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ArribaAbajoJornada II

 

Ribera del Ebro, cerca de Zaragoza, y vista del campamento del REY de Navarra.

 

Escena I

 

RAMIRO, medio desnudo, con la espada en la boca; luego, BUSCÓN, dentro.

 
RAMIRO
En vano lo bizarro de mi aliento,
hoy constante elemento,
contrastar pretendiste;
pues cuando conjurado presumiste
ser rápido homicida, 5
permite el cielo que mi esfuerzo impida
fatales si espumosos embarazos:
que olas no oprimen donde sobran brazos.
Frágil despojo el leve leño sea
en que la envidia vea 10
su intento malogrado;
pues quien golfo de sangre ha vadeado,
(cuando el acero mío
en cada golpe desataba un río,
tal, que si alguno erraba, 15
con la sangre del otro se anegaba),
mal peligrar podía;
que si nadar no sé, tengo osadía.
BUSCÓN

 (Dentro.) 

¡San puro Arquitriclino,
Norte tudesco, tutelar del vino! 20
RAMIRO
¿Qué es esto?
BUSCÓN
¿Ah don Ramiro?
RAMIRO
¿Quién me llama?
BUSCÓN
Acude presto a quien diluvios mama
luchando con la muerte.
RAMIRO
Socorro pide un hombre.
BUSCÓN
¡Que beberte,
o piélago arrastrado, 25
necesite en peligro un desdichado!
Basta, agua mal nacida.
RAMIRO
No morirás, Buscón; que aún tengo vida.
Atrévase mi aliento
contra todo el tropel dese elemento, 30
y quítele la presa a sus envidias.
BUSCÓN
San Ribadavia de oro, san Esquivias,
enviadme, obligándoos mi conjuro,
a un santo tabernero, si le hay puro.
RAMIRO
Pero ¿a qué aguardo, si esto escucho y miro? 35
Libre saldrás, o morirá Ramiro.

  (Suelta la espada y vase, figurando que se arroja al rio.) 



Escena II

 

NUÑO, ORDOÑO; luego, RAMIRO y BUSCÓN, dentro.

 
ORDOÑO
¿Qué, al Ebro se tornó a echar?
NUÑO
¡Notable resolución!
ORDOÑO
Milogróse la ocasión,
pues no sabiendo nadar, 40
y habiéndose el barco hundido,
se ha escapado.
NUÑO
Él es dichoso;
mas lo bizarro y brioso
nuestro intento hará cumplido,
pues su perdición fatal 45
le obliga a luchar gigante,
segunda vez arrogante,
con montañas de cristal.
ORDOÑO
Si el cielo no le da ayuda,
y entre sus olas se anega, 50
nuestra felicidad llega
a conseguirse.
NUÑO
Sin duda
yo he de salir vitorioso.
BUSCÓN

 (Dentro.) 

Rabie quien mal te desea.
RAMIRO

 (Dentro.) 

Por aquí, que se vadea 55
este raudal anchuroso.
NUÑO
¡Que tenga tanta ventura
este bárbaro!
RAMIRO

 (Dentro.) 

La arena
pisas seguro.
BUSCÓN

 (Dentro.) 

Ballena
has sido de mi apretura, 60
y yo el profeta Juan Bras,
que a predicar moros fue.
ORDOÑO
¿Qué haremos, don Nuño?
NUÑO
¿Qué?...
BUSCÓN
No más barco, no Ebro más.
NUÑO
Pues que se dejó la espada 65
cuando al río se arrojó,
lo que el cielo no admitió
en mi industria malograda,
podemos los dos suplir
si al salir le acometemos, 70
pues nadie nos ve.
ORDOÑO
Podremos
con nuestro intento salir
fácilmente, pues desnudo,
y de las aguas cansado,
en nuestras manos ha dado. 75
NUÑO
Aun de esa suerte lo dudo;
mas vaya, que la presteza
lo con tingente asegura.
ORDOÑO
Él sale ya.
NUÑO
Y su ventura
es tal, que también su alteza. 80
ORDOÑO
Retirarnos es forzoso;
gran lance habemos perdido;
pero ahora me ha ocurrido
arbitrio más ingenioso,
que malogre su privanza. 85
Sígueme a mi alojamiento;
que como apruebes mi intento,
cierta está nuestra venganza.
 

(Vanse.)

 


Escena III

 

El REY, soldados; luego, RAMIRO y BUSCÓN.

 
REY
Id, socorredle; que el peligro advierto.
SOLDADO 1.º
Va, gran Señor, el margen le dio puerto. 90
 

(Salen RAMIRO y BUSCÓN abrazados y medio desnudos.)

