Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

La reprimenda del visitador era tremenda y envolvía acre censura a los prelados que así habían descuidado una de sus obligaciones sin razón alguna, cuando los tiempos habían cambiado, y a la pobreza de antaño había venido a reemplazar una verdadera riqueza. Al padre Gadea le constaba los bienes que tenía el Convento, pues en los inventarios de ese mismo año de 1646, una de las estancias de la Merced -Pesillo- tenía nada menos que 36777 ovejas y mil cabezas de ganado vacuno; Cochuarunqui o Cochicaranqui, 800 ovejas y 300 cabezas de ganado vacuno, 400 de ganado de cerda, 80 yeguas y 30 bueyes de arada; lo cual le daba una renta apreciable, a mas de la efectiva y segura de 2318 pesos que tenía y de 552 pesos 4 reales y medio de cinco doctrinas que administraba20.

Esto no quiere decir que, concluida la obra de la iglesia en 1627, no hubieren hecho algo los religiosos en la edificación de su convento. Al principio pusieron algún entusiasmo y se tomaron   —51→   aún medidas para la buena y recta, inversión de los fondos que a esa obra habían destinado. Así el padre fray Andrés de Sola, en su Visita al Convento, el 6 de junio de 1627, disponía «que los tercios de las doctrinas de Nanegal y Gualea y la pensión que dan para las obras son seiscientos patacones, que por ningún caso se deje de poner en junta, ni de las dichas doctrinas se traiga por cuenta de las obras bateas, cañas y cualquiera otro gasto fuera de este no se reciba en cuenta de obras. Lo contrario pagará el Comendador». Y seis años después, el 25 de octubre de 1633, el mismo padre Sola, en análoga visita, determinaba lo siguiente: «... 9.º El P. Cdor. haga un libro, en el assiente todos los materiales que al presente hay en la obra. Asimismo se sentaran todos los materiales que compraren y lo firmara quien corra con la obra; para gastarlos avisara en que y pondra en los gastos y de ellos se hará cuenta como de la plata. 10.º La madera y mas materiales que se comprase sea en asocio de un depositario por lo menos y del Cdor. y firmaran con el P. Obrero lo que se compra, asimismo lo que se pagare a los trabajadores»21.

Esto se disponía en 1627 y 1633; pero de poco debieron servir tantas providencias, cuando quince años después el padre Diego de Santa Gadea censuraba tan acremente el descuido de los prelados en la edificación del Convento, que no tenía ni refectorio ni noviciado decente, destruyéndose más bien lo poco que se había edificado. La explicación de ese descuido en toda esa época parece la encontramos en cierta flojedad de la disciplina monástica que invadió el espíritu religioso mercedario, flojedad pasajera, eso sí; pues la religión de Nuestra Señora de las Mercedes, en Quito, escapó de la relajación escandalosa que atacó casi durante toda la época colonial a las otras en esa ciudad establecidas, exceptuando a la de los jesuitas. En 1633 y 1636, los visitadores, padres Andrés de Sola y fray Francisco Muñoz de Baena, espíritus celosos del cumplimiento de los deberes monásticos, virtuosos y rígidos en la disciplina conventual, llamaron la atención de los religiosos sobre ciertas faltas de rúbrica, ausencias repetidas y frecuentes de los frailes a la hora de misa, abusos en la hacienda que tenían en Chillo, etc. que manifiestan un estado algo anormal en la comunidad mercedaria.

Pero en 1644 vuelven de nuevo los entusiasmos constructivos. En abril de aquel año se compran «tres manos de papel para   —52→   hacer un libro de obras, a cinco rreales cada mano»; pero apenas si desde el 4 de noviembre hasta el 1.º de mayo de 1646 se alcanzó a gastar en las varias obras del Convento, la pequeña suma de 1542 patacones22. Es sólo merced al buen efecto que causó en el ánimo de los religiosos la disposición del padre de Santa Gadea que recomienza seriamente la obra, en junio de 1646, y ese afán de construir y arreglar la casa mercedaria se mantiene durante algunas décadas, y cuando la parte principal de la casa queda magníficamente terminada con sus claustros pintados y adornados, su gran pinacoteca decorando el claustro bajo con los cuadros de la vida de San Pedro Nolasco, sus cuatro hermosos retablos en las cuatro esquinas de la galería inferior del patio principal y sus artesonados de madera tallada y dorada; proyectan entonces, en el colmo de su entusiasmo, reedificar nuevamente la iglesia o más bien dicho, sustituirla con otra mejor y más suntuosa, digna de Dios y de la Virgen de las Mercedes, y que complete y complemente la magnificencia del flamante monasterio. Y como pensaron, lo hicieron; no descansando los religiosos sino cuando vieron concluida la hoy preciosa basílica mercedaria, el año de 1736.

