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Concepción Gimeno de Flaquer en la emancipación de las mujeres

María José Lacalzada de Mateo






Introducción

Concepción Gimeno de Flaquer, cuando publicó La mujer española, en 1877, puso atención en resaltar las capacidades femeninas, la necesidad de que se cultivasen, pero el alcance de su planteamiento se contentaba preferentemente con la influencia de la mujer solo en el ámbito privado, llegando a decir en el epílogo: «queremos que la mujer enarbole la bandera del progreso dentro de la familia, porque fuera de ella la mujer es un ser incompleto».

A partir de 1890 fue adquiriendo consistencia su propuesta para ampliar el ámbito de participación femenina hacia los espacios públicos. El Álbum Ibero Americano hizo de altavoz de sus ideas, llegando a dirigir ella misma la publicación algún tiempo. La crisis de fin de siglo fue un buen escenario para reforzar las actividades de los reformistas. Sus Evangelios de la mujer aparecieron en Madrid en 1900. Para esa fecha estaba ya bien asentado su feminismo en la proyección pública. Según explicaba: «Anhelan los feministas que el matrimonio sea la asociación de dos seres conscientes, libres e iguales, exigen la misma ley moral, civil y económica para los dos sexos, alcanzando con el triunfo de sus ideas, que la mujer deje de ser civilmente menor, moralmente esclava».

El pensamiento de Concepción Gimeno de Flaquer en España queda en el ámbito de la obra que llevó a cabo la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, que resultó el cauce para la educación y capacitación intelectual de las mujeres y progresivamente la integración de las mismas en la vida social, laboral e incluso política. Importaba sobre todo para establecer bien los cimientos aquilatar la igualdad de los sexos ante los códigos Civil, Penal y de Comercio.

Internacionalmente, una referencia de apoyo la encontramos en la Universidad Libre de Bruselas, relación que había quedado abierta a partir del viaje de Julián Sanz del Río a principios de los años cuarenta y tuvo su mejor momento a partir de la revolución de 1868. Las relaciones sostenidas con Tiberghien y Sluys influyeron notablemente en el desarrollo de la pedagogía moderna en España. La obra de Isabelle Gatti de Gamond sirvió de sólida referencia. Se trataba de instruir a las mujeres en los principios liberales y posibilitar su autonomía y presencia en los espacios sociales y laborales. Los derechos políticos eran un umbral a contemplar más tarde.

Estas actividades se coordinaron mediante ligas internacionales como la «Ligue pour le Droit des Femmes» que formaron en Francia León Richer y Mme. Deraismes en 1882. La «Ligue Belgue pour le Droit des Femmes» en Bélgica se pudo fundar en 1892. Pero en España no había capacidad para tanto. La obra de los reformistas españoles se mantuvo en el ámbito de las relaciones personales que se adscribieron a las directrices mantenidas internacionalmente. La formación de opinión resultaba fundamental para ir propiciando las reformas en la sociedad y en las leyes. En este sentido, la aportación de Concepción Gimeno de Flaquer fue muy digna de tener en cuenta.

Paulina Luisi resulta una referencia importante para reconstruir las redes que pudieron establecerse entre España y América, dentro de esta misma onda de pensamiento y acción social. Al constituir el «Consejo Nacional de Mujeres» en Uruguay en 1916 tomó contacto con Amelia y Ana Carvia que ya habían logrado organizar la «Liga Española para el Progreso de la Mujer». El Consejo de Uruguay declaraba apartarse de las luchas políticas así como su neutralidad religiosa.

La finalidad primordial del «Consejo» recogía la ya planteada en las ligas europeas anteriormente, esto es: elevar el nivel moral, intelectual, económico y jurídico de las mujeres, favoreciendo su perfeccionamiento personal y su participación social. Entre sus consignas se contemplaba que la naturaleza ha hecho al hombre y a la mujer «dos seres equivalentes que al asociarse se contemplan constituyendo la pareja humana».

Estas referencias cristalizaron a partir de 1918 en la Asociación Nacional de Mujeres Españolas. No en vano una de sus primeras actividades fue la campaña por la revisión de los Códigos Civil y de Comercio. Seguían presentes las reivindicaciones de finales del siglo XIX: igualdad de derechos y deberes para ambos cónyuges; que la mujer pudiera vender y contratar, etc.

El pensamiento de Concepción Gimeno de Flaquer tuvo, al parecer, bastante repercusión para la emancipación de las mujeres americanas, pero yo no entraré en este aspecto, ya que otros pueden hablar con más conocimiento. Mi intención es plantear ciertas claves de su discurso desde España e indicar el ámbito de influencia en que se inscribe internacionalmente, a fin de que más adelante puedan establecerse paralelismos y diferencias en esta relación al otro lado del Atlántico, así como profundizar en las redes internacionales que aquí queden insinuadas.

