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11. -Primacía de Esparta

       En la guerra del Peloponeso, Esparta procuró por todos los medios imaginables sustituir los gobiernos demócratas por los aristócratas; sus guarniciones preponderaban en las ciudades; la pobreza, prescrita por Licurgo, desapareció a consecuencia de los tesoros proporcionados por la guerra. Ejercía sobre los vencidos su poder brutal, y se alió con los Persas. Estos, después de la batalla de Eurimedonte y de Chipre, encontráronse excluidos de Europa, sin contar con que los tenían ocupados las revueltas de Bactriana y del Egipto. Concluida la dinastía legítima, la nueva de Darío Noto, es decir bastardo, tuvo muchas contrariedades; alteró luego la constitución del imperio, confiando muchas provincias a un solo jefe, a quien confería además la autoridad militar; todo lo cual daba campo a revueltas. Los Persas fueron expulsados de Egipto, y hubieran corrido peligro de ser vencidos por los Griegos, si éstos no hubiesen estado ocupados en la guerra del Peloponeso, donde los Persas, corrompiendo con el oro y favoreciendo con las armas, alimentaban a las facciones. Lisandro se captó la voluntad de Ciro, hijo menor de Darío Noto, dedicado al trabajo, a las ciencias y la probidad. Inspirado Ciro por la ambición de su madre Parisatis, aspiró al trono, en perjuicio de su hermano mayor Artajerjes Memnón; habiéndose conquistado el concurso de los pueblos de su provincia, pidió socorros a los de Esparta, y obtuvo de ella 800 guerreros, la flota y la autoridad de asalariar a cuantos súbditos de Esparta quisiese. Procediendo de este modo, llegó hasta Cunaxa, cerca de Babilonia, y estaban venciendo los suyos cuando cayó mortalmente herido. Habiendo desaparecido la ocasión misma de la guerra, tanto los Jonios como los Griegos, no podían pensar más que en la retirada.
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     Los Persas no se atrevían a atacarlos, sino que, por el contrario, les ofrecieron víveres, a fin de que no causaran daños al país; aunque envueltos muchas veces por los canales, que abundaban en Babilonia, y a pesar de haber sido asesinados Clearco y otros cuatro generales, continuaron la retirada dirigidos por Querisofo y Jenofonte discípulo de Sócrates, quien nos dejó una bellísima descripción de aquella empresa. A consecuencia de los sufrimientos, de las privaciones y de las traiciones experimentadas, los diez mil combatientes quedaron reducidos a seis mil al volver a su patria.
     Tisafernes acudió a castigar a los Griegos por el auxilio que habían prestado a Ciro; renovose, pues, la guerra. Esparta fue ayudada por Lisandro y Agesilao.
       Disgustado Lisandro de la tosca vida de los suyos, trató de civilizarlos, les procuró riquezas, comercio y flota; esperaba también hacerse rey después de la muerte de Agis, pero el oráculo hizo preferir a Agesilao, hermano de Agis, de aspecto mezquino, y cojo, pero de grandeza de ánimo, venerador de los éforos y del senado. Puesto al frente de la flota armada contra los Persas, quiso 30 senadores como consejeros, entre los cuales se hallaba Lisandro, amado de los tiranuelos del Asia, y representante de la parte progresista, mientras que Agesilao era conservador. Tisafernes fue derrotado a orillas del Pactolo y matado por los suyos; Agesilao, seducido por promesas, se alió con el rey de Egipto, impidió los armamentos que Artajerjes pensaba sacar de la Fenicia y de la Cilicia, y viendo que los sátrapas se le sometían fácilmente, se propuso conquistar la misma Persia. Pero los Persas compraron con dinero a los facciosos, que acusaron a Esparta de tiranía, y obligaron a que se coaligaran contra ella Corinto, Tebas, Argos, la Tesalia y Atenas. Lisandro acudió a reprimirlos, pero quedó muerto en Aliarte de Beocia, no siendo llorado por los suyos, que le acusaban de ambicionar la dignidad suprema.
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Agesilao
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394      Agesilao tuvo que desistir de sus vastos proyectos para volver a su patria, y venció a los coaligados en Coronea; pero al mismo tiempo fue deshecha su flota en Cnido por el ilustre almirante Conón, quien se repuso del combate de Egospótamos, quitando a Esparta la primacía del mar; después de otras victorias entró triunfante en el Pireo, y reedificó los muros de Atenas.
     Esparta quedó irritada; Antálcidas, émulo de Agesilao, fue al rey de Persia para indisponerlo contra Conón, y concluyó la paz que lleva su nombre, en virtud de la cual, las ciudades griegas del Asia Menor, Chipre y Clazómenas (92) quedaron bajo el dominio de los Persas; conservó Atenas sus jurisdicción sobre Lemnos, Imbros y Esciros (93); y quedó la Grecia dueña de gobernarse a su antojo. Se convino que Esparta haría la guerra a quien pretendiese romper estos pactos.
Paz de Antálcidas      Aquella paz tendió a poner la Grecia al arbitrio de los Persas, y reducir a la esclavitud los Estados por cuya libertad se había prodigado tanto valor; a trasladar el poderío del mar a la tierra. En virtud de esto, prevaleció Esparta, que como guardadora de aquella paz, había de ser socorrida por el rey, ocasionando su orgullo ocho años de guerra contra Atenas y nuevos desastres después.
Beocia      La Beocia, de triste renombre por su aire grosero e ingenios obtusos, había tenido leyes dictadas por el corintio Filolao. Gobernábase por Estados confederados, y a las religiosas reuniones pambeóticas concurrían Platea, Queronea, Coronea, Tespia, Tanagra, Orcómeno, Livadia, Aliarte y Tebas, que prevaleció sobre las otras.
       Esparta, so pretexto de custodiar la paz, pretendió que muchas ciudades habían de derribar sus muros y dispersarse los habitantes; en aquella ejecución, Gébidas ocupó a traición la fortaleza de Tebas; destituyéronla los Espartanos, pero conservaron la ciudadela, y favorecieron a los oligarcas, que tiranizaron al país durante cinco años.
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       Cuatrocientos Tebanos emigrados, tornaron por jefe a Pelópidas e invadieron a Tebas, matando a los tiranos y libertando a la patria. Necesitaban activar la defensa, para la cual, se les agregó Epaminondas, uno de los héroes más grandes de la antigüedad. Instruido, generoso y probo, no quiso participar en la conjuración, pero apenas concluida la batalla civil, tomó el mando de las fuerzas y se alió con Atenas. Los Espartanos se vieron por primera vez derrotados, en Tegira (94), por fuerzas iguales. Epaminondas distribuía equitativamente el rescate de todas las ciudades; pero todas se unieron a Esparta, dejando sola a Tebas en el conflicto. Epaminondas contaba sus victorias por sus batallas, supliendo al número con el genio, e introdujo el orden oblicuo en el ataque. En Leuctra, venció con 6400 Tebanos a 25600 Espartanos, matando al rey Cleombroto, con 1400 ciudadanos. Epaminondas fue el primero en introducir un ejército en el Peloponeso, y dio la libertad a los Mesenios: sus conciudadanos, a pesar de todo, le quitaron el mando; y él, sin irritarse, peleó como simple agregado.
Epaminondas
 
 
 
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8 de julio
       Contra la Beocia se aliaron Esparta y Atenas, pidieron socorros a Dionisio, rey de Siracusa, y al rey persa; pero Pelópidas alcanzaba nuevas victorias y procuraba difundir la libertad, hasta que murió en el acto de matar a Alejandro, tirano de Feres. Vuelto a llamar al mando, Epaminondas se dirigió nuevamente al Peloponeso, entró en Esparta, y perdió la vida en la victoria de Mantinea. Los Beocios, excitados por él, se habían portado como héroes; muerto él, volvieron ellos a caer en la abyección.
 
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27 de junio
       La Grecia, cansada de tanta guerra, aspiraba a la paz y la confió al arbitrio del rey de Persia, quien ordenó que todas las ciudades quedasen independientes. Esparta no quiso dejar libres a los Mesenios, y a fin de contrariar a la Persia, envió a Agesilao para que sostuviera a Taco, rey de Egipto. Agesilao volvió vencedor, murió y fue considerado como el Espartano más grande después de Licurgo.
 
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     Esparta y Atenas habíanse extenuado en la guerra, y solo por este motivo cesaron de batirse. Atenas era viciada por los demagogos, enemigos de toda superioridad y de todo mérito señalado. Cares, robusto de cuerpo y enérgico de palabra, llegó a constituirse jefe del ejército, con el cual proyectaba saquear a los aliados. Pero estos se sublevaron, destruyeron la flota mandada por el valeroso Cabrias, y nada podían Ifierates y Timoteo contra aquel intrigante, que los hizo condenar; mientras que Mausolo, rey de Caria, sojuzgaba a Cos y a Mileto, y los Persas imponían a Atenas una paz por la cual debían quedar libres las provincias sublevadas.




