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El retablo mayor carece de interés: fue hecho en 1914 dañando el antiguo, del cual apenas se conservaron las cuatro columnas salomónicas y el nicho que con entablamento y tímpano circular, constituyen el cuerpo superior del retablo. El inferior está compuesto de tres nichos separados por cuatro pares de columnas corintias y ocupados con las estatuas de la Virgen de Consolación   —[Lámina XVIII]→     —83→   al centro y de San Agustín y Santa Mónica a los lados. El nicho del cuerpo superior ocupa un grupo de la Trinidad y a los cantos extremos de ese cuerpo, se hallan, exentas, las imágenes de San Pedro y San Pablo. Todo sobre un estilobato a paneles.

Convento de San Agustín.- Artesonado de la galería inferior del claustro principal

Convento de San Agustín.- Artesonado de la galería inferior del claustro principal

[Lámina XXVIII]

A un lado y al otro del presbiterio existen dos capillitas absidiales: la una dedicada al Señor de la Buena Esperanza y la otra, a la Inmaculada Concepción. La primera tiene el techo plano y un gran nicho de planta semicircular que llena el testero; la segunda, el techo abovedado y una pequeña cúpula con pechinas y tambor sobre cuatro arcos: un formero y tres enjarjados en los muros.

El retablo de la primera de estas capillas es magnífico. Sobre una hermosa mesa tallada que sirve de altar, que es una pieza única en la escultura quiteña, se levanta un muy bajo y mezquino estilobato y sobre él, un gran nicho entre dos columnas salomónicas con el tercio inferior cilíndrico en parte y, en parte, poligonal, decorado esta con recuadros sencillos de perlas, y aquella con ramas y flores. Sobre las columnas, y de sus cimacios se desprende un pequeño arco entre dos volutas y a sus flancos hay dos angelitos con trompetas. Entre las columnas y, a manera de corona del nicho central, un ancho friso convexo compuesto de ricas molduras. A los extremos, sobre los muros laterales, dos nichos muy hermosos, de fondo plano y poco profundo y el resto de las paredes hasta el último resquicio de la bóveda, un gran revestimiento de madera ricamente tallado con hermosa y profusa decoración vegetal.

Al pie de la iglesia y junto a la puerta de entrada a la nave lateral derecha se ha colocado desde hace poco tiempo, un rico retablo, hecho en nuestros días para venerar en él el cuadro de Jesús con la cruz a cuestas, obra de Juan Pablo Sanz. El retablo es una gran moldura fabricada para esa tela, sin otro añadijo que dos pequeños nichos a los lados, que ocupan las estatuas de San judas Tadeo y la beata Mariana de Jesús.

Junto a este retablo se halla la puerta de comunicación de la iglesia con el convento.

Encima de los arcos de la nave central se han colocado ocho cuadros de la vida de San Agustín y dos en el coro, que antes formaban parte de la galería que decora el claustro bajo principal del convento. Se los sacaron sin duda cuando, a consecuencia del terremoto de 1868, se destruyó todo un tramo de dicha galería. Son ejecutados por Miguel de Santiago. En las paredes laterales del presbiterio y casi llenándolas, se hallan dos inmensas telas: la una de Luis Cadena y que representa la conversión de San Agustín y la otra de Miguel de Santiago, llamada de La Regla, estupenda tela que por su motivo y tamaño es digna de los grandes decoradores del Renacimiento italiano.

Detrás del presbiterio se ha colocado la sacristía, cuyas formas arquitectónicas no interesan; pues es una habitación que lo mismo puede ser dormitorio de familia que aula de escuela pueblerina. En ella encontramos, con todo, algunos objetos artísticos dignos de anotarse. Dicha sala edificada hace pocos años sobre parte de las ruinas del antiguo presbiterio, es rectangular y construida sobre diez arcos semicirculares, encastrados en sus muros y una bóveda falsa. Como mobiliario es pobre: apenas tiene dos cómodas de madera tallada y dos vargueños taraceados con nácar y marfil. En cambio, en sus paredes se hallan algunos cuadros hermosos, como los cuatro Doctores de la Iglesia: San Gregorio, San Ambrosio, San Agustín y San Jerónimo, de tamaño natural; uno representando a Nuestra Señora de la Oliva, más que vestida, ceñida   —84→   con su túnica y manto de brocado63; otro de una Virgen Inmaculada luciendo sus drapeados de oro; un San Francisco de Borja y otro del Descendimiento de Cristo, todos en magníficas molduras de insuperable talla; y hasta algún otro mal pintado como el del beato Esteban Bellecini y algunas oleografías se hallan luciendo las galas de soberbias molduras, verdaderos calados y encajes, dignos de la más fina pieza de orfebrería, más que de una obra en madera. También de uno de sus muros cuelga un enorme Crucifijo de balsa, interesante pieza de nuestra escultura quiteña, que se usaba, junto con los dos Ladrones, en las procesiones de Semana Santa.