Un punto de arranque para entender la formación de Concepción Gimeno de Flaquer quedó sugerido en un diccionario de mujeres escritoras españolas del siglo XIX publicado en La España Moderna (1899), mientras ella vivía. Allí se explicaba que se había dado a conocer en las tertulias de Ayguals de Izco1, cosa que lleva la imaginación hacia cierto socialismo utópico e intelectuales próximos a los ámbitos progresistas a finales de los años sesenta. Tenemos también noticia de que por entonces tuviese relación con «Las Hijas del Sol», una asociación de señoras que en 1875 presidía la Condesa de Priegue y de la que también formaba parte la Baronesa de Wilson2. La asociación remite a ciertos ambientes masónicos, ya que era apoyada por la Logia «Hijos del Trabajo» del Gran Oriente de España, en Madrid en 1872, y tenía por objeto: «la educación física, intelectual y moral de la mujer; la caridad y la beneficencia; la justicia; la protección mutua»3.

Un primer trabajo de consistencia salió a la luz cuando publicó La mujer española, en 1887. Se indicaba en el libro que la autora tenía 24 años. Su feminismo apuntaba por entonces a resaltar las capacidades femeninas, y la necesidad de que se cultivasen, pero el alcance de su planteamiento se contentaba preferentemente con la influencia solo en el ámbito privado. Llegaba a decir en el epílogo: «queremos que la mujer enarbole la bandera del progreso dentro de la familia, porque fuera de ella la mujer es un ser incompleto»4. Para entonces había fundado La Ilustración de la Mujer en marzo de 1873, desde donde difundió estas ideas, así como en sus colaboraciones en El Correo de la Moda, posteriormente.

Lo cierto es que años después, cuando volvió de América, su apuesta feminista estaba bien perfilada. Ella misma logró hacerse un espacio de autoridad en la prensa como directora de El Álbum Ibero Americano, a partir de 1890 y también en el Tribuna Pública, ya que llegó a impartir cinco conferencias en el Ateneo de Madrid, reducto masculino que solo una mujer excepcional, Rosario de Acuña, había traspasado antes. Allí disertó Concepción Gimeno de Flaquer en 1892 sobre «Mujeres en la Revolución francesa», exhibiendo su «arte de matizar las frases, de modular la voz, de pronunciar clara y correctamente y de dar a la lectura toda la amenidad y variedad posible». Se atrevía a rebatir las ideas de Proudhon y Augusto Comte sobre el valor moral de la mujer, «unas veces con fina ironía y otras con agudas reflexiones»5.

Hacia la crisis de fin de siglo podríamos situar una segunda etapa de su pensamiento en la que está bien madura y definida su apuesta por la igualdad en el espacio público, empezando por la revisión de los códigos Civil, Penal y de Comercio. Al publicar sus Evangelios de la mujer en Madrid en 1900, explicaba: «Anhelan los feministas que el matrimonio sea la asociación de dos seres conscientes, libres e iguales; exigen la misma ley moral, civil y económica para los dos sexos, alcanzando con el triunfo de sus ideas, que la mujer deje de ser civilmente menor, moralmente esclava»6.

A lo largo de estos años se fue afianzando su autoridad y tendencia incisiva llegando a formular consignas bien contundentes en la conferencia que pronunció en la Sociedad Española de Higiene sobre «Iniciativas de la mujer en higiene moral social» tales como: «La inferioridad del sexo femenino, proclamada por algunos misóginos no tiene valor científico» o «Son los códigos la ley del hombre y es preciso sean ley de la humanidad». En esta ocasión se refería al nuevo enfoque que se debía dar al feminismo como «equivalencia natural e igualdad social de los dos factores del género humano»7.

Así las cosas, podemos perfilar las coordenadas del feminismo de Concepción Gimeno de Flaquer en el ámbito privado buscando la educación liberal de la mujer tanto por su propia necesidad de desarrollo humano como por su función educadora dentro de la familia y en el espacio público, apuntando hacia la igualdad de derechos familiares, sociales y laborales. Veamos estas actitudes hacia qué redes intelectuales apuntan.




Algunos indicadores sobre las redes de apoyo

La Asociación para la Enseñanza de la Mujer resulta la principal institución de defensa de la mujer que llegó a consolidarse en España. Buscaba de entrada la capacitación intelectual de las mujeres y progresivamente, con el tiempo, sus promotores fueron demoliendo los obstáculos para la integración en la vida social, laboral e incluso política de las mismas. Importaba sobre todo para establecer bien los cimientos aquilatar la igualdad ante los códigos Civil, Penal y de Comercio. Esta labor quizás no ha sido suficientemente valorada, más bien ha sido eclipsada por otras conquistas más emblemáticas orientadas hacia la vida política, pero en aquel momento tuvieron un claro avance revolucionario sin el cual no hubieran sido posibles otros logros.