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12. -Los Macedonios. Filipo y Alejandro

     Más allá de la Grecia septentrional está situada la Macedonia, dividida en los territorios de Pieria (95), Pangeo y la Península Calcídica; sus montes principales son el Emo y el Atos; comprendía 150 ciudades, entre ellas Estagira, patria de Hiparco y de Aristóteles; Filipos, célebre por la derrota de los últimos republicanos de Roma; Tesalónica, y Pella, que fue capital después de serlo Edesa. Los golfos Termaico y Estrimonio, y los senos Torónico y Singítico, favorecían la navegación; y en Dirraquio fondeaban las naves procedentes de Italia. Los montes que hacían rígido el clima, abundaban en metales preciosos; la población pertenecía a la estirpe dórica, pero se establecieron entre ella otras colonias. De Argos vino una que dio origen a los reyes, cuyo poder se hallaba limitado por los derechos feudales de los grandes, y por lo tanto, no tenía más pompa que la de las armas. Los Persas, al invadir la Grecia, encontraron desde luego a los Macedonios, quienes les fueron tributarios, pudiendo recobrar su independencia solo a fuerza de victorias. Los molestaron luego los Tracios, que formaban el poderoso imperio de los Odrisios; como también los Atenienses, que avasallaron a las colonias de aquel litoral.
     Entonces empezaron los Macedonios a mezclarse en los negocios de los Griegos, por los cuales habían sido considerados hasta entonces como extranjeros; y entrando en participación de bienes, tan pronto con Atenas como con Esparta, adquirieron importancia, principalmente en calidad de buenos combatientes. El rey Arquelao, astuto político, cultivó el país y favoreció las artes de la Grecia, como un medio de insinuarse en ésta, después de lo cual, los reyes solicitaban ser considerados como ciudadanos de Atenas por servicios prestados, o participar en los Juegos Olímpicos como descendientes de Hércules.
     Hacemos caso omiso de lo que pasaba entre los reyes y entre estos y los grandes señores, para decir que, muerto Amintas, obtuvo la corona Alejandro, ayudado por el tebano Pelópidas, a quien dio en rehenes a su hermano Filipo. Este fue educado en su casa, con el ejemplo del gran Epaminondas. Su otro hermano Pérdicas, ayudado por los Atenienses, usurpó la corona; pero le fue disputada, y al cabo de medio siglo de guerras intestinas, la Macedonia parecía próxima a la ruina, y fue en efecto sometida a tributo por los Ilirios, combatiendo contra los cuales murió Pérdicas.
       Sabedor de esto, Filipo huye de Tebas, se abroga el gobierno, se defiende contra los pretendientes, apacigua a los enemigos y constituye un reino fuerte. Conforme a las lecciones de Epaminondas, organiza la falange, cuerpo de siete mil hombres, de diez y seis de fondo y armados de largas picas, con las cuales oponían una barrera impenetrable al enemigo; forma oportunísima contra las hordas innumerables e inertes de los Asiáticos. Pronto dilató Filipo su dominio hasta los confines de la Tracia y el lago Licnitos. Sofocó hábilmente los celos de los Atenienses y de las colonias griegas, mientras él ocupaba todas las ciudades griegas del país; utilizó las minas de oro del Pangeo; la Pitonisa le había dicho: Combate con el oro.
La falange
 
 
 
     Las discordias civiles de la Grecia le daban tentaciones de dominarla. La antigua división de los Dorios del Peloponeso, y de los Jonios del Ática y de las islas, habían concluido con la guerra del Peloponeso, por cuyo motivo luchaban aristócratas con demócratas en cada ciudad, alejando cada vez más la esperanza de la unidad nacional o de asociación civil superior a la ciudad o al pequeño Estado. Atenas había perdido sus grandes hombres, y Esparta sus severas costumbres; Tebas había caído en la nada; sobrados jóvenes se habían acostumbrado a las armas y a vender sus brazos a capitanes aventureros, que se ofrecían a quien les pagase.
     Con estos Jasón, tirano de Feres, sometió a la Tesalia, país de muchos señores dedicados a las armas, a los riesgos y a los placeres; creyó hacerse jefe de toda la Grecia, y hasta conquistar a Babilonia; pero al ser muerto él, volvió todo al desorden, por lo que los usurpadores llamaron a Filipo macedonio, quien se alegraba de intervenir como libertador. Expulsó en efecto a los tiranos; pero inventó pretextos para convertirse en señor, y redujo el país a provincia macedonia adoptando la política de Jasón. Enfrenó a la nobleza de Macedonia y de Tesalia, escogiendo entre ella una guardia que le servía de rehenes.
       Ayudole a adquirir para él y su Estado el carácter de helénicos la guerra santa de los diez años, guerra cruenta que tuvo por teatro la Fócido, tierra santificada por el templo de Delfos, y favoreciole también la condena que los Anfictiones habían pronunciado contra algunos violadores de terreno sagrado. En esta guerra, los victoriosos adquirían cuantiosas riquezas, saqueando los templos; Failo recogió cuatro mil talentos (veintiún millones de pesetas) además de seis mil en estatuas de plata, y con estas riquezas obtuvo el auxilio de los Atenienses y de los Lacedemonios; mientras que a Filipo macedonio se le unían los Tebanos, los Dorios y los Locrenses, y cuantos profesaban devoción al Dios ofendido. También trató Filipo de penetrar en la Grecia, pero en las Termópilas encontró resistencia; después de haber tomado a Olinto, celebró la fiesta de las Musas, invitando a todos los Griegos, amigos o no, e imitando sus solemnidades. Mientras los Atenienses vacilan, porque el dinero macedonio ha ganado a los jefes del pueblo, Filipo se apresura, expulsa a los Atenienses de la Eubea (96), y habiéndose abierto las Termópilas por medio del oro, invade la Fócide y concluye la guerra santa; hace decretar por los Anfictiones la demolición de las fortalezas de los Focidenses, excluyéndolos de las dos naciones helénicas coaligadas, y sustituyéndolos por los Macedonios; a los Corintios, que habían favorecido a éstos, les es quitada la presidencia de los Juegos Pitios, dándose a Filipo. Este, con disimulada política, ya fingiéndose absorbido por los vicios, ya lanzándose audazmente, confiando siempre en el dinero, corrompía cada vez mas las repúblicas griegas.
 
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     Atenas podía oponerle aún parte de la flota y dos grandes hombres, Foción y Demóstenes. Este, hábil político y estupendo orador, evocando continuamente el esplendor de pasados tiempos y confiando en el patriotismo de los suyos, aunque deplorase su depravación, hacía resonar en la tribuna las palabras de gloria, libertad y bien público. Foción, desengañado y desconfiado, servía a la patria como un médico que cura a un moribundo; hablaba poco, no conmovía al pueblo y oponía razones positivas a la elocuencia. Ambos veían las intenciones de los Macedonios y presentían que Filipo destruiría la libertad griega; Demóstenes, como otros oradores demagogos, excitaba a la guerra, si bien él era incapaz de pelear; Foción hablaba en contra, aunque había asumido cuarenta y cinco veces el cargo de capitán, y decía: Es necesario ser o los más fuertes o los amigos de los más fuertes.
       Filipo, como si no se ocupase de la Grecia, hostigó a la Tracia, a la Iliria y al Quersoneso engrandeciendo su reino hasta el Danubio y el Adriático y procurándose una excelente caballería ligera; quejándose luego de que los Atenienses habían pactado con sus enemigos, ocupó parte de la Eubea, pudiendo sitiar por hambre a Atenas. Demóstenes excitó a los Atenienses a que se armasen, y se procuró la alianza del rey de Persia. Foción rechazó a Filipo, pero éste agitaba a la Grecia con sus emisarios, entre ellos el gran orador Esquines, que contrariaba a Demóstenes. En la batalla de Queronea, Atenas y sus aliados quedaron vencidos; Demóstenes tiró el escudo y huyó. Foción, que había sido excluido del mando, calmó la desesperación general. Sin embargo Demóstenes, que aconsejaba continuamente el armamento, fue propuesto para la reedificación de las murallas de Atenas, y obtuvo una corona de oro, que le fue vivamente disputada por Esquines, en premio a los discursos más famosos de la antigüedad.
 
