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La galería de cuadros del claustro bajo principal del convento de San Agustín principia por un cuadro en el que se lee la siguiente inscripción: «Este cuadro con 12 o más pintó Miguel de Santiago en todo este año de 656 en que se acabó está historia»
(N. del A.).
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Entre los cuadros curiosos que hay en este claustro, existen dos: uno que representa a San Francisco rodeado de indios jíbaros y otro muy grande, a unos misioneros que murieron trágicamente en el Putumayo, según lo refiere la inscripción siguiente que lleva al pie: «El R. P. F. Jvan Benites de S. Antonio natural de la billa de Ibarra, e hijo de Nuestro P.e S. Franco. del Conbento de S. Pablo de Quito y el Hero. Jvan Antonio Conforte, y el interprete Nicolás. Mvrieron a manos sacrílegas de los indios Paiaguascees a 18 de enero año de 1695 en el río de Putvmaio. Fve prisionero onze años entre bárbaras naciones»
. Ambos cuadros son pintura quiteña, pero muy mala. (N. del A.)
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Entre los cuadros del claustro bajo hay uno bastante malo que representa a San Francisco rodeado de muchos santos y reyes de la tercera orden. Lleva la firma siguiente: Mateo Mexia fecit 1616. Sin duda alguna, uno de los tantos pintores de la escuela antigua quiteña. (N. del A.)
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Antes de pasar adelante, nos creemos en la obligación de tributar nuestro agradecimiento a los Reverendos Padres Superiores de San Francisco que nos han prestado mil facilidades para consultar el archivo rico y ordenado del convento de San Francisco, lo mismo que al padre fray Ignacio Martínez, a quien nos dieron sus Superiores para que nos acompañara y ayudara, como en efecto lo ha hecho con laboriosidad y talento, en nuestra tarea de buscar y registrar los documentos de ese precioso archivo, que hasta ahora ha sido desconocido para los profanos. Pero no sólo se nos ha facilitado el archivo, sino que se nos ha dado puerta franca para estudiar el convento y todas las maravillas que contiene. Nada, nada de lo que pudiéramos utilizar para nuestra obra se nos ha negado. La relativa bondad de nuestro trabajo, desde este capítulo, se debe indudablemente a la cooperación de los padres de San Francisco. (N. del A.)
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Ya en los terremotos de 1755 se destruyeron las torres primitivas, como se verá por el documento que publicamos más adelante, la tasación que hizo el arquitecto Juan Vivas, de los daños que sufrieron las propiedades de los franciscanos en Quito. Por el año de 1756 se arregló el daño de las torres, según consta en la siguiente partida que encontramos en los libros de sindicatura:«Ittn. dio dho. ñro. Hermo. el Síndico, mil ciento sesenta y tres ps. para la obra de las Thorres de este Convto. máximo qe. se renovaron a toda satisfacción, con tres sinchones de fierro dobles en cada una, seis varras de dho. metal en Cruz, en los ángulos principales, con sus pernos, cuñas, &a.: renovando con igual firmeza toda la obra de Cantería, por aver quedado muy maltratados en los pasados terremotos».
(Arch. franc., leg. 10, núm. 2, lib. 6, fol. 77 vta.). Sin embargo el reparo formal no se hizo sino en 1800, en tiempo de Fr. Antonio de Jesús y Bustamante. (N. del A.)
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Esta cenefa la hizo el Rdo. P. Argelich, cuando fue provincial. (N. del A.)
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El documento a que hacemos referencia, y que forma parte de todo un expediente formado por los padres con Orden de la Real Audiencia, dice así:
(Arch. franc., Legajo 9, núm. 5, fol. 352). |
Con este documento informó la Real Audiencia al Rey y al Virrey sobre la ruina que padeció la Iglesia y el Convento a fin de mover el real ánimo de Su Majestad y la voluntad del Virrey a que concurran con alguna limosna para sufragio de su edificación.
(Arch. francisc., leg. 10, núm., lib. 6, fol. 64, vta.). (N. del A.)
