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41

Libro de las historias..., f. AV vto. a.

 

42

Libro de las historias..., f. AVII a.

 

43

Sólo hablan de él en la preparación de la conjura del Marqués de Pescara, antes mencionada.

 

44

Libro de las historias..., f. AVII b; compárese con la versión de Domenichi, La prima... parte, f. 38 vto., para ver la estrecha dependencia de Villafranca. El Papa se ve obligado a dejar como rehenes a sus colaboradores más queridos (entre ellos a Jacobo Salviati, el padre del Cardenal Juan Salviati). Los alemanes los maltratan verbalmente y llevan a Campo de Flor, donde están las horcas para los condenados y malhechores, y amenazan con matarlos; pero los presos consiguen escapar después, en el transcurso de una borrachera de los lansquenetes, y huyen de la ciudad al campo del Duque de Urbino. «Y así la huida destos que eran fiadores del Papa, sin duda ninguna apresuró la libertad que le querían dar, el cual con sagacidad acordó de dar algunos capellos de cardenales a amigos del Emperador, los cuales [...] le sirvieron con alguna cuantidad de moneda» (Libro de las historias..., f. AVII b).

 

45

Jovio, Libro de las historias..., f. XLI b- XLI vto. a; Giovio, La prima... parte, f. 138 vto.-139. La visión de un soldado español es distinta: dice Martín García Cerezeda en su Tratado de las campañas... del Emperador Carlos V, viendo, como es habitual, la mano de Dios en ello: «La cabsa de la salida del campo de Roma fue por la gran pestilencia que andaba en Roma, que yendo la gente como iba andando, se caían muertos, y otros muchos que morían por vestirse ropas hechas de capas y ornamentos y cosas sagradas de las iglesias. Era una gran crueldad de ver la gran mortandad que andaba» (en Rodríguez Villa, 1875, p. 443).

 

46

Jovio, Libro de las historias..., f. XLI a, entre otros muchos.

 

47

Son muy coincidentes, además, la traducción española (Libro de las historias..., cap. XVIII, f. XXXIX-XLIII vto.) y la italiana.

 

48

Hay muchas relaciones escritas e innumerables frescos conservados en iglesias y ayuntamientos italianos: Jean Jacquot, 1960 y Chastel, 1960. Se habían construido capillas a imitación de las romanas. Clemente celebró su misa solemne y otorgó e impuso de sus manos el globo imperial, el cetro y la corona del Imperio, con las palabras rituales y la bendición tradicional. Salieron juntos de la Iglesia, y Carlos condujo del estribo la hacanea del Papa, en señal de humildad. Siguió el banquete de coronación: Pastor 1952, vol. X, pp. 53-54. Véase también Pero Mexía, Historia..., pp. 521-563, en contraste con Francesco Guicciardini (Storia d'ltalia, vol. IV, p. 221), que resta pompa a la ceremonia.

 

49

El recibimiento de los boloñeses (Libro de tas historias..., f. XXXIX); la espera del Papa al Emperador (f. XXXIX vto.); la descripción de Carlos V, primero la reticente, propia de una figura temida, y después la física y moral, la etopeya (f. XXXIX vto. a-b); la alegría de las dos figuras y sus conversaciones secretas (f. XXXX a); la reconciliación del Emperador y Francesco Sforza (f. XXXX b- XXXX vto. a) y otros detalles, como el cortejo, que ahora no hacen al caso. Tiene interés la descripción detenida de la expectación que suscitan los gestos y expresiones del rostro con ocasión del encuentro de los dos todopoderosos políticos en la versión italiana (Giovio, La prima... parte, ff. 136-138).

 

50

Libro de las historias..., f. XLII a.