Demóstenes
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     Filipo pensó adquirir el mando de todos los Helenos, renovando las empresas contra la Persia y exterminando del todo a este enemigo, que con armas o intrigas molestaba a la Grecia. Pero mientras hacía los preparativos fue muerto, después de 47 años de vida y 24 de reinado.
Alejandro      A Filipo sucedió Alejandro, a quien conservó la posteridad el título de Grande, y quien al par de un semi-dios, aunque en tiempos históricos, llenó los poemas y las fábulas de la India y de nuestra Edad Media. Instruido en las ciencias por Aristóteles y en la política por su padre, leía continuamente la Ilíada, inspirándose en el heroísmo y en las empresas guerreras. Cautivó a la aristocracia macedonia, absolviéndola de los impuestos y dándole los primeros cargos en el ejército; apaciguó a los países revueltos y se lanzó luego sobre la Grecia, agitada por los enemigos comunes y por las declamaciones de los oradores. Los Anfictiones le confirmaron el mando de la Grecia y fue proclamado, en la asamblea de Corinto, jefe de la expedición contra la Persia. Dedicose efectivamente a ésta y confió a Antípatro el gobierno de los Macedonios. Celebrada la solemnidad de las Musas, y armados 32 mil soldados escogidos, bajo expertos capitanes, con 70 talentos (385 mil pesetas) y víveres para 40 días, dirigiose Alejandro, a la edad de 22 años, a la mayor empresa que hubiesen intentado los Europeos.
 
 
 
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       Al pasar por Sesto (97), honró la tumba de Aquiles, mientras su amigo Efestión prestaba honores a Patroclo. La Persia había sido corrompida por las conquistas; el ejército se componía de tropas recogidas en diversos países; los Sátrapas de lejanas regiones podían a su antojo tiranizar al país o sublevarse; vencidos y amenazados acechaban la ocasión de oprimir a los opresores. Entre revoluciones palaciegas y asesinatos, llegó a ser rey Darío Codomano, quien presentaba intenciones y capacidad para restaurar el imperio, pero sorprendiolo Alejandro. Habiendo pasado el Gránico, da éste la independencia al Asia Menor; se atrae a la Grecia mostrándose digno de mandarla; envía a Atenas los despojos de los templos y los trofeos que le habían sido quitados por los Persas, y remite a Aristóteles los libros y las curiosidades; lleva consigo a sabios, artistas e ingenieros, y dirige las marchas y las empresas obedeciendo a cálculos.
 
 
Darío
 
 
 
 
   
333      Vencido Darío en Iso (98), Alejandro tenía ya un vastísimo imperio; mas no por eso desiste de apropiarse el Alta Asia, y piensa asegurarse las provincias marítimas; destruye a Tiro, aliada natural de los reyes Persas; igual suerte reservaba a Jerusalén, pero conmoviole la majestad del gran sacerdote Jado; manda degollar a los ciudadanos de Gaza, capital de los Filisteos, subleva el Egipto y funda a Alejandría en el punto más oportuno para el comercio, entre el Mediterráneo y el Mar Rojo. Vuelto al Asia, y pasando el Éufrates y el Tigris, vence, cerca de Arbelas, al inmenso ejército de Darío, quien muere en la pelea. Babilonia, Susa y Ecbatana caen en poder de Alejandro, el cual ebrio de gloria y de vino, incendia a Persépolis; somete a la Bactriana y a la Sogdiana; funda en Yaxartes otra Alejandría y diferentes ciudades griegas, cuya oportunidad demuestra el estado floreciente que aún conservan.
 
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     Los placeres, el lujo, los festines y las mujeres empañan la gloria de Alejandro, sobre cuya generosidad disienten los historiadores. Dejábase llamar Dios y se enfurecía brutalmente contra todo el que no le reverenciase, sin exceptuar a su amigo Clito, ni al filósofo Calístenes, ni al valiente Casandro. Permitía que sus ministros oprimiesen a las provincias vencidas.
     Pensaba también llegar a la fuente de las riquezas y del comercio conquistando la India, pero entró en ella por la parte septentrional, habitada por valientes, que le opusieron viva resistencia. Sin embargo, favorecido por las discordias de los magnates, atravesó el Indo y llegó a Hidaspes; pero al aproximarse al Ifasis, los Macedonios se negaron a seguirle más allá, por cuyo motivo tuvo que volver a Hidaspes donde embarcó a la mayor parte de los suyos, a fin de que bajasen por el Indo hasta el mar.
     Aunque no conquistó la India, quedaron abiertas entre esta y Europa las comunicaciones que siempre continuaron después, merced a las ciudades y colonias que Alejandro había establecido en su camino, mientras la flota reconocía el Behat, el Elmund, el Zerrah, la costa de la embocadura del Tigris y la del Indo. En la descripción que de aquel país dieron los del séquito de Alejandro se reconoce la verdad, aunque no entendiesen una civilización y constituciones tan diferentes.
       De vuelta Alejandro por los desiertos de la Gedrovia y la Caramania, perdió el botín y los bagajes, hasta que llegó a Pura, cuando la flota de Nearco entraba en el golfo Pérsico, después de un viaje de cuatrocientas leguas.
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       Oíase en Grecia la narración de estos triunfos, comparados a los de Sesostris, Semíramis, Hércules y Baco Después de la batalla de Arbela, mandó Alejandro que todas las ciudades griegas se rigiesen por sus leyes particulares. No le faltaban adversarios y envidiosos: Esparta sublevó contra él al Peloponeso; Harpalo, gobernador de Babilonia, por no rendir cuentas, se fue a poner en revolución a Atenas; la Macedonia temía convertirse de señora en provincia, por cuanto Alejandro parecía dispuesto a hacer capital a Babilonia. Trató de igualar las clases sociales, confiriendo mandos a la gente del país, adaptándose a sus costumbres, conservando su constitución, y casando a sus Macedonios con 10000 hijas de Persia; sacaba partido de las religiones, fundaba ciudades, exploraba nuevos países, levantaba templos y edificios; encauzó el Tigris y el Eúfrates, regularizó el riego y activó el comercio. Pero quería ser obedecido, aún cuando sus mandatos eran absurdos; contraía las costumbres despóticas del Asia; abandonábase a las voluptuosidades, y murió entregado a ellas en Babilonia, a la edad en que más grandes empresas podía haber realizado. De su expedición, que cierra el ciclo poético de la Grecia representado por Homero, Platón, Aristóteles y el mismo Alejandro, se resienten aún los frutos; además de aumentar las comunicaciones entre los pueblos, activó la civilización común, que la espada de Roma favoreció juntamente con la cruz de Cristo.
 
 
 
 
 
 
 
 
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13. -Las letras, las artes y las ciencias en Grecia

     Aquel tiempo fue también el más glorioso de la Grecia por las ciencias y las artes, que la hicieron admiración y modelo insuperable de la posteridad. Después de los poetas sagrados, como Lino, Orfeo, Anfión, Oleno, Museo y los dos Eumolpos, maestros de cosas sagradas, pertenecientes aún a los tiempos fabulosos, vinieron poetas gnómicos o morales, cuyos versos cantábanse en las solemnidades y en los festines, como los Versos Áureos, atribuidos a Pitágoras, y los de Teognis (99), de Jenofonte y de Solón, que poetizaban la moral y la política, mientras que Esopo las reducía a apólogos y fábulas.
     Otros celebran las empresas de los héroes en episodios épicos, reunidos luego por Homero, que los hizo olvidar a todos. Hesíodo cantó la genealogía de los dioses (100) y los trabajos de los agricultores (101).
Poetas      Ninguno superó a estos dos, pero se refinó la forma. Estesícoro (102) fijó la distribución de la Oda en estrofas, anti-estrofas y epodos; Calino y Tirteo con sus poemas excitaron al valor; Arquíloco manejó la sátira; Terpandro cantó las bellas artes; Arión inventó el ditirambo; Alceo, Mimnerno, Alemano y Anacreonte excitaban a los goces de la pasajera vida; entre las poetisas sobresalían Safo y Corina. Quérilo de Samos (103) celebró los hechos de la guerra médica. Más grande que todos fue el tebano Píndaro, quien, con la frase concisa y el predominio de los sentimientos aristocráticos, reveló su origen dórico; cantando a los vencedores de los juegos, recuerda a los antiguos héroes de la Grecia y de la Sicilia, que amenizaban la paz con fiestas, y daban animación a los festines con alegres cantos.
Arte dramático      Parte de las fiestas de espectáculo consistía en representaciones teatrales. Los cantos y diálogos que se dedicaban a la vendimia, sacrificando el cabrito a Baco, y quizá los cantos y los coros que acompañaban a los sacrificios, dieron origen al arte dramático. Tespis fue el primero en sujetarlo a ciertas reglas; Frínico puso mujeres en escena; Esquilo rayó en lo sublime con la religión y el amor patrio, y adoptó el escenario, los trajes y la maquinaria, en armonía con un pueblo tan culto como el ateniense. En el teatro de Esquilo, el hombre presenta gigantescas proporciones, como Prometeo y Capaneo; en los Persas puso en escena los peligros y les triunfos de la Grecia, y fue constantemente grandioso en las ideas, si no siempre refinado en el estilo.
 
