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Clorinda Matto de Turner: para una imagen de la novela peruana del siglo XIX

Antonio Cornejo Polar





Clorinda Matto de Turner (1852-1909) ingresó al curso principal de la literatura hispanoamericana con Aves sin nido (1889), su primera novela. El éxito de esta obra opacó definitivamente al resto de su muy vasta producción intelectual, que incluye realizaciones de mérito desigual en géneros harto diversos: el drama, la tradición, la biografía, el ensayo, el periodismo1, y también echó sombra sobre sus otras dos novelas: Índole (1891) y Herencia (1895), que inicialmente no tuvieron la misma acogida que Aves sin nido y que sólo en 1974 fueron reeditadas por el Instituto Nacional de Cultura2. Frente a estos tres textos, que vienen a ser sus novelas completas3, cabe intentar una visión de conjunto que determine su sistema narrativo y -por extensión- algunos rasgos de la novela peruana del XIX. Tal vez este esclarecimiento sirva, asimismo, para comprender mejor ciertas notas características de la novela hispanoamericana del siglo pasado.


Representación y tesis: dos niveles del discurso narrativo

Aves sin nido, Índole y Herencia obedecen básicamente a un mismo sistema narrativo. En cada caso se observa, en efecto, un doble nivel discursivo que apunta, por un lado, a la representación de referentes de realidad: la vida en los villorrios (Aves sin nido) y haciendas (Índole) de la sierra peruana y la vida en Lima (Herencia), pero se proyecta también, por otro lado, hacia la demostración de una o varias tesis en cada relato. Esta bimembración exige el empleo, dentro de la unidad textual, de dos estrategias narrativas, puesto que se trata de cubrir dos objetivos no siempre coincidentes, e implica igualmente una doble motivación creadora. Tal vez esta duplicidad de propósitos, con su evidente formalización en un sistema narrativo de dos niveles, sea el carácter de mayor relieve en la novelística de Clorinda Matto.




El nivel de la representación: mostrar, enjuiciar, explicar

Desde su primera novela, y de manera muy explícita, la Matto destaca el signo realista de sus relatos mayores; inclusive, al emplear términos como «fotografía» o «copia», les asigna un valor testimonial punto menos que absoluto. En el Proemio de Aves sin nido afirma haber «tomado los cuadros del natural, presentando al lector copia para que él juzgue y falle» (2), y esta idea se repite en su última novela, Herencia, hasta en dos oportunidades: «el novelador copia y no inventa», señala la primera vez (139), y más adelante, al aludir a los vicios que la sociedad oculta, enfatiza: «el novelista copia con el verdadero colorido y determina con el verdadero carácter» (153). Se trata, pues, de un realismo entendido en términos de verismo absoluto.

En términos generales esta hipertrofia realista parece preferir las dimensiones del paisaje, del ambiente y de las costumbres -mientras que la reproducción de situaciones y personajes se vincula a ciertos estereotipos de la ficción romántica. De hecho ninguna de las novelas de Clorinda Matto suscitó escándalos sociales como los que se derivaron de las alusiones personales que contenían novelas como Blanca Sol de Mercedes Cabello de Carbonera4, a la que tal vez alude despectivamente Emilio Gutiérrez de Quintanilla en el Juicio Crítico que antecede a la segunda edición de Aves sin nido5. En cambio, para referir los ejemplos sólo a la dimensión paisajística, es evidente que Kíllac reproduce con bastante fidelidad el entorno de Tinta, como lo ha demostrado Manuel E. Cuadros6, y que la Lima que refleja Herencia está tan apegada a la realidad que su autora tiene que falsear algunos detalles del paisaje urbano -de lo que queda expresa constancia en notas de pie de página- para evitar precisamente cualquier incómodo indicio personal. En su misma ingenuidad estas notas son muy ilustrativas:

La propensión de encontrar parecidos personales en las obras del género de la presente, obliga a mencionar algunas calles con nombres imaginarios.


(43)                


O también:

En esta calle no existe callejón, pero el lector comprenderá las razones que la autora ha tenido para variar en éste y otros casos la topografía.


(53)                


El empeño por explicar las razones de estas falsedades nimias no hace más que enfatizar la fuerza con que Clorinda Matto liga la narración a sus referentes de realidad. Es curioso que esta obsesión verista no impida que en el nivel del suceso puedan encontrarse aspectos muy cercanos a lo inverosímil: al tardío descubrimiento del carácter incestuoso de la relación entre los protagonistas de Aves sin nido, el hallazgo de la carta comprometedora en Índole, el encubrimiento de la personalidad de Aquino tras un hechizo título nobiliario en Herencia, por ejemplo. Más tarde, al determinar la filiación de la novelística de la Matto, esta obvia contradicción será explicada.

