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ArribaAbajoTercera relación anónima de la jornada que hizo Nuño de Guzmán a la Nueva Galicia.

Partió el gobernador Nuño de Guzmán de Puruándiro, que es postrero pueblo de la provincia de Michuacan hacia los teules chichimecas, en diez del mes de Hebrero, año de quinientos y treinta, y anduvo cuatro leguas, poco más o menos, y llegó al río que se intituló de Nuestra Señora de Buen Paso, a causa que se halló muy buen vado para pasar el dicho río, lo cual no se creía, porque los tarascos nos habían dicho que iba tan grande que no se podía vadear. Ahí se detuvo trece días, uno más o menos, porque no me acuerdo cuantos fueron, a causa de esperar algunos bastimentos y españoles para el viaje, de donde durante el dicho tiempo envió dos compañías, la una el río arriba y la otra el río abajo, los cuales no hallaron cosa que de contar sea si no fueron algunas estancias pequeñas, segund dijeron los que allá fueron. En este medio vinieron algunos indios de paz y a dar la obediencia, y dijeron no sembrar ni coger, sino que de raíces y de caza se mantenían, de lo cual trujeron muestra, y quedaron de paz. En este mesmo lugar se hizo justicia del Cazoncí, y el pregón decía por haber muerto muchos cristianos, y por otras cosas que a mí no se me acuerda, lo cual más largo parecerá por el proceso que contra él se hizo. Desde allí se partió con cierta noticia que allí tuvo, y caminamos cinco o seis días sin hallar poblado ninguno ni encontrar persona viva, y al cabo de los cuales yendo el maestro de campo delante halló ciertas estancias donde halló gente de guerra, y le hirieron uno a caballo y creo que dos caballos, y aquella noche llegó a dormir a aquellas estancias con todo el campo, y después de llegados fue el mesmo gobernador a un pueblo que se llama Bruecaro, que le dijeron que había gente de guerra, y llegados allá no se halló gente ninguna, sino todo alzado, y el mesmo y otros que con él íbamos119en que había ídolos de piedra y otras cosillas desta ralea. Dende ahí partió otro día y llegó a vista de una provincia que se llama Cuyná, de donde envió al veedor con cierta gente, y el comendador Barrios y un nahuatato a les requerir a los naturales y señor de aquel pueblo que viniesen de paz y se metiesen so el yugo y dominio de S. M., como más largo por el requerimiento parecerá, el cual se hizo, y le notificaron a los dichos, y no quisieron, mas antes comenzaron a dar grita y a flechar; y visto esto, el veedor volvió, y otro día por la mañana movió el dicho señor Nuño de Guzmán con toda su gente que serían ciento y treinta de caballo, poco más o menos, y otros tantos peones, y con hasta cuatro o cinco mil amigos de todas naciones, y con su gente bien en orden llegó al dicho pueblo de Cuyná, y en él no se halló sino las casas, porque viendo el gran poder desampararon sus casas. Siguióse la gente, y aquel día se alcanzaron pocos, porque como tienen los montes cerca tuvieron lugar de se acoger. Dende a tres o cuatro días se tuvo noticia que estaba cerca de allí otro pueblo que se llama Cuynacaro, y fue allá con la mayor parte de la gente, porque decían ser mucha cosa; y llegando en un día entramos por el pueblo, y también, aunque los corredores que iban delante vieron mucha gente en el campo según dijeron, cuando llegamos habían desamparado sus casas; todavía se tomaron algunos indios, los cuales tenían metidas muchas pajas por el rostro a manera de barbas. Este es buen pueblo y de mucho bastimento. Otro día pasamos un puerto y llegamos a otro pueblo que no se me acuerda el nombre, y también lo habían desamparado, donde estuvo dos días, y de allí envió dos compañías a entrar, y no se hallaron pueblos grandes, sino algunas estancias, y mataron allí los indios un negro y un caballo. Otro día envió al veedor desde este mesmo pueblo, y pasó una barranca muy grande por donde va un río, y halló una población muy grande y en ella mucha gente de guerra, de donde después de les haber dado un buen alcance se volvió al dicho lugar donde el gobernador estaba, y de allí por otro camino, pensando hallar más pueblos, se volvió al dicho pueblo de Cuiná de paz, y dijo que traería todos los otros comarcanos; y dejándole de paz se partió de allí, y teniendo noticia del pueblo de Cuyzeo y que estaba al torno de una muy grand laguna y que era muy buena cosa y de mucha y muy valiente gente, llegó allí después de medio día y halló toda la gente hecha escuadrones a la ribera de un río que sale de una laguna, y comenzaron a pelear y a resistirnos, y duró un buen rato la pelea, a causa de tener un río muy grande que no se podía vadear, desde donde a su salvo peleaban; y visto esto luego dio orden de hacer muchas balsas para pasar el río; y como esto vieron los indios naturales, que ya pasábamos los caballos y mucha gente, y por haber ya muerto ansí alanceados como con ballestas algunos dellos, acordaron de venir de paz, y pasó el río obra de veinte de caballo y otros tantos peones. Otro día fue con todo el campo el río abajo, y andadas dos leguas se halló vado, aunque muy trabajoso, y después de pasado, de la una parte del río y de la otra comenzó a salir gente de guerra. Aquel día se alancearon mucha gente, y en este pueblo se detuvo diez o doce días, poco más o menos, hasta que todos los señores vinieron de paz. Aquí se quemaron todos los más de los cúes, y los más dellos quemaron los naturales por mandado del señor Nuño de Guzmán. Después de apaciguado esto se partió para Tonalá, y detúvose en el camino dos días, y llegados a ella salieron ciertos nahuatatos de paz, diciendo que la señora de aquel pueblo había tenido noticia de cómo íbamos, y llegados al primer pueblo de aquella provincia hallamos una vieja con muchas indias recogidas en una casa, la cual se decía ser señora de aquel pueblo, y a vista dél en un cerro estaban al parecer hasta mil hombres de guerra dando muy gran grita; envióles a decir que viniesen de paz dos o tres veces: no quisieron: dimos en ellos y duró el alcance legua y media. Por donde yo fui por detrás de aquel cerro había otros muchos escuadrones de gente: luego otro día vinieron de paz. Detúvose aquí catorce o quince días apaciguándolos y haciendo hacer dos iglesias.