Un buen exponente de aquella realidad y de las inquietudes reformadoras fue el informe que sobre la situación de la mujer española preparó Concepción Arenal para la obra de Théodore Stanton The Woman question in Europe (1884)8. Estaba inscrito en la vía del reformismo liberal internacional, donde ella era bien valorada y tenía sus contactos. Adolfo Posada, buen colaborador de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer lo retomó años después para plantear la condición jurídica de la mujer española en unos artículos, en La España Moderna. La finalidad era ir haciendo opinión en España. Él distinguía la «condición legal», lo consignado en las leyes, de la «condición jurídica», referida a aquello que la mujer «puede» hacer y señalaba como problema de fondo la consideración social de la mujer: «¿Hasta dónde se cree que la mujer puede obrar como ser racional? ¿Qué es lo que la opinión admite que haga?»9.

La Asociación tenía uno de sus apoyos internacionales en Bélgica a partir de las relaciones que Julián Sanz del Río había dejado abiertas en la Universidad Libre de Bruselas y que continuaron algunos de sus discípulos. Las relaciones tuvieron un momento esperanzador durante la revolución de 1868, que propició la llegada de los profesores liberales a la Universidad de Madrid10. A partir de entonces los españoles que cooperaban con la Asociación, como Francisco Giner de los Ríos, Bartolomé Cossío o Adolfo Posada, por ejemplo, mantuvieron muy buenas relaciones con belgas como Tiberghien y Sluys, quienes influyeron notablemente en el desarrollo de la pedagogía moderna en España, Tiberghien envió un informe para la Asociación para la Enseñanza de la Mujer sobre la enseñanza en Bélgica en 188211.

Isabelle Gatti de Gamond dejó una sólida obra que sirvió de referencia en España. Buena parte de los argumentos y medidas posibles de esta corriente del reformismo liberal se reforzaron paralelamente desde medios socialistas12. La «Ligue Belgue pour le Droit des Femmes» se pudo fundar en 1892. Sus miembros pertenecían a la burguesía librepensadora y había masones entre ellos13. La misión reproductiva de la mujer se aceptaba como ley natural y por tanto su función educadora en el hogar, pero paralelamente se reivindicaba la personalidad humana y la integración sucesiva de las mujeres en los espacios públicos en igualdad de condiciones con los varones14.

Paralelamente, otra de las vías en que se inserta internacionalmente el feminismo de Concepción Gimeno de Flaquer remite a la obra de León Richer y Mme. Deraismes, a quien ella decía admirar expresamente15. Ellos habían fundado en Francia la «Ligue pour le Droit des Femmes» en 1882. Según los estatutos y el programa fundacional, las conquistas a realizar se encaminaban a conseguir ese primer umbral de la igualdad civil sobre el que más tarde podían asentarse los derechos políticos. Difundían máximas para la liberación de la mujer en la línea siguiente: «El código hace de ella una menor y una incapacitada; las costumbres la hacen casi una esclava»; «La aristocracia de sexo, no es más justificable que la aristocracia de sangre. Los prejuicios sobre la superioridad o inferioridad del sexo están condenados a desaparecer, como han desaparecido los prejuicios de superioridad o inferioridad de clases».

Estaban dispuestos a trabajar por el ejercicio de los derechos civiles en espera de los políticos: la conservación de todos los derechos en la mujer casada, inclusive el que la madre tuviese los mismos derechos que el padre en la relación con los hijos; restablecimiento del divorcio; la iniciación progresiva de la mujer en la vida cívica; la misma moral para ambos sexos; el derecho absoluto de la mujer a desarrollar sus capacidades intelectuales por medio del estudio, sin más límites que los personales de la inteligencia o la voluntad; el libre acceso a todas las carreras en las que justificasen mediante examen las capacidades y aptitudes necesarias; la aplicación rigurosa sin distinción de sexo de la fórmula: «A producto igual, salario igual»16, recordemos que era la fórmula de Jules Simon, difundida a partir de los años sesenta del siglo XIX.

