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Concepción Jimeno de Flaquer (1850-1919): pionera del feminismo español

Pilar Díaz Sánchez





Este texto tiene por objeto una doble finalidad resaltar la importancia de los textos literarios como fuente para el estudio de la historia de las mujeres y recalcar la figura de Concepción Gimeno de Flaquer como pionera del feminismo en España1.

En relación al primer punto resulta irrelevante descubrir a estas alturas la importancia de los textos en general y la literatura en particular, como vehículos trasmisores de valores sociales, pero en el caso del estudio de las mujeres, la subjetividad y el lenguaje nos aproxima al tema de la trasmisión del patriarcado que se deja traslucir en los sutiles resquicios del metalenguaje, en la línea de los estudios sociolingüísticos de Bakthin, ayudándonos a descubrir los códigos literarios socioculturales, analizando los textos en los que asoman una gran variedad de voces en continuo diálogo entre el autor/a y la sociedad2. Los textos escritos por mujeres ofrecen una enorme riqueza para el estudio del feminismo y de las relaciones entre los sexos.

Por otro lado el canon literario imperante, hasta la aparición de la crítica feminista, no es en absoluto neutral sino el exponente de una cultura patriarcal que ha impregnado con sus categorías de análisis, la crítica literaria consagrada por la Academia. Lo que proponemos aquí es una lectura de textos con nueva mirada en la que resaltemos lo que se dice y lo que se oculta, para tratar de analizar lo que hay detrás del discurso.

Partimos de la superación de la idea que desde la Condesa de Campo Alange ha venido lastrando la crítica feminista, acerca de que «Nunca hubo en España nada que pueda compararse al impulso agresivo y heroico de las sufragistas británicas» ya que al estar alejado nuestro país del modelo anglosajón de desarrollo sociohistórico canónico a la hora de analizar la historia del feminismo, aquí no se dieron las condiciones para que el feminismo tuviera fuerza. Este prejuicio ha hecho que las autoras españolas hayan sido especialmente exigentes a la hora de definir el feminismo en nuestro país, a la vez que mantenían una tendencia insana a resaltar unas cuantas figuras en detrimento de otras que han resultado minusvaloradas, si no despreciadas por las mismas. El camino hacia la consecución de los derechos de las mujeres en España no ha seguido una única vía. Si bien es cierto que la más señalada ha sido la que transita por la corriente laicista y republicana, desarrollada a partir de las últimas décadas del siglo XIX3, hay otras, más populares, es decir que llegaba a un público femenino más amplio y que indudablemente fueron decisivas a la hora de abonar el suelo en donde fraguaron las semillas del feminismo4.

Por todo ello queremos estudiar la producción literaria de la escritora Concepción Gimeno de Flaquer como paradigma de mujer comprometida con el feminismo y no suficientemente estudiada hasta ahora, a pesar de los trabajos de Bianchi, Simón Palmer, Ramos Escandón, Bernárdez y otras, que han destacado aspectos parciales, aunque muy certeros, sobre la escritora.

Defendemos la idea de que en España hubo un «feminismo de baja intensidad» a cargo, sobre todo de mujeres, que dedicaron su vida a la lucha por la igualdad de los seres humanos. Es cierto que hay muchas formas de definir el feminismo, pero nos sumamos a la definición que hace Amelia Valcárcel. «Feminismo es aquella tradición política de la Modernidad, igualitaria y democrática, que mantiene que ningún individuo de la especie humana deber ser excluido de cualquier bien y de ningún derecho a causa de su sexo»5. Gimeno de Flaquer, como otras figuras pendientes de reivindicar, fueron dando pasos importantes en este sentido, tuvieron la valentía de enfrentarse con un mundo hostil en el que combatieron con todas las armas. El periodo en el que desarrolló su actividad literaria esta autora fue el de los años convulsos del sexenio revolucionario y la monarquía restaurada. Fue el periodo del afianzamiento de una burguesía ascendente que buscaba sus propios modelos culturales que reafirmen y sustenten su hegemonía social. El papel de las mujeres comenzó a adaptarse a estos nuevos cambios, y con ellos el de la familia burguesa. Surgen ahora nuevos valores sociales. Las mujeres ya no deben estar recluidas en los hogares, se convierten en instrumentos de reconocimiento social de los esposos y padres. Por lo tanto conviene a las mujeres una formación educativa que les permita estar acorde con el tiempo de los salones, los paseos y las nuevas formas de convivencia social. De ahí que sean muchos los autores y autoras que se empeñen en pilotar estos cambios que van desde un nuevo modelo de enseñanza, plasmado en las nuevas leyes de educación, Plan Pidal (17/IX/1845) y Ley Moyano (9/IX/1857), que abren nuevos horizontes de estudio para las mujeres, hasta la aparición de nuevos espacios de comunicación social como las revistas femeninas y la nueva literatura dirigidas al público femenino. En este camino, sin embargo, descuellan algunas personas que dan un paso más trabajando en el camino de la igualdad, superando estos planteamientos convencionales.

