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ArribaAbajoLa gloriosa defensa de la ciudad de Buenos-Ayres, capital del Vireynato del Río de la Plata: verificada del 2 al 5 de Julio de 1807

Anónimo


Brevemente delineada en verso suelto, con notas: Por un fiel vasallo de S.M. y amante de la patria. Quien lo dedica al Señor D. Santiago Liniers y Bremont, Brigadier de la Real Armada, Gobernador y Capitán General de estas provincias, y General del Ejército Patriótico de la misma Capital. Con superior permiso. Buenos Aires En la Real Imprenta de los Niños Expósitos Año de 1807.




Primera parte

Beatísima Trinidad
Dios soberano y eterno,
abismo de perfecciones,
infinito, sabio, inmenso,
fuente de todas las gracias,  5
y de todo don perfecto:
purificad mis potencias,
inflamad mi ronco pecho,
para que el son de mi lira,
y mal templado instrumento  10
cantar pueda con verdad,
con entusiasmo y acierto
la más ilustre victoria,
gloria y triunfo el más completo
que las armas españolas  15
por su valor consiguieron
del orgulloso bretón
en americano suelo.
Es el caso que el inglés
de furor y rabia lleno  20
por haberle despojado
con vergonzoso desprecio
de la posesión que obtuvo
en la ciudad mes y medio,
intenta con nuevas fuerzas,  25
mañas y ardides secretos
atacar la capital,
seguramente creyendo
que el ejército español
del vecindario compuesto,  30
al ver sus lucidas tropas,
trenes, caballos y fuego,
se rendiría al instante,
de pavor y susto lleno.
En sus públicos papeles  35
que correr hacen impresos,
estampan abiertamente,
de su valor satisfechos,
que cada soldado suyo
necesita cuatro nuestros.  40
Ellos cantan la victoria,
y, reparten los empleos
aun antes de presentarse
al combate y tiroteos.
Con esta satisfacción,  45
hija de su orgullo fiero,
parten para Buenos Aires
desde su Montevideo.
El día veinte y seis de Junio,
que viernes era por cierto,  50
de mil ochocientos siete,
desde los Quilmes se vieron
sobre más de ochenta velas,
y que se acercan al puerto.
El día veinte y ocho comienzan  55
Su desembarco muy presto,
y lo verifican todos
sin oposición ni miedo;
pues fuera inútil trabajo
querer estorbar su intento.  60
Nuestro invicto general,
que sabía por momentos
del enemigo invasor
los pasos y movimientos,
tocar alarma dispone,  65
y el bélico parche horrendo
anuncia la generala
con su clamoroso estruendo
por las calles y las plazas
del fiel generoso pueblo.  70
Corren todos a las armas,
jóvenes, niños y viejos,
llenos de marcial ardor,
de espíritu militar llenos.
¡Qué gritos y aclamaciones  75
por todas partes se oyeron!
¡Viva España! dicen unos:
otros, ¡viva el jefe nuestro!
Las calles iluminadas
presentan alegre aspecto  80
y destierran de la noche
el triste color funesto.
Nadie duerme, todos velan,
y en tan peligroso aprieto
la tardanza les aflige,  85
les apura y causa tedio.
Entretanto las familias
con el prudente recelo
de experimentar desgracias
entre las balas y el fuego,  90
o de sufrir del britano
de sus bienes el saqueo,
en coches, calesas, carros,
de la ciudad van saliendo
a quintas, chacras, estancias,  95
villas, lugares y pueblos,
llevando sus intereses
alhajas, ropa y dinero,
sufriendo incomodidades,
trabajo y gastos inmensos.  100
El ejército anglicano
que ya en tierra estaba puesto,
su marcha pronto dirige,
a fin de lograr su intento
por entre horribles pantanos  105
e intransitables senderos,
sin embargo de traer
para su marcha y gobierno
prácticos los más insignes,
y banqueanos los más diestros.  110
Dos cañones de a diez y ocho
en un bañado perdieron,
caso que de nuestra dicha
fue presagio nada incierto.
Nuestras tropas ordenadas  115
en batalla, con denuedo
presurosas, corren, vuelan
del anglicano al encuentro.
Innumerables muchachos
marchan en su seguimiento  120
y en repetidos clamores
¡viva España! Van diciendo;
llegan al puente de Gálvez,
y todo en orden dispuesto
trenes, cañones, obuses,  125
trincheras y parapetos,
al enemigo impacientes
esperan ya por momentos,
brotando llamas de brío
de sus generosos pechos.  130
Los bretones muy astutos
y en el arte del fingir maestros
aparentan que hacia al frente
dirigen su rumbo cierto,
cuando por otros caminos  135
rumbos, y ocultos senderos
al país se van internando
para avanzar luego al pueblo.
Nuestros húsares valientes
el rumbo les va siguiendo,  140
sin perderles de su vista
en su marcha y movimientos,
y de paso, escaramuzas
muy gloriosas van haciendo.
Ya les quitan las ovejas,  145
que traen para su alimento,
ya en sutiles emboscadas
sorprenden algunos de ellos,
y ya en sus mismos fogones,
sus tiendas y acampamentos  150
matan algunos ingleses,
sirviéndose de sus fuegos
en la tenebrosa noche
de farol y rumbo cierto.
Los anglicanos caminan  155
con ligereza de ciervos,
sin que arroyos ni pantanos
les sirvan de impedimento:
Nuestro ejército los sigue,
más que de paso, corriendo  160
por horribles lodazales,
por quintas, zanjas y cercos,
metidos dentro del agua
a veces a medio cuerpo,
siendo algunos oficiales  165
los primeros al ejemplo.
Por dos veces al inglés
el bravo general nuestro
campal batalla presenta,
y le ofrece cuerpo a cuerpo.  170
Pero, sagaz el bretón,
huye este fogoso encuentro,
siendo su fin avanzar
cada vez más hacia adentro
y unirse, si acaso puede,  175
con su retaguardia y centro.