La abolición de la prostitución reglamentada por el Estado fue otro de los puntos tomados en consideración desde estas ligas. Fue en este aspecto fundamental la obra emprendida por Josephine Butler al establecer una asociación en Inglaterra en 1875 que tenía por objeto abolir la reglamentación de la prostitución por parte del Estado dando a cambio educación y medios laborales a las mujeres. Logró constituir una Federación Internacional al año siguiente. En España hubo un intento fallido de Concepción Arenal, que hubiera podido desempeñar un papel entre las clases desfavorecidas semejante al de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer. Algunos miembros de la Institución Libre de Enseñanza, como el propio Francisco Giner de los Ríos, intentaron crear opinión. Hubo también trabajos desde algunas logias masónicas para construir una sección española. Labra, en una conferencia en el Palacio de las Artes de Madrid, intentó dar a conocer el espíritu y los objetivos de la Federación. En Málaga existían también contactos que se expresaron desde El Reformista Andaluz, El Avisador Malagueño y Las Noticias17.

Este discurso para mejorar las relaciones morales y sociales entre los sexos tuvo otro punto de conexión internacional en torno a la Revue de Morale Sociale, que apareció en 1889 en Ginebra18. Adolfo Posada fue uno de los nexos de unión con España. La verdad es que durante esos años los contactos internacionales tuvieron un buen punto de apoyo en logias de la Masonería, según se van perfilando las referencias. Este es un estudio que apenas está en sus inicios19.

Sea como fuere, este ámbito de movimientos para la emancipación de la mujer tuvo su repercusión en América durante esos años y volvió más tarde a España por la actividad de Paulina Luisi, que al construir el «Consejo Nacional de Mujeres» de Uruguay en 1916, tomó contacto con Amelia y Ana Carvia20, quienes paralelamente habían logrado organizar la «Liga Española para el Progreso de la Mujer» y estrecharon la relación. Formaban parte de la liga la asociación «Concepción Arenal», presidida por Elena Carballo (Valencia); «La Mujer del Porvenir» (Barcelona); «Madame Stäel» (Pontevedra); «Progresiva Femenina» (Barcelona) y se unieron también Benita Asas Manterola desde Madrid y la marquesa de Tur que presidía la «Unión de Mujeres Españolas»21.

El Consejo de Uruguay declaraba apartarse de las luchas políticas y su neutralidad religiosa. La finalidad primordial era elevar el nivel moral, intelectual, económico y jurídico de las mujeres, favoreciendo su perfeccionamiento personal y su participación social. Entre sus consignas se contemplaba que la naturaleza ha hecho al hombre y a la mujer «dos seres equivalentes que al asociarse se completan constituyendo la pareja humana». Tomaba relieve que toda mujer pudiese cumplir como madre y educadora y que pudiese desempeñar la función social para la que fuese apta o con la que se pudiese ganar la vida en tiempos de escasez22.

Estas referencias conducen a partir de 1918 a la Asociación Nacional de Mujeres Españolas. No en vano una de sus primeras actividades fue la campaña por la revisión de los Códigos Civil y de Comercio. Seguían presentes las reivindicaciones de finales del siglo XIX: igualdad de derechos y deberes para ambos cónyuges; que la mujer pudiera vender y contratar, etc.23. Se tomó también en consideración la cuestión de la trata de blancas que de nuevo recuerda las relaciones en este ámbito con la Fédération Britanique et Continentale24.

Al estudiar la órbita de este feminismo quedan como fondo las palabras de Mme. Deraismes en la sesión de apertura del Congreso Francés Internacional por el derecho de mujeres en París en 1889: «Se prepara una gran revolución, la más grande, la más fecunda que se haya visto y se hará sin insurrección en la calle, sin barricadas, sin dinamita. Se hace en este momento en las conciencias, se hará pronto en las leyes. Para esto bastará restablecer la ley del orden (natural): que los dos factores de la humanidad sean igualitarios y no jerárquicos. Este es el precio del desarrollo continuo e indefinido del progreso de la humanidad»25.

Pero volvamos a Concepción Gimeno de Flaquer, que en una conferencia en el Ateneo de Madrid (1903), posicionándose entre los «feministas templados», no pedía derechos políticos para las mujeres ya que «siendo inevitable que la política desmoralice a un sexo, evitemos que corrompa a los dos»26. ¿Cuál es la línea de su feminismo? ¿Conservador? No lo tengo por tal, además, se situó en una posición un tanto tangencial con respecto a la Iglesia Católica, como veremos a continuación. ¿Moderado?, mejor, aunque yo lo calificaría de posibilista, con fuerza para romper moldes firmemente asentados y que a la vez se intentaban contener desde la España católica. Ella hizo una buena aportación formando opinión, suscitando debate intelectual en la línea necesaria para asentar la presencia femenina en los espacios públicos. La realidad española no permitía fácilmente que prosperase la movilización en la sociedad civil o las reformas en las leyes de manera semejante a como ocurría en Europa hasta la crisis del Estado liberal de la Restauración.




