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Crisis medica sobre el antimonio, y carta responsoria a la regia sociedad medica de Sevilla

Diego Mateo Zapata



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A la Regia Sociedad Médica de Sevilla

     Habiéndose logrado, que sea realidad, y no sólo idea del deseo, haber en España Regia Sociedad Médica (cuyo congreso tardaba ya para la utilidad pública, y crédito de la Nación) se puede dar por satisfecho el anhelo de mis Estudios, cuanto más cortos, más ansiosos de que con el común empleo de Médicos Doctísimos muestre tan noble facultad todo aquel esplendor, que se merece, despicándose de las sombras, que, o la detienen en lo teórico, o no la dejan alumbrar en lo práctico con aquella experimental claridad, de que no se dude, si es sombra, si luz.

     Dije, que tardaba la institución deste público docto congreso para la común utilidad, y crédito de nuestra Nación: proposición, en que una verdad se deduce de otra, porque si la publica común utilidad necesita de este congreso, sin duda que nuestra Nación tenía arriesgado su crédito en la dilación: que aunque parezca excedió el Insigne Marcelo Malphigio en llamar bárbaras la Naciones, donde no se admitían semejantes Sociedades para el mayor lustre de la Medicina, sin moverse por los ejemplares de Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, donde con tanta utilidad florecen; no obstante fue exceso, si no arrojo, noblemente motivado de aquella honra, con que cada uno debe mirar por la de su profesión, sintiendo, no sólo que no se adelante, sino que se miren, o con descuido, o con tedio los alientos de quien la procura adelantar. Sus palabras son: Anglicanae Societatis exemplo litterati Galliae, et Germani ad idem opus incitati sunt: quare apud omnes Nationes, quae non sunt barbarae, aliquis in huiusmodi magna collectione se exercet, etc. (1) Pero se haría tolerable lo que siente este Autor de la Nación, que no ha aspirado a erigir Sociedad Médica, si el Doctísimo Pedro Regis, de la Universidad de Montpellier, en el Prólogo a las obras de Malphigio no nombrara a los Españoles, equivocándolos con los Moscovitas, por estar unos, y otros bien hallados en el antiguo servil yugo: Nisi essent Hispani, Lusitani (2), ac Moscovitae, qui in tenebris adhuc versantes, eas inepte fovent. Haríase menos tolerable, o el descuido, o la dilación, por ser en materia, que sobre la mayor utilidad, no puede encaminarse al debido acierto por solas las sendas, que la especulación, o experiencia de este, o aquel Médico Doctísimo dejó abiertas en el dilatado campo de la Medicina, siendo necesaria la concurrencia de muchos muy doctos, y expertos, cuya unión, y correspondencia no se pare ociosamente en la veneración de los antiguos escritos (como si hubieran de servir al respeto, y no al estudio) si, se dirija a desentrañar los admirables secretos del gran libro de la Naturaleza con repetidos experimentos Filo-Médicos, Químicos, Anatómicos, y con la propuesta de nobles específicos remedios, que ventilados con noble emulación, enciendan al calor de la experiencia aquella luz, de que necesita una cuerda elección, que si no logra tal vez entre tanta contingencia el intento, nunca peligra por la ligereza del motivo, ayudándose también de la exacta historia de las enfermedades, principalmente de las que por el tiempo ocurren, sus causas, síntomas, parte afecta, fenómenos varios, y ocasiones de enfermar, como previene Hipócrates: Firma item memoria teneto medicamenta, et simplices facultates, et descriptas, si modo tales extant. Sint, et in memoria tibi morborum curationes, et harum modi, quot dupliciter (3), et quomodo in singulis se habent. Hoc enim principium est in medicina et medium, et finis. (4) Conmensurando los remedios a la edad, fuerzas, región, para que no basta uno sólo, aunque doctísimo, como advirtió Galeno: Cum enim unius hominis vita ad omnium inventionem sufficere nequeat, longi temporis observatione historia colligit, ut eius beneficio, tamquam ex multis tot saeculorum hominibus, unus efficiatur eruditissimus. (5)

