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ArribaMonasterio del Carmen Moderno

Para maior honra y gloria de Dios y de su Madre Purísima entraron en este asiento de Latacunga ocho de septe. del año de mil y seiscientos y sesenta y nuebe la Madre priora Bernardina María de Jesús fundadora del conbento de Quito que tomo el avito en la ciudad de lima y Me. supriora Marta teresa de D. Joseph y la Me. franca. Maria del Niño Jesús y la hermana María de S. Augustin nobicia para religiosa de velo negro que es ya y la hermana Joana María de la Cruz nobicia de velo blanco que profeso para la fundación deste conbento sancto (que lo es que quiera su Dibina Magestad conservarlo y aumentarlo en su gracia) de carmelitas descalças con el dichoso titulo de Nuestra Señora de las Angustias y santísima trinidad so cuyo amparo esta.



Así comienza el libro en el que las religiosas carmelitas de Latacunga, escribieron la crónica de su primer monasterio, de la cual nos vamos a servir para formar su verdadera historia en la parte que interesa a nuestro objeto.

La fundación carmelitana del obispo Ugarte y Saravia en Quito, encendió en santa envidia a los moradores del asiento de Latacunga que desearon, no sólo tener un convento de monjas carmelitas, sino también uno de religiosos de la misma orden, como lo lograron con paciente porfía.

A fines del siglo XVII había en la Audiencia 72 conventos, uno de los cuales, de carmelitas descalzos, estaba fundado en Latacunga durante el gobierno eclesiástico del obispo don Sancho de Andrade y Figueroa (1688-1702) allá por el año de 1688, gracias a la munificencia del capitán don José de la Mata, que dio para la fundación la cantidad de cincuenta mil pesos. Estaban edificando el templo cuando sucedió el terremoto ocasionado por el hundimiento del Carhuairazo, en 1698, que destruyó templo y monasterio y obligó a los frailes a improvisar chozas en la huerta para poder vivir. Luego se trasladaron a Quito donde fundaron un hospicio y pasado un tiempo establecieron otro en Latacunga. Pero como en el Capítulo general que celebraron los carmelitas en Alcalá de Henares, se resolvió la supresión de todos los conventos que tenían en América, donde no tenían comodidad para la observancia monacal, los religiosos aquí establecidos comenzaron a hacer sus maletas para regresar a España, tan pronto como sus superiores lo ordenaran. En efecto el General de la Orden, fray Pedro de Jesús María, pidió al Rey la supresión de los conventos de su orden en la Audiencia de Quito y el Rey expidió el 22 de enero de 1704 la Cédula declarando esa supresión; pero con la condición de que antes de partir renunciaran en el juez eclesiástico todas las rentas y bienes que poseían, como así lo hicieron en virtud del despacho del señor Andrés de Munive, Provisor y Vicario General del Obispado en 19 de setiembre de 1705; después de lo cual el Rey autorizó al obispo de Quito para disponer de esos bienes con arreglo a sus facultades y a la voluntad del testador.

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La condición impuesta por el Rey se debió sin duda a la inquietud con que los carmelitas criollos vieron los preparativos de viaje de los españoles. Se decía, o al menos se creía, que éstos estaban liquidando los bienes de sus conventos para llevárselos a España y a México. Contra esto reclamaban los criollos, sobre todo fray Martín de la Cruz, carmelita del Convento de Latacunga, hombre de la confianza del capitán don José de la Mata, el generoso donante de sus casas para la fundación del Convento de religiosas y de los 50000 pesos para la de religiosos de la Orden del Carmelo en Latacunga, como que el 30 de marzo de 1694 fue nada menos quien hizo el testamento de don José de la Mata en nombre y por encargo de dicho Capitán, imposibilitado de hacerlo y que falleció el 3 del siguiente mes. Este fray Martín, movió cuanto resorte pudo para salvaguardiar esos bienes y alcanzó que se pidiera al Rey la prohibición de su salida del país. Y no contento con esto, el 3 de enero de 1704 hizo «una escritura de Exclamación (?) para salvaguardiar los bienes que el Capitán José de la Mata, fundador del convento había dado por valor de cincuenta mil pesos por estar en peligro de perderlos, porque los Carmelitas de Quito habían comenzado a desertar del hospicio que tenían a su cargo en esa ciudad y pretendían desertar también de Latacunga, liquidando los bienes que tuvieren sus conventos para llevarlos a España y México».