El primer empuje que dieron los frailes a la obra del Convento se redujo a concluir el edificio del primer claustro y un tramo del segundo. En julio de 1648 estaba terminado este programa, gastándose en esta obra gran parte de la renta que había ingresado a la caja conventual desde el 1.º de mayo de 1646 hasta el 20 de julio de 1648, y que consistió en la respetable cantidad de 20516 patacones y seis reales, fuera de los rezagos de censos23. Había dirigido la obra como obrero mayor fray Juan Aguirre, a quien se le deben los cuatro retablos del claustro bajo, concluidos en agosto de 1648; pero fuera del dorado y de las imágenes, que se hicieron y concluyeron en 1652. Consignemos los nombres de los comendadores fray Francisco de Puebla y fray Juan de Aldás, que cumplieron fiel y religiosamente con los mandatos del padre de Santa Gadea, y el del padre fray Antonio Muñoz de Ayala que sustituyó en la obra, como obrero mayor, al padre Aguirre, durante la administración del padre Aldás, y por nombramiento y designación del provincial fray José Maldonado en 1649. En junio de este año se edificaba el refectorio con su hermosa sala De profundis y como los fondos asignados a las obras faltaren para continuarlas, se dieron   —53→   tres mil pesos, a fin de no interrumpirlas en diciembre de aquel año.

El 20 de diciembre de 1650 el padre José Maldonado hizo la cuenta de lo gastado en la obra del Convento desde el 27 de junio del año anterior, en que había entrado de comendador el padre Aldás y apareció «averse gastado un mili y treyta y seis ps. y quatro Rs. y m.º. Antes que las dichas obras se encomendaran al p.e M.º fr. Ant.º muñoz de Ayala, q.e oy las ti.e a su cargo y para el gasto de ellas, se le entregaron a dho. p.e M.º fr. Ant.º muñoz tres mili ps. De q. queda hecha carta q.ta en el l.º y ti.e dho. p.e M.º q. uno y otro monta quatro mili y treyta y seis ps. y quatro Rs. y m.º»24. En este año de 1650 ya pudo, pues, Diego Rodríguez Docampo, secretario del Cabildo eclesiástico metropolitano, hablar en su Descripción y relación del Estado eclesiástico del Obispado de San Francisco de Quito de los dos claustros del Convento mercedario. «El claustro primero alto y bajo es de arquería, pilares de piedra, todo de cal y canto con imaginería traída de España, de la vida de San Pedro Nolasco, curiosa pintura; y otro segundo claustro bajo donde se contiene más celdas, refectorio y demás oficinas»25. Rodríguez Docampo no habla con mayor entusiasmo del Convento, porque a la sazón no se había concluido el arreglo del primer claustro ni su artesonado dorado, ni sus retablos lucían el realce que les prestaba el oro laminado y sus imágenes pintadas y estofadas, ni los arcos sus molduras de cedro, ni el patio la preciosa fuente de Neptuno: cosas todas que no se concluyeron sino en 1654; ni menos aún pudo mencionar la magnífica portería con su hermoso retablo del Santo Cristo, arreglada de 1700 a 1703, es decir, precisamente cuando se comenzaba la edificación de la nueva iglesia, la actual basílica, que es la tercera que levantaron los mercedarios junto a su Convento.

Durante los años posteriores a 1650 continuaron los comendadores arreglando el Convento con bastante celo y entusiasmo. Uno de los más entusiastas y celosos fue fray Luis Guerrero, a quien el provincial fray Luis Thaón, en su visita de diciembre de 1660, hizo constar, dándole las debidas gracias, que había atendido como debía a las obras materiales de su monasterio26.

  —54→  

Sabemos que los cuatro retablos del claustro bajo principal se hicieron en 1648, en tiempo del padre Francisco de Puebla; pero ya en 1651 se habla de arreglos, pintura y decoraciones de dichos retablos, manifestando esas anotaciones y gastos que muy pronto se menoscabaron. Por ejemplo, en el Libro de Sacristía, que lleva la fecha de 1650, encontramos que durante el mes de junio de 1651 «se pusieron cartelas en los retablos del claustro y se hicieron otros remiendos en dhos. retablos = se compraron 4 rls. de cola para pegar las cartelas y se dieron al pintor D. Ant.º Gualoto 4 rls. para encarnar los dedos de nros. P.es = Compraronse onse bayas de melinje p.a pintar los lienzos de los Retablos del claustro y a Razon de seis Rs. monta 8 patacones - Pagaronsele al escultor q. escultó ocho tablones p.a los Retablos del claustro sinco patacones i dos Rls. = Pagaronse al escultor a quenta de treinta y dos patacodes q. se le an de dar por escultar dos S.tos S. Ju.º y S. Joseph para los nichos de los claustros dos patacones»27.

