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178.- Rusia y Capchak

       El sistema de sucesión, introducido por Vladimiro el Grande, subdividía el imperio ruso en muchísimos principados, apenas dependientes del gran príncipe de Kiev, y en guerra unos con otros. Sviatopolk II intentó remediar el mal, mediante un congreso periódico, donde se ventilaban los negocios comunes; pero hasta la religión estaba al arbitrio de los grandes príncipes, que elegían o deponían a su antojo a los metropolitanos.
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       La división impidió que la Rusia pudiese resistir a los Mogoles; y Batú, que había acampado en las inmediaciones del Volga, derrotó al gran príncipe Jaroslaf II, cerca de Moscú (360), destruyó a Kiev e invadió la Siberia. Solo la Rusia Roja (Galitzia y Lodomiria) conservó su gobierno propio bajo el mando de Daniel Romanowitz. Alejandro, príncipe de Novogorod, vencedor de los Teutónicos y de los Suecos, fue nombrado por Batú gran príncipe de Wladimiria, y a su muerte fue proclamado santo. Había obtenido de Batú el arrendamiento general de las contribuciones, en cuyo oficio sus sucesores adquirieron habilidad para los negocios públicos, conservando la amistad con la Horda de Oro, a la cual tenían que entregar personalmente el tributo de pieles, dinero y rebaños, con ceremonias humillantes. Alejandro II intentó sacudir el yugo mogol, y en castigo, el título de príncipe fue transferido a Iván Danielowitz, que preparó con más calma la independencia, fortificó y enriqueció a Moscú, y la eligió por su capital.
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       Aprovechándose de las discordias suscitadas entre los hijos de Usbeck, kan de Capchak, empleó Iván el dinero ruso contra los Mogoles, para prevalecer sobre sus rivales, lo que consiguió uniéndose con muchos Boyardos. Sus sucesores pudieron asumir el título de grandes príncipes de todas las Rusias, y establecer la sucesión hereditaria, trasmitiéndose de este modo el pensamiento de la nacionalidad, y rodeándose de los Boyardos del país. Entre tanto los kanes del Capchak se debilitaban; y cuando Mamai-kan entró en Rusia para someterla nuevamente al yugo, fue derrotado por Demetrio Donski. El general Gengiskánida Toktamisco intimó a los príncipes rusos que fueron a rendirle homenaje, y al oír su negativa, invadió el país y destrozó a Moscú. Tuvo que alejarse en seguida para oponerse a Tamerlán, y Demetrio se ocupó en restaurar la patria, y construyó el Kremlin. Cuando Tamerlán hubo deshecho a los Mogoles, la Rusia pudo emanciparse. Iván III derrotó y dio muerte a Ahcmet (361), último kan del Capchak, y fue el verdadero fundador de la monarquía rusa, nacional y despótica.
 
 
 
1380
1481




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179.- El triunvirato italiano. La otra literatura

       La nueva literatura europea empieza en Italia con los nombres de Dante, Petrarca y Boccaccio. Hacía dos siglos que no se oían en italiano más que pobres cantos de amor y de devoción, cuando Dante Alighieri, de Florencia, se valió de aquella armoniosa lengua para describir su viaje a través de los tres reinos póstumos, narrando los castigos, las aspiraciones, las glorias reservadas a los hombres después de la tumba, y exponiendo toda la ciencia de su tiempo, la religión, la política, zahiriendo sin piedad los errores y las faltas de sus contemporáneos.
Dante
1265
1321
 
Petrarca      Francisco Petrarca, de Arezzo, era instruidísimo y escribió en latín, en prosa y en verso; pero adquirió su mayor gloria con los sonetos y cantos dedicados a Laura, en los cuales dulcificó y embelleció la lengua, tanto que han trascurrido cinco siglos sin que su estilo envejeciera. Cantó, además, sobre religión y política, censurando a los papas que residían en Aviñón y a los príncipes que favorecían a los extranjeros.
1304-74
 
 
Boccaccio      No pocos poetas siguieron de lejos a estos dos genios. Tardose algo en escribir en prosa, porque era usual y patria la lengua latina en Italia; sin embargo, algunos se habían servido ya del italiano, principalmente en crónicas, historietas, vidas de santos, y novelitas, con palabras puras y estilo sencillo y natural.
1313-75
 
     Añadir al idioma el arte que le faltaba; dar fuerza, variedad, amplitud al período; emplear el recurso de los incidentes, de las trasposiciones, de las suspensiones; todo esto fue obra de Juan Boccaccio, de Certaldo, que introdujo en el Decamerón diez personas para contar novelas. Tuvo como principal elemento la riquísima lengua del país, pero usó un estilo a la latina, en extremo artificioso, que echó a perder a sus imitadores; y desde entonces los autores italianos se dividieron en dos clases muy distintas; en una figuran los sencillos, que escriben como hablan las personas educadas, con prosa lógica y clara, con familiaridad franca y digna, y con noble expresión; en la otra figuran los artificiosos, que buscan las frases menos comunes, lo intrincado de los giros, las trasposiciones, el estilo culto y alambicado, y la magnificencia. Peor que todo esto hizo Boccaccio, dando el ejemplo de las novelas obscenas y del egoísmo, cediendo al cual se recreaban en el campo los vividores, mientras la peste hacía estragos en Florencia. Además de las Cien novelas antiguas, anteriores a Boccaccio, se tienen novelas y poesías de Franco Sacchetti, y cuentos de Juan Florentino. Más alabanzas merece Ángel Pandolfini, que escribió sobre el Gobierno de la familia.
Franceses      Aunque los reyes favorecían las escuelas, ningún nombre ilustra la literatura francesa, en la época en que se refinaba la lengua. Dio pruebas de buen gusto Carlos de Orleans (1391-1465) en sus poesías melancólicas, como en las festivas Francisco Villon. La literatura provenzal había muerto.
Españoles      La primera prosa literaria castellana es la del Conde Lucanor, de Juan Manuel. El Amadís de Gaula, de Vasco Lobeira, fue muy leído e imitado. Enrique, marqués de Villena, introdujo una academia al estilo de la de Tolosa. El marqués de Santillana compuso poesías y el Centiloquio. Juan de Mena, inspirándose en el Dante, escribió el Laberinto, cuadro alegórico de la vida humana. La Celestina fue el primer drama. Mejor éxito alcanzaron los españoles en las poesías sencillas, letrillas, cantarcillos y romances; el castellano prevaleció al fin sobre el lemosín y el provenzal.
Alemanes      La poesía alemana estuvo en manos de los maestros cantores (Meistersinger). El pueblo tenía canciones adecuadas a todos los sentimientos y ocasiones. Los poemas del Renardo (el zorro) y de la Barca de los locos satirizaron su tiempo entre alegorías y fantásticas ficciones
Suizos      La Suiza tuvo literatura propia para heroísmo de su liberalización, las luchas religiosas, las bellezas de los montes, el espíritu de libertad. Veitweber de Friburgo, Juan Tauler de Estrasburgo (362), Hugo de Trimberg, se distinguieron por su naturalidad y delicadeza.
Ingleses      En otra parte hablamos de las literaturas rusa, húngara y escandinava. En Inglaterra Godofredo de Chaucer (1328-1400) perfeccionó el anglo-sajón con el anglo-normando, e introdujo en el lenguaje muchas palabras francesas; imitó a los novelistas italianos, como él fue imitado por Juan Gower en los Cuentos de Canterbury (363). Juan Mandeville (1300-72) describió su propio viaje a Oriente. La lengua se formó y fijó desde que Enrique VII estableció una corte regular y una clase media. En Escocia se refinaban las baladas populares, y aún hoy subsiste un cuento de bodas campestres de Jacobo I Estuardo.




