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VI

La iglesia era rica en mobiliario eclesiástico, en ornamentos y en orfebrería. Pero la supresión de la Compañía por Clemente XIV y la expulsión de Carlos III hicieron que también toda esa riqueza se perdiese, en parte por la codicia y la falta de escrúpulo en los hombres y, en parte, no pequeña, por la falta de organización en los encargados de ejecutar las órdenes.

Enumeraremos aquí algunos de los objetos preciosos incautados, tal como constan en el inventario formado por el presidente Diguja:

Una custodia de plata sobredorada que pesó 37 marcos (15 libras y media).

Dos copones de plata sobredorada, uno enjoyado con esmeraldas menudas con peso los dos de 16 marcos.

Un par de vinajeras de plata dorada, enjoyadas de piedras de Bohemia.

Cuatro ciriales de plata, una cruz alta, y dos incensarios de plata.

Un sagrario de plata con su media naranja y remate de JHS de plata dorada.

Seis blandones de plata con el peso de 198 marcos.

Otros 22 blandones de plata con el peso de 223 marcos.

Un sitial, dos atriles, dos arañas, cuatro candeleros, una lámpara: todo esto de plata; un arco de plata con su armazón de madera, con peso de tres arrobas.

Seis águilas grandes de plata con su armazón de madera con peso de 234 marcos.

Un cáliz y patena de oro con 127 esmeraldas de valor de 215 castellanos.

Una custodia con Sol y sobrepuestos de oro.

Una diadema de una tercia de diámetro, de plata sobredorada cubierta de sobrepuestos de oro enjoyados de esmeraldas y amatistas de diferentes tamaños y en el fondo una esmeralda circular de más de una pulgada de diámetro con muchos jardines y veinte rayos que la rodean.

Un JHS de oro de más de una sesma de diámetro con veinticuatro rayos y remates de estrellas. El JHS es de amatistas y todo su cerco y rayos enjoyados de esmeraldas con veinte y tres aguacates de lo mismo.

Un relicario esmaltado de diamantes, rubíes y esmeraldas, fabricado en Roma y avaluado en 5.200 pesos de más de una vara y tercia de altura con reliquias para todos los días del año.

El profeta Nahum en la Biblia de Pezzana

El profeta Nahum en la Biblia de Pezzana

[Lámina XVI]

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De la Virgen de Loreto: Una gargantilla de oro con ocho broquelillos y ocho pendientes, unas joyas en medio, lazo y cruz, todo con ochenta y seis esmeraldas y diez y nueve chispas de diamantes; con el peso de veintiún castellanos.

Un par de zarcillos con 70 esmeraldas y diez aguacates.

Otro par de zarcillos pequeños de oro con treinta perlas pequeñas y ocho chispas de diamantes.

Diez y seis hilos de perlas de cadenilla con vara y tercia de cinta de tela, y todo pesa una libra y nueve adarmes.

De la Congregación de Nuestra Señora de Loreto de Cuenca: Un águila de oro; esmaltada con perlas chicas y grandes, siete esmeraldas, cuatro ojuelos y una amatista en medio, con el peso de treinta castellanos; una joya de oro y esmeraldas con el peso de 24 castellanos.

El padre Juan Bautista Múgica fue nombrado procurador a Roma en la Congregación Provincial tenida en Quito en 1719. En su viaje se detuvo en Madrid y aprovechó de su estancia allí para hacer labrar la artística custodia, de valor muy subido, para la iglesia de Quito40. Para este efecto había recibido joyas y piedras de gran precio de personas principales amantes del culto al Santísimo Sacramento. La obra encargada al mejor platero de la corte quedó terminada en tiempo para que el padre Múgica la trajese. Esta custodia era la joya más valiosa del tesoro de la Compañía. En el primer inventario que el presidente Diguja hizo en setiembre de 1767, se hace expresa mención de la custodia. Después... no se vuelve a hablar de ella, sin que se sepa hasta hoy adónde ha ido a parar.

He aquí la descripción que de ella hace el orfebre Juan Muñoz el 9 de junio de 1724:

Juan Muñoz thassador de las Reales Joyas de Cámara de la Reyna Na. Señora y contraste en esta Corte sertifico e visto y thassado: Una Custodia grande de oro y plata compuesta de un pie ochabado, banquillo y bassa de plata dorada y el Sol todo de oro excepto una nube de plata que tiene a la parte de arriba con el espíritu santo en medio de plata, y en el remate de la bassa. Un cordero así mismo de plata con el libro de siete sellos, el Sol se compone de bástagos, ojas esmaltadas de berde transparente, razimos y espigas, biril y arazeli, y cruz por remate, el pie tiene ocho piezas de oro cada cuatro iguales de ojas, y en medio de las quatro una rossa, en cada uno de nueve diamantes y diez esmeraldas y la bassa está guarnecida con diferentes piezas de oro de dichas joyas, y las benas de las ojas esmaltadas de berde con diamantes y todo lo dicho está guarnecido con dos mil trezientos y beinte y siete diamantes, rossas y delegados jondos y con duzientas y ocho esmeraldas, el diamante mayor rossa en el pecho de la paloma de ocho gramos febles de arca, uno encima de dos granos y quarto, dos debajo de a dos granos, beinte y tres rossas en la orla del biril de a   —69→   tres granos y quatro, unos y otros zinquenta y ocho delgados en la orla de adentro de a grano y medio; otros seis delgados en la cruz de a dos granos, tres quartos, otro delgado en la tarjeta del Cordero, de dos granos, y los restantes de varios tamaños, una esmeralda cuadrada en medio de la pieza del pie de doze quilates febles de arela, tres ochabadas medios de las piezas correspondientes de diez y seis quilates y tercio cada una, una con otras quatro puntas medios de las otras quatro piezas del pie de a diez granos, una ochabada medio de la bassa de seis quilates otras dos ochabadas en dos piezas de dicha bassa de a zinco quilates dos quadradas medios de dos piezas de los lados de a ocho granos otras tres quebradas de a seis granos otra quadrada en dicha bassa a la parte de arriba de onze granos dos quadradas prolongadas a los lados de a diez granos, una media de la cruz de doce granos y dos tercios, beynte y tres en el biril de a dos granos y medio, unas con otras, y las restantes de varios tamaños. Vale todo lo dicho con el oro y plata, echura de la engastería y echura de la plata y dorado de ella beynte y tres mil ducados de plata que es todo su valor. Madrid y Junio a 9 de 1724. Juan Muñoz.

Pesa el oro de una custodia que se compone de un Sol, de bástagos, razimos y espigas y diferentes piezas de oro que están en el pie y en la bassa catorce marcos y tres ochabos. Para toda la plata de dicha custodia que es el pie bassa y espíritu santo, Cordero y nube, quinze marcos y quatro onzas.

En el Contraste, Madrid y Mayo 20 de 1724 Juan Muñoz41.



Por una Real Cédula de 27 de marzo de 1769 se crearon Juntas provinciales y municipales, para entender en la administración y venta de los bienes ocupados a los jesuitas. Para justificar el despojo se había tratado de invertir aquellas rentas en otros fines de piedad y enseñanza conforme al dictamen que habían redactado los dos fiscales Moñino y Campomanes a 14 de agosto de 1768.

Los bienes de los expulsos, escribe don Marcelino Menéndez y Pelayo, sirvieron en gran parte para sostener las nuevas fundaciones, y digo en gran parte, porque la incautación o secuestro se hizo con el mismo despilfarro y abandono con que se han hecho todas las incautaciones en España. Libros, cuadros y objetos de éste, se perdieron muchos o fueron a enriquecer a los incautadores42.

Refiriéndose más en particular a lo que sucedió en América, dice así el insigne polígrafo: «... Los gobernantes de la metrópoli daban la señal del despojo (mucho más violento en aquellas regiones que en éstas), y soltaban todos los diques a la codicia de ávidos logreros e incautadores sin conciencia, a quienes la lejanía daba alas y quitaba escrúpulos la propia avaricia. Mucha luz ha comenzado a derramar sobre estas oscuridades una preciosa, y no bastante leída, colección de documentos, que hace algunos años se   —70→   dió a la estampa con propósitos más bien hostiles que favorables a la Compañía. Allí se ve claro [...] de qué manera se disiparon como la espuma, en manos de los encargados del secuestro, los cuantiosos bienes embargados».

Por lo que toca a la provincia de Quito, sabido es cómo desaparecieron en el secuestro obras de arte y joyas de inestimable valor, sobre todo de la iglesia de la Compañía de Quito. Entonces se perdió la famosa custodia, cuyo paradero hasta hoy no se ha podido averiguar, y el famoso relicario tachonado de piedras preciosas, contentándose con dejar como recuerdo una lista de objetos robados (ésta es la palabra) y un dibujo de la famosísima custodia.

Reproduzcamos lo que dice al respecto el padre Jouanen:

Da grima pensar que tantas joyas de inestimable valor; con que la generosidad de los quiteños quiso glorificar a Jesucristo, fuesen en su mayor parte arrebatados no sólo a la Compañía sino al Ecuador, para satisfacer la codicia sacrílega de los incautadores.