En 1651 y 1652 se doraron tres de los cuatro retablos del claustro bajo. El 29 de mayo de 1651 se comprometió con el Convento el dorador Antonio Gualoto, cuyo nombre encontramos ligado con varias otras obras de talla ejecutadas en aquella época, entre ellas el retablo de la capilla privada que los religiosos mercedarios tenían en su hacienda de la Merced en Chillo, retablo que ejecutó y doró en 1652. Este singular artista, era no sólo escultor y dorador, sino también pintor: fue él quien pintó los lienzos que existen en esos mismos retablos, según consta de la escritura que celebró con los religiosos ante el escribano Juan de Heredia el 29 de mayo de 1651, por medio de la cual se comprometió «a dorar los tres Retablos del claustro con su oro y colores y dorar juntamente tres Bultos p.ª dhos. Retablos y pintar los liemos dél» por la cantidad de 420 patacones28.

El sábado 15 de julio se clavaban ya los lienzos en los retablos y comenzaba a pintarlos el artista, y quince días después se contrataba en 32 pesos con el escultor Gabriel Guillachamin las estatuas de San Juan y San José que debían adornar esos retablos, dándole el valor adelantado. Los tres retablos contratados estuvieron listos en los últimos días de agosto de 1652; pues el 26 se compraban «sien clabos de medio trillado p.ª clabar los Retablos   —55→   del claustro en dies Rls.» y se pagaba «seis Rls. al carpintero que los armó». Concluidos que fueron, contrataron los religiosos al mismo Antonio Gualoto para «estofar y Renobar el retablo de S. Ramón» que ya existía, pero que era preciso emparejarle y ponerle como nuevo para que no discordare en el claustro, al que también se le remozaba, blanqueándolo con cinco fanegas de cal y se ponían molduras a algunos de los lienzos que adornaban sus muros, y que aún carecían de ellas.

Una vez concluidos los retablos, era preciso no exponerlos definitivamente a la intemperie; debieron quedar tan brillantes, que daría pena entregarlos rápidamente a la mano destructora del tiempo, en un sitio tan abierto como el claustro. Los religiosos compasivos ordenaron que se cubriera con cortinas o velos dichos retablos. Y así se hizo. El sábado 30 de setiembre de 1652 se compraron tres pares de alcayatas para colgar esos velos y el domingo 1.º de octubre «compraronse veyte y tres baras de tucuyo P.ª belo del Retablo de S. Ramon del claustro a razón de tres Rls. y tres quartillos», «una libra de sinta para dicho velo» que lo tenía Elvira Rodríguez por dos patacones29.

Mientras tanto se habían concluido con el año de 1652 los artesonados de madera para el claustro y era menester clavarlos primero, para luego entregarlos al dorador. El 30 de diciembre se compraron los primeros «treinta y dos clabos jemales p.ª clabar la tablazon del claustro» y el 31 «dieronsele a fran.co Peres dorador setecientos y sinq.ta patacones por dorar los artesones del claustro y molduras de los liensos a q.ta de tres mill en q esta consertado dio los quinientos nro. M. R. P.e Provyl. de limosnas y los dossientos y sinq.ta el conv.to». Para mediados de enero de 1653 se comenzaban a clavar los florones en el artesonado con clavos de alademosca. Pero, como muchas de las molduras de los cuadros que decoraban el claustro se hallaban en mal estado, fue preciso repararlas y forrar también algunos de los arcos que aún mostraban sus ladrillos sin el revestimiento de madera que los cubría, hermoseándolos. Para lo primero se vio a Melchor, el escultor, quien tomó de su cuenta los remiendos, que los acabó de restaurar en quince días, recibiendo por ello la cantidad de diez patacones. Para lo segundo se recurrió a los servicios del carpintero Diaguillo, que hizo los remiendos de los artesones, las molduras de los arcos y   —56→   de las esquinas del claustro, desde febrero 2 hasta el 22 de junio de 1653, abonándosele la cantidad de 35 patacones por esos servicios, incluyendo en ellos ciertos arreglos y composturas que había hecho en la Capilla de San Juan de Letrán. Y como también algunos de los lienzos habían sufrido deterioro, el sábado 6 de abril de 1653 se contrataba a Lucas, el pintor, «para retocar y remendar los lienços del claustro por tres p.es»30.

Pero el dorador Francisco Pérez, que doraba los artesones de los claustros, había ya concluido un tramo de ellos a fines de febrero de aquel año, de modo que exigió se le diese el valor de otro para continuar la obra. Así lo hicieron los religiosos: el sábado 24 de febrero de aquel año se le dieron 750 patacones, no sin exigirle que pintara el artesonado de las dos esquinas del tramo ya concluido para notar y valorizar el efecto del precioso revestimiento. Convino en ello el pintor y se le entregaron inmediatamente, ese mismo día, cinco patacones para los colores que fueron necesarios. Mas, como dentro del plan ornamental del artesonado en las esquinas del claustro debían enclavarse cuatro escudos de la Orden mercedaria, se compraron otros tantos trozos de madera que, para que los labrara, se entregaron al escultor junto con la suma de doce patacones en que estimó su trabajo y los doce clavos para clavarlos, que los compraron en diez reales, probablemente a Naranjo, el herrero que trabajaba en esos días «en hacer una retilla para taladrar las bocas de los peses de la pila» y aguzaba siete picos, veinte y un cinceles y una reta grande de taladrar para concluir los últimos trabajos de la preciosa pila que, comenzada a mediados de 1652, se concluyó en febrero de 1653 con el enladrillado de ella, para el que se compraron, el 24 de febrero, «cien ladrillos en 14 rls.»31.