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180.- Estudios clásicos. Historia

       Perjudicó a la originalidad de la nueva literatura la veneración en que se tenía a los clásicos, si bien ayudaba a dar elegancia a las formas. El griego se había alterado en el país mismo de su cuna; y cuando lo invadieron los Turcos, invadió la Italia una turba de eruditos, entre los cuales figuraron Leoncio Pilato, Teodoro Gaza, Jorge de Trebisonda, Demetrio Calcondilla, Juan Argiropulo, Juan Lascari y Bessaron. La mayor parte de ellos eran pedantes, que poseían y comentaban a los grandes autores, y los explicaban sin que supieran hacer nada nuevo ni original. Pero excitaban el amor a la erudición, y los italianos se ocuparon en rebuscar libros, en parte olvidados en las librerías de los conventos, y en copiarlos, corregirlos y señalar los trozos más notables. A esto se dedicaron Petrarca, Filelfo, Poggio Bracciolini, Lorenzo Valla, Poliziano, Jovián Pontano, etc., etc. Estos inclinaron el estudio a repudiar el latín eclesiástico, que se había introducido en la Edad Media, y a restaurar el ciceroniano, haciendo gramáticas y diccionarios, y discutiendo entre sí sobre lo genuino de las palabras y la pureza de las frases. Mucho se les honraba, y les era confiada la educación de los futuros príncipes; pero por amor a lo clásico, con frecuencia caían, no sólo en frases, sino que también en sentimientos paganos, hasta el punto de desaprobar el estudio de los libros sagrados y de los Santos Padres, a causa de su defectuoso estilo. Los príncipes rivalizaban en proteger y honrar a estos literatos, tomándolos por secretarios o por embajadores; las Universidades les alentaban con honorarios; el pueblo mismo se apasionaba por sus litigios, aun cuando nada entendía; la muchedumbre acudía a sus lecturas; en muchas ciudades se instituían cátedras ex profeso, pero los papas eran quienes les proporcionaban mas honra y provecho.
Griegos
 
Eruditos
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
       Y esto no sucedía únicamente en Italia. En Alemania, Gerardo Groote fundó una Orden dedicada especialmente a las ciencias y a la enseñanza, con el nombre de Buenos Hermanos o de la Vida Común. Algunos pasaban a Italia a perfeccionarse en el griego y en el latín; revisaban los clásicos que se imprimían, y sobresalió entre ellos Tomás de Kempis (1380-1471), reputado autor del libro más leído después del Evangelio, la Imitación de Cristo. En Francia, la Sorbona tenía fama por la política más que por los estudios clásicos y eran muy pocos los libros de esta clase que había en la famosa biblioteca del Louvre. Elio Antonio de Lebrija, al volver de Bolonia a Andalucía su patria, publicó algunos libros para facilitar los estudios clásicos, mientras que florecían en Hungría, merced a Matías Corvino; aunque con dificultad penetraron también en Oxford.
1376
 
 
 
Crítica      Entonces se comenzó a aplicar la crítica, no sólo a los textos, sino que también a los documentos, a los monumentos, a las medallas, fundamentos de la historia; se coleccionaron inscripciones; se hicieron disertaciones sobre los magistrados, sobre los ritos y sobre otras particularidades antiguas. Annio de Viterbo(1432-1502) publicó 17 libros de Antiquitatum variarum, trozos de antiguos autores, que él decía haber descubierto, y que luego fueron reconocidos como falsos; pero mientras tanto contaminaron todas las historias de entonces con fabulosos orígenes.
Historia      Los acontecimientos que marcaban la vida de los países, excitaron a escribir crónicas, de que no careció ninguna población de Italia. Florencia tiene las mejores, debidas a Ricordano Malaspina, a Dino Compagni; a Juan, Felipe y Mateo Villani; a Marchione de Coppo Stefani. El paduano Albertino Mirsato narró en latín la Historia Augusta de Enrique VII; Marin Sanuto escribió Secreta fidelium crucis; Eneas Silvio Piccolomini expuso los acontecimientos contemporáneos y la historia de Austria; Leonardo Bruno dejó la historia del concilio de Basilea.
     Estas eran ya verdaderas historias, como lo eran también las florentinas de Juan Cavalcanti, de Poggio, de Bartolomé della Scala (364) y de Poliziano. Andrés Dandalo escribió la de Venecia, y fue imitado por otros; Pedro Pablo Vergerio fue el cronista de Carrara; Panormita y Pandolfo Collenuccio escribieron la de Nápoles; y la de Milán se debe a Decembrio, Simonetta, Tristán Calco, Jorge Merula y Bernardino Corio. Antonio Bonfini de Arcoli es la primera fuente de la historia húngara, como lo es de la polaca Esperiente.
     Entre los franceses, después de Joinville y Villehardouin (cap. 153) figura Juan Froissart (1327-1440); escaso de crítica, de política y de moral, solo se propuso describir y deleitar. Otro tanto hicieron Oliveiro de la Marche y otros autores de memorias. Obra histórica fue también la que con el título de Cambios de fortuna escribió Cristina de Pizzano, de Bolonia. A todos sobrepujó Felipe de Commynes (365) (1443-1509), que narró las empresas de Carlos el Temerario, Luis XI y Carlos VIII, con mucha perspicacia y sin escrúpulos sobre la lealtad.
     La crónica de Pedro López de Ayala atestigua los progresos de la lengua y de la inteligencia en España; este autor insigne había estudiado el arte en Tito Livio y los asuntos en la patria.




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181.- Ciencias

     La teología continuaba siendo la ruina [sic] de las ciencias; pero nadie se elevó a la altura de San Buenaventura y Santo Tomás. En las cuestiones agitadas en los concilios de Constanza, Basilea y Florencia, aparecieron grandes teólogos, entre ellos Eneas Silvio Piccolomini (Pío II) y Gerson, canciller de la Universidad de París (1363-1429).
     Los filósofos combatían aún bajo la bandera de Aristóteles o de Platón, del silogismo o de la inspiración. Los Griegos prófugos restauraron el culto de Platón, cuyas obras fueron traducidas por Marsilio Ficino; y se fundó en Florencia una escuela neo-platónica, la cual se contaminaba a veces con el misticismo y con la cábala. Famosos fueron entonces Pletón Gemistio (366), Teodoro Gaza, Jorge Genadio, el cardenal Bessarion. Juan Pico della Mirandola (367) (1463-94), de estupenda erudición, aplicó aquellas doctrinas a explicar el Testamento. El cardenal Nicolás de Cusa (1401-64), alemán, combatió la escolástica.
     Las matemáticas eran cultivadas al servicio de la magia y del comercio. El genovés Andalón del Nero, corrigió las antiguas cartas geográficas, sobre las cuales los Venecianos señalaban los grados. Jorge de Peurbach es considerado como el restaurador de las matemáticas en Alemania (1423-61), y tuvo por discípulo a Juan Miller de Köningsberg -Regiomontano (1436-76)-, que resolvió los principales problemas de la trigonometría lineal y esférica, hizo una tabla de senos y de tangentes, y fue el primero que compuso un almanaque con la posición y los accidentes de los astros. El primer tratado de álgebra que se dio a la prensa fue el de Pacioli de Borgo.
     La astronomía iba mezclada con la astrología; sin embargo, enseñaron el verdadero sistema del universo Domingo María de Novara y el cardenal de Cusa.
     La astrología perjudicaba también a la medicina, buscando remedios en las estrellas y en las propiedades ocultas de los cuerpos,. Eran Árabes y Hebreos los médicos de más reputación. La cirugía era abandonada a los bárbaros ignorantes; pero Venecia dispuso que cada año (1308) se disecasen algunos cadáveres, y disecó muchos el profesor Mondini de Bolonia (1315), quien escribió una obra que sirvió de texto en las escuelas. Desde entonces se repitieron las autopsias, mientras que en Francia y España se consideraba inhumano hacerlas. Tardó bastante la medicina en apoyarse en la observación y en la química. Entre tanto, además de la peste negra, aparecieron la tarántula, el sudor inglés, la plica polonesa y la sífilis.
     Los legistas son acusados de emplear vana erudición y bárbaro estilo. El mejor canonista fue Juan de Andrés, de Bolonia y Andrés de Isernia fue llamado el evangelista del derecho feudal.




