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ArribaAbajoLos traductores

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Me toca ahora ocuparme de una actividad de los exilados que cabe calificar por muchas razones de extraordinaria. Me refiero a la de los traductores. Los españoles tenemos mala fama en esto de las traducciones. Creo recordar que en el diccionario Larousse, hasta se hace, en la palabra pulular, una alusión a la abundancia de malas traducciones españolas. Un emigrado, Vicente Llorens Castillo, autor de una muy interesante obra, Liberales y románticos (Ed. Colegio de México, 1955), escribe en ella a propósito de esta cuestión de las traducciones: «Las emigraciones modernas suelen ser literariamente fecundas en el campo de la traducción. El emigrado sin más oficio ni beneficio que su ilustración y despejo es en principio un galeote condenado a traducir sin descanso. Quizá no haya para él camino más fácil o lucrativo, aunque su apresurada labor se resienta y desmerezca. Muchas de las traducciones de los emigrados del XIX dejan tanto que desear que la condenación se ha hecho general, convirtiéndose en un lugar común repetido sin más por unos y otros. Justo es añadir, sin embargo, que los malos traductores han abundado desde que la cultura española vive de traducciones o sea desde el siglo XVIII hasta el día, y que las traducciones de los no emigrados son, antaño como hogaño, tan deficientes como las otras».

Dejando a un lado la injusta y arbitraria afirmación de que la cultura española vive desde el siglo XVIII de traducciones, voy a salir en defensa de los traductores de la emigración republicana española de 1939. Hubo en esta emigración malos, pésimos   —104→   traductores, desde luego, pero abundaron más los buenos. Pedro Salinas, Wenceslao Roces, José Gaos, Ricardo Baeza, Eugenio Imaz, Isabel de Palencia, Florentino M. Torner, Javier Márquez, Daniel Tapia, Garzón del Camino, Sánchez Sarto, Nuria Parés, Agustí Bartra, Margarita Nelken, por no citar sino a unos cuantos, aunque desde luego de los más relevantes traductores de la emigración, han desmentido la mala fama tradicional que viene pesando sobre los españoles, y que ya antes lo había sido por Unamuno, Manuel Azaña, Díez Canedo, Enrique de Mesa, Ramón María Tenreiro, Manuel Morente, Ruiz Contreras, Fernán Vela y algunos otros intelectuales españoles. De esta emigración republicana puede decirse que traía la mosca detrás de la oreja en este asunto de las traducciones. El doctor José Gárate publicó poco después de su llegada a Buenos Aires como refugiado y en la Editorial Vasca Ekin un libro titulado Cultura biológica y arte de traducir, espléndida colección de gazapos pacientemente recogidos por Gárate a lo largo de años de lecturas de biología, ciencias naturales, medicina y literatura, no sólo en lengua castellana, pues algunos figuran curiosamente reiterados en versiones de no importa qué lengua. En 1952, Julio Colón Manrique, y Julio Colón Gómez, publican en México Arte de traducir el inglés, obra en dos volúmenes. En el prólogo los Colón, padre e hijo, presentan modesta y simpáticamente su obra expresando que: «Creemos ha de ser útil a algunos estudiantes, por lo menos a aquellos que se lamentan de su flaca memoria para los idiomas. Ofrecemos una numerosa colección de ejemplos clasificados y comentados, procedentes de libros y revistas de medicina, química y otras ciencias, de diarios y revistas y de obras literarias: de Dickens, R. L. Stevenson, Jonathan S. Swift, De Foe, A. Conan Doyle, etc.». La obra es utilísima y muy original y constituye un valioso auxiliar, no sólo para traducir del inglés sino hasta para penetrar en el mecanismo de su gramática. Francisco Ayala incluyó en uno de sus libros: El escritor en la sociedad de masas (Ed. Porrúa Obregón, México, 1956) un en titulado Breve teoría de la traducción, en el que hace consideraciones muy certeras sobre ella; señala las exigencias que   —105→   al autor le plantea, según se trate de una obra técnica, filosófica o de imaginación, y da algunas orientaciones muy valiosas para el que aspire a respetar, hasta donde ello sea posible, la letra y espíritu de las obras traducidas.

Pero al traductor no hay que considerarlo únicamente desde el punto de vista de su eficiencia sino también desde el de su rango e inquietud intelectuales. ¿Se hubieran realizado algunas de las traducciones hechas por refugiados, monumentales más de una, de no haber, llevados del entusiasmo y del amoroso conocimiento de las obras traducidas, logrado convencer a los editores para que las publicaran? Evidentemente no. No pocas de las obras fundamentales que a continuación se citan fueron vertidas al castellano por vez primera, y algunas antes de serlo; al francés y al inglés. Eugenio Imaz, tradujo casi toda la obra de Dilthey que editó el Fondo de Cultura Económica. Las obras traducidas fueron: Introducción a las ciencias del espíritu, Hombre y mundo en los siglos XVI y XVII, De Leibniz a Goethe, Vida y poesía, Hegel y el Idealismo, Psicología y teoría del conocimiento, El mundo histórico, Teoría de la concepción del mundo. José Gaos vertió, también por vez primera al español: Ser y tiempo, de M. Heidegger; Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica, de Husserl, así como la Ontología de N. Hartmann. Wenceslao Roces y Eugenio Imaz tradujeron buena parte de la obra de Cassirer: Filosofía del conocimiento; Kant, vida y doctrina; los mismos tradujeron diversas obras de Collingwood: Idea de la naturaleza, Idea de la Historia, Autobiografía. La traducción de la monumental Paidea y de otras obras de W. Jaeger fue también obra de este grupo de esforzados intelectuales españoles refugiados. A Wenceslao Roces debemos también la versión de las Lecciones de historia de la filosofía, de Hegel. Todas estas obras, y bastantes más que no enumero por no hacer la lista demasiado larga, fueron editadas también por el Fondo de Cultura Económica. Si de la filosofía se pasa a la historia, se da uno cuenta de que la tarea de los traductores de la emigración no fue menos importante. Basta citar las versiones de la Historia de los Papas, y pueblos y Estado   —106→   en la Historia Moderna, de Ranke; La sociedad romana, de L. Friedlander; Reflexiones sobre la Historia universal y Del paganismo al cristianismo, de J. Burckhardt; Roma y Atenas en la Edad Media, de F. Gregorovius, El Renacimiento en Italia, de John Addington Symonds, A. E. Friedlander: Historia económica de la Europa Moderna, así como obras de E. Kahler, N. H. Baynes, G. M. Trevelyan, J. A. Wilson, J. L. Myres y muchos otros autores. La traducción de estas obras de historia la llevaron a cabo, entre otros, Roces, tantas veces citado. Florentino M. Torner, Francisco Giner de los Ríos, María Luisa Díez Canedo y Javier Márquez. Luis Recasens Siches, Medina Echevarría y Francisco Ayala son los traductores de obras básicas de sociología, debidas a A. Weber, M. Weber, K. Manheim, J. Huizinga, C. Brinton, J. Wach y otros. Florentino Martínez Torner tradujo La guerra y la paz, de Tolstoi, en versión completa, muy esmerada. Garzón del Camino tradujo todas las obras que integran La comedia humana, de Balzac, y la serie de Los Rougon Macquart, de Zola.

Agustí Bartra publicó una Antología de poetas norteamericanos, traducidos por él, que ha tenido un gran éxito de crítica y de público, por la fidelidad al espíritu de los poemas traducidos y la feliz resolución del problema formal que toda traducción, especialmente la de poesías, entraña.

Bernardo Clariana, discípulo de Ortega y Gasset, se destacó como latinista. Su traducción de Odio y amor, de Catulo, con ocasión del bimilenario de este clásico, es unánimemente considerada como difícilmente superable.

Juan Mascaró, especialista en sánscrito y en poesía india, tradujo poemas indios publicados bajo el título Hymalayas of the Soul, Colección Wisdom of the East; una de las traducciones es la del capítulo segundo del extensísimo poema «Bhagvad Gita». Todas estas versiones fueron estimadas por la crítica especializa como de gran valor poético.

Finalmente, antes de cerrar este capítulo, no quiero dejar sin mencionar a los traductores de los clásicos. En la colección Biblioteca scriptorum graecorum et romanorum, de la Universidad   —107→   Nacional Autónoma de México, aparecieron las siguientes traducciones Conjuración de Catilina, Yugurta y Fragmentos de las historias, Cartas a César, de Salustio, versión de Millares; Elementos de geometría, de Euclides, traducción de J. D. García Bacca; La poética, de Aristóteles, traducción, introducción y no de J. D. García Bacca; Vidas de los ilustres capitanes, de Nepote, introducción, versión y notas de Millares Carlo; Desde la fundación de Roma I-II: Tito Livio, también traducida y anotada por Millares Carlo; Apología, Eutifron, Critón, Banquete, Ion, Hipias Mayor y Fedro, de Platón, introducción de J. D. García Bacca. Tratados morales, Cartas morales, Consolaciones, de Séneca, en traducción de J. M. Gallegos Rocafull, Recuerdos de Sócrates, Banquete, Apología, de Xenofonte, versión directa, introducción y notas de García Bacca.

Se me tildará de pesado, y con razón, al señalar una vez más que la lista de las traducciones no pretende ser completa ni mucho menos. Sin embargo, creo que no se peca de exageración al calificar de formidable la obra de los traductores en el exilio. Detrás de ella es evidente que no se abriga solamente el propósito -por otra parte natural y legítimo- de ayudarse a vivir con el esfuerzo, para mí heroico, del traductor con sentido de responsabilidad, sino también un gran fervor intelectual, sin el que dichos esfuerzos hubieran sido imposibles. Una advertencia final: en la lista que acabo de dar figuran únicamente obras traducidas en México, no aludiéndose a las numerosísimas que lo fueron en otros países de América, especialmente en la Argentina.



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ArribaAbajoRevistas

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Las primeras revistas publicadas por los refugiados y aparecidas casi simultáneamente o con poco lapso de tiempo entre una y otra, fueron: Romance, España peregrina, Ciencia y Las Españas. Romance, subtitulada Revista popular hispanoamericana fue editada por la Editora y distribuidora hispano americana de publicaciones -E. D. I. A. P. S. A. En ella colaboraron Juan Ramón Jiménez, José Bergamín, Tomás Navarro Tomás, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Jorge Guillén, León Felipe, Benjamín Jarnés, Corpus Barga, José Carner, Luis Cernuda, Guillermo de Torre, José Moreno Villa, Juan Rejano, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, Federico de Onís, Joaquín Xirau, Pedro Carrasco, Enrique Rioja, Manuel Márquez, Felipe Sánchez Román, Eduardo Ugarte, Eugenio Imaz, Antonio Ballesteros, Florentino M. Torner, Paulino Masip, César M. Arconada, Arturo Serrano Plaja, Rafael Dieste, María Zambrano, Isabel de Palencia, Rafael Sánchez Ocaña, Ramón Gaya, Juan Gil Albert y Vicente Salas, Luisa Carnés, José Renau, Antonio Rodríguez Luna, Enrique Climent, Juan de la Encina, Rodolfo Halffter, Anselmo Mena, y, posiblemente, algunos más que escapan a mi memoria. Romance fue una revista espléndida, de excelentes colaboraciones. La colección completa de los dos años durante los que se publicó quincenalmente, a medida que el tiempo transcurra será más preciada, pues ofrece una visión de conjunto del pensamiento de un fuerte núcleo de hombres representativos de la cultura   —110→   española, e hispanoamericana, acerca de cuestiones filosóficas, estéticas, de historia, de crítica literaria, de artes plásticas y de ciencia. El primer número de Romance apareció el día 14 de febrero de 1940. A continuación transcribo las palabras con que sus fundadores presentaron la revista: «Sin carácter de grupo ni de tendencia, pero claramente partidaria de un aspecto esencial de la cultura, su popularización, Romance aspira a recoger en sus páginas las expresiones más significativas -por la calidad de su pensamiento y sensibilidad- del movimiento cultural hispanoamericano. No pretendemos que el concepto: Hispano América, defina la existencia de una cultura que responda a la tradición de una sola raza o a la unidad espiritual absoluta de un conjunto de pueblos. Y al referirnos a la cultura hispanoamericana, no pretendemos otra cosa que calificar así a la que tiene como medio de expresión el idioma español, cualquiera que sean las circunstancias raciales o nacionales que le den vida. Hemos escogido el título Romance porque creemos que reúne todos los significados que a nuestra Revista queremos darle. El romance castellano, medio de expresión maravilloso de los sentimientos populares españoles, crónica viva de la historia, de la nacionalidad española, es a la vez, con diferentes nombres, en los pueblos de América, la forma de expresión más importante del alma popular. Por otra parte, es el símbolo de una cultura popular que enriquece la tradición más pura de la cultura humana. Porque el romance representa un grado de madurez espiritual del pueblo que por la nobleza del lenguaje, la moral que lo anima, el sentimiento apasionado de la belleza y del heroísmo, su gracia sencilla y pura, quisiéramos, y éste es el empeño fundamental que nos imponemos, hacer que renazcan las condiciones en que se creó y es la más importante de todas, creemos, la comunión leal entre los pueblos y los hombres, que en las diferentes manifestaciones de la cultura dan forma a su sensibilidad, universalidad a su pensamiento. Finalmente, el romance en el sentido de lengua derivada del latín, y más aún, del latín que hablaba el pueblo, representa en nosotros la ambición de mantener el espíritu vivo del idioma español tradicional...». No mucho después   —111→   de Romance apareció España peregrina, revista mensual publicada por la Junta de Cultura Española presidida por José Bergamín, José Carner y Juan Larrea, teniendo como vocales a Juan M. Aguilar, Roberto F. Balbuena, Corpus Barga, Pedro Carrasco Gamorena, José Gallegos Rocafull, Emilio Herrera, Manuel Márquez, Agustín Millares, Carlo Tomás Navarro Tomás, Isabel de Palencia, Pablo Picasso, Augusto Pi y Sunyer, Enrique Rioja, Luis A. Santullano, Ricardo Vinós y Joaquín Xirau. Como secretario figuró Eugenio Imaz. La aparición de España peregrina se acompañó de la siguiente declaración de la Junta de Cultura Española: «Consumada la tragedia que ha padecido el pueblo español, aventados por el mundo en buena parte sus defensores, perseguidos, encarcelados, condenados a muerte muchos otros, ultrajados todos por haber defendido hasta el fin la sagrada voluntad de España, cumple a quienes podemos levantar la voz libremente dar expresión al contenido profundo de la causa por la que libremente se inmolaron tantos miles de compatriotas, manifestar nuestra actitud en este angustioso trance en que los fundamentos de la civilización conocen las más graves conmociones. No era España, madre de naciones, una entidad política o territorial nacida de las conveniencias circunstanciales, de un tratado de paz en que se legaliza un estado de fuerza, y sujeta, por tanto, a las vicisitudes históricas inherentes a tales tratados. Era España un pequeño universo aparte, clave y semilla de universalidad, dentro del cual se contenían en potencia desde muy antiguo los elementos necesarios para construir sobre un plano de civilización verdadera, un mundo adecuado a las mejores aspiraciones de sus hijos. Era un pueblo seguro de sí y de su ideal de evolución pacífica, según dio testimonio nacionalmente al proclamar sin sangre ni violencia el régimen republicano e internacionalmente al renunciar a la guerra, primero y único país que así lo expresó en su Constitución. Era, por último, y sobre todo después del advenimiento de la República, la razón de esperar de cuantos hijos suyos cifraban en su virtud colectiva el anhelo de lograr acceso, para su propio bien y para bien de todos, a la nueva época de bienestar y de cultura superior anunciada por   —112→   las conquistas modernas. Castellanos, catalanes, vascos, gallegos, andaluces, componentes variados de su pequeño universo, coincidían en este punto. Bajo pretextos falaces todo ello ha sido ferozmente devastado. Mas a diferencia de otras naciones europeas, el pueblo español no ha sido en realidad víctima de una colisión de sistemas internacionales en que él hubiera tomado origen, parte o beneficio. Ha sido víctima de su creencia pacífica en la Libertad, en la justicia, en la Verdad, en el Progreso. Por estos bienes sumos ha expuesto verdaderamente su vida frente a un mundo de doblez, de alevosía, de iniquidad y de barbarie, cuya suprema razón es la criminal de exterminio.

«Cuanto dentro de España misma significaba resistencia o incapacidad de evolución, cuanto en el interior de su pequeño universo anteponía el bien particular al bien de todos, contó al empuñar el arma fratricida y aun antes, puesto que la premeditación es manifiesta, con el apoyo decidido, directo o indirecto, descarado o hipócrita, de aquellos otros que no vieron en la contienda sino ocasión para imponer a los demás la brutalidad de sus apetitos. El invencible heroísmo que infundió al pueblo español su confianza en la Justicia, hizo necesario, para llegar a subyugarlo, que hubieran de transgredirse durante todo el tiempo de la guerra despiadada que le fue impuesta, no sólo el Derecho natural sino hasta las leyes positivas que la sabiduría de las naciones había laboriosamente dictado. Así la voluntad popular de España, personificando en este trance crucial de la historia en que lo nacional y lo universal entran en pugna, las más elevadas aspiraciones del hombre, dando con su sangre testimonio de la Justicia y después de haberla defendido inerme y sobrehumanamente durante dos años y medio de cruelísima lucha, rindió por fin su espíritu. Espíritu que hoy, al descomponerse y desaparecer con sus imperfecciones y naturales miserias la estructura política en que tuvo forma, nos ilumina, vivamente, nos arrebata. Son estas realidades demasiado clamorosas para que los hombres dignos de su nombre puedan permanecer en silencio. Y así, dándonos cuenta de nuestra personal limitación, más conscientes también de la virtud creadora que irradia   —113→   la voluntad del pueblo español plantada más allá de la muerte, nosotros, escritores, artistas, hombres de ciencia y de letras, diseminados por la tierra cuando las fronteras materiales, y morales del viejo mundo amenazan ruina, hacemos un llama a la conciencia universal y ante ella apelamos del crimen perpetrado contra nuestro pueblo.

Mas al mismo tiempo proclamamos a la faz del orbe que si la voluntad política de España, encarnada en su régimen republicano, ha perecido, su verdadera causa humana sigue con más vigor que nunca en pie. Al ser bárbaramente inmolada en el plano nacional, no ha hecho sino universalizarse, confundirse con la causa tradicional del hombre, adquirir su entera dimensión, ingresar por la muerte en la vastedad sin límites de una nueva vida. Y hoy que el viejo continente, como consecuencia de su tremenda injusticia, vuelve a ser presa de las fuerzas destructoras que para vencer a España desencadenó el bestial egoísmo de estos tiempos, más que nunca, con más flagrante e imperiosa evidencia que nunca, aparece ante nosotros la necesidad de levantar universalmente la misma bandera que levantó España y que allí, por atentar contra la deificación de la fuerza, no pudo salir vencedora.