Cansados de tanto andar
y muy rendidos de los nuestros,
pues no están acostumbrados
a semejantes paseos,  180
no admiten ya más espera,
más vueltas ni más rodeos,
y ordenados en batalla
comienzan un vivo fuego
al que el inglés corresponde  185
con braveza y ardimiento.
Resuena todo aquel campo
con el pavoroso estruendo
de los preñados cañones,
que globos de vivo fuego,  190
despiden por todas partes
como furias del Averno.
La cruel implacable Parca
con su rostro horrible y fiero
de uno al otro campo vuela  195
su cruel guadaña esgrimiendo,
Al fin el inglés, dejando
en el campo muchos muertos,
del combate se separa
en retirada batiendo,  200
por no empeñarse en acción
hasta su oportuno tiempo.
En esta corta refriega
el efecto fue sangriento,
pues trescientos y algo más  205
de los ingleses cayeron,
siendo menos, sin disputa,
los nuestros que perecieron,
entre los cuales lloramos
a un capitán de artilleros  210
llamado Joaquín Zorrilla,
de honor y valor ejemplo.
Sin embargo, el orgulloso
bretón general soberbio
una intimación despacha  215
al invicto jefe nuestro
que la ciudad se le entregue,
y de su parte ofreciendo
salvar las vidas y haciendas
y los augustos misterios  220
de la religión sagrada
que por nuestra dicha creemos.
Mas, el coronel Elio
a quien este parlamento
se dirige por ausencia  225
del señor general nuestro,
contesta con energía
firmeza y valor diciendo
no se oiría proposición
que sonase a rendimiento;  230
y que hallándose con tropas
llenas de ardor y deseos
de sacrificar sus vidas
por su rey y patrio suelo,
era llegada la hora  235
de manifestar su celo.
Toda nuestra gente estaba
ya rendida y sin aliento
de tanta forzada marcha
de aquel día todo entero,  240
por tan pesados caminos,
y son probar alimentos:
cuando la noche llegó,
y con su horroroso velo
de oscuras tinieblas puso  245
a todas cosas silencio.
¡Qué situación tan funesta
pudo ser para este pueblo
la dispersión de esta noche,
si la protección del Cielo  250
que tan manifiesta ha sido
no estuviera a favor nuestro!
Nuestras tropas desunidas,
nuestros soldados dispersos,
a la mañana siguiente  255
del cansancio algo repuestos,
en la gran plaza se juntan
y se reúnen a sus cuerpos,
con nuevo valor y brío,
nueva fuerza y nuevo aliento,  260
todos prontos a pelear
todos a morir dispuestos.
Los ingleses el día tres
del mes de Julio por cuento,
comienzan con crueldad  265
el mas horrible saqueo
de los barrios extraviados,
casas, personas y templos,
matando con ceguedad
niños, mujeres y viejos,  270
sin perdonar ¡cosa horrible!
aun a los mismos enfermos.
Es incalculable el daño
que en cuatro días hicieron;
las alhajas de valor,  275
ricos muebles que rompieron,
las vajillas de oro y plata
y muchísimo dinero
que saquearon y llevaron
de las casas y los templos.  280
Pero lo más execrable,
lo más horrible y más feo
es la sacrílega furia,
el horrendo atrevimiento
de profanar lo sagrado  285
de nuestros augustos templos.
Ellos rompen los sagrarios,
y con infernal veneno
sacan los vasos sagrados,
sin religión ni respeto.  290
Las imágenes ultrajan
y llevan los ornamentos;
aprisionan los ministros
del Señor, y algunos muertos,
de suerte que desatadas  295
parece que del infierno
todas las furias estaban
en estos días funestos.
No se puede ponderar
con expresiones ni acentos  300
los trabajos y fatigas,
los clamores y lamentos
de tantas pobres familias
que vagando sin sustento
y desnudas, con sus hijos  305
van del enemigo huyendo,
por entre espinas y lodo,
por entre zanjas y cercos,
perdidos todos sus bienes,
ropa, muebles y dinero.  310
Si los bárbaros del Norte,
o los más feroces negros;
si los turcos o los moros,
si los indios más sangrientos;
al fin, si los hotentotes  315
más salvajes y mas fieros
así cometido hubiesen
atentados tan horrendos,
delitos tan execrables,
y tan criminales hechos,  320
nada habría que admirar
de naciones tan incultas,
de tan ignorantes pueblos.
Pero que gente ilustrada,
nació en culto sabio reino,  325
que en sus papeles anuncia
hacer felices los pueblos,
tales horrores practique,
cometa tales excesos
a la faz de todo el mundo,  330
a vista del orbe entero,
¿qué resta sino que todos
a voz en cuello gritemos,
que son la afrenta del hombre,
el horror del universo,  335
y de todos para siempre
la execración y el desprecio?
Su decantado valor,
que hacen correr en impresos,
sólo se ha manifestado  340
en matar los indefensos,
en perseguir las mujeres,
niños, enfermos y viejos.
Pero ¡oh! ¡virtud española!
¡oh! ¡glorioso blasón nuestro!  345
que sin embargo de tantos
enormes delitos feos,
no se venga en los culpados
cuando viles se rindieron,
pudiendo haber derramado  350
la sangre de todos ellos,
según que por sus horrores
y crueldad lo merecieron.
Detén ahora, musa mía,
detén tu carrera o vuelo,  355
y a tantas atrocidades
arroja un oscuro velo,
que la humanidad se ofende
al escuchar los excesos,
las vilezas y crueldades  360
de estos famosos isleños;
mientras prosigo cantando
de nuestra esforzada gente
los militares progresos.
En los días tres y cuatro  365
de Julio qué dicho llevo,
guerrillas hubo muy bravas,
y en las que siempre los nuestros
grandes ventajas llevaron,
aunque no faltaron muertos,  370
En una de estas el bravo,
el valiente cabo Orencio,
cuando más fuerte pelea,
cuando hace más vivo fuego,
de una bala de metralla  375
que despide el cañón fierro
colgando queda; mas él,
de honor y valor ardiendo,
corta con su propia mano
y con su brillante acero  380
su misma pierna, y caído
sangrándose en el suelo,
con marcial ardor exclama:
«nada es, nada compañeros.