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La orden del padre Díaz Carralero es un documento interesante que conviene darlo a conocer. Dice así:
Fr. Eugenio Díaz Carralero, de la Regular observa de los Frayles: Predr. Genl. ex Custodio: Minro. Provl. de esta Sta. Prova. de N. P. S. Franco. de Quito, y Siervo, etc. = Al P. Por. Fr. Estevan Guzmán, Salud, y paz en Nro. Sor. Jesu - christo.
Por quto. tenemos determinado, el qe. se construya (mediante la Divina providencia) el Arteson dula Iga. de éste nro. Convto. Gr. de Sn. Pablo, que tanto lo anhelado nro. Paternal amor: y ser necesario valernos de Persona, que con igual afecto acuda a la buena execución de este adorno de la Casa de Dios: Por tanto; poniendo, como hemos puesto los ojos en V. R. por la larga experiencia, que tenemos de su fidelidad, inteligencia, y exactitud, le nombramos de tal Obrero, con facultad ampla que le cometemos, de poder concertar Oficiales, y Maestros, en el Jornal que viere convenir; procurando siempre, la más abrebiada conclusión de la Obra: A cuyo fin mandamos, en virtud de las presentes, que ningún inferior nro., con pretesto, o motivo alguno, le impida su assistencia diaria a ella, ni se ocupe su Persona en otra cosa, que no sea perteneciente a la expresada Obra: Antes sí, encargamos en el Sor. al R. P. Guarn. qe. por su parte le conceda a V. R. el favor, y ayuda que ha menester en su Trabajo. I para que en él, no caresca de mérito, le imponemos el de la Sta. Obediencia en virtud del Esptu. Sto. Dadas en Quito, en este sobredho. Convto. Máximo de Sn. Pablo, firms. de nra. mano y nombre, sellada con el sello mar. de nro. Oficio, y refrendadas de nro. Secreo. en once de octubre, de mil, setecs. sesenta y nueve as.
Fr. Eugenio Díaz Carralero
Minro. Provl.
(L. S.)
P. M. D. S. P. M. R.
Fr. Mariano Velasquez
Secretto. De Prova.
Arch. franc., legajo 9, núm. 9, f. 1.(N. del A.).
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Los revestimientos de las naves laterales desaparecieron muy temprano; pues durante el provincialato del P. Eugenio Díaz Carralero, por el año de 1770 se anotaban gastos para el blanquiamento de las naves de la iglesia, y se pagaba veinte y quatro pesos al pintor que pintó la iga. de este convto. grande. (Arch. Franc., leg. 10, núm. 1, lib. 6, fol. 118). (N. del A.)
50
Las estatuas de los doce Apóstoles a que hacemos referencia y que se hallan hoy colocadas en el muro superior de los arcos de la nave principal de la iglesia, se mandaron a trabajar ex-profeso para una ceremonia que se hacía en la misa de fiesta de la Ascensión del Señor. En el altar mayor de la iglesia, formaban estas estatuas un círculo alrededor de una efigie de Cristo ejecutada en piedra de chispa o pedernal. Durante la fiesta, se realizaba a lo vivo la subida de Jesucristo a los Cielos, merced a una tramoya que permitía a la estatua ascender entre nubes mientras los Apóstoles quedaban mirando al Señor que desaparecía en la bóveda del altar mayor. A eso obedece el que todos los Apóstoles en las estatuas mencionadas se hallan con la vista hacia arriba y en ademán contemplativo. Pero un buen día falló la tramoya y cayó la estatua (que era muy pesada), desde muy arriba, se hizo pedazos y causó no pocos daños. Desde entonces quedaron arrinconadas las estatuas hasta que se las colocó en donde hoy se encuentran.
Estas estatuas las mandó a trabajar en el año de 1796 el P. provincial fray Francisco de la Graña, siendo síndico del convento el Conde de Selva Florida, don Manuel Guerrero Ponce de León. Costeó la obra don José Miño, y el convento ayudó con cuarenta trozos de cedro que compró el síndico en veinticinco pesos. Estas estatuas eran para los dose nichos del Altar Mayor y el día de la Ascensión del Señor. (N. del A.)