Por eso nosotros, intelectuales españoles, herederos en el espíritu de los afanes de nuestro pueblo, participantes de la voluntad española de alzarse hasta un mundo en que luzca en todo su esplendor la dignidad del ser humano, proclamamos públicamente nuestra decisión de no perdonar esfuerzo ni sacrificio que pueda conducir al triunfo de la causa universalizada de España en su territorio y en el orbe. Pregonamos nuestra incapacidad de vivir en un mundo en que reine la injusticia o que no aspire resueltamente a suprimirla en todos sus aspectos. Confesamos públicamente nuestra fe en la existencia posible de un orden universal de Verdad más allá de la fuerza. Pronunciamos la subordinación de nuestra vida individual al desarrollo de los valores superiores del espíritu, a la soberanía de una moral suprema, personal y colectiva, sin subterfugios ni formulismos claudicantes, a la conquista de la conciencia universal con sus tesoros comunicativos,   —114→   a la libertad creadora de la imaginación y de la inteligencia, aspectos todos de una vida superior sólo factibles dentro de un organismo social que, en vez de impedirla, verifique funcionalmente la presencia de aquel orden. Pretendemos, en suma, que nuestra alma sea la voz de la sangre de nuestro pueblo, que por nosotros se condene cuanto el clamor de esa sangre condena y que por nuestras palabras y por nuestros actos se vivifique cuanto la trascendente fecundidad de esa sangre vivifica.

En torno a esa bandera ensangrentada que representa la voluntad invicta del pueblo español, llamamos a todos los hombres, de buena voluntad del mundo. A cuantos han sufrido compasivamente con el martirio de nuestro pueblo, a cuantos inconscientes durante el desarrollo del conflicto ven hoy, por la fuerza de las cosas, abrirse sus ojos a la realidad verdadera, a cuantos son víctimas de las iniquidades de estos malhadados tiempos, a cuantos sin distinción de clases ni razas sienten la necesidad de que sobre los intereses particulares impere una razón de Justicia que es de todos, brindamos hoy nuestra luminosa bandera. Aquí está España, descubridora de nuevos mundos, fuera de sí, en busca de la verdad material y espiritual del Hombre. Aquí está sola, en su esencia colectiva, dispuesta a comunicarse con lo que de universal existe en la entraña recóndita de cada ser humano. Aquí está quebrantada como la simiente al nacer de los tallos que han de otorgar con el tiempo maravillosos frutos. Muy en particular nos dirigimos a vosotros, pueblos de América, incorporados materialmente a la universalidad por el esfuerzo creador de España. Bajo el signo de un Nuevo Mundo a ella nacisteis y en ella habéis ido creciendo desprendidos de Europa. La época universal que abre en la historia el holocausto de la Madre España, señala sin duda el tiempo de vuestra madurez en que habéis de desarrollar lo que os es peculiar y definitivo, la esencia del Nuevo Mundo que continentalmente os diferencia y caracteriza. Entre vosotros nos hallamos movidos por un mismo designio histórico, consagrados a una empresa similar de mundo nuevo. Aquí está nuestra voz, nuestra verdad, nuestro horizonte. Llevamos un mismo camino. Ojalá nos hermanemos en una sola marcha».

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Las Españas, revista literaria, comenzó a publicarse también en 1940 y, aunque con gran irregularidad, sigue apareciendo. Entre sus colaboradores más constantes, figuraron o figuran José Ramón Arana, Anselmo Carretero, José Puche, Daniel Tapia, Francisco Pina, Isidoro Enrique Calleja, Ramón Gaya, Emilio Prados, Luis Santullano, Agustí Bartra, José Moreno Villa, José Luis de la Loma, Arturo Sáenz de la Calzada, Jesús Ruiz del Río, Ramón Tarragó, José María Jiménez Botey, Manuel Bonilla, Mariano Granados, Germán Somolinos, Pedro Bosch Gimpera, Ramón J. Sender.

El tono distintivo de Las Españas es de exaltación de los valores literarios, artísticos e históricos españoles tradicionales -de la tradición viva. De esta revista surgieron los primeros llamamientos a la concordia entre los hombres de los dos bandos en que trágicamente quedó escindida España. Las Españas, aunque aparece con irregularidad, cuenta ya con dieciocho años de vida y es, con Ciencia, la revista que ha logrado sostenerse durante más tiempo. Su presentación es agradable y muy cuidada.

La Revista Ciencia comenzó siendo publicada por la Editorial Atlante. El profesor Enrique Rioja escribió, entre otras cosas, al aparecer su primer número lo siguiente: «Con claro y profundo sentido del momento en que vivimos, un grupo de profesores y hombres de ciencia hispanoamericanos y españoles, han sumado sus esfuerzos, en vez de la atomización o dispersión tan estéril como frecuente, en la alta empresa de cultura de publicar una revista científica cuya tónica y posibilidades vienen dadas por la venerable y simbólica figura de Ignacio Bolívar, que la dirige, orienta e inspira con la autoridad de su nombre limpio en todas las dimensiones en que se le considere».

La Revista Ciencia viene publicándose con absoluta regularidad desde el año de 1940; es una de las publicaciones de mayor autoridad y más difundidas, entre las de carácter científico y ha alcanzado prestigio internacional.

En julio de 1948 se publicó el primer número de Presencia, una revista editada por un simpático grupo de jóvenes exilados, algunos de entre ellos llegados a México sin haber dado el paso   —116→   entre la adolescencia y la juventud. En el grupo figuraban José Miguel García Ascot, Carlos Blanco, Ramón Xirau, Tomás Segovia, Manuel Durán, Luis Rius, Ángel Palerm, Roberto Ruiz, Inocencio Burgos, Claudio Esteva y algún otro que escapa a mi memoria. Presencia tuvo, lamentablemente, corta vida. Creo que no pasó de los seis o siete clásicos números. Pero, a pesar de ello, hizo historia debido especialmente a dos cosas: a que en ella se planteó una vez más la tradicional polémica sobre la decadencia de España, sus causas y sus remedios, y por haber sido sus páginas las que recogieron, casi en su totalidad, los frutos de un súbito y fugaz brote poético de perfiles ultramodernistas. Los temas literarios, filosóficos, estéticos y de historia -la de España, especialmente- se trataron en Presencia con una rara asociación de serenidad, equilibrio y agilidad juvenil.

Testimonio del espíritu de serenidad al enfrentarse con el problema español, que algunos de dichos jóvenes sólo habían entrevisto cuando salieron de España, es el siguiente editorial aparecido en el número seis de Presencia, correspondiente al mes de agosto de 1949, con motivo del treceavo aniversario del estallido de la guerra civil: «El Consejo Editorial de Presencia ha querido reiterar públicamente su fe en el porvenir de España y en el futuro de las relaciones hispanoamericanas precisamente en este 18 de julio, decimotercer aniversario del comienzo de la guerra civil española. Puede apreciarse con toda claridad desde este aniversario, el hecho de que en la postguerra española ninguno de los grandes problemas nacionales ha sido resuelto. A pesar de todo, estamos seguros de que el pueblo español, inspirándose en sus tradiciones -que son de libertad y de dignidad humana- y en las sangrientas experiencias modernas, encontrará el camino hacia un sistema de verdadera convivencia nacional, encaminado a resolver sus problemas y a establecer una auténtica hermandad con las naciones de la América hispánica. Tan adversarios de la guerra civil como de la pasividad que contribuye a mantener situaciones ajenas a la voluntad nacional, recordamos aquel 18 de julio con la confianza que nos hace sentir la presencia y la actividad de una nueva generación española   —117→   que, lo mismo en España que en el extranjero, empieza a manifestarse vigorosamente. Como miembros de la comunidad hispanoamericana, anhelamos fervientemente el fin de la tiranía que oprime a los españoles, y asimismo que su ocaso lo sea del largo período de luchas internas que han conducido a España al límite de su desintegración. La lucha de los españoles contra los mismos españoles debe ser substituida por la lucha de los españoles para solucionar problemas que permanecen en pie, a pesar de las victorias y derrotas de los grupos, aunque para ello habrá que acabar primero con el poderío de las oligarquías antinacionales. Es evidente que mientras aquellos problemas permanezcan sin resolver, cada generación verá consumir, como hasta ahora, sus mejores hijos y sus mejores obras en la estéril hoguera de las luchas civiles. Precisamente porque nuestra aspiración es ver organizada sobre bases sólidas la convivencia pacífica y el trabajo creador de los españoles, propugnamos verdaderas soluciones nacionales y no mistificaciones que, al procurar disimular viejas heridas y ocultar los verdaderos problemas, en verdad sólo consiguen prolongar la agonía de España. En América, y dondequiera nos encontremos, España -la España auténtica e inmortal- nos hallará dispuestos a trabajar por su libertad y por su bienestar». Éste es el tono de la joven generación de españoles que asimilados a México, no dejan por ello de tener su pensamiento puesto en España para servirla cuando la hora llegue.

De Presencia y de otras varias juveniles revistas también fundadas por jóvenes exilados: Clavileño, Segrel, Hoja, dice Arturo Souto Alabarce -un integrante de la nueva generación de escritores españoles surgida en el exilio- después de destacar sus aciertos y su valor: «A todas ellas, sin embargo, las caracterizaba una falta casi absoluta de actitud. Si una revista literaria debe responder, casi por axioma, a una definida actitud estética, filosófica, social, política, etc., todas ellas, en mayor o menor grado, propendían a la estricta expresión literaria, sin meterse en honduras. Hasta cierto punto sólo Presencia intentó, en más de una ocasión, romper esa ‘torre de marfil’. La tendencia, repetimos,   —118→   hacia el purismo poético, el no-compromiso, etc., era general. Notábase que estas revistas de jóvenes carecían de lo que siempre ha caracterizado los escarceos literarios; el entusiasmo agresivo, las polémicas, la actitud bélica, si se quiere de las nuevas generaciones. Desde el primer momento fueron expresión personal de poetas madurados artificialmente. Y desde el primer momento, la crítica los saludó así. José Ignacio Mantecón nos saludaba, un poco asombrado, como a ‘jóvenes viejos’, impresionado, sin duda, por esta falta de pasión literaria que suele caracterizar a los jóvenes escritores y que nuestra generación no acusó, casi en ningún momento. Esto tiene una explicación: es una juventud que, sin experiencias personales, ha contemplado la amarga experiencia de sus mayores y, por consiguiente, se resiste a la acción romántica, a las batallas de Hernani, etc. Para bien o para mal, esta característica es una de las más constantes y notables que posee».

En catalán se publicaron en México dos revistas: La nostra revista, editada por Avelí Artís que, hasta la muerte de éste, apareció sin interrupción durante catorce años, y que después reanudó su publicación con el título de La nova revista. En La nostra revista, excelentemente editada, colaboraron: Rovira Virgili, Bosch Gimpera, Gual, Moles, Carner, Bartra y muchos otros intelectuales catalanes. Aparte de los trabajos literarios vieron la luz en La nostra revista, muchos sobre historia antigua y contemporánea de Cataluña. Otra revista catalana es Pont Blau. Los valencianos editan su portavoz mensual Senyera.

La compañía editora de Romance publicó hacia el año 40, Amiga, revista del mundo femenino, imprescindible, según rezaba su propaganda, por insertar en sus páginas «todo cuanto a la mujer la puede ser útil y grato y por tener una solución sensata para cada problema femenino». La última afirmación, no se negará que implicaba una admirable seguridad de los editores en sus capacidades.

Antoniorrobles dirigió una revista infantil: Rompetacones, hecha con la gracia y el atractivo que distinguen la obra de este maestro incomparable de la literatura para niños. Juan Comas y   —119→   Antonio Ballesteros dirigieron Educación y cultura, revista de pedagogía.

Hacia los años 40 ó 41 salió el primer número de Confidencias, fundada y casi totalmente hecha por Francisco Gómez Hidalgo. Confidencias estaba y sigue estando dedicada a la mujer. Es una revista ligera que logró extraordinaria difusión y una longitud de vida que, como es natural, no suelen alcanzar fácilmente revistas más intelectuales. El Consultorio Sentimental, la sección de correspondencia para conciertos matrimoniales, en la que los solicitantes exponen de manera divertida, y en muchos casos extraordinariamente franca, sus aspiraciones, contribuyeron, entre otras cosas, al éxito de Confidencias.

Llega ahora el momento de dar noticia de La propiedad, una revista singular por muchas razones. La primera, la de ser una publicación financiera fundada por refugiados rojos, que las gentes de orden estiman o estimaban que son la negación misma del tranquilo disfrute del cupón. Otra de las singularidades de La propiedad es la inusitada naturaleza, creemos que hasta ahora nunca vista en periódicos de este tipo, de los temas tratados. Tomo al azar un número de La propiedad. Después de unas planas de anuncios, abre marcha un sesudo editorial titulado «La recuperación financiera», en el que se critica suavemente al «público titular de las cuentas de cheques», por cierto, y, a juicio de La propiedad, injusto nerviosismo que acomete a dichos titulares, en coincidencia, aparentemente extraña, con los cierres prolongados de los Bancos: Navidad, final de año, Semana Santa, etc. Todo el mundo sabe que los susodichos titulares mexicanos y extranjeros guardan recuerdo nada amable de ciertas Pascuas que no se distinguieron por lo felices. A continuación, en un artículo de un colaborador que firma Spectator se habla de la Razón, así, con mayúscula, de la ciencia marxista, del movimiento artístico de la Unión Soviética, y de no sé cuántas cosas más por ese estilo. Sigue después la sección de arte con un artículo crítico sobre el Salón de Invierno. Después de él se inserta otro dedicado a Konenkov «exponente máximo de la moderna escultura rusa». ¿No es cierto que éstas son inquietudes   —120→   rarísimas en una publicación bancaria? Bueno que se ocuparan, pongamos por caso, de la escultura de Benlliure... pero de la de Konenkov, es cosa que no se entiende muy bien. El colmo de lo desusado llega con el trabajó titulado: La bella angustia del árbol; editorial en él que se declara que: «En ellos -los árboles- encontró el hombre desde los primeros tiempos lo que era poesía y es justo que a ellos vuelva de nuevo».

Finalmente, para tranquilizar al lector «titular de la cuenta de cheques», se inserta una cosa tremendamente seria: el Estatuto de la propiedad inmobiliaria urbana, ponencia del general Hanoteaux, presidente de la «Chambre Syndicale des Propietés Inmobilieres», de París. Dirige La propiedad Emiliano Vilalta Vidal y colaboran en ella Bernardo Giner de los Ríos, Juan Rivau, Eduardo Robles, Enrique Angulo, Francisco P. Álvarez, Pablo Fernández Márquez, Vicente Guarner, Ernesto Guasp, Ramón Lamoneda, Esteban Marco, Monsieur Le Duc, Renraug y Spectator.

En 1956 se inició por la Unión de Intelectuales Españoles en el exilio la publicación de un Boletín de información, que la ofrece copiosa, serena y objetiva acerca de la situación de España y de las actividades de los hombres de la emigración.

Hasta ahora me ocupé de publicaciones fundadas y dirigidas por refugiados. Pero éstos colaboraron también e intervinieron de modo destacado en otras publicaciones no fundadas por ellos. El ejemplo más saliente de esto es el que ofrece Cuadernos Americanos, indudablemente una de las más -si no la más- importante revista de las que actualmente se publican en lengua española en todo el mundo.

En la Junta de Gobierno de Cuadernos Americanos figuran o figuraron, Eugenio Imaz, Manuel Márquez, Pedro Bosch Gimpera, Agustín Millares y Juan Larrea que actuó durante bastante tiempo como secretario. En cuanto a colaboración, raro es el intelectual español exilado residente en México, en otros países de Hispanoamérica o en Europa, que no haya publicado trabajos en ella. Cuadernos Americanos cuenta ya con más de quince años de vida y aumenta cada año que transcurre en importancia   —121→   y difusión, bajo la dirección inteligente del distinguido economista mexicano Jesús Silva Herzog y el patrocinio de intelectuales mexicanos tan relevantes como Alfonso Reyes, Daniel Cosío Villegas, Manuel Martínez Báez, Mario de la Cueva y algunos otros.

En mayo de 1953 apareció el primer número de Cuadernos del Congreso por la libertad de la cultura, institución que encabezaron con carácter de presidentes de Honor: Benedetto Croce, John Dewey, Karl Jaspers, Salvador de Madariaga, Jacques Maritain, Bertrand Rusell y Reinhold Niebuhr. En uno de sus primeros números, Cuadernos definía su espíritu y sus propósitos: luchar por la libertad del espíritu creador y crítico contra todo intento encaminado a coartarla. En la revista colaboran numerosos intelectuales exilados, entre ellos: Salvador de Madariaga, Luis Araquistain, Joaquín Arderius, José Ferrater Mora, Américo Castro, Adolfo Salazar, Claudio Sánchez Albornoz, Segundo Serrano Poncela, Francisco Ayala, Ramón J. Sender, Fernando Valera, Guillermo de la Torre, Luis de Zulueta. Cuadernos concede especial y merecida importancia al movimiento intelectual de Hispanoamérica; y en ellos colaboran o colaboraron asiduamente destacados hombres de letras iberoamericanos, entre otros: Alfonso Reyes, Luis Alberto Sánchez, Germán Arciniegas, Rómulo Gallegos, Haya de la Horre, Orrego, Gilberto Freyre, Gabriela Mistral, Giusti y Jorge Mañach. El secretario de Cuadernos es Julián Gorkín.

El simple enunciado de los nombres de sus colaboradores pone de relieve, sin necesidad de encarecimientos, la importan de Cuadernos del Congreso por la libertad de la cultura como publicación cuyo fin primordial es el de la defensa de los valores liberales y humanos, imperecederos, sí, pero necesitados siempre, y hoy más que nunca, de una celosa defensa sin desmayo, frente a los continuos y duros ataques a que se ven sometidos.

Álvaro de Albornoz publicó en La Habana durante algún tiempo una revista: Nuestra España, animada por él con evocaciones históricas españolas a las que infundía tanta vida y en   —122→   las que como nota fundamental resuena siempre un profundo sentimiento de libertad.

Francisco Agüera Cenarro fundó en México la Revista internacional diplomática que viene publicándose desde hace ya bastantes años.

Otro exilado fundó la revista Cine mundial.

Enrique Puente Abuín fue el creador de una revista radiofónica: Oiga.

Esteban Salazar Chapela dirigió en Londres la Revista del Instituto Español de Londres, centro fundado por Juan Negrín. Esta publicación duró cuatro años. En ella colaboraron Pedro Salinas, Juan Negrín, Juan Ramón Jiménez, María Martínez Sierra, Margarita Comas, Augusto Pi Suñer, Rafael Dieste, Ramos Oliveira, Eduardo M. Torner, José Castillejo y otros. Fueron también asiduos colaboradores los distinguidos hispanistas ingleses Trend, Wilson, Pierce, Helen Grant y Janet Perry.

Victoria Kent fundó en Nueva York la revista Ibérica, dedicada preferentemente a temas en relación con la situación española.

Alejandro Finisterre, edita y dirige en Quito, Ecuador, la Revista de poesía universal, de gran difusión y presentación muy cuidada.

Juan Antonio Freijo publicó en México, durante bastantes años, la Revista Financiera. Juan Grijalbo edita la revista Mirador, de información bibliográfica. Esta revista, que se publica en México es dirigida por Enrique F. Gual. Los vascos publican la revista Euzko Deya (La voz de los vascos en México).



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ArribaAbajoEl periodismo

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He incluido en este capítulo a los periodistas propiamente dichos y, un poco arbitrariamente, a escritores no profesionales del periodismo, cuya producción en el exilio consistió, en buena parte, en trabajos de colaboración en la prensa. De los primeros fueron muchos los llegados a México y a otros países de Hispanoamérica. Casi todos tuvieron posibilidad de trabajar de modo regular en diarios y revistas. Alguno acarició la idea de fundar un periódico diario que tuviera el carácter del abandonado allá en Madrid o Barcelona. Los proyectos en tal sentido fracasaron por muchas razones, entre otras las de naturaleza económica. Fallido este propósito no les quedó otro remedio que irse acomodando de la mejor manera posible como redactores o colaboradores en periódicos de la Capital o de los Estados, lo que, como antes señalé, consiguieron con bastante facilidad debido, además de a su innegable preparación, a la favorable disposición y a la acogedora camaradería de sus colegas mexicanos y de los directores de las principales publicaciones periodísticas. Tras cerca de veinte años de trabajo en México, los periodistas exilados se hallan totalmente incorporados al medio periodístico del país y muchos de ellos figuran en puestos destacados en las principales redacciones de los diarios más importantes. Lo mismo puede decirse de los periodistas radicados en otros países hispanoamericanos y en los Estados Unidos.