La representación realista en la obra de Clorinda Matto no es nunca, sin embargo, una representación objetiva, neutral; al contrario, el nivel de la mostración aparece siempre acompañado de una suerte de segunda voz que permanentemente emite juicios o propone explicaciones. Por consiguiente, si el relato global aparece escindido en un plano de representación y otro de tesis, aquél -el de la representación- a su vez se divide y separa, a efecto de cumplir una función de mostración de la realidad y otra que, en algunos casos, es sólo valorativa y a veces también explicativa. El lenguaje de Aves sin nido, Índole y Herencia muestra y juzga/explica sus referentes: es, así, un lenguaje polivalente que merece ser analizado con detenimiento.

Es claro, por lo tanto, que el arte poética de Clorinda Matto no admite la clausura de la narración en el límite de la realidad representada fielmente; por el contrario, y también desde el importante Proemio de Aves sin nido, la Matto pone en claro el sentido moral de su quehacer novelístico. Allí se lee:

... la novela tiene que ser la fotografía que estereotipe los vicios y las virtudes de un pueblo, con la consiguiente moraleja correctiva para aquéllos y el homenaje de admiración para éstas.


(1)                


Interpolado en el flujo del relato, en Índole se encuentra un texto más extenso y más ilustrativo:

¿Quién podía fijarse en nimiedades en una sociedad donde se rinde culto al éxito, donde la virtud que no descansa en la aparatosa forma de carruajes, sedas y lacayos, ni aun merece el nombre de tal?

¿Quién podía señalar a tipos como el que nos ocupa?

Nadie sino el novelista observador que, llevando el correctivo en los puntos de su pluma, penetra en los misterios de la vida, y descorre ante la multitud ese denso velo que cubre los ojos de los moradores ciegos y fanatizados a un mismo tiempo.

El novelista de sana intención, llevando en alas de la moral social, en nombre de las mismas instituciones que deben depurarse a medida que el progreso se extiende.

En el Perú no existe, sin embargo, el temor del correctivo retocado por el romance, porque todavía la novela trascendental, la novela para el pueblo, para el hogar, no tiene ni prosélitos ni cultivadores. Y a juzgar por el grado de los adelantos morales ¡ay de aquella mano que, enristrando la poderosa arma del siglo, la tajante pluma, osara tasajear velo y tradición!

Los pueblos se moverían para condenarla en nombre del cielo prometido a los pobres de espíritu.


(250-251)                


El ánimo «correctivo» de sus obras, avalado por una «moral social» que se siente agredida, determina que Clorinda Matto asigne un estatuto privilegiado a sus novelas y las desligue de aquellas otras «cuya trama es puramente amorosa o recreativa» (ASN 1). De esta suerte, y aunque implícitamente, la Matto prefiere para sus creaciones la denominación de «novelas trascendentales» -denominación que quiere subrayar la función ético-educativa que en última instancia parece justificar el empleo de un género no por todos respetado: de hecho, en el Juicio Crítico ya citado, Gutiérrez de Quintanilla concede a Aves sin nido un carácter excepcional en relación a otras novelas que le habían infundido «repugnancia» por este género7. En todo caso es evidente que Clorinda Matto de Turner alcanza dignidad en la exacta medida en que se instrumenta al servicio de una finalidad educativa y moral. Se trata, pues, de novelas explícitamente transitivas, instrumentales.

El nivel de la representación supone entonces la actualización de una axiología que pueda interpretar en términos de valoración lo que ese mismo nivel va mostrando al lector en obediencia a la norma de fidelidad realista. Casi podría decirse que cada relato es una secuencia en la que se alternan, mezclan y confunden una cadena de juicios de existencia («la realidad es así») y otra de juicios de valor («está bien/está mal que así sea»). En este sentido el narrador no es sólo omnisciente en relación al universo de su relato; lo es, también, en su función de maestro que monologa frente al lector. Al lector le cumple aceptar, dentro del modelo de comunicación que imponen las novelas de la Matto, ese doble requerimiento que implica reconocer que el texto «copia y no inventa», por una parte, y reconocer también, por otra, que está siendo enriquecido a través de una lección moral.

Pero el sistema narrativo de la novelística de Clorinda Matto de Turner ofrece, en el mismo nivel de la representación, otra alternativa: en efecto, según ya se dijo, a la mostración del referente le puede seguir la postulación de un juicio de valor o una reflexión que tiende a explicar las realidades representadas. Sobre la constante de la mostración se construyen, pues, dos variantes: el juicio y la explicación, la segunda de las cuales aparece tímidamente en Aves sin nido, se destaca en Índole y se desarrolla con cierta soltura en Herencia. En estos dos últimos textos el juicio no desaparece, pero ocupa otra posición en el sistema de la representación novelesca.