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495      Más talento artístico demostró Sófocles, adaptando la tragedia a la dulzura de su carácter y a la índole delicadísima de los contemporáneos de Pericles. Apenas nos quedan siete dramas de los 130 atribuidos a esta abeja ática, que reviste de dignidad a los personajes y quiere ordenar la libertad.
400      Eurípides estudió la elegancia y el efecto teatral, en detrimento de la dignidad y de la verdad; hizo mover a los hombres por impulsos menos nobles, con mezquinos artificios y con sofísticas máximas. Sin embargo, los Atenienses hicieron depositar sus obras en los archivos públicos, juntamente con las de Esquilo y Sófocles; tan grande era la importancia que se daba a las tragedias. La parte esencial de estas era el coro, que había de expresar la impresión de aquellas acciones en el pueblo, y la moralidad que de ellas había de deducirse.
       La democracia dominaba más en la comedia, que se instalaba en carros ambulantes, hasta que le dieron mejor forma Crates en Grecia, y Epicarmo en Sicilia. Referíase siempre a hechos recientes, y trataba cuestiones de actualidad. El prototipo de los autores cómicos fue Aristófanes, ateniense, quien convirtió el escenario en una verdadera tribuna, censurando a las personas, poniendo en ridículo a los demagogos, burlándose de los Dioses y de la virtud, con fáciles argucias e ingeniosas fábulas, y poniendo siempre en contraste el buen tiempo antiguo con la corrupción moderna. En las Nubes critica la educación afeminada y parlanchina que se daba a la juventud, y personifica a los sofistas que pretenden saberlo todo y enseñarlo todo, como Sócrates, innovador de la moral y del culto; de modo que por medio del ridículo ayudó a que persiguieran al gran filósofo.
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     Cohibida la libertad en el teatro, la comedia pasó de la vida política a la vida privada, y se llamó entonces comedia media, a la cual siguió la nueva, basada en las pasiones, en las intrigas y en los temas filosóficos. El autor más notable en este género fue Menandro, que creó los caracteres, trasladados más tarde por Terencio y Plauto a la escena romana. De muchos centenares de comedias antiguas, solo algunos fragmentos (104) nos quedan.
Historiadores      Puede decirse que la ciencia de la historia no empieza hasta Hecateo de Mileto, quien describe todos los países conocidos en su Periegesis; pero el primer historiador verdadero es Heródoto de Halicarnaso, quien lee sus libros al pueblo reunido en las fiestas Panatenaicas y Olímpicas. Elige por asunto unos pocos Helenos oponiéndose a millares de Persas; lucha poética entre el Oriente y el Occidente, entre la confusión y el orden, el pasado y el porvenir, expuesta con sencillez, buena fe y amor a la libertad. Viajó mucho, observando, interrogando, describiendo los pueblos y el curso de los ríos, dando por visto lo que ve, pero con poco criterio lo que oye, sin comprender bien las civilizaciones extranjeras; y quiere justificar la Providencia, mostrando el castigo de las malas obras.
 
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471      Enteramente humano es el ateniense Tucídides, quien refirió la guerra entre Atenas y Esparta, condoliéndose de las desgracias y pintando con austeridad las maldades de los hombres irremisiblemente corrompidos, sin poesía, sin halagar al vulgo, sin artificio ni escuela.
445      Desde el vigésimo año de la guerra peloponesia hasta la batalla de Mantinea, escribió Jenofonte la historia de estos mismos hechos en sus Helénicos; en la Ciropedia describió las virtudes posibles de un rey absoluto; en la Retirada demostró el mérito de la disciplina; en los Memorables expuso las doctrinas de Sócrates; y en el Económico dejó la investigación de las ventajas prácticas.
Retóricos      En las agitaciones públicas se elevó a gran altura la elocuencia, y Pericles la adoptó el primero con arte y efecto, captándose la voluntad de su auditorio. En seguida se halló gente que pretendía enseñar el arte de conmover y de persuadir en lo falso como en lo verdadero, de tal modo que la elocuencia llegó a ser un nuevo poder en la política y en las armas. Algunos retóricos presentábanse dispuestos a tratar asuntos en pro o en contra; otros empleaban todo un arte en disculpar a los reos; tal defendía la libertad, y tal otro se vendía a los enemigos de esta. Antifonte (105) de Corinto había escrito en la puerta de su despacho: Aquí se consuela a los desgraciados, porque se da ingenio al que no lo tiene. Lisias compuso 230 arengas generosas y sencillas. Isócrates perfeccionó las reglas de la elocuencia, redondeando los períodos, y empleó diez años en escribir y retocar su Panegírico. A todos ellos superó Demóstenes, quien venció con su perseverancia los defectos de su palabra y de su carácter, y combatió a los demagogos, que favorecían a los Macedonios; se manifiesta hombre de negocios; no busca artificios retóricos ni emplea frases patéticas, sino que con atrevida vehemencia y fineza de consideraciones hace pensar y raya en lo sublime.
387      Su solo y digno émulo fue Esquines, quien le disputó una corona que le destinaban sus conciudadanos; es elocuente y lógico; ambos conocieron a fondo no solo la constitución patria, sí que también las teorías generales del gobierno.
     Con estos termina el breve pero glorioso período de la elocuencia griega. Fue favorecida por una lengua riquísima, la más armoniosa de cuantas hablaban los hombres. Los cuatro dialectos en que se subdividía, eran el eólico, el dórico, el jónico y el ático, los cuales aparecen mezclados todavía en Homero. Después, cada escritor eligió (106) el que más se adaptaba a la materia sobre que escribía. Hesíodo, Alceo, Safo y Corina escribieron en eólico; en jónico Heródoto e Hipócrates; en el antiguo ático Tucídides, los trágicos y los primeros cómicos, y en el nuevo Platón; Píndaro, aún siendo eolio, prefirió el dórico, como Pitágoras y Teócrito.
Arte      Con los monumentos insuperables de la literatura, florecen los del arte griego. Este abandonó los símbolos de los orientales, para ceñirse a lo verdadero y a lo natural, añadiendo la regla y la medida a la noble sencillez. Los primeros trabajos fueron tal vez pelasgos y tuvieron algo del arte asiático, como la Diana de Éfeso, con la mitad del cuerpo envuelto en bandas, y mucho pecho; la Venus barbuda de Amatunta, el Jano de cuatro fuentes, los Titanes centímanos y el Can de tres fauces. Pero prevaleció el sentimiento estético, gracias al cual se veneraban hombres y mujeres tanto por su belleza como por su virtud, se abrían concursos, y en los juegos se presentaban desnudos haciendo alarde de sus bellas formas. La literatura era objeto de admiración; todo un pueblo aplaudía la lectura de Heródoto, y los poemas de Píndaro y Corina. Los Siracusanos perdonaron la vida a los prisioneros atenienses que supieron recitar versos de Eurípides. La religión presentaba a los dioses con la semejanza y las pasiones humanas. Si se añade a todo esto la libertad popular, se comprenderá cuánto debía engrandecerse el arte. Pronto se quiso que éste, no solo embelleciera los templos, donde estaban acumuladas las obras maestras, sino que también la ciudad, las plazas públicas y las casas. Rodas poseía tres mil estatuas; Pausanias, al describir la Grecia, se limita casi a la descripción de las estatuas; mil quinientas salieron en un año de un solo taller.
Arquitectura      En la Grecia asiática se inventaron los órdenes arquitectónicos jónico y dórico; gracioso el primero, y severo y típico el otro. La fábula de Dédalo indica que éste aprendió de los Egipcios a fabricar estatuas; a él se atribuye la invención de la sierra, del taladro, del hacha, de las velas y de la plomada. Las antiquísimas construcciones se llaman ciclópicas, como las murallas de Tirinto, la puerta de los leones de Micenas, y antes que estas la ciudad de Argos, 170 años después de Abraham. Las obras pelásgicas son notables por el volumen de los materiales. Célebres escuelas hubo en Egina, en Sicione y Corinto, donde fue inventado el orden corintio, el más elegante y hermoso. Ninguno de los grandiosos monumentos descritos por los antiguos, nos queda entero; muchos fragmentos fueron transportados, ya por los Romanos en la antigüedad, ya por los cruzados, más tarde, ya por los venecianos y por los sabios modernos de todos los países, que adornaron con ellos los museos de Mónaco, Londres, París e Italia.
     La arquitectura no operaba solo en honor de la divinidad; en Atenas embellecía el Pritaneo, donde se custodiaban las leyes de Solón; el pórtico Pécilo, donde se conservaba la memoria de los héroes de la guerra Médica; el Pnix, lugar de las asambleas populares; los teatros, uno de los cuales tenía la forma de la tienda de Darío, y había sido construido con las antenas quitadas a los navíos persas. Los grandes artistas, aunque se sujetaban al orden, usaban de libertad, por lo cual no se encontraban dos edificios enteramente iguales, ni dos estatuas de idénticas proporciones. Estas eran a menudo pintadas de varios colores, y los arquitectos describían sus propios edificios.
Escultura      La escultura es dividida en cuatro épocas. Hasta Fidias, tiene todavía algo de oriental, como en algunas imágenes sagradas, el arca de Cipselo, hecha de cedro, con figuras de marfil y de oro, las efigies de madera dedicadas a los vencedores de los juegos Olímpicos, y los bajo-relieves de Egina.
     Fidias, Policleto, Escopas (107), Alcámenes y Mirón copian la naturaleza, embelleciéndola con libertades que parecen durezas al vulgo.
n. 478      Famoso es el Júpiter Olímpico de Fidias, en oro y marfil, sentado en un trono con corona de olivo, y teniendo por adornos estatuas menores y bajo-relieves. Los poetas cantaban que Fidias había estado en el cielo para ver realmente la majestad de aquel Dios. El Doríforo de Alcámenes sirvió de norma para las proporciones. Mirón trabajó principalmente en bronce, y fue muy ponderada una ternera debida a su cincel, a la cual acudían los becerrillos.
n. 360      Praxíteles empezó la tercera época que puede llamarse del género gracioso a que pertenecen la Venus de Cnido y muchísimas obras que causaron la admiración de los Atenienses.
Pintura      La pintura procede del Egipto o de Corinto, se limitó en un principio a los contornos de un solo color, y llegó a gran altura en los tiempos de Pericles. Paneno, hermano de Fidias, juntamente con Polignoto y Micón, se valieron de ella como coadjutora de la historia, para inmortalizar los hechos patrios. Timantes fue célebre por su invención. Parrasio disputó la primacía a Zeuxis, quien escribió al pie de su Atleta: «Serás criticado, pero no igualado.» Apeles llevó a un grado sublime la gracia, que es flor de la belleza. Por él solo quiso ser retratado Carlo Magno (108), como no quiso que nadie esculpiese su busto más que Lisipo, ni lo grabase en piedras preciosas más que Pirgóteles. Lisipo estudió atentamente la anatomía, y fundió seiscientas obras en bronce, de las cuales ninguna ha llegado a nuestros días. Cares de Lindo fue el autor del Coloso de Rodas. El grupo del Laoconte, tan admirado, es ya indicio de la decadencia por los efectos rebuscados, como el grupo del Toro farnesio, que causa más asombro que satisfacción.
 