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182.- Bellas artes

     Así como las letras volvían a los clásicos, las bellas artes abandonaron el gótico para reunir los órdenes griegos y romanos. Sobresalió Felipe Brunelleschi (368), florentino (1377-1444) que cerró la bóveda de santa María del Fiore, dejada abierta por Arnolfo; cosa que nadie se había atrevido a emprender; construyó la abadía de Fiesole, el palacio Pitti, mientras que Michelozzo fabricaba, el palacio Ricardi. León Bautista Alberti (1490) restauró hasta la teoría con su libro De re ædificatoria, el primero que se escribió después de Vitrubio. Filarete, Bramante Lazari, Benito y Julián Majano, Simón Pollajuolo, llamado la Crónica, dejaron obras insignes, principalmente en Toscana y en Roma. También Nápoles poseía bellos edificios de Masuccio y de Pedro de Martín. Venecia fabricaba con más originalidad. Las antiguas fortalezas empezaban a ser inútiles contra las armas nuevas; se sintió, pues, la necesidad de reconstruirlas con terraplenes más anchos, tores más distantes y más macizas y fosos más profundos.
     Muchos arquitectos brillaban también en las demás artes. Andrés Orcagna, que hizo la galería de los Lanzi en Florencia, era pintor, escultor y platero. Los comerciantes florentinos hicieron adornar a Or de San Miguel con una magnificencia superior a la de los palacios reales. Hicieron buenas estatuas Nicolás de Arezzo, Nicolás y Andrés de Pisa, Agustín y Agnolo de Siena, Juan Balducci. Éstos en Toscana. En Venecia Jacobo y Pedro Pablo de las Mesegne, Felipe Calendario, Alejandro Leopardi, Antonio Rizzo, Pedro Martín Lombardo, Scarpagnino dejaron obras menos acabadas, pero más francas. Otro Masuccio, Andrés Ciccone, Silla y el milanés Giannotto, Aniello Fiore, Bambocci, hicieron altares y monumentos en Nápoles. En Lombardía dejaron obras esculturales Fusina, Solaro, Busti, Juan Jacobo della Porta (369), Marcos Agrato, los Rodari, más vigorosos en la ornamentación que en la figura.
     Los Florentinos determinaron hacer la puerta del bautisterio, compañera de la que construyó Andrés de Pisa; presentáronse al concurso los mejores artistas y triunfó Lorenzo Ghiberti. Donatelli trató de marcar la anatomía, y su Gattamelata, de Padua, es la primera estatua ecuestre de los modernos. Andrés Verrocchio introdujo el sistema de modelar sobre el natural. Minos de Fiesole se acercó a la verdad. Surgieron muchos artistas, cuyos monumentos más auténticos son los mausoleos.
     La pintura tomó gran vuelo después de Giotto, que también fue arquitecto (campanario de Florencia). Giottino, Tadeo Gaddi y Simón Memmi dulcificaron los contornos, ampliaron las composiciones y tuvieron una escuela feliz. Benozzo Gozoli, fray Filippo Lippi, Cosme Roselli y Lucas Signorelli secundaron el lujo de entonces con estupendas pinturas. La miniatura daba admirables resultados en los misales y libros de coro, merced al talento de artistas italianos y flamencos, en quienes la imitación es tan escasa como viva la inspiración religiosa. En ellos se fijó el beato Angélico de Fiesole (1445). Al estudio de lo verdadero se aplicaron Pablo Ucello, Masolino, Masaccio. Ghirlandajo dio fondo a la perspectiva. Luego Diego Juan de Brujas introdujo la pintura al óleo, perfeccionada después por Antonello de Mesina.
     Formábanse otras escuelas en Lombardía, generalmente sobre asuntos sagrados; en Nápoles, en la Romania, donde Gentile de Fabriano continuó las tradiciones devotas, y fue el que dio impulso a la escuela veneciana; en Venecia, donde brillaron Jacobo, Juan y Gentile Bellini. El paduano Squarcione hizo adelantar la perspectiva y la expresión. Mantegna (1517) abrió una escuela en Mantua.
     En Alemania, la pintura fue introducida por los misioneros, que a la palabra unían las imágenes religiosas; los conventos y abadías encierran antiguas pinturas. Se esculpió en madera, y en las composiciones gustaba lo místico y lo alegórico. Alberto Durero (1461-1528), y Holbein (1495-1554) llegaron a la cúspide del arte y de la gloria.
     En Francia el arte no prosperó hasta que Francisco I hubo llamado a Italianos. En España dominaba el estilo morisco, hasta en las catedrales que se fabricaban a medida que el país era reconquistado. Pero la arquitectura, que había sido la reina de la Edad Media, perdió la supremacía desde que los sentimientos pudieron expresarse por medio de la pintura y de la imprenta.




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Libro XIV

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183.- Geografía. Viajes antiguos

