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Describamos ahora la organización interior de la Capilla.

Se entra a ella por un gran arco semicircular sencillo y sin adorno alguno abierto en el muro del crucero, donde antes estaba el retablo de San José, y la capilla aparece magnífica en su decoración de madera tallada que la cubre íntegramente, realzada de rojo oscuro y oro. La pared correspondiente a la puerta de entrada está ornamentada con dos grandes cuadros pintados a un lado y a otro de la puerta: Cristo y San Pedro a la izquierda, y la Virgen Santísima a la derecha, dentro de ricas molduras que forman   —28→   parte de la misma decoración lineal y floral que reviste todo el muro. Debajo de cada cuadro hay unas tablas con epigrafías alusivas a indulgencias concedidas a la Capilla, encuadradas en angostos baquetones tallados y entre fina decoración floral que se multiplica y se extiende hasta llenar el último espacio libre del muro. Sobre el arco, y a sus flancos, dos grandes cabezas de querubines. En los rincones del gran arco que, con los otros de esta sección de la capilla, soporta la cúpula, sus pilastras o pies derechos llevan como decoración los lienzos de San Joaquín, la Visitación, la Coronación de la Virgen y la Asunción, en el lado derecho; y la Virgen del Carmen, San José, la Adoración de los Reyes y San Juan Evangelista, en el izquierdo: todos dentro de riquísimas molduras y enmedio de la exuberante decoración del muro.

Encima del arco de la puerta de entrada y precisamente sobre las impostas en que se apoya el arco formero, corre una tribuna para los cantores con su hermoso jube de doce paneles adornados con una cabeza de querubín en el centro, entre un verdadero encaje de talla floral y separados los paneles entre sí por preciosos estípites de ángeles embutidos. La parte baja del coro está cubierta con una decoración geométrica y con piñas colgantes. La rosca del arco formero, como la de los otros bajo los cuales están los retablos que vamos a describir, se halla también decorada idénticamente con trece cabecitas de querubines en medio de profusa y fina decoración.

Al lado derecho de la entrada, está un retablo dedicado a San José. Su mesa de altar tiene un antipendium de tres paneles con ricas molduras dentro un marco tallado: en el panel del centro hay un corazón del que nace una flor y en los de los lados, los relieves de Santo Domingo y San Jacinto pintados a todo color. De la mesa del altar se desprende una ancha repisa aconchada, sobre la que se asienta un nicho de planta semicircular con un remate semiesférico formado de nervios, haciendo como de baldaquino a una hornacina de fondo plano decorado en su interior profusamente, en el cual se encuentra una hermosa estatua del Patriarca San José, probablemente la misma que se hallaba en su antiguo retablo de la iglesia. A los lados de este cuerpo central, hay otros dos que se levantan desde el suelo sobre un estilobato interrumpido por dos puertas de entrada y sobre basas con cartelas de un gran efecto decorativo. Se componen de dos columnas curiosísimas, uno de esos inventos raros de la fantasía de los artistas quiteños, que, en esto como en todo, no hicieron sino seguir a los artistas de la Península, aunque con más libertad. Sobre las columnas corre un entablamento, con rosetones en su friso y piñas colgantes en su cornisa, y encima, un rico frontín interrumpido por una gran cartela. En el intercolumnio, y directamente sobre las puertas de entrada, las imágenes de Santa Catalina mártir y San Ildefonso, dentro de sencilla moldura que, formando parte de toda la decoración del retablo se curva y termina rota en la clave en forma de dos volutas. La puerta es tallada con decoración lineal a base de círculos. Las columnas del cuerpo inferior de este retablo se componen de cuatro motivos superpuestos: tres que se desarrollan en forma cónica y uno en forma cilíndrica. El primero es un cubo con grandes aletas en sus caras; el segundo, sencillamente moldureado, presenta muchos planos en sus cuatro costados; el tercero lleva ménsulas y colgantes de uvas, y el cuarto que es el cilíndrico, gruesos racimos de uvas sin hojas. Este fuste lleva una sencilla base rectangular y se corona con un capitel corintio.