Si se prescinde de ciertos esbozos de la primera novela, Clorinda Matto estrena en Índole una nueva forma de narración que se basa en la «observación fisiológico-moral». Con ella se pretende desarrollar una suerte de segundo discurso que vaya explicando en términos «fisiológicos» -en el sentido positivista de este término- lo que el relato formula en el nivel de pura mostración. Se comprende fácilmente que la modificación consiste, con respecto al sistema anterior, en el aplazamiento del juicio moral para dar cabida a la explicación científica. Se trata entonces de un esfuerzo por comprender objetivamente, dentro del estado de la ciencia de la época, el acaecer personal, los procesos sociales y ciertos aspectos del mundo físico que influyen en aquél y en éstos. En la práctica, tanto en Índole como en Herencia, el esfuerzo mayor se destina a esclarecer la naturaleza psico-física del comportamiento humano, en relación muy estrecha con el medio ambiente, remitiendo el conjunto de la existencia humana y social a un saber científico que la explique suficientemente. Una frase típica sería la siguiente: «la observación fisiológico-moral ha demostrado ya lo suficiente que en estos casos el mayor esfuerzo empleado por extinguir la fuerza de la pasión es inútil» (I, 97, subrayado nuestro). Es tan tenaz esta obsesión explicativa, y aparece tan en la superficie del relato, que con frecuencia el lector descubre que no se trata de explicar por la ciencia una determinada situación, sino que, al contrario, la situación está escogida para comprobar la verdad de ese conocimiento científico.

En todo caso, la «observación fisiológica», de obvia función explicativa, sólo suspende por un momento la aparición del juicio moral. De esta suerte pueden encontrarse dos tipos de secuencia en la novelística de Clorinda Matto: la primera y más simple, que es la que predomina en Aves sin nido, enhebra mostración de la realidad y valoración ética; la segunda, algo más compleja, interpola entre ambos momentos un gesto explicativo que se define a sí mismo como un recurso a la ciencia contemporánea, según se aprecia en Índole y Herencia.




Una filiación compleja y contradictoria

Sin duda, aunque con resonancia muy remota, la novela moralizante evoca el signo más visible de las novelas de la Ilustración, género que parecía no tener manifestación en la literatura nacional hasta el descubrimiento de las narraciones de don Pablo de Olavide8. Pese a que el legado de la Ilustración tiene alguna vigencia en ciertos aspectos de la narrativa de Clorinda Matto, el empleo de este término para definir su adscripción a un modelo narrativo resulta, a todas luces, insuficiente. Su contorno más cercano está dado, más bien, por el romanticismo, el costumbrismo, el realismo y el naturalismo. En relación a estos órdenes nativos es que hay que encontrar la filiación de la novelística de Clorinda Matto.

De acuerdo al criterio de Hugo Friedrich, dos notas fundamentales definen a la novela francesa del siglo XIX: la incorporación al universo novelesco del «dominio de la realidad social», que enriquece y transforma el espacio de la novela anterior, casi excluyentemente «material» y «psicológico»9, y la acción de un «doble proceso de interpretación del mundo», que la novelista escoge para su representación verbal. Friedrich alude tanto a la elección de la materia que será representada, cuanto -y sobre todo- a la relación del narrador con ese sector escogido de la realidad, a su actitud subjetiva («si lo ama u odia») frente a él10. Se tiene, pues, al menos en cierto sentido, ese doble movimiento mencionado como propio de la novelística de la Matto; o sea, esa preocupación primera por sobreimprimir en la representación una consistente y hasta frondosa red evaluativa. De aquí que, en lo que toca específicamente al nivel de representación de su sistema narrativo, las novelas de la Matto puedan inscribirse sin dificultad en el orden de la novela realista, en especial de la novela francesa del XIX: de ella tiene, por lo menos, su decidido apego al referente, la ampliación de éste hacia el campo de la «realidad social» y su voluntad de incorporar al relato una interpretación valorativa. No parece necesario recordar la vigencia de este modelo narrativo en la novela hispanoamericana de la época11, pero tal vez sí convenga mencionar, dentro del contexto peruano, la explícita admiración de Mercedes Cabello de Carbonera por las obras de Stendhal y Balzac y su enfática afirmación del carácter ejemplar de la novelística de este último12.

Hay que advertir, sin embargo, que el realismo se generó en Hispanoamérica a partir de los relatos costumbristas. Ya en 1945, en Las corrientes literarias en la América Hispánica, Pedro Henríquez Ureña señalaba a este respecto que en el tránsito de la novela romántica a la novela realista «el puente fueron los abundantísimos cuadros de costumbres»13. En el caso específico de la literatura peruana este tránsito parece presentar problemas particulares, sobre todo porque la historia literaria tradicional insiste en periodizar nuestro siglo XIX como un encadenamiento sucesivo de costumbrismo; romanticismo, realismo, de suerte que entre costumbrismo y realismo se habría intermediado el romanticismo. La verdad parece ser, sin embargo, otra: el costumbrismo mantiene plena vigencia hasta más allá del límite decimonónico e impregna muy claramente la producción romántica y realista. Jorge Cornejo Polar ha demostrado que la prosa costumbrista, si bien demoró el advenimiento del género novelesco, implicó igualmente una «preparación para el ulterior desarrollo del arte de novelar, en cuanto significó un adiestramiento en el trato y aprovechamiento de la realidad social circundante y en cuanto -en su modalidad de cuadro o artículo- fue ya un ejercicio narrativo»14. Por lo demás, el presunto alejamiento del costumbrismo con respecto al realismo, inexacto porque aquél funciona como una suerte de sustrato literario de todo el siglo XIX, tampoco sería efectivo en la medida en que nuestra novela romántica, por escasa y endeble, apenas habría podido separar la creación costumbrista de la realidad15.