Defender la patria importa  385
defenderla hasta el extremo».


Segunda parte

Llegó el día cinco de Julio,
que domingo fue por cierto,
y a las seis de la mañana
el britano rompe el fuego,  390
despidiendo muchas balas
de la ciudad hacia adentro,
y al punto en varias columnas,
en varios trozos y cuerpos
su ejército numeroso  395
se va encaminando al pueblo
para atacarle por varias
calles y puntos diversos.
¡Qué lucidamente marchan
al son de sus instrumentos,  400
con la gran satisfacción
de que el ejército nuestro
al ver su brillante tropa,
de susto, pavor y miedo,
o las armas rendirá  405
o quedará sin aliento!
El ejército español
del vecindario compuesto,
ha ocupado los balcones,
azoteas y otros puestos,  410
bien surtidos de cartuchos,
granadas, frascos de fuego.
La grande plaza mayor
y cuartel general nuestro,
por sus ocho rectas calles  415
en que se divide el pueblo,
fosos y grandes cañones
tenía de calibre grueso
con sobradas municiones
y dotación de artilleros.  420
En ella los generales
y el Ilustre Ayuntamiento
daban sus disposiciones
y recibían parlamentos.
Allí el señor don Martín  425
de Alzaga, alcalde primero,
alienta y anima a todos
con su voz y con su ejemplo,
poniendo el cuerpo a las balas,
con valor y con denuedo.  430
Por las calles de la plaza
del Retiro, en cuyo centro
está la plaza de toros
y en uno de sus extremos
el parque de artillería  435
con el cuartel de artilleros,
entraron por todas ellas
como dos mil y quinientos
de la mejor tropa inglesa
escogida a este efecto.  440
De los nuestros sólo había
por todos como seiscientos,
a saber: de real marina
cincuenta sobre trescientos;
de los patricios ochenta;  445
peones criados y artilleros
treinta y ocho sobre ciento;
y del tercio de Galicia
con treinta y dos granaderos
con su bravo capitán,  450
gloria y honor de su cuerpo,
don Jacobo Adrián Varela,
a cuyo valiente esfuerzo
constancia y disposición
se debió morir al menos.  455
Mandaba en jefe este sitio
el capitán de navío
de honor y conocimiento
don Juan Gutiérrez de Concha,
quien de la plaza en el centro  460
con los demás oficiales
de la real marina y cuerpo
daba sus disposiciones
y ordenaba sus preceptos.
Comienza el duro combate,  465
por ambas partes el fuego:
parece que aquella plaza
se ha convertido en infierno.
Caen ingleses a montones,
al duro impulso violento  470
de los cañones y obuses
de mayor calibre grueso
y de la fusilería
que con indecible empeño
manejan más de tres horas  475
los bravos soldados nuestros,
dejando en tierra tendidos
ingleses como seiscientos.
Empeñados los britanos
en dominar aquel puesto  480
por entre balas embisten
y avanzan sobre los muertos
como tropas escogidas,
soldados de línea electos.
Mueren también en la acción  485
de los voluntarios nuestros
y de la marina real
como cosa de doscientos.
Pero cuando más fogosos
de ardor y coraje llenos  490
unos y otros se disputan
el valor, honor y el puesto,
se nota con gran dolor
y con grande sentimiento
que los cartuchos se acaban:  495
no hay como seguir el fuego
y que no hay modo ni arbitrio,
que pueda ser de remedio.
Concluidas las municiones,
perdimos con sentimiento  500
un cañón de a diez y ocho,
que el inglés tomó al momento,
y con él sin detenerse,
a batir comienza luego
la grande plaza de toros,  505
en cuyo recinto y centro
unidos nuestros soldados,
seguirán su tiroteo.
En este duro conflicto,
en este bárbaro aprieto  510
no queda que discurrir
ni más se ofrece otro medio,
que entregarse al enemigo
o hacer el mayor empeño
para retirarse en orden,  515
sin dejar de hacerles fuego,
y de esta suerte salvar
de nuestras tropas el resto,
para con ellas cubrir
otros importantes puestos.  520
Esta determinación
tomó el valiente gallego
don Jacobo Adrián Varela,
y a todos la anuncia luego,
para que le sigan pronto  525
los que aprueben su proyecto.
Le siguen unos sesenta
en retirada saliendo
del Reino y sus contornos
por entre balas y fuego,  530
llevándose la gran gloria
de salvar aquellos restos,
que permaneciendo allí
perecerían sin remedio.
En esta brillante acción,  535
digna de elogio perpetuo,
algunas desgracias hubo
que evitar no se pudieron,
pues cada paso que daban
era un peligro, era un riesgo,  540
por las muchas emboscadas
de los enemigos fieros
en las quintas escondidos,
en las casas y en los huertos.
Aquí a don Juan de Calvo,  545
del bizarro ilustre cuerpo
de Galicia, en duro plomo
le atraviesa y deja muerto,
para gloria de su patria
y para honor de su reino;  550
tres más, gravemente heridos
hubo de los granaderos;
los demás todos salvaron
las vidas por un portento.
No es posible aquí omitir  555
el vivo valiente esfuerzo
de don Andrés de Domínguez,
teniente de granaderos
de Galicia, quien al punto
que observó que el cañón nuestro  560
no hace fuego, matar manda
al oficial artillero,
acción cobarde o traición
justamente en él temiendo,
quien por fortuna escapó  565
prontamente respondiendo
que por falta de cartuchos
no continuaba su fuego.
Este valiente oficial,
notando esta falta luego  570
a pasar a la ciudad
se resuelve sin recelo
en busca de municiones,
por entre balas y fuego.
Lo ejecuta con valor,  575
de honor y coraje lleno;
pero no puede llegar
porque cayó prisionero.