     Este libro está especialmente dedicado a los viajes, es decir a la extensión de la humanidad en espacio, como la hemos seguido en su extensión en el terreno de la moral, de los conocimientos y de la libertad.
     Las necesidades lanzaron a la especie humana desde el suelo natal a remotos países; pero se ignora quién fue el primero que domó el caballo, el asno, el camello, quién los unció a los carros, quién se abandonó por la vez primera a las olas del mar en una frágil nave, y concibió el uso de los remos y las velas. ¡Cuánto tiempo, cuántos estudios, experimentos y errores debieron de necesitarse para que el hombre, desde un tronco ahuecado por el fuego, que sería su primera embarcación, llegase a saber derribar los bosques cuidados con tal objeto y construir verdaderas naves, aptas para cruzar los mares, a despecho de las tormentas y de los vientos contrarios! Los pueblos semíticos, hebreos, árabes, fenicios, fueron los primeros que se dedicaron al comercio. Sus caravanas atravesaban las vastas llanuras del Asia y las tostadas arenas del África. Tiro y Sidón sacaban de los bosques del Líbano los troncos para construir naves con que trasladarse de Ofir a Tarterio (370), en el Atlántico, y fundaron colonias hasta en España y en Irlanda.
     La India fue el principal objeto del comercio marítimo y terrestre, por ser el país de donde procedían los objetos preciosos, los tintes, el marfil, las especias, que los indígenas aportaban a la confluencia de los ríos y junto a los santuarios. Hasta por curiosidad se emprendieron algunos viajes y Necao, rey de Egipto, después de haber puesto en comunicación el Nilo con el golfo Arábigo, envió desde allí naves fenicias, que dando la vuelta al África, volvieron por el estrecho gaditano. El Hércules fenicio personifica a las numerosas colonias establecidas en las costas del Mediterráneo y del Atlántico. Son concepciones poéticas, que poco enseñan, los viajes de Ulises, que en un día llega a los confines del Océano, y los de los Argonautas, que en un día también dan la vuelta a Europa, llevando a remolque las naves a lo largo de las costas. A los héroes de Homero les parece portentosa la travesía desde el África a la Sicilia, cuando ya los Fenicios desafiaban el Océano. Heródoto viajó bastante, e investigó y refirió muchas cosas, aun sin entenderlas; la escasez de libros le dejó en la ignorancia de gran número de cosas, y hasta de los descubrimientos de los Cartagineses. Los Griegos debieron el conocimiento de éstos a Escílax de Caria (371), que citó por la primera vez a Roma y Marsella. De ésta última ciudad salió Piteas, que navegó antes de la época de Alejandro por las costas de la España y la Galia hasta la Bretaña, y desde allí al Báltico. Los viajes de Ctesias y de Jenofonte dieron a conocer la India y la Persia, pero más todavía los de Alejandro Magno, que llevaba consigo un verdadero estado mayor de geógrafos y naturalistas. Bajo sus sucesores, muchos exploraron y describieron nuevos países; pero como estaban engreídos de su propia civilización, despreciaban los países que visitaban, y sus incompletas descripciones se resentían de ese menosprecio.
     La conquista de los Romanos derrocando las antiguas repúblicas marítimas, impidió hacer ulteriores tentativas. Mas así como las victorias de Alejandro revelaron la existencia del Oriente, las de Mitridates dieron a conocer el Norte de Europa, y las de Roma el Occidente. En realidad, los conocimientos científicos habían adelantado poco hasta entonces, y Estrabón no supo mucho más de lo que se sabía 1100 años antes. Discute si la Italia es un triángulo o un cuadrado, y cree que el mar Caspio comunica con el Océano Septentrional. No tenía noticia de lo que los viajeros habían referido de la Arabia y del centro del África. Pomponio Mela, Dionisio, Plinio son compiladores; pero en tiempo de Plinio se descubrió la regularidad de los vientos que soplan periódicamente en los mares situados entre el África y la India, la mitad del año del Sudoeste, y la otra mitad del Sudeste; este descubrimiento dio nueva vida al comercio de la India. Nadie fundaba la geografía en las matemáticas; pero Tolomeo, un siglo después de Cristo, sirviéndose de las obras recogidas en la biblioteca de Alejandría, aplicó las medidas de longitud y latitud, dio un catálogo de los lugares con su respectiva posición; mas como toma por base las medidas itinerarias de los mercaderes y de los navegantes, se equivoca con frecuencia.
     En la antigüedad, cada uno colocaba a su país en el centro de la tierra. Alrededor de este centro se hallaban distribuidos los pueblos civilizados, y a lo lejos los extranjero, o bárbaros, designados por monstruos, osos o monos, gigantes o pigmeos. La escasez de libros hacía que se ignorase lo que ya se había hecho a escrito; suplíalos la imaginación. Y esta creaba una Atlántida, o Gran Tierra, o Continente Croniano, que se suponía haber existido más allá de las Columnas de Hércules, asilo de delicias, que se había sumergido en el mar. Redonda o cuadrada, la tierra se suponía dividida en cinco zonas, dos heladas, a los extremos, dos templadas, y una tórrida en el centro. Se suponían habitables las dos templadas, sin que se pudiese pasar de una a otra (Sueño de Escipión).
Edad Media      Los primeros misioneros cristianos llegaron a remotísimas comarcas, mas fue para el bien de las almas y no para el de la ciencia. Otro tanto hicieron los Mahometanos, algunos de los cuales fueron expedidos por los califas a visitar colonias musulmanas, hasta Samarcanda y China; y los hubo que, poco después del año mil, pasaron el estrecho y encontraron islas que llamaron Azores por las muchas aves de esta especie que allí había.
Edrisi      Los califas hicieron medir y delinear sus posesiones. Poseemos muchos viajes de musulmanes, entre los cuales sobresale Edrisi (372), que por encargo de Roger de Sicilia escribió las Peregrinaciones de un curioso que va a explorar las maravillas del mundo, en cuya obra explica las indicaciones de un globo de ochocientos marcos de plata que aquel rey había mandado construir. Ibn Batuta (373), de Tánger, hacia el año 1300, se puso en camino con el objeto de conocer hasta qué punto se había extendido el islamismo. Benjamín de Tudela, hebreo, viajó por la Palestina, la India, la Etiopía y el Egipto, buscando los progresos de la religión mosaica.
Escandinavos      Los Escandinavos, adiestrados en las correrías por mares tempestuosos, descubrieron las Hébridas, la Islandia, desde la cual se adelantaron hacia un país que llamaron Groenlandia, y de allí al Vinland, que parece debía estar situado en Terranova; lo que supone que llegaron al continente americano.
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     Nicolás y Antonio Zeno, venecianos, visitaron y delinearon aquellas tierras, y colocaron a más de mil millas al Oeste de Frisland, y al Sur de Groenlandia, dos costas llamadas Estotiland y Droceo, que corresponderían a Terranova, Nueva Escocia y Nueva Inglaterra; y designaron un pueblo culto, que debía ser Méjico o la Florida. En esto se fundan los eruditos daneses para pretender que a ellos se debe el descubrimiento de América.
     Entre los viajeros europeos, el más ilustre es el veneciano Marco Polo (cap. 148), que en la China y el Japón estuvo en la Corte de los Mogoles.
Mapas      Los primeros mapas se atribuyen a Anaximandro, discípulo de Tales (374). Eratóstenes aplico a los mismos la graduación gnómica, pero con la proyección plana, a cuyo método sustituyó Hiparco el de los meridianos convergentes. Es probable que las cartas que acompañan al texto de Tolomeo hayan sido variadas a medida que se adquirían nuevos conocimientos. El único monumento que nos han dejado los Romanos, es la tabla de Peutinger, diseño muy grosero, sin proporciones, de veintidós pies de largo y uno de ancho, que solo podía servir como carta itineraria (cap. 78). En las bibliotecas se hallan mapas de la Edad Media, que se iban perfeccionando paulatinamente; es notable el planisferio de fray Mauro en el palacio ducal de Venecia, donde se encuentran marcados hasta los países conocidos por los Árabes; el África termina en punta, y se duda si está indicada la posibilidad de darle la vuelta, que tanto trabajo costó y que se había olvidado.
     A esta empresa se lanzaron los Portugueses, y el príncipe Enrique estableció en Sagres, en los Algarbes, una escuela de náutica, donde se hicieron mapas mejores.