Lo expuesto hasta aquí permite comprender la posibilidad de que Aves sin nido, Índole y Herencia se inscriban también, en el nivel de la representación de su sistema narrativo, dentro del canon forjado por el costumbrismo, posibilidad que se afirma con certeza en la medida en que se comprueba que la prosa costumbrista, al igual que las novelas de Clorinda Matto de Turner, funciona con el mismo esquema de mostración y juicio. La crítica acerca del costumbrismo ya ha aclarado lo suficiente el esquema básico de su arte de la narración, aunque no otras de sus dimensiones, enfatizando en todos los casos únicamente, su apego a la realidad del entorno más cercano y su obsesión enjuiciadora, de suerte que a la mostración de la «costumbre» le sigue inevitablemente, su casi siempre negativa valoración y la apelación educativa o moralizante16, que es exactamente, aunque claro que dentro de los condicionamientos del género novelesco, lo que sucede en las tres novelas de la Matto. No es casual, entonces, que Aves sin nido sea presentada por su autora, en oposición a las novelas de puro entretenimiento, como una «novela de costumbres» y que afirme, en el mismo párrafo, en un texto que bien hubieran podido firmar Pardo o Segura que «la novela de costumbres [...] contiene muchas veces el secreto de la reforma de algunos tipos, cuando no su extinción» (1).

Las novelas de Clorinda Matto de Turner realizan de esta manera una duplicidad de modelos narrativos: su modo de representar está endeudado con el realismo, con lo que se asocia al curso de la novela occidental, en especial francesa, pero es también costumbrista, con lo que se vincula no a una tradición nativa (pues el costumbrista peruano evidentemente está vinculado con el español), pero sí a una experiencia literaria larga y exhaustivamente desarrollada en el contexto más inmediato de la literatura nacional. Este extenso ejercicio, y la consiguiente aparición de ciertos rasgos peculiares, hace que el costumbrismo peruano tenga un grado de autenticidad que, por ejemplo, el mimetismo de nuestros románticos estuvo lejos de alcanzar. En este sentido el vínculo de las novelas de la Matto con la prosa costumbrista genera una dinámica en el interior del proceso de la literatura peruana cuyo rastreo permite vislumbrar la existencia de una tradición nacional17 -sin que ello implique dejar de justipreciar el enlace de esta obra y de todo el realismo peruano con el modelo francés.

La complejidad de la filiación de la novelística de Clorinda Matto de Turner no acaba en esta doble inserción; en efecto, el método de la «observación fisiológica-moral», especialmente en su primer término remite sin duda alguna a la novela naturalista, en concreto a las ideas de Zolá acerca de la «novela experimental»18. El análisis de las dos últimas novelas de Clorinda Matto permite apreciar que la inserción del modelo naturalista, aunque evidente y hasta jactanciosa, no deja de ser nunca parcial y ambigua. Las debilidades del naturalismo de la Matto son minuciosamente correlativas a las limitaciones del movimiento positivista en el Perú -movimiento que, pese a algunas excepciones personales, nunca fue capaz de realizar con plenitud sus propios principios. Augusto Salazar Bondy afirma a este respecto lo que sigue:

La denominación de positivismo, usada por los propios hombres de la época tiene entre nosotros una significación más amplia que en Europa. Cubre al mismo tiempo que la filosofía positivista, en sentido estricto, todas las formas del naturalismo, comprendido el materialismo, y doctrinas de transición hacia el espiritualismo del tipo de las de Fouillée, Guyau o Hoffding. Muchos de nuestros filósofos pudieron por eso declararse positivistas y, al mismo tiempo, abrazar francamente la fe católica. Y por eso también fue relativamente fácil para la mayoría de ellos abandonar en su madurez «las ilusiones» del positivismo, como las calificó Juan Manuel Polar, y enrolarse en el bergsonismo19.