Don Juan Manuel de Pereyra,
joven esforzado y bello,  580
granadero de Galicia
y natural de este suelo,
dos balazos recibió
en el muslo y en el pecho,
de cuyas graves heridas  585
murió, dejando el consuelo
de su gran resignación
y cristianos sentimientos.
A sus padres que afligidos
le lloraban ya por muerto,  590
les dice que no le lloren,
que no formen sentimiento,
pues si mil vidas tuviera
las daría muy contento,
por la defensa gloriosa  595
de la religión y el pueblo.
Los oficiales que estaban
de la gran plaza en el centro,
defendidos de sus muros,
de sus paredes cubiertos,  600
viéndose ya rodeados
del enemigo y sus fuegos,
que era imposible escapar
claramente conocieron.
Sin embargo, en tal peligro,  605
rompen por aquel incendio
de balas y de metralla,
que el aire inundan y el suelo.
Pero ¡oh desgracia! al salir
don José Rivas fue muerto,  610
Lazala y Correa heridos,
Ibarra y Villavicencio,
con cinco oficiales más,
de otros diferentes cuerpos.
Don Juan Gutiérrez de Concha,  615
que comandaba aquel puesto,
con todos sus oficiales
del inglés son prisioneros,
salvando sus vidas cuando
ya se contaban por muertos.  620
Del ejército anglicano
por la calle del Correo
una columna va entrando
que era como de ochocientos,
con cañón y municiones  625
y avance muy bien dispuesto,
cuando de improviso unidos
rompen los nuestros el fuego
con tal viveza y tal brío,
con tal braveza y denuedo,  630
que en un espacio muy corto
y limitados momentos
destrozaron la columna,
la formación deshicieron,
quedando toda la calle  635
sembrada de muchos muertos.
Un resto de la columna
que de este lance funesto
escapó, se fortalece,
llena de susto y de miedo,  640
en una casa vecina,
número como doscientos.
Pero el cuerpo de Patricios
los avanza con denuedo,
y después de un largo rato  645
de combate y tiroteo,
se rinden a discreción
quedando allí muchos muertos,
en cuya brillante acción
en valor se distinguieron  650
al comandante Saavedra,
Viamont, mayor de su cuerpo,
y su ayudante Díaz Vélez
con Aguirre, don Juan Pedro.
Otra columna de ingleses  655
dirige su rumbo cierto
a la puerta falsa de
el religioso convento
de Santo Domingo y rompe
con el incendiado hierro  660
las puertas y los cerrojos
que le impiden ir adentro.
Atraviesan los corrales,
claustros, celdas y aposentos
como furias infernales  665
que ha vomitado el infierno.
Se apoderan de la torre,
de la sacristía y el templo;
profanan lo más sagrado,
sin religión ni respeto,  670
y a los pobres religiosos
los afligen en extremo,
hasta la última bajeza
de herir con su vil acero
a un humilde religiosa  675
que hacía de campanero.
Saquean todas las celdas,
la vileza cometiendo,
de derramarles el agua
que tienen para sustento,  680
rompiéndoles las vasijas.
¡Qué brutalidad de isleños!
El teniente Somavilla,
digno del mayor aprecio
por su valor y piedad,  685
por su religioso celo,
con la mayor entereza
y sin conocer el miedo
a sus soldados exhorta
con su palabra y ejemplo  690
a morir en la batalla
por la religión y el reino.
Pero cuando más activo
Dispone y ordena el fuego
una bala de fusil  695
hiere y penetra su pecho
y a pocos instantes cae
a vista de todos muerto.
Pero después es herido
su fuerte y bravo sargento  700
Juan de Baranda, exhortando
a sus nobles compañeros,
de los cuales hubo algunos
heridos, y algunos muertos.
Desde el Castillo del Fuerte  705
a la torre se hace fuego
con éxito tan feliz,
con tanto pulso y acierto
que tiembla el vasto edificio
al golpe del duro hierro.  710
Los ingleses asustados
y penetrados de miedo
bandera parlamentaria
ponen en el mismo templo.
El teniente de navío  715
Unquera va al parlamento,
y cuando menos lo piensa
de un balazo queda muerto,
con universal dolor
y general sentimiento  720
de todos los que conocen
la lealtad, valor y celo
de este valiente oficial,
cuyo honor será perpetuo
en el clarín de la fama  725
y en los fastos de este pueblo.
A nuestro ayudante Pasos
le sucede poco menos,
cuando retrocede incauto
de distinto parlamento.  730
El general, irritado
de tales procedimientos,
a don Bernardo Pampillo,
capitán de los gallegos,
envía, que les intime  735
a los bretones protervos
que se rindan sin demora,
o que se arruinará el templo,
y que serán sepultados
en sus cenizas y fuego,  740
y que no se les concede
para resolver más tiempo
que el de un minuto preciso,
sin esperar más momento.
Crawfurd pide un cuarto de hora,  745
y Pampillo grave y serio,
repite: un solo minuto,
y no se admite otro medio.
Entonces Crawfurd confuso,
de temor y asombro lleno,  750
garantía de su vida
pide, y de sus compañeros.
Pampillo la ofrece a nombre
del suave general nuestro.
Crawfurd entrega su espada,  755
y aquél se la vuelve luego;
y los bretones rendidos
van desamparando el templo,
desarmados y confusos
de lo mismo que están viendo,  760
llevando en su rostro escritas
la vergüenza y el desprecio.
Entre ellos está el vil Pack,
coronel del regimiento
setenta y uno nombrado,  765
cuyo borrón será eterno.
Este oficial que rendido
había sido en otro tiempo
y de nuestro pabellón
a su pesar prisionero,  770
bajo palabra de honor,
religión y juramento,
gozaba de libertad,
de salvoconducto y sueldo;
y olvidando tantos lazos  775
de religión y respeto,
con descaro sin igual,
para afrenta de su reino,
de su persona y nación
se escapó a Montevideo,  780
imitando la conducta
de su general Guillermo.
