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Contar una historia


Rafael Azuar





En sus últimos años de escritor, decía Borges que había aprendido algo importante en el arte del relato: «Narrar los hechos como si no los entendiera del todo». En verdad, no se puede narrar de otro modo, pues ni siquiera el autor puede conocer la raíz auténtica de los hechos. Vivimos en una realidad un tanto sorprendente, extraña y a veces caótica; la descubrimos en algún instante, vuelve a resultarnos desconocida apenas se tiende sobre el mundo el velo de la noche. La misma historia puede resultar absolutamente distinta si nos la cuenta el hacedor de los hechos, el que la vivió y gozó, o nos la cuenta el que la sufrió.

El mundo que nos rodea es cognoscible a través de la inteligencia o la sensibilidad; en el orden de los acontecimientos no existe el tiempo, que es una invención humana, sino una intensidad psíquica mayor o menor. Yo recuerdo un cuento de Heinrich Böll, un cuento de los años cincuenta, se titula La muerte de Elsa Baskoleit. De Elsa Baskoleit sólo sabemos que es una niña -en la evocación del novelista- que practica el ballet, con un maillot verde, debajo de una bombilla amarillenta y débil. El padre, dueño de una tienda o de un almacén sucio y grasiento, repite a los clientes: «Mi hija murió... Elsa». «Ya lo sé -replica una mujer que necesitaba arena-. Ya hace cinco años que lo sé». El pobre hombre repite la misma cantinela a quien se le acerca. Nada sabe el lector de cómo murió, de quién era Elsa Baskoleit, pero la imagen de la niña que practicaba el ballet en el sótano vale por toda una historia.

¿Cómo debe contarse una historia? Hay autores, como Alejo Carpentier, que planifican de antemano la novela. «Hay escritores que se dejan llevar por lo que escriben e inventan sobre la marcha. Yo, no. Yo sería totalmente incapaz de escribir un capítulo sin saber muy exactamente lo que debo decir en él». Stendhal, creador de la prosa moderna, confiesa a Balzac: «Dicto veinticinco o treinta páginas, luego llega la noche y necesito ávidamente distraerme. Es preciso que lo haya olvidado todo para el día siguiente. Cuando leo las tres o cuatro páginas finales del capítulo de ayer, me viene el capítulo de hoy». ¿En qué consiste el éxito literario de Stendhal? En que toda la acción novelesca se mueve no en el tiempo real, sino en el tiempo psicológico: «No se desarrolla la acción como una serie de acontecimientos uno tras otro, sino, como si dijéramos, sobre los raíles de los nervios, del cerebro y del corazón; por primera vez, Stendhal, el arte se vuelve hacia las sensaciones inconscientes» (S. Zweig).

El arte de contar es tan viejo como el mundo, pero también misterioso y cambiante como son las relaciones entre el hombre y el mundo. Cada autor tiene su técnica y así podríamos decir que hay tantas maneras de concebir la creación literaria como autores de renombre han existido.








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