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11

Por ejemplo, véanse los argumentos del duque de Mantua en pro de la intervención de Cirongilio y sus aliados en auxilio de Posidonio: «-[...] A vosotros, nobles reyes, que sois lumbreras y resplandecientes soles de la fe, pertenece disponer vuestras voluntades en dar el fabor vuestro para una tan sancta empresa, considerando que este maldito Turco, no contento con lo que sus antepasados han hecho en el Asia, se dispone a hazer en el vuestro por lo semejante. Mirá cómo acomete vuestro revaño, quiere dissipar las ovejas del christiano pueblo y destruirlas con su sobervia; y por cierto que tengo por averiguado, si ende no se endereça vuestro acorro, todo el romano pueblo será oy preso, con el descuido grande que tiene de la venida de tan gran tirano, y tras él todo el occidental revaño. Miradlo pues, nobles y grandes señores, y proveeldo aora que tenéis tiempo; aora ha de ser atajado este nefandíssimo príncipe y su furor, pues pospuesto todo temor y vergüença osa amenazar al pueblo y religión christiana con tanta procacidad. ¿Pero para qué son tantas razones, si mejor lo sientes que lo digo? No lo hagáis por lo que [el emperador romano] meresce, sino por lo que, nobles señores, devéis» (IV, 33, cciv v.b). Citamos por la princeps de Sevilla 1545. Modernizamos la puntuación, regularizamos el uso de mayúsculas e introducimos tildes y signos de interrogación y exclamación; uniformamos el uso de v-y como consonantes y de u-i como vocales; modernizamos qua, quo > cua, cuo; transcribimos como e el signo tironiano; consignamos libro en romanos mayúsculos, capítulo en arábigos y folio en romanos minúsculos, más la mención de r. = recto / v. = verso y de la columna correspondiente mediante los volados a, b. Al día de hoy no se ha reeditado el Cirongilio de Tracia; existe, empero, una edición no comercial, presentada en 1974 como Ph. D. por James Ray Green ante la Johns Hopkins University. Actualmente trabajamos en nuestra propia edición de la obra.

 

12

Cfr. Javier Roberto González, El estilo profético en el Amadís de Gaula, Buenos Aires: Universidad Católica Argentina, 1995 (Tesis de Doctorado en Letras inédita), passim; «La ideología profética del Palmerín de Olivia», Letras, 37 (1998), págs. 53-81; «La narración profética en los libros de caballerías castellanos», en La función narrativa y sus nuevas dimensiones. Actas del Primer Simposio Internacional del Centro de Estudios de Narratología, Buenos Aires: Centro de Estudios de Narratología, 1998, págs. 294-302; «Pautas para la caracterización del discurso profético ficcional como clase de texto: las profecías del Palmerín de Olivia», Incipit, XVIII (1998), págs. 107-158.

 

13

Cfr. González, op. cit. (2000), págs. 13-16; 49; 56-57; 75.

 

14

Véase a tal ejemplo la aventura de la Tremenda Roca; al igual que la de Ircania, se articula también en dos etapas. En la primera Cirongilio y Alcis ven aparecer en la ribera del mar una nave encantada que marcha sin gobierno, con un caballero dormido a su bordo, y asisten a la oscura profecía pronunciada una anciana surgida de las fauces de una gran serpiente; tiempo después ven reaparecer esa nave, que los guía hacia la Tremenda Roca, que el héroe escala para enseguida internarse por un hueco y protagonizar en su interior sucesivos combates contra una anciana envuelta en llamas, un furioso toro y un monstruoso vestiglo rodeado de demonios; despachados todos estos oponentes, el caballero accede a un jardín y a una capilla donde se encuentra el caballero dormido, a quien procede a desencantar siguiendo las precisas instrucciones de una inscripción, tras lo cual queda deshecho el hechizo no sólo del caballero dormido, sino de la entera montaña de la Tremenda Roca (II, 10; II, 34; cfr. González, op. cit., 2000, págs. 23; 26-27; 51-52; 59-60). También aquí algunos símbolos tradicionales se eligen y disponen con pericia -el triple recinto de los espacios sucesivos asociados a cada uno de los oponentes dentro de la montaña, la imagen axial de la alta montaña en el mar y los movimientos de anábasis y catábasis, de ascenso y descenso, este último a un verdadero infierno alegórico del cual rescatará el héroe a un virtual «condenado», el caballero encantado-, pero la aventura en su conjunto se revela como absolutamente afuncional en relación con la historia de don Cirongilio, nada le agrega ni le quita a su parábola vital, y la evidente imitación que se practica en el diseño de la aventura de la anterior de Ircania debilitan en mucho su efectividad. Alguna otra aventura mágica, como la del padrón de mármol (I, 39; cfr. González, op. cit., 2000, págs. 20; 51), ni siquiera atañe al protagonista y por lo demás no se resuelve, con lo cual su carácter adventicio y gratuito se acentúa; lo mismo sucede con la aventura de la hoguera (III, 27; cfr. González, op. cit., 2000, págs. 34; 50; 62), extraña aparición de un fantasmagórico rey que ordena castigar a una pareja de amantes, escena a la cual asiste Cirongilio y sobre la cual le vaticina después una dueña que será su hijo Peleoro quien habrá de entender en ese asunto, y con la aventura de las dos serpientes (III, 32; cfr. González, op. cit., 2000, págs. 35; 50), que combaten entre sí sobre un puente y cuya sangre se beben después dos enigmáticas doncellas que desaparecen enseguida, mágicamente, en el río, todo lo cual, según informa el narrador, son materiales para futuras hazañas de otro aún no nacido hijo de don Cirongilio, Crisócalo. Tenemos en estos casos no solamente gratuidad y afuncionalidad, sino ejemplos de aquella defraudación narrativa de que hemos hablado más arriba, de esos molestos cabos sueltos que la historia tiende hacia una continuación inexistente.

 

15

Cfr. James Ray Green, ed. cit. (1974), pág. XLVII; «La forma de la ficción caballeresca del siglo XVI», en Actas del VI Congreso Internacional de Hispanistas, Toronto: AIH, 1980, págs. 353-355; en particular, pág. 354a.

 

16

Cfr. González, op. cit. (2000), págs. 18; 57.

 

17

Cfr. Javier Roberto González, «Palomeque, don Quijote, Cervantes: tres lectores de Cirongilio de Tracia de Bernardo de Vargas», Letras (2000-2001), págs. 42-43 (en prensa). Es indudable que Cervantes conoció muy bien el Cirongilio de Tracia, de quien hace entusiastas admiradores al ventero Palomeque (I, 32) y al propio hidalgo, quien valora sobre todo en nuestro héroe su ser «arrojado» (II, 1); el «arrojo» que don Quijote admira en don Cirongilio, evidentemente, es esa valentía desbocada, rayana en la temeridad e hija de la irreflexión, que él mismo toma como ejemplo y que Cervantes, sutilmente, evoca e imita en la dispositio de la aventura canónica quijotesca, sobre todo en la primera parte de su novela.

 

18

Más o menos por la misma época en que Bernardo de Vargas pergeñaba la figura de Metabólico, Feliciano de Silva componía la tercera parte de su Florisel de Niquea, donde aparece otro personaje caracterizado también como embaucador y ladrón de caballos: el caballero Fraudador de los Ardides.

 

19

Cfr. González, op. cit. (2000), págs. 29-31; 79.

 

20

Cfr. op. cit., págs. 140-141.