Gimeno de Flaquer mantuvo una estrategia de actuación más avanzada, aunque arrastre los prejuicios de la sociedad en la que vive. Su acción va encaminada a dar pasos lentos, medidos y, sobre todo, a no provocar rechazo manteniendo posturas radicales. Por ello habló con un lenguaje distinto según el medio en el que escribía. En las revistas de moda, dirigidas exclusivamente a las mujeres, su planteamiento era algo más comedido, intentaba buscar un hilo de unión con las mujeres participando de sus valores, aunque ella no los comparta del todo. Sin embargo, en los libros de ensayo o en las conferencias, utilizó argumentos más sólidos, hacía alarde de sus amplios conocimientos históricos y literarios y su discurso era más radical. De ahí que para analizar su obra no se pueda utilizar un único texto, sólo la lectura de su obra completa nos puede dar idea cabal de su papel como luchadora a favor de las mujeres. Puede sorprender la defensa que ella hace del papel de la maternidad en las mujeres o su sincera religiosidad, pero son aspectos que hay que enmarcar en el periodo y país en el que le tocó vivir.


Biografía de Gimeno de Flaquer

Nació en Alcañiz (Teruel), probablemente en 1850, y realizó estudios en Zaragoza y Madrid6. No sabemos apenas nada de su vida familiar, pero sí podemos afirmar que perteneció a una clase social media alta de provincias en donde la instrucción de las mujeres, tal y como la disfrutó ella, era una excepción. Enseguida se relacionó con círculos literarios en los que destacó por sus conocimientos y dotes extraordinarias. Con solo 19 años publicó su primer artículo en la revista local El Trovador del Ebro, titulado «A los impugnadores del bello sexo», demostrando a tan temprana edad, su vocación de defensa de las mujeres. El primer periódico en el que publicó fue El Argos, de Madrid, en donde escribían Fernando de Castro y otros nombres unidos al krausismo, Serrano, Alarcón, Fernández Duro y otros prestigiosos escritores del momento. Hizo piña con las escritoras de su época, una característica común a todas ellas, que buscaban apoyo mutuo, algo tan necesario en un mundo literario tan masculinizado. Mantuvo una especial amistad con Juan Valera. Con Emilia Pardo Bazán tuvo un trato menos fluido, apenas un par de cartas, que sepamos, aunque parece que hubo una consideración y respeto mutuo. Concepción casó con apenas 18 años con un empresario catalán Francisco de Paula Flaquer y Fraise, director de La Aurora de Matanzas y del Álbum-Iberoamericano de Madrid7 que la insertó en una clase social en ascenso en ese momento, la burguesía de negocios, emprendedora y fiel reflejo de la clase hegemónica liberal española.