Sobre este cuerpo inferior se halla otro superior compuesto   —[Lámina VII]→     —[Lámina VIII]→     —29→   de un motivo central entre dos ventanas que iluminan esta sección de la capilla. Ese motivo se desarrolla a base de dos columnas tan curiosas y raras como las anteriores ya descritas, y que se componen de tres elementos: el primero de la base, que es un cubo con querubines; el segundo, también cúbico, con ménsulas de hojas de acanto, y el tercero, cilíndrico, con querubines y pámpanos. Llevan estas columnas capitel corintio y, encima, un gran frontón curvilíneo interrumpido. Enmedio de las dos columnas, se halla un cuadro representando a la Virgen Inmaculada en el centro, con dos ángeles a los lados, sobre el árbol de la vida, al pie del cual se hallan Adán y Eva. En las esquinas bajas del cuadro, Santa Ana y San Joaquín y, arriba, entre nubes, el Padre Eterno. Las dos ventanas del muro han sido también utilizadas muy bien para completar la decoración de este retablo, forrándolas íntegramente con talla de madera que lleva ornamentación de lazo. A los extremos de este cuerpo, y flanqueando a las ventanas, dos remates altos, puntiagudos, de acentuado sabor oriental, sostenidos por una cabeza de querubín cuyas alas se confunden con dos grandes volutas que abultan la parte baja de esos remates. Un gran arco cuyo trasdós está adornado con trece cabecitas de querubines entre una rica y fina decoración floral, y apoyado sobre las impostas de sus pies derechos, completa la ornamentación del retablo, encerrándolo. Los pies derechos llevan, a su vez, dos cuadros superpuestos, que representan: la Presentación de la Virgen en el templo y el Bautismo de Cristo, en el de la derecha; y dos Santos Obispos en el de la izquierda. El resto de los muros que queda entre el arco y el retablo se ha rellenado con flores, frutas y mascarones en tabla recortada.

La Virgen del Rosario. Convento de Santo Domingo.- Quito

La Virgen del Rosario. Convento de Santo Domingo.- Quito

[Lámina VII]

Altar y retablo de Santo Domingo.- Quito

Altar y retablo de Santo Domingo.- Quito

[Lámina VIII]

Frente a este retablo se encuentra gran parte de otro igual que estaba dedicado a la Virgen y que se lo mutiló incomprensiva e inmisericordemente para dar entrada a la nueva y horrible capilla gótica que se construyó en 1910 para la Virgen de la Escalera, precioso cuadro del padre Bedón, eximio religioso quiteño y notable pintor del siglo XVI, que lo pintó al óleo en la pared de la escalera principal del convento de la Recoleta, y que un hábil artesano quiteño lo trasladó al lienzo maravillosamente y fue colocado entonces en la capilla a que aludimos. Esperamos que algún día se reconstruya el retablo dañado innecesariamente restituyendo a su sitio las piezas que aún se conservan felizmente. Ese retablo es exactamente idéntico al que dejamos descrito, y sólo varían ciertos detalles. El antipendium de la mesa del altar, por ejemplo, tienen las figuras de Santo Tomás y otro santo en vez de Santo Domingo y San Jacinto del altar de San José; el cuadro del cuerpo superior representa la Soledad de María con Cristo difunto; y los de los pies derechos del arco, la Huida a Egipto y Santa Catalina mártir, los de la izquierda y dos Obispos, los de la derecha. Todo lo demás en el retablo es exactamente igual al retablo de San José.