Acerca de esta preciosa obra que aún se la admira en la mitad del patio principal del Convento mercedario, no hemos encontrado sino las siguientes partidas en el Libro 1.º de Gastos:

El sábado 31 de diciembre de 1652 comprose media arroba de metal p.ª los cañones de la pila y tridente del neptuno a sinco rls. libra montan siete patacones y medio.

de hechura de dhos. cañutos y tridente y tornillos de la pila   —[Lámina V]→     —57→   se le pagaron a Ju.o Ortiz y de aber suplido lo demás q. faltó de metal veinte patacones32.



Detalle del segundo claustro

Detalle del segundo claustro

[Lámina V]

Lástima grande que sólo podamos fijar la fecha de esta admirable pieza escultórica en piedra y conocer el herrero que ayudó a aderezarla e ignoremos los nombres de los escultores que la trazaron, y labraron el fuste, la concha y el Neptuno, y hasta el de los artesanos que ayudaron a labrar la piedra de la fuente. Lo único que podemos decir es que eran todos humildes canteros a quienes para que concluyeran, pronto y rápidamente, la obra, se les encerraba en el convento, halagándoles en su trabajo intenso con botijas de chicha para refrigerarse y saciar la sed33.

Pero los religiosos no se contentaban con sólo atender al arreglo del claustro bajo principal. Y así, mientras durante el mes de junio de 1653 se revestían los últimos arcos que faltaban en la galería y se colocaban las molduras en los arcos y artesones34 trabajadas por Diaguillo, se atendía también al arreglo del claustro principal en donde se recomponía el retablo que existía desde mucho antes, como consta del Libro de Sacristía de 1650, en el cual se ha sentado una partida, en mayo de 1651, refiriéndose a este retablo, y que dice: «pagaronsele al escultor que Retoco y aderezo de nuebo la Imagen de la madre de Dios q. esta en el Retablo del claustro seis patacones»35. Este retablo lo doró en 1653 Francisco Pérez con el oro que preparó el batihoja Juan de Cañadas y en   —58→   él se colocó la imagen de la Inmaculada Concepción, encarnada y estofada por el escultor Gualoto36.

Y para que el retablo quedara completo con su altar, forraron su mesa con un frontal de cotense, pintado por Andrés Villachamin, que retocaba entonces un cuadro de la Virgen en el mismo claustro alto37. Con esto y con poner a la Virgen la corona de madera que esculpió Gabriel, el escultor, quedó completo el retablo, del cual no existe hoy ni su rastro38.

El año de 1653 se vio, pues, el fin de una intensa labor de los religiosos mercedarios para el arreglo de su casa, limitada entonces a los claustros principales; pero que en 1654 se extendería a los demás departamentos, muy principalmente al refectorio y noviciado. En el libro de descargos, principiado precisamente en aquel año, puede verse cómo los fervores de los religiosos para continuar con las obras del Convento, comenzaron de nuevo en 1655. Es lástima que se hubieren perdido los libros manuales de los obreros para poder fijar con precisión las obras que se hicieron desde ese año en la casa mercedaria. Apenas si nos damos cuenta de ellas por ciertas partidas de gasto que se hace para la obra y por la cantidad anotada en el acta de visita, como tomada del libro de obras. Podemos calcular la magnitud de ellas, porque no corrieron a cargo sólo de los frailes obreros o de algún maestro de obra, director de los albañiles y picapedreros, sino de un verdadero arquitecto, cuyo nombre ignoramos por desgracia, y sólo tenemos noticia de su presencia porque, habiendo caído enfermo en el mes   —59→   de noviembre de 1657, los frailes que parece le tenían gran consideración, cuidaron de su dieta, asistiéndole en su casa en cuanto podían. En Libro de Gastos consta esta partida, que citamos como ejemplo, entre otros referentes a lo mismo, como gasto extraordinario que no pudo anotarse entre los de la obra: «1657. Jueves 22 de noviembre. Compraronse nuebe Rs. de pollos y de gallinas p.ª el arquitecto enfermo que se los embiaron a su casa»39.

Tomando en cuenta este dato y las cantidades que se gastaron en obras del Convento desde 1654, podemos deducir que entonces se edificaba el segundo claustro y los servicios interiores del Convento, inclusive el Noviciado. Esas famosas bóvedas de las celdas altas y bajas de aquel claustro, fueron, pues, hechas por el arquitecto desconocido, lo mismo que los abovedamientos cupulares de sus dos principales escaleras.