Antonio Zozaya continuó en México la noble y serena tarea de moralista y divulgador de la filosofía desde las columnas del periódico,   —124→   que con magisterio ejemplar realizó durante su larga vida, y hasta muy pocos días antes de su muerte colaboró en Excélsior. Roberto Castrovido siguió haciendo en México el mismo periodismo ágil, inteligente que le había llevado a ocupar un primer puesto en las filas del periodismo español. Fabián Vidal tuvo fuerza, en medio de la dolorosa crisis espiritual que le llevó a buscarle solución en la muerte; para escribir, también en Excélsior, muchos artículos. Enrique Díez Canedo, muy respetado, admirado y querido en Hispanoamérica, se mantuvo hasta el fin en la brecha escribiendo sus críticas de teatro, penetrantes y aleccionadoras, impregnadas a veces de un fino espíritu irónico, pero siempre alentadoras de aquello merecedor de aliento. Mariano Ruiz Funes, en sus trabajos de asidua colaboración periodística en el diario Novedades, se ocupó con frecuencia del inquietante problema del delito y su sanción, en sus comentarios divulgadores de las tendencias modernas del Derecho Penal. Las inicuas extradiciones de emigrados políticos, las espantosas y macabras exterminaciones de los campos de concentración alemanes, los asesinatos legalizados de la tiranía española, la cínica renegación por los triunfadores de la segunda Guerra Mundial, a la hora de la verdad, de los principios por los que declararon y aún declaran haber luchado, fue temas tratados reiteradamente por Ruiz Funes con su autoridad de hombre de Derecho, del Derecho vivificado por un generoso sentimiento de humanidad.

Agilidad e ímpetu polémicos, fuerte vena sarcástica, gran cocimiento de los hombres y de los hechos de su tiempo, la pulsación oportuna y hábil de la cuerda sentimental, y, penetrando todo esto, un exaltado sentimiento de españolidad, son rasgos de la personalidad de Indalecio Prieto como escritor, que brillaron en sus trabajos de colaboración periodística. Escribió para numerosos periódicos y revista de Hispanoamérica. El velar celosamente por su independencia de criterio y sostener ésta en toda ocasión, le significó tener que renunciar a más de una de sus colaboraciones regulares. Los temas de sus artículos fueron y son muy variados: agudos comentarios de política internacional, sobre todo en relación con España, y de política internacional en   —125→   general; evocaciones de hechos de su vida, incitante anuncio de lo que serían sus memorias, que es de desear se decida a escribir y publicar; recuerdos de aficionado al teatro y a los toros; todo ello enriquecido -con un anecdotario muy variado y gracioso. Las memorias de Prieto, creo que constituirían un inapreciable documento para quien el día de mañana quisiera asomarse a algunos de los aspectos de la España de su tiempo y ello, no sólo en lo político.

Luis Araquistain ha alcanzado el nivel de lo óptimo como periodista, o, dicho quizá con mayor propiedad, como inteligente comentador de la actualidad política internacional. Siempre fue un periodista brillante, pero el paso de los años ha ido afinando en él, cada vez más, sus dotes hasta llevarlas al grado de espléndida madurez de que son exponentes sus trabajos periodísticos actuales. Su gran conocimiento de la historia le permite ir más allá del superficial comentario de los hechos y extraer de ellos toda su significación, cosa imposible para el que los considere desprovisto de ese bagaje de conocimientos históricos imprescindibles para poder interpretarlos certeramente.

Julio Álvarez del Vayo escribió regularmente para diversos periódicos de América y Europa, y, especialmente, en la revista The Nation, de Estados Unidos. Su atención fue atraída de modo preferente por los problemas de política internacional.

A Álvarez del Vayo se deben, fuera del terreno periodístico, obras muy esclarecedoras acerca de los aspectos internacionales de nuestra guerra civil y una, en estilo de información periodística, acerca de la China comunista.

Isaac Abeytúa y Artigas Arpón siguieron cultivando en México el género periodístico que ya les había valido un puesto destacado en los cuadros del periodismo español. Apoyados en un archivo nutridísimo, siempre alerta para captar la noticia venga de donde venga y seleccionadores inteligentes de ella, en sus artículos saben siempre destacar el aspecto más significativo de los problemas internacionales que comentan.

Jaime Miravitlles figura como distinguido cronista internacional y colabora en diversos periódicos de Hispanoamérica. Miravitlles,   —126→   que reside en los EE. UU., envía desde allí, como lo hizo desde el Brasil, donde también vivió algún tiempo, crónicas breves, sueltamente escritas, en las que comenta aspectos sociales, económicos y políticos, especialmente de Norteamérica. Miravitlles parece haberse identificado con el medio norteamericano y sentir ante sus fantásticas realizaciones materiales y sistema político, una entusiasta admiración; reacción que no es precisamente habitual en los españoles intelectuales que, como exilados, residen en los Estados Unidos.

El padre Ramón de Ertze Garamendi colaboró asiduamente en Excélsior, tratando temas políticos, sociales y religiosos con espíritu liberal y comprensivo.

Antoniorrobles colaboró y colabora sin interrupción desde su llegada a México en el periódico Excélsior con trabajos breves, bajo el título de Columpio; trabajos llenos de un humor tierno, suave, en muchas ocasiones melancólico, en los que ofrece las impresiones que hombres y cosas, las más dispares, le causan al verlos desfilar durante sus viajes urbanos en tranvía o autobús, o sus paseos por parques y jardines. Dos notas afloran a la menor coyuntura en los escritos de Antoniorrobles: la de una dolorida nostalgia de España y la del anhelo de una integración española, olvidados piadosamente los odios y pasiones, lamentables secuelas de la guerra civil.

Paralelamente a sus trabajos periodísticos, Antoniorrobles siguió cultivando la literatura para niños. La imaginación y la fuerza creadora de Antoniorrobles logran plena resonancia e indudable simpatía en sus pequeños lectores, cosa imposible para quien no posea como él una excepcional capacidad de penetración en el misterioso y fantástico mundo de la psicología infantil. Produjo en el exilio en México una obra abundantísima en el campo de la literatura para niños, a la que ha incorporado personajes llenos de gracioso encanto que viven ya, independizados de su autor, con vida propia. Esta obra, cuya excepcional calidad es unánimemente reconocida, le ha valido a su autor merecidos galardones en diversos países de habla española y recientemente uno del Comité   —127→   Angloamericano pro Naciones Unidas, discernido a su cuento La bruja doña Paz.

Antonio Ortega dirige en La Habana la muy difundida revista Carteles, en la que, aparte de los editoriales, aparecen con frecuencia trabajos suyos.

Luis Amado Blanco viene colaborando asiduamente en Informaciones, de La Habana, con artículos sobre temas de muy variada naturaleza.

Braulio Solsona colabora en periódicos de Hispanoamérica a los que envía trabajos en los que comenta los aspectos más diversos de la actualidad francesa: teatro, literatura, política, sucesos, etc., con magnífico estilo periodístico.

José Prat es columnista oficial del periódico El tiempo, de Bogotá, Colombia, y cronista de teatro. Luis de Zulueta escribió regularmente en El tiempo, de Bogotá, de preferencia sobre cuestiones internacionales. Gabriel Trillas es jefe de redacción de la revista Cromos; de Bogotá, en donde escribe habitualmente.

José Luis Corujo es redactor de El diario, de La Paz, Bolivia. Alfredo Nistal colabora en la revista Occidente, de Chile. Carlos de Baraibar y Carlos Esplá figuraron también entre los comentadores periodísticos de la actualidad internacional.

Desde las columnas del periódico hicieron crítica de arte, teatro, cine, etc., diversos escritores exilados. Margarita Nelken colaboró incansablemente escribiendo de artes plásticas. Su crítica se distingue por el impulso que presta a todo esfuerzo de creación artística que sea expresión de sentimientos auténticos. La norma a la que sujeta su crítica Margarita Nelken puede enunciarse brevemente así: exigente rigor para los «colocados»; aliento benévolo para los que empiezan; abierto rechazo para la insinceridad y el artificio.

Ceferino Palencia hizo crítica de pintura dando muestra siempre de una inteligente comprensión y de una gran receptividad, aun frente a las obras que hablan en lenguaje artístico más desusado e innovador; actitud tanto más digna de aprecio cuanto que él mismo como pintor se formó en un ambiente en el que prevaleció un realismo, no siempre de la mejor ley.

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Juan de la Encina se dedicó preferentemente, más que a la crítica, a la historia crítica de la pintura, produciendo obras de consideración, de las que me ocupo en otro lugar de este libro.

Enrique F. Gual colabora en Excélsior como crítico de artes plásticas.

Moreno Villa publicó muchos trabajos de crítica pictórica en los que campean aquellas sus cualidades características: claridad, penetración, sencillez, captación del pequeño detalle significativo que, no pocas veces, presta su sentido a una obra.

Adolfo Salazar colaboró durante muchos años en el periódico Novedades, haciendo crítica de música y literatura.

Jesús Bal y Gay fue durante bastantes años el crítico musical de El Universal.

Álvaro Custodio hizo crítica de cine con criterio certero, si bien con alguna severidad en ocasiones. En general, sus escritos fueron buena garantía de orientación para los que por frecuentar poco el cine no pueden decidirse a ir a ver ésta o aquella película, fiados en los méritos de protagonistas y directores que desconocen.

Francisco Pina escribió mucho y muy certeramente de cine. Sus críticas, más que de películas determinadas -si bien hizo también crítica de este género- lo fueron de las tendencias que prevalecen en el arte cinematográfico.

Arturo Mori hizo crítica teatral con la simpática benevolencia que toda su vida lo caracterizó. Ceferino Avecilla la hizo más severa, entreverada de referencias a las corrientes del teatro internacional, de las que estaba siempre muy inteligente y alertamente al tanto.

Juan Tomás hizo crítica de teatro y cine en el semanario El Redondel y posteriormente en el también semanario Claridades. Sus artículos abundan tanto en recuerdos de sus años de Barcelona y de París que a base de ellos se podría formar su biografía. Tienen también mucho de historia del teatro y del cine durante lo que va de siglo. Todo esto, y el buen sentido y la campechanía que son notas dominantes en la crítica de Juan Tomás, hace que sus crónicas resulten sumamente entretenidas. No puede cerrarse esta breve nota acerca de Juan Tomás sin destacar su enorme   —129→   erudición sobre cuestiones circenses, erudición a la que presta calor su entusiasmo y su cariño por los artistas de circo de todo el mundo, con los que comparte fraternalmente glorias y desdichas.

Las actividades de Pedro Pagés (Víctor Alba) como periodista y publicista fueron múltiples: desde la colaboración periódica en los diarios como, por ejemplo, la dedicada a contarnos anécdotas y curiosidades neoyorquinas, o episodios policíacos bajo el seudónimo de Bertillón, hasta la de impulsar la publicación de una revista literaria Panorama, pasando por la de servir de Eckerman de un pintor de los que gustan de autodefinirse, más que de que los definan, y de publicar varios libros de tono periodístico con indudable sentido de la oportunidad acerca de vivas cuestiones de política internacional: la del medio Oriente, el levantamiento de Hungría y varias más.

Florentino M. Torner, Juan Rejano y Rafael Sánchez Ocaña colaboraron y siguen colaborando los dos últimos en la prensa diaria, con trabajos dedicados preferentemente a cuestiones literarias e históricas.

Félix Herce. Es difícil encuadrar una personalidad en la que se entremezclaban un fuerte sentido del humor -de un humor con marcada tendencia al desgarro-, el espíritu de un implacable y sarcástico moralista, a su manera, disecador que se divierte mostrando al desnudo las miserias humanas -que para su humo eran siempre pequeñas-; un alma veteada de humanidad y de ternura -su gran cariño por los niños y los perros, su fundamental bondad. Colaboró Herce ininterrumpidamente en diversos periódicos y semanarios, con greguerías: Humor en comprimidos, en las que brillaron sus peculiares cualidades de humo graciosas entrevistas a las vedettes más en boga, trabajos críticos de toros, de música y de teatro. A él se debe también un Pequeño diccionario de la música.

Adrián Vilalta se distingue como inteligente comentador de cuestiones económico-financieras mexicanas e internacionales, desde las columnas de Excélsior. Uno de sus reportajes en varios artículos sobre la situación político-social de la Argentina; fue modelo difícilmente superable de inteligente trabajo periodístico.

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Emilio Criado Romero, redactor-jefe de la Revista de la televisión mexicana, colaboró en diversas publicaciones periodísticas de manera destacada.

Nuria Parés ha empezado recientemente a colaborar en la prensa con estudios breves, que aparecen bajo el título de Águila y sol, en el periódico Excélsior. Nuria se revela en estos ensayos breves como una excelente escritora. Hasta ahora han sido tres los autores tratados, Azorín, Antonio Machado y Unamuno. Cuando la serie aumente, estos trabajos, de concisa precisión y de una finura de juicio reveladora de una aguda sensibilidad literaria, deben ser reunidos en un volumen y salvados así de la caducidad de la hoja diaria, que en modo alguno merecen. Nuria colabora también en el diario Novedades.

Agustín Arias colaboró en diversas publicaciones, entre ellas las revistas Verdad y La propiedad.

José Gomis es jefe de redacción de la revista Tiempo y colabora en algunas otras publicaciones.

Marcelo Jover, Vicente Verni y Carlos León, se cuentan también entre los que ejercieron el periodismo asiduamente.

Alfonso Lapena. A este escritor le debemos la falaz -aunque siempre placentera ilusión- de volvernos a tiempos ¡ay!, ya muy lejanos, haciéndonos revivir marchitos recuerdos. ¡Y qué recuerdos! En largas series periodísticas relató, entre otros, el crimen del capitán Sánchez, el de Nilo Tello, el del expreso de Andalucía, los de Landrú, Weissman y algunos más, célebres en los anales de la criminalidad española e internacional. El caso Dreyfus, el de Mata Hari y otros, fueron también objeto de su atención. Lapena, con suelto estilo periodístico, da a sus relatos una vibración de cosa actual. La lectura de las series citadas, debido al poder de animación de su autor, interesa más que la de muchas novelas policíacas.

Maruxa Vilaita mantiene una columna diaria en el periódico Excélsior, con el título de Mujeres que trabajan, y la alterna con otra llamada Hombres que descansan. En ambas muestra la joven Maruxa excelente forma y sentido periodísticos.

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Manuel Chávez Nogales, que fuera director del diario Ahora, de Madrid, fundó en Londres una agencia periodística.

A Manuel Nogales le sobraba tiempo, después de cumplir sus compromisos en el teatro y la televisión, para colaborar como crítico de cine y teatro en la revista Cine mundial, fundada por exiliados, así como en otras publicaciones, y para desplegar su arte de magnífico conversador en su tertulia del café Campoamor de México.

P. Fernández Márquez colabora con interesantes trabajos de crítica de artes plásticas en el diario El Nacional, de México. Ovidio Gondi publicó, recién llegado a México como exilado, un Boletín informativo periódico, acerca de los acontecimientos de la postguerra en España J. Gallegos Rocafull colabora en el Novedades, con trabajos sobre temas diversos, tratados con autoridad, amenidad y excelente lenguaje. Aprovecho la mención de este magnífico escritor para señalar que también escribió varias obras sobre temas religiosos.

Francisco Villanueva, Lázaro Somoza Silva, Joaquín Soriano y Progreso Vergara, colaboraron ininterrumpidamente en diversas publicaciones hasta su muerte acaecida en México.

Valeriano Rico, ha colaborado en El Nacional y en El Popular. Ha publicado Somos (en colaboración con Galipienzo) y Veinte capítulos en broma.



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ArribaAbajoPintura, escultura, arquitectura

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Pintura

Los pintores exilados se sacaron a pulso -en muchas ocasiones un pulso inseguro- la pintura de dentro de sí. Esto, se replicará, ocurre siempre. A mi juicio no enteramente, exceptuada la pintura llamada abstracta. Una es cosa es crear por reacción a estímulos que hablen al artista en un lenguaje familiar: ambiente, naturaleza, carácter humano, y otra crear exclusivamente por esfuerzo de la imaginación; y fue de este último modo como crearon algunos, posiblemente la mayoría de ellos. A México llegaron exilados los siguientes pintores: Aurelio Arteta, Anselmo García Lesmes, Enrique Climent, Antonio Rodríguez Luna, Ramón Gaya, Arturo Souto, Mariano Rodríguez Orgaz, José Bardasano, Miguel Prieto, Roberto Fernández Balbuena, Cristóbal Ruiz, Gabriel García Maroto, Elvira Gascón, Manolita Ballester, José Frau, Tisner, Marín Bosqued, Carmen Cortés, Remedios Varo, Francisco Tortosa, Ceferino Palencia, Germán Horacio, Mingorance, Jesús Martí, Jordi Camps, Camps Ribera, Porta, Bartolí, Pontones, Calafell, Pla Miracle, Marín, Shum, Xavier Oteyza. Esta lista no pretende ser completa. A decir verdad, en ella figuran nombres de pintores que no lo eran al llegar a México, pero que aquí se hicieron.

Arteta y García Lesmes murieron no mucho después de su llegada a México en sendos accidentes. Sin embargo, durante   —134→   ese tiempo realizaron bastante obra; el primero como retratista y el segundo en pintura de paisaje.

Ramón Gaya. De Ramón Gaya puede decirse que al pintar las cosas las transustancia poéticamente y las penetra de espíritu. Las cosas en los cuadros de Gaya están... sencillamente; no tratan de meterse por los ojos. ¿Qué cosas pintó Gaya? No las muy ostentosas, ni tampoco las muy ricas: una mesa ordinaria, un cacharro de barro, una copa de cristal, flores, un libro sobre una mesa, un abanico, una figura reflejada en un espejo, una ventana enmarcando un trozo de cielo, un rincón de jardín... Pero eso es lo que suelen pintar todos los pintores, se dirá. De acuerdo. Pero muy pocos son capaces como él de dar a todas esas cosas la rara unidad de sentido que él les presta. Ver un cuadro de Gaya es percatarse enseguida de que la pintura, como él dice, comienza más allá del equilibrio de la composición, del vigor en el dibujo y del acierto en el colorido. A propósito de Gaya se oye decir a veces que parece como si a su pintura le faltara fuerza. Si por fuerza se entiende la gesticulación y la estridencia, de acuerdo. Pero si por ella se entiende la capacidad expresiva de un artista a través de su temperamento y su sensibilidad, Gaya tiene siempre la fuerza suficiente para decir lo que quiere. Moreno Villa dijo de él: «Es siempre un pintor delicado, agudo para captar y transmitir matices y valores tenues de gran seducción».