Los argumentos por los que pensamos que esta escritora debe tener un mayor reconocimiento son concluyentes: una veintena de libros, entre novelas y ensayo, todas relacionadas directamente con la temática femenina, escribió en diversas publicaciones periódicas; El Trovador del Ebro (Zaragoza), El Correo de la Moda (Madrid), La Madre de familia (Granada), El mundo ilustrado (Barcelona), La Familia (Madrid), El Parthenon (Barcelona), El Álbum Ibero-americano (Madrid), en el que interviene con 223 artículos y La basílica teresiana (Salamanca). En 1872, es decir con 22 años, fundó en Barcelona la revista La Ilustración de la mujer, que dejó en manos de Gertrudis Gómez de Avellaneda cuando se trasladó con su marido a América. Durante 18 años esta revista de periodicidad quincenal, se dedicó a defender la idea de la necesidad de la instrucción de la mujer de forma obsesiva. El salto cualitativo importante en esta demanda radica en que si desde el siglo XVIII se había venido reclamando el derecho a la educación de las mujeres, las razones que se argüían para ello era la necesidad de una educación para que la mujer cumpliera mejor su principal cometido que era la formación de la prole y el fortalecimiento de la familia. Gimeno de Flaquer defendió la educación, no solo para esto, sino como base para la emancipación de la mujer, para favorecer su independencia económica a través de un trabajo remunerado y el disfrute, al fin, de plenos derechos de ciudadanía. Reputada como una afamada conferenciante en el Ateneo de Madrid fue, junto con Emilia Pardo Bazán, una de las primeras mujeres que accedieron a la docta institución y el éxito de público fue tal en el caso de Gimeno, que según la prensa de la época, fue necesario colocar sillas supletorias para asistir a su disertación. Su intervención fue precedida por la presentación del escritor Juan Varela. El título de esta conferencia fue «La mujer en la Revolución Francesa». En 1895 también en el Ateneo habló de «Ventajas de instruir a la mujer y sus aptitudes para instruirse» y en 1903 sobre «El problema feminista». También conferenció en el Círculo de Bellas Artes, de Madrid y en la Unión Ibero-americana. Se conoce, por estar publicado, el texto de otra conferencia dada en Roma además de las que impartió por tierras americanas. A lo largo de toda su producción literaria mostró una gran erudición en diversas materias, siempre puesto al servicio de la emancipación de la mujer.

La obra literaria de Concepción Gimeno de Flaquer se puede agrupar en tres líneas: Ensayos, novelas y artículos de prensa. En cuanto a las novelas cabe citar la de Victorina o heroísmo del corazón, en 1873, El Doctor alemán, 1880. Suplicio de una coqueta, impresa en Méjico en 1885 y que en 1890 se llamará ¿Culpa o expiación? y supone la cuarta edición de la anterior publicada también en Méjico. Fue una novela por entregas publicada en El Álbum de la Mujer, enero-junio de 1888, también en Méjico. Y Una Eva moderna, Madrid, 1909, fue su última novela. Bianchi afirma que escribió otra novela más Sofía, de la que no se tiene constancia, aunque es citada en la solapa de una de sus novelas, sin que hayamos podido encontrar ejemplar alguno.

En cuanto a los ensayos contamos con La mujer española. Estudios acerca de su educación y sus facultades intelectuales de 1877. La mujer juzgada ante el hombre, 1882. La mujer juzgada por una mujer, 1882. Mujeres de hombres célebres, 1884. Civilización de los antiguos pueblos mejicanos, 1890. Mujeres, vidas paralelas, 1893. En el salón y en el tocador. Vida social, 1899. Evangelios de la mujer, 1900, quizás su obra más importante en este apartado. La mujer intelectual, 1898, dedicada a la infanta Isabel Francisca de Borbón. Mujeres de raza latina, 1904. La virgen madre y sus advocaciones, 1907 y Mujeres de recia estirpe, 1907.

Ya casada viajó por Portugal, Francia..., hasta que en 1883 llegó a Méjico en donde desarrolló una actividad literaria importante, fundando un periódico literario El Álbum de la Mujer, dirigido a las mujeres mejicanas. A lo largo de estos años la autora aragonesa se mostró muy interesada en las culturas precolombinas y en todo lo relativo a la historia concerniente a Méjico. A su regreso a España se hizo cargo de la dirección de El Álbum Ibero-americano que sigue las directrices de El Álbum de la Mujer, y que alternaba información política, cultural o artística, con informaciones más livianas sobre la vida social, siguiendo el modelo de revistas femeninas que tanto imperaba en la época8.




La temática feminista en la obra de Gimeno de Flaquer

Toda la producción literaria de la autora está atravesada por una temática recurrente que aflora de una u otra forma a lo largo de la obra. La principal es el tema de la educación, después la maternidad, que justifica con el argumento de las «madres de hombres célebres», siguiendo el modelo de los exempla medievales, las civilizaciones antiguas, en especial las culturas pre-colombinas y el tema del hispanismo, del que es ferviente defensora y por último la religiosidad.