Al Convento se entraba, antiguamente, por la portería situada, como dijimos, en la parte baja de la torre; pero condenada esta entrada, no sabríamos decir por qué razón, se ingresa por la que podríamos llamar nueva portería, situada más abajo de esa torre y casi en la esquina superior de los muros conventuales. Después de haber traspasado el dintel de la puerta de clausura, se encuentra uno en el hermoso primer claustro, dispuesto en un gran patio, cerrado con dos galerías superpuestas: la baja con diez arcos de medio punto por cada lado, sobre columnas toscanas, formando cuatro tramos que en las esquinas del patio se encuentran, apoyados, en cuatro anchos machones de sillares hasta los dos tercios de su altura, que sirven de contrafuerte al empuje de los arcos. Estos machones son tan anchos que el arquitecto omitió los arcos de descarga hacia los muros, como se ve en San Francisco, Santo Domingo y la Merced, por ejemplo. Las columnas que se apoyan en los machones se hallan encastradas en ellos. Los arcos tienen acusado su trasdós con un ladrillo saliente ligeramente moldurado y en el punto de encuentro de sus curvas, cuelga hacia el eje de las columnas, una media bola elipsoidal agallonada como único elemento decorativo. Sobre la arquería corre un entablamento con arquitrabe de tres fajas, friso dórico denticular, y cornisa con muchas molduras: entablamento que, a su vez, forma el pretil de la galería superior, encima del cual se asienta la más hermosa arquería de la arquitectura quiteña, organizada dentro del espíritu agareno, gracias a la división del arco de medio cuadrilóbulo, distendiéndolo y descargando sus tres curvas sobre cuatro columnas, de modo de dejar un arco de mayor tensión entre dos de menor. Como los arcos de la galería inferior, también los de la inferior tienen acusado su intradós por un ladrillo saliente moldurado. Las columnas de esta galería son aquellas quiteñas que nacen en el Convento de San Francisco y que, en este de San Agustín, adquieren más elasticidad. Esta organización arquitectónica de la galería superior del claustro principal agustiniano, no tiene antecedentes en lo europeo; pues no puede considerarse como tal el pórtico gótico del imafronte de la Catedral de León, en el cual vemos arcos apuntados de mayor tensión entre arcos de menor tensión. Aquello tiene otro significado que esta genialidad del arquitecto quiteño. En cambio, tiene consecuencias. En Lima se lo usó, con el arco apuntado en el Claustro de la Merced y con el mixtilíneo,   —[Lámina XXIX]→     —85→   seudogranadino, en el palacio del marqués de Torre Tagle, en la misma ciudad y en el claustro principal del Convento de San Agustín, con el arco peraltado de medio punto, sobre pequeñas pilastras ochavadas. Este movimiento adquiere en Lima mucha pujanza; pues también se lo adopta en la galería superior del patio del monasterio de Jesús María y en la del claustro principal del Convento de San Francisco, con sólo las diferencias siguientes: en la primera, los arcos mayores son muy grandes y abiertos, y los menores muy pequeños y cerrados, con una proporción decorativa completamente distinta a los ejemplos primeros ya citados, es decir, al del Convento de la Merced y de la casa de Torre Tagle, en Lima; en la segunda, los arcos mayores y menores son de medio punto sobre pilastras cúbicas, pero muy proporcionados. Los de menor tensión han sido obturados con un óvalo elipsoidal que comunica a todo el claustro un ambiente de gran novedad.

Iglesia de San Agustín.- Detalle de la sillería del Coro

Iglesia de San Agustín.- Detalle de la sillería del Coro

[Lámina XXIX]

Como la arquería inferior, la superior tiene como ornamentación en el encuentro de las molduras que marcan el trasdós de los arcos, la media bola elíptica colgante que describimos más arriba.