Después de acción tan horrible
y de proceder tan feo,
a la frente de sus tropas  785
empuña su vil acero
contra las armas de España,
por hacer por este medio
más pública su deshonra
y más notable su yerro.  790
Este hombre de tanto honor,
digno del mayor desprecio,
para consumar la obra
de su corazón protervo,
viene lleno de soberbia,  795
de furor y engreimiento
con la vana pretensión
de sojuzgar este pueblo
y rescatar las banderas
de su bravo regimiento  800
que nuestro piadoso jefe
con devoción y respeto
tenía ya consagradas
a la Reina de los Cielos,
como si hubiera poder  805
y fuerza en el universo
contra el poder de María,
señora del mundo entero.
Así el insolente Pack,
de su loco atrevimiento  810
pagó la debida pena,
su orgullo y cerviz rindiendo
en día votado a la Virgen
del Rosario, y en su templo,
de suerte que todos claman  815
en alta voz repitiendo:
la victoria es de María,
triunfo del Rosario es esto.
Las benditas religiosas
del ejemplar monasterio  820
de Catalinas, situado
de la ciudad a un extremo,
fueron también asaltadas
de los ingleses soberbios;
porque como era María  825
del Rosario en este encuentro
la madrina y elegida
por el buen General nuestro,
quiso esta madre supiesen
sus hijos y sus conventos  830
la pena que merecía
por sus pecados el pueblo.
Serían las siete y media
de la mañana, algo menos,
y media hora, poco más,  835
que el dulcísimo Cordero
todos recibido habían
en el dulce Sacramento;
cuando los fieros bretones
las puertas del santo templo  840
profanan a golpes de hachas,
su seguridad rompiendo,
causando a las pobres monjas
mucho susto aquel estruendo.
Entran por fin estos hombres,  845
de pavor o furor ciegos,
y a un virtuoso sacerdote
que orando estaba a este tiempo,
le amenaza un oficial
con su pistola hacer fuego  850
al oído, y otro soldado
la bayoneta hacia el cuerpo
le pone a fin que les diga
la entrada que guía al techo
o bóveda de la iglesia,  855
para dirigirse presto
a aquel lugar, y de allí
hacer a los nuestros fuego.
Informados que no hay paso
por afuera hacia los techos  860
rompen del comulgatorio
la puerta que va al convento:
por allí como leones
armados pasan adentro.
Considera, lector mío,  865
considera este momento.
¿Cuál quedarían las monjas
con semejante suceso?
¿Cuál sería su confusión?
¿Cuál su susto? ¿Cuál su miedo  870
al ver semejantes hombres
sin religión ni respeto
entrarse por los desvanes
y lugares más secretos
de aquel sagrado retiro  875
y santo recogimiento?
¿Qué temores de perder
la vida en tan grande
riesgo o padecer los ultrajes
a que su sexo está expuesto?  880
Vos solo sabéis, Señor,
la aflicción que padecieron
tus escogidas esposas
en tan grave y duro aprieto.
Pero como siempre velas  885
con particular esmero
a favor de ese rebaño
y virginal coro vuestro,
les preparaste un custodio,
un ángel tutelar bello  890
que estorbase toda injuria,
daño, violencia o desprecio,
y que en su tribulación
les sirviese de consuelo.
Tal fue un soldado enemigo  895
que parece era sargento,
el cual, movido de Dios
(quizá cristiano en secreto)
de plantón y centinela
sufrió dos días enteros  900
para estorbar de los suyos
algún loco atrevimiento.
De los ingleses algunos
suben a la torre luego,
y comienzan desde allí  905
a tirotear y hacer fuego:
otros entran por las celdas,
dormitorios y aposentos
de las pobres religiosas
¡Qué inurbanidad! ¡Qué exceso!  910
Les saquean su pobreza,
ropa, mantas y el dinero
común, que era reservado
para el precioso sustento.
Las imágenes de Santos  915
y Jesucristo rompieron;
se llevaron las alhajas
preciosas del santo templo,
con algunas otras cosas
y sagrados ornamentos.  920
A repetidos balazos
de sus fusiles abrieron
el cuarto del capellán
y lo llevan prisionero,
habiéndole saqueado  925
su pobre ropa primero.
¿Qué dirá toda la Europa,
y que dirá el mundo entero,
cuando estas cosas se escriban
y se sepan estos hechos  930
de los que se llaman cultos
sabios, finos y modestos?
En esta situación triste,
llenas de susto y de miedo,
las religiosas pasaron  935
sin comer dos días enteros,
implorando juntas todas
el alto favor del Cielo,
hasta que algo recobradas
de los pasados sucesos  940
trataron de alimentar
sus mortificados cuerpos
con avecillas caseras
que tenían en el convento;
y luego al siguiente día  945
los tratados ya compuestos
desamparan los bretones
el devoto monasterio,
vuelven a su retiro
las esposas del Cordero.  950
Otro gran trozo de ingleses
como cosa de doscientos
detrás de Santo Domingo
se atrincheran ya con miedo
de la invicta fortaleza  955
con que peleaban los nuestros.
Don Jacobo Adrián Varela,
capitán de granaderos
del tercio ya mencionado
de voluntarios gallegos,  960
que al frente intrépido marcha
de algunos soldados nuestros,
se adelanta sin temor,
a formar un parlamento,
y el falso bretón afirma  965
que a rendirse está dispuesto
pero que no a un oficial,
sólo si al General nuestro.
En esto el mismo Varela
les pregunta con denuedo  970
si está cargado el cañón
que a su frente estaba puesto.
Ellos responden que no,
y aquel engaño temiendo
mete el sable y reconoce  975
que fue justo su recelo.