La educación

En relación a la educación Gimeno de Flaquer es, sin paliativos, una ferviente defensora de este derecho para las mujeres. En 1877 escribió La mujer española. Estudios acerca de su educación y sus facultades intelectuales. Este trabajo está en línea con el que escribiera en 1884 Concepción Arenal, La mujer del porvenir. Como este el de Gimeno tuvo un gran reconocimiento en su época y sabemos por distintas vías que causó gran revuelo. El prologuista del libro, Leopoldo Augusto del Cueto en carta a Hartzenbusch, justifica la pertinencia del libro argumentando que la autora «declara a la mujer el elemento fundamental del progreso humano dentro de la familia, y con razón afirma que fuera de ella es la mujer un ser incompleto». En esta afirmación debemos reconocer la estrategia del varón en justificar a la autora advirtiendo desde el principio que lo que viene a continuación no excede los márgenes de los convencionalismos sociales vigentes. Por eso más adelante el autor continúa advirtiendo que está lejos de tratarse de «la mujer política, que es una de las cosas más anómalas, irrisorias e inadecuadas que ha creado la vanidad moderna». El libro, dividido en capítulos como: «Ellas y ellos», «los impugnadores del bello sexo», «La aptitud de las mujeres para las artes, para las ciencias...» está atravesado por la idea de desterrar el argumento del «sexo débil» y reivindicar la igualdad de hombres y mujeres en cuanto a capacidades y por lo tanto en cuanto al derecho a recibir una misma y única formación educativa. Gimeno afirma: «hombres tened presente que no os disputamos la fuerza física, pero nos declaramos en fuerza moral igual a vosotros»9. Si comparamos el libro de Severo Catalina, La mujer, publicado en 1858, en donde se defiende el derecho a la educación de las mujeres, contrastaremos los planteamientos y podemos advertir el cambio sustancial entre ambos10. Catalina distingue entre instrucción y educación, «la educación es más que instrucción», afirma, «la primera se dirige principalmente al corazón y la segunda a la inteligencia. Eduquemos a las mujeres, e instruyámoslas después si queda tiempo»11. O bien lo que casi cincuenta años después se continuaba señalando: «Sólo las mujeres varoniles, y aún las que, por vocación o cálculo, se substraen de aquellos tan sagrados cuanto penosos deberes -los familiares- pueden aspirar a una mayor cultura»12. Nuestra escritora afirma en el citado libro: «Deseamos comprendáis el espíritu que nos anima a escribir este libro: queremos revelaros que moralmente se haya la mujer a vuestra altura; queremos nuestra emancipación, pero únicamente en las esferas de la inteligencia; queremos a la mujer elevada a los muros de la ilustración; la queremos ante todo madre y no dudéis, será buena esposa y buena madre, si recibe una ilustración que le rasgue la venda fatal de la ignorancia, el error y la superstición». Los argumentos de la mujer-madre y reorganizador familiar sirven de parapeto a un rechazo frontal y permiten que las ideas emancipadoras vayan poco a poco llegando a un público más amplio.

La vindicación de la educación para las mujeres «a favor de mejorar la familia» y no «para la mujer», era compartida por el movimiento krausista, germen de la intelectualidad española de la Restauración. En el caso de Gimeno de Flaquer creemos que va más allá de este pensamiento y pone su acento en una mayor independencia para las mujeres. En el mismo libro expresa de forma tajante: «La misión de la mujer es aquella hacia la cual se siente inclinada. La criatura nace con facultades determinadas para una ciencia o arte; coartar sus deseos es matarle la inspiración, es apagar la luz de un genio que podría iluminar algunas generaciones. Esto sucede lo mismo respecto a la mujer que respecto al hombre» [...] «¡Dejad paso franco al talento y la aplicación en cualquiera criatura que se manifieste! ¡No mutiléis el entendimiento de la mujer con torpes diques a sus elevadas aspiraciones [...] ¡¡No le impongáis su misión; que se la imponga ella espontáneamente!».