 
RAMIRO
¡Oh piélago profundo!
Ya estás en tierra.
BUSCÓN
Tenme; que me hundo.
RAMIRO
Suelta.
BUSCÓN
¿Cómo soltar?
RAMIRO
Pues ¿estás ciego?
BUSCÓN
No te espantes; que juzgo que me anego.
RAMIRO

 (Separándolo con violencia.) 

Aparta ya.
BUSCÓN

 (Cayendo al suelo.) 

La despedida es buena;
95
no le dijeras «agua va» a la arena.
 

(Quítase el REY la gabardina, que entrega a un SOLDADO.)

 
REY
Dadle, soldados, esta gabardina,
cubridle presto; la piedad me inclina,
y su gallardo aliento,
a socorrerle; que refresca el viento, 100
y puede hacerle daño.
 

(Visten los soldados a RAMIRO con la gabardina del REY.)

 
SOLDADO 1.º
¡Generosa piedad!
SOLDADO 2.º
¡Favor extraño!
RAMIRO
¡Oh excelso Rey! Feliz mi suerte ha sido,
pues merced tan crecida ha merecido.
Con su amigo trocó traje Alejandro; 105
y si yo, deste golfo fui Leandro,
con valor sin segundo,
dueño, Alejandro, tú de nuevo mundo:
pues para que lo seas,
la purpura que en mí pródigo empleas, 110
tanta he de derramar de la africana,
que inunden a Aragón mares de grana.
BUSCÓN
Y yo, que soy el pobre compañero
si unas botas merezco por ser cuero
(que los cueros y botas 115
aunque monjas no son, son muy devotas),
en virtud del favor por duplicado,
con quien entrando puro salió aguado
tanto licor bermejo, tanto rojo,
pienso envasar, si a vendimiar me arrojo. 120
Que ayudado de Baco, dios vecino,
inunde en Aragón golfos de vino.
REY
Vestid a ese escudero.
BUSCÓN
Déte el Papa un bonete, rey ropero.
REY
Pues ¿cómo ha sucedido 125
este fracaso?
RAMIRO
Vuestra alteza ha sido
motivo del pesar que me ocasiona.
BUSCÓN
No ha sido sino el barco.
REY
Tu persona
estimo en más que el reino que posees,
por vida de la Reina.
RAMIRO
Yo lo creo.
130
REY
Pues ¿en qué estoy culpado?
RAMIRO
En haberme estimado
Vuestra alteza de suerte,
que desvela envidiosos en mi muerte;
que antes de sucedido, 135
se juzga por insulto presumido
cuanto humilde nació.
REY
Quien valeroso
hazañas eterniza,
a sí mismo, sin padres, se autoriza.

  (Aparte. 

Y tu valor es tal ¡ay hijo amado! 140
Que dél el reino y la persona fío.)
Dime, ¿quién a tu vida, caviloso,
se opuso?
RAMIRO
No lo sé.
REY
Si lo brioso
de tu valor procura
ocultarle, juzgando que asegura 145
venganza más honrada,
y el tribunal remites a la espada,
que me enojas te advierto.
Ramiro, di, ¿quién fue?
RAMIRO
No lo sé cierto.
BUSCÓN
¿Cómo no? Vive Dios que es desvarío 150
negarlo.
REY
Pues ¿quién fue?
BUSCÓN
Señor, el río.
Y fue, como a los dos nos llevó un barco,
que se tumbó en el charco,
y en calzones no más (ojalá enaguas),
nos hizo el Ebro chamelote de aguas; 155
que dije, al engullir linfas escuras:
«Buscón, ¿quién diablos te metió en honduras?»
Padal ayuda, su valor celebro;
volvió a arrojarse al Ebro,
sacóme en escabeche, 160
mamé más agua que una burra leche;
y voyme agora, dada esta noticia,
a que la empujen fuera por justicia.

  (Mostrando los dos dedos de la mano derecha.) 

Estos dos alguaciles; que mis miedos,
para que saquen prendas, meten dedos. 165

 (Vase.) 



Escena IV

 

RAMIRO, el REY, soldados.

