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«Clarín» y la cultura francesa

Ana Cristina Tolivar Alas





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El número 6 de ICI et LÀ, correspondiente al pasado mes de enero, publicaba una reseña sobre la reciente traducción de La Regenta al francés, llevada a cabo por un equipo de eminentes especialistas en la obra de Leopoldo Alas, coordinada por Yvan Lissorgues. Había transcurrido exactamente cien años desde que «Clarín» escribiera a su detractor Bonafoux: «Los periódicos franceses (...) que se han dignado hablar, algunos muy por largo, y con elogios absurdos, por lo inmerecidos, de este plagio mío, no han leído, por más señas, la obra maestra de Flaubert, pues ninguno de ellos ve parecidos, ni plagios mucho menos», y prosigue: «Dos escritores que en una competencia para mí muy halagüeña, me han pedido permiso para traducir en francés La Regenta, tampoco deben de saber que Madame Bovary existe en el mundo»1. Sin embargo, habría de pasar un siglo antes de ver aparecer La Régente en los escaparates de las librerías francesas, y eso a pesar de ser su autor quizá el mayor estudioso y divulgador de la cultura ultrapirenaica en la España de su tiempo.

Sin haber visitado jamás Francia, las referencias a la literatura y al periodismo de este país aparecen muy tempranamente en la obra de Alas que, apenas salido de la niñez, demuestra en su periódico «Juan Ruiz» estar muy al tanto de cuanto acontece en la nación vecina y que, con diecisiete años, emprende la traducción de las obras completas de Racine, aunque pronto abandone este último empeño2. Al otro extremo de la trayectoria vital del novelista, le vemos a las puertas de la muerte escribiendo a su amigo Galdós: «He traducido 710 páginas de Zola que podían ser 400. ¡Qué tormento!» y «Yo he concluido la traducción bastante concienzuda de 'Trabajo' de Zola. ¡Qué trabajo!»3.


ArribaAbajoErudito innegable, unas veces fascinado, otras decepcionado por la cultura francesa

Tanto la obra narrativa como la obra crítica y ensayística de «Clarín» aparecen cargadas de expresiones en francés que le permiten matizar unas veces e ironizar otras. No obstante, el galicismo en lengua castellana es algo que irrita sobremanera al escritor y contra lo que arremete en varias páginas de Nueva Campaña o en sus Folletos literarios.

El profundo conocimiento de la Historia así como de las corrientes literarias, filosóficas, políticas, estéticas y científicas de la nación francesa se hace patente a lo largo de toda la obra clariniana. Naturalismo, parnasianismo, simbolismo, positivismo, impresionismo, etcétera, pueblan de referencias, de análisis y de comparaciones las páginas de Alas. Lo mismo sucede con la prensa de París («Revue des Deux Mondes», «Nouvelle Revue», «Le Fígaro», «Le Temps», «Journal des Débats», «Revue politique et Littéraire», etcétera) y no digamos con los grandes pensadores, dramaturgos, novelistas y poetas de aquel presente y del pasado. Señala S. Beser que «Clarín» muestra un conocimiento de la literatura francesa «comparable al que podría tener cualquier crítico francés de la época»4, y el norteamericano W. E. Bull concluye que el número de autores franceses citados por «Clarín» asciende a 783, siéndole 35 de ellos muy familiares5. Por su parte, H. Juretschke precisa que Alas carece de prejuicios frente a la cultura francesa mostrándose fascinado por algunos aspectos de la misma y decepcionado por otros, lo que es propio de un escritor-puente entre el XIX y la generación del 986. Concretamente en su «Revista literaria» de diciembre de 1889, Alas, aun alabando el cosmopolitismo de los franceses y reconociendo a París como un «moderno umbilicum terrae», advierte allí un período de decadencia que él atribuye a la sub-estimación de las literaturas extranjeras por parte de los críticos del momento. En el folleto Un discurso (1891) «Clarín» vuelve a censurar el nacionalismo cultural de los franceses a propósito de la polémica reforma de la enseñanza en Francia propugnada por el utilitarista Raoul Frary, partidario de sustituir el Latín y el Griego por el Inglés y demás lenguas válidas para la expansión comercial. Ni que decir tiene que Alas, buen conocedor de las principales lenguas modernas de Europa, pero también de las clásicas, toma partido contra las teorías de Frary apoyándose en las tesis humanistas de Michelet, Rollin, Bréal o Katkof.

Revista Ilustrada

Sirva lo anteriormente expuesto para demostrar que «Clarín» no fue jamás un fanático afrancesado a pesar de su incondicional y apasionada devoción por Zola, Renan y Flaubert (en este orden), de su admiración por Baudelaire, de sus frecuentísimas alusiones a escritores, críticos, filósofos y científicos francófonos de su tiempo como Amiel, Claude Bernard, Brunetière (del que discrepa muy a menudo), Paul Bourget, Banville, Bergson, Feuillet, Daudet, Dumas hijo, Anatole France, Gautier, los Goncourt, Heredia, Huysmans, Leconte de Lisle, Loti, Maupassant, Mallarmé, Taine, Barbey d'Aurevilly, Villiers de l'Isle Adam o Verlaine. De generaciones anteriores «Clarín» prefiere ante todos a Víctor Hugo, aunque cita muy a menudo a Mme. de Staël, a Saint-Simon, a Maine de Biran, a Comte, a Balzac (sobre todo comparándolo con Galdós), a Dumas padre, a Stendhal, a George Sand, a Michelet,   —43→   a Sainte-Beuve, a Chateaubriand, a Lamartine, a Musset... Entre los escritores de otros siglos, Alas se inclina especialmente por Rabelais, Montaigne y Voltaire, si bien menciona repetidas veces a Bossuet, Boileau, Corneille, Racine, Chénier, Fénelon, Molière, Pascal, Rousseau y Montesquieu7.

Reflexiona «Clarín» en uno de sus Solos a propósito del triunfo de cierto novelista mediocre: «¿Acusa esto decadencia en el espíritu de la literatura francesa? Es simplemente una mutación de cauce prevista por la filosofía hegeliana (...) hoy Francia no necesita del arte para interesarse por las cuestiones graves de la civilización»8. Una vez más se pone de manifiesto, pues, la inquietud de Leopoldo Alas por esa civilización que dio tantos genios y que ahora, cien años más tarde, premia con una espléndida traducción de su principal novela el desvelo y el entusiasmo de «Clarín» por la cultura de Francia.

La traducción de «Trabajo» de Zola

Desde la adolescencia mostrará Clarín, hasta la muerte, un especial interés por la cultura francesa. La traducción de Trabajo es del último año de su vida. La edición fue póstuma

Autógrafo inédito

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