El mismo autor concluye señalando que «el positivismo peruano es [...] un sistema de ideas amplio y ambiguo, un producto sui generis de la cultura de un país en formación»20. Es claro que dentro de este contexto intelectual la novelística de Clorinda Matto no pudo escapar del cerco de las contradicciones subyacentes a la ambigüedad del positivismo nacional: así, por ejemplo, el concepto de herencia se diluye en el de educación y ejemplo moral de los padres, según sucede en su última novela, de la misma manera que la representación de la causalidad social y psicológica se romperá en el mismo texto, a urgencia del desarrollo argumental, acudiendo al auxilio del azar y del «destino». Es claro, en todo caso, que la mayor interferencia se produce entre el sustrato romántico que no desaparece en ninguna de las tres novelas de Clorinda Matto, siendo evidentísimo en la primera esta adicción de procedencia naturalista. Se ha visto ya, a este respecto, que la fidelidad realista de la representación de paisajes, ambientes y costumbres no se repite en el estrato de los personajes y sucesos: éstos, más bien, se plasman sobre estereotipos claramente dependientes del romanticismo y suponen una inequívoca posición idealista en el narrador. A los casos de inverosimilitud señalados anteriormente, que suponen la vigencia de un sistema muy alejado del naturalista, habría que añadir algunos ejemplos más, como la caracterización del cura Peñas o el recurso salvador del «buen natural» de algunos personajes no contaminados por los errores de una falsa civilización, para no mencionar la evidente contradicción en el empleo alternado de los conceptos de herencia y causalidad fisiológica, por una parte, y de Providencia, por otra. De esta manera los órdenes romántico y naturalista se yuxtaponen en cada unidad textual, generando contradicciones insalvables, sin que sea visible un nivel suficiente de armonización o síntesis.

Es interesante observar que la oposición entre el modelo romántico y el modelo naturalista alentó una violenta polémica en El Perú Ilustrado, el periódico que poco después estaría bajo la dirección de Clorinda Matto, precisamente un año antes de la publicación de Aves sin nido21. En esta polémica, Carlos Germán Amézaga elogia con ardor la obra de Zolá (cuyas novelas son de verdad «moralizadoras si nos atenemos a su fondo de corrección amarga»), a la par que critica, también con vehemencia, las limitaciones de la novela romántica (que tanto daño han hecho a la humanidad). Añade:

...atildada en su forma, decente en su lenguaje y hasta cristiana en muchas de sus advocaciones, (la novela romántica) no ha hecho más que falsificar la naturaleza del hombre cuando no dorar las obras de su concupiscencia22.



Arturo Ayllón, en cambio, defiende vigorosamente los valores del romanticismo, acepta el «verdadero realismo» (que «copia las escenas de la vida real para sublimar las acciones buenas, provocando a su ejemplo, o deducir de las malas la moral social, para apartarse de ellas»), y ataca frontalmente al «realismo de Zola, realismo vulgar, asqueroso hasta lo más»23. Afirma sobre el naturalismo lo siguiente:

Bajo el encubierto manto de moralizar, se enseñan los vicios, las costumbres depravadas, y luego analizándolas, se profundizan y hacen palpables sus horrores en todas sus manifestaciones, pintando escenas groseras, repugnantes y altamente inmorales24.



En otro momento de la polémica, Ayllón insiste en su punto de vista:

El realismo de Zolá es una propaganda de disociación que induce al hombre a desconocer sagrados principios; que encamina a los pueblos a su depravación, a su embrutecimiento y a su completa ruina; que les incita a negar los más elementales principios de moral y religión, base de su progreso y adelanto25.



Pocos años más tarde, en 1892, la novelista Mercedes Cabello de Carbonera publicó su estudio La novela moderna26. En él sopesa el debate entre románticos y naturalistas para concluir, de primera intención, en una condenación de ambos movimientos:

Las dos (escuelas) son igualmente imperfectas por haberse colocado ambas en extremos opuestos a donde se halla el hombre; es decir; el objeto sobre el cual deben fijar la atención para estudiarlo y conocerlo27.



Lo que en realidad condena la Cabello son los excesos de ambas escuelas; por esto, en el curso de su reflexión, propone una opción ecléctica que acepta del romanticismo y del naturalismo «aquello que sea aceptable al mejor conocimiento del hombre y las sociedades»28. De esta suerte piensa que puede estimularse una literatura «realista» ajena al «romanticismo soñador y fantástico», pero ajena también al «naturalismo lujurioso, obsceno y repugnante»29, que finalmente alcance este ambicioso ideal:

La novela del porvenir se formará sin duda con los principios morales del romanticismo, apropiándose los elementos sanos y útiles aportados por la nueva escuela naturalista, y llevando por único ideal la verdad pura, que dará vida a nuestro arte realista; esto es, humanista, filosófico, analítico, democrático y progresista30.



Subyacente a la concepción de Mercedes Cabello está la idea del novelista como «filósofo que busca la verdad» 31, estrechamente ligada a la certidumbre de la vigencia benéfica del positivismo «hagamos que la escuela realista sea la expresión de la filosofía positivista»32 y del zolaniano «método experimental» (que «abre ancho campo al novelador»)33. Es claro que este orden conceptual no armoniza bien con la decisión de mantener en pie aspectos sustantivos de la metafísica romántica, en especial sus principios cristianos, por lo que, en definitiva, el eclecticismo propuesto por la autora de El conspirador se parece peligrosamente a una feble solución de compromiso.