Conocemos las cantidades que se gastaron en todas esas obras desde 1654 y es interesante consignarlas, porque ese dato, como dijimos, revela la magnitud de los trabajos que se fueron ejecutando en los diversos períodos hasta 1700, en que se dedicaron todas las fuerzas económicas y todos los entusiasmos de los religiosos a la obra de la actual basílica.

En 1654 se habían gastado en las obras del Convento la cantidad de 2241 patacones y en la visita que el 7 de diciembre de 1656 hizo el provincial fray Gabriel de Martos Ladrón al Convento de Quito, encontró que, desde junio de 1655 hasta el día de la visita, se habían gastado 6823 patacones con 7 reales; en la que hizo el 4 de octubre de 1657 resultó gastado en las mismas obras 2549 patacones y hasta junio de 1658, 3350 patacones y 5 reales, lo que da un total de 12723 patacones y 4 reales, en dos años y medio de trabajo40.

Por lo visto fue esta la gran época de las obras de edificación del Convento mercedario, entonces a cargo del presentado fray Juan de Torres y Melgar, Comendador durante el trienio de 1656 a 1658, religioso de los mejores que ha tenido el Convento mercedario de Quito, al que le sirvió hasta con su propia fortuna, poniendo de ella, muchas veces, con generosidad ejemplar, los dineros que hacia falta para la continuación de los trabajos. Cuando el   —60→   17 de julio de 1658, el definitorio presidido por el provincial fray Luis Thaón, aprobó las cuentas presentadas por el padre Torres del cargo y descargo de su encomienda ya examinadas por los jueces del último capítulo provincial, con un saldo a favor del padre de 55 patacones y medio real por una parte, que aquel había suplido de su dinero, y 5583 patacones que se debían por obras del Convento, el padre Torres declaró que en cuanto a lo suplido por él, lo dejaba a favor de la casa, y en cuanto a lo que se adeudaba, él los pagaría con dineros de su depósito. Igualmente hizo gracia y donación de la cera que se debía a las cofradías, pues ofreció pagarla apenas llegare la que se había pedido a Castilla. «Todo lo cual, dice el acta definitorial, hizo y hacía de su libre y espontánea voluntad, sin que para ello haya sido ni forzado, ni violentado por pasión alguna, superior ni inferior, sino movido del amor que queda dicho tiene a esta provincia. Todo lo cual, yo el infrascripto Secretario doy fe y verdadero testimonio, según y cómo queda referido; y que el dicho P. Presentado Fr. Juan de Torres y Melgar otorgó ante el dicho Santo Definitorio las obligaciones y donaciones y el Definitorio las admitió, y por ellas dio al dicho P. Presentado las gracias y agradeció su gran celo, y dixo que tendría mucho cuidado de honrarle en todo lo que pudiese como lo merese. Así por lo dicho, como por lo bien y lucido empeño que ha trabajado en las obras de este dicho convento y lo mismo en los de Pasto y Cali, siendo Comendador de ellos, a los cuales así mismo perdono e hizo gracia de los alcances que les hizo de dinero que suplió para sus gastos de su depósito, como parecera en los libros de dichos conventos y para que en todo tiempo conste lo firman de sus nombres N. M. R. P. Provincial electo y P. P. Definidores juntamente con el Presentado Fray Juan Torres Melgar y mandaron sellar con el sello menor de esta provincia refrendado por mi el dicho Secretario»41.

El 20 de diciembre de 1659 visitó el Libro de Gastos el padre fray Luis Thaón, provincial en ese entonces, y encontró que el comendador fray Luis Guerrero había gastado en las obras del Convento, 3723 patacones y medio real42.

En ese año se volvió a arreglar el claustro bajo principal, componiéndose la pinacoteca y renovándose el dorado del claustro, venido   —61→   algo a menos, desde 165143. En la compostura de los cuadros de la galería intervino un pintor llamado Alejandro, sin más especificación.

El 2 de noviembre de 1660 volvió a efectuar nueva visita del Libro de Gastos el padre Thaón y halló que desde el 26 de diciembre de 1659 se habían gastado en las obras del edificio conventual, 440 patacones. Por su parte, el capítulo provincial designó en 1661 a los padres fray Juan Agustín y fray Pedro Molledo para que actúen de jueces de cuentas del provincialato del padre Thaón y en el acta de visita que hicieron estos al respectivo libro, pusieron la cantidad de 912 patacones 1 real y medio, como suma gastada hasta entonces, desde el 3 de noviembre de 166044. En ese periodo fue comendador el padre fray Luis Guerrero, que había sucedido en el cargo al padre Torres y Melgar. Este murió poco tiempo después del cambio de provincial, el 8 de setiembre de 1661. Durante este gobierno del Convento (1658-1661) se doraron los claustros por los batioros Francisco Pérez Sanguino y Lorenzo de Salazar. Este doró el claustro del frente de la iglesia; aquel, los demás. A Pérez Sanguino se le pagaron 800 patacones en dos dividendos: 550, el jueves 3 de abril de 1659 y 250, el sábado 3 de mayo del mismo año. A Salazar se le dieron 1068 patacones y 4 reales: 758 con 4 reales por el claustro del frente de la iglesia, el sábado 21 de enero de 1660; y 310, por el claustro de la sacristía, el que está hoy frente a la portería, el viernes 3 de noviembre de 166045. Durante el tiempo del padre Guerrero se gastó en las obras del Convento la cantidad de 3445 patacones y 6 reales 2543 y 6 reales que aparecen gastados hasta el 2 de noviembre de 1660 y 912 hasta el 22 de mayo de 1661, fechas en las cuales se realizaron las respectivas visitas provinciales.