 
REY
Cuéntame tú, Ramiro,
por extenso este caso.
RAMIRO
Sólo miro
tu gusto, con mi daño;
óyele, pues, y juzgarásle extraño.
Privilegios de las treguas 170
(en que gustas que dilate
esperanzas Zaragoza,
y el cerco incomodidades)
ocasionaron a amigos
que impidiesen los cristales 175
de ese jayán de los ríos
congojas caniculares.
Convidáronme (no digo
sus nombres por no irritarte,
su poca fe los castigue), 180
a un barco tres capitanes.
Acetéle; y seis remeros
las aguas ligeros baten,
volando de tal manera,
que pudo emular las aves. 185
discurría divertido
en sus vidrios, por la parte
que encubre lo poderoso,
desmintiendo lo intratable,
cuando al espirar el sol, 190
bostezando entre celajes
desmayos de luces tibias,
sacudiendo obscuridades,
buzos que el oro cohecha,
ocultos y diestros abren 195
la quilla, donde un barreno
da entrada a las ondas fácil.
Arrójanse al agua todos,
y prácticos en los trances
marítimos, sin peligro 200
la arena pisan del margen.
Sólo yo y ese criado,
tan bisoños y ignorantes
en saber vencer los riesgos
de los ríos y los mares, 205
confusos cuanto indecisos,
oímos, al retirarse
los cómplices, que decían:
«Muera el rústico arrogante,
que objeto del Rey, grosero 210
llegó tanto a entronizarse
en fe de sus brutas fuerzas,
que osó competir los grandes».
Desnudámonos entonces,
expuestos a los combates 215
de la fortuna y las olas;
cuando sintiendo volcarse
el leño, al agua me fío,
llegando el peligro a darme
las liciones nadadoras 220
que al descuido negó el arte.
Saqué en la boca el acero,
por lo asustado y inhábil,
tan opreso, que por poco
me retratara cadáver. 225
Pero oyendo a mi criado
pedir socorro y llamarme,
vuelvo otra vez a la lucha
dese líquido gigante.
Restituile a la arena, 230
y ferióme el cielo afable
en tu piedad generosa
favores y premios reales,
tan dignos de envidias nuevas,
que si en el campo se saben, 235
han de añadirme motivos
que en más empeño me enlacen.
Templa, oh gran monarca, templa
excesos que en mí no caben.
A un monte la cuna debo: 240
él será mi humilde padre;
pues, de la suerte que quita
el manjar exhorbitante
la vida impensadamente
al que es de complexión frágil, 245
también suelen los favores,
al sugeto desiguales
ahogarle de apoplejía,
y recelo que me maten.
REY
Véte a descansar, Ramiro; 250
que tengo despues que hablarte
en abono de lo que eres
y en estima de tu sangre.
RAMIRO
No has de hacer información
de los que contra mí...
REY
Baste;
255
véte, y más no me repliques.
Soldados, andad, guiadle
a mi alojamiento y tienda
y haced que en ella descanse.

  (Aparte. 

Oh navarro valeroso, 260
Sol eres, no han de eclipsarte;
yo sabré quién son las nubes
que de ti piensan privarme.)
 

(Vase RAMIRO con los soldados.)

 


Escena V

 

MENDO con tres cartas. El REY.

 
MENDO
Déme los pies vuestra alteza.
REY
Oh Mendo, seas bien venido. 265
¿Traes cartas?
MENDO
Ésas han sido
alas de mi ligereza.

 (Dale las cartas.) 

REY
¿Queda con salud mi esposa?
MENDO
En el alma, no Señor;
que enfermo de ausencia amor, 270
difícilmente reposa.
En lo demás, Dios la guarde,
las esperanzas de verte
beldad la añaden; de suerte,
que el sol recela el alarde 275
de su luz en su Presencia.
REY
¿Mis hijos?
MENDO
Su juventud,
fiadora de la salud,
en gallarda competencia
a tu corte regocija: 280
galas, festines, paseos
son sus comunes empleos.
Trazaban una sortija
los tres cuando me partí,
y ha de ser mantenedor 285
el Príncipe, mi señor.
REY
Ejercitándose así,
se habilitan los alientos
de mocedades traviesas,
para más arduas empresas. 290
MENDO
Las fiestas son rudimentos
de la guerra en lo más tierno
que la edad florida ve.
REY
¿Cómo está Pedro Sesé?
MENDO
Atento a todo el gobierno. 295
de Navarra.
REY
¡Gran vasallo!
¡Gran talento! ¡Gran lealtad!
MENDO
Digna es su capacidad
de tu favor.
REY
El caballo
mejor que entre las espumas 300
del Betis bebió su aliento,
y mayorazgo del viento
hurtó a su esfera las plumas,
le confié, y advertí
que ninguno en él subiese, 305
aunque mi proprio hijo fuese,
no extrañarás de que así
pondere la estimación
que de él hace mi cuidado.
MENDO
Eres rey y eres soldado; 310
y toda ilustre nación
precia el caballo y la espada,
en guerra y paz, sobre todo.
Y el que alabas es de modo,
que la reina celebrada 315
que dio muros a Babel
(si su historia no es quimera),
a merecerle, cumpliera
su amor monstruoso con él.
La Reina y Sesé en efecto, 320
a pesar de la porfía
del príncipe don García,
de manera tu precepto
guardan, que aunque varias veces
ponerse en él ha querido, 325
nunca se lo han permitido;
respondiendo que mereces
sólo tú, por lo bizarro
y lo diestro sin igual,
ser de Bucéfalo tal 330
el Alejandro navarro.
REY
García no se entretiene
sino es en darme pesar.
Véte, Mendo, a descansar.
¡Terrible condición tiene! 335
 

(Vase MENDO.)