Antonio Rodríguez Luna. En un inteligente artículo sin firma, aparecido en el número cinco de la revista Romance, se decía: «Si tuviéramos que señalar antecedentes, dar pruebas que mostraran esa para nosotros evidente presencia de la tradición española en estos cuatro pintores, y tuviéramos que definir su linaje, diríamos que Gaya desciende de Velázquez; Prieto, de Goya; Climent, de Ribera; y Luna, del oscurantismo plástico que va de los primitivos a Goya y a Picasso». El artículo continuaba así: «Pinta como en una catacumba húmeda, agria, pero tocada de una extraña y distante ternura contenida. Su pintura parece decir a los habitantes de esa catacumba: ¿No queríais la muerte?, pues ahí la tenéis, en frío, tal como me acompaña». Ramón   —135→   Gaya escribió de Rodríguez Luna lo siguiente: «El dramatismo y hasta su tragedia están en la luz y ese color mineral, en esa luz que más que ser un anuncio, un presagio de algo terrible es como si ese algo hubiera sucedido ya».

La pintura de Luna es, en efecto, melancólica, siempre; triste, muchas veces. Unos pintores nos dan simplemente su visión de las cosas, otros nos ofrecen a través de su pintura, su concepto del mundo y de los hombres. Luna es de estos últimos. Para él el mundo parece ser esencialmente dolor. A muchas de sus figuras se las ve como agobiadas por la carga de inexorable y doloroso destino. Rodríguez Luna fue quizá el que trató más reiteradamente en sus cuadros el tema del éxodo en que culminó la guerra civil de España. Los vencidos, los humildes, son los tipos humanos que más llegan a su sensibilidad.

De Enrique Climent decía el crítico anónimo de Romance: «La sensualidad directa, elemental de la pintura de Climent, aparece claramente en el retrato de Juan Gil Albert. Climent nos parece un magnífico pintor de huertas exuberantes, de cosechas opulentas cargadas de frutos, ahítas de esplendidez. Climent representa la realidad directa, el ‘pájaro en mano más que ciento volando’ que comúnmente dicen quienes tienen las manos vacías y no ven nada en el aire, pero Climent tiene verdadera el ‘pájaro, en mano’».

Juan de la Encina sitúa a Climent en la tradición pictórica levantina, valenciana, la de Ribera y Ribalta, tradición que, señala de la Encina, rompió Sorolla con su movimiento y su color. De la Encina caracteriza la pintura de Climent así: «Robusto sentido plástico, densidad de color, fuerza; estimación superlativa de la materia pictórica de tal modo que, rebasando a veces el gusto de su propia tradición histórica y nacional, en ocasiones parece como si arribara a playas holandesas y ahí se complaciera y deleitara soberanamente con los magníficos ‘empastes’ del Rembrandt del último tiempo».

Climent pasó en México, de la pintura realista y sensual a la pintura abstracta. De esta nueva fase de su obra escribió Adolfo Salazar en un artículo crítico titulado Musicalidad en el arte de Climent: «La invención en el color es lo que me parece,   —136→   sobresaliente en las últimas obras de Climent. Desde que renunció a su pintura de base tradicionalmente española, de fibra tan recia, pero para apreciar la cual es menester entender de pintura -cosa más difícil de lo que parece-, venía haciendo tanteos dentro del vocabulario modernista internacional en cuya invención de formas tuvo Picasso la mayor parte y también la mayor responsabilidad. Las formas exteriores de Climent son las normales en el superrealismo pictórico, pero la invención del color es, enteramente suya. El color ‘nuevo’ tiene, en él, un valor de técnica, unas veces con un carácter dominante; otras, en juego con otros tonos en los cuales es obligatoria su novedad para que no desentonen en el estilo. Apenas hay más que ligeros bastidores de líneas cuyo papel es encerrar el color, pero estas líneas tienen una arquitectura, un sentido tectónico que se comunica al color; algo como los plomos de los vitrales. Detrás de la marquetería transparente que son los vitrales no hay nada, sólo la luz. No hay tampoco tercera dimensión en las pinturas de Climent, pero su transparencia parece indicar que la luz ‘viene de ellas’, no que la recibe del exterior».

Arturo Souto. Este gallego de tan fino espíritu tiene algo imposible de lograr cuando no se nace con ello, eso que, con denominación un tanto vaga, se llama personalidad. Algún crítico de los que se plantan ante los cuadros en actitud de sabuesos, venteando una filiación, el rastro de una influencia, frente a algunos cuadros de Souto quizá tenga la sensación de que la caída de la pieza es inminente, pero ésta, sin saber cómo, se le escabulle. Es que el pintor, transmutándola, se ha incorporado la influencia enriqueciendo con ella, lejos de empobrecerla, su personalidad. Viendo sus cuadros uno se figura a Souto, no sé decir bien por qué, como hombre en cuyo espíritu ha dejado honda huella lo literario. El extraño poder de plasmación de ambientes y medios que denotan los cuadros de Souto, se me figura que proceden en buena parte de dicha influencia. Las plazas, calles y callejuelas de París, asunto de muchos cuadros de Souto, no se parecen a los de nadie. Es inútil querer buscarles ésta o la otra filiación. Es el París que Souto se forjó,   —137→   y no por ello resulta un París arbitrario o convencional, ni un calco del París de Fulano o de Mengano, pero sí siempre un París lleno de espíritu parisino. Lo mismo cabe decir de la España de Souto tan rica de auténtica realidad. El paisaje urbano, género en el que, a mi juicio, la pintura de Souto da su mejor nota, está en ella envuelto siempre en una indefinible atmósfera de misterio y de melancolía, que le presta un raro encanto. No es Souto, sin embargo, pintor de esta sola faceta. Recurro otra vez al sagaz espíritu crítico de Adolfo Salazar, que, con motivo de una exposición de Arturo Souto, escribió: «Souto, sobre todo, y a mi entender, es un pintor substancial. En la jerga del taller se habla de la pincelada ‘bien nourrie’ que es tanto como decir, rica, grasa, suculenta; así, por lo pronto, todas las pinturas de Souto tienen ese aspecto exuberante, opulento, de una materia rica como un brocado antiguo. Riqueza llama riqueza y me pregunto en qué salón, si no es de un príncipe de nuestros tiempos, pueden tener cabal acomodo los cuadros de Souto que exigen, por su potencia de vibración, su profundidad de tono, un medio ambiente de una opulencia semejante».

Miguel Prieto. Todos los comentadores de la obra de Miguel Prieto coinciden en calificarla, por lo menos a gran parte de ella, de romántica, atribuyéndole a él una sensibilidad extremadamente receptiva, un siempre insatisfecho afán de perfección y una gran pasión.

José Renau realizó en el campo del dibujo, el cartelismo, el fotomontaje y la pintura mural, una obra muy destacada. Su obra más considerable en pintura mural la realizó en un edificio de Cuernavaca, con un fresco monumental en el que se describen los hechos más salientes del descubrimiento de América, con pintura naturalista, realista en la forma. Esta obra verdaderamente gigantesca le costó tres años de esfuerzo, los que pasó viviendo, casi como anacoreta, en una casita cerca del lugar de su trabajo.

Lucio López Rey, dibujante humorístico, realizó también una interesante obra pictórica que algún crítico caracterizó como «dramática por su colorido, de una gran ternura humana y, a   —138→   veces, de una fantasía un tanto irónica». Lucio López Rey murió en Nueva York.

En la pintura de José Frau vibra un acendrado tono lírico que presta a sus paisajes, sobre todo, un sentimiento de ensoñadora emoción.

Bardasano, de mano firme en el dibujo y en posesión de todos los recursos del oficio, pintó mucho en México y desarrolló una activa labor docente.

Ceferino Palencia. Su ya larga carrera como pintor ha fluctuado entre el diletantismo y el profesionalismo. Su admirable inquietud de espíritu le impulsa en direcciones diversas, a veces tajantemente dispares, en su manera de hacer la pintura. Sus mejores logros, a mi juicio, los obtiene en las naturalezas muertas, tanto en las de tradición castizamente española, como en las inspiradas por un espíritu innovador. Otra de sus mejores realizaciones es la interpretación pictórica de la rica estatuaria popular mexicana.

Casi anciano, tras una vida dramática, comenzó a pintar Francisco Tortosa, a quien todos los que lo trataron describen como la personificación de la bondad y la pureza de alma, cualidades que se traslucen en su obra pictórica, de una ingenua simplicidad, llena de encanto.

Cristóbal Ruiz. Para dar una impresión sintética de la obra de Cristóbal Ruiz, una vez más me valgo de Romance que lo calificó de pintor sincero: «La Castilla de Cristóbal Ruiz, es bien opuesta a esa imagen sombría, convencional, puramente literaria que nos dio Zuloaga. Cristóbal Ruiz ha visto de verdad los campos, los crepúsculos junto al mar y los amaneceres de la meseta. Muchas veces, viendo el esplendor de esas tierras místicas, frescas, nuevas, como si por ellas no hubiera pasado la historia, viendo esas tierras virginales, hemos pensado que aún estaba por descubrir, aún no se habían visto limpiamente los campos de Castilla. Y esa visión pura, directa, aunque sea mínima y modesta, es la que nos ha dado siempre Cristóbal Ruiz».

Rodríguez Orgaz fue un pintor a cuya sensibilidad llamaron, encontrando respuesta y simpatía, la luz y el paisaje en   —139→   México, no los tropicales, sino los de la alta meseta, y en ella, sobre todo, las inquietantes creaciones del arte autóctono, de las que nos dejó interpretaciones muy logradas.

Bartoli. Margarita Nelken calificó a este pintor como «uno de los más finos y seguros en la búsqueda de sus refinamientos de colorido» y de «pintor español de alcance universal».

Remedios Varo. Esta artista obtuvo con su primera exposición un gran éxito. Enrique F. Gual dijo de ella: «Ha causado lo que sin hipérbole puede calificarse de sensación. La suya es una pintura cerebral que posee el don de conquistar el agrado general, mediante el doble contenido de la emoción y del mensaje, con lo que contradice francamente las limitaciones naturales de la pintura esotérica. Expresa estados de ánimo y de crítica humana con una jugosa composición y unos elementos perfectamente objetivos». Arturo Sáenz de la Calzada, que no es crítico profesional, escribió del arte de Remedios Varo: «Ante sus cuadros sentimos esa emoción inefable y única que sólo el arte proporciona, esa alborozada conmoción que surge ante lo bello, y ese estremecido recogimiento a que induce lo definitivo».

Salvador Bartolozzi prosiguió en México su obra de creación literaria de héroes del cuento y el teatro infantiles y animó, con su esposa Magda Donato, alguna brillante temporada de representaciones para niños, que obtuvo mucho éxito. De Bartolozzi se publicó en México un álbum de acuarelas de tipos y lugares del Madrid popular, magníficamente captados, llenos de gracia, garbo e intención, fuertemente evocadores.

Luis Quintanilla. Comentando una exposición de este pintor, efectuada en París, escribió Luis Araquistain: «Las pinturas que ahora expone en París, son lienzos al óleo, arte individual, retratos y paisajes de los Estados Unidos, donde reside desde hace muchos años; pero esa América que él ha pintado no es la de los enormes rascacielos, sino otra más primitiva y elemental, casi contemporánea de los peregrinos del Mayflower; un retroceso en su concepción del arte de masas; pero un gran progreso en su técnica, que recuerda la de sus frescos. Este artista, como   —140→   Picasso, dondequiera que pinte continúa siendo un pintor eminentemente español. ¿Ha visto usted -me decía una señora ante unos retratos de Quintanilla- qué españolas son esas figuras? Por lo visto ella ignoraba que aquellas figuras eran norteamericanas. Pero su juicio no era erróneo del todo: Quintanilla españoliza cuanto pinta, como el Greco orientalizaba sus modelos españoles. Y en el Village de Nueva York, donde vive, sigue viviendo en España. Tal vez el arte más racial sea la pintura. Quién sabe si la pasión de Quintanilla por la pintura moral haya que buscarla no sólo en la Italia del Renacimiento, sino también un poco más lejos, en sus antepasados (es santanderino) los maestros pintores de la Cueva de Altamira, la más maravillosa pinacoteca del arte rupestre».

Seguramente sea la de Antonio Clavé, la más importante de las revelaciones de pintores españoles exilados. Jean Bouret lo juzga «como el más grande de los pintores españoles en el destierro, después de Picasso». Este mismo autor comenta en los términos que a continuación se transcriben algunos de los aspectos de la obra de Clavé. Temática: «¿De qué se trata en esos cuarenta cuadros a los que dedicó atención preferente la crónica de arte habitual? Pues de algunos temas sumamente sencillos: corridas de toros, fantoches, retratos compuestos y naturalezas muertas. El paisaje no se halla ausente; pero está en segundo plano, puesto allí como mero soporte de la expresión plástica». Color: «es muy sutil la gama que va del tierra sombra al azul, de los negros cálidos a los amarillos estridentes, a los rojos sostenidos y a los blancos mate». Espíritu: «Es un universo sombrío pero cálido, una especie de antesala del purgatorio sin tristeza; la vida desenvuelve sus períodos, nacimiento, amor y muerte; los labios están prestos al beso, los ojos a la contemplación, y las manos a inquirir la sensación que dan las telas, los frutos o la piel de los animales. Puede decirse que Clavé se identifica con cada una de las cosas que pinta, a fin de que la cosa pintada traduzca lo esencial de su temperamento. Cabe considerar la aportación de Clavé como un humanismo nuevo. En efecto, el artista no se sirve de la abstracción sino   —141→   como un medio y nunca como un fin. En él es lo humano lo que prevalece, y esto es lo que da a sus obras su resonancia múltiple y grave, ese grito que repercute como expresión de un amor profundo por las formas y de una belleza cuya eternidad ha ratificado el estilo».

Fuerte, rica en significaciones simbólicas, de aliento idealista, la pintura de José Vela Zanetti se destaca de entre la creación plástica de los artistas españoles exilados. Llegado a Santo Domingo cuando era un mozo aún, incipiente su formación artística, Vela Zanetti se percata de que el mural es la forma pictórica a través de la que puede lograr un mejor despliegue de sus capacidades y la proyección de sus concepciones acerca de unos cuantos perdurables temas humanos. En Santo Domingo lleva a cabo una obra verdaderamente monumental en la que prepondera la de temática religiosa, con la que cubrió cúpulas y paredes de apartados templos de la isla. En edificios civiles pintó Vela murales con temas diversos. En Estados Unidos, después de obtener una beca para pintores, de la Fundación Guggenheim, es elegido por la Comisión de Artes de las Naciones Unidas para pintar, junto a artistas de la talla de Leger y Portinari, un gran mural en uno de los salones del edificio de dicha institución, logrando un acierto de concepción y realización unánimemente reconocido y elogiado por la crítica. Llegado a México, Vela Zanetti continuó su tarea de muralista. Su obra Los Misioneros, en un histórico edificio de México, sugirió, entre otros, este comentario de Margarita Nelken: «Y ahí está ya este mural de Vela Zanetti. Sin alharacas, el pintor lo ha venido elaborando en enfervorizado homenaje a ese manantial de mestizaje de dos culturas, del que había de brotar la que es hoy expresión auténtica y distintiva de México. En el panorama sentimental mexicano, una obra de certeras raíces; en el panorama universal de la pintura de nuestros días, una obra de resonancias íntimamente pictóricas, de vastísimo alcance».

En Vela Zanetti se da lo que no es frecuente: la cabal correspondencia entre el hombre y la obra. Ímpetu, pasión; con en sí mismo, sentido de las personales limitaciones, afán   —142→   de superación, tales son los impulsos que prestan a sus creaciones un inconfundible acento de sinceridad y una gran fuerza comunicativa.

Sunyer, pintor de tendencia abstracta, hace pintura de caballete y de decoración; un rasgo distintivo de este artista es la fusión de las formas arquitectónicas y pictóricas en una pintura bidimensional.

Eugenio Granell, escritor y periodista, se reveló como pintor surrealista y es profesor de arte en Puerto Rico.

Germán Horacio. El brillante cartelista asturiano obtuvo numerosos primeros premios en muchos concursos celebrados en México, con obras llenas de originalidad, en la intención, composición y colorido.

Federico Santiago realiza una obra muy brillante como dibujante-publicista.

Entre los caricaturistas y dibujantes cómicos de la emigración figuran Ernesto Guasp, Rivero Gil y Eduardo Robles «Ras». Los dibujos del primero, muy sui generis, tienen, a mi juicio, mucha menos gracia que los pies, algunos positivamente llenos de ingenio, en tanto que a los dibujos, por su especial índole, les falta expresividad cómica. Sin lo que debajo de ellos pone Guasp, dirían bien poco. Guasp es, en mi concepto, un buen humorista que tiene como apéndice a un dibujante.

Rivero Gil tiene chispa e intención, expresadas en figuras muy graciosas.

Eduardo Robles hace unas magníficas caricaturas, logradas con una gran economía de medios; a lo sumo, unas breves líneas, el simple esbozo de un rasgo, le bastan para dar una certera y original visión del caricaturizado. Además de caricaturista, Robles es un teorizante de la caricatura. De él es un ensayo titulado Caricatugenia, parte del cual -no creo que íntegro- se publicó en el periódico Novedades, ilustrado con algunas de sus caricaturas. En él comienza considerando la evolución de la caricatura personal, a través de las tres fases que el crítico francés, Roberto de la Sizeranne, denominó: deformativa, caracterizante y simbolista, de las que Robles ofrece los respectivos   —143→   ejemplos, eligiéndolos entre la obra de caricaturistas españoles y mexicanos de ayer y de hoy. Su propia manera de caricaturizar, la encuadra en el género: caricatura de expresión, que no se funda en el abultamiento, en la cargazón, en la exageración, sino en la captación del huidizo pero definidor rasgo cómico que todos los mortales llevamos más o menos visible en la cara. Creo que Robles exagera un tanto cuando declara que el buen caricaturista intenta, y lo logra, a veces, captar nada menos que el «alma y la vida del modelo, los rasgos que condensan un carácter, lo que es esencial en el original vivo que copia».

Antonio Romera, residente en Chile, se distingue como dibujante y caricaturista, un poco al estilo de Bagaria; publica sus dibujos en Mercurio y La Nación, de Santiago.

Pasando a reseñar algunas de las obras que sobre pintura escribieron autores exilados, comienzo por las de Juan de la Encina. En Sombra y enigma de Velázquez, Juan de la Encina considera el hombre y el artista. Al primero trata de acercarse por el camino de las conjeturas; porque como él declara, los papeles y los documentos no dan ninguna luz. Por tal medio llega De la Encina a perfilar un Velázquez señorial, mesurado, digno, picado de aspiraciones nobiliarias, cortesano -no en el sentido peyorativo- cabal, firmemente asentado en las creencias de su tiempo, y en cuya obra no se reflejó como en la de Goya, por ejemplo, ninguno de los aspectos de la época que le tocó vivir. Al artista llega Juan de la Encina por el estudio de las influencias que sobre él actuaron durante los años de aprendizaje, el de las corrientes artísticas dominantes en su época y el de la evolución de su obra.

Como la personalidad de un hombre genial no se deja apresar en una fórmula escueta, ni definir en términos unilaterales, al final de la lectura del libro de Juan de la Encina tenemos una imagen de Velázquez hecha de dualismos: clásico y sensible al barroco; realista o naturalista, y al mismo tiempo con una honda y siempre presente vibración poética; firme en la línea que da plasticidad a sus figuras y envolviéndolas en aire y luz, maravillosamente captados.

