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Congreso de antropología y de arqueología prehistóricas, celebrado en París en agosto de 1889

Juan Vilanova y Piera





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Un insigne arqueólogo lusitano, el Sr. Ferraz do Macedo, á propósito de la cuestión sexta que fué objeto de discusión en dicha Asamblea, leyó una extensa nota acerca del hallazgo de huesos humanos en el seno del horizonte terciario superior ó pliocénico, en Castenedolo, no lejos de Brescia en el N. de Italia. Este hecho no es reciente, pues en 1860 el profesor Ragazzoni encontró parte de un cráneo, proponiéndose el naturalista lusitano llamar la atención de los geólogos á quienes invitó á que visitaran dicha localidad, para que se persuadieran de que los restos del hombre allí existentes son contemporáneos de los materiales que los contienen.

Este consejo que Ferraz daba á los congresistas de París, comenzó él mismo por realizarle dando el ejemplo de quien se propone tratar un asunto con la formalidad que su propia importancia exige, ya que no una, sino dos visitas hizo á dicha localidad, la primera en 1888 y la otra en 1889, á consecuencia de la noticia que tuvo del descubrimiento hecho por Ragazzoni de un esqueleto entero, no lejos del sitio donde en 1880 aparecieron otros restos humanos sueltos. En el primer viaje el Sr. Ferraz permaneció sobre seis semanas en Castenedolo, y á pesar de estar trabajando durante este tiempo ocho operarios bajo su acertada dirección, no tuvo la fortuna de descubrir resto alguno en el seno del horizonte pliocénico, y sí solo en el punto de contacto entre el diluvium y el terciario que forma el subsuelo.

Motivó el segundo viaje de Ferraz á Castenedolo, el deseo de confirmar el descubrimiento del esqueleto y el yacimiento de este, que es lo más importante, resultando que los nuevos restos humanos existían en realidad en el seno de dos bancos de arcilla, entre los cuales hay otro de ostreas verdaderamente fósiles, aunque no indica aquel la especie á que pertenecen; pero que algunas   —109→   de ellas ocupaban la cavidad del pecho y hasta ciertas valvas la atravesaban de uno á otro lado.

A más de confirmar el nuevo descubrimiento hecho por Ragazzoni, el Sr. Ferraz logró, á fuerza de paciente habilidad, reconstruir y completar el cráneo de dicho esqueleto que fué roto por el operario que lo encontró, resultando de las medidas que sobre él pudo tomar, que era dolicocéfalo, del todo semejante á no pocos cráneos humanos modernos.

Expuestos los anteriores datos, tomaron parte en la discusión que á este propósito se suscitó, los Sres. Cartailhac, Mortillet Gabriel y Belluci, deseosos de conocer algunos detalles referentes, sobre todo, á las condiciones de yacimiento y á la relación mutua que existía entre dichos restos, á todo lo cual contestó el señor Ferraz satisfactoriamente, indicando que el esqueleto femenino encontrado en 1880 distaba próximamente unos 20 m. de los dos descubiertos en otra época.

Este hecho, dice el Sr. D. Felipe de Nery Delgado, director de la Comisión del mapa Sr. geológico de Portugal en la Memoria referente al Congreso de París que acaba de remitirme, representa un fortísimo argumento en favor de las dudas que expusieron en la mencionada sesión los Sres. Cartailhac y Mortillet acerca del valor etnológico del mencionado descubrimiento, ya que siendo por todo extremo raros los huesos humanos fósiles y aun restos no siempre enteros; de ser esto tal como se pretende, Castenedolo representaría una localidad única en su género, por haber suministrado nada menos que restos de cinco individuos y entre ellos dos esqueletos enteros, á muy corta distancia unos de otros, y existentes en bancos marinos distintos, siendo cosa sabida, como indicó Mortillet, que precisamente la acción del mar tiende siempre á separar los huesos de sus naturales relaciones y á dispersarlos á mayores ó menores distancias, circunstancia que explica la rareza con que se hallan los esqueletos enteros de mamíferos fósiles.