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184.- Comercio antiguo

     El aliciente principal para los viajes era el comercio, y ya dimos una idea de las caravanas y de las colonias. En la época de su grandeza, Roma fue el mercado principal del mundo; después lo fue Constantinopla, magníficamente situada. Uno de los géneros más importantes era la seda, que se traía de la China; queriendo los Persas ejercer el monopolio de este género, no permitían que fueran otros a buscarlo; de este modo permanecieron los Griegos tributarios de los Persas en el comercio de seda, hasta que, en tiempo de Justiniano, algunos misioneros trajeron semilla del gusano que la cría y se plantaron moreras en Europa.
     La primera irrupción de los Musulmanes destruyó el comercio con los Persas, con la India y con la China; pero lo continuaron ellos mismos después. Basora arrebató sus ventajas a Alejandría; sus monedas, que se hallan en Rusia, en la Bukaria, en la Noruega, atestiguan sus frecuentes relaciones con estos países. También iban los Árabes a la China, por el Kabul (375) y el Tíbet. Los Bizantinos, excluidos de los puertos árabes, iban a la India, haciendo un largo trayecto y remontándose hasta Kiev en Rusia.
     La Europa se hallaba demasiado agitada por los invasores para poder atender al comercio en grande escala; por esto mismo lo favoreció Carlomagno. Las cruzadas, además de hacer considerar a Europa como una sola nación, abrieron nuevos caminos y facilitaron establecimientos comerciales, que proporcionaron riquezas sobre todo a las repúblicas italianas. Los Genoveses y Venecianos marcharon al frente de los demás países, abrieron el Egipto, llegaron a la China, mientras que del Norte traían maderas, cáñamo, pez, cera y tuvieron grandes establecimientos en Alejandría de Egipto, donde los Mamelucos les favorecían merced a los derechos que cobraban de los negociantes.
     La conquista de Constantinopla pobló con colonias europeas el litoral de Levante, pero los reinos que allí fundaron los latinos fueron de muy corta duración. Sin embargo, los príncipes musulmanes, en vez de arrojar de allí a los Europeos, comprendieron cuán útil era favorecerlos. Muchas ciudades del Mediodía de Italia, además de Nápoles, Trani y Gaeta, comerciaban con el África y con los puertos del Mar Negro.
     En Francia el comercio no se avivó hasta que Luis IX adquirió el puerto de Aguasmuertas. En España, los Árabes introdujeron sus costumbres mercantiles, el cultivo del azúcar, del algodón, del azafrán, y las preparaciones del papel, del cordobán y del alumbre. Los Berberiscos llevaban a las costas septentrionales del África los productos de la Nigricia.
     Alimentaban el comercio las especias y demás productos de la India, mayormente la pimienta, tan común entonces como ahora el azúcar, la goma, el alcanfor, la sandáraca y las maderas tintóreas. Creció el consumo de la seda, con la cual rivalizaban las pieles. Cada feudatario fabricaba sus armas, pero las de mayor reputación eran las de Milán y de Damasco. Los barrios de Brescia y del Friul dieron nueva exportación a los Venecianos. Del Norte venían los pescados salados, sobre todo que Guillermo Beukelzoon hubo inventado el sistema de salar los arenques.
     Hasta el siglo XIII no se formaron compañías comerciales en Inglaterra para traficar con Flandes, que adquirió singular vida por el comercio y la fabricación de los tejidos, con lanas que compraba a los Ingleses. El Parlamento de Oxford prohibió luego el exportarlas; y Eduardo III, sacando partido de las discordias de los Flamencos, prometioles entre otras cosas, buena vaca y buen carnero para que fuesen a ejercer su industria en Inglaterra, como efectivamente hicieron. No tardaron los mercaderes en adquirir la importancia que antes se daba únicamente a los propietarios, a los legistas y a los guerreros. Pronto los Ingleses tuvieron bancos en el Báltico y en las costas prusianas y danesas, y la navegación por las costas enseñó a desafiar los peligros del Océano.
Obstáculos      El comercio halló un grave obstáculo en la piratería, que para los antiguos no era más deshonrosa que hoy la conquista, y la vemos, ejercida por los héroes de Homero. En la Edad Media se constituyeron ciudades para ejercerla. Los Anseáticos trataron al principio de destruirla, con no dar cuartel a los buques corsarios, y prohibir la compra de sus presas.
     Otro obstáculo era la prohibición del Papa impidiendo comerciar con los infieles. Según el derecho de represalias, el que había recibido una injuria, podía indemnizarse con los bienes y personas de los conciudadanos del ofensor. En virtud del albinage, los bienes de un extranjero pertenecían al señor en cuyas tierras muriese; y en virtud del derecho de naufragio, todo buque que naufragaba en las costas era presa del primer ocupante.
     No había correos que permitiesen mantener correspondencia seguida; se escribía poco; no se usaba apenas la comisión, sitio que el mismo fabricante iba a vender o cambiar sus productos.
     La Iglesia prohibió despojar a los náufragos; poco a poco se introdujeron costumbres más humanas, a medida, que aumentaba el comercio y se estipulaban tratados.
     Hablamos ya del florecimiento de las ciudades italianas (cap. 147). La industria se organizó en asociaciones jerárquicas, dentro de las cuales quedaban colectivamente emancipadas las personas, cuya igualdad civil y política no estaba generalmente reconocida, y fuera de las cuales no se podían ejercer las artes y oficios. Los síndicos, los consejos, los prohombres, las cámaras de disciplina contribuían a la educación popular, al estímulo del trabajo y a la desaparición de los fraudes. Establecidos los reyes, quisieron éstos aprovecharse de la ganancia de los súbditos laboriosos, exigiendo tributos, gabelas y tasas.
El dinero      El comercio daba importancia al dinero en efectivo. El cuño y título de la moneda variaban hasta el infinito, de modo que se estipulaba la verificación de los pagos en moneda de tal o cual país determinado. Hubo después cambiantes lombardos, sieneses y florentinos, que recibían cantidades en depósito, y las iban entregando a medida que llegaban órdenes del depositante. De esto se pasó al uso de las letras de cambio.
     Fundáronse también bancos de depósito o de crédito, como los de Venecia y de Génova, que empleaban los capitales impuestos e instituciones útiles, en empresas y hasta en conquistas.
     Gran preponderancia adquirían los Judíos, los cuales, no pudiendo comprar tierras, empleaban sus capitales en el tráfico, mayormente en préstamos, en cuyo negocio les imitaron los Lombardos. Eran crecidos los intereses, sobre todo donde estaba prohibida la usura, pues los prestamistas se hacían pagar el peligro que corrían.
     Los Frescobaldi, los Bardi, los Peruzzi, los Capponi, los Acciajuoli, los Corsini y los Ammanati de Florencia eran en el siglo XIV los banqueros más célebres de Inglaterra y de los Países Bajos.
     Los seguros marítimos, al principio de uso poco habitual, se hicieron obligatorios poco después del año mil.
Derecho marítimo      Las ligas marítimas más antiguas eran las de Rodas, adoptadas por los antiguos. Un catalán o un italiano recogió en el siglo XII las costumbres de los puertos del Mediterráneo, según las cuales, los cónsules de los diferentes países juzgaban en las cuestiones marítimas. A ejemplo de estos usos, se recogieron también los del Océano bajo el título de Juzgado de Olerón. Las Ordenanzas de Wisby estaban en vigor en el Norte. De estas leyes de diferente origen surgió un cuerpo de derecho marítimo, que después fue común a toda Europa.
     En 1403 Venecia estableció el primer lazareto, donde habían de hacer cuarentena los buques procedentes de países infestados.




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185.- La brújula. Descubrimientos de los Portugueses

     Como todas las artes, progresó también la de construir buques; pero no era preciso que estos fuesen muy grandes, mientras se veían reducidos a costear, por falta de aparato que permitiese orientarse al perder de vista la tierra. Hacia el año 1200 se conoció la propiedad de la aguja imantada de dirigirse constantemente hacia el polo, y se construyó la brújula, cuya invención se atribuye a Flavio Gioja, de Amalfi. El congreso de sabios, reunido en tiempo de don Juan de Portugal, enseñó a aplicar a la navegación el astrolabio, con el cual se señalaban los grados de altura en que se hallaba el buque.
1486      Con tales medios, los Portugueses salieron de las Columnas de Hércules, consideradas como límites del mundo; y las aventuras de algunos navegantes italianos, que habían ido en busca de la Atlántida y de las islas Fortunatas, hicieron esperar que se llegaría al extremo del África, y se continuaría hasta las Indias por un camino más corto que el terrestre, seguido por los Venecianos. Pero a poco se descubrieron las Canarias, Madeira, la Costa de Oro y la Guinea. Los reyes de Portugal, a impulsos del mismo deseo que animaba a las Cruzadas, es decir, el de ganar almas para Cristo, alentaban las esperanzas, hasta que Bartolomé Díaz vio el cabo de Buena Esperanza. Vasco de Gama le dio la vuelta con tres buques y 60 hombres; llegó hasta Melinda y Calicut, la ciudad más rica y comercial de la India, y al cabo de dos años volvió lleno de gloria.
1497
 
 
 