Desde Tonalá partió con noticia que pasada una barranca que allí hay asaz agra había muchas provincias y pueblos, y viendo a una y a otra parte pueblos y buena manera de tierra, al cabo de los cuales llegamos a un pueblo que está en un pueblo (sic) que nos salió de paz, y dijo ser señora del una mujer, toda la gente del cual por la mayor parte era rubia.120 Allí se tuvo noticia de Nochistlan, que está muy buen pueblo, y de ahí envió el gobernador un principal y un nahuatato al dicho pueblo para que les dijesen que iba y que se estuviesen en sus casas y de paz, y que no les harían dapño ninguno, y que pasarían adelante; y ellos no sólo no quisieron esperar de paz, mas antes mataron dos de los que iban y otro se escapó casi muerto. Viendo esto el gobernador, y que tan mal trataban a los mensajeros, mandó que en llegando hiciesen la guerra como a enemigos, y ansí aunque huyeron temprano se mataron todos los varones que se pudieron haber, y se quemó la mayor parte del pueblo. Desde aquí envió al veedor a entrar por una parte, y por otra a Verdugo y a Barrios, los cuales estuvieron fuera diez o doce días y hallaron muchos pueblos y buenos, y vinieron algunos pueblos de la comarca de paz, y trujeron ciertos brazaletes de plata y otras cosas. En este medio tiempo, una tarde vinieron los de Nochistlan y nos dieron un rebate en el real y mataron dos o tres indios de los enemigos,121 y por presto que cabalgaron no se pudieron alcanzar sino pocos; y por ser ya de noche, otro día cabalgó el gobernador con la mayor parte de la gente, y fue en rastro dellos y dio en mucha gente de la que estaba huida por los montes, y en la que la noche antes nos había dado el rebate: alanceáronse muchos y tomáronse muchas mujeres y muchachos; y van por aquella vio, que es hacia el Norte, muchos caminos seguidos: hase sabido después que por aquella vía hay muchos pueblos hasta Pánuco. Detúvose en este pueblo veintisiete días, uno más o menos, a causa de venir la Semana Santa y de inquirir la vía que había de llevar, y por no poder alcanzar ni hallar quien le diese noticia de grandes pueblos y provincias al medio de la tierra, que es al Poniente, sino que a todos cuantos indios naturales se preguntaba decían que no había122 sino sierras tan ásperas que no podían pasarlas; y por esto y porque le dijeron que por la costa del Sur podía ir hasta Ciguatan, y que había muchos y muy recios pueblos, se determinó de atravesar a la Mar del Sur; y pasada la Pascua se partió de allí, y pasó un puerto, y en dos días llegó a un pueblo que le llamamos el Peñón, el cual es buen pueblo y le hallamos desamparado, y la mayor parte de las casas quemadas, que las habían quemado los amigos. Va por allí un valle de muchos pueblos, y tienen por allí muy buenos edeficios que semejan a los desta cibdad, excepto que la cubierta es de madera y paja. Desde allí fue en dos días hasta el Teul, que por otro nombre se llama Tonanipan, el cual es un edeficio harto grande y semejante en muchas cosas a lo de acá. Hallámosle desamparado de los naturales, que como mucho había tenían noticia de la gente que iba, que no hallábamos resistencia, acordaron de alzar los bastimentos y irse ellos a los montes. Desde aquí envió a Verdugo con veinte de caballo hacia el Norte, y fueron siete leguas, segund dijeron él y los que allá fueron, toda vía por un río abajo, el cual todo iba poblado de la una y de la otra parte, y de muchos y muy buenos edeficios; empero todo desamparado y los bastimentos alzados.

En este pueblo se detuvo tres días y no más, a causa que los bastimentos estaban alzados, y no se podían haber por estar por los montes escondida la gente y bastimentos: quemáronse todos los edeficios, por ser todos o los más cúes donde hacían sus sacrificios; créese, ansí por lo que allí pareció como por lo que algunos indios dijeron, ser aquella la cabeza de toda aquella tierra. Desde aquí el gobernador Nuño de Guzmán determinó de dividir su ejército en dos partes, ansí porque pensaba pasar necesidad de bastimentos como porque tuvo noticia de un indio que se dijo servir al señor de aquella provincia de mensajero, que por el comedio de aquella tierra él sabía un camino de nueve jornadas, que aunque en él había pocos pueblos, al cabo de las dichas nueve jornadas había una provincia muy grande y muy abundosa; y por este camino con aquella guía envió al veedor Pero Almildez Chirino con casi la mitad del ejército, el cual, segund después pareció, halló tan ásperas sierras y tan mal de comer, que con muchos trabajos y necesidades al cabo de diez y siete días, sin hallar poblazón en que pudiese hallar comida, aportó a Tepique, el cual fue con comisión de ir por donde el indio ya dicho le guiase; y viendo que cuanto más iba más ásperos caminos y no ninguna comida hallaba, determinó de acostarse a la corta del Sur. Despeñóse un caballo en el camino, y perdieron la mayor parte de los puercos que llevaban. El gobernador Nuño de Guzmán, como ya he dicho, determinó de llevar la vía de Xalisco, ansí por la noticia que tenía que por allí le convenía entrar, como por apaciguar toda aquella tierra, que por guerra estaban; y partido del Teul anduvo cuatro días sin hallar pueblo recio ninguno, sino unas casillas asaz ruines, y sin comida, al cabo de los cuales dio en una barranca que el río del Espíritu Santo hace, que es tan áspera y tan mala, que tardó el ejército tres días en pasarla: había en ella algunos poblezuelos en que había alguna fruta y poco maíz. Desde esta barranca fue en dos días a un pueblo que se llama Guaxaca: estaba la gente de guerra, y como de lejos nos vieron, huyeron, y por ser la tierra muy fragosa se tomaron pocos. De allí caminó dos días por el dicho pueblo o estancias dél, que es harto dificultoso de andar por la aspereza de la tierra, a cabo de los cuales llegó a Guacatlan, que es un buen pueblo y nos recibió de paz, y dieron mucha comida de maíz y frutas. En él estuvo tres o cuatro días descansando del trabajo y de la necesidad que de comida traía. De ahí fue en un día a un pueblo