El orden mixto que teóricamente propone Mercedes Cabello es el que lleva a la práctica textual Clorinda Matto, de manera especial en sus dos últimas novelas, pero las contradicciones que puede diluir un discurso teórico se hacen evidentes en la construcción de las novelas. Es importante advertir, en cualquier caso, que la obra de la Matto representa bien la debilidad genérica del positivismo peruano y la timidez de sus planteamientos en el campo específico del arte de novelar. Sin duda las ideas de González Prada, notables por su precisión y combatividad34, quedaron difuminadas tanto en la conceptualización de Mercedes Cabello cuanto en la creación novelesca de Clorinda Matto -ambas, precisamente, las más destacadas representantes de la narrativa que coincide, aunque en tono menor, con los proyectos del autor de Pájinas Libres.

Lo dicho hasta aquí hace ver la plural y casi caótica configuración de la novelística de Clorinda Matto de Turner: hecha con elementos que provienen del costumbrismo, del romanticismo, del realismo y del naturalismo, sus novelas ofrecen a la crítica su propia heterogeneidad y contradicción como el signo que más claramente las caracteriza. Ciertamente se podría evocar a este respecto el sincretismo propio de la literatura hispanoamericana35, pero -en un nivel más específico- cabría pensar también en el producto sui generis de la cultura nacional de la época, y en el desconcierto global de la sociedad peruana de finales del siglo XIX, traumatizada por la Guerra del Pacífico, y en su dinámica de búsqueda de soluciones de distinto tipo para una sociedad y una cultura sometidas a una profundísima crisis. Sería ingenuo negar que las contradicciones aludidas reflejan las limitaciones personales de Clorinda Matto y su no muy avanzado dominio del arte del relato, pero tampoco sería correcto limitar a este ámbito la explicación: en realidad la mezcla de tantos órdenes narrativos diversos plasma y expresa más un fenómeno social que una peculiaridad solamente literaria o personal. No en vano otras novelas de la época, y muy claramente las de Mercedes Cabello, muestran una similar confusión. Son también, como las obras de Clorinda Matto de Turner, testimonio de un tiempo crítico.




La «escena nacional» y el recurso a la experiencia vivida

Con este sentido múltiple, heterogéneo y contradictorio, Clorinda Matto de Turner da razón narrativa de dos espacios esenciales del país: en sus primeras novelas, Aves sin nido e Índole, de la serranía peruana, de la vida en los villorrios y haciendas, y en su última novela, Herencia, de la vida en Lima. De esta manera su obra intenta representar (o sea: mostrar, enjuiciar, explicar) lo que bien pudiera entenderse como los extremos más relevantes de la nacionalidad. Del mundo rural andino escoge sus más pequeñas unidades que reflejan el olvido, el atraso y la miseria con que se caracteriza esa región, y del mundo urbano costeño enfoca lo que obviamente lo emblematiza: Lima, la capital.

No parece casual esta selección de espacios; al contrario, permite suponer una voluntad decidida a dejar testimonio de la «escena nacional» en sus puntos esenciales, aquellos que, precisamente por su disparidad, forman la oposición básica que constituye la nacionalidad. Es de verdad sintomático que a muchos años de distancia, casi al final del proceso abierto por Clorinda Matto, Ciro Alegría y José María Arguedas se sintieran también obligados a dejar el espacio andino de sus primeras novelas para incursionar en la problemática costeña: con todas las diferencias del caso, ciertamente obvias, Lázaro y El zorro de arriba y el zorro de abajo repiten dentro de los procesos creativos a que pertenecen la posición que Herencia guarda en relación a la secuencia que termina36. Desde este punto de vista, las novelas de Clorinda Matto presagian la voluntad totalizante que señala el rumbo de lo mejor de la novelística peruana: esa voluntad de hacer de la novela un instrumento de interpretación de la realidad nacional como globalidad heterogénea y sin embargo consistente.

No hay aquí -todavía- una visión integradora, un orden interpretativo del vasto universo que se representa; sin embargo, incluso así, con este déficit, Aves sin nido, Índole y Herencia representan un encomiable esfuerzo por hacer inteligible la problemática nacional y por fundar ciertos valores que deberían guiar el curso histórico de la sociedad peruana. Es cierto que la novelística de Clorinda Matto difumina sus proposiciones sociales en un idealismo moralizante, pero es igualmente cierto que su airada denuncia de la miseria y de la explotación señala el rumbo de nuestra novela crítica e implica, en el plano personal, una actitud de valeroso inconformismo.