Ya este es un poderoso argumento en contra de la contemporaneidad de los mencionados restos humanos y de la formación marina donde han aparecido, pero lo es aún mayor, el que resulta del hallazgo del esqueleto en el seno del banco de ostras,   —110→   pues conocida la lentitud con que se forman estos, dice el señor Nery Delgado, ser de todo punto inadmisible que el esqueleto se hubiera conservado entero en el sitio mismo donde fué depositado el cadáver, durante el enorme espacio de tiempo que forzosamente había de necesitarse para que allí se desarrollara el prodigioso número de ostras que representan un criadero de un metro de espesor.

La particularidad de encontrarse llena de dichos fósiles la cavidad torácica del mencionado esqueleto, en sentir del Sr. Delgado no alcanza más decisiva significación que la observada en los Keno-Kimodingos de Mugem que visitamos con motivo del Congreso de Lisboa en 1880, donde los esqueletos humanos se ven envueltos por una masa de cieno arenoso, literalmente formado de fragmentos de la concha llamada Lutraria compressa, los cuales análogamente á lo que ocurre en Castenedolo, rellenan todas sus cavidades inclusa la del cráneo; hasta las extremadas y numerosas deformaciones que dichos huesos ofrecen, se explican bastante bien por los movimientos producidos por el natural asiento del depósito, sin necesidad de apelar á violentas dislocaciones del suelo. Sábese además, que hasta los mismos escombros toman el aspecto estratificado; de donde la posibilidad de que por la sola acción del tiempo hubiera desaparecido todo vestigio de movimiento de tierras en el caso de haber sepultado los cadáveres en algún banco cuyos materiales estuvieran dotados de cierta plasticidad.

Sin duda alguna, por todas estas consideraciones que debieron llamar la atención de los asistentes al Congreso, no tomó éste acuerdo alguno sobre tan importante asunto, no obstante ser de todos conocida la opinión, ya antes expuesta por el Sr.de Quatrefages, favorable en el sentido de considerar el primo esqueleto descubierto por el Sr. Ragazzoni, como contemporáneo del terreno pliocénico.

La explicación que dió el Sr. Sergi del hallazgo de los cuatro esqueletos juntos, suponiendo que pertenecían á una familia allí arrojada por algún naufragio, es enteramente gratuita ó inadmisible, dice Delgado, por cuanto para que fuese razonable sería necesario suponer que ya en el período terciario había inventado   —111→   el hombre la navegación. Por otra parte el haber sido arrojados los restos de los cuatro miembros de la familia en el banco de arcilla, donde yacían, aun en el caso de tener algún valor este argumento, lo perdería del todo por el hecho de la existencia de un esqueleto en medio del banco de ostras.

Terminado este juicio crítico que el Sr. Delgado hace en su relato del hallazgo de los restos humanos en Castenedolo, pasa él mismo á dar cuenta de las nuevas pesquisas por él hechas en la famosa localidad de Otta, que visitamos en 1880 los congresistas de Lisboa, y cuyos objetos descubiertos ofreció á la consideración de los que asistimos á la Asamblea de París. La serie de sílices exhibidos constaba de 54 ejemplares, de los cuales 30 procedían del seno mismo del banco de arenisca terciaria (en caso de que lo sea, que yo no lo creo), y 24 de la superficie misma, muchos de estos eran evidentemente terciarios, pero arrancados por los agentes exteriores.

Las excavaciones á este fin ejecutadas á presencia del mismo Sr. Delgado ó del ayudante de la Comisión geológica Sr. Berheley Cotter, se practicaron en aquellos sitios donde la arenisca se encontraba intacta, en cuatro puntos distintos, llegando á 2 y más metros de profundidad. Desde luego, dice Delgado, se advierte una notable diferencia entre los objetos encontrados en el interior y los de la superficie, los cuales ofrecían formas en su mayor número mejor definidas en las que podía advertirse la intención de adaptarlas á determinados usos. Declara luego él mismo, que no halló en el seno de la arenisca un solo instrumento de pedernal parecido á los que el Sr. Ribeiro presentó como procedentes del interior de dicha roca y en los que fundó la idea del hombre terciario; y sin pretender dudar de la verdad de dicho hecho, la lealtad científica me obliga, dice Delgado, á hacer esta declaración ante el Congreso.

