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150.       La admiración de la belleza, así como esta emoción que un espíritu meditativo es capaz de sentir por los fines tan varios de la naturaleza, aun antes de tener una clara representación de una causa inteligente del mundo, son algo semejantes, al sentimiento religioso. Así que estas cosas parecen primero obrar por un juicio análogo al juicio moral, sobre el sentimiento moral (del reconocimiento y del respeto hacia la causa que no es desconocida), y después sobre el espíritu en el que despiertan las ideas morales, y la admiración que inspiran se halla ligada a un bien, otro interés que el que puede excitar una contemplación puramente teórica.

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151.       Yo no quiero dar más que un ejemplo del noble horror que puede inspirar la descripción de una soledad completa, y citaré con este objeto algunos pasajes extraídos del sueño de Corazón el almacén de Brema, vol. IV, pág. 539. Este rico avaro había cerrado su corazón a la compasión y al amor del prójimo, a medida que sus riquezas aumentaban. Sin embargo, mientras que el amor de los hombres se entibiaba en él, el fervor de sus súplicas y de sus prácticas religiosas aumentaba. Después de haber hecho esta confesión, continúa de este modo: «Una tarde que a la luz de una lámpara hacía mis cuentas y calculaba mis beneficios, el sueño me sorprendió. En ente estado, vi el ángel de la muerte lanzarse sobre mí como un torbellino; y me dio un golpe terrible antes de que yo pudiese pedir gracia. Quedó estupefacto, cuando me apercibí que mi suerte estaba decidida por la eternidad, y que no podía añadir nada al bien ni nada quitar al mal que había hecho. Fui conducido ante el trono del que habita en el tercer cielo. La luz que brillaba ante mí me habló así: Corazón, el culto que tú has tributado a Dios ha sido despreciado. Tú has cerrado tu corazón a la humanidad, y has retenido tus tesoros con mano de hierro. Tú no has vivido más que para ti, y por esto tú vivirás también en la eternidad solo y privado, de todo comercio con los demás.» En este momento fui arrancado de este lugar por una fuerza invisible, y llevado a través del brillante edificio de la creación. Yo dejaba muy detrás de mi innumerables mundos. Cuando me aproximaba a las extremidades de la naturaleza, notaba que las sombras del vacío sin límites se perdían ante mi vista en los abismos. Era el Imperio imponente del silencio, de la soledad y de la oscuridad eternas. Un inexplicable horror se apoderó de mí en este momento. Perdí de vista poco a poco las estrellas, y, por fin, el último rayo de luz se ocultaba en la más profunda oscuridad. Los mortales angustiados por la desesperación aumentaban a cada instante, a medida que yo me separaba más del último mundo habitado. Yo soñaba con una opresión del corazón insoportable que, aun cuando en el espacio de diez mil leguas y diez mil años fuera trasportado siempre más lejos de los límites del mundo creado, continuaría hundiéndome en el abismo sin fin de la oscuridad, sin auxilio y sin esperanza de volver. En este aturdimiento extendí la mano con tal fuerza hacia los objetos de la realidad, que me volví a despertar. Y, sin embargo, he aprendido a estimar los hombres; porque el último de los que en el orgullo de mi dicha había arrojado de mi puerta, le hubiese preferido en esta pavorosa soledad a todos los tesoros de Golconda.»

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152.       El sentimiento de lo sublime se dirige más a las fuerzas del alma, y por consiguiente, la fatiga mucho más. Se leerá por mucho más tiempo sin interrupción un poema pastoral, que el Paraíso perdido de Milton, y a Labruyere más bien que a Young. Aun me parece que esto último tiene la falta, como poeta moral, de permanecer muy uniformemente sobre el tono de lo sublime, porque no se puede renovar la fuerza de la Impresión más que por contrastes, con pasajes más dulces. En lo bello, nada hay de más fatiga que sentir el trabajo penoso del arte. Soportamos con pena y con impaciencia los esfuerzos que se hacen para agradar.

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153.       Cuando la sublimidad de la belleza excede a la medida ordinaria se llama caballeresca.

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154.       Fratzen.

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155.       Fantast.

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156.       Grillenfanger.

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157.       Lappisch.

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158.       Laffe.

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159.       Geck.

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