 


Escena VI

 

El REY.

 

 (Abre las cartas.) 

Letra es ésta de mi esposa,
y del príncipe Fernando
estotra es, que más blando
es y de más generosa
inclinación que García. 340
De Gonzalo es la tercera;
digno de un imperio fuera,
si, como en la bizarría,
en lo afable se extremara;
no hay noble que con él prive, 345
Sesé solo no me escribe;
pero, corno de él se ampara
con la mano que le di,
tanta consulta y negocio,
no hallará lugar el ocio. 350
Dice pues la Reina así:

  (Lee.) 

«Proprio es de las majestades
servicios satisfacer;
mas cuando es cuerdo el poder,
proporciona calidades. 355
Gran Señor, felicidades
adquiridas sin sazón,
tal vez dieron ocasión
al villano atrevimiento;
si no engrandecéis con tiento, 360
guardáos de alguna traición».
¡Válgame Dios! ¿Por quién puede
decir la Reina este enima?
¿A quién mi favor sublima,
que sin fe y lealtad procede 365
ingrato a mis beneficios?
Pero ¿cuándo una mujer,
desvelada con querer,
dejó, aunque falten indicios,
de recelar sospechosa 370
riesgo de quien tiene amor?
Hazañero es el temor,
la sospecha maliciosa.
teme la Reina mi vida,
que a la suya la antepone; 375
lo que teme me propone,
más amante que entendida.
Que es envidia es cosa clara;
fiera que la corte cría.
¡A cielos! De don García 380
es ésta y dice:

 (Lee.) 

«Repara,
Señor, en que es cosa cierta
que Ramiro, ese villano,
desvelo de tu real mano,
con el moro se concierta, 385
y muerto tú por la suya,
aspira, con su favor,
ser de Navarra señor».
Cuando cavilosa arguya
tanta acusación, recelo 390
fundamentos de verdad
en pruebas de calidad
tan grande: Fortún, su abuelo,
me intimó el derecho un día
que alegaba a mi corona 395
su nieto, y esto pregona
la Reina con don García
y don Fernando. ¿Si acaso
supo quién su madre fue
Ramiro, y que la juré 400
ser su esposo, y que el ocaso
de su vida, en el oriente
de la luz que le sacó
al mundo, le ocasionó
mi descuido? Pero miente 405
mi sospecha: fina aspira
la Reina... Mas no leo más.
Ramiro, seguro estás
en mi amor: todo es mentira.
Todo envidia cuanto traza 410
la pasión de pechos crueles.
Del modo que estos papeles,
tu crédito despedaza

 (Rómpelos.) 

mi sospecha. La conquista
de Zaragoza confío 415
de tu valeroso brío;
huyó el moro de tu vista,
temblando, al ver que destroza
ejércitos de alquiceles
tu acero: teje laureles, 420
y reine yo en Zaragoza;
que mientras tu brazo lidia,
si en ella triunfo por ti,
yo haré que pises por mí
los áspides de la envidia. 425


Escena VII

 

Empieza a oscurecer.

 
 

ORDOÑO. El REY.

 
ORDOÑO

 (Aparte.) 

