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Comentario a «Los siete locos»

Roberto Arlt





Me escribe un lector:

Estimado señor: Me he enterado de que ha salido una novela suya llamada Los siete locos. Como dispongo de poco dinero para invertir en libros, le agradecería me diera algunos datos respecto a ella, para saber si vale o no la pena de gastarse el tiempo y unos pesos en su lectura.



Dudé un momento. Luego me dije que, habiendo hablado de tantas obras ajenas, bien tenía el derecho de explicar cómo era lo mío. Además, si hay gente que se conforma con conocer el argumento de una novela, sin tomarse el trabajo de leerla, ni gastar unos centavos en adquirirla, les regalaré a mis lectores ese argumento, que va franco de porte.


Hombres de esta ciudad

El plazo de acción de mi novela es reducido. Abarca tres días con sus tres noches; se mueven, aproximadamente, veinte personajes. De estos veinte personajes, siete son centrales, es decir, constituyen el eje del relato. Siete ejes, mejor dicho, que culminan en un protagonista. Erdosain, verdadero nudo de la novela.

Estos individuos, canallas y tristes, simultáneamente; viles soñadores simultáneamente, están atados o ligados entre sí, por la desesperación. La desesperación en ellos está originada, más que por la pobreza material, por otro factor: la desorientación que, después de la gran guerra, ha revolucionado la conciencia de los hombres, dejándolos vacíos de ideales y esperanzas.

Hombres y mujeres en la novela rechazan el presente y la civilización, y tal cual está organizada. Odian esta civilización. Quisieran creer en algo, arrodillarse ante algo, amar algo; pero, para ellos, ese don de fe, la «gracia» como dicen los católicos, les está negada. Aunque quieren creer, no pueden. Como se ve, la angustia de estos hombres nace de su esterilidad interior. Son individuos y mujeres de esta ciudad, a quienes yo he conocido.




El argumento

El argumento es simple. Uno de los personajes, llamado el Astrólogo, quiere organizar una sociedad secreta para revolucionar y quebrantar el presente estado de cosas. Para llevar a cabo su proyecto necesita dinero. En estas circunstancias, Erdosain le ofrece el medio de adquirirlo. Se trata de secuestrar a un pariente que lo ha abofeteado.

Lo narrado abarca la primera jornada de la novela. En la segunda jornada se lleva a cabo el secuestro del personaje, y la tercera parte, o la última noche y su día abarcan la vida interior del personaje antes de cometer el crimen, o de permitir que se cometa.




Tres aspectos

En sí, la novela ofrece tres aspectos. Uno psicológico, otro policial y otro de fantasía.

La organización de la sociedad secreta, aunque parezca un absurdo, no lo es. Hace quince días, telegramas publicados en distintos diarios, dieron noticias de la detención en Estados Unidos de los miembros de una sociedad secreta que se llamaba «La orden del gran sello». Los propósitos de los sujetos afiliados a esta sociedad, eran idénticos a los que se atribuyen a los personajes de mi novela. Es decir, que no he hecho nada más que reproducir un estado de anarquismo misterioso latente en el seno de todo desorientado y locoide. El aspecto policial y judicial de la novela, o set; el secuestro, después de estudiarlo, lo consulté con un profesional del delito. Este, luego de escuchar mis explicaciones, me preguntó, y observen aquí qué curiosa la pregunta del sujeto:

-Los autores del delito, ¿son profesionales o principiantes?

-Principiantes.

-Está muy bien. Si fueran profesionales estaría mal -y acto seguido entró en la explicación técnica de por qué siendo principiantes estaban bien, y no siéndolos, estaba mal.




Vida interior

Para mí no ofrecen absolutamente ningún interés las acciones de un delincuente, si estas acciones no van acompañadas de una vida interior dislocada, intensa, angustiosa. Creo que todo principiante en el mal, si tiene un poco de inteligencia, debe pasar momentos atroces.

Hombres y mujeres, en el curso de la historia citada, viven el horror de su situación. De allí la extensión de la novela: trescientas cincuenta páginas. Sacando cien páginas de acción, el resto del libro no hace nada más que detallar lo que piensan estos anormales, lo que sienten, lo que sufren, lo que sueñan. Todos ellos saben perfectamente que la felicidad les está negada; pero, como bestias encadenadas, se revuelven contra esta fatalidad: quieren ser felices, y como el bien les ha cerrado las puertas, piensan monstruosidades que los llenan de remordimientos, de más necesidades de cometer delitos para ahogar el grito de sus conciencias malditas.

Decía un gran novelista ruso, Dostoyevski: «cada hombre lleva en su interior un verdugo de sí mismo». He tratado de que esta realidad sea visible en la acción de los personajes del libro, pues lo es en la vida de los hombres de este siglo.




Ni locos ni cuerdos

En síntesis: estos demonios no son ni locos ni cuerdos. Se mueven como fantasmas en un mundo de tinieblas y problemas morales y crueles. Si fueran menos cobardes se suicidarían; si tuvieran un poco más de carácter, serían santos. En verdad, buscan la luz. Pero la buscan completamente sumergidos en el barro. Y ensucian lo que tocan.

A mí, como autor, estos individuos no me son simpáticos. Pero los he tratado. Y todo autor es esclavo durante un momento de sus personajes, porque ellos llevaban en sí verdades atroces que merecían ser conocidas.

En definitiva: en esta obra no hay ningún casamiento, ni baile, ni declaración de amor. Al sexo femenino no le puede interesar.

Miércoles 27 de noviembre de 1929







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