En el período de 1661-1664, todavía se gastaron en las obras del Convento la cantidad de 4540 patacones y dos reales en los dos años transcurridos del 23 de mayo de 1661 al 19 de mayo de   —62→   1663, según lo hizo constar en el acta de visita de esta fecha, el vicario provincial fray Luis Guerrero; y desde el 20 de mayo de 1663 hasta el 8 de mayo de 1664, la cantidad de 2228 patacones un real y medio46.

Durante este trienio se ejecutaron muchas obras, tanto en el convento como en la iglesia. Habíase nombrado al padre fray Juan Aguirre, obrero mayor, y fue tal el fervoroso entusiasmo y el singular acierto con que trabajó, que sus superiores le conservaron en ese cargo hasta el 31 de marzo de 1672, con la asignación anual de doscientos patacones que se le pagaban por tercios, es decir por cuatrimestres. Mas, como en 1666 se encontrara ya un poco cansado, se le dio como compañero, con igual asignación, al padre fray Juan Patiño. Desde el 1.º de abril de 1672, el padre fray Tomás de Manosalvas sustituyó en el puesto de obrero mayor al padre Aguirre, que con tanto lucimiento lo había desempeñado durante larga época47.

Para haberse gastado 6768 patacones en obras del Convento durante el provincialato de fray Luis Guerrero, era necesario que se hubiese trabajado mucho e intensamente, como en efecto se trabajó. A pesar de que inauguró su administración este provincial con un invierno riguroso, los obreros, bajo las órdenes del padre Aguirre, casi no se movían del Convento, en donde, para halagarlos, se les daba con frecuencia pan, maíz tostado, carne y, alguna vez que repicaba duro y en la obra se coronaba un detalle, sardinas y pescado que solían venderlo en Quito, en ese tiempo, los indios de Nanegal. El libro de gastos extraordinarios se halla en esa época, lleno de partidas de las cantidades de dinero erogadas para dar de comer a los obreros. Pero la que pinta la intensidad de los trabajos que se efectuaban entonces, es la siguiente: «El sabado 6 de octubre de 1663. Gastaronse esta semana dies ps. de leña porq. se amasaba cada día por la obra y aver mucha gente»48.

  —63→  

Desde el 9 de mayo de 1664 en que practicó visita del Libro de Gastos el padre Gaspar Bayllo, vicario provincial, hasta el 2 de junio de 1666 en que lo visitó el padre José Maldonado, como provincial, se habían gastado en las obras de edificación 1854 patacones, con cuya cuenta había corrido el padre Luis Thaón. El 16 de mayo de 1667 visitaban el mismo Libro los jueces de cuentas nombrados por el capítulo y anotaron que el gasto en las obras había sido, en el año transcurrido desde la visita del padre Maldonado, de 665 patacones. Dos años después, el 8 de mayo de 1669, practicaba la visita el provincial de entonces, fray Antonio Hernández Páez, y hallaba haberse gastado, 1504 pesos, cinco reales, y medio; el 14 de abril de 1670, el visitador general, fray Juan de Aldás, anotaba en el acta de su visita la cantidad de 1439 pesos cuatro reales y medio por igual concepto, y el 6 de febrero de 1672, el provincial fray Francisco Cifuentes de Santa Gertrudis, después de examinar detenidamente el Libro de obras viejo y el Libro de obras nuevo, consignó en el Acta de su visita el gasto de 3557 patacones en las citadas obras de edificación, desde la visita anterior.

Diez ocho años habían transcurrido hasta entonces para concluir el segundo claustro del Convento, que sin la hermosura del patio del primero, ostentaba una preciosa arcada y unas celdas, altas y bajas, magníficamente abovedadas. Pero cuántos esfuerzos había costado todo aquello. Porque de los 33600 patacones invertidos en las obras en esos diez y ocho años, si rebajamos lo que costaron el artesonado de la iglesia y el Refectorio y Noviciado, podemos decir que más de veinte mil patacones fueron empleados en la fábrica del segundo claustro, levantado bajo la dirección de aquel arquitecto, a quien sólo conocemos por las gallinas y pollos que, cuando cayó enfermo, le enviaron los agradecidos religiosos, en el afán, sin duda, de su pronto y completo restablecimiento.