que se dice Tetitlan, en el cual no se halló gente ninguna; y de ahí fue tres días que no se halló pueblo ninguno hasta Xalisco, el cual tenía todo lo que tenían alzado, y la gente toda por los cerros, emplumajados y dando grita, y allí supimos como el veedor estaba en Tepique, que había venido por las sierras, aunque nosotros no carecíamos dellas: perdiéronse desde el Teul hasta Xalisco más de mil y quinientas cabezas de puercos. Estando Tepique de paz y sirviendo, envió a llamar a los de Xalisco tres o cuatro veces, y no quisieron venir, mas antes andando en los tratos de la paz mataron un cristiano y algunos amigos. Viendo esto el gobernador, y que no aprovechaba con ellos buena razón, fue allá con parte del ejército, y dio una mañana antes que amaneciese sobre ellos, y como estaban apercibidos no se mataron muchos, por ser la tierra fragosa, y los caballos no los poder seguir: quemáronse mucha parte de las casas dél y tomáronse muchas mujeres y niños, y enviólos al real, y él siguiólos por una sierra que allí hay; y yendo en el siguimiento anduvo aquel día nueve leguas, tomando algunos y quemando algunas estancias hasta la mar. De allí siguió la costa al Poniente otro día, y llegó a un peñol metido entre unos ancones que allí hace la mar, donde había un bonico pueblo asaz bien bastecido de todas las cosas, que parecía habello allí recogido de otros. Al principio como era fuerte, comenzaron a defender una sola entrada que tenía, bien difícil, de piedras; empero, luego huyeron: quemóse todo. De allí por entre las sierras dio la vuelta, por un harto difícil camino, a Tepique, adonde después de venido, luego vinieron de paz los de Xalisco, y venidos, les dio sus mujeres e hijos, que eran hartos. Estando en este pueblo le vinieron de paz Zacualpa, que es buena provincia, y el valle de Millpa, y la provincia de los Frailes, que los llaman así por traer las cabezas raídas a manera de coronas. En este pueblo se detuvo quince o diez y seis días, haciendo lo susodicho. Aquí nos pusieron muchos temores los indios, diciendo que adelante estaba una provincia muy recia, y gente muy belicosa, y que había un río que tenía de ancho media legua, y que había tantas ciénagas que no se podía andar. Envió con dos guías al capitán Barrios con veinticinco de caballo a buscar vado, el cual fue y le halló, y no muy difícil, y pasado el río dio en la gente que descuidada estaba en sus casas, y comenzáronse a apellidar, y aunque alancearon muchos, fue tanta la gente que cargó, que le convino retraerse con su gente y pasar el río, y vino a dar mandado, y trajo mucha muestra de oro que se tomó a algunos de los que se mataron, trajo malheridos cinco o seis españoles. Luego desde a cinco o seis días el gobernador se partió con todo el ejército, y en tres días llegó al río del Espíritu Santo, sin ver gente ninguna de guerra, y pasó el vado pacíficamente, aunque no se esperaba así. Luego que hubo pasado, ordenó toda su gente, y dejó con el fardaje dos compañías de a caballo, y con buena orden comenzó a caminar hacia el poblado, y comenzando a entrar por un llano bien grande y desembarazado, se comenzó a ver algunos indios en un otero a manera de atalaya, y en medio de un llano en un promontorio pequeño que en medio se hacía, parecieron hasta diez indios, los cuales se estuvieron quedos hasta que los corredores que iban delante llegaron a tiro de ballesta dellos, y comenzáronse a retraer, y desde allí vinieron dos escuadrones de gente, que al parecer ternían a mill hombres cada uno, y estaban todos agachados entre las yerbas. De allí dieron mandado al gobernador, el cual venía no muy lejos, y comenzaron a seguir poco a poco los diez indios que como añagaza andaban esperando y huyendo, y cuando vieron que toda la gente venía, y que los corredores estaban metidos donde ellos querían, dieron una gran grita, a la cual salieron de dos arboledas que a los lados estaban, dos escuadrones de gente, que al parecer el uno tenía mill e quinientos hombres y el otro mill, y en este instante se levantaron los otros dos y comenzaron a dar en los corredores, y a este tiempo el gobernador con toda la gente venía, y comenzaron a romper por ellos, y duró el alcance casi una legua, donde se mató mucha gente. En este mismo comedio dieron otros escuadrones de gente en la rezaga y lados, y en todo hubo tan buen recaudo, que no hubo desmán ninguno. Hirieron aquel día doce o trece españoles, y muchos indios de los amigos, y algunos mataron; y ansimesmo hirieron cuarenta y ocho o cuarenta123 caballos, de los cuales creo que murieron once o doce. Recogióse el campo en un lugar que allí estaba, que se llama Atecomatlan, de donde envió otro día a correr el campo: estuvo ahí dos días, y llovió mucho. Dende ahí fue luego a un pueblo dos leguas de ahí; otro día a otro que se llama Omitlan, donde halló ciertos nahuatatos y principales que les vinieron de paz de la cabecera de toda aquella tierra, que se llama Centiquipaque: es buena provincia que dicen que tiene subjetos a cuarenta y tantos pueblos. En esta provincia se detuvo creo que cuarenta días, a causa de las muchas aguas, y por enviar a ver si se podía ir la tierra adentro. Es provincia muy abundosa de comidas y de muchas frutas; es caliente por ser en la costa, y tierra muy llana. De aquí tuvo noticia de otra provincia que se llama Aztlatan, diez leguas de allí; en el camino duró seis días a causa de las muchas aguas que a la sazón hacía, y de los muchos y furiosos días124 que había. El día que llegamos a vista parecieron muchos escuadrones de gente de guerra: no se pudo pasar a ellos a causa de no hallar vado a un río por un vado125 que se halló, y como nos vieron pasados huyó la gente, y yendo tras ellos se topó con otro río muy mayor, de manera que a esta causa no se pudo perseguir la gente: hallóse en este pueblo ciertas cosas de un cristiano que allí habían muerto siete años había, el cual como mercader por aquella tierra entraba a saber qué había adelante, y pasado el río, que fue con harto trabajo, determinó de