La maternidad

El tema de la educación está inextricablemente unido con el tema de la maternidad. Para ella la madre es la sublimación de la mujer, en donde radica su fuerza y de donde recoge su supremacía social. En la mayoría de sus novelas las protagonistas encuentran con la maternidad el momento de plenitud. En la novela ¿Culpa o expiación?, 1890, la protagonista una coqueta que juega con los hombres, encuentra su redención en la maternidad, lo mismo que Luisa la protagonista de Una Eva moderna, obra de madurez publicada en 1909, asumiendo al final de la novela, que su papel está en la educación de la hija, ya que la formación que ella ha recibido le ha inhabilitado para un desarrollo personal, por eso se centra en la capacidad transformadora de la madre para cambiar la sociedad13. El tema de la maternidad está muy arraigado en el pensamiento de las mujeres, incluso entre las más vanguardistas y rompedoras del siglo XIX. Sirva de ejemplo la visión que de la misma tiene la masona Rosario de Acuña, ferviente defensora de la igualdad de la mujer y de la instrucción como forma de conseguirlo. En un artículo de 1887 titulado «A las mujeres del siglo XIX» afirma: «Madre, no abarcarás más fin que el mayor bien de tus hijos y, como ni te vendiste ni fuiste humillada, tus hijos no podrán despreciarte ni compadecerte, viniendo a ser para ellos el tipo sublime de la dignidad femenina»14, y al final de sus días escribe, en una carta «A un soldado voluntario en la gran guerra», haciendo balance de su vida que: «No tuvimos hijos. Al principio lloré el fracaso de mi feminidad, toda mujer-madre es inmortal»15. La maternidad es un tema espinoso y la crítica feminista no se pone de acuerdo en la valoración que se le debe atribuir en el camino hacia la igualdad de las mujeres. Hoy en día sigue siendo tema de debate permanente entre los feminismos de distinta tendencia16.




El feminismo

El feminismo de Gimeno de Flaquer es enfocado desde una óptica personal, individual. Los tres escalones que las mujeres deben subir para conseguir la igualdad de derechos con los varones, que son el derecho a la educación, el derecho al trabajo y el derecho al sufragio, son defendidos por esta autora solo en parte. La educación y el trabajo son para ella prioritarios, pero el sufragio, última demanda del feminismo, no entra en sus planes. De ahí que la idea que tenga del feminismo se mantenga en los postulados románticos de la época y la situación social que le tocó vivir. Este hecho hay que ponerlo en relación con el dato de que en España hasta 1890 no se adopta el sufragio universal masculino. No obstante, en algunas publicaciones y en ensayos dirigidos a un público capaz de entenderla, sí que aborda el tema. Según sus propias palabras: «Los feministas son caballeros del ideal, campeones del oprimido, heraldos de una causa justa». [...] «El feminismo no se hace solidario de ningún partido político militante». [...] «No combatáis al feminismo sin haberlo estudiado; es un problema que merece más atención que el problema industrial o agrario, por ser problema psicológico social» [...] «El feminismo debe proponerse en España humanizar la ley, quitándole al marido el cruel derecho que tiene de disponer el capital de la mujer, adquirido con su trabajo, derecho que la nivela con el esclavo romano»17 y en su relato Una Eva Moderna, publicado en El cuento semanal, pone en boca de uno de sus personajes la siguiente afirmación: «...sólo el que haya sido propuesto es un avance, dicen que no está preparada la conciencia política de la mujer, pero tampoco tiene educación política el deshollinador y vota. [...] Pretendemos que la mujer sea electora, no elegible: los cargos políticos para el hombre, pediremos los administrativos». Otro caso de reivindicaciones pospuestas para un desarrollo posterior. Conviene recordar que incluso en los ambientes más progresistas, sobre todo en relación con el movimiento obrero posterior a la Revolución de Septiembre, el discurso de la mujer va siempre unido al papel de mantenimiento de la familia. A pesar de ello Gimeno se muestra defensora de la separación marital y de que las mujeres «malcasadas» puedan rehacer su vida fuera del matrimonio. Aunque el tema del divorcio fue en España un tema muy controvertido y que se planteó con notable retraso con respecto a los países de nuestro entorno. El sentimiento religioso muy presente en las mujeres españolas hizo que la mayoría de ellas se mostraran reacias a su defensa. Incluso Emilia Pardo Bazán lo aborda de paso, sin implicarse demasiado en el tema, aunque ella vivió separada de hecho de su marido.