 
n. 420
 
n. 430
 
Música      En la música, los Griegos inventaron los tres estilos: el dórico majestuoso, el alegre jónico y el patético eolio; tomaron de los Frigios el de las ceremonias religiosas, y de los Lidios el de la tristeza. Atribúyese a Pitágoras la invención de las proporciones musicales y la manera de determinar la gravedad de los sonidos, mediante la mayor o menor rapidez de las vibraciones. Aristóxenes, discípulo de Aristóteles, sustituyó el método de cálculo riguroso por uno empírico, en mayor relación con la organización humana y con el sentimiento. Pero la música no fue considerada más que como una acentuación de la poesía, y es probable que los instrumentos se hacían oír raras veces entre las declamaciones del cantor. Dícese que Terpandro inventó las notas, marcando los sonidos con letras del alfabeto. Gran importancia daban los Griegos a la música, no solo como parte considerable de la educación, sino que también como arte nacional.




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14. -Filosofía griega

     Los Indios tenían una filosofía teórica, de la cual y de la egipcia tomó origen la de los Griegos, adquiriendo originalidad y reglas, con la libertad y la duda, la oposición, la vida y los caracteres de la ciencia europea. Orfeo, Museo, Homero y Hesíodo expresaban ya en verso las concepciones cosmogónicas y los misterios, dándoles una moral civil independiente de la religión. Aquí también la variedad de estirpes introdujo la diversidad de doctrinas: mientras eran conservadores los Dorios, eran muy republicanos y sensuales los Jonios, quienes atendían más a los fenómenos naturales que a la moral, y aplicaban la experiencia y la reflexión a la materia de las sensaciones.
n. 639      Tales de Mileto buscó el origen del mundo en el agua y en el espíritu motor, sustituyendo las opiniones con el examen. Heráclito estableció el fuego como principio universal; Anaxímenes el aire; Euclides la combinación de los cuatro elementos; Anaximandro el infinito; y todos consideraban como causa de la forma una fuerza inherente a la materia, cuya fuerza era Dios, esparcido por el universo y a menudo identificado con éste.
Pitágoras      Pitágoras, autor de la escuela itálica, es más bien una entidad mítica, sobre la cual se acumulan las invenciones más extrañas y las doctrinas más diversas. Parece que nació en Samos, viajó por el Oriente, y fundó una escuela en Cretona, perfeccionando los sentimientos religiosos y morales. Partía del principio de que la idea es la única que hace posible la ciencia. Su escuela tomaba origen, no en la materia, sino en Dios, y quería sustituir poco a poco las vulgares opiniones por ideas elevadas. Atribuíase en el fondo un fin político; predicaba la equidad, que es una armonía entre las acciones del hombre y el universo, y preconizaba la fuerza de asociación. En su escuela, no se llegaba a lo sublime de la ciencia, sino después de largas pruebas y grandes privaciones, encaminadas a vigorizar el cuerpo y acostumbrar el alma a la meditación; estaba en uso la comunidad de bienes; cumplíase fielmente la palabra empeñada; se socorría al que experimentaba vicisitudes de fortuna; la amistad era tan apasionada como la de Damón y Pitias, y se odiaba a la tiranía.
 
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441      Ilustraron aquella insigne historia itálica Empédocles de Agrigento, y Alcmeón, crotoniata. Chilón, famoso por sus riquezas, solicitó entrar en aquella sociedad y fue desechada su pretensión; por lo cual suscitó una persecución, donde fueron muertos o dispersados los de la escuela de Pitágoras.
Eleáticos      Sobre la escuela pitagórica se fundó la de Elea, ciudad italiana, que fue enteramente dialéctica; descuidaba lo sensible por lo supersensible, declaró puros fenómenos las cosas, e identificó la naturaleza con Dios; Jenófanes sentó el principio de que de la nada, nada se hace, que todo era una sola cosa, inmutable y eterna, que el mundo era Dios, y que la humanidad no podía hacer más que conjeturar. Parménides y Zenón precisaron aún más el idealismo. Leusipo proclamó los átomos elementos de la realidad. Esta infinita pluralidad fue sostenida por Heráclito, el llorón, con el cual contrastaba Demócrito el burlón, suponiendo a la naturaleza regulada por la necesidad. No habiendo más que átomos en el mundo, desaparece toda noción absoluta de lo justo y de lo santo.
Sofistas      Con la reflexión sobre la naturaleza del pensamiento y de la instrucción, se dejó sentir la necesidad de la lógica, y a ésta acudieron principalmente los Sofistas, que la encaminaron en demasía a suprimir toda diferencia entre el error y la verdad. Gorgias de Leontio sostuvo que no existía nada real, y que, aunque existiera, era imposible conocerlo. Protágoras de Abdera decía que las cosas solo subsistían cuando las discernía el hombre; otros negaban toda diferencia entre el bien y el mal; y no faltaba quien afirmase que el único derecho era el del más fuerte. A éstos se opuso Sócrates, quien quiso volver a encaminar la filosofía hacia un objeto alto y práctico, y consolidar las ideas de lo bello, de lo justo, de lo bueno y de lo noble, apelando al sentido moral. Decía que un demonio le sugería lo que había de decir; pero no afirmaba cosa alguna, confesando que lo único que sabía, era que no sabía nada. No quiso con esto profesar el escepticismo, sino oponerse a la arrogancia de los Sofistas, que hacían alarde de saberlo todo y enseñarlo todo, mientras que él no enseñaba ninguna ciencia, sino el buen sentido; según él, la filosofía, la virtud, la felicidad, consistían en la posesión de la verdad. Tendía, pues, a un movimiento general científico, más bien que al parcial de algún ramo de la filosofía, al libre arbitrio sin limitarse a ningún sistema. Por lo mismo, algunos de sus discípulos se dedicaron por completo a la moral, como Jenofonte, Cebes, Critón, Esquines y Simón; otros a la ciencia, como Antístenes, fundador de la escuela cínica; Aristipo, fundador de la escuela cirenaica, y Pirrón de la escéptica; otros, en fin, como Euclides, Fedón y Menedemo, se dedicaron a las teorías. Platón abrazó por completo el pensamiento de Sócrates.
 