El inglés audaz entonces
viéndose así descubierto
hiere a Varela en un brazo,
y al punto manda hacer fuego,  980
de cuya acción resultaron
seis de nuestra gente muertos
con el teniente Maderna,
que rubricó con su sangre
la fe y lealtad de su pecho.  985
Al ver acción tan indigna,
llenos de furor los nuestros,
sin reparar que son pocos,
menos de la mitad de ellos,
atropellan como leones,  990
menospreciando los riesgos,
y a bayoneta calada,
y graneado tiroteo
avanzan sobre el inglés
don Juan Terrada García,  995
teniente de granaderos,
don Juan Pedro Aguirre y otros,
que animados al ejemplo
de estos bravos oficiales,
pelean con increíble esfuerzo,  1000
y a pocos instantes queda
de ingleses sembrado el suelo.
Pierden después el cañón,
con lo que de puro miedo
rinden las armas, cobardes,  1005
implorando el favor nuestro,
y aunque eran dignos de muerte,
se reciben prisioneros.
El buen don Pío de Gana,
comandante de arribeños,  1010
persona de bellas prendas
y en arte de guerra diestro,
con su gente regresaba
de una guerrilla a este tiempo
cuando una bala feroz,  1015
desprendida del infierno,
el bajo vientre le abrasa
le consume, y al momento
a la muerte se dispone
con mucha virtud y ejemplo,  1020
expresando con sus voces
en sus últimos acentos,
que moría con la pena,
el dolor y sentimiento
de no saber si quedaba  1025
la plaza por el rey nuestro.


Tercero romance

Una columna de ingleses,
cuyo número es incierto,
de San Miguel por la calle
entra atrevida y haciendo  1030
de nuestras pequeñas fuerzas
burla, risa y menosprecio;
pero en breve, a pesar suyo,
llora su errado concepto.
Una pequeña partida  1035
de los voluntarios nuestros
en número de veinte y cinco,
sin cañón, ni otro armamento
que sus fusiles y sables
y muralla de sus pechos,  1040
se arrojan como leones,
de honor y valor ardiendo.
Aquí don Tomás de Sala,
capitán del noble cuerpo
de andaluces, sin temor,  1045
en tan conocidos riesgos
a sus soldados ordena
y les manda: fuego, fuego.
Estos, que no aguardan más,
comienzan el tiroteo  1050
con tanta facilidad,
con tanto pulso y acierto,
que en breve se vio sembrado
de ingleses el duro suelo.
Como cosa de hora y media  1055
duró el combate sangriento,
sin que el número mayor
intimidase a los nuestros.
Aquí el esforzado Sar,
joven de honor combatiendo,  1060
de mortal rayo a los cielos
coronada de laureles
a recibir premio eterno.
Los bretones destrozados,
el escuadrón ya deshecho,  1065
refugio buscan y amparo
se San Miguel en el templo;
pero aun allí los persiguen
y los apuran los nuestros.
Don José Antonio Pereira,  1070
capitán de los gallegos,
los estrecha por un lado,
y otros por el otro extremo,
en cuya consternación
el inglés, de temor lleno,  1075
bandera parlamentaria
pone a la puerta del templo.
Rendición se les intima,
y se rinden todos ellos
con armas y fornituras,  1080
sólo las vidas pidiendo.
Otro trozo de columna
que había avanzado hacia adentro
se apoderó de una casa,
de su azotea y su techo,  1085
y desde allí tiroteaba
a los voluntarios nuestros,
cuyo número parece
que fue de noventa a ciento.
El coronel don Javier  1090
de Elio que observa esto,
para remediar el daño
manda a don José Rivero
del batallón de andaluces,
capitán de honor y esfuerzo,  1095
que al britano desaloje
del lugar en que se ha puesto.
Marcha al punto este oficial
con veinte y ocho de su cuerpo,
Arribálzaga y Martínez,  1100
oficiales de honor llenos:
en llegando sin demora,
dura guerra se arma luego.
Los ingleses con ventaja
tiran a cuerpo cubierto:  1105
llueven las balas inglesas
sobre los soldados nuestros,
que empeñados en la acción
entre la muerte y el fuego,
rompen a fuerza una puerta  1110
de la vecindad, y luego
intrépidos atropellan
hasta el elevado techo,
y a bayoneta calada
acometen con denuedo.  1115
Los britanos asustados
al ver los soldados nuestros,
rinden cobardes las armas,
de rodillas todos puestos,
implorando la piedad  1120
de los católicos pechos.
Tal piedad no merecían
por sus horrorosos hechos;
sin embargo se les oyen
sus clamores y sus ruegos,  1125
y a la plaza los conduce
vivos don José Rivero,
habiéndose en esta acción
distinguido con esmero,
fuera de otros oficiales  1130
Fermín Hernando Platero,
con otros varios soldados,
y su valiente sargento.
De San Miguel para arriba
como dos cuadras o menos  1135
al oeste, cuarenta ingleses
de avaricia y furor llenos
se apoderan de una casa
matando a todos sus dueños;
pero cuando mas ufanos  1140
campeaban en aquel puesto,
doce miñones llegaron
con su intrépido sargento
el buen Francisco Girona,
que les embiste sin miedo,  1145
y los bretones cobardes
al instante se rindieron,
exclamando a grandes voces:
prisioneros, prisioneros.
Los miñones informados  1150
de sus horribles excesos
a ninguno perdonaron,
pasándolos a degüello,
justo y debido castigo
a delito tan horrendo.  1155
Dos valientes paraguayos
a los miñones se unieron,
padre e hijo, que contaba
aun no tres lustros enteros.
Las hazañas y prodigios  1160
que estos miñones hicieron
de honor, valor y lealtad
en este día tremendo
no es posible referirlas
ni en limitado compendio,  1165
por ser muchas, y tan varias
y todas con lucimiento.
Otra partida de ingleses
número como quinientos,
se apodera de una iglesia  1170
fuerte y grande, en un extremo
de la ciudad hacia el sur,
que fue en el pasado tiempo
de los jesuitas, y ahora
aplicada a los enfermos  1175
del hospital de Belén,
sirve a todos de consuelo.
Muchas mujeres del barrio
a este lugar condujeron
prisioneras con el fin  1180
sin duda, o con el intento
de sujetar nuestra tropa
que no les hicieran fuego.
