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Crítica de «Secretas Intenciones»

Antonio de Obrega





¿Cómo es posible que tal lujo de imágenes, tanta fiesta visual, tal fotografía magnífica y de nuevo cuño, tales actores como Trintignant hayan sido derrochados en un tema tan confuso, enfático y desapacible? El cine francés ha hecho algunas películas de esta clase, pero poseían el aleteo de la gracia. Hay, sí, una sucesión de imágenes y situaciones que van pasando, sostenidas por sí mismas, y esos planos del camión, la carretera..., con trucos de cámara bien aplicados, el ir y venir de los cohes, los campos españoles; como los efectos de luz, son dignos de mejor causa o de mejor guión.

Azcona, trazando círculos cabalísticos en su laboratorio e imaginando caprichosamente temas febriles y escenas difíciles para ese fotógrafo excepcional que es Cuadrado -el de la La madriguera y tantas otras- ha llevado ya al abismo a varios realizadores, porque falta el argumento coherente, la acción de contenido humano, quedándose todo en ensayo de arte decorativo cinematográfico.

Queda todo como abocetado trágicamente, con el deseo de verla hecha de otra manera, porque esas secretas intenciones, que no se revelan nunca, cansan y embrollan al más pintado. Queda todo ello acosándose, jugando al escondite, víctimas ambos de su guionista y realizador que quisieron ir plásticamente a lo genial sin base alguna constructiva... Una película no puede ser sólo un conjunto de imágenes, por rebuscadas que sean.

Eceiza comenzó hace años con El próximo otoño y, después ha dirigido De cuerpo presentes -influido por el autor y director Gonzalo Suárez- y El último encuentro. Esta vez se contenta con este galimatías multicolor, recreándose en el feísmo y en temas como el suicidio sin adoptar ninguna postura concreta.

Hay el Arte por el Arte y lo morboso por lo morboso... Todo es pólvora en salvas, esas salvas que Cuadrado le suministra como el gran cocinero de un restaurante prepara a su caprichoso patrono los platos más extraños y especiados que éste le pide. El cine es, además, un espectáculo y no este insistente deseo de sorprender... Hay que montar un argumento, un diálogo y unas situaciones y no dedicarse afanosamente a darnos hojas sueltas de imágenes cinematográficas, eso que se suele hacer en las escuelas de cinematografía y que tanto le cuesta al contribuyente.

ABC. 24 Septiembre 1971





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