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216-8. Famoso representante y autor de comedias, natural de Toledo. Hay noticias de él desde 1583. Fue uno de los ocho autores permitidos por el decreto de 1603. Murió en Madrid, a 29 de marzo de 1610. Consúltese acerca de Ríos: H. A. Rennert, Spanish Actors and Actresses between 1560 and 1680 (Revue Hispanique, XVI, 334 y siguientes); idem id., The Spanish Stage in the time of Lope de Vega (New York, 1909). Escribió farsas y loas, según afirma Agustín de Rojas en su Viaje entretenido. Parece probable que Cervantes quiso representar a Nicolás de los Ríos en la figura de Pedro de Urdemalas. La probabilidad es tanto mayor, cuanto que se supone que Nicolás de los Ríos debió de llevar una juventud bastante desgarrada: en 1583 fue procesado, con otros, «por varios excesos». (Cristóbal Pérez Pastor, Nuevos datos acerca del histrionismo español en los siglos XVI y XVII; Madrid, 1901; pág. 14.) (N. del E.)

 

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216-10. El texto: «algo»; manifiesta errata, por «mago». Se refiere al mago Malgesí (143-30 y 217-16). (N. del E.)

 

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220-2. El texto: «pasma». (N. del E.)

 

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224-6. El texto: «que lea». (N. del E.)

 

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224-17. El texto: «nva». (N. del E.)

 

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228-2. No hallamos textos que ayuden a explicar las dos palabras lancineques y frinfrón. Como Cervantes menciona tres impedimentos para la entrada de la gente mosquetera a la representación a la cual asisten los reyes: las alabardas, los lancineques y el frinfrón, es posible que aluda a las tres guardias (española, tudesca y borgoñona) que velaban por las personas de los Monarcas españoles. En tal caso, estará lancineques por lansquenetes. Frinfrón es flinflón, y de él dice el Diccionario de Autoridades: «El hombre de presencia abultada, fresco de cara, y rubio, como alemán u otra nación del Norte. Parece pudo dársele este nombre por la figura onomatopeya, del sonido fuerte y violento de su pronunciación. Otros dicen frinfrón

En el curioso libro titulado Relacion del viaje hecho por Felipe II en 1585 a Zaragoza, Barcelona y Valencia, escrita por Henrique Cock, notario apostólico y archero de la Guardia del Cuerpo real (Madrid, 1876), se describe así la entrada del Rey en Zaragoza: «Entre estos iban mezclados los grandes de Castilla, conviene a saber: el duque de Medinaceli, el Comendador mayor, los marqueses de Denia y Aguilar; al postre venia su Majestad a caballo entre el Jurado en capo y el Arçobispo, con la guardia de los allabarderos tedescos y españoles a cada lado, entre los cuales venia el coche del Rey con seis caballos, que llevaba el Principe y las Infantas; las damas venian poco a poco atras.» (Pág. 33.) El Sr. Rodríguez Marín (D. F.), en sus Dos mil quinientas voces (Madrid, 1922; páginas 176 y 177), registra el vocablo flinflón, citando estos versos de Calderón, en el entremés de Las Carnestolendas:

   «Agora sale un flinflón
o tudesco de la guarda,
hablando mucho y aprisa
y sin pronunciar palabra;
con su tizona en la cinta
y en el jarro la colada,
dice, echando treinta votos,
como quien no dice nada...»


Y añade: «por aquí se ve muy claro que flinflón o frinfrón... es... soldado de la guardia tudesca, y no de la borgoñona.» No lo vemos tan claro, porque, no siendo probable que Calderón necesitase explicar a sus contemporáneos lo que era un flinflón, la conjunción o no es declarativa, sino disyuntiva, y entonces la cita constituye una nueva comprobación de nuestra sospecha. Calderón dice «flinflón (soldado de la guardia borgoñona), o tudesco», en el lugar citado, porque borgoñones y tudescos coincidían en su extremada afición a Baco. A más de que, si flinflón fuese tudesco ¿qué sería lancineque, en el pasaje cervantino?

Las condiciones para ingresar en las tres clases de guardias, pueden verse en A. Rodríguez Villa: Etiquetas de la Casa de Austria; Madrid, 1913; pág. 54 y siguientes. Los «archeros de corps» habían de ser «nobles y vasallos de S. M., originales de los Países Bajos y condado de Borgoña». Estas dos, la flamenca (borgoñona) y la tudesca (holandesa), se llamaban la guardia alemana, en contraste con la española.

Y conste que, no solamente se dijo flinflón o frinfrón, sino también finflón, y que Luis Quiñones de Benavente usa el vocablo, en el Entremés del Gorigori (edición Rosell, II, 147), refiriéndolo, no a la guardia borgoñona, ni a la tudesca, sino a cierto italiano, llamado D. Melidoto, a quien estorba el llanto de unas mujeres, diciendo entonces el fingido difunto:

       «Pues ¿qué quería
el finflón, que por él no me llorasen?» 66.1


(N. del E.)

 

66.1

[«El Sr. Rodríguez Marín... llorasen?"» añadido de la fe de erratas del original (N. del E.)]

 

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228-8. Se refiere a la comedia de La entretenida. (N. del E.)

 

68

228-9. El texto: «basta». (N. del E.)

 

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228-17. Compárese Quixote, I, 48, y las correspondientes notas de Clemencín. Allí escribió Cervantes: «¿Qué mayor disparate puede ser, en el sujeto que tratamos, que salir un niño en mantillas en la primera cena del primer acto, y en la segunda salir ya hecho hombre barbado?» Tales cosas acontecen, como hizo notar Clemencín, en la comedia de Ursón y Valentín y en El bastardo Mudarra, de Lope. (N. del E.)

 

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228-22. Rosell imprime: «saqué la»; pero probablemente deberá leerse «sacó la». (N. del E.)