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Kunstuerstand.

 

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Yo digo ex profeso, en tanto que existiendo bajo leyes morales. Esto no es más que en tanto que obrando conforme a estas leyes, que son el objeto final de la creación. Porque hablando así, haríamos entender algo más que lo que sabemos, a saber, que estaba en el poder del autor del mundo, hacer que el hombre se condujera siempre conforme a leyes morales; lo que supondría un concepto de la libertad y de la naturaleza (por la cual no podemos concebir, más que un autor exterior), que implicaría el conocimiento del subsustum, supra-sensible de la naturaleza y de su identidad, con lo que es posible en el mundo por la causalidad libre, un conocimiento que excede mucho el alcance de nuestra razón. Esto no es más que en tanto, que el hombre existe bajo leyes moralos como podemos decir, sin exceder los límites de nuestro conocimiento, que su existencia es el objeto final del mundo. Esto está también perfectamente de acuerdo con el juicio de la razón humana, reflexionando moralmente sobre la marcha del mundo. Creemos notar, aun en el malvado, las señales de un sabio designio, cuando vemos que no muere antes de haber recibido el justo castigo de sus crímenes. Según nuestros conceptos de la libre causalidad, la buena o la mala conducta depende de nosotros, mas la suprema sabiduría en el gobierno del mundo consiste, para nosotros, en asegurar, conforme a leyes morales, a la primera su ocasión, y a ambas, sus consecuencias. En esto es en lo que consiste propiamente la gloria de Dios, que los teólogos no han tenido culpa por esta razón en llamar el objeto final de la creación. Es necesario todavía notar que, cuando empleamos la palabra creación, no entendemos otra cosa que lo que decimos aquí, a saber, la causa de la existencia de un mundo, o de las cosas que existen en este mundo (sustancias), como lo exige el concepto expresado por esta palabra (actuatio substantiae est creatio), y que, por consiguiente, no implica todavía la suposición de una causa que obra voluntariamente, y por consiguiente inteligente (cuya existencia podemos probar).

 

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Este argumento moral de la existencia de Dios, no puede tener un valor objetivo, y probar al escéptico que hay un Dios, pero le obliga a admitir esta proposición entre las máximas de su razón práctica si quiere ser consecuente en sus ideas morales. Este argumento no significa que no es necesario para la moralidad admitir para todos los seres racionales del mundo, la armonía de la dicha con su buena conducta, pero esto es exigido necesariamente por la moralidad. Es, pues, un argumento subjetivo, suficiente para seres morales.*

*Rosenkranz no pone esta nota.

 

124

Este paréntesis se ha imprimido en la edición de Rosenkranz.

 

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We best.

 

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La lengua alemana, como Kant, lo nota en la Crítica de la razón práctica. (Analítica) cap. II, tiene la ventaja de expresar por dos palabras particulares las dos ideas distintas contenidas en la expresión latina bonum, y añadiendo en nuestra palabra francesa bien, la idea del bien físico y la del bien moral, aquella expresa la primera por Wohl, y la segunda por Cut. -J. B.

 

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La idolatría, en el sentido práctico, existe siempre; es esta religión que concibe el Ser Supremo con tales atributos que el hombre hallara en otra parte que en la moralidad el medio de hacer todas sus acciones agradables a Dios. Porque, por puro y desligado de toda imagen sensible que pudiese ser este concepto, bajo el punto de vista teórico, el Ser Supremo no es menos entonces, bajo el punto de vista práctico, representado como un ídolo, es decir, de una manera antropomórfica en cuanto a la naturaleza de su voluntad.

 

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Furwahrhalten.

 

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La analogía en el sentido cualitativo, es la identidad de relación entre dos principios y dos consecuencias (de las causas y de los efectos), en tanto que tiene lugar, a pesar de la diferencia específica de las cosas o de las cualidades en sí (es decir, consideradas independientemente de esta relación), que contienen el principio de semejantes resultados. Así comparando los actos industriosos de los animales con los del hombre, concebimos el principio de los primeros, que no conocemos, con la ayuda del principio de los segundos (a saber, la razón), que conocemos, es decir, como algo análogo a la razón; y queremos también indicar con esto que el principio de la industria de los animales, que designamos bajo el nombre de instinto, específicamente diferente en un todo del de la razón, tiene, sin embargo, una relación semejante con su efecto (si por ejemplo, se comparan las construcciones del castor con las del hombre). Mas de que el hombre, para construir, se sirve de la razón, yo no puedo deducir que el castor debe tener también una facultad semejante, y llamar esto una conclusión por analogía. Solamente si comparamos los actos de los animales cuyo principio no podemos percibir inmediatamente, con los del hombre (cuya conciencia tenemos inmediatamente, de la semejanza de estos efectos, podemos deducir por analogía, con una completa exactitud que los animales obran también según representaciones (no son máquinas como quiere Descartes), y que a pesar de la diferencia específica que los separa del hombre, pertenecen al mismo género (como seres vivientes). La legitimidad de esta conclusión descansa sobre esto; que cuando referimos al mismo género los animales, relativamente a esta especie de determinación, y el hombre como hombre, en tanto que los comparamos exteriormente conforme a sus acciones, hay para nosotros igual razón. Yo puedo del mismo modo, comparando las producciones que hallo en el mundo, de donde yo tomo la finalidad, con las obras de arte producidas por el hombre, concebir la causalidad de la causa suprema del mundo por analogía con una inteligencia, más yo no puedo transportar por analogía a esta causa los atributos del hombre, porque aquí el principio de la posibilidad de tal conclusión falta precisamente, a saber, la paritas rationis, para referir a un solo y mismo género el Ser Supremo y el hombre (relativamente a sus diversas causalidades). La causalidad de los seres del mundo, que está siempre sometida a las condiciones sensibles (la causalidad para el entendimiento, es de esta especie), no puede transportarse a un ser que no tiene ningún carácter común con los primeros, sino el de ser en general.

 

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No hay nada que desear aquí en la representación de las relaciones de este ser con el mundo, relativamente a las consecuencias teóricas y prácticas que derivan de este concepto. Querer investigar lo que es en sí, es una curiosidad tan temeraria como vana.