Pero donde realmente se nos presenta la figura de la escritora como feminista es cuando defiende la posibilidad de trabajo remunerado de la mujer, para ella el medio fundamental de conseguir su plena emancipación. Esta idea se encuentra de nuevo en Los evangelios de la mujer (1900) el libro en el que la autora se muestra más libre de exponer sus ideas. En este texto hace un repaso al tema del feminismo y se confiesa ella misma «feminista templada»; la base argumental del trabajo es el intento de compaginar el feminismo con el cristianismo, en un plano de religiosidad romántica en el que muestra sus dotes en el manejo de categorías filosóficas18.

El salto cualitativo importante para definir la práctica literaria de la autora como feminismo lo da en sus obras más maduras, Una Eva Moderna, (1909), donde aprovecha un diálogo de sus personajes para dejar traslucir su pensamiento con relación a los derechos de las mujeres al trabajo: «Es verdad: lo más importante es la independencia económica de la mujer. La rica, que puede administrar su fortuna, la pobre, disponer del producto de su trabajo»19. Incluso en este texto se muestra partidaria de la igualdad de salarios de hombres y mujeres: «¡Que el trabajo de la obrera se retribuya como el del hombre, es lo que están pidiendo a gritos la lógica y la moral! Reglamentar el trabajo de la mujer y el niño es arrancar víctimas a la raquitis, a la clorosis, la anemia y la vesania»20.




Las mujeres célebres. El discurso de la excelencia

En cuanto al tema de las mujeres célebres, Gimeno recoge la tradición de argumentar mediante la acumulación de casos la evidencia del papel desempeñado por las mujeres a lo largo de la historia. Se trata de un tema hagiográfico que tiene una estrecha relación con la Querella de las mujeres que desde la Edad Media viene animando la «cuestión femenina». En el libro Madres de hombres célebres, publicado en 1884 y reeditada en 1895, se recogen 128 mujeres que han destacado por la influencia, que, como madres, tuvieron en sus hijos e hijas. Sorprende en este trabajo la erudición de la que la autora hace gala. Los personajes elegidos van desde la antigüedad clásica hasta el siglo XIX y recorren el espacio europeo, americano y todas las ramas y ciencias del saber. De la Antigüedad destacan las figuras de Agripina, la madre de Nerón, Amalasunta, la madre de Alarico, Arquenasa, hetaira, Bavdni, divinidad hindú, Claudia, madre de Viriato y un largo etcétera. De la Edad Media Gimeno recupera nombres de mujeres de todas las cortes europeas, comenzando por las hispánicas. De este modo cuenta la vida de Blanca de Castilla, madre de San Luis, Urraca, Leonor, Ingunda, esposa de Hermenegildo, y medio centenar más. Así hasta analizar las madres de los personajes más influyentes de la Edad Moderna hasta el siglo XIX.

Gimeno aprovecha, de igual modo, cualquier ocasión para enumerar a todas aquellas mujeres que, fuera del papel de madres, ha tenido un papel relevante en la sociedad. En los artículos de las revistas en las que colabora o dirige, aparecen con relativa frecuencia un elenco de mujeres célebres. Algunas de ellas son machaconamente enumeradas, es el caso de Maria Wollstonecraft (sic), Mme. Stanton, Lady Sommersst, Cristina Laad Franklin, María Mitchell, María Somerville, o la matemática Marquesa de Châtellet, la doctora Blackwell, Clemence Royer, prologuista de Darwin... italianas, españolas y en cuanto a las francesas muestra todavía un mayor conocimiento de las mujeres en el proceso revolucionario burgués. También conoce y cita a la francesa Cristina de Pisan y su libro de La Ciudad de las Damas, (1405)algo poco usual en las mujeres españolas de su época y que no hace más que confirmar la vasta erudición de la autora. Pisan fue una mujer de educación exquisita que vivió en la corte de Carlos V de Valois y a la que se puede considerar como la primera mujer que plantea, en el sentido moderno, la «cuestión femenina».