  —144→  

Entre las obras de mayor consideración escritas por Juan de la Encina en el exilio, figura su Retablo de la pintura moderna (Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1953). En ella nos ofrece una historia de las tendencias estéticas de la pintura moderna y, en cierto modo, de las ideas estéticas en general, en cuanto a las artes plásticas se refiere, pues a lo largo del libro surgen traídas por el tema referencias a principios estéticos de otras épocas, que no la moderna, de la que concretamente se ocupa el autor. En el libro, muy documentado, se traslucen, como es natural, las predilecciones y gustos de Juan de la Encina. No comulga éste con el arte esencialmente purista, y a este propósito escribe: «En nuestra época, al reclamarse cada vez mayor pureza en las artes, es decir, cuando aparece la exigencia de que no haya en ellas elementos extraartísticos, ha surgido el doctrinal de la plástica pura, de la pintura pura, de la poesía pura... y de la pura música celestial, lo cual no viene a ser otra cosa que una variante o rapsodia, adaptada al lenguaje del día de la doctrina del arte por el arte de mediados del siglo pasado. La total separación entre arte y vida conduce, precisamente, a la depauperización del arte, a su insignificancia». En el libro se estudian a David, Ingrés, Delacroix, Daumier, Courbet, Corot, Degas, Renoir, Monet, Cezanne, Gauguin, Seurat, Van Gogh, Picasso, Braque, Juan Gris y Macouris. Antes de tratar de todos estos pintores, nos ofrece Juan de la Encina una semblanza de Goya como el precursor, en ciertos aspectos, de todas esas modernas escuelas.

De Juan de la Encina es también Goya, su mundo histórico y poético (La Casa de España en México, 1939). En este libro se reúnen cinco conferencias sustentadas por el autor en La Casa de España en México. Algunos de los rasgos más definidores de la personalidad y de la obra de Goya van surgiendo de unos cuantos pequeños ensayos que el mismo libro contiene acerca de temas diversos, como los valores literarios en la plástica pictórica, la crítica antigua y moderna, el humor, y algún otro, que concluyen por ofrecernos a Goya como el pintor de la sociedad y de la historia de su tiempo, dotado de un españolísimo   —145→   sentido de la gracia, de un humorismo en el que predomina lo amargo y lo sombrío, precursor del romanticismo, y en lo formal, maestro insuperable en el tratamiento de los cuatro fundamentales elementos de la pintura: volumen, espacio, movimiento y luz.

En La aventura y el orden, libro de ensayos publicado por Guillermo de Torre (Edit. Losada, Buenos Aires, 1948), figuran tres referentes al cubismo y a Picasso. En ellos rememora el autor su juvenil y exaltada entrega a esa pintura, allá por los años siguientes a la primera Guerra Mundial, y transcribe trozos de una conferencia por él pronunciada en el año de 1925 en el Museo de Arte Moderno de Madrid. Al referirse a cómo el cubismo ha sabido elaborar un cuerpo de doctrina propio De Torre, aparte de sus conceptos definitorios de aquel, cita otros debidos a diferentes críticos y artistas. Sorprende -por lo menos a mí- verle retroceder hasta Platón en busca de una explicación más del arte cubista y advertir que la encuentra en el Filebo o el placer, diálogo en el que se ponen en boca de Sócrates estas palabras: «Por belleza de las figuras yo no entiendo aquello que la mayoría imagina; esto es, los cuerpos bellos y las pinturas hermosas. Entiendo solamente aquello que es recto y circular, planos y cuerpos sólidos trabajados al torno, del mismo modo que las obras hechas con regla y escuadra...; pues sostengo que estas figuras no son bellas como las otras, bellas por comparación, sino que son bellas en sí, por su naturaleza, procurando ciertos placeres que le son propios y no tienen nada de común con los placeres producidos por el halago». También es sorprendente -para los que no sabemos de estas cosas-, no tanto ver a De Torre señalar a Herrera -el del Escorial- como precursor del cubismo, sino a unos escolásticos españoles de los siglos XVI y XVII: Juan de Santo Tomás, Gabriel Vázquez y Gregorio de Valencia, de los que nos dice que algunos de sus conceptos figuran parafraseados en la Historia de las ideas estéticas de don Marcelino Menéndez y Pelayo; conceptos notables, por la intuición que traslucen, sobre temas que tuvieron actualidad siglos más tarde, como por ejemplo el del arte puro. De Torre se   —146→   lamenta de que en las artes plásticas hayan perdido los españoles el gusto por las abstracciones, pues cree que el realismo español en arte ha cegado otras posibilidades más acordes con el temperamento español, y señala el hecho de que desde los «pintores de irrealidades o de realidades más profundas que lo real inmediato -desde el Greco, Zurbarán y Valdés Leal, hasta Goya y Solana- haya podido caerse, agonizarse, en el chato realismo de los cromistas o fotógrafos en color».

Más adelante escribe De Torre: «El cubismo de Picasso representa, con relación a la pintura española, un desquite y una reanudación. Porque nuestro malagueño es el creador genuino y exclusivo del cubismo. Sobre esto no quepa la menor duda. Si los testimonios pudieran parecer embrollados en algún momento, merced al monopolizador nacionalismo francés, vistos ahora, en su verdadera perspectiva, no ofrecen la menor duda».

De Torre, tras señalar la evidente influencia del cubismo sobre los movimientos y tendencias posteriores en estética pictórica, y después de preguntarse si ha muerto, contesta que, más que morir, se ha desnaturalizado al refractarse en la moda, en el arte decorativo y en la publicidad. Termina su ensayo, del que doy una idea muy incompleta, con estas palabras: «¡El cubismo ha muerto! ¡Viva el cubismo!» Es decir, yo creo que, escribiéndolo con palabras de André Lhote, «el reinado del cubismo no ha terminado y que volverá a ganar su verdadero dominio cuando encuentre el lirismo y la invención un poco delirantes del período anterior a la guerra». ¡Ahí, es nada! ¡Tornar a aquellos días y a su continuación -los años 1918 a 1922- inquietos y fecundos, tan desbordantes de gérmenes y descubrimientos! ¿Será posible algún día esa maravilla? ¿Volverá el mundo a recobrar la estabilidad -o a crear otra nueva- pasando por el depurativo revolucionario que lo permita? Por mi parte, yo estoy presto a saludar al cubismo, el nuevo y diferente cubismo de 1950 ó 1960, repitiendo las invocaciones del antiguo y jubiloso panegírico: «Cubismo, henos aquí frente a frente, sirena seductora, maravilla adámica». Estas palabras las pronunció De Torre en una conferencia en Madrid, en 1925.

  —147→  

Moreno Villa, en su autobiografía Vida en claro, tiene conceptos críticos muy certeros acerca de pintura y pintores españoles, cosa natural en un hombre en el que se aunaban unas sagaces dotes críticas y el conocimiento de la técnica de la pintura, que cultivó más bien como diletante que como profesional. Declara haber alentado el juvenil movimiento español de pintura abstracta y que su pasión por el cubismo fue tanta que llegó a traducir al cubismo un cuadro de Goya. Respecto a las escuelas modernas escribe Moreno Villa: «Lo que para Ortega fue deshumanización, para mí fue liberación de lo más oprimido del hombre. Por algo coincide el movimiento llamado moderno con la revolución rusa y con los hallazgos de Freud. El hombre quería acabar con opresiones y fórmulas viejas. El pintor, como el obrero, estaba oprimido por la sociedad que no le permitía ni le permite aún de buen grado, salirse del modo de ser tradicional, enraizado y podrido».

A continuación, transcribo unos breves juicios de Moreno sobre algunos pintores. Sorolla: «Me hizo la impresión de hombre basto, astuto, codicioso, poderoso». Juan Echevarría: «Aprendió finuras en Cezanne, Renoir y Gauguin, y fuerza e intensidad emotiva en El Greco».

Zuloaga: «Por entonces valoraba en él la audacia de haberse lanzado a pintar la España negra, de la cual había escrito un librito su paisano, el paisajista Darío de Regoyos; valoraba también su tremendo modo de dibujar y hasta la gallardía de sus retratos femeninos, tensos y como dispuestos a dar un brinco de corza libre... Cinco años después le aborrecí, tanto por sus temas como por su estilización y su paleta. Hoy pienso que, tal vez dentro de cien años, se busquen sus obras como documentales».

Gutiérrez Solana: «Tipo estrafalario, degenerado, pero mucho más profundo que Zuloaga. Quien no haya leído sus libros, debe comprarlos inmediatamente. Son de un poder observativo como no se ve en la literatura española. Sólo que su mirada se clava en lo marrano, en lo asqueroso, igual que la de aquel pintor griego de la antigüedad llamado Rifarographos. Solana inspira   —148→   simpatía. Solana se volvió de París a Madrid. No quiso trasladarse a América. Yo lo excuso; no creo que un hombre como él pueda hacer ya cosa de interés sin estar en el medio que lo nutría. Y ahora España es más negra que nunca, lo cual le favorecerá, porque le dará más datos macabros y retorcidos».

Romero de Torres: «El más repugnante amanerado, porque su amaneramiento era mecánico. Queriendo pintar a lo Vinci no pasó de un Divino Morales, relamido y seboso». Los Zubiaurre: «Son ramas del tronco zuloaguesco, pero con otro espíritu y otros medios».

Vázquez Díaz: «Un caso dramático, un andaluz que quiso hablar francés y tan pronto le hablaba a uno de tú como de usted. Un gran dibujante y un pintor de finas armonías, pero vacío, por no saber a qué carta quedarse. Su realidad quería romper con el zuloaguismo. Su drama se lo dio la época. Fue el eslabón entre ese ‘ismo’ y lo realmente nuevo».

Natalia Cossío de Jiménez es autora de El Greco (The Dolphin, Oxford, 1945) que es un interesante estudio sobre el genial cretense.

La primera obra publicada en México por Ceferino Palencia fue un estudio biográfico-crítico de Picasso. En ella se ocupa de las distintas épocas de evolución de su estilo: Catalana, azul, rosa, cubista, neoclásica y sintético-simbolista. En la parte biográfica, Palencia entreteje hábilmente la descripción de los diferentes medios en que se movió Picasso -centrando sus observaciones en torno a los de Barcelona y París- y la de los sesgos con los que el artista fue abandonando sus diversas maneras de hacer a lo largo del tiempo. Un libro de la extensión y de tan copiosa cantidad de observaciones de orden técnico, como lo es el Picasso, es imposible de condensar en una reseña obligadamente breve. Por ello me limito a subrayar un rasgo en la actitud crítica de su autor: el de la comprensión. Pero, entiéndase bien, no el de la actitud comprensiva del crítico frente al artista, por Ceferino Palencia es un picassiano convencido, sino el de la comprensión de la incomprensión del hombre medio frente a   —149→   formas para él ininteligibles del arte de avanzada. Palencia no se revuelve airado contra los infelices incomprensivos. Se limita a achacar su incomprensión a pereza mental -quiero creer que la frase no sea un amable eufemismo que encubra apreciación menos lisonjera- y termina la biografía del genial malagueño con estas palabras referentes a los precursores: «no les queda otra esperanza que recluirse en sus anticipaciones y confiados en el propio futuro, esperar el día de su resurrección para pervivir luego eternamente en ‘olor de multitud’».

Rafael Alberti reunió en un libro titulado A la pintura, poema del color y la línea (Ed. Losada, Buenos Aires) una serie de composiciones breves dedicadas a los pintores más famosos de todos los tiempos y a los elementos básicos del arte plástico: línea, color, perspectiva, claroscuro, sombra, etc. El autor ha sabido aunar en ellos la visión poética y la actitud crítica, en conjunción muy feliz. A continuación transcribo dos de los poemas del libro:




Velázquez


   Se apareció la vida una mañana
y le suplicó:
      -Píntame, retrátame
como soy realmente o como tú
quisieras realmente que yo fuese.
Mírame, aquí, modelo sometido,
sobre un punto, esperando que me fijes.
Soy un espejo en busca de otro espejo.

   Mediodía sereno,
descansado
de la Pintura. Pleno
presente Mediodía, sin pasado.
Te veo en mis mañanas madrileñas
cuando decía: Voy al Pardo, voy
a las Casa de Campo, al Manzanares...
y entraba en el Museo.
—150→

    ...y entraba por la puerta de tus cuadros
al encinar, al monte, al cielo, al río,
con ecos de ladridos, de disparos
y fugitivas ciervas diluidas
en el pintado azul del Guadarrama.

   Conocía los troncos y las hojas,
la herradura en la tierra,
la huella del lebrel
y hasta esas briznas
que en las sombras no son más que el alivio
del pincel que al pasar las acaricia.

    La majestad del cielo
sobre la melancólica
majestad de la encina que guarece
la tristeza cansada de un retrato.

   Y también conocía
aquel azul a quien le preguntaba:
-¿Qué es ese azul que apenas
si es montaña, si es nieve, si es azul?

    Y su respuesta:
-Soy, pero teniendo
por pincelada y por color el aire.
La pintura en tu mano se serena
y el color y la línea se revisten
de hermosura, de aire y «luz no usada».
—151→

   Yo me entré -soy el aire- en el cuadrado
abierto de las telas, en los regios
salones, en las cámaras umbrías,
y allí envolví los muebles, las figuras,
revistiéndolo todo, rodeándolo
de ese vívido hálito que hoy
hacer decir:
      -Mojaba su tranquilo
pincel en una atmósfera oreada.

    Dice el pincel:
      -Como también soy río,
lo envuelvo todo a veces
en un vaho de plata.

   La tenue rosa y gris argentería.

   En tu mano un cincel
pincel se hubiera vuelto.
Pincel, sólo pincel,
pájaro suelto.

   De las profundidades vaporosas
surjo denso vapor.
humana forma aérea condensada.

   Dice el borracho:
       -Tengo
noble cara de príncipe y borracho,
de príncipe borracho o de beodo
que fuera rey y borracho a un mismo tiempo.
—152→

   Y el tono:
      -Me retratan
como a S. M. o al Conde Duque.
Soy D. Bobo Felipe de Coria y Olivares.

    ¿Quién el más noble príncipe? El que alza
el arma cazadora entre sus guantes
o el perro que a sus pies mira tranquilo?

   Sangre azul en los perros de Velázquez.

   Habla un alano:
      -Hubiera yo -¿no veis?-
tan bien pintado, dirigido el reino.

    Y un lebrel:
      -Sí, llamadme
S. M. Felipe Lebrel IV.

   Mas también los caballos le podrían
disputar a los perros la corona.

   Hago sonar los niños como rubias
campanas repicadas de colores.
—153→

   La Gracia se vistió, la austera Gracia
pero de pronto se miró desnuda
Venus tranquila al fondo de un espejo.

   Serio color fluido sin ofensa,
Severidad, mar calma, sin ataque.

   Los negros como túmulos,
los trajes negros como monumentos.

   La Distinción le dijo ante la lámina
rigurosa y exacta de un espejo:
      -Tengo un nombre. Me llamo...
Y el pintor retrató su propia imagen.

   Nunca la línea se sintió más ágil
y menos responsable del contorno.

   Soy el volumen que me da la mano
que modela el color y no la arcilla.

   Soy en la tela un soplo,
el paso detenido de un momento.
—154→

   Y en la historia del tiempo,
el ligerísimo roce fugaz de una ala perdurable.

   Más vida, sí, más vida,
y tu pintura,
pintor, de haber vivido,
más que real pintura hubiera sido
pintura sugerida,
leve mancha, albo cuerpo diluido






A la sombra


    A ti, tenue, difusa, desvelada,
penumbra del color que te aposenta,
tenebrosa en el rayo que violenta
hasta el horror tu noche ilimitada.

   A ti, más dura cuanto más cortada,
más envolvente cuanto más cruenta;
si dentro de tu ser espada lenta,
tendida al sol, vertiginosa espada.

   A ti, injerta en el cuerpo que te ciñe,
tinta del tono que de ti se tiñe,
fin de la luz, estatua de negrura.

   Tu demencia es una alba de relieve
azul, verde, amarillo, carmín, nieve,
a ti, claro Luzbel de la Pintura.



  —155→  

Escultura

Entre los escultores emigrados llegados a México figuraron José María Giménez Botey que es tan excelente pintor como escultor. Las creaciones de este artista pueden ser clasificadas como del género abstracto, con un notable dominio en el manejo de los volúmenes. De la escultura de Francisco Albert creo que puede decirse que es realista y de completo sometimiento al modelo. Ceferino Colina es escultor con tendencia al barroco, de rica y ampulosa decoratividad: tritones, ninfas; domina la estatuaria monumental. Víctor Trapote sobresale en la escultura ornamental. Alfredo Just es escultor de creación decorativa y aplicación arquitectural. A él se deben las esculturas taurinas que coronan la Plaza de Toros México, más logradas, desde luego, las de los toros que las de los toreros. M. Cañas es un buen dibujante, escultor naturalista, a la manera de Blay. Deogracias Civit y Ripoll y Tarrac, figuran también entre los escultores que trabajaron y expusieron en México. Victorio Macho, que se cuenta entre los emigrados que optaron por volver a España, durante su estancia en América se dedicó preferentemente a la estatuaria monumental. Compostela, a quien los que lo conocen describen como hombre de original personalidad, reside en Santo Domingo, dedicado a sus trabajos de tallista de animales humanizados, llenos de gracia. Enrique Moret ha sido laureado en La Habana por sus creaciones escultóricas a las que el tratamiento atrevido de los volúmenes presta gran fuerza. Arturo Serrano Plaja es el autor de Escultura española. Al comentar este libro Aubrey F. G. Bell señala la escasez de obras acerca de la escultura española -no menciona las admirables de Ricardo de Orueta sobre la escultura religiosa en España- debido a que quizá se la consideró como la ancilla mínima de la arquitectura. El primer gran nombre que aparece en el libro de Serrano Plaja es el de Mestre Mateo, en el siglo XII. Señala A. F. G. Bell que todo enriquecimiento del pequeño acervo de obras españolas sobre escultura tiene que ser bien recibido, aun cuando este breve libro termina en el siglo XVIII, dejando fuera la obra de Mariano   —156→   Benlliure, Julio Antonio y otros escultores españoles y añade que si bien Serrano Plaja pasa rápidamente sobre la obra de los escultores extranjeros en España, hace justicia a la de Joigny, que en España se convirtió en Juan de Juni. Berruguete, Martínez Montañés y Gregorio Hernández, son otras de las figuras estudiadas. La crítica es ágil e interesante.

Arquitectura

Fueron bastantes los arquitectos exilados. Entre los llegados a México figuró Jaime Ros y Boch que se distinguió, siendo premiado en diferentes ocasiones, por sus trabajos en torno al problema de la habitación popular. Es el creador de siete tipos de casas multifamiliares con utilísimas innovaciones técnicas. Estas casas son susceptibles de modificaciones mediante las cuales se logran en ellas muchos distintos aspectos, lo que aleja el inconveniente de la monotonía, propio de las construcciones en serie.

El arquitecto F. Candela destacó mucho en la proyección y construcciones de iglesias -era axiomáticamente aceptado por las gentes de orden de todos los continentes, que los refugiados españoles no sabíamos más que quemarlas; muchas gracias, señor Candela, por quitarnos de encima el sambenito- caracterizadas por una atrevida estilización y técnicamente muy audaces, dado lo ligero de las extensas estructuras de estos templos que, de hecho, tienen la fuerza que les presta un sabio cálculo de resistencias, en el que Candela es maestro. Las realizaciones de Candela no quedaron limitadas al campo de la arquitectura religiosa. Sus originales procedimientos técnicos tuvieron expresión en construcciones de índole muy diversa.

Martín Domínguez dio un fuerte impulso innovador a la construcción en La Habana, con obras de inteligente concepción, bellas conforme a los criterios estéticos de la arquitectura actual, muy funcionales, como se dice ahora, pero que a juicio de algunos han venido a desfigurar el tradicional perfil urbanístico de la capital de Cuba.

