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111

Educt.

 

112

Bildnugstrieb.

 

113

Bildungskraft.

 

114

Endzwerck.

 

115

Si la expresión Historia natural debe servir para designar la descripción de la naturaleza, se puede llamar arqueología de la naturaleza, por comparación con el arte, lo que muestra la historia de la naturaleza entendida literalmente, a sabor una representación del estado primitivo de la tierra, fundada sobre las conjeturas que hay razón para aventurar, aunque no se puede obtener ninguna certeza. A la arqueología de la naturaleza pertenecerían las petrificaciones, como a la del arte las piedras cinceladas y otras cosas de este género. Como no se cesa de trabajar en esta ciencia (bajo el nombre de teoría de la tierra), aunque no alcance gran desarrollo como le corresponde, no se dará este nombra a una investigación de la naturaleza puramente imaginaria sino a un estudio al cual la misma naturaleza nos incita y nos provoca.

 

116

Geschicklichkeit.

 

117

Es difícil estimar el valor de la vida para nosotros, cuando se toma por medida el placer (el objeto natural de todas nuestras inclinaciones juntas, la dicha). Ella no cae bajo ningún respecto, porque ¿quién querría volver a comenzar en las mismas condiciones, o aun en las nuevas condiciones que escogiera él mismo (conformandose al curso de la naturaleza), pero que no tuviera otro objeto que el placer? Hemos mostrado anteriormente qué valor recibe la vida de lo que contiene en sí misma cuando se conforma al objeto que la naturaleza nos propone, y de lo que consiste en la acción (y no solamente en el placer), pero nosotros no somos en esto más que medios para tan objeto final indeterminado. No queda, pues, más que el precio que nosotros mismos damos a nuestra vida, no solamente obrando, sino obrando libremente con independencia de la naturaleza, y a esta sola condición es como la existencia misma de la a naturaleza puede ser fin.

 

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Sería posible que la dicha de los seres racionales del mundo fuese un fin de la naturaleza, y entonces sería también su fin último; al menos no se puede ver a priori, por qué la naturaleza no persigue este objeto, pues que podría alcanzarlo por su mecanismo, en tanto al menos que podamos comprenderle. Al contrario, una causalidad intencional, sometida a la moralidad, es absolutamente imposible por medio de causas naturales, porque el principio que lo determina a obrar es supra-sensible, y el solo, por consiguiente, que en el orden de los fines puede ser absolutamente incondicional, relativamente a la naturaleza, y dar al sujeto de esta causalidad el carácter de un objeto final de la creación, al cual toda la naturaleza se halla subordinada. Mas la dicha, como hemos probado en el párrafo precedente por el testimonio de la experiencia, no es ni aun un fin de la naturaleza, relativamente al hombre, que ella no le ha tratado mejor que a los demás animales, bajo este respecto, y es necesario que pueda ser el objeto final del la creación. Los hombres bien pueden hacer su último fin subjetivo, mas cuando yo investigo el objeto final de la creación, y pregunto por qué debe haber hombres, no se trata del fin supremo tal como lo exigiría la suprema razón para crear. Si se contesta, es porque hubo seres, a los que ha podido hacer bien la causa suprema, se contraviene a la condición, a la cual la razón del hombre mismo somete su deseo más íntimo de la dicha, a saber, el acuerdo de la dicha con su propia legislación moral. Esto prueba que lo dicho no es más que un fin condicional, que así el hombre no puede ser objeto final de la creación más que como ser moral, y que en cuanto al estado mismo del hombre, la dicha no es más que una consecuencia sometida a esta condición, que se halle de acuerdo con el fin mismo de su existencia.

 

119

Phisicotheología.

 

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Moraltheología. Eticotheología.