El discurso de Concepción Gimeno de Flaquer

A continuación tomaremos en consideración varios registros que perfilan el pensamiento de esta mujer, calibrando hasta qué punto pudieron resultar corrosivos sobre la estructura patriarcal:

  • - La perfectibilidad humana.

    - La toma de conciencia de la mujer como persona.

    - La presencia en los espacios públicos en condiciones de igualdad.

La perfectibilidad humana: Afirmar esta posibilidad a partir de cierta autonomía de la conciencia entraba en una vía liberal que en España hubo de arrastrar notables resistencias a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX. Más todavía, si como hacía Concepción Gimeno de Flaquer, se rompía con la idea-mito del pecado original. En la referida conferencia sobre el «Problema Feminista» pronunciada en el Ateneo de Madrid en 1903, planteaba claramente como escollo al feminismo la falta de autoestima de las propias mujeres que venía por la costumbre y por las leyes. Muchas mujeres ni siquiera llegaban a percatarse; otras, si tomaban cierta conciencia, oponían cierto fatalismo, pues siempre había sido así: «¡Como si la injusticia pudiera legitimarse porque cuenta siglos de existencia!», exclamaba ella, al tiempo que sugería: «si la tradición de Eva pudiera resistir el análisis o mereciera refutarse, podríamos decir que al heredar los hijos las faltas de los padres, no ha podido contaminarse un sexo y quedar el otro inmaculado»27.

Hay dentro de esta corriente cierto sentido intimista de la religiosidad que se concibe como auxiliar para reafirmar la vida moral responsable. Ya en La mujer española (1877) planteaba la loable labor de la hermana de la caridad frente a la «mojigata o falsa devota», que calificaba de «tipo ridículo y repulsivo»; «la mojigata es nociva a la sociedad»; «siembra la cizaña, la calumnia y el desorden por todas partes»; «Elige la Iglesia para disfrazar su ociosidad y cree que cumple con Dios intercalando las oraciones entre sus bostezos, rumiando plegarias ininteligibles». Volviendo al argumento por el que en círculos católicos se recriminaba la presencia de las mujeres liberales en espacios públicos, ella denunciaba que la «mojigata» también abandonaba sus responsabilidades en el hogar para «dedicar algunas horas a la Iglesia». Sin embargo, el mejor culto a Dios consistía en «ofrecerle por religión la moral de nuestras acciones, por plegaria el cumplimiento de nuestros deberes»28.

Incluso no soslayaba el espinoso tema tan grato a los espiritistas de las «Sacerdotisas cristianas y paganas»: «Todo lo debe la mujer a la religión: entre los paganos, el haber sido asociada a los misterios religiosos fue motivo suficiente para que de cosa la elevaran hasta hembra: el cristianismo hizo más todavía: convirtió a la hembra en mujer»; «Los santuarios de Apolo en Delfos, de Minerva en Atenas, de Diana en Efeso y de Ceres en Eulises, que se sostenían con tanta suntuosidad, fueron dirigidos por mujeres»; «Las sacerdotisas del Partenón ilustraban a las mujeres, proponiendo a Minerva, diosa de la sabiduría, como modelo»29.

Las raíces ilustradas están siempre presentes en el pensamiento de Concepción Gimeno de Flaquer. Está entre sus convicciones el que la libertad, en cuanto ruptura de cadenas interiores, se amplía a medida que lo hace el conocimiento, la fuerza moral, la sensibilidad; reclamaba como fundamental la instrucción porque a partir de ella se aquilata la vida moral, los actos resultan más conscientes, se cultivan los registros de la sensibilidad.

La necesidad de instrucción quedaba asentada en la propia naturaleza; toda capacidad humana, para ella, debía desarrollarse por justicia con las leyes naturales: «La planta nace, crece y se desarrolla con toda libertad de su fuerza nativa, el irracional se mueve con todo el vigor de su ser, todo en la creación tiende a la libertad, y no es justo que la mujer sea el único ser cuyo pensamiento se paralice, cuya voluntad se aniquile, y cuya inteligencia se eclipse por que el hombre la quiere doblegar»30; «Nunca se dijo -exponía contundentemente- si entre los animales que se distinguen por su más agudo instinto es la hembra inferior al macho; en cambio, el ser racional femenino ha sido peor tratado que el ente que ocupa ínfimo lugar en la escala zoológica»31.