     Sin que pueda ser suficiente la repetida lección de lo que otros observaron, desayudada de modernas observaciones, y recientes experimentos, que con nuevo desvelo salen a luz cada día, sin agravio, antes con crédito del grande Archivo de la Naturaleza (que los Antiguos no registraron) a quien ofendiera el que juzgase no contener ya en sus profundos senos secreto alguno sin registro, sobre desmentirle los mismos sucesos. Interim satis infelices mihi videntur, qui mordicus tenent, veteres omnia scivisse, dice el Insigne Anatómico Antonio Nuck, de la Universidad de Leyden, omnia tam plana, et absoluta ab illis tradita esse, ut nihil possit dici, quod non sit dictum prius, nihil ulterius cogitandum, nihil perpendendum restare, omniaque in beato quasiocio collocata esse; verum himinime praesagiunt, venire tempus, quo ista, quae ante latuere, claressem; ad venire dies, quibus nos tam manifesta, tam aperta nescivisse maiores miramur. (6) Y aunque Hipócrates no hubiera expresado en el libro de la antigua Medicina, que esta se adelantaría, y llegaría a su mayor auge con los nuevos hallazgos, et reliqua deinceps invenientur: como también lo confiesa Galeno, para que no les quede duda a sus Discípulos: Nemo enim nostrum sufficit ad artem simul, et constituendam, et absolvendam, sed satis videri debet, si quae multorum annorum spacio priores invenerint, posteri accipientes, atque his addentes aliquid, illam aliquando compleant, atque perficiant. (7) Verificaría esta verdad la cotidiana experiencia con los nuevos inventos anatómicos, que los antiguos Príncipes de la Medicina no descubrieron; y porque la brevedad no permite el referirlos, será bien oigan a Nuck: Quod, uti passim occurrit in Republica litteraria, nuspiam tamen magis quam in re Anathomica; a capite ad calcem, a supremo vertice ad infimum usque pedem, vix aliqua corporis pars oculis subiicitur, cuius admirandam structuram, non longe aliter, quam quidem veteres, invenerint; cui utilitatem non longe clariorem, et manifestiorem ad scripserint, multiplicique experientia comprobarint filii Anathomicorum recentiores.

     Por eso el Doctísimo Jorge Baglivio, Médico Romano, exhorta con tanto celo, y eficacia a los Príncipes a que erijan en sus dominios semejantes Sociedades, que con nuevas experiencias, y observaciones faciliten el acierto de la curación: Cum opus antea delineatum obigentes labores, multamque meditationem, quam sibi vendicat, non unius, aut paucorum hominum, sed integri caetus Doctorum virorum negotium sit necessarium fore putamus, ut Pincipes in urbibus suis, praesertim celebrioribus, quibusque ingentia extant Xenodochia, Medicorum, Academias, promovendae proxeos gratia, per historiam, obsevationesque excitent. (8)

     A vista desta utilidad, comprobada en las demás Naciones con tantos ejemplares ilustres, ¿quién creyera la oposición de los Doctorados Galenistas Sevillanos contra la erección de la Sociedad? ¿O quién no juzgara ser antes materia de gracias, que de injurias, gloriándose de que fuese Sevilla la que primero hubiese despertado del letargo, o descuido a las voces de las demás Sociedades de Europa? Escribieron carta circular a todas las Universidades de España, para que coadyuvaran (son palabras de la carta) al exterminio de la Sociedad, o Tertulia, que novísimamente se había introducido en esta Ciudad, intentando persuadir nuevas doctrinas, etc. Pero las Universidades conociendo, que la impugnación no había de ser (en caso de parecer justa) a fuerza de voces, sino de razones (como Escuelas, que son de sabiduría, y prudencia) respondieron que exhibiesen los puntos, o proposiciones de novedad tan escandalosa, como indicaban, para justificar en vista de ellas su parecer, que aún no han exhibido, ni creo exhibirán, por no exponer a más digna censura la que dieron con el calor de no prudente celo, o de nimia pasión; pues no es lo mismo, que las doctrinas del nuevo congreso se oigan con novedad en España, y que se ventilen, y aún impugnen con racionalidad Filosófica, que el que se eliminen, sólo porque no son las antiguas, haciendo idolatría lo que es opinión. Y así deben considerar lo que aconseja a sus Socios el gran Malphigio: Nec illud vos torqueat, utrum vetera sint, vel nova, sed anxie solum inquirire, an naturae consonent. (9)

     Antes por eso mismo es útil la Sociedad, pues ventiladas en su congreso las opiniones, sin fiarse sólo de las filaterías del discurso, ni autoridades, sino pasando al examen de indubitables experiencias, en quien se solide la razón (que es lo que prevalece en las ciencias naturales, cual es la Medicina, y a quien se da entero crédito, como enseña Galeno: In Medicina non par est priscis simpliciter fidem adhibere, ut si quid illi dixerint statim credamus; sed prius experientia, et ratione verum ne illud sit, an falsum perpendum est, etc. (10)) se puede elegir la más racional, y conveniente para la práctica, que es el centro de todas las líneas de la Medicina; pues nada más digno de risa, de llanto, que una curación dibujada, como el Príncipe en la idea con las líneas de la especulación, teñida en sólo los colores de la opinión propria, a pesar de lo que muchas veces demuestra la experiencia en contrario, como ejecutaban los antiguos Médicos, de quienes dice el citado Baglivio: Qua in re quam (11) tum peccaverint hucusque scriptores libri illorum aperte fatentur; de morbo enim aliquo tractaturi, et phantasiam propiam consulebant, neglecta prorsus experientia, et libro naturae.