Bernardo Giner de los Ríos actuó como asesor técnico en empresas   —157→   dedicadas a construcciones, proyectó y decoró con magnífico gusto el teatro El Caballito, colaboró en revistas acerca de temas urbanísticos y publicó una obra sobre las realizaciones de la República española en materia de construcción de grupos escolares en Madrid, algunos de los cuales fueron proyectados por él.

José de Recasens y Tuscet, arquitecto, además de pintor surrealista, es catedrático de historia del arte de la Universidad Nacional de Colombia. De él ha dicho un escritor colombiano: «Si hubiera nacido pintor habría sido discípulo de Mondrián; si poeta, de André Bretón; si músico, habría sido el Alban Berg de Cataluña».

Roberto F. Balbuena y Arturo Sáenz de la Calzada, se distinguieron también en México, como proyectistas de obras de gran acierto dentro de las modernas tendencias de la arquitectura.

Andrés Fernández Comas se distinguió como constructor de obras para el Estado chileno, especializándose en la edificación de grandes grupos de viviendas económicas, subvencionadas por instituciones oficiales, tales como la Caja de la habitación popular, Caja de previsión de empleados públicos y periodistas, Fundación de viviendas de emergencia y Previsión de empleados particulares. Las casas construidas por Comas pasan ya de veinte mil, teniendo actualmente otras cuatro mil más en proceso de construcción. El arquitecto Ortiz intervino, en unión de otro compañero español exilado, como él, en el planeamiento del ensanche de la ciudad de Caracas, una de las más ambiciosas y grandiosas empresas urbanísticas realizadas en el mundo, últimamente.



 
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ArribaAbajoMúsica

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A América llegaron exilados o emigrados compositores, ejecutantes, críticos e historiadores de la música. Entre los primeros se contó Manuel de Falla; entre los segundos figura Pablo Casals, doblemente representativo en su calidad de genial intérprete y de personificación de los sentimientos de libertad y de justicia que ha sabido mantener en alto en el voluntario exilio en que se halla.

Entre los compositores exilados figuraron, además de Falla, Rodolfo Halffter, Jesús Bal y Gay, Gustavo Pittaluga, Bacarisse, Julián Bautista, Roberto Gerhard y Manuel Lazareno.

Halffter escribió en el exilio: Homenaje a Machado, Suite o Sonata en cuatro tiempos para piano, Concierto para violín y orquesta, Don Lindo de Almería y La madrugada del panadero, ballets, Once Bagate las para piano y otras composiciones de diversa índole para orquesta, piano y violín. Hasta hace poco, en que desvió hacia el dodecafonismo, las composiciones de Rodol Halffter se distinguían por la concisión formal y un matiz neoclásico con apoyo en una segura técnica en cuanto a orquestación y armonía. A propósito del dodecafonismo que ahora cultiva Halffter, resumo a continuación algunas expresiones suyas en una entrevista. Al preguntársele si el dodecafonismo no es el refugio de todos aquellos que no tienen nada que expresar musicalmente, Halffter replicó: «Claro que sí. Hay ese peligro; yo no quiero decir que no se expresen ideas musicales. Es lo que hace Bach en sus fugas. Pero, ¿me puede usted decir en qué estado de   —160→   ánimo se hallaba Bach cuando compuso tal o cual fuga? Me refiero simplemente a la expresividad de estados anímicos o de imágenes exteriores, al estilo de Schumann, Brahms o Debussy. En principio, voy contra la idea de que la música tenga que expresar tal o cual cosa. Es como en Guillermo Tell, de Rossini, del cual se emplea, para fondo de películas de carreras caballísticas la parte que representa, en la obra rossiniana, la inquietud interna, terrible, del héroe cuando tiene que disparar contra su propio hijo. La música dodecafónica tiene a Bach como modelo en cuanto que es el primero que lleva a su gran desarrollo el arte de la variación. El dodecafonismo no es rompimiento con lo tradicional, sino resultado de lo tradicional. Claro que no toda la música dodecafonista es buena, como tampoco lo es toda la música tonal».

Entre las obras de Bacarisse de que tengo noticia, figura. Medea, gran cantata, con texto de Bergamín.

Jesús Bal y Gay es autor de Serenata para orquesta de cuerda. Tres piezas para orquesta. Oda a don Quijote, con ocasión del centenario de Cervantes. Concerto Grosso para cuarteto de cuerda y orquesta, en homenaje a J. S. Bach, en el año de su centenario. Cuatro piezas para canto y piano. Divertimiento, para cuarteto de alientos. Tres hojas de álbum para piano. Homenaje al maestro Carlos Chávez, con motivo de sus cincuenta años. Fantasía, para dos violas y violoncello. Homenaje a Lope de Vega, para coro de niños. Tres piezas sobre poesía de Lope de Vega. Sonata, para clarinete y piano. El leñador, con poesía de R. Alberti, para coro infantil.

María Teresa Prieto compuso en México cuatro sinfonías: Asturiana, Breve, Danza Prima y Cantábile, dirigidas, entre otros maestros, por Carlos Chávez y Kleiber, y Chichén-Itzá, poema sinfónico. Próximamente estrenará un ballet: El palo volador. Su cuarteo N.º 1 fue estrenado por el famoso Cuarteto Lener. María Teresa Prieto ha sido la triunfadora en el Concurso convocado por la Sociedad de Música de Cámara de Madrid para la concesión de los Premios Samuel Ros, obteniendo el primer premio su Cuarteto modal. Toda la obra de María Teresa ha obtenido   —161→   un gran éxito de crítica y una calurosa acogida por parte del público. Denota un gran dominio de los recursos orquestales, sobriedad formal con tendencia clásica y viva inspiración.

Gustavo Pittaluga compuso La romería de los cornudos, ballet, y desarrolló gran actividad como director de orquesta en distintos países de América y Europa.

Roberto Gerhard estrenó en Londres con considerable éxito dos ballets: Don Quijote y Pandora, además de La dueña, una opereta. Fue también el organizador de programas radiofónicos en la BBC, en los que figuraron composiciones suyas y de músicos españoles contemporáneos.

Manuel Lazareno organizó en Londres el Coro artístico de niñas y niños vascos, conjunto que obtuvo éxitos extraordinarios en todas sus presentaciones ante los públicos más diversos. Lazareno ilustró varias obras radiofónicas de Ángel Ara -actualmente exilado en Venezuela-, entre ellos Cristóbal Colón y Don Quijote. Es autor de varias sinfonías que fueron radiadas por la BBC y de un ballet representado por el famoso Sadler’s Wells Ballet, de Londres, con mucho éxito.

Tapia Colman, distinguido violinista, es autor de varias, suites orquestales en las que se percibe el acento de lo típico español, más en la línea de Sarasate, que en la de Albéniz o Manuel de Falla. En todas sus composiciones vibra siempre, más o menos destacada, la nota de lo popular.

Entre los ejecutantes, aparte la inmensa figura de Casals, figuraron, que yo recuerde, el violinista Dopico y los pianistas Alejandro Vilalta y Rosita Bal y Gay.

Un bello y cálido sonido, una excelente técnica y una clara comprensión del espíritu de las obras que interpreta, son las características de Dopico, un artista equilibrado, concienzudo; de los que no se permiten arbitrariedades y efectismos. Alejandro Vilalta, excelente pianista catalán, nos ofreció versiones brillantes de la obra de Albéniz, Falla, Turina y Granados. Su técnica y su gran sensibilidad se ponen de manifiesto asimismo en la   —162→   interpretación de obras del repertorio pianístico clásico o moderno, no español.

Rosita Bal y Gay se distingue como pianista por su fina musicalidad, equilibrado y seguro mecanismo y una bella sonoridad. Estas dotes las pone Rosita Bal, desde hace bastantes años, al servicio de su actividad docente como maestra de piano.

García Renart que llegó a México siendo un niño, inició aquí sus estudios de violoncello bajo la dirección del maestro Hartman, violoncellista del famoso Cuarteto Lener y los prosigue actualmente bajo la dirección de Pablo Casals. Este joven artista, parece destinado a continuar la que ya va siendo ilustre tradición de la escuela violoncellística española, encabezada por el inigualable maestro, y firme y brillantemente sostenida por Cassadó.

Como conjunto musical hay que mencionar a la Banda de Madrid, simpática agrupación de excelentes instrumentistas integrada por unos treinta músicos, que se formó casi inmediatamente de la llegada de los refugiados a México y que actuó con gran éxito durante algunos años alcanzando una gran popularidad. La Banda de Madrid, la dirigió el maestro Oropesa, autor, entre otras obras, de los pasodobles La Chiclanera y Morena, dignos de figurar al lado de las composiciones mejor logradas de este género en cualquier tiempo.

Los catalanes reanudaron en México la tradición de su Orfeón, fundando el Orfeó Catalá de México, dirigido por el maestro Enrique Jimeno. Rico de voces, bien conjuntado, el Orfeó Català cuenta en su repertorio, desde fundamentales obras de Bach y Haendel, hasta las canciones del rico folklore catalán.

Llegamos ahora a la otra gran figura -al lado de las de Falla y Casals- musical de la emigración. Me refiero a Adolfo Sala. La obra de Salazar es de dimensiones monumentales y ha alcanzado una resonancia y una autoridad que desbordan los límites del área cultural de habla española, para afirmarse con caracteres de internacionalidad. Salazar, notable caso de autodidacta, supo hacerse, al lado de la musical, una vasta cultura fundamentalmente literaria. Salazar merece ser llamado el intelectual heroico, con un heroísmo sin desfallecimiento que lo siguió   —163→   animando aun en los linderos de la vejez, cuando marcó a su prodigiosa capacidad de trabajo metas tan ambiciosas como las que representan sus obras Música en la sociedad europea (El Colegio de México, 1943) y Teoría y práctica de la música a través de la historia (Colegio de México, 1955). La primera de estas obras consta de cuatro tomos; la segunda está trazada para ser desarrollada en cuatro o cinco, de los cuales dos se han publicado ya: uno es La música en la cultura griega, obra sin precedentes en la historia de la música, pues acerca de un tema sobre el cual sólo se habían hecho hasta ahora monografías breves sobre puntos concretos, y ensayos de carácter parcial, escribe Salazar una obra que abarca desde los más remotos orígenes de la música en Grecia, música de sentido mágico, ritual, religioso y social, hasta los últimos desarrollos alcanzados por ella en el campo de la técnica y en el instrumental, en el apogeo de la cultura griega. El segundo tomo de esta obra es La música en la Edad Media. La música en la sociedad europea en cuatro volúmenes, es obra de impresionante erudición y de agudo sentido crítico, y comprende desde los primeros tiempos cristianos hasta el final del siglo XIX.

Salazar nunca considera la música como manifestación artística aislada, sino en relación con las demás expresiones de la cultura y como una proyección -al lado de otras- del espíritu y de la sensibilidad de cada pueblo y cada época, expresadas a través del arte musical. El juicio crítico de Salazar no es el del erudito confinado en el limitado campo de su especialidad, sino el más comprehensivo de quien percibe la profunda unidad de las distintas manifestaciones culturales. Antes de abordar el estudio crítico e histórico de la música en cualquier época y país, Salazar iba pertrechado de un saber acerca de la contextura social de aquellos, del espíritu de sus creaciones literarias y hasta de las tendencias de su filosofía. Esto se pone de relieve en todas sus obras. En la introducción a La música moderna -Las corrientes directrices en el arte musical contemporáneo- (Buenos Aires, 1944, traducción inglesa, 1948), escribe Salazar: «Las formas externas del estilo son símbolos usados por el artista para   —164→   expresar, dentro del campo de cada arte, el modo de vida de la época -su época- y, en tanto que cada motivo estilístico carece de significación considerado aisladamente, la suma total posee una elocuencia convincente. Nos damos cuenta más claramente de esto cuando el período del cual nos ocupamos no sea demasiado remoto, como por ejemplo, los períodos románticos y barroco. Así podemos percibir que la profusa ornamentación de la frágil música de Couperin para clavecín, refleja los trajes y las maneras de la aristocracia de la corte de Luis XIV, en tanto que la teatralidad del barroco, visible por igual en iglesias, palacios, jardines y escenarios de ópera y ballet, inspira a los modelos el deseo de convertirse en actores imperiales en sus teatros privados».

En la Síntesis de la Historia de la música (Pleamar, Buenos Aires, 1945), leemos: «El arte que recoge en cada momento social los matices más delicados de la sensibilidad ambiente y que tan estrechamente depende de los medios en que se desenvuelve la vida social, es como un reflejo fiel de ella. La música es como un cohesor donde se concentran las fuerzas intelectuales y las artísticas de la época; en cierto modo también las sociales, por lo menos las que afectan directamente a los modos de vida de la sociedad en ese momento: al carácter, al estilo, al tono o color de sus reacciones ante los variados aspectos de la belleza».

Un pensamiento aflora bastante a menudo en la obra de Salazar: el de la crisis del arte musical, cosa que estima natural, pues: «en un mundo en crisis es natural que los valores morales y espirituales lo estén también como consecuencia». Salazar señala cómo en la música moderna se observa un proceso de disolución de la forma, de la armonía y de la tonalidad y reacciona frente a este hecho negativamente, pues cree que cabe hacer mucho todavía en el campo del sistema armónico natural.

En Conceptos fundamentales de la música, dice Salazar: «La música actual es comprensible tan sólo en la medida que el espíritu que la reciba es capaz de relacionarla con lo que esta música sería si fuese normal. Pero lo terrible es esto: que en la música -y en tantas cosas más- las mismas fuerzas que llevaron   —165→   este arte a su esplendor, sean también las fuerzas que le lleven a su disolución y que, en definitiva, la música -como tantas otras cosas- no sea más que una explosión magnífica que destruye su propia creación».

Las siguientes son las obras publicadas por Adolfo Salazar en el exilio: Música y sociedad en el siglo XX -México, 1939-, Las grandes estructuras de la música -México, 1940-, Los grandes períodos de la Historia de la música -México, 1941-, Introducción a la música actual -México, 1942-, La música en la sociedad europea (cuatro volúmenes) -El Colegio de México, 1943-, La música moderna -Buenos Aires, 1945-, traducción inglesa con dos ediciones -New York, 1946-1948, Londres, 1949-, Síntesis de la Historia de la música -Buenos Aires, 1945-, La danza y el ballet -México, 1949-, Teoría y práctica de la música a través de la historia -publicado un tomo correspondiente a Grecia; actualmente en impresión el de la Edad Media-, Conceptos fundamentales de la Historia de la música -Madrid, 1954-, La música en España -Buenos Aires, 1953- también dejó varias obras inéditas.

Jesús Bal y Gay, además de su labor como compositor, realizó interesantes trabajos en relación con la música. Uno de ellos fue la selección y transcripción de romances y villancicos, tomados de vihuelistas del siglo XVI, precedidos de una introducción, transcripción que se publicó bajo el título de Romances y villancicos españoles del siglo XVI -Ed. Casa de España. La transcripción de esta música que Bal y Gay considera viva, no fosilizada, está llevada a cabo con fidelidad y sentido pianístico. Señala Bal y Gay que algo de esta música fue utilizada por Falla para su concierto para clavecín. Bal y Gay hizo asimismo una transcripción en notación moderna del Cancionero de Upsala, con canciones y villancicos del siglo XVI, del que el único ejemplar se conserva en la Universidad de Upsala, Noruega. Este trabajo es considerado por su autor, no como de erudición sino como de exhumación de una música que puede quedar incorporada a la corriente viva de la música con fuerza expresiva. La obra fue editada por el Colegio de México. Algunas de las canciones   —166→   y villancicos del Cancionero figuran en el repertorio del notable coro de madrigalistas de México, dirigido por el distinguido músico mexicano Luis Sandi y en el del coro del Conservatorio. Bal y Gay inició también la importante tarea de transcripción de la música polifónica de un antiguo códice que se encuentra en el Convento del Carmen, en San Ángel. El Volumen I apareció en 1953 y contiene misas y motetes. Aparte de estos trabajos, Bal y Gay actuó como crítico musical del periódico El Universal durante unos diez años; fue miembro fundador de las Ediciones mexicanas de música y de una revista, Nuestra música. Otto Mayer Serra es autor de Panorama de la música mexicana.

Eduardo Martínez Torner publicó en Londres un Cancionero musical español que fue adoptado por muchas escuelas inglesas.

El cante jondo y el baile flamenco fueron objeto de estudio por parte de dos exilados. Domingo Samperio trató la cuestión desde el punto de vista técnico-histórico; Clemente Cimorra desde el histórico-literario. Samperio dio una serie de conferencias sobre el tema en el Ateneo Español de México, ilustrándolas con numerosos ejemplos cuidadosamente seleccionados. Entre las interesantes conclusiones a las que llega Samperio en relación con los orígenes y la significación del cante jondo figuran las siguientes: el cante jondo no es de procedencia árabe, como algunos investigadores arabistas pretenden; tampoco es derivación de los cantos sinagogales, como sostienen otros, judíos, claro está. El cante jondo tiene una maternidad difusa; es la rama española de un común tronco oriental y predominantemente mediterráneo. Cada uno de los pueblos de tal localización geográfica fue moldeando, conforme a su peculiar temperamento, los elementos formales básicos de esta música que en todos los casos se caracteriza por una gran fuerza expresiva y una gran pasión y hondura de sentimiento, que justifica que al cante se le califique de jondo -hondo. Samperio se inclina a atribuir este origen al vocablo jondo, desechando por inverosímiles o muy problemáticas otras pretendidas procedencias del mismo. Resumiendo: el cante jondo no es de específica ascendencia árabe ni judía, sino -dicho   —167→   en términos de acta de nacimiento- hijo de padre mediterráneo oriental y de madre española. Sus padrinos, según Samperio, fueron el hombre y la mujer andaluces, que en la pila echaron un poco de sal de su tierra, y lo fueron después animando con fuertes, con apasionados sentimientos. Para Samperio las manifestaciones más altas y puras del cante jondo son al folklore universal lo que una fuga de Bach o un cuarteto de Beethoven a la creación musical.

Clemente Cimorra, en su libro Los gitanos (Ed. Atlántida, Buenos Aires, 1944) dedica dos capítulos al cante jondo y al baile flamenco. Del primero, y concretamente de la seguiriya o seguidilla, escribe: «Su entrada es el garganteo de lo imponderable, que nos repliega en nosotros mismos y nos asoma a las centurias de una raza misteriosa. Viene luego el gran grito; el ¡ay! entero, como lanza e impulso, el quejido inmenso que arranca, para los verdaderos gustadores, de las fibras. Algo como el grito que detuvo a los caballos desmelenados de la noche, que sobresaltó las venas de los arroyos entre las matas, que tiró con fuerza -podría decirse- de los zarzales para ensangrentar el recuerdo». Y con el mismo encendido lirismo continúa este asturiano flamenco escribiendo de los martinetes, soleares, deblas, cañas, polos, tonás y playeras y del garrotín, las bulerías, las alegrías, el tango y el fandango.