Los «impugnadores» de la mujer, que por cierto «lo hacen por ignorancia» y por haber «olvidado sus primeros lazos de ternura y abnegación», mostraban en cierto modo un egoísmo que paralizaba el progreso. Muy dispuesta a trabajar por la instrucción de las mujeres, tranquilizaba a los detractores explicando que proponían la «emancipación solo en la esfera de la inteligencia» y sabiendo que «cada derecho nos exige el cumplimiento de un deber»32.

«La instrucción es la coraza que hace invulnerable a la mujer contra las puerilidades»; «La mujer tiene obligación de instruirse como la tiene de pensar»; «Dejar a la mujer sin instrucción es convertirla en autómata, en ser inconsciente y ciego»; «La instrucción eleva, ennoblece y moraliza»; «Casarse con una mujer ignorante y estúpida es denotar que no tenéis mas que sentidos, es descender»; «La mujer necesita la instrucción si vosotros sois instruidos, porque destinada al matrimonio, es indispensable en él la asociación de las ideas, el equilibrio de las almas y la comunidad del pensamiento»33. En definitiva, «El hombre no puede rebajar a la mujer sin degradarse»34.

Ya desde temprano estuvo presente en su pensamiento que los dos factores de la especie humana interaccionan. El hombre, al rebajar a la mujer, se rebaja él también. Así, por ejemplo, expondría serena y valiente en otro artículo: «El hombre ha querido ciega a su compañera para que no le viese caminar por sendas cubiertas de fango vil; la ha querido sin criterio para que no le pidiera cuenta de su conducta ligera y para subyugarla sin razonamiento de ninguna especie ante las despóticas leyes de su caprichosa fantasía: ha comprendido el hombre que al suavizarse las costumbres, el cetro del mundo pertenece a los reyes de la inteligencia, y para doblegar a su compañera sometiéndola a un ominoso yugo y a una postración moral muy lamentable, ha mutilado sus facultades intelectuales»; «la ha dejado sola, porque la ignorancia es la orfandad del alma, es una soledad moral muy desconsoladora»; «El hombre quiere débil a la mujer para ejercer en su hogar un predominio tiránico»; «El hombre quiere débil a la mujer para hacerla su juguete, para explotar su debilidad»35.

Advertía también cómo los propios hombres salían perjudicados en su matrimonio y en la educación de sus hijos, mientras emergía la fortaleza moral de sus mujeres capaces de superar las numerosas trabas y obstáculos. Y así concluía su discurso: «¡No apellidéis débil a la mujer si no queréis que patentice vuestra debilidad! ¿Quién conoce vuestras debilidades mejor que la mujer? Hombres, no lo dudéis, en ambos sexos será más fuerte el que sea más virtuoso»36.

La toma de conciencia de la mujer como persona. El punto de percusión más claro que resquebraja la estructura patriarcal creo que consiste en afirmar la personalidad humana independiente del estado civil, cosa que se da por implícita para los hombres, mientras que para las mujeres la maternidad «condiciona» todas sus restantes proyecciones. Este giro en la perspectiva lo dio claramente Concepción Arenal, no solo en su propia actitud de vida sino a lo largo de todo su profundo legado intelectual. Lástima que como otras tantas cosas la memoria histórica haya venido siendo bastante injusta con ella37.

Es necesario admitir que cualquier mujer pueda y deba desarrollar sus capacidades como corresponde a cualquier ser humano. Otra cosa es que una vez que esté más preparada: instruida, vida moral más autónoma, desarrolladas sus disposiciones naturales, etc., pueda ser mejor madre, pero no al revés. La importancia de contar con madres más preparadas fue un discurso viable y difícilmente rebatible, salvo que se manifestase abiertamente la intención de apartar a las madres de la influencia de la Iglesia, cosa que se hizo en medios librepensadores. Pero Concepción Gimeno de Flaquer fue bastante prudente tratando de asentar bien la idea en sus artículos. Era un umbral elemental para posibilitar el acceso a la educación de las mujeres desarmando la resistencias de los hombres y -digámoslo también- de muchas mujeres.

La maternidad es indiscutiblemente una dimensión femenina, a través de ella, a pesar de todas las barreras, la madre se convierte en «el alma de la humanidad»; frase que escrita ya en La mujer española, le gustó difundirla en varios de sus artículos. La maternidad no lo es todo, el solo instinto no basta: «Conservar al niño la vida física no es gran cosa; darle la vida moral lo es». Y ello está en consonancia con el nivel de desarrollo humano adquirido por la madre: «La mujer sin educar es un buque sin vela ni timón entregada a todos los vientos». Y recordemos que late la culpabilidad masculina: «Por eso hasta hoy ha sido la mujer ligera, superficial, frívola; y los hombres, que tan severamente han increpado si frivolidad sin observar la suya, no han tenido presente que al permitir la triste somnolencia de su espíritu y al no elevar su criterio, matando en ella su estímulo a las cosas grandes se ha entregado a las pequeñas, siguiendo escabrosas sendas y sumiéndose en la oscuridad»38.