La posición crítica de Clorinda Matto -que comparte con todos los escritores que sentían más o menos cercanamente el magisterio de González Prada- determina también la aparición de un nuevo modo de relación entre la literatura y la sociedad peruana. Hasta entonces el escritor había sido acogido benévolamente por la sociedad, incluso cuando zahería algunas de sus «costumbres» más apreciadas; a partir de aquí, en cambio, y tal vez a causa de la creciente diversificación de los intereses de clases y de grupos sociales, el escritor entra en conflicto con su medio y comienza a ser marginado y hasta reprimido. Pese a que en este aspecto su ejemplo no tuvo muchos imitadores, la actitud de González Prada tiene, en este orden de cosas, una notable significación: en busca de un margen de libertad, de un espacio suficiente para fundar su crítica, el autor de Horas de lucha fue deshaciéndose de su lastre aristocrático, aislándose de los grupos burgueses más conservadores y abriéndose, en cambio, al contacto de artesanos y obreros. No es igual la actitud de Clorinda Matto, por cierto, pero ella también toma distancia frente a los grupos de poder más reaccionarios y entabla con ellos, en especial con la jerarquía eclesiástica, un valiente combate: su persecución por la Iglesia, llena de anécdotas de sabor inquisitorial, es buena prueba de esto37. En todo caso, con mayor o menor rigor, nuestros «realistas» -para usar la terminología de las historias literarias- vivieron una situación diversa a la que habían gozado «costumbristas» y «románticos». Es obvia la importancia de este hecho.

La decisión de Clorinda Matto de representar novelescamente los dos espacios más importantes de la realidad peruana y la manera crítica con que cumple esta tarea están relacionadas con un designio también importante: el de «hacer» literatura peruana, tal como explícitamente se subraya en Aves sin nido (2) y se desprende de los subtítulos («novela peruana») de todos sus relatos mayores. Tampoco en este aspecto Clorinda Matto parece haber dilucidado en profundidad la significación del término «literatura peruana», que interpreta en orden a la descripción de espacios y al tratamiento de problemas nacionales, pero aún así, con esta obvia limitación, el empeño de la Matto debe ser justipreciado. A este respecto cabe observar, de otro lado, que Clorinda Matto abandona más o menos pronto la línea palmista de la tradición, que había frecuentado sin mucho éxito en sus Tradiciones cuzqueñas38, y que en general superó la superficialidad de los enjuiciamientos de nuestros costumbristas. Si por el camino de las tradiciones se intentaba fortalecer un sentimiento de pertenencia a un proceso histórico, tergiversándolo a veces en función a una «edad dorada» que bien podía admitir sin destruirse una cierta dosis de ironía39, y si el costumbrismo primero se agotó en la burla de ciertos hábitos colectivos que eran sólo la superficie más visible de conflictos mucho más profundos, la novelística de la Matto de Turner apunta hacia niveles más trascendentes de la problemática nacional y propicia una reflexión sobre el futuro del país. Sin duda, el tratamiento del tema indígena es el más notable logro de Clorinda Matto en su voluntad de construir una literatura peruana.

No puede dejar de mencionarse tampoco el aval de experiencia personal que emplea Clorinda Matto para la representación crítica del Perú. En efecto, para la representación de la realidad de las haciendas y villorrios serranos y de la realidad capitalina, la Matto dispone siempre de un conocimiento vivencial; no es fortuito que sus primeras novelas acojan la experiencia de esos «quince años» en los que pudo conocer de cerca la vida que se lleva en «lo apartado de mi patria» (ASN 2), ni tampoco que su última novela, la única que se refiere a Lima, la escriba cuando ya residía en la capital por espacio de largos años. Incluso los episodios secundarios de sus novelas, como el paso por Arequipa de los protagonistas de Aves sin nido, tiene que ver con este apego a lo directamente experimentado.

Esta adecuación entre los espacios representados y el itinerario biográfico de Clorinda Matto40 tiene importancia no sólo porque avala su voluntad realista, en cuanto dimensión primaria de su proceso creador, sino también, y tal vez de manera más notable, porque refuerza el esquema de comunicación que imponen las tres novelas, convalidando referencialmente el estatuto de privilegio que tiene en ellas el narrador. La omnisciencia del narrador, que según lo ya expuesto funciona en relación al mundo representado y al lector, se reafirma con la apelación a una experiencia real y a un conocimiento directo de la materia narrada. Si bien sólo en Aves sin nido es explícita esta apelación («he observado de cerca sus costumbres [...] he observado durante quince años multitud de episodios» (2)), la verdad es que este conocimiento directo subyace a las tres novelas y que en todas ellas el narrador se esfuerza por hacerlo visible ante el lector. En todos los casos se trata de reforzar extratextualmente la posición del narrador, pero en las dos primeras novelas se acentúa esta función al referirse ambas a espacios que presumiblemente el lector desconoce41. De esta manera el sistema de representación puede enriquecerse con una nueva dimensión: la de servir para el descubrimiento de algunas zonas de la realidad que el lector ignora y que el narrador se esfuerza por hacer ingresar en la conciencia nacional.




El nivel de la tesis: Una invariable perspectiva ética

Según lo expuesto en el primer parágrafo, las novelas de la Matto de Turner sobreponen al ya heterogéneo nivel de la representación, con su diversa y hasta contradictoria filiación, hay que añadir otra función: la que intenta producir convicción en el ánimo de los lectores, una función, pues, apelatoria. Con ella se completa el complejo entramado narrativo de la novelística de Clorinda Matto de Turner.