El arco triunfal que separa el presbiterio del primer tramo de la capilla, como tenía que soportar mayor peso, por efecto de las dos cúpulas que se apoyan sobre él, es muy ancho y reposa sobre dos gruesos machones, y es todo de ladrillo. La ornamentación de su rosca es distinta de los otros tres que dejamos descritos; pues la compone una serie de rayos en campo de estrellas. La cara frontera de los machones lleva como decoración dos lienzos superpuestos enmedio de molduras y ornamentos complementarios a los de todo el templo. Los de la izquierda representan a San Francisco de Paula y a un Doctor de la iglesia; y los de la derecha, a San Francisco de Asís y a otro Doctor de la iglesia. En   —30→   su parte baja, la decoración se completa con un gran mascarón. Los marcos de los cuadros están enriquecidos con angelitos y querubines. La pared interior de los machones lleva en el centro tres molduras superpuestas con tallados que parecen encaje: las del medio contienen, bajo vidrio, dos interesantes lienzos que representan, a Santa Bárbara, el de la izquierda, y a la Magdalena, el de la derecha; las molduras que se hallan encima y debajo de las otras, llevan espejos. A un lado y a otro de esta línea central decorativa van otras dos con figuras geométricas diversas: círculos, cuadriláteros, octógonos, mixtilíneos formados por baquetones aperlados, conteniendo rosetones, palmetas y flores estilizadas. Decoración similar a esta última lleva el intradós del arco: dibujadas con baquetones mil y mil figuras lineales, dentro de las cuales van canastos de flores y floreros hasta la clave, decorada con el monograma de María en un escudete. Dos hermosas molduras limitan en sus extremos la decoración del intradós.

Subiendo dos grandes escalones de madera y ocho de piedra sillar, se llega al presbiterio, y ya en él, vemos que la pared de los machones que dan hacia ese lado se halla decorada de manera distinta: con lazo geométrico de diversas variedades, tallado sobre la madera y no aplicado como en la decoración que acabamos de ver en los otros lados de estos mismos machones.

También en este segundo tramo de la capilla encontramos otro par de retablos gemelos, dedicado el de la derecha a Santa Ana y el de la izquierda, a San Joaquín, cuyas estatuas vestidas de rico brocado, son muy hermosas.

Describamos el de San Joaquín y después anotaremos la única diferencia que tiene el de Santa Ana.

Tiene un nicho central abierto en un cubo que lleva como remate un hermoso cuadro italiano pintado sobre cobre, dentro de una moldura veneciana de espejería con aplicaciones metálicas, y un gran copete tallado entre dos trozos de cornisa. El nicho se halla adornado con pequeños marcos cuadrados y circulares con espejos, que hoy faltan. A los flancos de este nicho, se hallan dos columnas salomónicas con exagerados capiteles corintios y los intercolumnios se han decorado con entrepaños tallados y espejería cuadrada y redonda. Sobre estas columnas corre un cornisón con su respectivo friso separando este cuerpo del superior del retablo. En el estilobato, de planta trapezoidal saliente, hay una preciosa cabeza de la Virgen, en gris, en moldura veneciana de espejería con aplicaciones de metal, y en otras molduras similares, otros dos cuadritos que representan a Santa María Magdalena y Santa María Egipciaca. Más al fondo, están un hermoso Ecce Homo y una Dolorosa.

El segundo cuerpo de este retablo se desarrolla alrededor de una ventana abocinada que ocupa el centro, la que se ha decorado con magnífico revestimiento de madera tallada, y se la ha cubierto con un gran copete en forma de baldaquino que lleva un remate mixtilíneo. El resto del muro limitado por el arco dentro del cual se halla el retablo, se ha decorado con grandes ornamentos lineales, macetas de flores, hojarasca, etc.

El retablo de Santa Ana, como dijimos es exactamente igual al anterior. El único detalle diferente es el de los cuadritos que decoran el estilobato y que son cuatro acuarelas de poco interés y dos óleos que representan a San Buenaventura y a San Agustín, magníficos, y que, con los de la Virgen, el Ecce Homo y la Dolorosa, parecen pertenecer a la colección que envió desde Roma el padre Quezada, para el Convictorio de San Fernando.