Dispuesta a subrayar el trascendental papel de la madre montó toda una campaña para sacar a la luz a las Madres de hombres célebres que había publicado en México en 188439, y que reeditado en 189540, fue difundiendo en numerosos artículos desde El Álbum Ibero Americano. En definitiva: «La educación de la mujer debe ser muy esmerada, por que ella es la primera educadora de sus hijos. La madre es la gran influencia del universo, por que en su seno se forma la sociedad: La madre es el alma de la humanidad, es el ángel de nuestros sueños», insistirá en otro artículo dedicado a la Exma. señora Ángela Vidal Sagasta41.

La mujer instruida podría gestionar mejor su casa, aconsejar, compartir las preocupaciones con el marido, porque en realidad el mayor «enemigo del hogar» es el tedio que lleva a la frivolidad y degenera las capacidades, «El tedio roe el alma como el moho roe el hierro. El tedio marchita las bellas ideas, mata los buenos sentimientos, apaga el entusiasmo y la generosidad y pone a la esperanza una lápida sepulcral»42; «Por las mujeres frívolas es insultado el sexo»; «Si la mujer empleara el tiempo que gasta en estudiar el arte de agradar, en aprender el arte de pensar con cordura sería más dichosa»; «Una mujer ignorante es frívola y crédula»; «La mujer ignorante no tiene más guía que el instinto, no sabe ejercer la autoridad necesaria en ciertas circunstancias de la vida»43. Planteadas así las cosas, Concepción Gimeno de Flaquer bien podía haberse contentado con dejar bien asentada la misión de la mujer dentro del hogar, idea bien entendida culturalmente44, y sin embargo, Concepción Gimeno de Flaquer, consciente de los lastres que podía justificar, quiso dejar puertas abiertas: «la misión de la mujer», como la de cualquier ser racional, no podía ser fijada de antemano, y así llegó a exponer:

Todos creen conocer la misión de la mujer, todos quieren determinarla y circunscribirla [...] Los que quieren marcar a la mujer su misión son egoístas que se complacen en encerrarla en el estrecho círculo de sus deberes exclusivos [...] El hombre ha sido siempre rémora al completo desenvolvimiento de la inteligencia de la mujer; el hombre haciendo alarde de un principio de autoridad que él se adjudica, ha dicho a la mujer: De aquí no pasarás [...] La misión de la mujer es aquella hacia la cual se siente inclinada. La criatura nace con facultades determinadas para una ciencia o un arte: coartar sus deseos es matarle la inspiración, es apagar la luz de un genio que podría iluminar algunas generaciones. ¡Dejad paso al talento y la aplicación en cualquiera criatura que se manifieste! ¡No mutiléis el entendimiento de la mujer con torpes diques a sus elevadas aspiraciones [...] Querer apagar la chispa del genio que ilumina la inteligencia de una mujer es tan absurdo como pretender extinguir el fulgor de una estrella. Violentar las nobles aspiraciones es cometer un crimen oral. ¡No encerréis a la mujer en un estrecho círculo de hierro! ¡No le impongáis su misión; que se la imponga ella espontáneamente!45



La presencia en los espacios públicos en condiciones de igualdad: Llegamos a un punto que antes hemos planteado centrados en las consignas del feminismo internacional en el que se apoyaba la obra de Concepción Gimeno de Flaquer. La igualdad moral de ambos sexos pudiera parecer hoy una evidencia sobre la que no insistir, pero no lo era en la época. Resultaba fundamental asentar este cimiento, y, con él, la dignidad de la mujer para favorecer el paso del espacio privado, de la familia, al espacio público. Al partir de aquí derivaban las diferentes conquistas tales como la igualdad ante los Códigos Civil, Penal y de Comercio; el ejercicio digno de una profesión; la igualdad de deberes y responsabilidades que llevaba hasta reconocer la igualdad para ganar el sustento para sí y su familia.

La incorporación femenina al mundo del trabajo fue favorecida en cierta medida por las crisis económicas que evidenciaban su necesidad, tantas veces como subsistencia o para mantener un estatus decoroso en la pequeña burguesía46. Concepción Gimeno de Flaquer planteaba en «La obrera» que «los dos sexos son iguales ante Dios, porque a los dos sexos ha dotado de inteligencia: siendo iguales contraen idéntica responsabilidad ante Él; pero es preciso para esto que ambos reciban iguales grados de cultura». Reclamaba que era necesario proporcionar los medios de subsistencia, dejar trabajos que pudiesen hacer específicamente las mujeres. La idea remite de nuevo a campañas internacionales por la revalorización del trabajo47. Llegó a exponer, contundente: «La mujer no se arrastra por el fango sin sostener una fuerte lucha consigo misma, y hasta haber sido vencida por el desaliento. Sólo dos cosas corrompen a la mujer: la ignorancia y el hambre»48.