 




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186.- Colón y los primeros descubridores de América

       Toda persona culta debe conocer con más detalles que no caben en un compendio las razones que movieron a Colón y la constancia con que efectuó su empresa, cuya originalidad no consiste en el buscar tierras nuevas, sino en el aventurarse más adentro en el Océano, para llegar a la India siguiendo un rumbo opuesto al de costumbre. Habiendo estudiado los libros peculiares, y consultado matemáticos y pilotos, se persuadió de que la tierra era esférica y de que no debía distar más de 4000 millas de Lisboa la provincia del Catai descrita por Marco Polo. Allí podría convertir a la religión de Cristo millares de hombres, y adquirir riquezas tanto para invertirlas en sufragio de las almas del purgatorio, como para reconquistar la Tierra Santa. Después de haber sufrido las penalidades y los desdenes que el mundo guarda siempre para los genios, Colón zarpó de Palos con tres naves, y ancló en San Salvador, una de las islas Lucayas, de donde trajo a España algunos salvajes y riquezas. En seguida fue encumbrado hasta las nubes; diéronle grandes promesas y auxilios para continuar la empresa; alentados con ellas, millares de aventureros acudieron a la India (tal creían que era el nuevo continente), pero de pronto estallaron desórdenes, se indisciplinaron los advenedizos; la avidez de oro hizo cometer crueldades contra los indígenas; se desencadenó la envidia contra Colón, que a lo último fue encadenado y devuelto así a España, donde los Reyes Católicos, que le habían prodigado promesas impróvidamente, se las negaron con deslealtad, y él murió de abatimiento, sin saber que había descubierto un nuevo mundo al que otro iba a dar nombre.
 
1492
1506
     Los Portugueses, que habían tratado de impedir la empresa de Colón, procuraron oscurecer su descubrimiento. Pretendían que España, al ocupar el nuevo territorio, violaba los derechos que les había concedido Martín V sobre aquellas tierras; pues, según el derecho de entonces, tocaban al Papa las islas y las regiones nuevas. Alejandro VI marcó sobre el mapamundi una línea del Polo Ártico al Antártico, a 100 leguas de distancia de las Azores; y cedió a Portugal el país anterior, y a la España el posterior a la línea divisoria.
       Extendiéronse los descubrimientos y las conquistas; Alonso de Ojeda costeó desde Venezuela hasta el cabo de la Vela; Pedro Alonso Niño llegó hasta la Colombia; Vicente Pinzón tocó en el Brasil y vio el río de las Amazonas. Francia e Inglaterra, envueltas en guerras intestinas, no participaron de aquellas primeras glorias; pero apenas se vio tranquilo, el inglés Enrique, VII mandó al veneciano Cabot, que reconoció a Terranova y desembarcó en el Labrador y en la bahía de Hudson, buscando el camino de las Indias por la parte del Noroeste. El portugués Álvarez de Cabral ocupó el Brasil; Sebastián Cabot penetró en el inmenso Río de la Plata y descubrió el Paraguay; Lucas Vázquez de Ayllón (376) fundó una colonia entre las dos Carolinas, a ochocientas leguas del punto donde por primera vez desembarcó Colón.
1499
 
1526
       Entre tanto, otros habían encontrado ya el mar Pacífico; Ponce de León descubrió la Florida; Álvarez de Pineda reconoció el golfo de Méjico, y Juan de Grijalva la Nueva España. Vasco Núñez de Balboa fundó la primera colonia española del continente en Santa María de Darién, y de la cumbre de la cordillera vio el inmenso Océano (golfo de Panamá), que después se llamó el Pacífico, y entró vestido y armado en el mar, tomando posesión en nombre de España. Ignorábase aún si entre el mar del Sur y el Atlántico había un pasaje que permitiese dar la vuelta al mundo. Quiso verlo Fernando Magallanes, que al servicio de Carlos V penetró, por el estrecho que conserva su nombre, en aquel mar que había saludado Balboa; y si bien fue muerto él en defensa de un rey aliado, su nave volvió a España por el lado opuesto, habiendo dado la vuelta al mundo en tres años y catorce días. Los relatos de tan maravillosos acontecimientos eran recogidos de boca de los navegantes por doctos italianos, que los divulgaban, ya para satisfacer la curiosidad, ya por espíritu de erudición cosmográfica, con harto pocas de aquellas particularidades características, que aún hacen inestimable lo poco que de ellas recogió después Juan Bautista Ramusio. Américo Vespucio, primer piloto de España, no hizo notables descubrimientos, pero en cartas dirigidas a Lorenzo de Médicis, describió sus viajes, y los nuevos países empezaron por esto a llamarse tierra de América. Más tarde se hicieron historias de viajes, descripciones y toda clase de estudios. Los estadistas indagaban las nuevas producciones; los filósofos investigaban la naturaleza de aquellas razas diferentes, la civilización, la educación, la procedencia de aquellos pueblos, que no todos merecían el calificativo de bárbaros. La literatura tenía un nuevo campo abierto con la descripción de aquellos inusitados climas, de aquellas aventuras maravillosas y de aquellas poéticas costumbres.
 
1520
 
 
 
 




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187.- Esclavitud india

     La que para Colón era empresa de santificación y conquista de almas, fue considerada luego como una ocasión de lucro, que la insaciable fantasía exageraba, no viendo más que oro y piedras preciosas. La primera colonia se estableció en la Isla Española, y la gente que había emigrado allí con la idea de apoderarse de las soñadas riquezas, resistió a la obligación de trabajar. Entonces se oprimió a los naturales para que diesen los pretendidos tesoros y se sometiesen al trabajo. Se decidió que los Indios fuesen esclavos, como de raza inferior, ya que los teólogos habían hecho declarar a Isabel la Católica que aquellos indígenas eran hombres también, y naturalmente libres. Se señaló a cada español un número determinado de Indios, que hacía trabajar e instruir en la fe. Se hacían sufrir a aquellos desgraciados todos los padecimientos que puede imaginar el hombre. Las matanzas eran tan continuas, que de un millón de personas que contenía, la isla quedó en breve despoblada.
     Fueron protectores de los indígenas los frailes Dominicos. Bartolomé de las Casas (377) fue varias veces de América a Sevilla, a defender su causa; y como se le decía que no era posible hacer cultivar aquellas tierras sino por esclavos, propuso que llevaran allí negros del África, con lo cual empezó la horrible trata, no del todo abolida, que los pontífices reprobaron desde el principio y que los misioneros han combatido con todas sus fuerzas.