asentar allí hasta que las aguas pasasen, porque con ellas aquella tierra es muy difícil de caminar, cuanto más de descubrir, por los muchos ríos y ciénagos que en ella hay, en las cuales murieron hartos caballos. En este pueblo se detuvo casi cinco meses, y desde allí se volvió el veedor Pero Almildez Chirinos, y otras muchas personas que en México tenían indios y de comer; y después de él venido fue tanto lo que llovió, que salieron todos los ríos de madre, y nos cercó el agua de tal manera, que en cinco o seis leguas de llanos que hay alrededor no parecía sino agua: anduvimos en los caballos hasta los bastos buscando alturas donde guarecer, la cual agua hizo tanto dapño en el fardaje y bastimentos, que sería largo contarlo. Desto sucedió otro mayor mal, que como los bastimentos se dapñaron, y la humidad del agua quedó en las casas de los aposentos, comenzó a adolecer la gente, ansí españoles como los indios amigos como de los naturales, porque como cada día se hacían entradas se traían mucha gente, y traídos venían tan dolientes que luego morían. En este medio tiempo hubo mucha falta de bastimentos de carne, y yendo que iban ciertos españoles con puercos desde Mechoacan para el gobernador y ejército, Aguacatlan y Xalisco se alzaron, y corrieron a los españoles, y les tomaron y mataron mucha parte de los puercos; y ansí por esto como por la falta que había, envió a su maestre de campo con cierta gente a apaciguar aquellos pueblos y a meter puercos y algunos españoles que estaban para ir allá; el cual fue, y de vuelta, viendo que no querían servir ni estar de paz, hizo esclavos en los dichos pueblos, que hasta entonces, ni aun después no se hizo ninguno. En este medio tiempo que el maestre de campo fue a lo susodicho, envió al capitán Samaniego a una provincia que se llama Chiametla, de la cual se tuvo gran noticia, con veinticinco de caballo y otros tantos peones, y después de haber pasado por espacio de quince leguas algunos ríos y muchas ciénagas llegó a la dicha provincia, y con enviarlos a llamar después de haber dado un alcancejo al primer pueblo, que luego vinieron de paz, y dieron mucha cantidad de gallinas y algund pescado, y dejando de paz la dicha provincia, que tiene veinte e dos pueblos subjetos, se volvió trayendo consigo al hijo del señor con hasta ciento y cincuenta hombres, todos cargados de gallinas, de que no poco consuelo recibió toda la gente, porque había muchos dolientes; y luego el gobernador le dio ciertas mantas y manteles ricos, y licencia para que se volviese a su tierra.126 Estando así y viendo que el maestre de campo se tardaba, y que la gente de cada día iba de mal en peor, digo los indios amigos, porque eran muertos mucha cantidad de ellos, y que los bastimentos faltaban, porque con la demasiada agua se había todo estragado y podrido, acordó de se partir para Chiametla y allí esperar al maestre de campo. Fue mucha lástima de ver, porque si iban no podían con la gravedad de la dolencia, y si quedaban no había que comer ni de donde lo traer. Murieron en este pueblo de Aztatlan Tapiezuela y otros principales señores de México y Tatelulco, y de todos los amigos fue mayor el dolor que127 trabajo, porque como la dolencia era general en todos y grave quedaron sin les poder dar remedio muchos por el cabo128, donde murieron hartos dellos. Llegamos al dicho pueblo de Chiametla el cual hallamos de paz, que fue harto alivio para los dolientes, aunque por otra vía dapñoso, que por no los echar de sus casas contino129 posar en el campo, adonde con la dolencia y frío dio cámaras a la gente, y de aquello murieron muchos. Estuvo ansí dándonos de lo que tenían quince días, y viendo que iba a larga, y pensando que habíamos de estar allí como en Aztatlan, determinaron alzar las comidas y alzarse ellos al monte, y la causa que se cree haber sido fue mandarles ir a traer el fardaje que en Aztatlan quedaba, en guarda del cual quedó Cristóbal de Oñate.

Tornó a enviar a llamar a los señores que viniesen de paz, y vino uno de ellos y los más no quisieron, mas antes mataron a unos amigos y a un español que se llamaba Juan Frances, harto buen hombre, peleando con ellos; y viendo esto el gobernador y que no están, a buena razón, determinó de irles a buscar y hacerles todo el mal que pudo, y se tomó mucha gente y algunos se mataron, y mandó que les quemasen las casas, y ansí se quemó mucha parte del pueblo y principal que es la cabecera, y dende a pocos días llegó el maeso de campo con mucho ganado, que fue gran remedio para todos, y con los esclavos que hizo en Xalisco, y Aguatlan, que serían a lo que pareció quinientos, poco más o menos, los cuales se repartieron, después de haber pagado el quinto, por partes iguales. Esta provincia es muy abundosa de bastimentos y gallinas y mucha infinidad de todos pescados, por tener como tiene muy hermoso río y muy grandes mangles que entran en la mar, y tiene muchas frutas y algodón. Aquí nos dieron mucha noticia de las amazonas, que ellos llaman Ciguatan, y de muchas provincias a ellas comarcanas, y que trataban mucho oro y plata y piedras. Detúvose en esta provincia casi dos meses por esperar al dicho maeso de campo. De aquí partió mediado Enero del año de quinientos y treinta y uno por un camino muy ancho que los naturales estando de paz y sabiendo que íbamos adelante habían abierto, el cual iba por los lados de las poblaciones, arrimado a la sierra. Está cinco leguas de Chametla una provincia que se llama Cazala, harto buena, pero no esperó de paz ni de guerra, mas antes tenían todo lo que tenían alzado por los montes: hallóse comida de maíz y de gallinas. Hay a la una parte y a la otra dél muchos pueblos y estancias: cuatro leguas más adelante hay otra provincia que se dice Culipara, que estaba de la manera de Quezala: hay en ella abundancia de comida. Aquí estuvo tres o cuatro días a causa de ir a entrar la gente, y de algunos dolientes, que había hartos: murieron aquí de dolencia tres de caballo de la compañía del alcaide, y un peón de la de Proaño. De allí partió y