija, de más de mil páginas, en la que predominan los argumentos jurídicos, destinados a demostrar la ilegitimidad de la sublevación lusitana y de la proclamación de Juan IV como rey de Portugal. En un momento dado, en medio de una farragosa argumentación legal a propósito de los derechos sucesorios de la infanta Catalina de Braganza, abuela de Juan IV, el autor introduce una repentina y amplia referencia al Quijote:
(p. 453). |
Viene después la refutación de la tesis de Sousa Macedo, y seguidamente una nueva referencia quijotesca, en la que se asimila la infanta Catalina a Dulcinea (p. 454). Poco después, a propósito de que Sousa cita en su apoyo la Ley Sálica francesa, Fernández de Castro aprovecha para convertir Francia en el Sancho Panza de Sousa-Quijote, en alusión al apoyo que Mazarino prestaba a Portugal, concluyendo la alegoría así:
(p. 455). |
Esta larga alegoría es un nuevo testimonio de que los protagonistas del Quijote habían llegado a convertirse en personajes proverbiales. El hecho de que aparecieran en una obra de carácter político-jurídico rebosante de erudición indica que no sólo interesaban por su dimensión cómica y paródica, sino también como arquetipos morales en los que apoyar la defensa de la razón y la sensatez. Nótese que mientras los libros de caballerías son considerados como cosa del pasado, del tiempo de los «abuelos», los arquetipos creados por Cervantes mantienen su validez, prueba de que no se reducían a simples parodias de los modelos caballerescos.
Al equiparar a Sousa Macedo con don Quijote, Fernández de Castro lo ridiculiza, convierte en «quijotadas» -vocablo ya —116→ plenamente arraigado- sus argumentos. No hay duda de que el lector coetáneo causaría mucho mayor efecto la alegoría quijotesca que los secos razonamientos jurídicos.
Pero, paralelamente, en una sátira portuguesa anónima de 164174 se producía otra analogía quijotesca, aunque de sentido opuesto: Don Quijote es asimilado a Felipe IV, y Sancho al conde-duque de Olivares. Ambos representan a España disponiéndose a atacar al Portugal recién independizado. Por otra parte, unos años antes, un desconocido inquisidor había descargado su agresividad contra Erasmo tachando un retrato del humanista y añadiendo una leyenda burlesca: «Erasmo, Sancho Panza y su amigo Don Quijote»75.
Todo ello demuestra que, en la primera mitad del siglo XVII, el Quijote se había convertido en un signo polivalente, que los bandos más dispares y antagónicos podían utilizar al servicio de sus ideologías. Además de testimoniar la enorme fama de la obra, estas utilizaciones partidistas prueban que, ya entonces, el Quijote evidenciaba una de las características que debe poseer toda obra maestra: una inagotable riqueza de significados, de lecturas y de interpretaciones.
—117→«Erasmo... Sancho Panza... y su amigo Don Quijote». Retrato de Erasmo censurado por la Inquisición en la Cosmographia de Münster