Aquí está el Rey; si el ingenio
sale con el laberinto
que el interés y la industria,
desvelándome, han tejido
cumplo a la Reina venganza, 430
los tres infantes obligo,
honras a mi casa aumento,
y destruyo a quien envidio.
REY
Ordoño, ¿dónde a tal hora?
ORDOÑO
A costa, Señor invicto, 435
del ocio, descanso y sueño,
desvelos tuyos imito,
y en fe del cargo que ocupo,
rondo postas, examino
cuerpos de guarda, doy nombres, 440
y alojamientos registro.
Tan atento mi cuidado
está siempre a tu servicio,
que ha de confesar Navarra
que tu corona redimo. 445
Tu vida (guárdela el cielo)
saco de ocultos peligros,
desbarato deslealtades,
y tus ejércitos libro.
Deudor me eres de todo esto. 450
REY
¿Qué has dicho, Ordoño, qué has dicho?
Turbado vienes, sosiega.
ORDOÑO
Es de manera inaudito
el riesgo en que te engolfan,
las traiciones que averiguo, 455
que el considerarlas sólo,
a más aliento que el mío,
desmayándole, asombraran.
REY
Todo lo ponderativo
hace el crédito dudoso. 460
ORDOÑO
A tus ojos lo remito,
pues apurando verdades,
dirás que pecan de tibios
estos encarecimientos.
REY
Habla pues, Ordoño, dilo. 465
ORDOÑO
¿Creerá vuestra majestad
que culpando a mis oídos,
por dos veces esta noche
los ojos he desmentido,
y que dudoso otras tantas, 470
cuanto más las verifico,
menos fe las doy, creyendo
que entre sueños las fabrico?
Porque, a no ser así, ¿cómo
podrá un mediano juicio 475
persuadirse atrocidades
de un hombre, a quien el destino
de su fortuna violenta
le trasladó de los riscos,
de su nacimiento tosco, 480
de sus bárbaros principios,
al cielo de tus favores
(aunque por su esfuerzo digno
en parte de merecerlos),
pregoneros sus delitos 485
de ingratitudes tan grandes?
REY
Va, Ordoño estás entendido.
Basta, no prosigas más:
el acusado es Ramiro,
y tú el fiscal envidioso, 490
que osaste hacer asesino
contra su vida inocente
todo el tropel dese río.
Ven acá, ¿qué oposición
de estrellas pueden contigo 495
tanto, que infamen venganzas
respetos de bien nacido?
¿Qué agravios te descomponen?
¿Qué injurias, qué ofensas te hizo?
¿Qué empresas te ha malogrado? 500
¿Qué medras te ha deslucido?
¡Tanto perseguir la suerte
a una espada, por quien miro
casi entrada a Zaragoza,
desmenuzando sus filos 505
multitudes sarracenas,
sus ejércitos moriscos,
sus medias lunas alarbes,
sus murallas y castillos!
Emúlale generoso; 510
imítale si es prodigio
de la destreza y las armas;
sácale, si te ha ofendido,
al campo; mide con él
brazo y acero; haz testigo 515
mi ejército, si le vences,
del laurel apetecido.
No de mujeres te valgas;
ni busques el patrocinio
de infantes mozos y ausentes, 520
que me afirmen por escrito
traiciones con apariencias
por civiles artificios,
fabulosos argumentos,
imaginados delirios 525
de venenos maliciosos;
porque contra éstos, te afirmo
que es antídoto mi amparo
vital y preservativo.
Y no otra vez vituperes 530
en mi presencia, atrevido,
su origen, aunque a los montes
les deba cuna y hospicio;
que si supieras ventajas
que te lleva en lo exquisito, 535
te humillarás; pero baste.
Sal de todo mi distrito;
no entres jamás en Navarra.
ORDOÑO
Gran Señor, si mis avisos
estribaron solamente 540
en sospechosos indicios,
en aparentes engaños...
REY
¿Qué, aún perseveras?
ORDOÑO
Tú mismo,
mientras yo cumplo rigores,
sé el testigo fidedigno, 545
tú el juez de tu propia causa,
de cuál es en tu servicio
más leal, mejor vasallo:
o tu abonado valido,
o yo, infeliz hasta en esto. 550
Ése que sale es Ramiro;
repara secreto y sabio,
aunque severo conmigo,
en el traje que le adorna,
sí de su naufragio abrigo, 555
ya disfraz de sus traiciones.
Verás que con tu vestido
leal sólo en la corteza,
cubre hipócritas delitos.
El otro que le acompaña 560
es Omiz, del moro primo
que venera Zaragoza,
y con el traje mentido
de cristiano, le promete
tu navarro señorío; 565
que yo me voy por no verlo.

 (Vase.) 



Escena VIII

 

El REY; después, NUÑO, RUI VELA y BUSCÓN.

 
REY
Mucho aprieta este testigo.
Hallo que Ordoño y las cartas
dicen conformes lo mismo;
la gabardina conozco 570
que le di cuando del río
salió; las sospechas crecen...
mi atalaya sea este risco.
 

(Retírase, y sale NUÑO con la gabardina del REY; RUI VELA, rebozado, y BUSCÓN tras ellos.)

 
BUSCÓN
Que un hombre con la pensión
del vino, que sueños fragua, 575
duerma. vaya; mas con agua
toda una noche, lirón,
durmiente octavo, Holofernes,
pronóstico es de cuartanas.
Nunca durmieron las ranas 580
sino es vigilias y viernes.
NUÑO

 (Aparte a RUI VELA.) 