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Y, ahora, vamos con el retablo mayor. Tiene tres calles. La central comienza por la mesa del altar cuyo antipendium se compone de una arquería de siete arcos exentos en el frente y cuatro a los costados dejando ver en el fondo otros tantos relicarios con reliquias de santos. Atrás de la mesa del altar, y a sus extremos, se levantan dos columnas de fuste cilíndrico llano ornamentado con una guirnalda de hojas que le contornea en espiral y que lleva en su parte inferior, junto a la base, un anillo con flecos y hojas de acanto. Las columnas descansan sobre curiosas basas muy altas compuestas de una serie de figuras cúbicas superpuestas y talladas profusamente y otra serie de molduras en su parte superior, entre las cuales se ha aplicado una fina decoración floral. Separadas estas basas de las columnas, aparecerían como verdaderos estípites de módulo muy reducido, o un poco desproporcionado por su altura. Pero es que estas basas están incompletas y cortadas para ser adecuadas al sitio que ocupan; pues muy cerca de ellas, en las calles laterales del retablo se las encuentran íntegras, como verdaderos estípites, resultando así que, verdaderamente, la organización del retablo, en su cuerpo inferior está hecho a base de cuatro columnas cilíndricas superpuestas a cuatro estípites que reposan en el suelo, sin haber recurrido a ningún basamento o estilobato. Entre estas cuatro columnas del primer cuerpo se hallan, en la calle central del retablo, un sagrario para la exposición del Sacramento y el nicho de la Virgen del Rosario y en las laterales, dos hermosas puertas, con una rejilla de cinco luces en su dintel que cierran la entrada al recamarín y dos pequeños nichos planos sobre ellas, con las preciosas estatuillas de Santo Domingo y San Francisco. Sobre esas columnas se ha colocado un entablamento con rica ornamentación en su friso, separando así este cuerpo del cuerpo superior.

El primer nicho para el Sacramento tiene su planta curvilínea convexa y el vano, sus paredes con baquetones decorados de plata, su cubierta interna, labrada, su pared del fondo con un gran cornisón con rayos, todo de plata, y, en las esquinas de la entrada, querubines. En su pavimento hay unos rieles de madera y un banquillo de madera para colocar adecuadamente la custodia.

El nicho de la Virgen penetra hasta el segundo cuerpo, en el que termina con su cornisa ligeramente volada. Tiene rejilla de plata primorosamente labrada de varias luces, un marco de plata en todo su contorno con los quince misterios del rosario, en plata dorada y su cubierta con baquetones, también de plata, dispuestos en forma radiada.

Encima se abre otro nicho en el que se encuentra el grupo de la Trinidad, que es propiamente el eje de la composición del segundo cuerpo del retablo. Este nicho es casi circular, por el chaflán de sus ángulos bajos y los arcos de sus altos. También tiene su ribete de cerco de plata sobre dos pequeñas columnas salomónicas del mismo metal. A los costados de este nicho se hallan cuatro molduras que antes contenían espejos y hoy, cuatro telas pintadas. En las esquinas del nicho y junto a la cornisa que corona esta sección, hay dos cabecitas de querubines y en la parte inferior del mismo, una rejilla hermosa de madera de seis luces con guardamalletas. Limita en sus extremos laterales este conjunto, dos grandes aletas de doble espiral, cuyas volutas bajan hasta la cornisa del nicho de la Virgen.

Corona la calle central del retablo un gran remate compuesto de tres pequeños cuadros (antes espejos) en sus respectivas molduras bajo un baldaquino de línea recta movida con su gran guardamalletas;   —32→   encima, una urna de madera labrada con lunas de vidrio, sin duda para guardar reliquias y, sobre ella, el Cordero pascual dentro de una pequeña hornacina formada con arco de tres lóbulos, carpanel el de la mitad, y que termina en sus extremos adornando los flancos de este remate con dos inmensas volutas floronadas.

Los triángulos laterales del segundo cuerpo, formados por la cornisa del primero y las líneas exteriores de la calle central se han rellenado con una composición decorativa de líneas curvas muy movidas, como la que prevaleció a fines del siglo XVII en Europa, y engendró el rococó. Es un conjunto de líneas ondulantes formado de ondas dobles festoneadas, alternadas, enlazadas y floroneadas, que dejan dos huecos en los cuales se han colocado dos hermosos angelitos sentados sobre volutas. Otros dos decoran los extremos de la cornisa del primer cuerpo colocado en el eje, de las columnas.