Sin embargo de este ardid
allí concurren los nuestros,  1185
pero no sacan partido,
victoria ni lucimiento:
fuese falta de valor,
de método o de gobierno,
o pura casualidad,  1190
yo no lo sé, no lo entiendo,
bien que es verdad innegable
hubo allí algunos sujetos
de conocido valor
y de acreditado esfuerzo;  1195
pero otros, por el contrario,
fue conocido su miedo:
esta acción quedó indecisa
y el inglés siempre en el templo
con bandera enarbolada,  1200
valor y gloria fingiendo.
Por las dos calles contiguas
detrás del santo convento
de las Mercedes entraron
ingleses más de trescientos;  1205
pero en ambas perseguidos,
y vencidos todos fueron,
sin darles tiempo y lugar
de regresar a sus cuerpos.
Cuarenta de estos cobardes  1210
su pronta muerte temiendo
a una esquina se refugian
de los que les van siguiendo.
Once de nuestros soldados
patricios y cuatro negros,  1215
otro valiente soldado
de Terrada granadero,
los embisten con valor
a los cuarenta, y aquestos
a tan pocos ¡qué vergüenza!  1220
Al instante se rindieron,
dejando en aquel lugar
fuera de heridos, tres muertos.
De éstos mismos hacia el bajo
del Río avanzan corriendo,  1225
pensando lograr ventajas
con sólo mudar de puesto;
pero cuando menos piensan
cercados se hallan de fuego
ya de la Real Fortaleza,  1230
ya de los soldados nuestros.
El valiente capitán
don Juan Bustos, de arribeños,
con diez y ocho de su gente
carga con valor sobre ellos,  1235
y se rinden los britanos,
misericordia pidiendo.
Que rindan pronto las armas
Bustos les intima serio:
Ellos las rinden al punto,  1240
en número de doscientos,
diez y siete con más siete
heridos, y quince muertos.
Bustos mismo los conduce
y entrega al General nuestro,  1245
con sus respectivas armas,
y quedaron prisioneros.
De éstos mismos unos cuantos,
cuarenta poco más, menos
se apoderan de la casa,  1250
patios, cuartos y aposentos
de don Vicente Peralta,
y comienzan el saqueo.
El dueño que en casa estaba
con otro buen compañero  1255
huyen a un cuarto interior
y se encierran por adentro,
por ver si escapar la vida
pueden en aquel secreto.
Llegan allí los ingleses,  1260
por un corto agujero
de la puerta les disparan
fusilazos sin recelo,
con los cuales una mano
le pasan al compañero.  1265
Peralta que se contempla
en tan apurado riesgo,
la esperanza de vivir
pierde ya en aquel momento
y se resuelve a salir,  1270
su muerte a los ojos viendo.
Invoca con fe a María
de la Merced por remedio,
pone en sus manos su suerte,
y abre la puerta diciendo:  1275
aquí estoy. El inglés dice:
entrégate prisionero.
Peralta que no esperaba
tal lenguaje en este tiempo
a voces dice y exclama,  1280
sí, señor, soy prisionero.
Mientras en esta aventura
pierden los ingleses tiempo,
nuestros valientes soldados
habían cercado aquel puesto,  1285
de suerte que era infalible
morir o ser prisioneros.
En este duro conflicto
en este arriesgado aprieto,
triste el oficial britano  1290
pide a Peralta consuelo.
Español ¡oh! protección,
en altas voces diciendo:
aquél la ofrece, y rendir
les manda las armas luego,  1295
lo que, ejecutado, él mismo
los conduce prisioneros:
cuarenta ingleses entrega,
sus fusiles y armamento,
de suerte que en una hora  1300
poco más o menos
de rendido y apresado,
de vio apresador sin fuego,
debiendo a la invocación
de María este portento.  1305
Por la pública alameda,
que es de la ciudad paseo,
sale el general Elio
con un trozo de los nuestros
de cuatrocientos o más,  1310
y dos cañones violentos
a perseguir al inglés
que en varios distintos puestos
colocados, nos hacía
mucho daño y mucho fuego:  1315
pero luego intimidados
y acobardados los nuestros
del número de enemigos
y continuo tiroteo,
dejándose los cañones  1320
a la Fortaleza huyeron.
Los ingleses muy alegres
de aquél presente suceso
corren pronto a apoderarse
de los dos cañones nuestros:  1325
pero Bustos les sacude
entonces graneado fuego,
y les quita la esperanza
de llegar a poseerlos.
Por otras distintas calles  1330
y sitios se repartieron
los sanguinarios bretones,
y en todas vencidos fueron
por los nuestros que en guerrillas
y en varios piquetes sueltos  1335
maravillas de valor
obraron con lucimiento.
Es notable circunstancia
que en los ataques sangrientos
de estos días siempre fue  1340
de nuestra gente la menos.
En una de estas acciones,
con fingido parlamento,
atropellando las leyes
de honor, verdad y respeto  1345
hieren y matan cruelmente
a un joven capitán nuestro,
edecán del General
y de ilustre nacimiento,
don Manuel de Arce, que muere  1350
abierto en bocas el cuerpo,
a golpes de bayoneta
con que acaba en un momento.
Con otro paliado engaño,
y aparente parlamento,  1355
a don Francisco Loases,
buen capitán de artilleros,
y al teniente de miñones
Illa toman prisioneros.
Illa, a una cochera lo llevan,  1360
y en aquel oscuro encierro,
al cabo de algunas horas
oyen la voz de los nuestros,
que victoriosos corrían
tras los bretones soberbios.  1365
Dan voces, son escuchados;
quedan libres, y los anglos
de apresadores son presos.
No es posible aquí omitir
para honor de nuestro suelo  1370
y de nuestro Soberano
las maravillas que hicieron
de religión y valor
los indios, pardos y negros:
todos, todos a porfía  1375
pelean con increíble esfuerzo,
ya en el cañón, ya en guerrillas,
y siempre con lucimiento.
Ellos corren por las calles
unidos de noble acuerdo,  1380
picas, sables y lanzas,
machetes y armas de fuego,
y por doquiera que van
la gloria los va siguiendo.
