Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Crítica literaria

Eugenio Cambaceres



Sud-América. 28 de diciembre de 1885. «García Mérou», por Eugenio Cambacérès.

Publicamos en seguida un juicio crítico de Eugenio Cambacérès, el aplaudido novelista nacional, sobre la reciente producción de nuestro colaborador y amigo el señor Martín García Mérou. La palabra de Cambacérès da la opinión definitiva sobre Ley social, novela que según su expresión ha de quebrar la escarcha de la indiferencia pública levantando merecidamente el nombre del autor. [N.D.L.R.]






ArribaLey social

Nada más sencillo que la materia del libro.

Marcos seduce a la mujer de su amigo Zea. Sin amarla y dominado además por otra pasión -la que ha llegado a inspirarle una cortesana, Rosa del Monte-, trata de romper con la primera.

Ella, entretanto, para salvar a su querido de la ruina inminente que lo amenaza va hasta el robo, despoja a su propio marido en obsequio de su amante.

Rosa lo sabe, y arrastrada por un sentimiento de venganza descubre todo. Un duelo se sigue en el que Marcos se deja matar sin defenderse.

Como se ve, cabe el asunto en cuatro líneas. Nada de intriga, nada de aventuras extraordinarias; estamos lejos con García Mérou de las habilidades faiseur; la encarnación de un bello ideal de un absoluto, el héroe, el prototipo del valor, de la bondad y la nobleza, esa sempiterna mentira de la antigua escuela, ha sido aquí arrancado de raíz. El interés de la obra reposa exclusivamente en la observación, en el estudio psicológico de las pasiones, en la vida misma de los personajes presentados dentro del medio exacto en que se mueven.

Y si el autor hubiese hecho por ocultarse un poco más, si acá y allá no asomara su perfil interviniendo, condenando o aplaudiendo, Ley social entraría de lleno en el cuadro de la novela naturalista contemporánea.

He dicho que los héroes, los entes de creación puramente imaginaria, habían sido suprimidos en Ley social.

Marcos, en efecto, es una figura real: ni bueno, en el fondo, ni muy malo; un descreído, un escéptico que saca su escepticismo, antes que de él mismo, de los otros, más de la influencia que sobre su corazón y su espíritu ha ejercido el comercio de los hombres que de las tendencias ingénitas de su propia naturaleza; una figura hecha de carne, de todo punto humana, en fin, reflexivamente concebida y trazada con mano firme y audaz.

Seguidle en las últimas etapas de la ruta, antes del duelo, cuando impulsado por la fatalidad implacable y ciega se ve rodar al fondo de un abismo. Atenuad el efecto de las sombras negras con que su imaginación de enfermo, exaltada, calenturienta, se complace en recargar el cuadro. Descartad ese exceso, ese lujo de pesimismo -por lo demás, perfectamente ajustado en el terrible lance-, y decid si no veis, si no oís, si no sentís palpitar la vida, una vida intensa en esas páginas.

Sí, es eso, tal cual, ni más ni menos, por más que griten y protesten.

Un cargo, uno solo, tengo que hacer a Marcos: su actitud cuando, entre él y su querida, se alza de pronto la figura vengadora del marido.

¡Como la infeliz, la desgraciada, a trueque sólo de un poco de cariño, le entrega todo, su corazón, su cuerpo, su honra, desciende hasta cometer por él la acción más repugnante en la mujer, va hasta hacerse, en bien suyo, una ladrona, y él brutal, infamemente, como un sangriento latigazo, le arroja en pago el nombre de una prostituta al rostro, y no contento con verla caer por tierra fulminada, concluye por declarar, lleno de satisfacción y de alegría, que hace suyas las torpezas, los tripotajes de la otra!

¡Pero, señor, si esa mujer ha merecido que le erigiera usted un altar y se arrastrara de rodillas a sus pies... Pero si eso que a los ojos de la justicia humana bastaba para hacer podrir a Rosa en una cárcel, tenía que ser mirado por Vd., por Vd. solo, como un acto sublime de abnegación y de heroísmo, y Vd. vigorosamente constituido, hecho todo de una pieza, no ha podido olvidarlo un solo instante!

¿Que no la amaba? No importa. ¿Que se encontraba en una de esas horas de extravío profundo en que el choque de mil pasiones contrarias ofusca y enceguece? Ni aun así. Nada ni nadie, no hay poder humano, no hay Dios que justifique, que excuse ciertos arranques en hombres de cierta altura.

No lo oculto: una pasajera relación de antipatía me aleja aquí de Marcos, y confieso que, como unidad de desarrollo, ejerce sobre mí un poder más grande de atracción el carácter de Adela, lógico siempre, consecuente desde el principio al fin en la vehemencia cada vez mayor de su pasión. Me seduce ese exquisito tipo de mujer, nacida para el amor y el sacrificio, enalteciéndose en el crimen mismo, tal es el prestigio irresistible que la envuelve, subiendo más y más a medida que más desciende.

Como verdad de observación, como intensidad de análisis, sobre la silueta de Rosa, amorosamente trabajada, sin embargo, sobre Zea, sobre el mismo Marcos -la piedra angular del edificio-, está Adela. Es en mi entender, el estudio más completo, la parte más acabada del libro de García Mérou.

No pretendo entrar en un estudio prolijo y detallado de la obra; quiero sencillamente notar a la ligera las impresiones que su reciente lectura me ha causado. Me limito, pues, a dejar simples constancias, a señalar de paso, entre otros trozos, la descripción del baile, muy bien hecha, en un estilo correcto, como el de todo el libro, de frase fácil y sonora, algo larga; la entrevista siguiente de Adela con su amante; los toques magistrales que la contemplación del mar ha sabido inspirar al pincel de García Mérou y, sobre todo, esa página notable, esa hora de abstracción, ese repliegue de Marcos sobre él mismo, la escena recordada ya en que antes de ir al duelo afronta su situación mano a mano con su conciencia.

Me resumo: Ley social tiene su puesto designado, un puesto de honor en nuestra literatura embrionaria. Su autor, talento incuestionable, luminoso, sólido, es uno de los escritores argentinos llamados a quebrar la escarcha de la indiferencia pública en esta bendita tierra donde tan poco se lee y donde tantas otras cosas peores se hacen.





Indice