Y como siguieran pasando los días sin resolución alguna del gobierno español y el fraile viere crecer el peligro, siquiera en su fantasía, para aquellos bienes dejados por su amigo a tan devota obra en su ciudad de Latacunga, el 4 de marzo de 1704 se presentó ante un Notario del asiento, a pedir que se registre y protocolice la escritura de Exclamación que había presentado el 3 de enero y se le den las copias que él pidiere para los fines que le convinieren.

Creemos que ya no le fue necesario a fray Martín moverse más contra sus hermanos españoles. El Rey había expedido y firmado ya el 22 de enero de aquel año de 1704 la Cédula a que aludimos; aunque no llegó a Quito sino un año después. En cuanto se la recibió, a mediados de ese año, comunicó su contenido al Prior fray Manuel de la Madre de Dios, el Vicario del Obispado, el 19 de setiembre de 1705. Los religiosos renunciaron todos sus bienes que poseían en la Audiencia y, pocos días después, regresaban a España.

González Suárez dice que esos bienes fueron aplicados a la reconstrucción de la iglesia parroquial de Latacunga. No conocemos el documento sobre el que se hubiese apoyado nuestro gran historiador para aseverarlo así. En cambio, nosotros sí hemos visto el Auto expedido por el obispo Paredes de Armendáriz, el 14 de abril de 1744 por el cual todos esos bienes y rentas se agregan al Convento de religiosas carmelitas para continuar el monasterio de ellas en Quito y concluir su iglesia147.

Efímera fue, pues, la vida de los dos conventos que los religiosos carmelitas tuvieron en la Audiencia de Quito: apenas diez y siete años148.

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En cambio, la vida de los conventos que las religiosas carmelitas fundaron en Quito, Latacunga y en Cuenca, fue próspera a pesar de los muchos contratiempos que sufrieron. Vamos a ocuparnos del segundo que, trasladado a Quito, construyó uno de los hermosos templos de nuestra arquitectura religiosa; pues del primero ya nos ocupamos en el capítulo anterior.

El 6 de octubre de 1660, el Presidente de la Real Audiencia de Quito, doctor don Pedro Vázquez de Velasco, se dirigió al rey Felipe IV, dándole cuenta del buen resultado obtenido con la fundación del convento del Carmen en aquella ciudad, contándole la repercusión que había tenido en toda la provincia y el deseo de los vecinos de Latacunga de tener un monasterio teresiano, para lo cual habían reunido ya dinero y hasta tenían casa y solicitándole, a nombre de ellos, la licencia para la fundación. Apoyaron la petición de los latacungueños la priora del Convento de Quito, que entonces lo era sor Bernardina María de Jesús, y el obispo fray Alonso de la Peña y Montenegro, que había reemplazado al doctor Ugarte y Saravia, quienes informaron al Rey que pasaban ya de cincuenta mil pesos lo recogido para la fundación. Felipe IV se dio por convencido con tantas cartas y concedió la licencia solicitada por Cédula expedida en Madrid, el 27 de noviembre de 1662.

Mas la Cédula nunca llegó a su destino. Los latacungueños ya cansados de esperarla, reclamaron de su pérdida y pidieron a la Reina Gobernadora (pues Felipe IV había muerto pocos meses antes) les enviase una copia por duplicado de la ansiada licencia y la Reina accedió a ello. He aquí el documento:

La Reina Gobernadora = Presidente de la Audiencia Rl. de la Ciud. de S. Franco. en la Provincia de Quito = por parte del convento de Monjas Carmelitas descalsas de la Ciudad se me ha representado que el Rei mi Señor que santa gloria aia mando dar su real Cédula concediendo lisensia para la fundasion de un Convento de su Religión en el asiento de Latacunga y asiendo más de tres años que se despachó no la avian resevido de que infieren averse perdido suplicome fuese servida de mandarsela de un tanto por duplicado y aviendose visto en el Consejo real de las Indias lo he tenido por bien y es del tenor sigte.:

El Rey = Licenciado D. Antonio Fernandez de Heredia Presidente de mi Audiencia Rl. de la Ciud. de San franco. en la Provincia de quito el Dor. D. Pedro Vasquez de Velasco, vro. antecesor en ese cargo en carta que me escrivio en seis de Otubre del año pasado de mil y seiscientos y sesenta me dio quenta de que las religiosas carmelitas descalsas desa Ciud. vivían con tanto exemplo de toda esa Provincia que no avia lugar, Ciud. ni villa que no desease tener fundasion suia y en particular el assiento de Latacunga, que estaba poblado de mucha jente española de lustre y Caudal, y era lugar de muchas conveniencias assi de bastimento como de materiales para edificios a que se añadía tener ya hechas los vecinos del muchas mandas para la fundasion y entre ellas una de unas casas con citio capas suplicandome que para el bien y consuelo de la Provincia fuesse servido de conceder licencia para la dha. fundasion cometiendola a mi Virrei del Perú y al Presidente de mi Audiencia para que siendo la renta sufisiente y efectiva la cantidad del prinsipal, que la Priora del dho. Convento me escrivia le tenian ofresida para este efecto lo pusiesse en execusion y aviendose visto por los de mi consejo de las yndias con lo que sobre esto me escrivio el Obispo de la Iglecia Catedral de la Ciud. los vecinos del dho. assiento de Latacunga y la Priora del   —202→   Convto. de Carmelitas de la Ciud. disiendo que pasaban de sinquenta mil pesos las donasiones que estaban hechas para esta fundasión en casas y reales he tenido por bien de conseder como por la presente doy y concedo licencia al dho. Convto. de Monjas carmelitas descalcas de la Ciud. para la fundasión de otro semejante en el dho. assiento de Latacunga con calidad de que las Monjas del ayan de estar sujetas a los Prelados de la misma Orden y para que tenga efecto en la forma y con los requisitos que conviene os mando veais y reconoscais si es efectiva la cantidad de los dhos. sinquenta mil pesos que ymportan las donasiones referidas para la fabrica sustento y conserbasion del dho. Convento y Religiosas que ha de aver en el y siendolo dispongais que se haga la dha. fundasion y no de otra manera y de lo que en rason dello se executare me dareis quenta en el dho. mi consejo = fecha en Madrid a veintisiete de Nobiembre de mil y seisientos y sesenta y dos años = Yo el Rey = por mandato del Rey nro. Señor D. Juan del Solar, la cédula arriba escrita mande sacar de mis libros por duplicado en Madrid a primero de otubre de mil y seisientos sesenta sinco años = Yo la Reina = por manto. de su Magd. D. Juan del Solar.



Ya con la Real Cédula se presentó ante la Audiencia el capitán Baltazar de Montesdoca Villacreses y con poder especial que le dio la madre Paula de Jesús María, Priora entonces, pidió autorizar la fundación del convento, para lo cual presentó también las escrituras de mandas y la memoria de las donaciones hechas, inclusive la del Obispo con las condiciones impuestas por él y aceptadas por las religiosas; mas se tropezó con la dificultad de que no se había podido aún llenar la condición económica de tener en caja los cincuenta mil pesos que el Rey exigía para la fundación y ésta quedó aplazada de hecho.

En efecto, las donaciones hechas en un principio por los vecinos de Latacunga fueron en realidad muy escasas, a excepción de la que hizo el capitán don José de la Mata, de las casas de su morada; pues doña María de Espinosa, su mujer, dio dos mil pesos, don Diego de Roxas, mil, y una paja de agua, mil el maestre de campo don Cristóbal Albán, doscientos don Francisco Jiménez y dos tiendas doña Leonor de Cevallos149.

Sin embargo, la Real Audiencia comenzó a su turno a dar los pasos en orden al cumplimiento de la Real Cédula. El 17 de agosto envió a su escribano, don Alonso Sánchez Maldonado a la casa episcopal para que recogiera de labios del señor de la Peña y Montenegro la información sobre los recursos con que se contaba para la fundación del Convento; pues en la Cédula, el Rey había puesto como condición esencial la existencia real y efectiva de los cincuenta mil pesos ofrecidos por los vecinos de Latacunga para dicho objeto. Contestó el Obispo que faltaban en realidad unos 20000 pesos que una persona devota los había prometido y no cumplió por algunas causas; pero que él daría lo que fuere necesario para ajustar los 50000 y todo lo que más faltare para llevar adelante la fundación.