Concepción Gimeno de Flaquer dejó bien asentado en El problema feminista: «La libertad que piden los feministas para la mujer no es la licencia, es el derecho de ejercer las profesiones liberales siendo retribuido su trabajo como varón, a fin de que pueda encontrar en su pobreza un escudo que defienda su honra; es la humanización de la ley quitándole al marido el cruel derecho de disponer del capital de su consorte, derecho que la nivela con el esclavo»; «La mujer española ha sido explotada en la distribución de los derechos y los deberes, porque vive sujeta a las leyes que no dicta, a impuestos que no vota y a una justicia que no administra. No adquirirá su completa dignidad, mientras, rica, no administre su fortuna, o pobre, no pueda bastarse a sí misma con su trabajo». Y así ponía de relieve puntos concretos discriminatorios como que una mujer no pudiese pertenecer a una Cámara de Comercio ni a un Sindicato, perdiese la patria potestad de los hijos al casarse en segundas nupcias o que fuera del matrimonio no pudiese investigar la paternidad, y, en caso de que el padre reconociese al hijo, pudiese «arrebatárselo» a la madre una vez cumplidos los tres años49.

Dentro de esta línea, en Evangelios de la mujer en siete puntos los «ideales del feminismo moderado», que iban desde el primero: «evitar todo obstáculo a las manifestaciones de las facultades de la mujer», hasta el séptimo, que consistía en el «derecho a ejercer las carreras y cargos dignos de sus aptitudes», pasando por abolir la trata de blancas50.

Ya bien perfilado el ámbito de su feminismo continuaba difundiendo desde su «Crónica feminista» en El Álbum Ibero Americano. «El feminismo es síntesis de varios problemas sociológicos, es la aspiración a la equivalencia natural y la igualdad social de los dos factores del género humano, el esfuerzo contra las iniquidades colectivas, la emancipación de la esclavitud de todo un sexo, más trascendental que la de una raza»51.




Epílogo

Las ideas sobre la emancipación femenina que sostuvo Concepción Gimeno de Flaquer quedan en una onda de pensamiento y acción sociopolítica extendida internacionalmente; una vía que tuvo su repercusión en España pero que difícilmente pudo desarrollarse a lo largo de varias décadas. Aparecidos los primeros brotes a lo largo del sexenio democrático, los intentos por fortalecerse a lo largo de la Restauración tropezaron con numerosos condicionantes y lastres culturales, con lo que no se consiguió una plataforma medianamente estable hasta la crisis del sistema a partir de 1917. Concepción Gimeno de Flaquer, con todo, tuvo a mi entender bastante suerte, ya que logró hacerse un espacio respetado y sus ideas pudieron difundirse al tiempo que maduraban en consonancia con las posibilidades de materialización en el sistema.

La primera parte de su actividad se centró en resaltar las capacidades femeninas y las ventajas familiares y sociales que se derivarían de su desarrollo. Un discurso un tanto valiente sobre el que en los años setenta del siglo XIX aún había resistencias, pero era viable. La segunda parte de su vida, abogando más directamente por la igualdad de derechos y la reforma de los códigos, tuvo también su espacio a partir de la crisis de 1898, cuando se iban consolidando socialmente también las energías suficientes para sostenerse y llevarlo a cabo. La toma de conciencia de la mujer como persona independiente del estado civil, fundamental para la ruptura de la sociedad patriarcal, planea sobre el pensamiento de esta mujer, pero quizás en su conjunto quede en segundo plano ante la importancia concedida al poder educador de la madre como «alma de la humanidad», aspecto por el que seguramente se hizo perdonar muchas críticas y le abrió puertas en medios antes reticentes.

Al estudiar la prensa, las personas, las asociaciones desde donde fue repercutiendo y tomando forma esta vía quedan sugeridas ciertas redes de sociabilidad a las que no son ajenas influencias masónicas. Desconocemos por el momento su alcance, sí tenemos ciertos indicadores de su presencia sobre los que sin magnificar ni minimizar la aportación de la Masonería queda mucho terreno de estudio. Cierto que la implantación internacional de las logias a uno y otro lado del Atlántico pudo favorecer muchos contactos, pero debieron existir también otras redes y otros esfuerzos que solo con el tiempo iremos reconstruyendo.






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