Quince pequeños lienzos pintados por Luis Cadena y, que representan los misterios del Rosario se hallan diseminados en este retablo, ornamentándolo graciosamente. En el remate hay tres: el de Cristo llevando la cruz, el de la Coronación de espinas y el de la Flagelación; a los lados del nicho de la Trinidad, cuatro: el de la Crucifixión, el de la Resurrección, el de Jesús entre los doctores y el del Nacimiento; atrás de los ángeles que están sentados en las volutas del segundo cuerpo, dos: el de la Ascensión y el de la Oración en el Huerto; debajo de esos mismos ángeles, junto a la cornisa, dos: el de la Venida del Espíritu Santo y el de la Presentación; a los lados de San Francisco, dos: el de la Asunción y el de la Coronación de la Virgen; y a los lados de Santo Domingo, dos: el de la Anunciación y el de la Visitación.

Las puertas de entrada al recamarín son verdaderamente magníficas y antes que puertas parecen simples paneles o entrepaños decorativos del mismo retablo, pues tienen su composición muy unida a base de una gran cartela central, tal vez demasiado exuberante en su ornamentación muy del siglo XVII.

Traspasando cualquiera de estas puertas de entrada, y subiendo diez escalones se penetra al recamarín hoy destituido de sus primores de antaño y donde el Síndico de la Cofradía que, por lo regular, era persona de calidad, guardaba cuidadosamente los ornamentos y las joyas de la Virgen que eran primorosas y que sumaban una fortuna por sólo su valor material. Todo ha desaparecido, o casi todo. Hoy, dentro de sus muros enjalbegados, tristes y fríos, los religiosos guardan allí algunas obras de arte, retiradas del culto, especialmente cuadros y estatuas, y alguno que otro mueble. Es un pequeño museo, aunque sin arreglo alguno. Entre esos objetos, los hay algunos de valor inestimable: una estatua de tamaño natural de Santo Domingo, obra española de fines del siglo XVII, enviada por el padre Ignacio de Quezada para el Colegio de San Fernando; dos crucifijos inmensos de marfil, ambos verdaderamente preciosos y quizá únicos por su tamaño; enviados de Italia por el mismo padre Quezada; un admirable cuadro en cobre, italiano, que representa la aparición de la Virgen a Santa Catalina; una colección de ángeles y cuatro estatuillas del Niño Dios, maravillosos en la extensión de la palabra; un Cristo yacente, de tamaño natural, obra quiteña, de aquellas hechas con goznes en los brazos para la ceremonia del descendimiento en la Semana Santa; un Nacimiento de Caspicara, en su respectiva urna; dos cuadritos en cobre, italianos, de Santo Tomás y Santo Domingo; otro, quiteño, con la representación de la Muerte de la Virgen; dos   —[Lámina IX]→     —33→   grandes cuadros con las imágenes de la Virgen y la Magdalena en el uno, y San Juan en el otro, que debieron ser de algún retablo consagrado al Calvario, quizá del dedicado en los primitivos tiempos de la Iglesia, al Santo Crucifijo; una tabla con el medio busto de Santa Lucía, en relieve, encarnada a todo color, que perteneció al antiguo coro, una de las obras más hermosas en su género, que ha producido la escultura quiteña; dieciséis cabezas de cardenales pintadas en lienzo; una Virgen del Manto; un precioso grupo escultórico de la Virgen de la silla; un Santo Domingo de tamaño natural, por el escultor quiteño Carrillo, y muchas otras obras más, cuya contemplación, si entristece en parte el alma al ver que se hallan como recogidas por piedad y allí refugiadas como resto de la primitiva grandeza artística del Convento, también alegra al espíritu al considerarlas salvadas del naufragio en el mar de la incomprensión, de una vez para siempre24.

Convento de Santo Domingo.- Quito. Retablo mayor de la Capilla del Rosario

Convento de Santo Domingo.- Quito. Retablo mayor de la Capilla del Rosario

[Lámina IX]