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La relación personal entre D. A. y R. D. se inició en 1912, en oportunidad de la gira por países sudamericanos del poeta nicaragüense, organizada por los hermanos Alfredo y Armando Guido, editores de la revista «Mundial». El 13 de julio de 1912, R. D. visitó a D. A. El encuentro personal acreció la admiración que la poetisa sentía por el autor de Cantos de vida y esperanza y la incitó a confesarse ante él, iniciando así el diálogo epistolar. En una breve página inédita, que se custodia en el Departamento de Investigaciones, D. A. ha consignado un recuerdo de la visita de R. D. a Montevideo. Estas líneas, tituladas Para la historia, dicen así: «Hoy domingo 6 de octubre a las 10 y 2 a. m. (hora de la matriz) abordo del vapor holandés "Zeelandia" atracado a la dársena A, vi al Sr. Rubén Darío. Vestía un traje color "piel de pantera", llevaba gorrita a lo maquinista; las manos en la espalda y se chupaba los labios y la lengua, indefinidamente; miró la ciudad unos cuantos minutos y volvió a la cámara. A las 10 y 32 sonó la primera pitada. A las 10 y 36 en la calle Solís, pasado Piedras, encontré al académico Rodó que llevaba dirección, al puerto. Me miró; (con horrible genuflexión de su rostro encantador...)».

 

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Sobre la correspondencia Delmira Agustini - Alberto Zum Felde, unas pocas palabras. No es visible allí una relación amorosa. Aunque postulan una atmósfera de amistad intelectual muy caldeada de temperatura afectiva. «Yo no sé porqué presentí siempre -escribe D. A.- que habíamos caído a la vida, desde la misma estrella». Estas palabras figuran en la carta inicial, sin duda la más importante de esta sección del epistolario, por lo que tiene de carácter confesional. Como detalle descriptivo pintoresco se puede señalar que una de las misivas de D. A. se halla escrita a lápiz en trozo rectangular de seda de la mejor calidad, y las otras, en lujoso papel japonés, con un llamativo grabado en colores en el ángulo superior derecho.

 

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Agustini, Delmira. Obras completas. Tomo I. El rosario de eros. Tomo II. Los astros del abismo. Montevideo, Maximino García, 1924. Esta edición tiene el mérito de haber reunido todos los poemas publicados por Delmira Agustini en sus tres libros, más un conjunto de poemas hasta ese momento inéditos o no recogidos en volumen. Tiene el demérito de haber establecido una ordenación arbitraria de los poemas. Por ejemplo: separa en dos partes los poemas de Cantos de la mañana y de El libro blanco, y en el caso de este último, a una de las partes la titula La alborada. Se instaura así el caos en la obra de la poetisa. Esta ordenación caótica es seguida también en la edición, afortunadamente retirada de circulación, del Ministerio de Instrucción Pública y Previsión Social (Delmira Agustini. Obras poéticas. Edición oficial. Montevideo, Talleres Gráficos de Institutos Penales, 1940).

 

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Los más destacables de estos poemas son algunos de Cantos de la mañana y El poeta leva el ancla..., La sed, de mi numen a la muerte, Mis ídolos, Mi oración y La siembra, de El libro blanco.

 

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Advierto que este no es un juicio de valor sino simplemente una caracterización. No sostengo que estos poemas sean superiores a los mejores de Los cálices vacíos.