fue a la provincia de Quezala, que es poblada de otra gente muy diferente de la de hasta aquí, en lengua, y en la manera de las casas, que es muy rala:130 anduvimos por ella tres jornadas pequeñas hasta llegar a un pueblo que le llamaron de los Frisoles, por ser mucha la cantidad que dellos había; y en este pueblo estuvo ocho o nueve días, a causa de haber faltado lenguas que entendiesen los naturales, y no tener noticia de camino cierto que seguir, por lo cual fue necesario enviar y buscar con poca gente camino por donde fuese el ejército, por dos o tres vías, en lo cual se detuvo el dicho tiempo; y hallado que le hubo el maeso de campo que iba delante, con asaz trabajo partió el ejército y caminó seis jornadas, pasando siempre por pequeños pueblos, en los cuales siempre se halló abundancia de comida y gallinas algunas, al cabo de lo cual entrambos131 en una provincia que se dice Piastla; adonde halló alguna gente de guerra el maeso de campo, y allí se detuvo tres días y envió a buscar el camino con el capitán Lope de Samaniego con su capitanía y veinte peones, porque por las señas que los naturales daban, en otra provincia adelante había mucha gente de guerra, el cual fue tres leguas por un monte espeso; aunque el camino iba seguido, por la espesura del monte era trabajoso a los de caballo, y a cabo de tres leguas dio en un río, grande, aunque por do quiera se hallaba vado para lo pasar; y como dio en el pueblo de súpito estaba la gente esparcida, y comenzáronse a apellidar, y él con su gente a los seguir. Duró el alcance más de una legua, y después recogió su gente y dieron reposo a los caballos, que lo habían bien menester: hiriéronle tres caballos y enviólos al real con alguna otra gente de amigos: hallamos el pueblo que parecía haber días que estaban las mujeres y lo demás alzado. Hacia la tarde, siguiendo su camino fue por la poblazón adelante bien dos leguas, adonde se hacía una estrechura, y yendo por el camino tomó dos espías, y comenzaron a ver gente de guerra, y en lo más estrecho le salieron y dieron en él flechando, donde se les dio un alcance bueno, aunque la dispusición de la tierra mucho impidió por ser muy estrecha, de árboles y matas; y seguimos la poblazón hasta que anocheció; y otro día siguió el río porque llevaba comisión de salir a la costa de la mar, el cual todo iba poblado, que no despedía casa de casa. Aquí le hirieron otros dos caballos y un español, y se quemaron algunas casas del pueblo. Llegó a la costa de la mar, y siguió por ella dos grandes leguas; por ser el calor grande y no hallar agua ninguna, le convino dejar la costa y tomar un camino por donde después de haber andado todo el día sin hallar agua ninguna, le convino tomar132 al río y pueblo, el cual después se supo llamarse Pochotla. Es provincia que tiene subjetos muchos pueblos; es muy abundante de comida y mucha cantidad de pescado; halláronse algunas gallinas y muchos papagayos y algunos halcones en jaulas: tienen mucho pulque de mezcal y de ciruelas. Vino desde Piaztla, que es gran provincia, hacia las sierras hasta este pueblo en un día el ejército. Desde aquí envió al capitán Cristóbal de Oñate a descubrir el camino, y como iba descubriendo iba enviando mensajeros que le siguiesen con el campo, y desta manera fue él y el ejército ocho días, topando cada día pueblos y gente de guerra. Son los pueblos desde Piaztla adelante las casas muy juntas y buenas; son de paja las techumbres. Al cabo destos pueblos esperó Cristóbal de Oñate en uno que se dice Bayla, y desde allí fuimos a otro pasando por otros dos que le llamaron de la Rinconada, y allí descansó el ejército cuatro o cinco días, donde se tuvo noticia que estaba muy cerca Ciguatan, del cual había un año que se traía noticia por muy gran cosa, aunque no salió ansí. Desde allí envió el gobernador al maese de campo por una parte con treinta y cinco de caballo, y a Samaniego por otra con veinticinco, para que por dos partes diesen en aquella provincia, porque se creía ser de mucha gente; y ansí fueron, y cada uno por su parte hallaron muchos pueblos, y llegados al río de Ciguatan hallaron ocho pueblos de los pequeños133 y de los grandes, y en ellos hallaron alguna gente de guerra y mucha cantidad de mujeres muy diferentes de las que hasta allí se habían visto, ansí en su traje como ser mejor tratadas: había pocos hombres, y los que había muy bien aderezados de guerra con sus penachos y arcos y flechas y porras: estos dijeron ser de los pueblos comarcanos, y que venían a defender las señoras amazonas: tomáronse mucha cantidad de aquellas mujeres. Después por las lenguas se supo que estas mujeres decían haber venido por la mar, y antiguamente guardar entre sí tal orden que no tenían maridos, ni entre sí los consentían, mas antes de cierto tiempo en cierto tiempo venían los comarcanos a entrar con ellas, y las que preñadas quedaban y parían hijos los enterraban vivos, y las hijas criaban, y que de poco tiempo a esta parte no mataban los niños, mas los criaban, y cuando eran de diez años o poco más los daban a sus padres. Desto no se pudo saber bien el secreto dello, porque las lenguas que había no eran muy expertas. De aquí se dio mandado al gobernador y vino en dos días. Hasta allí es tierra de mucho bastimento de maíz y legumbres; hay mucho pescado y algunas frutas: hubo pocas gallinas: hay muchos pueblos en comarca: es allí donde agora está asentada la villa de San Miguel. Aquí se detuvo diez o doce días y tuvo noticia de la provincia de Culiacan: partió para ella, y el día que partió ahorcó un español porque tenía concertado, con otros muchos de se volver, de que podía redundar mucho mal, y aquel, como a movedor de motín, hizo justicia dél. Fue aquel día a un pueblo dos leguas de allí, y a la partida los amigos le pusieron fuego como a todos los demás que se quemaron, porque en esto con mucha diligencia que se puso nunca se pudo poner remedio. De allí fue otro día a un pueblo que se llama Quila, que es muy buen pueblo, y tan juntas las casas como estas de México, y aun