Entre los objetos procedentes de la superficie, merece especial mención uno por cuanto á más de las seriales evidentes de labor indeterminada, ofrecía adherida á una de sus caras, parte de la arenisca rojiza propia de aquel depósito. La forma de dicho utensilio difiere mucho de todos los procedentes del interior del terreno, ofreciendo además las aristas muy vivas, circunstancia   —112→   que lo aleja también mucho de los pedernales evidentemente terciarios por su yacimiento, cuyas formas son muy irregulares y las aristas gastadas por la acción de las aguas; debo observar también, dice aquél, que la arenisca adherida á la superficie de dicho instrumento, es mucho más dura que la terciaria, la cual con la mayor facilidad se desprende de los pedernales extraídos del seno mismo de dicha roca.

Sin la menor duda, la incrustación de la arena y del peróxido de hierro que le comunica el color rojo que afecta, solo pudo verificarse hallándose el pedernal envuelto por el propio depósito, pero, pregunta el mismo Sr. Delgado, ¿de dónde procedía ó cuál era semejante depósito? será esta una arenisca fina terciaria de aquella localidad, ó quizás representará los vestigios de una formación posterior (cuaternaria) arrastrados por las aguas, según el procedimiento ideado por el profesor Prestvrich para explicar los pedernales de Ightham, declarando, por último, que á falta de mejor explicación del hecho se inclina á aceptar la indicada.

Ofrecía también interés, añade Delgado, un tasquil ó astilla de aristas vivas de aspecto muy semejante al pedernal encontrado en 1880 por el Sr. Belluci sólidamente implantado como el de que se trata en la superficie de la trinchera (mejor y más exacto fuera decir á la superficie del terreno que es lo que yo expuse lo mismo en Lisboa que en París), sin embargo, las pruebas de labor intencionada no son en él por mí descubierto, dice Delgado, de modo alguno evidentes. No cree este insigne geólogo lusitano que la irregularidad y variedad de formas de los pedernales terciarios pueda explicarse por los choques producidos por las aguas corrientes que los arrastraron, inclinándose más bien á la acción de los agentes atmosféricos por haberse hallado en la superficie durante mucho tiempo antes de su transporte. Encontrándose a la superficie muchos sílices terciarios sin vestigio alguno de labor intencionada y como amontonados, por decirlo así, en de terminados sitios; este hecho autoriza á creer que sean restos de la denudación verificada por los agentes atmosféricos en la arenisca terciaria, cuyas partículas más ligeras fueron arrastradas, quedando tan solo en la superficie los minerales más pesados.

Esta explicación, que es la propuesta por Prestvrich para los   —113→   sílices de Ightham aplicada á Otta, armoniza perfectamente con el hecho de encontrarse mezclados con los objetos que ofrecen señales de trabajo intencionado, como el instrumento descubierto últimamente que ofrecía la incrustación de arenisca ferruginosa y otros de época más moderna.

Terciaron en la discusión del asunto, dice el autor del relato del Congreso, los Sres. Mortillet, Quatrefages, Cartailhac, Vilanova y Belluci, resultando, de todo ello, que en nada se adelantó en el sentido de demostrar la existencia del hombre en la era terciaria.

Termina el Sr. Delgado haciendo, con lealtad que mucho le honra, la terminante declaración de que, sin pretender contestar a priori en el asunto de que se trata, debe decir que la demostración de la existencia del hombre terciario, si bien podrá realizarse algún dia, está aún muy lejos de poderse asegurar, al menos, con los datos que hoy poseemos.

Madrid, 23 de Mayo de 1890.





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