 
Sócrates
 
 
 
 
     Los Cínicos basaban la virtud en la abstinencia, despreciando las conveniencias sociales; de esto se originaron las exageraciones de Crates y Diógenes.
     Los Cirenaicos, por el contrario, fundaban la virtud en la armónica satisfacción de todas las inclinaciones, para obtener la mayor felicidad posible.
     Pirrón defendió la inutilidad y hasta la imposibilidad de la ciencia. La escuela fundada en Mégara por Euclides, consideró el ser absoluto como absoluto bien.
Platón      Platón de Egina adquirió el mayor renombre; inclinándose como Sócrates a la parte moral, comprendió la importancia de la filosofía especulativa, la cual investiga lo supersensible, y distingue claramente las facultades del saber, del sentir y del querer. Se aplicó también a la política, ciencia que une a los hombres en sociedad bajo la vigilancia de la moral, como lo expuso en las Gorgias, en las Leyes y en la República, proclamando siempre una justicia superior y eterna. Se valió principalmente del diálogo; se aprovechó de las tradiciones buscando lo que en el fondo tenían de verdad, y se opuso a las tradiciones vulgares; rico en arte y poesía, con tropos, fábulas e incomparable armonía, rayó a gran altura.
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Aristóteles      Aristóteles de Estagira fue discípulo y antagonista de Platón. Su discípulo Alejandro le proporcionó inmensos medios de estudio, en virtud de lo cual escribió sobre cuanto se puede saber. Admitió que nada está en la inteligencia sin haber estado antes en el sentimiento; y sentó que la naturaleza no se puede concebir sino por la experiencia; pero aceptaba la necesidad de alguna idea absoluta, y no se sabe de cierto si combinó el idealismo con el sensualismo. Convierte la ley moral, cuyo último fin es la felicidad, en fundamento de la ética. Distinguió las virtudes intelectuales y las morales; y solo admitió como moralmente buena la vida social.
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       Platón había sido un genio iniciador; Aristóteles fue ordenador, y siendo enciclopédico tuvo inmensa eficacia sobre el porvenir. Estos dos quedaron como jefes de las dos grandes corrientes del estudio del pensamiento, y hasta hoy se clasifican los filósofos en aristotélicos y platónicos. Uno y otro tenían más en cuenta la sociedad que el hombre; por cuyo motivo, el bien social constituya la medida de la moralidad, vacilando el hombre entre el instinto del placer y la ley del deber. Epicuro y Zenón quisieron desterrar aquella vacilación; el primero buscando la felicidad en los goces, moderados por la prudencia, y sin temor a los dioses ni esperanza de póstuma recompensa; y queriendo el otro la perfección humana, creyendo que el hombre puede alcanzarla por sus propias fuerzas, absteniéndose y sosteniéndose, y permanecer insensible a los padecimientos. Los Epicúreos (109) sirvieron para destruir muchas supersticiones; los Estoicos, despreciadores e inhumanos, resistieron a la corrupción y al despotismo.
 
 
 
 
Estoicos
Epicúreos
 
Nueva academia      En estas cuatro escuelas: la académica, la peripatética, la epicúrea y la estoica, desarrollábase la filosofía griega, prevaleciendo la platónica, a la cual dio nueva forma Arcesilao, quien la llevó al escepticismo, encerrándose en lo probable y en lo verosímil. La desarrolló Carnéades, que sostenía el pro y el contra, haciendo a lo justo y lo injusto sinónimos de útil y perjudicial.




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15. -Ciencias griegas

     Los Griegos cultivaron las ciencias positivas. La medicina fue reducida de su primer empirismo a verdadera ciencia, y tuvo por jefe a Esculapio, contemporáneo des los Argonautas, y divinizado en templos colocados en parajes saludables, cerca de las fuentes y de las oráculos, servidos por los Asclepiades. Atribúyense a Pitágoras muchos conocimientos fisiológicos y una doctrina higiénica.
   
       Los Pitagóricos, después haberse desparramado, fueron curando enfermos por todas partes, y publicando métodos y recetas que convertían en misterios los Asclepíades. De éstos salió Hipócrates, quien fue el primero que examinó la medicina bajo su verdadero aspecto, estudió los fenómenos y describió atentamente las enfermedades, apreciando sobre todo la higiene. Sus obras nos han llegado mutiladas y alteradas, pero no hay duda que excitó el espíritu de observación, que ha subsistido siempre.
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     Las matemáticas estaban adelantadas. Si Pitágoras conoció la estabilidad del sol, Leucipo la rotación de la tierra, y Empédocles la atracción, Platón sentó la demostración de las revoluciones celestes por un movimiento circular uniforme. Los Pitagóricos unieron la física a las matemáticas; se atribuyen muchos teoremas geométricos a Pitágoras y a Tales, y a Anaximandro los mapas geográficos. Platón fijó la atención no solo en las circunferencias, sino que también en las secciones cónicas. Los Elementos de Euclides gozan aún de gran reputación.
     Aristóteles fue verdadero enciclopédico, quien coordinó las conexiones en un método no rechazado aún por la posteridad. Conoció todos los libros de sus predecesores y se aprovechó de ellos, como también de las rarezas que le remitió Alejandro. En la Retórica redujo la elocuencia a una metódica aplicación de las observaciones sobre el corazón humano, y a nociones precisas sobre lo justo y lo bueno. La Poética nos llegó mutilada y confusa, ocupándose casi sólo de la dramática. Demostró cuán útiles eran a todo hombre de Estado las matemáticas aplicadas; y maravillaban sus grandes conocimientos sobre la óptica, la estática y la mecánica. A la historia natural, ampliada por los viajes y las conquistas de su tiempo, poco o nada supieron añadir los Árabes y los sabios de la Edad Media; y Buffon consideró la historia de los animales de Aristóteles como la mejor en su género. La anatomía comparada puede decirse que fue creación suya. En los Admirables y en los Problemas, cometió muchos errores, pero intentó y llegó tal vez a sentar atrevidas verdades, hasta concebir la unidad de la composición orgánica.
     De este modo, la filosofía era trasladada del cielo a la tierra; y la ciencia, que salió de los santuarios para entrar a discutir en las escuelas, marchaba libremente a pasos agigantados. Sobresalían los artistas más perfectos y los más grandes literatos. Inventáronse las teorías de las bellas artes. Hiciéronse, extendiéronse o aplicáronse importantes descubrimientos. Desarrolláronse los conocimientos del hombre interno, más que los del cuerpo y de la naturaleza. Eleváronse, en fin, a maravillosa altura la inteligencia y la razón.
     Los progresos no permanecían ya aislados, puesto que los Macedonios y los Romanos, mediante las guerras, los propagaban por los pueblos, haciendo desaparecer la absoluta diversidad de las formas políticas.


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16. -Los sucesores de Alejandro

     La Grecia había creído que era para ella causa de debilidad el hallarse dividida en tantos Estados, y que para vencer definitivamente a los Persas, era necesaria la unidad. Por esto se coaligó con los Macedonios; pero veremos como, por el contrario, esta unión facilitó su esclavitud. Alejandro pudo decir con verdad: «Dejo el cetro al más fuerte.» Inmediatamente acudieron en tropel sus generales. Pérdicas (110), amigo suyo, parecía destinado a sucederle, hasta que Roxana (111) pariese un heredero. Otros propusieron una Regencia. Y la falange proclamó regente a Arideo, hermano bastardo de Alejandro. Pero los generales pensaban exterminar la familia de Aridea, compuesta de ambiciosos e intrigantes.
     Pérdicas: se hizo fuerte por el temor, y repartió los Estados del modo siguiente: dio a Tolomeo el Egipto; a Leonardo la Misia; a Antípatro y a Cratero las posesiones de Europa; a Antígono la Frigia, la Licia (112) y la Panfilia; a Lisímaco la Tracia; a Eumenes la Capadocia y la Paflagonia; y a Pitón la Media. Pérdicas, en apariencia, no se guardaba nada para sí, pero quedose con el ejército y la regencia del niño Alejandro. Los celos de los capitanes destruyeron pronto la grandiosa obra de Alejandro.
   