Hechas las cuentas, lo que faltaba era la cantidad de 22750 pesos, según la Memoria que se presentó en la Audiencia con las siguientes donaciones:

Fachada principal de la iglesia del Carmen Moderno

Fachada principal de la iglesia del Carmen Moderno

[Lámina LVI]

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Doña María de Espinosa mujer del capitán don José de la Mata2000
Don Diego de Roxas1000
El maestre de campo Cristóbal Vázquez Albán1000
Doña Leonor de Cevallos500
Diferentes vecinos de Latacunga500
El virrey conde de Lemos500
Don Alonso Melgarejo y su mujer María de Ribadeneira500
Doña Mariana Vázquez Albán viuda de Alonso Martín Parraso, 2000 en reales y 1000 en alhajas.3000
Capitán Antonio López de Zulueta1000
Que hay de ajuar para la sacristía5500
Valor de la casa que donó el capitán José de la Mata5000
Don Antonio de la Chica Cevallos, para el capellán2500
Don Lorenzo Rumiero Marroquín2200

Todo lo que daba 22750. Faltaban, pues, 27250 pesos que son los que dio el Obispo.

El 29 de agosto de 1669, en Quito, ante el escribano Juan Christóbal de Arce, el ilustrísimo señor doctor don Alonso de la Peña y Montenegro, otorgó una escritura por la cual se obligó a dar a las religiosas Bernardina María de Jesús, María Teresa de San José y Francisca María del Niño Jesús la expresada cantidad para que, como fundadoras, pudiesen llevar a cabo el establecimiento en Latacunga del proyectado monasterio carmelita, con las siguientes condiciones:

Que el patronazgo del Convento lo había de tener el obispo de la Peña y, después de sus días, los Obispos que le sucediesen en el gobierno eclesiástico de Quito; que los patronos tendrían el derecho de proveer dos becas de monjas para niñas pobres hijas de padres honrados; que el Monasterio se había de fundar con la advocación y el patronato de Nuestra Señora de las Angustias; que habían de estar sujeto a la autoridad del Ordinario de la diócesis; aunque tuviesen las monjas superiores de su misma Orden en caso de que se llegara a establecerse un convento de religiosos carmelitas en la Audiencia y no obstante la recomendación de la propia Cédula, y que en la iglesia del Monasterio se habían de celebrar todos los años hasta la consumación de los siglos, ciento cuarenta misas, rezadas o cantadas, por las intenciones del obispo de la Peña, por su alma y la de sus parientes difuntos.

La aceptación de estas condiciones se hicieron constar en otra escritura suscrita por las religiosas y otorgada ese mismo día ante el escribano Arce, en la cual el Obispo volvió a designar también a las monjas que habían de salir de la ciudad de Quito para ir a Latacunga a verificar la fundación y que fueron las arriba nombradas y el Obispo las entregó los 22750 pesos que les había prometido. El recibo, sin embargo no fue otorgado sino el 20 de enero de 1672.

Procedió entonces el obispo doctor don Alonso de la Peña y Montenegro a dar por su parte la autorización correspondiente para llevar a cabo la fundación y el 26 de agosto de 1669 la expidió refrendada por don Manuel de Aguinaga, su Secretario de Cámara, nombrando en ella a las tres religiosas que habían de trasladarse a Latacunga a verificar la fundación y que fueron sor Bernardina María de Jesús, sor María Teresa de San José y sor Francisca María del Niño Jesús: la primera como Priora y la segunda   —204→   como Subpriora. En el mismo documento nombró el Obispo a don Manuel Morejón, Canónigo Racionero de la Catedral para que acompañara a las religiosas en su viaje a Latacunga y durante los primeros días de la fundación, les sirviera como prelado de ellas, e hiciera el oficio de Vicario, autorizándole para la administración de los sacramentos. Se reservó el Obispo el señalamiento del día en que las tres fundadoras habían de salir de la clausura para efectuar el viaje.

El 27 de agosto de 1669, se presentó el Secretario de Cámara del Obispo en el locutorio del Convento, a notificar a la Priora, sor Paula de Jesús María, el auto expedido concediendo la autorización eclesiástica para la fundación, nombrando a sus fundadoras con los respectivos cargos y designando al prelado, capellán y vicario interino para que las acompañase. La Priora, citó a las monjas nombradas y preguntándoles si aceptaban la decisión del Obispo, ellas dijeron que sí y todas con la Priora, reiteraron en esa ocasión, su agradecimiento por la donación que les había hecho a fin de facilitar la fundación.