En efecto los objetos sagrados secuestrados tuvieron diverso destino. Los ornamentos y vasos sagrados como cálices, copones, patenas, custodias, etc., aunque perdieron algunas de sus piedras preciosas, conservaron su propio destino, siendo repartidos entre otras iglesias. Otro tanto sucedió con la ropa blanca. Los demás objetos como ciriales, blandones, lámparas, incensarios, etc., se dividieron en tres clases, primera, segunda y tercera clase. Diguja nos dirá lo que se hizo de ellos en carta a la Corte de Madrid, cuyo tenor es el siguiente:

«Habiendo propuesto a S. E. el Conde de Aranda en carta de 5 de Octubre de 1770, 27 de Abril y 10 de Julio de 1771 remitir a esa Corte la plata labrada secuestrada a los regulares de la extinguida Compañía, informé a S. E. con data de 28 de Enero de 1772, que entretando llegaba esa determinación para la remesa expresada y de la vereda por donde se hubiere de hacer, había arreglado treinta y seis cajones de ella que se hallaban prontos para la marcha con 6.529 marcos, 3 onzas y 7 adarmes, según constaba de su empaque, con más el relicario grande de plata fabricado en Roma, dos planchas de oro guarnecidas de esmeraldas y algunas otras piezas de menor valor, habiéndose exceptuado en conformidad de las Reales Instrucciones los vasos sagrados para darles la aplicación prevenida por la Real Piedad cuando llegase el caso de hacerse. Posteriormente recibí la Real Provisión de 6 de Marzo de 1773 en que se ordena la división que se debía hacer en tres clases de la plata labrada, a tiempo que la segunda y tercera (a excepción de algunas coronas, diademas y aureolas de Santos) se hallaba no sólo encajonada sino abollada para su colocación y enteramente inservible sin nueva forma».

La plata reunida en Quito, tanto del Colegio Máximo como de las demás casas, con el fin de remitirla a España montaba a 7.609 marcos, 3 onzas, 9 adarmes; los alhajas de oro a más de 307 castellanos entre estas se encontraba la custodia avaluada en 31.804 pesos 4 reales. Por no haber entonces la suficiente seguridad en   —71→   los mares para que la plata llegase a la Península, la Corte mandó que la plata abollada y contenida en los 36 cajones se vendiese en América como se efectuó. Por ser plata de segunda y tercera clase, los tasadores juramentados tasaron el marco a ocho pesos. El importe de los 36 cajones con separación de alhajas fue de 51.448 pesos 3 reales. De hecho no se vendieron sino 5.204 marcos una onza con un octavo de la plata contenida en los cajones, alcanzando al producto de la venta la suma de 41.765 pesos 4 reales. Quedó reservada y sin venderse hasta consultar al Rey la plata labrada de extraordinario mérito y se encerró en seis cajones, su peso era de 858 marcos. Por entonces se mandó a España el precioso relicario y algo más tarde, según parece, la famosa custodia labrada en Madrid y de inestimable valor así por la hechura como por la cantidad de pedrería de que estaba adornada. ¿Cuál ha sido el paradero de joyas tan valiosas? Hasta ahora no se ha podido averiguarlo y sólo Dios sabe a cuánto ascienden las pérdidas ocasionadas por el inicuo despilfarro de los tesoros que la tradicional piedad de los habitantes de Quito había consagrado al culto de Dios nuestro Señor.



En cuanto al magnífico templo de la Compañía, poco antes terminado, después del extrañamiento de los padres, quedó cerrado el culto por espacio de varios años. En 1781 se volvió a abrir al público en tiempo del ilustrísimo señor Minayo, atendiendo en ella cuatro sacerdotes en calidad de capellanes. A fines de 1793 por tener que hacerse reparaciones en la Catedral, el ilustrísimo señor don José Madrid dispuso que se trasladasen los oficios de la iglesia metropolitana a la de los expatriados jesuitas. Estuvo, pues, nuestra iglesia haciendo las veces de catedral, por algunos años. Y como recuerdo se fueron llevando los canónigos, los 4 grandes candelabros de 4 metros de altura que hasta hoy lucen en la Catedral.

«El 23 de Agosto de 1807, según refiere el señor Roa en sus Memorias, entraron a esta ciudad cuatro Religiosos crucíferos de la Orden del glorioso San Camilo [...] y a las 3 y media vinieron en público con el mejor acompañamiento que se pudo, a tomar posesión de su iglesia y casa que fue de los expatriados de la Compañía de Jesús...».

Estos religiosos ocuparon la casa de los jesuitas hasta su vuelta, que fue un miércoles 21 de agosto de 1850 a las seis y cuarto de la noche y no el 11 de julio de 1850, como dice el padre Jouanen. Así lo dice la inscripción, puesta al pie de un cuadro, que como recuerdo y en agradecimiento de esa hospitalidad, obsequiaron los jesuitas a la familia de quien esto escribe.

Copia de una lámina que trajo el R. P. Ror. Pablo de Blas de la Compañía de Jesús, y su compañero el padre Ramón Silva que llegaron el Miércoles 21 de Agosto de 850 a las 6 y 4.º de la noche a la casa del Sr. Francisco Navarro y La Graña.



Los jesuitas, pues, regresaron al Ecuador a los 84 años de la expulsión.