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31

Monarquía indiana, Libro Quinto, cp. XX, pág. 638.

 

32

«El cadáver del doctor Carrillo no debió arrojarse al mar, como dice el texto, pues según certificacion expedida por el obispo de la isla de Cuba, don Juan Castillo, en 28 de julio de 1572, los huesos de dicho doctor fueron exhumados de la sepultura donde estaban en la iglesia de San Cristóbal de la Habana, y remitidos á su esposa doña María, por conducto de don Luis de Velasco (hijo del virey del mismo nombre que fué de la Nueva España), y de fray Diego de Mendoza, en una caja de cedro del largo de una vara» J. Zaragoza, «Notas», nota 39, pág. 33.

 

33

Monarquía indiana, libro Quinto, cp. XX, págs. 636 y 637, respectivamente.

 

34

Luis, hijo de Hernán Cortés y Antonia Hermosillo, nació hacia 1525. Fue legitimado por bula papal en 1529 con el nombre de Luis Altamirano. Viajará a España con su padre y el heredero, Martín Cortés, en 1940. Obtendrá la Orden de Calatrava. Regresó a Nueva España con su hermanastro Martín convertido ya en segundo marqués del Valle en 1562. Durante la conjura fue detenido junto con sus hermanos. Fue enviado a España en 1567 junto a su hermanastro el marqués, donde ambos fueron juzgados y condenados. Hernán Cortés lo desheredó poco antes de morir, bien por su casamiento con la sobrina de Bernardino de Tapia, Guiomar Vázquez de Escobar, bien por sus dispendios en Alemania. Cf. A. Muro Orejón, págs. 540 y 563 y J. L. Martínez, págs. 223-225.

 

35

S. Bolívar, «Carta de Jamaica», en Doctrina del Libertador, pról. Agusto Mijares, ed. Manuel Pérez Vila, Caracas, Biblioteca Ayacucho, núm. 1, 1985, pág. 104.

 

36

María, hija natural de Cortés y de una princesa azteca. Cf. A. Muro Orejón, pág. 240.

 

37

Carlos Fuentes destacaba su categoría simbólica: «Es un símbolo de una naturaleza a la que hemos ultrajado constantemente y que, sin embargo, nos sobrevive hasta ahora», El País, 12 de septiembre de 1993, pág. 30.

 

38

«[El naranjo es] un fruto viajero, que tiene la forma del orbe, un fruto muy identificado con España», Ídem.

 

39

No olvidemos que el naranjo remite a la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo: «También quiero decir como yo sembré unas pepitas de naranjas junto a otras casas de ídolos, y fue desta manera: que como había muchos mosquitos en aquel río, fuime a dormir a una casa alta de ídolos, e allí junto a aquella casa sembré siete u ocho pepitas de naranjas que había traído de Cuba, e nacieron muy bien; parece ser que los papas de aquellos ídolos les pusieron defensa para que no las comiesen hormigas, e las regaban e limpiaban desque vieron que eran plantas diferentes de las suyas. He traído aquí esto a la memoria para que se sepa que estos fueron los primeros naranjos que se plantaron en la Nueva-España, porque después de ganado México e pacíficos los pueblos sujetros de Guazacualo, túvose por la mejor provincia, por causa de estar en la mejor comodación de toda la Nueva-España, así por las minas, que las había, como por el buen puerto, y la tierra de suyo rica de oro y de pastos para ganados; a este efecto se pobló de los más principales conquistadores de México, e yo fui uno, e fui por mis naranjos y traspúselos, e salieron muy buenos», B. Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, ed. de Miguel León-Portilla, Madrid, Historia 16, 1984, tomo A, págs. 104-105. La riqueza simbólica de este pasaje ya había sido destacada por Arturo Uslar Pietri en su artículo «Las naranjas de Bernal» publicado en El Nacional, Caracas, 2 de febrero de 1969 y recogido en A. Uslar Pietri, La otra América, Madrid, Alianza, 1974, págs. 108-110.

 

40

«Trato de imaginar quién lo plantó, árbol mediterráneo, oriental, árabe y chino, en esta costa lejana de las Américas por primera vez», reflexiona el protagonista del relato «Apolo y las putas», El naranjo, pág. 230.

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