Gozosos debieron sentirse los frailes cuando a fines del año 1669 principiaron a entablar las celdas del nuevo claustro49. Y tanto, que no encontraron otro modo de manifestar su gusto que adornándola y aderezándola como mejor pudieron. Llevaron allá las sillas de cuero que con tres meses de anticipación habían mandado a fabricar, colocaron algunas mesas que luego las cubrieron con unos tapetes de un lujoso paño azul que compraron a dos patacones   —64→   la vara y colgaron una magnífica cortina en la puerta de entrada50.

Orgulloso debió retirarse el 31 de marzo de 1672, el padre Juan de Aguirre, después de dejar terminado el segundo claustro, pues lo poco que faltaba por hacerse, lo hizo fácilmente su sustituto, el padre Manosalvas, que se posesionó de su cargo el 1.º de abril de aquel mismo año, junto con los demás remiendos y reparaciones que toda casa grande exige. Sin embargo no fue poco lo que se gastó en lo que faltaba para coronar la obra del segundo claustro; pues cuando el 26 de setiembre de 1672, el provincial fray Francisco Cifuentes de Santa Gertrudis visitó el Libro de Gastos, halló que en algo más de siete meses se habían gastado en las obras del Convento 860 patacones 7 reales y medio, y desde entonces hasta el 8 de mayo de 1673, los jueces de cuentas nombrados por el Capítulo, anotaron, por su parte, la cantidad de 777 patacones y cuatro reales y desde esta última fecha hasta el 6 de noviembre de 1674, en que practicó la visita respectiva fray Diego Gordillo, provincial entonces, 1116 pesos y seis reales.

Desde este año no podemos seguir la gestación y vida de las obras del Convento; pues se han perdido los Libros de Gastos desde 1675 hasta setiembre de 1783; pues el «Libro de Gastos y Recibo N.º 6 de 1783» comienza en octubre de este año. Pero atendiendo a los datos que tenemos hasta 1674 y a otros que suministra el Archivo, es fácil colegir que, después de concluido el segundo claustro, en 1672, los gastos se redujeron a arreglarlo, pintándolo convenientemente y aderezando sus celdas, durante los años sucesivos inmediatos, repartiendo aquellos gastos que, en realidad no fueron cuantiosos, a juzgar por los de los años 1703 y 1704, entre esos arreglos y la conservación de lo ya edificado. Es casi seguro que durante los últimos 25 años del siglo XVII no se edificó nada nuevo en el Convento, ya que todo lo que existe en él   —[Lámina VI]→     —65→   tiene época conocida. Acabamos de ver las fechas en que se edificaron los dos claustros que actualmente existen, aunque el segundo se halle reducido a menos de la mitad; luego veremos cuándo se edificó el tercer claustro que se dedicó para el Noviciado y es el en que hoy funciona la Escuela de San Pedro Pascual, con su entrada a la actual calle de Chile, que en aquel entonces se llamaba Calle de la Rúa o de la Roa.

Retablo de una de las capillas del crucero

Retablo de una de las capillas del crucero

[Lámina VI]

Luego, cuando comienza el siglo XVIII, encontramos a los frailes embebidos en la manera de comenzar la fábrica de la actual basílica, cuya construcción se terminó en 1736, aunque algunos detalles, entre los cuales se debe anotar el retablo del presbiterio, hecho en 1754, se hubieren ejecutado algún tiempo después. Sin embargo de la enorme tarea de los religiosos con la obra de la iglesia y de los ingentes gastos que les ocasionaba, no dejaron, como era natural, de atender no poco a las mejoras del Convento. Así, por ejemplo, anotamos ya que durante el provincialato de fray Antonio de Onrramuño se hicieron muchas obras de alguna importancia en la casa, como el Colegio y el Noviciado, de los cuales hoy apenas existen algunos restos de importancia escasa. Y, precisamente, a fines de 1783, encontramos que se hacían reparaciones en las celdas del Colegio, con un gasto semanal en obreros, de un promedio de 12 pesos. En 1784 se emprendió en la obra de la muralla51 y se compuso el retablo de San Juan de Letrán que, hecho en 1632, se hallaba en muy mal estado. Los frailes contrataron las reparaciones con el escultor Manuel Campillo, a quien lo encontramos en varias otras obras de escultura que le encomendó el Convento52.