De igual modo contrapone modelos de mujeres para demostrar que existen ejemplos confrontados, así frente a Mesalina, Catalina de Médicis o Dalida, resalta las figuras de Esther, Débora, Susana, Hortenisa, Porcia, Sevia, Octavia y otras muchas21. O utiliza el estudio paralelo de dos figuras femeninas, de distintos periodos históricos, al gusto de Plutarco, en Mujeres. Vidas paralelas, donde antepone mujeres como Minerva y Xochiquetzal, María Cristina de Habsburgo y M.ª Teresa de Austria o Beatriz Galindo y la marquesa de Guadalcázar e Hinojosa. En cada uno de estos capítulos, 19 en total, hace un auténtico alarde de conocimientos. En este último exemplum aprovecha para citar cuantas mujeres de los siglos XV, XVI y XVII son dignas de resalte. Nombres escasamente conocidos hoy y creemos que mucho más desconocidos por el público del siglo XIX. Aparecen solo en este capítulo los nombres -acompañados de un certero comentario-, de santa Teresa de Jesús, Isabel la Católica, Lucía de Medrano (Universidad de Salamanca), Francisca Nebrija (Alcalá), Isabel de Foxá y Roseres (Barcelona), Luisa Sigea (Toledo), Isabel de Córdoba, María del Rosario de Cepeda, Ana Cervatón, marquesa de Monteagudo, María Pacheco, Teresa de Cartagena, Isabel de Vergara, Catalina de Ribera, Luisa Manrique de Lara, Hipólita de Narváez, Ana Caro Mallén, María Zayas de Sotomayor, Sor María de Jesús, Beatriz Galindo y María Isidra de Guzmán y de la Cerda22. Sobre el tema de mujeres célebres volverá en 1907 al publicar Mujeres de recia estirpe, dedicadas a la acción política de las mismas y el entorno y circunstancias en que se lleva a cabo.

Sobre las mujeres latinas, se hace eco de la ideología sustentante de los estados-nación liberales en los que se enfatiza las peculiaridades regionales, unidos al papel de las mujeres en la construcción de la identidad nacional. Destaca los valores de la población de las distintas regiones españolas, en este caso de las mujeres, que es algo común a muchas escritoras del s. XIX, desde la misma Rosario de Acuña, Concepción Arenal o Concha Espina, y la misma Pardo Bazán tiene textos en este sentido.




El hispanismo

Otra de las facetas destacables en la obra de la escritora de Alcañiz es la relacionada con el estudio del espacio hispanoamericano, y en concreto, con las mujeres de las culturas precolombinas. Gimeno estuvo residiendo en Méjico desde 1883 hasta 1889. Allí dirigió la publicación de la revista El Álbum de la Mujer. En ella se llevó a cabo una labor de difusión importante de la cultura española a la vez que se incidía en la problemática femenina, estableciendo lazos de unión a ambos lados del Atlántico. Según escribió ella misma: «El objetivo de mi vida, es cantar vuestros méritos y virtudes, es hacer conocer vuestras facultades intelectuales, es referir vuestros múltiples heroísmos, es colocar vuestra hermosa figura sobre el más elevado pedestal»23.

En Méjico Gimeno se dedicó al estudio de la cultura azteca y en especial y de la sociedad analizando las relaciones entre los sexos. En mayo y junio de 1890 conferenció en el Ateneo madrileño con sendas intervenciones sobre las culturas aztecas, siendo estas muy comentadas en su momento. Aparte de las intervenciones en la revista mexicana, Gimeno trató el tema de los aztecas en sus novelas y libros de ensayo. Sorprende su visión de la religión azteca que intenta comprender desde dentro, analizando los sacrificios humanos desde la perspectiva religiosa, mucho más comprensiva de lo que cabía esperar en su entorno social. Analiza y compara la mitología azteca con la de las culturas greco romana tratando a su vez de buscar puntos coincidentes. Pero quizá la figura que merece más atención por su parte es la de la Malinche, la amante de Hernán Cortés, que ejemplifica como puente entre ambas culturas. Para ella Malinche es la cristiana sincera, no la falsa conversa, que cumple la misión evangelizadora tan encomiable según su punto de vista24.