       Los Griegos se quejaban ya de las lejanas expediciones, donde se vertía su sangre; así fue que, a la muerte de Alejandro, se sublevaron en Asia, y replegándose querían volver a su país; pero los sometió Pérdicas, quien redobló su despotismo. En Europa, los Atenienses y los Etolios se sublevaron contra Antípatro, e incitados también por Hipérides (113) y Demóstenes, expulsaron a las guarniciones. Pero las antiguas virtudes habían decaído, al influjo de la corrupción introducida por los Macedonios y por los sofistas. La flota, terror de los Persas, hacía a menudo piraterías; la expedición de Alejandro había destruido el comercio del Pireo; ya no se iba a las escuelas de Atenas, sino que se acudía a las de Rodas y de Alejandría: los artistas ya no servían al pueblo, sino a los reyes, y más que la elocuencia y la poesía se cultivaban la música y el baile; las armas eran entregadas a soldados extranjeros; la guerra, la adulación y los donativos habían improvisado muchas fortunas, y los ricos querían gozar de ellas. En vano trataba Demóstenes de hacer revivir la antigua concordia; sus esfuerzos se estrellaron contra grandes disentimientos, y la guerra de Lamia desorganizó al país. Las caballerosas ciudades de la Tesalia sucumbieron una en pos de otra bajo el dominio de la Macedonia. Los Atenienses solicitaron de Antípatro la formación de un convenio y éste consintió en la paz con la condición de que una guarnición suya ocupase el país sometido, se entregase a Hipérides y a Demóstenes, que fueron muertos, y se dejase trasladar a los ciudadanos pobres, a fin de que el arbitrio quedase a favor de los ricos.
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Guerra lámica (114)
 
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     Eumenes, secretario de Filipo y luego general de Alejandro, puso su habilidad y su valor al servicio de Pérdicas, tutor de Alejandro Ego, hijo póstumo del grande, quien siendo dueño de cuanto se halla comprendido entre el Egipto y el mar, excitó el celo de Tolomeo y Antípatro, hasta que fue muerto a traición.
321      Eumenes levantose en armas para vengarlo; pero los últimos generales de Alejandro se aliaron contra él, y excluyéndole, hicieron un nuevo reparto del grande imperio. Diose a Poro y a Tásilo la India; a Tolomeo el Egipto; a Pitón el Candaar; a Antígono la Frigia y el mando del ejército que había atacado a Eumenes, que adquirió en la resistencia la reputación de gran capitán. Combatiolo Antígono, que pensaba excluir del todo a la familia real; pero Eumenes, el mejor sostén de esta, penetró en el alta Asia, y se alió con los sátrapas rebeldes, hasta que, alcanzado por Antígono, fue condenado a muerte.
313      Las querellas y los delitos continuaron en la familia de Alejandro; Polispercón había obtenido el cargo de tutor de Alejandro, y se amistó con Olimpia, madre del Magno, la cual, después de haber dado muerte a muchos, fue muerta a su vez. Polispercón aspiraba al poder con el título de protector de Alejandro póstumo y favorecía a la aristocracia griega; pero prevalecieron en Atenas los demócratas, quienes quitaron a Foción el mando que ejercía por la 45ª vez, y lo condenaron a muerte por unanimidad; poco después le levantaron una estatua. La oligarquía fue muy pronto restablecida en Atenas, siendo jefe un epimeleto por tiempo indeterminado, cargo que recayó en la persona de Demetrio Falereo, quien lo conservó durante diez años, procurando el bien del país.
 
 
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313      Habiéndose librado de los émulos, en el Asia, y sostenido por el hijo de Demetrio Poliorcetes, Antígono se apoderó de los tesoros de Susa, invadió a Tiro, sorprendió a Petra en la Arabia, y quitó mucho betún del lago Asfáltico. Atacó vanamente al Egipto, por cuyo motivo pensó cerrar todos los puertos a las naves egipcias. Contra él se habían aliado Seleuco, Tolomeo, Lisímaco y Casandro.
   
       Sirvió de pretexto para una nueva guerra el querer devolver la libertad a la Grecia, que la había perdido hacía ya mucho tiempo, como también a la Beocia, a la Lócride y a la Elida. Tal empresa asumió Demetrio Poliorcetes, a quien creyeron y aplaudieron los Griegos, principalmente Atenas, esclava de las mujeres hermosas y de intrigantes como Demetrio Falereo, quien era todo lisonja y sofistería; aspiraba a hacerse notable favoreciendo vulgares instintos, y tuvo en calma a la ciudad durante 10 años, hasta que fue suplantado por Poliorcetes, que halagó al pueblo con donativos y espectáculos. Este continuó combatiendo a la aristocracia; pero tuvo que acudir contra Tolomeo de Egipto, que había sojuzgado a Chipre y quedó vencido en el combate naval más sangriento que la antigüedad recuerda, batiéndose Demetrio con 180 navíos, y con 150 Tolomeo, sin contar los buques de carga. Antígono fue luego proclamado rey, título reservado hasta entonces a los descendientes de Alejandro, y adoptado luego por Demetrio, Seleuco, Tolomeo y Lisímaco.
 
Demetrio Falereo (115)
Demetrio Poliorcetes
 
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     Sobresalía por su comercio la isla de Rodas, que merced a los productos de sus aduanas, adornábase con espléndidos edificios, favorecía las ciencias y las artes, y ejercía con el tráfico una actividad política encaminada a estar en paz con todo el mundo. Pero habiéndose negado a armarse, ni a favor de Tolomeo ni a favor de Antígono, éste mandó a Demetrio que la atacara con 200 navíos; la isla puso una tenaz resistencia y obtuvo convenios.
       Demetrio debía correr a Grecia, a salvar a los Estados aún libres, contra Casandro y Polispercón; fue recibido como libertador en Atenas, donde se tributaban honores divinos, a él, a su padre y a sus meretrices. Tanto había decaído la ciudad, que castigó a su embajador por haber rendido homenajes orientales al rey de Persia. Demetrio dio pábulo a la corrupción; y los historiadores, o mejor dicho los cronistas, se ocupaban, no ya de los grandes hechos, sino de las pequeñeces de los cortesanos y de su jefe. Pero alternaba todo esto con victorias por él alcanzadas, de modo que su padre pidió que fuese reconocido como único heredero de Alejandro, reduciendo a vasallos a todos los demás; pero estos se juntaron, levantándose en armas contra Antígono, a quien derrotaron y mataron cerca de Ipso en la Frigia.
 
 
 
 
 
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     Lisímaco y Seleuco, que fueron los vencedores, dividiéronse el imperio, quedándose el primero con el Asia hasta el Tauro, y el segundo con lo restante hasta el Indo. Tolomeo adquirió la Cele-Siria; Tiro y Sidón quedáronse a favor de Demetrio, quien fue rechazado de aquella Atenas que tanto le había querido antes, y quien conquistó a la Macedonia, desorganizada por los delitos de los hijos de Casandro. Pero su fasto disgustaba a los generosos Macedonios, los cuales favorecían a Pirro, romántico rey del Epiro, quien habiendo obtenido también el trono de la Macedonia, mostrose digno de suceder al Magno, mayormente después de la muerte de Demetrio Poliorcetes. Irritaba a los Macedonios el ser reducidos a provincia del Epiro, ellos que habían sido antes dominadores del mundo, y rechazaron a Pirro.
     Entonces la monarquía macedonia fue otra vez dividida en tres: la Siria bajo los Seléucidas (116); el Egipto con los Tolomeos, y la Macedonia; y además los reinos de Capadocia, Ponto, Armenia, Galacia, Pérgamo, Partia y los lejanos imperios de la India y de la Bactriana. Faltaba una robusta voluntad para dirigirlos a todos; cruzábanse perpetuas ambiciones soldadescas; fundábanse nuevas ciudades; difundíase entre los pueblos orientales la civilización, la elocuencia y las leyes griegas, mientras que el lujo, las doctrinas y las supersticiones asiáticas bajaban a Europa, debilitando el sentimiento de la nacionalidad, a favor del poderoso extranjero que fuese a atacarlos, como hicieron los Romanos.




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17. -Los Seleucos en Siria

Era de los Seléucidas      Seleuco, el mayor de los sucesores de Alejandro, fundó en Babilonia una nueva dinastía, que se mantuvo hasta el tiempo de los Romanos. Dominaba entre el Indo, el Éufrates y el Oxo; penetró hasta el Bengala, aliándose con Sandrocoto, que tenía allí uno de los imperios más vastos y armaba 600 mil combatientes. Él fue quien reanudó el comercio con la India, nunca más interrumpido desde entonces. Seleucia, fundada a orillas del Tigris, y Antioquía, sobre el Oronte, llegaron a ser reinas del Oriente, y Seleuco mantuvo diez y ocho años de paz y de gran prosperidad que concluyeron con él. Su hijo Antíoco fue vencido y muerto por los Galos, que habían invadido la Macedonia y la Tracia, siendo rechazados por Antíoco Sóter (117), que habían ocupado el país llamado Galacia, y vendido su brazo a quien quisiese pagarlo; vencedores o vencidos, eran siempre formidables.
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260      Atioco Dios (118) [sic] dejó decaer el reino de Siria entre intrigas de mujeres; varias provincias se desprendieron de él; Teodoto, gobernador de la Macedonia, constituyó el reino de la Bactriana, rica de 1000 ciudades, que se extendió tal vez hasta las orillas del Ganges y los confines de la China.
Los Partos      Los Partos, terribles jinetes, se derivaban, al parecer, del país de los Escitas, o del de los Turcos. Establecidos en las cercanías del Caspio, hacían sus correrías por la Persia oriental; extendiéndose a despecho de la Siria, sometían fácilmente a los países, corrompidos por la lascivia y las crueldades; Tirídates, su rey, coaligado con el de Bactriana, venció a Seleuco II y lo tuvo diez años prisionero.
258      Antíoco el Grande pudo domar a los Sátrapas rebeldes, y después de largas guerras restableció la dominación de los Seléucidas en el Alta Asia, y pensaba quitar el Egipto a los Tolomeos, pero encontrose con los Romanos, como veremos más tarde.