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188.- Méjico

     Contábanse maravillas del país que Grijalva había descubierto (cap. 186), y el gobernador de Cuba confió la empresa de irlo a ocupar a Hernán Cortés, el cual con diez naves, la mayor parte descubiertas, 600 o 700 hombres, 18 caballos, 13 mosquetes, y 14 cañones de poquísimo calibre, se dirigió a conquistar un imperio mayor que el de Alejandro. El ancho valle, al rededor de los dos lagos de Tezcuco (378) y de Chalco, llamado Anahuac (país entre los mares), elevado 2200 metros sobre el mar, es centro del imperio de Méjico, que se extendía entre el mar Pacífico y el Atlántico, desde el 14º al 21º de latitud Norte. Era antiquísima su civilización, puesto que el año 544 de Cristo entraron en el país los Toltecas, y encontraron un pueblo culto con artes e instituciones buenas; sabían fundir los metales, calcular el tiempo, erigir templos y pirámides. Hacia el año 1170 llegaron a este país los Chichimecas (379), gente más tosca, que vivía en cavernas, se mantenía de la caza, estaba dividida en nobles y plebeyos, gobernada por un rey, y rendía culto al sol. A estos siguieron otras siete tribus atraídas por la belleza del país, y más civilizadas; los Tlascaltecas y los Acolúos, mezclándose con los matrimonios, adquirieron cierta superioridad, fundaron diversas dinastías, y sometieron a los demás pueblos para establecerse en el Anahuac, en donde fundaron hermosas ciudades. La nación de los Aztecas apareció en 1244, y fabricó en medio del lago la ciudad de Méjico (Tenochtitlán); adoraban a Huitzilopochtli (380), al cual ofrecían víctimas humanas; tuvieron reyes que sojuzgaron a los países vecinos, hasta Moctezuma (381) que ocupaba el trono cuando llegaron los Españoles.
     Los Mejicanos no carecían de ninguna de las artes útiles y poseían muchas de las bellas; fabricaban magníficamente; elaboraban el oro; escribían con jeroglíficos; usaban granos de cacao en vez de dinero; divertíanse en teatros. En las escuelas, se enseñaba a los muchachos el arte de labrar la tierra y la madera, y ganarse la vida con ello. FI gobierno era feudal; los conquistadores, que gozaban de todos los derechos, dominaban a los vencidos, que carecían de todos. El imperio se componía de los tres Estados de Méjico (382), Tezecco (383) y Tacuba (384), cada uno con su rey y nobleza propia, pero confederados los tres bajo la supremacía del emperador; muchos príncipes poseían dominios inamovibles. Atendíase mucho al cuidado de las armas. Las tierras estaban divididas entre la corona, los nobles, los comunes y los templos.
     La religión era austera e intervenía en todos los actos de la vida. Mas como fue destruida completamente, no es mucho lo que con certeza conocemos de su esencia. Reconocíanse, al parecer, dos principios, el del bien (Teol) y el del mal (Tlecatecolotol). Huitzilopochtli, personificación del sol, dictó su propio culto y daba oráculos. Los templos (teocalli) eran elegantes y estaban servidos por numerosos sacerdotes, por varias órdenes monásticas y por una especie de vestales. Eran comunes los sacrificios humanos en un pueblo tan afable, y hacíase mercado o comida de los cadáveres de las víctimas. Los calendarios eran más perfectos que el romano, y de singular semejanza con el japonés; conocían la causa de los eclipses y la revolución anual de la tierra; entendían la geometría y la topografía; y recuerdan los usos de Egipto las pirámides escalonadas, las momias encerradas en cajas pintadas, el uso de la pintura jeroglífica. La arquitectura abundaba en columnas, pilastras, cornisas, mascarones; y encontráronse luego ruinas de ciudades, ya olvidadas en tiempo de la conquista.
     Asombráronse los Mejicanos de ver desembarcar en su costa a aquellos Europeos, y los caballos, y las armaduras, y los fusiles les hicieron creer que venían del cielo. Moctezuma reinaba entonces sobre treinta poderosos caciques, de un mar al otro; había sojuzgado todas las provincias, a fin de que no faltasen víctimas a los dioses. Cortés fundó a Villarrica de Veracruz, estableció un consejo soberano en nombre del rey de España, quemó las naves para quitar a los suyos la esperanza de volverse, y habiéndose aliado con algunos caciques, se dirigió contra la capital. Trató de granjearse las simpatías de los indígenas por medio de la dulzura, pero además de las iniquidades de los suyos, él mismo empezó a derribar los ídolos, y por consiguiente acabó por mostrarse intolerante y cruel.
1520      Descorazonado Moctezuma, solo supo acudir a las asechanzas; pero también en estas era inferior a los Españoles, que quedaron atónitos al ver a Méjico, en medio del ancho lago, con bosquecillos y jardines, 70000 casas, tiendas, canales navegables, 50000 góndolas, e indescriptibles riquezas en el magnífico palacio real. Cortés osó prender a Moctezuma; lo encadenó y obligó a reconocerse vasallo de Carlos V, haciéndole ofrecer un presente de 600000 marcos de oro puro, además de muchas alhajas. No se le pudo reducir a mudar de religión, pero se suspendieron los sacrificios humanos. Exigía Cortés más oro; subleváronse los grandes contra tantos ultrajes, y Moctezuma murió de pesar. Habiendo perdido tan preciosa prenda, los Españoles se vieron obligados a retirarse. Matemozin, sucesor de Moctezuma (385), les venció varias veces, haciendo numerosas víctimas. Por último quedó la victoria por Cortés, el cual se apoderó de las ciudades, de los tesoros y del rey.
1533      No era ya una colonia, sino un gran imperio conquistado. No tardaron en acudir aventureros, hasta el número de 200000. Cortés les dio leyes, fabricó la nueva capital sobre las ruinas de la antigua, enterrando los canales; florecieron allí las artes y la cultura europeas; los vencidos tuvieron que servir, pero no fueron destruidos, y hasta nuestros días han vivido descendientes de Moctezuma. Entre los vencedores se desarrollaron todos los vicios de la fortuna y del poder.
       Cortés presentose triunfante en Toledo; pero Carlos V destinó otro virrey a Méjico. Entonces Cortés se puso al frente de nuevas exploraciones en la California, país desgraciadísimo, pero rico en oro, y de allí pasó a la Nueva Galicia y a las islas del Pacífico; mas también esta vez fue víctima de la acostumbrada ingratitud, y aquel gran conquistador murió oscuro en Sevilla, a la edad de sesenta y dos años.
1547
 
 




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189.- El Perú

       La conquista de Méjico reanimó el espíritu aventurero. Balboa, después de atravesar el istmo de Darién (cap. 185), tuvo noticia de que había un gran pueblo hacia el Mediodía, muy rico en metales. Era el Perú. Pedrarias Dávila llego a ser virrey y asesinó a Balboa; pero en vez de los tesoros imaginados solo halló disgustos; casi todos sus aventureros murieron, y los restantes amenazaban a los caciques, hasta que la empresa de sujetar al país fue asumida por Francisco Pizarro, hombre rudo y valiente, que se había acostumbrado a la fiereza en las guerras de Italia. Habiéndose procurado una nave en Panamá, se adelantó hacia el Perú, y encontró en todas partes apariencias de industria, de trato, cultos los hombres y los campos, y una ciudad toda oro y plata. Acudieron nuevos aventureros y Pizarro se dirigió a Cuzco, capital de aquel país, llena de bellísimos edificios y estatuas. Aún hoy causan admiración los restos de caminos, canales y diques de aquella época. La fama atribuía aquellas construcciones a una gente de barba y vestidos diferentes de los modernos, simbolizados en Manco-Capac; procedentes del Septentrión hacia el año 1100, habían enseñado el culto del sol, la agricultura, el gobierno, y fundada la dinastía de los Incas. Estos reinaban como soberanos absolutos con regular administración, e imponiendo una obediencia casi monástica a la muchedumbre, dividida en Castas de oficios, sin propiedad particular. Sacrificaban al sol conejos, frutos y harina, y las 1500 vírgenes a él consagradas, no podían ser vistas más que por el emperador.
 