Mas no fue esta cantidad de dinero la única que dio el obispo de Quito a las religiosas carmelitas para su flamante convento de Latacunga, como lo dice González Suárez150. Como su ilustre antecesor, el obispo Ugarte y Saravia, fue largo con sus protegidas. No en vano las obligó a declararle su patronazgo.

Sus donaciones, desde 1669 hasta 1682 suman noventa y cuatro mil doscientos noventa y un pesos tres reales, en esta forma: durante el Priorato de la madre Bernardina, 20200 pesos el 18 de febrero de 1672, 25000 en 18 de setiembre de 1674; y luego 6490 pesos siete reales en diversas partidas; y durante el de la madre María Teresa de San José, 1950 pesos y 4 reales, 4000 pesos el 6 de setiembre de 1680, en noviembre del mismo año cien pesos para comprar la madera para los retablos laterales, 400 pesos para la hechura de esos retablos el 1.º de febrero de 1681, 100 pesos el 7 de enero de 1682; 1050 pesos el 20 de febrero de ese mismo año y, poco después, 12000 pesos. Todo esto fuera de alhajas, cera, tela para casullas que en veces les obsequió.

En cambio de tanta largueza, las religiosas se obligaron a perpetuidad, por escritura pública a celebrar «el octavario de misas cantadas del Sacramento, celebrar las nueve misas cantadas de aguinaldo, las nueve misas cantadas en las nueve festividades de Nuestra Señora por la intención y el descanso eterno del alma del Obispo donante» y «a poner en memoria de su señoría seis velas de cera de a dos libras cada una en el monumento del jueves santo para que ardan hasta el viernes», amén de otras capellanías, que el propio Obispo estableció en sufragio del alma de él y de sus allegados y parientes151.

Mas aún, tres años más tarde, deseando las religiosas dejar constancia solemne y perpetua de su gratitud para con el magnánimo Obispo, el día 18 de febrero de 1672 llamaron al escribano don Nicolás Muela al locutorio del Convento, donde se congregaron la priora, sor Bernardina María de Jesús, la subpriora, sor María de San José; y las madres sor Francisca María Clara del Niño Jesús, sor María Rosa de Jesús y san Agustín y sor Josefa   —205→   María de Jesús y le pidieron extender un público testimonio de su gratitud al obispo de Quito, don Alonso de la Peña y Montenegro por haberles dado la limosna con la cual se ajustó la cantidad de cincuenta mil pesos que Su Majestad mandó se asegurase para la fundación del Convento de carmelitas en Latacunga y que «por la pobreza de la tierra no se logró reunir»; «con que luego se puso por obra y a poco más de dos años quedó construido el mayor y mejor monasterio e iglesia que tiene todo el obispado», porque el buen ejemplo del Obispo sirvió para reunir muchas limosnas de los pobres. El mismo Señor Paredes aumentó su donativo a 42950 pesos, como lo hicieron constar en su declaración las religiosas por los cuales confesaron haber otorgado recibo el 20 de enero de 1672.

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Mientras tanto los vecinos de Latacunga estaban impacientes por la pronta llegada de las religiosas, tan esperadas desde dos años antes. Un ejemplo de ello nos da esta curiosísima carta que reproducimos y que, original, reposa encuadernada en el libro de la fundación del Convento del Carmen Antiguo:

Jhs. Maria y Joseph

Me. Pra. me Bernardina

Maria de Jhs.

