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141

Annahme.

 

142

El objeto final que la ley moral nos da para perseguir, no es el principio del saber, porque este principio reside en la ley moral, la cual en tanto que principio práctico formal, nos dirige categóricamente con independencia de los objetos de la facultad de querer (de la materia, de la voluntad), y por consiguiente, de todo fin. Esta cualidad formal de mis acciones (en tanto que se hallan sometidas a un principio universal), y que por sí sólo les da un valor moral interior, se halla por completo en mi poder, y puede hacer fácilmente abstracción de la posibilidad o de la imposibilidad de alcanzar los fines que estoy obligado a perseguir conforme a esta ley (y que no dan a nuestras acciones más que un valor exterior), como de algo que no depende enteramente de mí, con el fin de ver lo que es mi hecho. Mas la ley misma del deber nos ordena el perseguir el objeto final de todos los seres racionales (la dicha en tanto que puede conformar con el deber). Luego la razón especulativa no percebe en esto la posibilidad (ni de parte de nuestro propio poder físico, ni de parte de la cooperación de la naturaleza); al contrario, no puede esperar, en tanto que podemos juzgar por nuestra razón, más que causas de este género refieran semejante consecuencia a nuestra buena conducta por el sólo efecto de la naturaleza (en y fuera de nosotros) sin Dios y sin la inmortalidad. Semejante esperanza podría venir de una buena intención, pero debe mirarla como vana y sin fundamento, y si pudiera negar con entera certeza Dios y la inmortalidad, no miraría la ley moral misma más que como una pura visión de nuestra razón bajo el punto de vista práctico. Mas como la razón especulativa está completamente convencida de que esto no es posible, y que estas ideas cuyo objeto reside más allá de la naturaleza, pueden ser concebidas sin contradicción, su propia ley práctica y el problema que de ella se deriva, la conducen a reconocer, bajo este punto de vista moral, la realidad de estas ideas con el fin de no caer en contradicción consigo misma.

 

143

Es una confianza en la promesa de la ley moral. No que esta confianza viene de esta ley misma, pero yo la junto a ella por un motivo moralmente suficiente. En efecto, la razón no puede prescribirnos un objeto final por medio de ninguna ley sin prometernos al mismo tiempo, aunque de una manera incierta, la posibilidad de alcanzarla, y sin autorizar por esto nuestra creencia con las solas condiciones que nos permiten concebir esta posibilidad. Esto es lo que expresa ya la palabra fe, mas la introducción de esta expresión y de esta idea particular de la filosofía moral puede parecer sospechosa, porque viene del Cristianismo, y se podría ver únicamente en el empleo de esta palabra una vana imitación de su lengua. Mas este no es el solo caso en que esta religión, tan admirable y tan sencilla, ha enriquecido la filosofía de conceptos morales los más determinados y los más puros que esta había podido suministrar hasta ahora, sino que una vez puestos en el mundo, son libremente aprobados por la razón, y aceptados como conceptos que ella habría podido hallar o introducir por sí misma.

 

144

Ungiaubisch.

 

145

Unglanbig.

 

146

Unglanbe.

 

147

Zwefelglaube.

 

148

Wissen.

 

149

Allerrealsten.

 

150

La admiración de la belleza, así como esta emoción que un espíritu meditativo es capaz de sentir por los fines tan varios de la naturaleza, aun antes de tener una clara representación de una causa inteligente del mundo, son algo semejantes, al sentimiento religioso. Así que estas cosas parecen primero obrar por un juicio análogo al juicio moral, sobre el sentimiento moral (del reconocimiento y del respeto hacia la causa que no es desconocida), y después sobre el espíritu en el que despiertan las ideas morales, y la admiración que inspiran se halla ligada a un bien, otro interés que el que puede excitar una contemplación puramente teórica.