El sentimiento religioso

La religiosidad de Gimeno de Flaquer es la piedra angular sobre la que descansa su pensamiento. En su libro Evangelios de la mujer (1900) fue donde de forma más explícita expone su pensamiento religioso. En el preámbulo de este afirma: «Evangelios ¡Hermosa palabra que nos revela verdad, doctrina, buena nueva! Sí, buena nueva para la mujer es la esperanza de que en breve se realizarán ideales acariciados por tanto tiempos. El siglo XVIII proclamó los derechos del hombre, el XIX ha concedido á la mujer en algunos pueblos los que aquí pedimos, el XX los otorgará»25. Intenta compaginar cristianismo y feminismo, si aquel es la religión de los débiles, deberá ser la del feminismo al estar las mujeres oprimidas como lo estaban los esclavos. Es aquí donde se confiesa militante de un «feminismo conservador» que pide «emancipación intelectual y económica», pero no el voto: «no quiere tanto»26.

En Los evangelios... expone los mandamientos de su «cristianismo feminista». En primer lugar «evitar obstáculos a las facultades intelectuales de la mujer» y educar a esa mujer. «Darle trabajo bien remunerado que la defienda de toda inmoralidad». «La facultad de disponer de sus bienes». «Destruir la trata de blancas, tan punible como lo fue en otros tiempos la trata de negros». «Permitirle el derecho de ejercer las profesiones y cargos dignos de sus aptitudes, muy especialmente la medicina, para curar enfermedades de las mujeres y la de los niños»27. El libro está dividido en tres partes. En la primera hace un repaso al papel social de las mujeres desde la antigüedad, resaltando sus facultades, sobre todo artísticas, para acabar impugnando la idea del «sexo débil», una idea recurrente en toda su obra. En la segunda parte se explaya sobre el feminismo y sus conquistas, repasando las teorías y prácticas feministas desde Europa hasta América. En la tercera parte enumera el camino emancipatorio de las mujeres: la instrucción y la maternidad, está en contra de las institutrices y defiende que sean las madres las que eduquen a las/los hijos, para acabar señalando la «mujer regeneradora» y el «patriotismo de las mujeres». Esta última idea en relación con el papel de las mujeres en la construcción de la nación-estado liberal burgués. Sabido es que las mujeres son portadoras de los valores tradicionales y la lectura de los textos de Gimeno van en esta línea, una vez más, el descubrir en la intertextualidad los ideales burgueses de la clase social que representa y el carácter generalizador de su obra.






A modo de conclusión

Concepción Gimeno de Flaquer forma parte de un grupo de mujeres que practica el discurso de la excelencia junto con el de la igualdad, elementos que se corresponden con la primera ola del feminismo28. Supone un nexo entre la polémica de la «querella de las mujeres» y el feminismo moderno. Su vindicación, a veces obsesiva si se toma su producción literaria en su conjunto, es el derecho a la educación, además de su defensa del derecho al trabajo, al divorcio (separación marital, stricto sensu) y la independencia económica.

Su feminismo se ve reforzado por la concepción universalista de estos derechos, que entiende deben ser comunes a todas las mujeres del mundo. A pesar de su adscripción social a una burguesía media, portadora de los valores del individualismo liberal, Gimeno entiende que los derechos de las mujeres son universales, por eso en su argumentación siempre utiliza ejemplos de mujeres de todos los continentes y periodos históricos. Este carácter lo simultánea con la defensa de la identidad nacional española, que entiende unida al hispanismo del que es ferviente defensora. Cuando resalta las peculiaridades de las mujeres de las distintas regiones españolas o latinas, en general, muestra su ideología liberal-burguesa, propia de la consolidación hegemónica del estado liberal.

También participa de otro elemento común al feminismo que es el de defender el carácter de acción colectiva de las mujeres, de la amistad ética, la filía, que refuerza los valores anteriores. Ella se arroga el papel de continuadora de las pioneras en la lucha de los derechos de las mujeres y participa y reconoce el mérito de sus coetáneas.

Para terminar, el caso de esta escritora puede servir de modelo de estudio para comprender mejor la sociedad de su momento y reivindicar el papel que otras mujeres como ella, una escritora no de primera línea, deben tener en este proceso. El estudio del feminismo en nuestro país no está cerrado y no debe limitarse a los casos excepcionales, no es necesario ser una Virginia Wolf para poder reivindicar el derecho a ocupar su lugar en las letras hispanas. Existen otras muchas mujeres que contribuyeron a avanzar en la lucha por los derechos de las mujeres y que mantuvieron una práctica vital encomiable, dedicada en exclusiva al apostolado feminista. Con el estudio de la obra de Gimeno de Flaquer queremos contribuir a ello.








Bibliografía

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