Por el quise de mis adbersidades tengo el escribir a V. Ra. suplicandole me de mui buenas de su salud que deseo la tenga muy cumplida como nro. Sor. puede darseles D. Maria yo y mis yjos juan antonio balthasar y maria la tenemos para servir a V. Ra. suplicandole nos encomiende a dios en sus oraciones y sacrificios y se lo encargue a todas esas señoras mias lo agan por caridad que lo emos mucho menester. mi Sra. D. Margarita y mi Sra. D. Antonia y Sra. D. Ana y D. Juan estan con salud- las gracias a nro. Sor. y con mucho deseo de que aya una fundacion de nra. me. Sta. Theresa en esta cd. que daran sus cassas para ello con mucho gusto y los vecinos ayudaran quanto puedan a ello pidaselo a nro. Sor. V. Ra. a los 24 (borrado) se nos llevo nro. sor. para si a mi pe. y Sor. fray manuel gonçalez. Como procurador de los SSmos. lugares de jerusalen religioso mui perfecto de nro. pe. S. Franco. V. Ra. lo encomiende a nro. Sor. en sus oraciones y se lo encargue a esas Sras. El comº. gl. de sor. S. franco. (borrado) de chachapoyas y a de defender no aya aqui cura clerigo pidale V. Ra. a nro. Sor. les ablande el corazón y que tengan piedad desta tierra que tan avasallados nos tienen a todos por mis grandes pecados a mi yja maria trato de dar estado de casada rueguele a dios V. Ra. le de buen acierto en ello para que sea de su servicio ya sabe V. Ra. me tiene a su servicio qe. nro. Sor. a V. Ra. muchos años con la salud que puede y todos emos menester

taxª. y abril 28 de 1667 a.

V. 1. m. de V. R. - Matheo Dominguez de Moncada.

su mas Sor.

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Al fin, en los primeros días de septiembre salieron de la clausura del Carmen Antiguo las tres religiosas designadas por el Obispo para hacer la fundación en Latacunga y el 8 hicieron su entrada en esta ciudad, según se halla consignado en la primera página de la crónica conventual que dejamos ya transcrita.

Con algo, pues, de los dineros recogidos comenzaron a levantar el convento que les resultó estrecho.

Más tarde, las religiosas hicieron nuevas adquisiciones, con las cuales ensancharon su monasterio. En 1669 compraron unas casas a don Roque de Orbe, otras a doña Agustina de Ribera mujer de don Pedro Fernández de Córdoba, otra a don Francisco Jiménez, que les sirvió para abrir «la calle nueva e independizar el convento de toda vecindad», y una huerta a don Alonso Sánchez Maldonado; en 1675, una tienda, en 1670 unas cuadras de alfalfa, en 1677 unas casas a don Pedro Díaz Candilejo y en 1676 unas pajas de agua para los menesteres domésticos; pues la regalada por Roxas y doña Guiomar, su mujer, no era suficiente.

En la casa que regaló José de la Mata se levantó la iglesia, reedificaron celdas y oficinas; en solar comprado a Pedro de Loma y unas casas de paja se convirtieron en jardín y huerto y en este se fabricó poco después una ermita que llamaron de la Fuente Santa con parte del haber paterno de la Madre Margarita de Cristo Jesús, que con ese objeto renunció a favor del Convento.

Después de dos años, poco más o menos, se hallaban concluidos el monasterio y la iglesia que, al decir de entonces, eran de los mejores de todo el Obispado.

Para la subsistencia de la comunidad compraron las haciendas de Cuchitingui, Barrancos y Cuadras, más unas cuadras de alfalfa en el barrio de San Sebastián.

No hemos encontrado un solo dato en el archivo que pudiera darnos idea de cómo fue el monasterio carmelita en Latacunga, o ayudarnos siquiera a su reconstrucción imaginaria, ya que el terremoto del 20 de junio de 1698 lo destruyó completamente, tanto que las religiosas fueron obligadas a trasladarse a Quito. Da idea de la destrucción del monasterio este documento de los archivos, conventuales:

Declarasion

En que se conbirtio, la plata de la benta del Sitio de Latacunga y de la casita de los Capellanes.

Bendiose el sitio en Mil ps. y la casa en seis sientos ps. que uno y otro asen Mil y seis sientos ps. y esta cantidad se lo paga al Sr. quintana por lo que tenia suplido en la sacristia, como es un ornamento entero morado con cuchillejos de oro que costo 550 ps. quatro casullas blancas que costaron 168 ps. y la refacsion de ollas y paylas que costaron 208 ps. y doscientos y catorce p. q. se pagaron a Pastrana por el Capellan Belasco y los demas los dio en cera para el gasto del Convento que juntas las partidas importaron la dha. cantidad de 1600 ps. y se bendio el dho. sitio y Casa el año de 1747, siendo Priora la M. franca. de la Madre de Dios y San Miguel152.