Nuestro engaño prevenido,
mal le podemos errar.
RUI VELA

 (Aparte a NUÑO.) 

Sin duda se ha de lograr;
que el Rey escucha escondido. 585
BUSCÓN
El río al postrer suspiro
me tuvo a pique del credo
gargarizante... Mas quedo,
que está aquí nueso Ramiro;
y en puridad a lo escuro 590
habla. Buscón, escuchad
misterios en puridad,
pues soy buscón de lo puro.
NUÑO

 (En voz alta.) 

Eso queda concertado.
Muerto el Rey en conclusión, 595
y en llorosa confusión
su ejército alborotado,
fácil es que el vuestro embista
a la aurora de repente,
pues sin orden nuestra gente, 600
¿quién ha de haber que os resista?
Rotos los navarros pues,
embistiendo con presteza,
hallándose sin cabeza,
rendidos están los pies. 605
Coronaráme Pamplona,
y aclamándome su rey,
restituiré a vuestra ley
cuanto don Sancho blasona.
Así de Zalda la mano 610
mi amor solícito goza:
tendrá el rey de Zaragoza
un hijo en mí y un hermano,
sin dividirse jamás
nuestra opuesta religión. 615
BUSCÓN

 (Aparte.) 

¿Matar el Rey un peón?
¡Zape! No sirvo yo más.
RUI VELA
Ramiro invicto, todo eso
te traigo del Rey firmado.
Apláudate coronado 620
Navarra, que si el suceso
concertado la fortuna
no estorba y don Sancho muere,
tu valor a Zaida adquiere,
dueño tal sol de tal luna. 625
Entrémonos en tu tienda,
y los despachos verás.
Vamos pues.
NUÑO

 (Aparte a RUI VELA.) 

¡Qué bien lo has
disimulado! Suspenda
mi artificio al Rey, que inclina 630
a un rústico sus acciones,
y entiérrenle sus terrones.
Hurtéle la gabardina
luego que el riesgo del río
brindó a su cansancio el sueño. 635
RUI VELA

 (En alta voz.) 

De Navarra serás dueño.
NUÑO
Del Rey y de ti lo fío.

 (Aparte a RUI VELA

Vuélvole la gabardina
a la tienda, en que dormido
está, pues he conseguido 640
el suceso.)
RUI VELA

 (Aparte a NUÑO.) 

Ya se inclina
la suerte a hacerle pesar.
No he visto traza mejor.
pues lo que en él fue favor,
el favor le ha de quitar. 645
 

(Vase con NUÑO, y sale el REY.)

 


Escena IX

 

El REY; BUSCÓN, al paño.

 
REY
¡Oh bárbaro! No tienes sangre mía
(engañóme tu madre, cual tú aleve);
de alguna fiera sí, que el monte cría,
ya la inocencia en sangre alientos bebe.
Mi esposa, mi Fernando, mi García, 650
Ordoño fiel, a quien mi vida debe
segundo ser, proféticos testigos,
hoy también lo serán de tus castigos.
Nuño, Ordoño, soldados, caballeros,
despiérteos la traición de un homicida. 655
BUSCÓN
¿No dije yo que ell agua, todo agüeros
güeros, nos empollaba la salida?
Mas ¿que el Rey nos retoza los gargueros?


Escena X

 

ORDOÑO, MENDO; NUÑO, sin la gabardina. Dichos.

 
MENDO
Gran Señor, ¿qué desgracia no advertida
se atreve a tu inquietud?
ORDOÑO
Medio desnudo
660
tu voz oí, y a tu servicio acudo.
NUÑO
Los acentos de Ordoño entre los labios
de quien me desterró, templen rigores;
que desdenes del Rey no son agravios
cuando el leal los juzga por favores. 665
REY
¡Oh Ordoño! ¡Oh Nuño! ¡Oh consejeros sabios!
Domésticos han sido los traidores
que la ambición conjura en mi desdoro;
no Zaragoza infiel, no su rey moro.


Escena XI

 

RAMIRO, con la gabardina. Dichos.

 
RAMIRO
¿Qué es esto, gran Señor? ¿Ha acometido 670
el alarbe esta noche las trincheras?
REY
Prendedme aqueste bárbaro, nacido
de algún peñasco, amparo de las fieras.
¡Si como mudar sabes de vestido,
mudar de natural, traidor, supieras! 675
RAMIRO
¿Yo traidor?
REY
Vaya Preso.
RAMIRO
Lisonjeros.
REY
Dejadme con él solo, caballeros;
no le prendáis, dejadle, vuelva el sueño
a descuidar las armas por un rato.
ORDOÑO

 (Aparte a NUÑO.) 