Encima de la arquería un friso denticular, una cornisa de muchas molduras y luego los canecillos que reciben el techo volado de teja española.

En el centro del patio, una gran fuente de piedra alegra el claustro con el continuo murmullo del agua que sale de la boca de un niño montado sobre un león; remate colocado encima de las dos conchas talladas sobrepuestas en un fuste muy ricamente decorado. La vasca de la fuente es cuadrada con cuatro salientes angulares en el sentido de sus ejes y cuatro molduras voladas que la ciñen en contorno.

Corre alrededor de los muros del claustro bajo una gran pinacoteca de cuadros que representan escenas de la vida de San Agustín. Cuando la pinacoteca se hallaba completa, debió presentar el claustro un hermoso golpe de vista, ya que no sólo estaba decorado con esta admirable colección de telas enmarcadas en soberbias molduras doradas de delicada y complicada talla, sino su techumbre estaba cubierta de un precioso artesonado de rombos tallados y pintados con una piña en el centro de cada uno de ellos, y el trasdós de la arquería, íntegramente forrada de madera tallada y dorada, hasta su encuentro con el artesonado. Hoy no queda nada de este forro, y apenas dos tramos de la galería conservan, a mal y mal cabo, su artesonado. Los tallados de los marcos de los cuadros varían en su figuración en cada tramo; pues, si el de la Sala Capitular tiene embutidos sin brazos en sus largueros verticales; los otros que hoy existen, tienen diferentes variedades de estípites: una para cada tramo. La pinacoteca tenía 64 cuadros, de los cuales hoy sólo se encuentran en su sitio 40; 10 en la nave principal de la iglesia, encima de los arcos; 2, en el coro y 1 en la Sala Capitular. Los once que faltan se han, sin duda, destruido con el terremoto que echó abajo la cúpula y la torre de la iglesia y gran parte de los claustros. Ahora, para llenar esos vacíos en los muros, se han colocado otros diversos, en completo desorden.

Partiendo del tramo del claustro en que se halla la Sala Capitular, tenemos que, en ese tramo, el mejor conservado de los cuatro, los cuadros se suceden del modo siguiente:

Principia la pinacoteca con un cuadro en que se halla un gran escudo central con dos ángeles a los lados: el de la derecha tiene una palma en una mano; el de la izquierda, una rama de laurel   —86→   y con la que les queda libre, sostienen ambos una corona de oro, que se destaca sobre un corazón traspasado por una flecha. A los lados y en la parte baja se encuentran las armas de la Orden agustiniana y las nobiliarias del padre Basilio de Ribera, a quien se debe esta suntuosa ornamentación del claustro.

Dentro del escudo se halla la siguiente inscripción: «Esta prodigiosa y esclarecida historia de la vida y milagros de la católica luz de la iglesia, Nuestro Gran Padre San Agustín, mandó pintar nuestro muy reverendo padre maestro fray Basilio de Rivera, siendo Provincial de esta Provincia, de limosnas de religiosos y devotos de la Religión. Y para su mayor lucimiento y gloria accidental de su Patriarca, la dedica y consagra su Paternidad Muy Reverendísima al muy ilustre y magnífico señor doctor don Pedro Vazquez de Velasco, del Consejo de Su Majestad, dignísimo Presidente de esta Real Audiencia de Quito, ínclito patrón de esta Provincia de Nuestro Padre San Agustín».

Al pie del escudo, dentro de una cartela larga, hay esta otra leyenda:

Este lienzo con doce o más pintó Miguel de Santiago, en todo este año de 656, en que se acabó esta historia64.



Después de este cuadro siguen cinco grandes, uno chico encima de la puerta de la Sala Capitular y, luego, nueve más grandes hasta concluir el primer tramo del claustro. Los cuadros están separados unos de otros, por magníficos embutidos y unidos por hermosa cornisa de madera tallada y dorada.