Los esclavos de las casas  1385
desamparan a sus dueños,
y a la palestra de Marte
van a porfía corriendo,
sin que contenerlos pueda
de sus amos el precepto.  1390
¡Qué prodigios de valor
qué heroicos hechos no hicieron
estos vasallos esclavos
a vista del mundo entero!
Ellos al inglés persiguen  1395
con el más noble ardimiento,
avanzan por todas calles
y menosprecian los riesgos,
siendo lo más admirable,
lo más dulce y lo más tierno  1400
oírles decir con fervor
que pelean por la fe
de Jesucristo y su reino.
En una de las guerrillas
que por el alto se hicieron,  1405
fue atacado de improviso
por varios ingleses fieros
don José Domingo Urién,
tercer comandante nuestro,
y antes de tener lugar  1410
de valerse de su acero
un atrevido bretón
a tiro le apunta cierto;
mas, cuando va a descargar
el duro incendiado fierro  1415
y que nuestro comandante
se contaba ya por muerto,
un negrito que a su lado
le seguía, en este empeño,
con su pica atravesó  1420
del inglés el duro pecho,
dejándole allí tendido,
donde dio el último aliento.
Urién que libra la vida
en un lance tan estrecho,  1425
rebosando de alegría,
honor y agradecimiento,
dice a su libertador:
muchacho, búscame luego
en mi casa, que eres libre.  1430
Esto dijo, pero el negro,
tan noble como valiente,
no se ha dado a conocer
sólo con su honor contento,
o quizá perdió la vida  1435
en los combates sangrientos
que en estos días terribles
aquí y allí se ofrecieron.
De la piedad por el barrio,
otro bravo y fuerte negro,  1440
armado sólo con pica,
escaramuzas va haciendo
al estilo de su país,
tirándose por el suelo,
con el fin de atravesar  1445
de un inglés armado el pecho,
según que lo prometió
a sus otros compañeros.
En su media lengua entonces
el negrito va diciendo;  1450
tira inglés y no me yerres;
si me yerres eres muerto.
Cuando ya se puso a tiro
le pone los puntos luego
el bretón, y le descarga  1455
el fusil; pero mi negro,
con viveza sin igual,
se dejó caer en el suelo,
y por entre el humo corre
hacia el inglés con denuedo  1460
y antes que éste cargue el arma
con su lanza le abre el pecho.
Pablo Jiménez, esclavo,
pardo, agregado a su cuerpo,
maravillas de valor  1465
y piedad al mismo tiempo
en este día señalado
obró con gran lucimiento.
Mató el solo dos ingleses
batallando cuerpo a cuerpo,  1470
y libra a su pobre hermano
que se hallaba en grande riesgo.
A otro gravemente hiere
Y lo levanta del suelo:
En sus hombros lo conduce  1475
a un hospital de los nuestros,
para que sea atendido
como a herido prisionero.
Estas heroicas acciones
de su amo le merecieron  1480
la franqueza y libertad
que le concedió al momento,
brillando en amo y esclavo
honor y virtud de acuerdo.
En este estado se hallaba  1485
de la guerra el duro aspecto
favorable a nuestras armas
y a los ingleses funesto.
Dos mil y más se contaban
de su gente prisioneros,  1490
otros tantos, quizá más,
de los heridos y muertos;
y si la guerra seguía,
era indudable, era cierto
que todos perecerían  1495
día más o día menos,
puesto que lugar no había
para retirarse huyendo,
metidos en lo interior
de la ciudad y del pueblo.  1500
Nuestro general entonces,
prudente, sabio y discreto,
para evitar la efusión
de la sangre de los nuestros
con el Ilustre Cabildo,  1505
y el señor fiscal de acuerdo
el general Whitelocke
le propone con esfuerzo
que concede libertad
a todos los prisioneros  1510
de la presente batalla
con los demás que dispersos
se hallan de la reconquista
en las provincias del reino,
con tal que todos se embarquen  1515
y desalojen los puestos
del caudaloso Argentino
que ocupaban a ese tiempo,
y que hostilidades cesen
envainando el duro acero,  1520
bajo ciertas condiciones,
tratados y pactos serios.
Después de varios debates,
consultas y parlamentos
se firmaron los tratados  1525
de común consentimiento,
quedando así concluido
con tanta gloria y consuelo
asunto tan importante,
tan grave y de tanto peso.  1530
Suspende ahora, pluma mía,
suspende tu curso y vuelo,
que entusiasmo superior
eleva hoy mi pensamiento,
cuando de Dios las piedades  1535
devotamente contemplo
en tan señalado triunfo,
que todo él es un portento
por cuantas partes le miro,
le medito y considero.  1540
Pues aun los mismos ardides
del enemigo protervo
y tan ilustre victoria
visiblemente sirvieron.
Seáis alabado, Señor,  1545
seáis bendito, Señor nuestro,
por inmortales edades
y por los siglos eternos.
Bendecid esta ciudad,
favoreced este pueblo,  1550
que en ti sólo cree y espera
con el más devoto afecto.
Y vos, ¡oh! dulce María,
nuestra esperanza y consuelo,
seáis bendita y alabada  1555
pues fuisteis nuestro remedio.
Tu patrocinio imploramos,
dulce madre, auxilio nuestro,
pues si estáis de nuestra parte
es nada todo el infierno.  1560
Al fin, a vos, ¡oh! ¡gran Carlos!
mi pobre musa convierto
con la voluntad más fina
y el más reverente afecto.
Tuyas son todas las glorias  1565
y los triunfos de este pueblo
y tuyos los corazones
de estos tus vasallos tiernos.
A tus pies rendido arrojo
mi pluma, mi lira y plectro  1570
y a nombre de esta ciudad
te pido, suplico y ruego
recibáis la dulce ofrenda
y lealtad de nuestros pechos,
mientras todos penetrados  1575
del amor más dulce y tierno
pedimos a Dios os guarde
años y siglos enteros.