En algunos casos las tesis son propuestas explícitamente, sea a través de textos prológales, sea mediante interpolaciones expositivas que detienen el curso del relato; en otros, en cambio, subyacen implícitamente a la narración del suceso, aunque nunca su descubrimiento exige mayor esfuerzo al lector. A veces estas dos modalidades coinciden en un solo punto: así, por ejemplo, Índole postula explícitamente la inconveniencia de la confesión para la mujer casada, al mismo tiempo que, implícitamente, cuestiona en forma global el sacramento de la penitencia. En la mayoría de los casos es fácil explicar este juego de revelación y ocultamiento (ocultamiento sólo relativo según lo dicho) remitiéndolo al grado de conflictividad social de la tesis postulada; o, en otras palabras, a la represión que pudieran suscitar -como de hecho suscitaron- algunas de las tesis defendidas por Clorinda Matto, en especial las que tenían relación con la Iglesia y la vida religiosa.

Desde otro punto de vista, la tesis que difunden las novelas de la Matto se ligan de distinta manera con el desarrollo narrativo del nivel de la representación. En todos los casos, como es natural, se intenta vincular de manera sustantiva ambos niveles, de suerte que la convicción buscada se desprenda en una suerte de discurso, no integrado al relato, con lo que se evidencia en grado extremo la duplicidad que define al sistema narrativo de Aves sin nido, Índole y Herencia, al mismo tiempo que se observa cómo el espacio textual de cada novela puede acoger determinadas formas propias de la ensayística y la oratoria. Así sucede, por ejemplo, en la primera novela: mientras que la recusación del celibato sacerdotal está encarnada en la representación, a través del desarrollo del acontecer y de la caracterización de los personajes, la afirmación del poder salvador de la educación con respecto al estado del pueblo indio -que es otra de las tesis de la novela- carece de correlato representativo y se formula retóricamente en los parlamentos de algunos personajes o directamente en el discurso del narrador. Es aquí, precisamente, donde ingresan formas ajenas al género novelesco.

En el análisis de cada una de las novelas de la Matto es fácil determinar las tesis propuestas y su respectiva filiación; en todo caso, aun antes de ese análisis, conviene saber que su campo abarca una vasta problemática cuyos puntos centrales son de índole religiosa, político-social y científica. A Clorinda Matto le interesa convencer a sus lectores de la validez de ciertas ideas acerca de la religión (la aberración que comporta el celibato sacerdotal, por ejemplo), tanto como proponer soluciones a problemas político-sociales muy concretos (caso de la selección de autoridades provinciales). Sucede, sin embargo, que en ambas materias subyace siempre una muy clara intencionalidad moral, de suerte que el sistema de las tesis propuestas, cualquiera que sea su especificidad, corresponde permanentemente a una perspectiva ética -cuya constancia, por lo demás, define la producción global de Clorinda Matto. Incluso las tesis de índole científica (el carácter determinante de la herencia, por ejemplo) son procesadas siempre a partir de y con miras a una postulación inequívocamente moral. En este sentido, cualquiera que sea su sesgo peculiar, las novelas de Clorinda Matto de Turner ofrecen una sostenida reflexión ética e invitan al lector a una suerte de ejercicio de discernimiento de valores.

La consistencia moral de Aves sin nido, Índole y Herencia, que abarca tanto el campo de la representación (en su función enjuiciadora) cuanto el nivel de la tesis (como perspectiva invariable de éstas), corresponde bastante claramente al centro mismo de las preocupaciones de la época. El trauma de la derrota del 79, vivido intensamente por Clorinda Matto, aunque curiosamente ausente por completo de su novelística42, generó una compleja y todavía no bien estudiada red de respuestas en la conciencia nacional. La más insistente fue una amarga condena moral del pasado y del presente, cuyo emblema acuñó González Prada al decir que «el Perú es un organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota la pus»43, y una disposición muy viva, aunque escasamente eficaz, para moralizar en adelante la vida social del país. Esta actitud moralmente condenatoria es muy visible en la obra íntegra de Clorinda Matto, que en Herencia se lamenta de «la patria entregada a manos sucias y corazones llenos de ponzoña» (163), y explica bien por qué hasta las tesis científicas, que por naturaleza habría que suponer objetivas, se procesan siempre en términos emocionales que derivan de esa persistente y englobadora perspectiva ética.

Leer críticamente -hoy- las novelas de la Matto de Turner presupone desentrañar su sistema narrativo, mucho más complejo, por lo heterogéneo y ambiguo, que lo que permitiría suponer la simplicidad a veces ingenua de su formalización más extensa. Es a partir de la comprensión de este sistema narrativo que se puede interpretar mejor, con más hondura, lo que realmente significan las tres novelas de Clorinda Matto y la manera cómo se elabora su apasionado testimonio acerca de nuestro siglo XIX -un siglo de verdad conflictivo y trágico-44 al mismo tiempo que se ilumina el todavía borroso rostro de la novelística peruana de ese momento. Las novelas de Clorinda Matto son su más clara representación.







 
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