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ArribaAbajoLa creación literaria

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Llegamos ahora al campo de la creación literaria. Sin la pretensión de atribuirle una significación precisa, me parece que es digno de atención el hecho del carácter dominante en la obra de los tres núcleos principales de escritores en el exilio: el castellano-andaluz, el catalán y el vasco. En los castellano-andaluces predominó la actitud crítica frente a la realidad española. En los catalanes las notas que prevalecieron fueron la lírica y la de evocación nostálgica. De lo primero son ejemplos máximos José Carner y Agustí Bartra. De lo segundo es testimonio toda la producción literaria de los catalanes exiladas. En los vascos se advierte la completa ausencia de obras de imaginación y predominio absoluto de la interpretación histórico-política, encaminada a subrayar lo diferencial y privativo vasco y el antiguo arranque de una constitución política y unas libertades suprimidas por la tendencia centralizadora y unitaria del estado español. No sería justo dejar en el olvido al grupo, no tan numeroso como los anteriores, de los autores gallegos, presididos por Alfonso Castelao y del que es figura destacada Emilio González López, además, naturalmente, de Salvador de Madariaga, el gallego universal. La atención de casi todos los autores de este grupo se proyectó hacia los diversos aspectos: histórico, literario, social y político de su tierra. Se derrumba la visión comúnmente aceptada del catalán como personificación del homo faber, reiteradamente contradicha a lo largo de la historia literaria catalana, por el surgir en todas sus épocas de creaciones poéticas de alto   —170→   y épico aliento y contradicha una vez más ahora por los catalanes exilados, algunas de cuyas obras más importantes son ejemplos típicos de gratuidad literaria. Me limito simplemente a señalar estos hechos por considerarlos interesantes y dignos de quedar registrados en esta Crónica.

Los poetas

La profusa floración poética española, principalmente desde el segundo cuarto de siglo para acá, contrasta marcadamente con la producción mucho menos copiosa en otros campos de la creación literaria, como por ejemplo, la novela. Ese mismo contraste se dio en la emigración. De ella formaron parte puede decirse que todos los poetas mayores de España: Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, León Felipe, Juan José Domenchina, Emilio Prados, Pedro Garfias, José Moreno Villa, Juan Rejano, Luis Cernuda, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Ernestina de Champourcin, Juan Larrea, Manuel Altolaguirre y de los catalanes José Carner y Agustí Bartra.

En la imposibilidad de acercarme a la obra de los poetas exilados en actitud crítica e interpretativa, he creído que podía ser una salida la de considerar tan sólo un aspecto de su creación. Y por ser poetas exilados me decidí a seleccionar, de algunos, composiciones en las que expresan el sentimiento de su nostalgia de España, sentimiento de los que mejor se prestan, indudablemente, a la expresión lírica. Sin que el orden implique intento de valoración voy a comenzar por León Felipe, entre otras cosas porque en su obra late, puede decirse que en casi todo momento, no simplemente la nostalgia, sino un dramático sentimiento de España. Además, porque al penetrar en el terreno, para mí inseguro, de la poesía, prefiero hacerlo por veredas en las que sienta el suelo debajo de los pies. Me da un poco de miedo la poesía definida así por Domenchina:


Poesía que está en cada palabra porque sí
y porque... con razón ya no estaría.



  —171→  

Y aunque no demasiado cartesiano, León Felipe me tranquiliza, aunque parezca extraño, y da seguridades cuando escribe:


La poesía llega con su apostura fría,
cínica
inmisericorde...
como un soldado terrible,
como un sayón,
como el sargento encargado del cacheo y del deshaucio.



Te he llamado, dice León Felipe a la poesía:


Para que luego de oírme
registres esta cueva,
abras las ventanas,
derribes las puertas,
barras las tinieblas,
quemes mis entrañas...
y dejes entrar de nuevo en esta casa subterránea,
en este cuerpo funeral...
la Alegría y la Belleza resurrectas,
como un río de luz sin presas y sin freno.



La poesía de León Felipe -la que escribió en el destierro- es de tono tremebundo.


Para que grite conmigo busco yo al hombre y le digo:
la Poesía es un canto en la sombra, canta conmigo;
la Poesía es un grito en la sombra, grita conmigo;
canta, canta y grita... ¡grita!
porque Dios está sordo y todos se han dormido allá arriba.



Estos versos figuran en el libro Ganarás la luz, subtitulado Biografía, poesía y destino, que José Moreno Villa calificó de «libro raro, lírico, autobiográfico» y en el que con gran arranque   —172→   lírico, efectivamente, se tocan los temas eternos: Dios, el dolor del mundo, la muerte. Un Dios al que hay que arrancar la luz, la Esclava. La luz que libere de la angustia, del dolor, de la mentira, de la sombra «donde el hombre ciego se revuelve y grita».


¿Quién,
quién quiere apagar mi canto,
mi canto de música y de piedra -alarido y guijarro?
¿No puedo golpear ahora con él,
ahora, ahora mismo en la puerta de la injusticia y del tirano,
en el pórtico del silencio y las tinieblas?
¿No puedo golpear ahora con él
en el claustro callado del cielo,
en el pecho mismo de Dios...
para pedir una rebanada de luz?



El poeta es el único que puede encender en esta luz su antorcha, pero «no aquel que juega habilidosamente con las pequeñas metáforas verbales, sino aquel a quien su genio prometeico despierto lo lleva a originar las grandes metáforas sociales, humanas, históricas, siderales...». De la muerte dice León Felipe:



Y ahora pregunto aquí: ¿quién es el último que habla,
el sepulturero o el poeta?
¿He aprendido a decir: Belleza, Luz, Amor y Dios
para que me tapen la boca cuando muera,
con una paletada de tierra?
No.
He venido y estoy aquí,
me iré y volveré mil veces en el Viento
para crear mi gloria con mi llanto.

¡Eh, muerte!... ¡escucha!
Yo soy el último que hablo:
el miedo y la ceguera de los hombres
—173→
han llenado de viento tu cráneo,
han henchido de orgullo tus huesos
y hasta el trono de un Dios te han levantado.

Y eres necia y altiva
como un dictador totalitario.

Tiraste un día una gran línea negra
sobre el globo terráqueo;
te atrincheraste en los sepulcros y dijiste:
Yo soy el límite de todo lo creado.

¡¡Atrás!!
¡¡Atrás, seres humanos!!
Y no eres más que un segador,
un esforzado segador... un buen criado.

Tu guadaña no es un cetro
sino una herramienta de trabajo.

En el gran ciclo,
en el engranaje solar y planetario,
tú eres el que corta la espiga,
y yo, ahora... el grano,
el grano de la espiga que cae
bajo tu esfuerzo necesario.
Necesario... no para tu orgullo
sino para ver cómo logramos
entre todos
un pan dorado y blanco.

Desde tu filo iré al molino.
En el molino me molerán las piedras de basalto,
como dos perros a un mendigo
hasta quitarme los harapos.
Perderé la piel, la forma,
y la memoria de todo mi pasado.
—174→

Desde el molino iré a la artesa.
En la artesa me amasarán, sudando,
y sin piedad
unos robustos brazos.

Y un día
escribirán en los libros sagrados:
el segundo hombre fue de masa cruda
como el primero fue de barro.
Luego entraré en el horno... en el infierno.
Del fuego saldré hecho ya pan blanco
y habrá pan para todos.

Podréis partir y repartir mi cuerpo en miles
y millones de pedazos;
podréis hacer entonces con el hombre
una hostia blanquísima... el pan ázimo.
Donde el Cristo se albergue.

Y otro día dirán en los libros sagrados:
El primer hombre fue de barro,
el segundo de masa cruda
y el tercero de pan y luz.
Será un sábado cuando se cumplan las grandes Escrituras...
Entre tanto, a trabajar con humildad y sin bravatas
Segador Esforzado.



La Luz, el Llanto, y el Viento son los tres espíritus animadores de la poesía de León Felipe; surgen en ella a cada instante, sobre todo el Viento.


   Porque el Viento es un exigente cosechero:
el que elige el trigo, la uva y el verso;
el que sella el buen pan,
el buen vino,
—175→
y el poema eterno...
Y al fin de cuentas, mi último antólogo fidedigno
será Él: el Viento,
el Viento que se lleva a la aventura
el discurso y la canción... ¡El Viento!
Antólogos... ¡el que decide es el Viento!



España es el tema de Español del éxodo y del llanto. «El hacha» es uno de los poemas que figuran en él. El poeta lo subtitula: «Elegía Española» y lo dedica:


«A los caballeros del Hacha,
a los cruzados del rencor y del polvo...
a todos los españoles del mundo».



El tono del poema es de una terrible desesperanza; he aquí unos cuantos de sus versos:



¡Oh esta mueca española,
esta mueca dramática y grotesca.
Llanto seco del polvo
y por el polvo...

por el polvo de todas las cosas acabadas de España,
por el polvo de todos los muertos.
Y de todas las ruinas de España...
por el polvo de una casta
perdida ya en la Historia para siempre!

En España no hay bandos,
en esta tierra no hay bandos,
en esta tierra maldita no hay bandos.
No hay más que una hacha amarilla
que ha afilado el rencor.
Una hacha que cae siempre,
siempre, siempre,
—176→
implacable y sin descanso
sobre cualquier humilde ligazón:
sobre dos plegarias que se funden
sobre dos herramientas que se enlazan
sobre dos manos que se estrechan.

España...
¿de qué otra tela nueva y extranjera
van a cortarte ahora un sayal?
¡Silencio!
No digáis otra vez
la Historia se repite,
la vida es vuelta y vuelta
la primavera torna
y España es siempre eterna y virginal.
La Historia se deshace.
Un día
el palo desgastado y carcomido
de la noria, se quiebra;
las ruedas ya no giran,
el agua ya no surte,
la mula vieja y ciega, se derrumba,
la negra pantomima
fratricida se acaba
y el polvo es el que ordena,
¡el polvo eterno y virginal!



Tomando en consideración las cualidades de la obra poética de León Felipe, he transcrito poemas o trozos de poemas que no guardan relación con el sentimiento de nostalgia al que aludí al comienzo de este capítulo. Pero a continuación se transcribe uno en el que resuenan con imperio las voces de la tierra y de la sangre, de su tierra y su sangre españolas.

  —177→  



Mi regreso


Cuando me pongo a pensar en este viaje largo que voy a emprender dentro de poco,
me lleno de una ruidosa alegría como cuando en España,
de niño, me llevaban de la cuenca de Santander a la meseta de Castilla.
Y a Castilla voy a ir ahora,
cuando me muera, antes que a ningún otro lugar...
porque allí está enterrada mi madre.
Cuando el hombre muere,
al cerrar ya su ciclo,
(uno de tantos anillos)...
vuelve siempre a la misma cámara obscura de donde salió,
al mismo agujero de la tierra,
al mismo alvéolo de la carne que le dio la luz.
Una sepultura no es más que una matriz,
y la tierra, la más grande de todas,
está hecha con las sepulturas de todas las madres muertas.
Las madres muertas viven siempre bajo la tierra con el mismo vientre que tuvieron.
Y el de Mi Madre... me aguarda allí ahora...
Allí...
en el cerro más levantado de Castilla.

A tus entrañas vuelvo, Madre.

Sin pasaporte voy... y sin carnet,
sin documentos ni bolsillos.
No toparé con aduanas ni fronteras
ni con banderas ni motores en el viento...
Los centinelas y porteros del tirano no me verán pasar.

Que ya no quiero más que esto:
volver a las primeras sombras de mi cueva materna,
—178→
al pozo profundo de mi huerto familiar
cuyas aguas antiguas tienen las mismas sustancias que mi sangre.



Juan José Domenchina fue quizá el poeta en cuya obra se traslució más la nostalgia: la de su propio yo vuelto impreciso y la de su medio habitual, abandonado, con su luz, sus cielos y sus días. Un hombre que no se siente, cuya voz «a sí propia no se alcanza»; una sombra «en cuyo mudo proferir se mira»:



Mis plantas, estas plantas de impreciso
pasos sin huella, errantes por el suelo...
Ayer anduve firme, y hoy no suelo
sentirme las pisadas cuando piso.

Anduve firme cuando Dios lo quiso.
En mi solar dejaba sin recelo
bien asentado el pie que -en vilo, en vuelo-
hoy va, entre dos azares, indeciso.
Triste levitación de exasperado
-y en revuelo pueril de ala partida-
que cruza por la tierra, desterrado,
tras su sombra, y sin huella, en una ardida
fuga de corto alcance alicortado,
sobre otra tierra ya, también perdida.



El poeta ya no vive más que para la evocación.


No tienes más presente que una ausencia
sin límites, nostalgia fervorosa
por donde vive tu supervivencia.



Nostalgia de los días y de las estaciones bien perfilados:


Tenías cuatro modos sucesivos
de sentirte vivir: cuatro estaciones.
—179→
Hoy, donde pones tu nostalgia,
pones días remotos de tu ayer, cautivos.
Días netos, cabales, exclusivos
de su estación, y copia de sazones
distintas: primavera a borbotones,
verano de minutos exhaustivos,
otoñada severa, invierno adusto...
Días inconciliables, con su justo
perfil, con sendas luces, con exacta
fisonomía propia... no estos días,
confusos, en confusas agonías,
de abstractas sombras y de luz abstracta.



En Exul Umbra, uno de los libros publicados por Juan José Domenchina en el exilio, y bajo el título de Evocaciones, figuran sonetos tan hermosos como este que le inspira Castilla:



Aquel aire cernido, transparente;
aquella luz filtrada, maravilla
que aquel sol acrisola, ni amarilla
ni azul: azul de oro exactamente...

Aquella lejanía inmensamente
llana, y sin una sombra, de Castilla,
donde hasta el ocre de la tierra brilla
limpio en el tiemblo de la luz caliente...

Aquel ir sin llegar, perpetuamente
por la llanura interminable, orilla
de aquel mar que es el cielo transparente...

Aquella luz... suspensa, ni amarilla
ni azul: azul de oro exactamente
entre las nubes blancas de Castilla.



O este otro en que evoca a Madrid:

  —180→  


¡Cómo me dueles y me sobresaltas
-en ti y sin ti- por próximo y distante;
cómo te llevo a mal traer, errante;
cómo mis brincos de ternura saltas;

cómo te siento aquí, porque me faltas,
y allí en tu estar y ser, tierra constante
-donde se llenan de tu luz radiante
los días, y las noches son tal altas!

Cómo comparte a solas mi hurañía
tus efusiones -comunicativo
señor de una algazara sin motivo.

Y cómo siento y sufro en tu porfía
de jubiloso decidor el vivo
dolor que nos esconde tu alegría.



Emilio Prados publicó en México, entre otras, la que algunos juzgan ser su obra más relevante: Jardín cerrado -Nostalgias, Sueños y Presencia. Juan Larrea dice en el prólogo de Jardín cerrado lo siguiente: «Podrá este Jardín cerrado llevar durante algún tiempo una vida confidencial y hasta ser desnaturalizado literariamente. Poco importa. Estamos en presencia de un libro orgánico que, por encima de las virtudes líricas que le adornan, constituye un fenómeno poético esencial. Estamos, por tanto, ante uno de esos raros libros que cuentan, no en los anaqueles de una literatura, sino en el horizonte de la experiencia humana creadora». Deste libro es el siguiente poema:

  —181→  



Nostalgias


I. Temor de abril


¡¡Luz!! -¿Tanta Luz y tan lenta
y tan dulce y constante
y tan fiel, en la tierra?

¡¡Sol!! -¿Tanto sol y no ciega
y no reduce al viento
y no agosta la hierba?

¡¡Flor!! -¿Tanto aroma y se entrega
tan generosamente,
sin premio, a la belleza?

De algo el tiempo se olvida
o de nada se entera,
o cauteloso y hábil
bajo este engaño acecha...

Prudentemente el agua
se oculta en la alameda
y corre y corre y corre
desconfiada y tierna:
avisando a la rosa,
despertando a la arena,
abrazándose al tronco
desmelenada, inquieta;
bajando a lo profundo
de la raíz, secreta,
para subir de nuevo
rápida mensajera,
a decir entre el musgo
y cantar en las piedras
—182→
y desmayar su angustia
sobre el remanso abierta,
y, gemir corre y corre,
avizora y señera,
los ojos sobre el cielo
y por tierra la lengua,
sin saber donde corre
ni por qué su carrera...

Mas, corre, corre y dice:
-Tanta luz y tan tierna
y tan dulce y constante
¿en esta primavera?

-¿Tanta flor, tanto aroma,
tanto amor en la tierra?
¿Tanto beso en el aire?
¿Tanta flecha en espera?...

De algo el tiempo se olvida
o de nada se entera
o cauteloso y hábil
bajo un engaño acecha.

Está en el cielo el alba
como una herida abierta...
Cruza el monte lejano
una nube sangrienta.

Sobre sus altas hojas
ya en temblor, la arboleda,
hacia la luz que avanza
su batalla presenta.

Y el agua, corre y corre
oculta en la alameda,
—183→
dejando en todo el campo
su brillo de culebra.

Como el agua, mi sangre,
corriendo por mis venas,
por despertar mi sueño
mis temores despierta.



En la nostalgia de Pedro Garfias, aunque dolorida, resuena a veces un eco de melancólica gracia. Árboles bien españoles: olivos, encinas; polvorientas eras rubias, cielos altos, todo esto lo lleva vivo, imborrable en su recuerdo, el poeta y con ello va poblando las visiones que le son extrañas.



Por el aroma roto de un recuerdo,
como por un incienso mutilado,
brota, de la memoria en que me pierdo
cristal sin luz, metal acongojado.

Contigo traes el llanto de la encina
y la cinta sin mácula del hielo.
Contigo el ronco viento de la esquina
y el tierno y largo jadear del suelo.

Contigo traes, a tu costado atado,
el mar de ancho pulmón y duro acento,
y a la húmeda sombra del costado
el río soñador y somnoliento.

La brisa que fue ala sollozante,
el cielo que fue verde praderío,
el trabajado lirio de diamante
y la oliva, viajera por el río.
—184→

El toro inmóvil, la veloz espiga
contigo traes, de mi memoria brotan
y en un dulce atropello sin fatiga
por la corriente de mis hombros flotan.

Dejadme a mí, dejadme a la ventura
andar, llorar sin voz, mirar en vano
hasta caer sobre la tierra obscura
con la frente en el cuenco de mi mano.






Canción


Guadalquivir:
el espejo de tus aguas
sabe del rodar suave
de las tardes sevillanas.

¡Ay, río que se me va!
¡Ay, tarde que se me escapa!
A cada paso del río
va adelgazando la noche
y las estrellas menudas
ya nos parecen enormes.

Capitán, pronto, la brújula.
Que este río no va al mar
que va a la luna.






España


Tus cordilleras de salvaje aliento,
tus íntimas, profundas, dulces vegas,
tus eriales rutilantes al sol
como medallas a tu pecho presas,
y tus altos castillos apoyando
—185→
en tu bastón, una vejez sincera,
contemplo eternamente, España mía,
sobre la palma de mi mano abierta.



De este poema subtitulado «Bucólico con intermedios de llanto» son los siguientes versos1:




Primavera en Eaton Hasting


Ya te puedo hablar, soledad mía,
igual que puedo hacer rocas y árboles
de estas oscuras gentes que me cercan.

¿Cómo, si no, llevar sobre mis hombros
la ausencia? El ágil viento me conoce
y ayuda en mi trabajo: cada día
cuelgo del monte nuestro cielo limpio
planto en el lago nuestra rubia era
y el ancho río de corriente pródiga
vacío lentamente...

Allí donde los pinos y los álamos
donde la encina sólida y el roble
el claro olivo de verdor de plata.
Y sobre el culto césped
el triunfo de la espiga.

El sol muy en lo alto, fatigando
el aire con sus alas,
en el cenit su vuelo detenido,
cómo su gracia y limpidez los ojos
me abrasan con su luz... No la soñara
la torpe mano que me arrebatara
mi blanca Andalucía.