más: hubo alguna gente de guerra, y hirieron al maestre de campo en un brazo muy mal, porque fue en el lagarto, y segund pareció tenía ponzoña la flecha. Desde allí fue otro día a otro pueblo muy grande y junto, que se llama Aquinola, que también ovo poca gente de guerra porque todo lo tenían alzado. Otro día fue al pueblo de las Flechas, que es un bonico pueblo: de allí fue a otro que se llamó de los Cuatro Barrios, por ser dividido en cuatro, partes: hubo en él mucha gente de guerra segund dijeron los que delante iban. De allí fue al pueblo del León, que es un buen pueblo, y pasó un buen río adonde nos dijeron que por él abajo nos convenía ir para ir a Culuacan. Hay por allí mucha suma de pueblos pequeños, y todas las casas juntas. De allí fue a un pueblo que se dice Humaya, que es buen pueblo, y de allí a otro que se dice el pueblo de Mejía, porque en él murió un hidalgo que ansí se llamaba; y pasando por otros muchos pueblos pequeños, llevando un día un capitán la delantera y otro134 de allí fue otro día a otro gran pueblo que se llama Colombo, que es muy buen pueblo, en el cual no había gente ninguna, ni se había hallado ocho días había. Y yendo a correr el campo y a ver dónde harían jornada otro día, el capitán Samaniego dio en tanta multitud de pueblos, y de gente, que después de haber alanceado muchos con seis de caballo que llevaba, se volvió, y otro día siguiente con toda la gente fue el gobernador, y dejando el fardaje en otro pueblo que se llama de los Jarrillos, comenzaron a perseguir los enemigos, y hubo al parecer de algunos veinticinco o treinta mil hombres en el campo de los enemigos: duró todo el día el alcance, y por no poder más los caballos, y a puesta del sol volvimos al real: ovo siete o ocho caballos heridos; murieron dellos tres; tomáronse mucha cantidad de mujeres y niños y algunos hombres, entre los cuales se tomó el señor de Colombo, y dijo ser hermano del señor de Culiacan: envió por él y tomó otro día el mensajero diciendo que vernía; otro día envió al gobernador dos esclavos y una sarta de turquesas y algunas mantas de algodón. Estuvo en aquel pueblo tres días, y viendo que no venían de paz determinó de pasar adelante y fue por el río abajo yendo todo poblado sin discrepar casa de casa, y pasó por Culiacan y por un tanguez bien grande, y allí le tornaron a venir mensajeros del señor, que él vernía. Fue aquella noche medía legua más abajo a otro pueblo que se nombró de la Pescadería, y ansí fue por aquel río abajo otros tres días, no discrepando pueblo de pueblo, que contarlos yo no me atrevo porque no me acuerdo los nombres, hasta que llegó a cerca de la mar que comenzaron los mangles y no se pudieron pasar, por ser muchos y muy hondos. Allí se procuró de saber si adelante había otras provincias, o135 por falta que hubo de lenguas o intérpretes, nunca se pudieron acabar de entender, porque unos decían que había pueblos adelante y otros decían que no, sobre lo cual se atormentaron algunos de los naturales, y nunca se pudo averiguar cosa cierta, por lo cual determinó desde allí de enviar a buscar camino, y fueron el maeso de campo y el capitán Oñate por dos partes, y en comarca de Culuacan hallaron muchos pueblos, dellos pequeños y dellos grandes; pero a causa que por la costa había muchos mangles y por la montaña mucha espesura de arcabucos, no pudieron hallar camino, y con tal despacho vinieron, de que no poco enojo recibió el gobernador, porque pensaba ir por aquella vía del Sur hasta se poner en treinta o treinta y dos grados, porque ya se hallaba en veintisiete. Viendo esto determinó de tornarse el río arriba y meterse la tierra adentro; y ansí despachó al capitán Oñate, el cual fue la vía del Norte, y tras él caminó todo el ejército, y ansí fuimos por otro río arriba, en el cual se hallaron cinco o seis pueblos buenos, y tornó a enviar al maestre de campo por el mesmo río, y caminó tres días, y al cabo de los cuales halló que el río hacía un salto por unas peñas, tan grande, y que por toda parte de las sierras eran tan ásperas, aunque muy pobladas y de mucho bastimento, que era imposible el campo poder pasar, por lo cual se volvió sin hallar camino que se pudiese pasar. Viendo el gobernador que por aquella vía no podía pasar adelante, acordó de tener allí la Semana Santa, que ya era entrada; y la Pascua envió al maestro de campo por otra vía a que buscase camino, para pasar las sierras, el cual fue atravesando por las laderas de las montañas, hasta un lugar de los Cinco Barrios llamado, y de allí por una abra que le pareció que hacían las sierras se metió y caminó quince leguas la vía del Norte, hallando siempre pueblos y bastimentos; y al cabo de ellas se halló metido en las más ásperas sierras y despeñaderos del mundo, y viendo que no hallaba salida, determinó de se volver. En este medio tiempo tuvimos la Semana Santa en aquel río, donde se halló buena muestra de oro, y allí el segundo día de Pascua se partió, y en cinco días atravesamos yendo por algunos pueblos y estancias al pueblo de los Cinco Barrios, y allí esperó al maeso de campo, el cual vino tan fatigado de las sierras, que no tenía caballo que se pudiese tener, porque no les duraba herradura ninguna día entro.136 Viendo que adelante no hallaban camino ni para atravesar las sierras, determinó despacio buscar el camino y volverse con todo el ejército y fardaje a la provincia de Culiacan, y de allí despachó al capitán Samaniego con su compañía y veinte peones para que fuese por la costa adelante, con comisión que se detuviese quince días, y si al cabo de ellos no hallase nada o nueva para adelante, que se volviese, el cual de allí se volvió con la gente susodicha, y volvió la vía del Poniente hacia al Sur, porque aquella costa ansí se corre, y después de haber sabido de algunos pueblos que son de la provincia de Culiacan, que aún no se habían visto, tomó un indio al cual por señas le hizo entender la vía que quería llevar y lo que iba a buscar, el cual también por señas dijo que sabía un gran río que de las sierras bajaba, que