¿Con él a solas, Nuño?
NUÑO
Hoy me despeño,
680
si el Rey alcanza nuestro doble trato.
REY
Idos pues; ¿qué aguardáis?
NUÑO

 (Aparte.) 

¡Terrible empeño
por gusto de la Reina!
ORDOÑO

 (Aparte.) 

¡Ah, cielo ingrato!
 

(Vanse NUÑO, ORDOÑO y MENDO.)

 
BUSCÓN

 (Al paño.) 

La trampa cogió al lobo; el riesgo es mucho;
escúrrome esta vez, y más no escucho. 685

  (Vase.) 



Escena XII

 

RAMIRO, el REY.

 
REY
Rústico desbaratado,
si el favor inadvertido
que hasta ahora me has debido
y con traiciones pagado,
merece que provocado 690
de tu bárbara ambición,
des a la muerte ocasión,
que alevemente trazada

  (Saca la espada.) 

me buscas, saca la espada;
no me mates a traición. 695
Saca ya el cobarde acero,
aunque valiente hasta ahora,
y no en la pérfida mora
tu dicha estribe si muero.
Soldado, no rey, te espero; 700
que aunque es la vejez desmayo,
y en la edad robusta estés,
cada cana que en mí ves
es una flecha, es un rayo.
¿Qué es lo que aguardas? Desnuda 705
la espada.
 

(Pone RAMIRO su espada a los pies del REY.)

 
RAMIRO
Para que así
vuelva inocente por mí
contra delitos en duda,
satisfago con voz muda
lo que hizo aleve apariencia; 710
mas mientras no es evidencia
no se castiga el agravio;
ni primero, el juez que es sabio,
que oiga descargos, sentencia.
REY
¿Qué descargos, di, traidor, 715
si yo mismo...?
RAMIRO
¡Oh lo que pueden
obligaciones que exceden
a empeños justos de honor!
¿Traidor dos veces, Señor?
¿De tu boca? ¡Ah nunca fueras 720
mi príncipe! ¡Ah, nunca hubieras
tu favor logrado en mí!
REY
Pues cuando no fuera así,
¿qué hicieras, loco?, ¿qué hicieras?
RAMIRO
¡Ah! ¿Qué hiciera?
REY
Calla, aleve;
725
que en fe de tu bajo ser,
quien no tiene que perder,
a toda infamia se atreve.
Como el valor no te mueve,
precipitas tus acciones; 730
mas para que no ocasiones
insultos de infame eleto,
oye, aunque indigno un secreto
que te empeñe a obligaciones.
Naciste de madre tal, 735
que fue fénix malograda
de Navarra; destinada
un tiempo a su solio real;
tu padre fue tan mi igual
en todo, que solamente 740
será desde hoy diferente
de mí, que el honor elijo,
en que te tuvo por hijo;
mira si es bien que se afrente.
No esperes que más te diga; 745
juzga en la sangre que escondes,
cuán airoso correspondes
a empeños en que te obliga;
y luego tú te castigas
a ti mismo, en quien remito 750
venganzas de su delito
porque tu ejemplo nos pruebe
que nobleza en el aleve
no es nobleza, es sambenito.

 (Vase.) 



Escena XIII

 

RAMIRO.

 
Alto, Ramiro; demos 755
a la envidia lugar, desenojemos
el hado. En vos, mi sierra,
colgando los despojos desta guerra,
adornarán sus robles;
las ricas piedras, los metales nobles 760
crían vuestras entrañas;
si así los reyes premian las hazañas,
coja el necio sus frutos;
que en fin no hallaré envidia entre los brutos


Escena XIV

 

Audiencia de la REINA de Navarra, en Pamplona.

 
 

DON GARCÍA; PEDRO SESÉ, con unos memoriales.

 
 

(Habla SESÉ como dirigiéndose a personas que están dentro.)

 
PEDRO SESÉ

 (Al salir.) 