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18. -Tolomeos en Egipto

Egipto      Los Lágidas habían hecho soportar en Egipto su dominación, merced a su tolerancia y a la prosperidad comercial que proporcionaron al país; Alejandría adquirió suma importancia. Tolomeo de Lago (119) fue el único capitán de Alejandro que supo resistir a la tentación de la conquista; se reconcilió con los vencidos, aunque solo confería la magistratura a los Griegos y a los Macedonios; creó una flota y un ejército y se aseguró la Fenicia y la Cele-Siria, que lo abastecían de madera de construcción; sojuzgó igualmente a Jerusalén y a Chipre, y a la africana Cirene. Las riquezas del Egipto, grandes ya, se acrecentaron con aquellas excursiones al Asia. Las fiestas eran solemnísimas; muy activo el comercio, en pro del cual abrió Antíoco nuevos puertos en Berenice y en Miosormos, sobre el Golfo Arábigo, y un camino de Berenice al Nilo. Los edificios de Alejandría rivalizan con los antiguos de Ramesa y Sesostris, principalmente el Faro, que figura entre las siete maravillas, y el Museo, grande establecimiento de enseñanza donde se congregaban los sabios más ilustres, y que disputaba la primacía a Atenas. Famosa era la Biblioteca, incendiada luego bajo Julio César, como incendiaron los Sarracenos la de Serapeón. Aquellos grandes sabios no sirvieron más que por su erudición y su crítica, ni hicieron ningún trabajo insigne, pero tuvieron el mérito de conservar para las futuras generaciones las obras maestras antiguas y comentarlas cuando la persistencia de las costumbres las hacían aún inteligibles.
Tolomeo Sóter (120)
 
 
 
Alejandría
 
 
 
     Tolomeo Sóter, que se asoció luego con Tolomeo Filadelfo, conservó larguísima paz, embellecida por suntuosas fiestas y procesiones en todos los pueblos sometidos, y por variadas riquezas del suelo. Tolomeo Filadelfo estuvo en continua discordia con sus hermanos, y tuvo una corte muy fastuosa, que corrompió las costumbres.
       Tolomeo III pensó conquistar la Siria y la Bactriana, de donde importó 2500 simulacros que Darío había tomado al Egipto, por lo cual obtuvo el título de Euerguetes (121) (bienhechor), y concluyó la paz con Seleuco, a quien cedió los países conquistados. Su mujer Berenice había prometido que si él volvía vencedor, entregaría sus cabellos al templo de Chipre; cumplió el voto, pero pronto desapareció su cabellera, y el astrónomo Conón aseguró haberla reconocido en el firmamento. Fiestas, sabios y poetas celebraron desde entonces la cabellera de Berenice.
 
Cabellos de Berenice
 
 
     Aunque gobernado por tres grandes reyes, el Egipto decaía, y más aún bajo Tolomeo Filopátor, quien, con ser tan espléndido y tan protector de las artes, que consagró un templo a Homero, se encenagó (122) en libidinosas costumbres y en la tiranía, llegando al extremo de hacerse reo de parricidio y fratricidio. La tutela de su quinto hijo Tolomeo Epífanes dio lugar a discordias y a guerra, hasta que fue fatalmente confiada a los Romanos.


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19. -La Grecia bajo los Macedonios. Las ligas

     Aunque la Grecia y la Macedonia formasen un Estado más pequeño, eran consideradas como el corazón de la desmembrada monarquía de Alejandro, hasta que fue destruida toda la familia de éste. Entonces los monarcas tuvieron que luchar contra los grandes señores de la Macedonia, mientras que la Grecia, aunque caída en la esclavitud, siempre le comunicaba algún brillo de su antiguo esplendor.
382      Lisímaco asegurose el reino de la Macedonia, al cual unió la Tesalia y por algún tiempo el Asia Anterior, y venció a los valientes Tracios. Muerto en la batalla en Ciropedión, le sucedió Seleuco; pero Tolomeo Cerauno le quitó el trono y la vida. Entonces los Galos devastaron el país y la Grecia; aunque al fin perecieron casi todos.
       Antígono Gónatas, hijo de Demetrio Poliorcetes, restablecía la Macedonia, cuando Pirro, rey del Epiro, de regreso de una expedición a Italia, lo desposeyó. Pirro se parece a los guerrilleros de nuestra Edad Media, puesto que entonces se formaban partidas de soldados, comprados entre los mercenarios o entre los Galos; por lo que los Estados andaban siempre revueltos, y solo aspiraban a reunir dinero para comprar soldados; había mercados especiales de gentes de armas, a quienes se confiaba el arte de la guerra, de las máquinas y de las galeras. Pirro sitió a Esparta, pero fue rechazado, y en la toma de Argos, murió de una pedrada que le tiró una mujer. Concluida la estirpe de los Eacidas, el Epiro se gobernó democráticamente, hasta que cayó bajo el yugo romano.
 
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Liga Aquea      Antígono Gónatas asegurose el trono macedónico y pensó subyugar a toda la Grecia; pero despertose el antiguo patriotismo griego, dando lugar a la Liga Aquea. Tima, Patra y Faro, al grito de libertad, se coaligaron, agregándose luego otras ciudades, con cuyo apoyo lograron rechazar a los tiranos, y concluyeron por solidificar un pacto federal, con la igualdad política de todos los confederados, conservando empero cada ciudad en gobierno propio, con leyes comunes, pesos y mondas iguales, y congresos generales dos veces al año, primero en Egío y luego en Corinto. Redobladas así las fuerzas con la unión, el más insignificante de los pueblos griegos prevaleció sobre la tiránica Esparta, la demagógica Argos y la locuaz Atenas, y recogió el último suspiro de la libertad.
Arato      Juntáronse otras ciudades, entre ellas Sición (123), patria de Arato (124), quien le aseguró la libertad, gracias al auxilio de los Aqueos, y fue el alma de aquella liga; fue generalísimo a los 26 años, y pudo agregar a la liga a Corinto, Mégara, Trezenas, Epidauro, la Élide, todo el Peloponeso, exceptuando a Esparta, y por último Atenas.
Liga etolia      Otra liga opusieron a ésta los Etolios, hermanándose con los de la Lócride, de la Fócida, de la Tesalia meridional, de la Acarnania meridional y de muchas islas. Etolios y los federados tenían iguales derechos; se reunían en el Panetolio de Termo, donde se elegía a un estratégico que proponía sin deliberar, y ejecutaba. Solo entre los Griegos tenían una fuerza nacional.
       Con ellos se alió Antígono Gónatas (125), para deprimir a los Aqueos, pero bajo su hijo Demetrio, unos y otros se coaligaron. A los Aqueos se opuso Esparta, la cual, demasiado degenerada por las austeridades de Licurgo, y falta de elementos reformadores, conservaba las formas antiguas con los peores vicios modernos. Gemían los buenos, los que no veían esperanza alguna más que en volver a la primitiva constitución, vigorizando al rey para debilitar a los éforos, y aliviará los pobres con leyes agrarias y la abolición de las deudas. Así pensaba regenerar a la patria el rey Agis III (126). Vestía y comía a lo antiguo, y seguíale la juventud; igualmente pensaba realizar la comunidad de bienes y la quema de los recibos. Logró su intento al principio, pero engañado luego por los malvados, fue procesado y muerto.
 
 
 
Agis
 
 
       Su esposa Agiátides, obligada a casarse con Cleomenes (127), rival de su marido, no tomó más venganza que la de transformarlo en un héroe, el cual pensó realizar los designios de Agis con más madurez. Vencido Arato, que lo amenazaba al frente de los Aqueos, rechazó a los oligarcas y obligó a repartir los terrenos; con sus ejemplo fomentó la práctica austeridad. Pero Arato excitó contra él a Antígono Dosón, quien a pesar de todo el valor que desplegó, fue derrotado, y habiéndose refugiado en Egipto, le sorprendió la muerte. Esparta fue decayendo cada vez más hasta que un Nabi cambió la constitución y quitó la libertad.
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     Filipo III, valeroso y elocuente, se portó muy bien en la guerra suscitada entre las dos ligas Aquea y Etolia; de modo que la Macedonia adquirió nuevamente el predominio del mar. Preparábase también contra él una trama en Italia, hacia la cual debían converger todas las miradas.

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