estaba muy poblado y había mucha gente de guerra, pero que era muy lejos, y que si iba por lo llano había muy grandes arcabucos, y que había diez jornadas sin agua y sin comida ninguna, de que no poco temor nos puso; y tornando a repreguntar decía lo mesmo; y como esto vio, todavía determiné de pasar adelante, y hizo buscar muchas calabazas para buscar agua, todo lo que se pudiese, y tomó el indio y hízole entender que todavía convenía pasar, y él congojábase mucho, y puesto en el camino siempre se iba estrechando, hasta que llegó a una senda que derecha por la vía que él quería irse encaminaba, y allí paró el indio diciendo por señas que era muy lejos, y sentóse y dijo que se sentasen todos y que comiésemos, y después de haber refrescado tomamos el camino en la mano por el cual fue hasta casi la noche, a veces por sierras y a veces por llanos, sin hallar gota de agua, y al cabo halló en un llano dos pozuelos de agua llovediza que estaba detenida, de que no poco placer recibieron, y allí hicieron noche. De allí partió otro día, y pasando agros puertos, y a veces por llanos, caminó cinco días hallando muy poquita agua sin ver persona viva, al cabo de los cuales llegó a una aldea de una sierra, en que oyeron dar a unos indios grita, de que no poco holgaron, porque ya llevaban falta de maíz, y dieron en unas estanzuelas pequeñas de a veinte o treinta casas, y allí por señas de algunos indios que se tomaron supo del pueblo que el otro le había dicho, que tampoco se entendían los indios, y de allí siguió su vía, y otro día llegó al río, que era buen río, y dieron en un poblezuelo de hasta cincuenta casas, y esperaron algunos indios de guerra, los cuales se alancearon. Hallamos bien de comer, que hubo muchos perrillos, y tomóse una gallina tan grande y tan dura como un cabrón. De allí otro día siguió el río abajo, porque aquel pueblo estaba entre las sierras, y en aquella costa todas las poblazones recias están hacia la mar; y después de haber caminado seis leguas bajaron a unos muy grandes llanos donde hallaron un pueblo y otros pequeños en que habría quinientas casas, y no como las que allí se habían visto, sino hechas de petates, y en ellos habría hasta dos mil y quinientos hombres de guerra, y esperáronles en un recuesto en que el pueblo estaba, y después de los haber rompido siguió el alcance media legua; que como era sobre jornada, no pudieron más seguirle, y por ponerse ya el sol, y por recoger su gente; alanceáronse hartos al.137 Maravilláronse de ver tan nueva manera de casas, y gente tan bestial, porque las casas son como carretas entoldadas de las de la Mancha de Aragón en España, y la gente vestida de cueros: hiriéronle este día dos caballos. Otro día siguió por el río abajo, y ni halló cosa viva, sino la tierra muy montuosa de arcabuco, y no se pudo hallar camino para pasar adelante ni bajar a la mar, por la mucha maleza de arcabucos. Viendo tan mala dispusición de tierra, acordó de dar la vuelta, y siguió el camino que las sierras arriba hacia el Norte iba; por señas un indio le dijo que en ninguna manera podía pasar, porque era como quien subía por un árbol arriba. No embargante esto le siguió, y anduvo por él catorce o quince leguas, aunque era muy fragoso, hasta tanto que no se pudo más andar por la mucha agrura de las sierras, las cuales todas van pobladas, y en ellas hay algunas casas de terrados; mas todas estaban desamparadas, ni en ellas y fuera de ellas se hallaba comida; por lo cual y por se pasar el término de la comisión que llevaba, se volvió la vía de Culuacan, adonde halló al gobernador, que había enviado un alférez de Oñate con cierta gente de caballo, y otro de peones con veinticinco hombres por el río de la Pascua; y vuelto el de los peones halló lo que los otros, y el de los de caballo vino diciendo que había ido por el río de las Mujeres arriba, y que había pasado todas las sierras y había hallado muchos y muy buenos pueblos; y con esta nueva partió el gobernador de Culiacan, y envió al maeso de campo para que pasase adelante. Partió138 de Culiacan, quedó aquella provincia muy gastada, a causa que los amigos no se les podía defender que no quemasen los aposentos donde cada día dormíamos, porque cuando más no podían, dejaban envuelto en un poco de algodón el fuego. Partió de esta provincia al principio de Mayo del año de quinientos y treinta y uno, para del todo trabajar de pasar las sierras, y fue de pueblo en pueblo hasta volver al río de las Mujeres, y por allí caminó cinco o seis días, en los cuales pasó por unos pueblos pequeños cuyos nombres no me acuerdo, y llegó hasta un pueblo que de los Guamochiles le nombraron, que en un valle está; es buen pueblo, y allí estuvo esperando la respuesta del maeso de campo veinte días, dos más o menos, y allí vino un mancebo que se llamaba Sepúlveda, con diez de los peones que el maeso de campo había llevado, el cual trajo una carta dél, por la cual decía cómo había pasado todas las sierras, y que quedaba en un pueblo, aunque pequeño: que había hallado recia gente y le habían muerto un español, y otros muy mal heridos, y muchos de los amigos que llevaba, y que había hallado muestra de oro y plata, la cual envió, y que había hallado un indio que entendía la lengua de Centiquipaque, y le daba nueva que a tres jornadas de allí había una gran provincia; y que en estando mejor de una herida que tenía, iría adelante, y que le enviase alguna gente, y que si le pareciese, que fuese. El gobernador visto esto y que ya las aguas comenzaban, determinó, antes que los ríos se lo estorbasen, de se partir y de enviar socorro al maestro de campo, y así envió a Juan de Sámano con quince de caballo, y él, aunque estaba con mala disposición, luego se partió con todo el ejército, apercibiendo a todos que llevasen para veinticinco días que se podrían tardar en pasar las sierras, y ansí cada uno se apercibió lo mejor que pudo, y comenzaron a subir sierras a mediado Junio. El primer día se pasó un puerto no muy agro, que tiene casi cuatro leguas de subida y bajada: el segundo se fue por un río arriba casi otras cuatro leguas: otro día se subió otro puerto que tiene dos leguas de subida bien áspera y de bajada, y un valle abajo legua y media: otro día se pasaron doce o trece quebradas que cada una de ellas tiene un cuarto de legua; y todo esto va poblado de trecho en trecho y de una en una y de dos casas, que para ir de una a otra es menester un día. De allí fue otro día al río grande de las Mujeres, y le tornó a pasar, en el cual estuvo dos días, con harta agua que cada día llovía, enviando poco a poco la gente. Otro día comenzamos a subir un puerto, que tiene grandes tres leguas, que no se puede ir cabalgando dos tiros de ballesta sin mucho peligro. Finalmente, que de esta manera fuimos otros diez o doce días subiendo en un puerto y bajando en otro, hasta que subimos el postrero, donde encontró el maeso de campo que venía, el cual después de haber él y el ejército pasado tantos trabajos con la necesidad de la comida, que como el camino era largo y más trabajoso de lo que nadie puede decir, ya había faltado, y allí aunque muy poblado era, no se hallaba.Viendo las ruines nuevas que de la tierra adentro traía, donde todos pensaban descansar de los trabajos pasados, desmayó mucho la gente, porque dijo haber andado cincuenta leguas por tierra llana, después de todas las sierras pasadas, y de otras veinte leguas de pinales despoblados, y que no había hallado comida ni poblazón donde se pudiese sustentar la gente; de manera que visto el mal recaudo que adelante había, y como si adelante se pasaba era perecer la mayor parte de la gente, aunque con harto dolor y pena determinó el gobernador de dar la vuelta a la provincia de Culiacan, y allí poblar una villa; y así proveyendo que se adelantasen dos capitanes a las mayores jornadas que pudiesen, para que de súpito diesen en los pueblos, y la gente de ellos no tuviesen lugar de alzar los bastimentos, que segund estaban fatigados de las vueltas pasadas, estaban ya en esto muy diestros; y ansí con extrema necesidad de maíz, que es el pan que por allá se come, dio la vuelta con todo su ejército, y viendo los indios amigos que adelante no había bastimentos, y por donde habían de volver tampoco, mucha cantidad de ellos dejaron las cargas, ansí las suyas como las de los españoles, en que no poca pérdida hubo, y se volvieron por aquellas sierras, de los cuales ninguno escapó, porque los mataron, segund se supo de algunos que después se volvieron huyendo. Quedaron en estas sierras despeñados cuarenta y tantos caballos y yeguas, y más de dos mil puercos se perdieron de sus amos, aunque no de los indios que los buscaban; y desta manera con harto trabajo volvió a la provincia de Culuacan, porque ya era en la furia de las aguas, y los ríos venían de avenida. Fueron delante el maeso de campo y el capitán Samaniego, y diéronse tanta prisa, que sin ser sentidos entraron por la tierra, que parecía en la multitud de la gente no haber pasado por ellos guerra, si no fuera por las casas que estaban quemadas, y apoderáronse en dos pueblos que enteros estaban un tiro de escopeta el uno del otro, en los cuales hubo tanta comida que bastó para todo el ejército tres meses que allí estuvo, y quedó tanto a los vecinos que para medio año tenían; y así con enviar a llamar los señores con los que tomábamos, que luego se soltaban, comenzaron a venir de paz, y salieron al camino al gobernador, sirviendo como gente amedrentada de los males pasados. Luego como el gobernador allí llegó, envió a llamar a los señores, de los cuales muchos vinieron, y los más principales venían en sus hamacas con mucha gravedad, y por su boca de ellos se escribieron más de doscientos pueblos que dijeron ser subjetos a los señores de aquella provincia de Culiacan, y dende a pocos días ordenó la villa y nombré alcaldes y regidores y los vecinos que allí habían de quedar, que fueron noventa y seis. En esta villa se dieron cien azotes a un mancebo, porque salieron él y otro a matar a otro. Ordenada la villa, y repartida la tierra entre los vecinos de ella, antes que se partiese envió al capitán Oñate a buscar el sitio donde se asentase, y hallaron que estaría bien en el río de Aguatan, y allí quedó señalado el sitio.

En este medio tiempo envió al capitán Samaniego por la costa de la mar por ver lo que por allí estaba, que no se hubiese visto, y después de haber hallado cuatro pueblos pequeños que en la costa estaban, descubrió un puerto y bahía la más hermosa que se puede hallar en el mundo, porque tiene dos entradas, que con todos los vientos del mundo pueden entrar a surgir, y hace el puerto y bahía una isla que terná ocho leguas de bojo, y está una legua de la tierra firme al parecer: viéronse en ella dos pueblos grandes, y es poblada, porque se vio atravesar a ella una canoa. Nombróla la bahía de San Miguel. Hay tanta infinidad de pescado, que no se puede creer, por haber mucha cantidad de mangles, en los cuales sube la creciente de la mar.

Ordenado todo lo susodicho, y habiendo ya pasado las aguas, se partió el gobernador para venir a Xalisco, dejando toda aquella tierra de paz, por el mesmo camino que llevó, el cual o la mayor parte dél hallamos abierto y muy ancho, que fue harto alivio para los que venían, a causa de los arcabucos; y en cada pueblo nos daban comida de lo que tenían, y estaban en sus casas. En un pueblo que se dice Bayla mandó afrontar dos españoles, porque tomaron unas indias de los pueblos que estaban de paz, y así vino hasta Xalisco sin acaecer cosa que de contar sea, y allí pobló la villa del Espíritu Santo, agora nuevamente llamada la cibdad de Compostela, la cual asentó en el pueblo de Tepique, y desde allí envió a Juan Oñate a poblar la villa de Guadalajara, la cual dicen que ya está poblada, y la tierra le sirve.

Bien creo que por la flaqueza de memoria, alguna cosa se me habrá quedado en olvido; lo demás supla el sutil y alto ingenio de V. Rma. Sría., que en lo demás que es decir verdad, esto es ansí como ha pasado, en sustancia.

(Original, o copia coetánea).