El segundo tramo que sigue el muro del refectorio, se halla incompleto; pues, además de faltar la cornisa tallada para tres cuadros, se ha destruido ésta, con la eliminación de dos de los estípites que separan los cuadros, a fin de colocar en los espacios unidos dos telas grandes de Manosalvas. Este tramo, pues, tiene sólo nueve de sus antiguos cuadros en sus cornisas respectivas e intactas, aunque uno de ellos, el de los mártires, no ocupa su lugar, sino el de otro que ha sido eliminado. Lo demuestra el hecho de ser más pequeño que el espacio que ocupa, y el estar remendado con otros dos pedazos de tela perteneciente a otros cuadros, sin duda destruidos, para cubrir el espacio de pared que faltaba llenar con sólo aquel. Después de estos nueve cuadros vienen los dos ya dichos de Manosalvas, que se hallan también mutilados, desde la caída de la cúpula en donde se hallaban y para adorno de la cual fueron hechos. Representa el uno: El Padre Eterno grabando en el pecho del niño Agustín el nombre de Jesús; y el otro: Santa Mónica llorando ante San Isidoro los desvaríos de su hijo. La figura del Padre Eterno de la primera de las telas nombradas, se halla en la escalera principal de este mismo claustro. Para cubrir la parte restante del tramo, se ha colocado un motivo decorativo dividido en cuatro partes: una larga rectangular, otra larga curvilínea y dos chicas triangulares. A juzgar por su forma, debió decorar una puerta de arco semicircular rebajado. En el cuadro central, rectangular, se han representado a cuatro Santas y dos beatas de la Orden agustiniana: Santa Cristina, Santa Sancta de Genazano,   —87→   Santa Rita de Cassia, Santa Clara de Montefalcón y las beatas Julia Certoldina e Inés de Montepolitiano, según reza una inscripción al pie, en la que consta también el nombre del donante, don Carlos Matos de Médicis. Las otras partes llevan otras figuras de Santas de la misma Orden.

El tercer tramo del claustro que se apoya en el muro divisorio con la iglesia, se halla sin un rastro de la pinacoteca. Últimamente se han colocado en él un cuadro de la Muerte de San Agustín por Luis Cadena, ocho pequeños de Antonio Salas, representando la Coronación de la Virgen, el Nacimiento de Cristo, la Anunciación, la Visitación, la Presentación, la Huida a Egipto, Santa Ana con la Niña María y la Virgen con San Joaquín y Santa Ana, acompañada de ángeles. Enmedio, precisamente, de los ocho cuadros estaba una de las joyas pictóricas del Convento: el Descendimiento de Cristo, o Cristo en los brazos de María, o Sábana Santa, en lenguaje artístico quiteño, que hoy se encuentra en la Sala Capitular. Se halla Cristo bajado de la Cruz y sostenido por dos ángeles, sobre las rodillas de la Virgen que, al pie de una inmensa cruz ocupa el centro de la tela. A las espaldas de ella, otros dos ángeles llorosos; y en la parte superior se destacan dos grupos de dos figuras, bajo cada brazo de la cruz: las del grupo de la izquierda se dan la mano y representan a Jesús Niño acompañado de una figura femenina que lleva sobre su cabeza una paloma: ambas figuras con magníficos ropajes; las del grupo de la derecha son dos figuras que se besan: la una tiene un caduceo, símbolo de paz, en la mano y la otra un libro abierto que lo aprieta contra su cuerpo. Encima, escritas en los brazos de la cruz estas dos frases, como correspondiendo a los grupos ya descritos OBVIAVERVNT SIBI = PSAL 34 = OSCVLATÆ SVNT. Abajo un hermoso retrato del fraile donante, con la mano derecha sobre el pecho, y la izquierda con un libro abierto en el que aparece escrita esta frase: MIHI QVIDE APVS MORTVS EST.

Luego viene una gran puerta tallada a paneles que cierra la entrada a la iglesia desde el claustro. Se abre sobre cuatro escalones de piedra, fuera de dos interiores, por la apreciable diferencia de nivel entre el pavimento del claustro y el de la iglesia. Enseguida, un gran cuadro de Luis Cadena, firmado en 1864, y que representa la disputa de San Agustín con los Donatistas, cubre el extremo del muro de este tercer tramo del claustro.

El último tramo que es paralelo a la calle donde están las entradas de la iglesia y del convento, conserva más que el segundo, su decoración mural; pues a excepción del primer espacio, del cual se ha sacado su cuadro, sustituyéndolo con otro más chico, representando a San Agustín lavando los pies a Cristo, todos los demás cuadros, que suman quince, se hallan en su sitio, unidos por cornisa tallada y separados por estípites de hermoso dibujo65.