1527
 
 
 
 
       El rey Atahualpa acogió con toda clase de atenciones al aventurero, el cual destruyó toda resistencia y le hizo prisionero, cogiendo un botín que superaba las exageraciones de la mayor codicia; y sin perder un solo hombre degolló a 4000. Atahualpa prometió, en cambio de la libertad, llenar de oro la habitación en que se encontraban, hasta la altura a que se pudiese llegar con la mano (386). Entonces principiaron los indígenas a llevar oro, y ya tenían reunidos 75 millones, cuando los conquistadores no supieron contenerse más, y arrojándose sobre ellos se lo repartieron. Muchos regresaron con su botín a Europa, donde desde aquel momento principió a encarecerse todo.
1532
 
 
     Mas no por esto se puso en libertad a Atahualpa, quien, después de un ridículo proceso, fue ahorcado. El oro justificaba a Pizarro, que había conseguido apoderarse de Cuzco, donde encontró inmensos tesoros. Manco Capac se hizo vasallo de España para ser elegido emperador, e insinuó a los súbditos la obediencia; sin embargo, los aventureros continuaron saqueando. Pizarro y Almagro se hicieron mutua guerra a causa de los territorios a cada uno señalados. Almagro murió en el patíbulo. Manco Capac se retiró a los Andes, y con él terminó el imperio de los Incas. Pizarro, maldecido de amigos y enemigos, fue degollado. Todas las pasiones se desencadenaron en aquel país ya tan infortunado. En vano Carlos V trató de realzarlo uniéndolo a la corona; aquella inmensa población quedó reducida a 3 millones, con la necesidad de negros para el cultivo. No alcanzaron a remediar el mal la instrucción introducida, ni la Universidad fundada en Lima en 1545.
1536
1531




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190.- América meridional. El Dorado

     En un tercio de siglo, los aventureros se habían esparcido por todo el nuevo continente, sin piedad para con una raza que consideraban inferior y un país del cual solo pensaban sacar súbitas riquezas. Mientras unos explotaban los países conocidos, otros se arrojaban a descubrimientos y conquistas.
       Los Españoles y Portugueses no habían podido ponerse de acuerdo acerca de la posesión de las islas Molucas.

Don Pedro Mendoza de Castilla obtuvo el título de gobernador de los países comprendidos entre el río de la Plata hasta el estrecho de Magallanes, sin conocer lo que se le señalaba; en la embocadura del inmenso río fundó a Buenos Aires; se descubrieron sus grandes confluentes, el Uruguay, El Paraguay y el río Salado; fundaron la Asunción, y en todas las colonias allí establecidas, hubo las acostumbradas opresiones, guerras y odios recíprocos. Los cantones que se habían sometido pacíficamente se constituían en municipios, bajo el mando de un español.

1535
     Juan de Ayala se dirigió en busca del paso entre el Atlántico y el Mar de las Indias, penetró hasta las fuentes del Paraguay, y llegó a establecer comunicaciones entre el Perú y el gobierno de la Plata.
     Según las noticias de los Indios había en el interior un país riquísimo, todo oro (El Dorado). Gonzalo Pizarro, con trescientos cincuenta Españoles y cuatro mil Indios, se dirigió a explorar aquel país, realizando una expedición tan memorable por sus descubrimientos como por sus aventuras. Pero El Dorado fue siempre el sueño de los aventureros, sin que ninguno lo encontrara, como tampoco el canal entre los dos océanos. Se exploró el río de las Amazonas, que atraviesa casi todo el continente meridional.
       En Chile, lengua de tierra entre el gran Océano y la cordillera de los Andes, estaba sujeto a los Incas, los cuales ordenaron a los habitantes que se sometieran a los Españoles. Allí fueron edificados Santiago y otras siete ciudades que fundó Valdivia. Pero los indígenas se sublevaron varias veces, y se tuvo que introducir una administración separada de la del Perú.
1541
 
       Fundáronse otros establecimientos en la Tierra-Firme (Colombia), y Venezuela fue vendida a la casa de Welser de Augsburgo. Gonzalo Jiménez, en busca siempre de El Dorado, llegó a Bogotá, donde fue recibido con grandes fiestas; allí encontró una corte regular, una civilización tradicional, y magníficos edificios; pero lo misioneros no podían salvar a los indígenas de la fiereza y la codicia de los conquistadores. Habiendo dado muerte a los gobernantes, los Españoles fundaron el reino de Nueva Granada, cuya capital fue Santa Fe.
 
 
1537





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191.- Colonias españolas

     España poseía entonces en el Mediterráneo la Sicilia y las Baleares; en África Ceuta, Orán, Mazalquivir, Melilla y el Peñón de Vélez; en el Atlántico las Canarias; en Asia las Filipinas; en América las islas primitivas, La Española, Cuba, Puerto Rico, de los Caribes, la Trinidad, Santa Margarita, La Roca, Orchila, Blancas y algunas de las Lucayas; al Mediodía el Perú, Chile, la Tierra-Firme, el Paraguay y el Tucumán; al Norte el antiguo y nuevo Méjico, la California y la Florida. En nada aumentaron la prosperidad de España aquellos riquísimos países, porque cayeron en manos de quienes eran inexpertos en el arte de gobernar y desconocían la ciencia económica. Las maravillas de la conquista se debían a la actividad particular; el gobierno no aspiró a establecer el comercio con los indígenas, sino que quiso poseer el suelo, para extraer el oro que contenía, y considerarlo como perteneciente, no al Estado, sino a la corona. Los reyes no conocieron nunca, o no quisieron emplear los medios de hacerlo prosperar. El sistema colonial lo encaminaba todo a enriquecer la metrópoli. La gente misma que en España había dado pruebas de tanta laboriosidad en la agricultura, no se aplicó, en el nuevo continente, más que a procurarse oro. Los países se consideraban como conquistas, que el rey concedía a quien mejor las pagaba, distribuyéndolas, con la carga de censos, entre los conquistadores, que redujeron a estado normal la servidumbre de los indígenas.
     Carlos V aumentó los impuestos de los Indios y de los propietarios con la alcabala, tasa del cinco por ciento sobre toda venta al por mayor, y que después fue aumentada hasta el catorce. Los tributos fueron en aumento. Estaba prohibido plantar vides y olivos, en las colonias, y se tenía que comprar el aceite y el vino en la madre patria. Estaba también prohibido todo tráfico hasta de colonia a colonia, debiendo ir todo de España y venir a España. Era, pues, un delito capital el comerciar con los extranjeros. Estaba determinado el número de buques que debían salir de los puertos, de qué puntos, y por dónde debían ir. De este modo afluía el oro a España; pero esta se figuró poder con eso comprar cuanto le hacía falta, y dejó morir la agricultura y la industria; de modo que el oro que recibía, pasaba a Italia, a Inglaterra, a Holanda, a los países que a costa de España se enriquecían, merced a sus florecientes manufacturas.
     Los nuevos Estados americanos no estaban en relaciones mutuas. Los viveres ejercían su despotismo en un país que no conocían ni apreciaban. Todos dependían del Consejo de Indias, qua era el principal de la monarquía.
     España no exterminó a los indígenas, los cuales, una vez bautizados, adquirían los mismos derechos que los conquistadores. Era permitida la mezcla de razas por medio del matrimonio. Las leyes estaban llenas de palabras humanas. Había Blancos naturales de Europa; Criollos nacidos de europeos en América; Mestizos, hijos de blancos y Americanos; Mulatos, hijos de blancos y negros; Zambos, hijos de negros e Indios; los Indios, o sea la raza indígena de color bronceado; y los Negros de raza africana. Pero el Chapetón, Español puro, despreció siempre a los criollos, y todas las clases se odiaron mutuamente.
     La mita (387) era un servicio corporal, que debían prestar todos desde diez y ocho a cincuenta años, mayormente para la extracción de minerales. Por el repartimiento estaban obligados los gobernantes a suministrar a los Indios los objetos de primera necesidad, disposición muy oportuna al principio, pero que degeneró en torpe especulación, obligando a los Indios a comprar de los peores vestidos, mulas enfermas, granos deteriorados, todo a crecidos precios, como si fuera de superior calidad.
     Concíbese fácilmente que se acelerase la ruina de las colonias y de la metrópoli. Más tarde el mal se reparó algún tanto con los privilegios, pero el remedio no podía llegar más que con la libertad.

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