En 1783 hallamos como obrero mayor del Convento al hermano Calderón. A sus entusiasmos y a los de un caballero devoto, llamado don Antonio Aspiazu, se deben las obras diversas que se hicieron desde aquel año. El señor Aspiazu tomó a su cargo varias reparaciones de la Iglesia y del Convento, entre ellas fueron las principales el dorado de los arcos torales y el arreglo   —66→   de la entrada al Coro53. Al hermano Calderón se le deben la hechura de la puerta de la muralla, que da hacia la calle Chile, la compostura de la portería y el enladrillado del claustro bajo principal y, sobre todo, la obra del Noviciado que principió a fines de 1784 y la terminó, al expirar el de 1786, su compañero y sucesor, el hermano Egas; pues el hermano Calderón falleció en marzo de este último año nombrado, tres meses después del fallecimiento del célebre y venerable padre Bolaños. Esta obra la hizo el padre Comendador fray Miguel Delgado54.

La portería que en los primeros años del siglo XVIII la arreglara el padre fray Felipe Calderón, la adornó en las postrimerías de ese mismo siglo un homónimo de aquel fraile, el hermano Calderón, con azulejos que él mismo mandó hacer junto con los ladrillos para el claustro. En la semana del 17 al 23 de abril de 1785 ocupó dos peones especiales en el aderezo del barro para los azulejos, en la siguiente los empezaron hacer y en esta tarea estuvieron   —67→   los peones del Tejar hasta la semana del 26 de junio al 2 de julio; en que se comenzó el enladrillado del claustro de la portería, y en la del 3 al 9 de julio, el enladrillado de los demás corredores del claustro bajo principal55, a excepción del que lo enladrillaron en la semana del 24 al 30 de octubre.

Pero la obra del Noviciado, que la principió el hermano Calderón, fue la que más llamó la solicitud de los religiosos. Poco era lo que faltaba para terminarla, cuando en marzo de 1786 cayó enfermo el hermano Calderón; pues este había ya contratado con el carpintero Juan Aguirre el trabajo de diez puertas para las celdas nuevas a razón de veinte reales cada una, le había adelantado doce pesos a cuenta de su trabajo y el resto le pagaron en la semana del 2 al 8 de abril, pasándole en cuenta el valor del «cobijón que dejó el Hno. Calderón», a su muerte 56.

Concluidas y entregadas las puertas, los frailes ocurrieron por el herrero Mariano para encomendarle la hechura de las chapas, llaves, goznes y clavos de dichas puertas57. Mientras tanto se ponían cielos rasos en el Noviciado y se blanqueaba la parte concluida, para lo cual se compraban grandes cantidades de carrizos y soguillas y ollas para blanquear. En mayo se concluía la celda del maestro de novicios, en junio se comenzaba a enladrillar el claustro, al mismo tiempo que se compraban vigas y magueyes   —68→   para continuar con la parte restante. En julio se hacía la pared de cerramiento que debía aislar el Noviciado de los otros servicios del Convento58, y se principiaba la hechura de otras puertas para nuevas celdas, ya terminadas, con todo lo cual quedó el edificio listo para recibir a los novicios, y el corredor principal adornado con los cuadros viejos de la vida de San Pedro Nolasco, que en sus muros los colgó la solicitud del hermano Páramo59. Faltaban, eso sí, algunas cosas. Los servicios higiénicos no se comenzaron a hacer sino en la primera semana de agosto de 1786, pero los hicieron con tanta prontitud, que en la siguiente semana (6-12 de agosto) fue ya preciso concertar con el carpintero Aguirre la cubierta y el armazón de las letrinas, que se concluyeron con el último día de ese mes. La capilla se hallaba entonces muy adelantada, pero era preciso blanquearla, pintarla y colocar una ventana y las puertas de entrada. El enjalbegado se hizo en la segunda semana de agosto, la pintura del interior de la capilla se comenzó el 20 y se concluyó en la semana del 10 al 16 de setiembre. La ventana de la capilla la hizo el mismo carpintero Aguirre y se la colocó en la semana corrida del 3 al 9 de setiembre60.

  —69→  

La puerta de la capilla se la principió a trabajar en la semana del 17 al 23 de ese mismo mes, en la que quedó concluido el armazón, pero no se la colocó sino en la última semana de aquel mes. Mientras tanto habíase apurado la obra del pasamano del claustro alto, que quedó colocado definitivamente el 16 de setiembre61, se ponía la puerta del Noviciado a mediados de aquel mes62, y se aseguraba la puerta falsa del Convento del modo como ha permanecido hasta nuestros días.

Esta puerta falsa es aquella que se encuentra al final de la muralla de la calle Chile y que lleva en su ático un hermoso e interesante bajorrelieve con la figura de fray Pedro Urraca vestido de seminarista del Colegio de San Luis. Se la principió a edificar en los primeros días de setiembre de 1786, casi un mes antes de ser elegidos los padres Miguel Rojas y Toribio Calderón de la Barca, comendador y provincial, respectivamente, del Convento, y se la concluyó en la precisa fecha de la elección de estos dignatarios, el 28 de octubre63.

  —70→  

No obstante estar de esta manera concluida la edificación del Convento, los religiosos no descuidaban de adornarlo. Y así, en setiembre de 1790, Bernardo de Legarda pintaba varios cuadros para el claustro principal64.