Esos despachos, señores, 765
penden de su majestad;
hoy no da audiencia la Reina,
mañana despachará.
DON GARCÍA
¿Pedro Sesé?
PEDRO SESÉ
¿Gran Señor?
DON GARCÍA
Oblígame a replicar. 770
Sobre ya negados ruegos
(confesaréos la verdad,
como Doble y como amigo),
cierta adorada beldad,
en quien mi palabra y fe 775
se ha empeñado; claro está
que no queréis voz se quiebre,
siendo tan cuerdo y leal.
Ese caballo difícil
me ha llegado a ocasionar 780
irremediables desdenes,
mientras menos liberal
que os merece lo que os precio,
toda vez me le negáis.
Sin que mi madre lo sepa, 785
solamente correrá
una lanza en la sortija;
en esto ¿qué aventuráis?
Don Pedro, por vida vuestra,
pesadumbre me excusad; 790
por vida del Rey, mi padre.
¿Quién duda que la estimáis
más que la vuestra? Por vida
de la Reina, que lo hagáis,
porque he dado la palabra. 795
PEDRO SESÉ
Hicisteis, Señor, muy mal
en arriesgarla, sabiendo
lo que mandado nos ha
el Rey, que en tales materias
excede de puntual. 800
Escríbale vuestra alteza,
y excúseme a mí el pesar,
que en no servirle padezco.
DON GARCÍA
¿Sabéis vos, Sesé, ignoráis;
que de Navarra y Castilla 805
soy príncipe natural?
PEDRO SESÉ
Sélo, gran Señor, de suerte,
que pudiera interpretar
mi nombre, porque lo sé
sos veces: sé, sé.
DON GARCÍA
Dejad
810
eso a las genealogías;
y si mi gusto intentáis,
hacedme, no sea servicio,
Sesé, hacedme esta amistad.
PEDRO SESÉ
Sirviéraos yo con los ojos, 815
si el Rey mi señor...
DON GARCÍA
Mirad
que soy sol en el oriente,
y que se nos pone ya
esotro sol, y que suelen
los herederos guardar 820
un enojo de por vida.
PEDRO SESÉ
Nunca la fidelidad
temió riesgos del enojo,
cuando la opinión...
DON GARCÍA
Callad;
que sois un bajo escudero, 825
un villano desleal.
PEDRO SESÉ
Un vasallo muy humilde,
que es mi blasón principal.

  (Hácele una reverencia, y vase.) 



Escena XV

 

La REINA. DON GARCÍA.

 
REINA
¿Qué es esto, Príncipe? ¿Cómo
descompuesto maltratáis 830
a quien vuestro padre estima?
DON GARCÍA
Estímale mucho más
vuestra alteza, y a saber
lo que pasa...
REINA
Si escuchar
os pude oculta. sabrélo. 835
Pedro Sesé es el cristal
de Navarra, en quien se mira
la prudencia y la lealtad;
y vos sois un atrevido,
y en fin, sois un...
DON GARCÍA
Claro está
840
que en cosa que toque a Sesé
ha de ser su tutelar,
aunque al Príncipe posponga,
siempre vuestra majestad.
Pondérele más sublime 845
su virtud, su calidad,
su gobierno, sus desvelos;
que bien le conocerá
quien consulta días y noches
a solas, capacidad 850
que ocasionando malicias...
REINA
¿Cómo? ¡Oyóse nunca igual
atrevimiento! ¡Hola, infantes!
¡Ah de mi guarda! Jamás
vio el mundo...
DON GARCÍA
Pues yo ¿qué he dicho?
855
REINA
¿Qué has dicho? ¿Qué? La maldad
más propia a tu inclinación.


Escena XVI

 

DON FERNANDO, DON GONZALO. Dichos.

 
DON FERNANDO
Gran Señora, ¿voces das?
no son sin mucha ocasión.
DON GONZALO
¿Quién te ha disgustado?
REINA
Atad,
860
Infantes, a aquese loco.

 (Vase.) 



Escena XVII

 

DON FERNANDO, DON GONZALO, DON GARCÍA.

 
DON FERNANDO
Príncipe, ¿qué es eso?
DON GARCÍA
Dar
desahogos a la ira,
patrocinio a la verdad.
Pedro Sesé con la Reina... 865
DON FERNANDO
¿Qué, García?
DON GARCÍA
Si el pesar
no me mata... Mas seguidme.
DON FERNANDO
Pues ¿qué has visto?
DON GARCÍA
Este lugar
no es seguro para mí.

  (Aparte. 

De entrambos me he de vengar.) 870
DON FERNANDO
Hermano, príncipe, ¿qué
te enoja?
DON GARCÍA
La Majestad
violada y mi deshonor.
DON FERNANDO
Acaba de declarar
cosa que nos toca a todos. 875
DON GARCÍA
Apenas acierto a hablar.
Pedro Sesé y nuestra madre...
DON FERNANDO
Calla, no prosigas más;
mueran.
DON GONZALO
Tu resolución
confirmo.
DON GARCÍA
Pues ayudad
880
mi venganza.
DON FERNANDO
¿De eso dudas?
DON GONZALO
Sépalo el Rey.
DON GARCÍA
Y será
más acertado.

 (Aparte. 

El caballo
sus vidas ha de costar.)



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