     Ni me persuado a que las Universidades de nuestra España, tan ilustres, que si no exceden, no ceden a ninguna de las más célebres de Europa, hayan de mirar con ceño la erección de estas Sociedades, en que con nuevos experimentos confirme, o mejore la práctica lo que dictó la especulación en la Cáthedra; pues reconociendo cuanto tiempo se pierda, si todo él se consume en el aire de sutilezas Metafísicas, querrán sus Sapientísimos Catedráticos, y Doctorados ser los primeros en dar calor a ejercicio tan útil, teniendo a debido crédito de su sabiduría ser los que animen el cuerpo de la Sociedad, para que como más doctos, más expertos, y más juiciosos, puedan ser censores de los nuevos inventos, o experiencias que se propusieren, como dice el citado Baglivio, hablando de los establecimientos de la Sociedad: Statuto tempore, vel saltem semel in mense, convenire simul debent Academiae, sodales, censoribusque proponere observationes anteactas. Censores creantur ex sodalibus seniores, Doctiores, iuditio maturi, longa praxi exercitatissimi. Así se consigue el fin de la Medicina, teniendo a más gloria (como se ve en la que hacen los más doctos Médicos de la Europa) ser de semejantes Sociedades Regias, que la de los demás blasones, que conseguidos por la especulación, aún desean para su complemento acreditarse de tales en el práctico congreso de las ciencias.

     Sírveme de confusión, como de inestimable honra, haber sido connumerado entre los alumnos de esta primera Regia Sociedad de Sevilla, aunque sólo sirva de hacer número entre tan doctos socios, a cuyo desvelo se debe, que sin ceder a las dificultades, y oposiciones, se vea en España con debidos establecimientos, y ordenaciones aprobadas por el Real Supremo Consejo de Castilla, precediendo informe del Real Protomedicato, erigido lo que siendo crédito de las demás Naciones, será mayor gloria de la nuestra, quien siempre ha acreditado en sus tardanzas la magnitud de la obra, no siendo pereza, o flojedad el no adelantarse en los partos, sino grandeza del efecto, no contentándose con lo que bastaba para su lustre, siendo imitación, sino añadiendo que emular a los ejemplares; con que podrá con más razón decir el Presidente de la Sociedad Germánica: Quo tempore ulla maior emulatio, aut ulla messis uberior recenserit poterit eruditorum, quam nostro hoc vergentissimo saeculo, ubi non Urbes, non Ducatus, non Provinciae, sed integrae Nationes, integra Regna laudabili, et non in vida emulatione accenduntur, et denovarunt, abstrusarumque rerum inventionibus comprobandis invicem decertant? (12)

     Y habiendo logrado la honra de besar la mano a nuestro Católico Monarca Don Felipe Quinto (que Dios guarde) en nombre de nuestra Regia Sociedad (en la forma que las Ciudades, Universidades, y Catedrales de España) su doctísimo Presidente el Doctor Don Juan Muñoz, y Peralta, Médico de Cámara, autorizando esta representación el doctísimo, y experientísimo Doctor Don Honorato Michelet, Médico Primario de su Majestad, Presidente del Real Protomedicato (quien nos da la gran gloria de llamarse, siendo tan único, nuestro Socio) y realzada con la protección del Excelentísimo Señor Duque de Escalona, que fue Padrino para la función; no dudo que puesta a la Augusta sombra de tanta Majestad, crezca nuestra Sociedad de modo, que se dude si lo que el Presidente de la Germánica elogió a la de París, como a efecto maravilloso de la protección del Cristianísimo, se dijo también como en profecía de lo que había de florecer la nuestra con el benigno influjo de nuestro Católico Dueño, conviniendo igualmente a Nieto, y a Abuelo, a Luis, y a Philipo: Quibus non sumptibus quo non fervore, quanto non ingeniorum delectu, palmam facit dubiam (decertando scilicet cum aliis Nationibus) florentissima Academia Parisiensis hac nostra aetate sub potentissimo Galliarum Rege Ludovico.

     Confieso me he detenido, Regia Sociedad, en el gusto de tu erección, y que violento la pluma en cesar de celebrala, no siendo total extravío de mi intento; porque muchos juzgarán, que la inscripción de Regia Sociedad Médica, a quien dedico este rasgo de mi veneración, era en España vano título, solicitado para el ruido, sin consistencia para la autoridad; sólo dificulto, que pueda yo responder a las dificultades propuestas sobre el Antimonio sin el rubor de decidir, quien sólo debe aprender, siendo la resolución asunto proprio de tus eruditísimos Socios, como extraña a mi cortedad. Parecen tan del caso las palabras de Malpighio en una de sus cartas a su Regia Sociedad de Inglaterra, que ellas servirán de respuesta: Haec igitur apud vos, sodales doctissimi, quibus me, meaque debere profiteor, supplexsisto, si quid enim boni continent, vestrum est, reliqua vero infirma, utpote mea, vestram exposcunt validam tutelam. (13) Con que no sólo es obediencia la remisión de esta carta, sino influjo de tu protección, con cuyo escudo puede aparecer segura. VALE.

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