  —186→  

La nostalgia de Moreno Villa es expresada de manera discursiva y tiene hasta algo de crítica. En efecto, en el poema que transcribo a continuación se evoca bellamente lo perdido: «lo amoldado y cierto, el vivir seguro, el manjar caliente, la sábana fresca y el baño templado», pero se mira también hacia el futuro, un futuro en el que se aspira a ver triunfantes ciertos valores.




Nos trajeron las ondas



I

No vinimos acá, nos trajeron las ondas.
Confusa marejada, con un sentido arcano,
impuso el derrotero a nuestros pies sumisos.
Nos trajeron las ondas que viven en misterio,
los poderes ocultos en el manto celeste.
Teníamos que hacer algo fuera de casa,
fuera del gabinete y del rincón amado,
en medio de las cumbres, solas, altas, ajenas.
El corazón estaba aferrado a lo suyo,
alimentándose de sus memorias dormidas,
emborrachándose de sus eternos latidos.
Era dulce vivir en lo amoldado y cierto,
con su vivir seguro y su manjar caliente;
con su sábana fresca y su baño templado.
El libro iba saliendo; el cuadro iba pintándose;
el intercambio entre nosotros y el ambiente
verificábase como función del organismo.
Era normal la vida: el panadero, al horno;
el guardián, en su puesto; en su hato el pastor,
en su barca el marino y el pintor en su estudio.
¿Por qué fue roto aquello? ¿Quién hizo capitán
al mozo tabernero y juez al hortelano?
¿Quién hizo embajador al pobre analfabeto
y conductor de almas a quien no se conduce?
—187→
Fue la borrasca humana, sin duda, pero tú,
que buscas lo más hondo, sabes que por debajo
mandaban esas fuerzas ondulantes y obscuras
que te piden un hijo donde no lo soñabas,
que es pedirte los huesos para futuros hombres.


II

No pensamos venir, nos trajeron las ondas.
Acaso aquellas mismas que empujaran un día
el germen errabundo de nuestro nacimiento.
Ya estamos en la playa nueva. La misma arena,
el mismo rizo acompasado de la dulce orilla;
los mismos vaporosos pájaros que en la otra.
Pisamos tierra dentro y hallamos en las casas
semblantes, palabras, utensilios y afanes
casi gemelos a los del mundo dejado.
¿Un espejismo? El viento arrastra madreselva,
jara, clavel y rosa, pino, laurel y espliego.
Todo lo que flotaba en los campos remotos.
Es verdad que en el cielo nocturno nos miran
otros ojos de luz con sus nuevos y arcanos signos.
Pero la verdad de éstos y aquellos es la misma.
Son cuerpos en espera de algo, de la hora, cero, cero,
del segundo parado en la garganta de la muerte.
Mi tumba sé cuál es, pero ¿y la tumba de la estrella?
La carne va a la tierra, pero la Tierra ¿a dónde?
La tierra se la traga la carne día y noche:
Pan de volcán, pan de ceniza, pan de lava,
suspenso en aire ahíto, electrizado y persistente,
busca nuestras entrañas para hacernos de piedra.

El destierro es ser piedra. El águila de Juan
después de enormes giros será piedra del monte,
y el toro de San Lucas y el león de San Marcos.
Pero ser carne es también nuestro destino.
—188→
Y volverá la piedra a sentirse con alas,
con mugidos de toro y manos de león.
Nos trajeron las ondas, nos llevarán las mismas.
Y quien se muera aquí será llevado en alma
a dormir en el gran Escorial de su cuna,
hasta que, piedra o polvo, pase a cuerpos hispanos.


III

Nos trajeron las ondas y el Escorial perdido
se quedó allá reinando; en la heredad del papa,
como un dosel de sombra en la historia de un pueblo.
Claro Escorial, hoy símbolo de los muertos sin gloria.
¡Babel tendida, restirada cuanto la piel del toro,
qué día el día en que tu desnudez, rota la sombra,
emerja ante los ojos extasiados, llenos de mar,
de tanto peregrino, de tanto vagabundo fiel,
de tanto lacerado cuerpo, futura piedra!


IV

Nos llevarán las ondas, nos llevarán las ondas...
nos llevarán las ondas no con bolsas repletas,
no con sacos de oro, ni tanques, ni aviones;
nos llevarán con lo que siempre llevamos;
un morral, un cayado y unas tablas de amor.
Para captar, para vivir en páramos y limonares.
Y también unas tablas de trabajo moral.
Unas tablas de grandes y pequeños deberes.
Porque es hora de esfuerzo, la hora del arribo.


V

Y aquí, sobre las ondas de los mares colosos
seguirán engrosando, subiendo las ciudades.
México es ya robusta como lo manda Dios.
—189→
Dejaremos la tierra del azteca y del inca,
después de dar la sangre, el sudor y los huesos,
después de haber sembrado en medio de volcanes
lo mejor de nosotros, el beso y la palabra.


VI

Nos llevarán las ondas, sin querer o queriendo.
El destino es más fuerte que nuestra voluntad
y a cada quién señala su tarea en el mundo,
su majuelo y su hora. A veces, esta hora
es tardía y el hombre vive años y años
en el desasosiego de no saber que hacer.
No tiemble; espere alerta. La hora viene.
No le arredren las canas. Las canas también sirven.
Ellas están más cerca del secreto del mundo.
De las barbas canosas bajó el verbo a la cruz.



De Rafael Alberti es el siguiente poema de tono dramático:




Poema del destierro


¿Quiénes sin voz de lejos me llamáis
con tan despavorido pensamiento
y en aterrado y silencioso viento
sin sonido mi nombre pronunciáis?

¿Quiénes y qué pedís y qué gustáis
y qué se muere en tan remoto acento;
quiénes con tan callado pensamiento
los huesos de la piel me desclaváis?

Saben los vientos a palabra helada,
la lengua muerta a fallecido espanto
—190→
y el corazón a pulso enmudecido.

La piel de toro fluye ensangrentada,
fluye la mar un seco mar de llanto
...y quienes me llamaban ya se han ido.



Luis Cernuda es el autor de esta elegía en la que alienta una dolorida melancolía:




Elegía española


Ya la distancia entre los dos abierta
se lleva el sufrimiento, como nube
rota en lluvia olvidada, y la alegría,
hermosa claridad desvanecida;
nada altera entre tú, mi tierra y yo,
pobre palabra tuya, el invisible
fluir de los recuerdos, sustentando
almas con la verdad de tu alma pura.

Sin luchar contra ti ya asisto inerte
a la discordia estéril que te cubre,
al viento de locura que te arrastra.
Tan sólo Dios vela sobre nosotros,
árbitro inmemorial del oro eterno.
Tus pueblos han ardido y tus campos
infecundos dan cosecha de hambre;
rasga tu aire el ala de la muerte.

Tronchados como flores caen tus hombres
hechos para el amor y la tarea,
y aquellos que en la sombra suscitaron
la guerra, resguardados en la sombra
disfrutan su victoria. Tú en silencio
tierra, pasión única mía, lloras
—191→
tu soledad, tu pena y tu vergüenza.
Fiel aún, extraviada como el pájaro,
que en primavera hacía su nido antiguo
y llegaba a ti y en ti dejaba el vuelo,
con la atracción remota de un encanto,
ineludible, rosa del destino,
mi espíritu se aleja de estas nieblas,
canta su queja por tu cielo vasto,
mientras el cuerpo queda vacilante,
perdido, lejos, entre sueño y vida,
y oye el susurro lento de las horas.

¡Si nunca más pudieran estos ojos
enamorados reflejar tu imagen!
¡Si nunca más pudiera por tus bosques,
el alma en paz caída en tu regazo,
Soñar el mundo aquel que yo pensaba,
cuando la triste juventud lo quiso!
Tú nada más, fuerte torre en ruinas,
puedes poblar mi soledad humana,
y esta ausencia de todo en ti se duerme.
Deja tu aire ir sobre mi frente,
tu luz sobre mi pecho hasta la muerte,
única gloria cierta que aún deseo.



De Juan Rejano son estos versos, ejemplo brillante de romance épico, forma poética popular que mejor podía expresar el sentido de un drama en el que el personaje central fue el pueblo y llegar al corazón de éste. Figuran en Víspera heroica -Canto a los Guerrilleros de España. Creo que pueden ofrecerse, aparte de su significación privativa, como ejemplo de evocación española de un poeta para el que el sentimiento íntimo de España es indisociable de la gesta heroica de su pueblo:

  —192→  


Cruzando van por las cumbres
los guerrilleros de España.
Agiles robles de sangre,
-un huracán en las ramas-
en la frente sombras,
llevan en los ojos brasas,
y una canción en el pecho
de nostalgias y esperanzas.
Mientras las manos recorren
el cañón y la culata
del fusil, que no hay amigo
mejor en cada jornada.
Cruzando van por las cumbres
los guerrilleros de España.

Delante, los campesinos,
los que la tierra trabajan
y conocen los atajos
como su propia morada,
lobos de los serrijones,
tordillos de las cañadas,
afilados pedernales
que ni el sol ni el cielo ablandan.

Detrás, los que en otros días
fueron soldados en armas,
los que con su pecho alzaron
trincheras republicanas,
y antes que dejar la tierra
donde los suyos descansan,
como raíces volvieron
a crecer en las montañas.

Y, por último, los hombres
de la ciudad, los que amansan
—193→
el acero sobre el yunque,
los que la madera labran,
los que de la espiga esbelta
sacan la harina y la hogaza,
los que construyen palacios
que a otros dan sombra dorada.

Mineros de rudo brazo,
marengos de brava espalda,
alfareros, tejedores,
conductores de las máquinas,
trajinantes y arrieros
que de los caminos guardan
una imagen polvorienta,
y una sed que los traspasa.
Cruzando van por las cumbres
los guerrilleros de España.

Allá abajo, en la llanura,
dejaron lo que más aman,
el regazo de la madre,
un hogar que a nadie ampara,
hijos como tallos tiernos,
novias de dulce mirada,
y han jurado no volver
ni dormir en blanda cama
hasta que al cielo retorne
esa estrella solitaria
que libre al hombre designe
y deje diáfana el alma.

¡Ágiles robles de sangre,
soldados de la montaña,
entre los ásperos riscos
la tierra os bese las plantas,
la luz y el viento os conduzcan
—194→
entre sus radiantes alas!
¡Que la gloria os ilumine,
guerrilleros de mi España!



Ernestina de Champourcin nos ofrece esta bella visión nostálgica de la tierra castellana:




Pensando en Castilla


Te sueño con palmeras y un cielo sin celaje
-cristal inconmovible de insólita pureza,
espejo sin ternura donde apenas tropieza
algún árbol reacio a todo vasallaje.

Te sueño aquí, despierta, y a través de un follaje
que no bebió en tu seno su pródiga belleza,
aquí donde la aurora sin apagarse empieza
a tejer nuevamente su luminoso encaje.

A estas frondas jugosas me llegan tu desierto,
incólume y altivo, tu sed inextinguible,
la soledad con sol de tu paisaje yerto

y el desdén infinito, por la ruta apacible
que cierra los umbrales del horizonte, abierto,
a la gracia invasora de algún sueño imposible.



De conmovedora emoción juvenil están llenos estos versos de evocación española de Luis Rius, escritor y poeta de la nueva generación que nació a la vida literaria en México:



En el destierro, España,
yergo mi frente y mi voz levanto.
—195→
Quiero identificarme, decir quién soy,
si es menester gritarlo.

¡Qué cerca estoy de ti
y, sin embargo,
qué profundo es el mar
que separa tu cuerpo de mis manos!

¡Qué dentro estoy de ti
y mi polvo y tu polvo:
qué lejanos!

Tuyo soy aunque el tiempo
tu perfil de mi mente haya borrado.

Ni conozco tus mares,
ni conozco tus campos.
Nunca he visto las sendas
que recorrió tu infante don Pelayo;
jamás vi la Valencia
que rindiose al esfuerzo del buen Cid castellano;
ni las pardas llanuras
que supieron
antaño de quiméricos sueños
y de hazañas gloriosas de don Quijote y Sancho.

Pero soy tuyo, España,
porque nací de ti y fui dotado
de tus mismas virtudes y tus vicios,
de tu pobre alegría y rico llanto.

Tuyo soy porque llevo
un bordón en la mano
y un sayal de romero
y voy peregrinando
clamando por justicia
y como tú, España, no la hallo.
—196→
Porque siento en mi carne
los hierros que en la tuya se han clavado.
Porque sin conocer tus pobres tierras,
conozco a quienes limpios las pisaron.
Porque sin recordarte, bien recuerdo
a Ruy Díaz Vivar y al Buen Quijano.

Soy español porque he nacido viejo
y no sé de otro gusto que el amargo.
Porque mis ojos, con mirada triste,
no saben apartarse del pasado.
Porque en lo más profundo
de mi espíritu hay algo
de bueno y de sacrílego,
de soñador, de místico y de bárbaro.

Soy tuyo, España, porque siempre llevo
a la muerte a mi lado;
y porque en lo más hondo
de mi pecho vencido y angustiado,
nunca muere una luz que me promete
un mañana feliz, un mañana inmortal
casi sagrado.



El bable sirvió de medio de expresión poética a Matías Conde la Viña, quien en su libro Sol en los pomares lo maneja con soltura, gracia y dominio en la evocación de la tierra asturiana y de sus gentes. Matías Conde se incorpora con esta obra al parnaso de la poesía en bable, donde ya figuran, entre otros, Teodoro Cuesta, Marcos del Torniello y Pachín de Melás. Lo nostálgico y lo lírico van trenzándose en los versos de Conde sobre un fondo de humor típicamente asturiano; como la melodía gaitera, en momentos lánguida y melancólica y en otros vivísima en su exaltación jubilosa, va trazando sus líneas sobre   —197→   la nota tenaz, grave del «roncón». Matías Conde cultiva con indudable fortuna en sus poesías en hable los grandes y permanentes temas de la lírica: el amor y la muerte, y al lado de ellos los del rico costumbrismo astur, representados por tipos de bien trazado y gracioso perfil.

He aquí el final del poema: «Non T’aflixas, Madre!»


Tó esto ye España
Tó esta ye tierra
de la tierra madre,
de la tierra nuestra,
de la tierra santa,
de la tierra buena,
que non fai vasallos
porque ye Una y Mesma
mangu’el oceánu
pel mediu atraviesa
com’un ríu grande
quia los dos llaos besa,
y que pa crialos
da a cad’un so senu.
¡Non t’aflixas, madre!
¡Non te dea pena!
de que yo m’atope
lexos d’esa tierra,
pos cobixa a dambos
la misma Bandera
que en mediu dos mundos
conservaste enhiesta.
La Patria en que vivo
ye la que m’espera.
No son madre y fía
Y’una sola ¡Excelsa!
qu’al decir: ¡España!
diz el ecu: ¡América!



  —198→  



ArribaAbajoLes armes del asturianu


Lo mesmo pe la Vida que per una caleya
cuandu sal de so casa todu buen asturianu,
lleva siempre n’es manes la vara d’avellanu
y una flor con so rabu montá sobre la oreya.

Camina siempre solu, pos en xamás jue oreya.
Ye ariscu, bravu, altivu; sin ná de llocu o vanu
com diz la patraña qu’inventó un mal cristianu
y cuerre, en siendo falsa, tan sólu por ser vieya.

P’alliviar el caminu tien siempre una tonada
p’aromar el senderu ya i basta con la flor.
La vara d’avellanu ye por si en un acasu
al saltar una seve o en una encrucixada
atopa con un cuélebre o algún bichu pior,
y hobiese que matalu en sin perder el pasu.



Odiseo, de Agustí Bartra, es pura nostalgia de mediterraneidad.

Sobre la evocación de la epopeya mágica va poniendo Bartra sus recuerdos entrañables, con acentos del más puro y elevado lirismo. «Yo sabía que la obra se me había hecho inevitable y que lo que la haría perdonar, o amar, era, alta o baja, mi dimensión mediterránea, aquella parte de la gran herencia antigua que me había tocado compartir por ser yo quien era, por haber nacido, vivido y luchado en la tierra que es mi patria».



¡Oh, el yunque del mar!
¡Oh, el azul, infinito yunque del mar bajo los áureos
   martillos,
bajo los soles de la raza,
—199→
con la forja incesante de mitos y mareas y dioses perecederos,
y risas a la sombra de los pórticos, y arcos iris
    uniendo horizontes y arenales!
¡Oh, los aludes de soles,
la radiante simiente colmando la eterna matriz del mar!

Y la luz y sus danzas
en los oteros diurnos: el núbil cuerpo desnudo de las
   mañanas
temblando dentro de las calas donde duermen la gaviota,
   la vela y el pino:
la esbelta virgen que huye
haciendo sonar címbalos de cielo, salpicada de espuma,
    riendo y chillando,
con la mirada llena de cumbres
y los cabellos resplandecientes de garbino.
¡Oh, la luz del mediodía que se inclina como un gran
   torso de trigo
atravesado por saetas de sal,
y que al atradecer se tiende a morir sobre las
   tranquilas dunas
con un ramo de coral en el vientre!
¡Oh, la cuna del mar!
¡Oh, las líquidas eras,
la gran ágora eterna donde el viento, el adalid de los
    astros, extiende la sombra
gigantesca del ciego que nació en siete ciudades!...
¡Oh, naciones de naves y arados, claros litorales de
    esperanza!
¡Qué alegría de húmedas axilas alrededor de
   las pétreas atalayas!
¡Oh, qué diosa con ondas y espuma despierta
   ante las aras!
¡Qué leyes dentro de las ánforas,
oh, futuro de ayer,
oh, pasado de mañana!
—200→
¡Oh, países del sol!
¡Oh, divino Vigor de unas razas que descienden
   de un grito de oréade:
gente de siega y vendimia,
gente de red y timón,
intérpretes de los pájaros y del fuego,
sacerdotes entre los pámpanos y los astros,
caudillos de una épica ilustre donde triunfan
   la corona,
   la rueda,
   y el pan!
¡Oh, países de mar y de sol
   donde se levantan las águilas que irrumpen
   en el Canto!



Alfonso Camín: Emigrante desde muy joven, entrelaza en sus versos dos nostalgias. Desde España añora el cielo, la luz y la exuberancia tropicales. Desde las Antillas o México, siente la nostalgia de los «castañeos» frondosos, el verde suave de las praderías y la bruma de los picachos asturianos.




Soy como soy


Soy como soy. No puedo
ser cauce fijo ni torrente exacto.
Agrimensor como los grandes ríos,
no soy corto ni largo;
cumplo con mi misión -valle o montaña-
de fecundar lo que se encuentra al paso.
Alamo en mis riberas,
roble, nogal, castaño,
ahuehuete, palmera,
en todos dejo, con la savia, el canto.
Como el Nalón, que nace
sobre Campo de Caso,
—201→
pone puente en Laviana,
deja atrás El Condado;
saluda a los mineros de Langreo
con la boina en alto;
se cita en Olloniego
con El Caudal hermano;
lo despide la Fábrica de Trubia
con veintiún cañonazos;
lleva consigo el Nora,
canta en Pravía y Candamo;
descansa en Peñaullán, pone otro puente
sobre Soto del Barco
y, con una canción de las dos cuencas,
entra en el mar Cantábrico.

   Como en Reinosa el Ebro
que, con su voz, lleva al Mediterráneo
las jotas del Pilar de Zaragoza,
sin olvidar su acento castellano.
Como en Zamora y en León el Esla,
como en Castilla el Tajo,
niño en Albarracín, mozo en Toledo,
señor en Portugal, donde abre el manto
para-que pueda contemplar Lisboa
su fino rostro en el cristal hispano;
hace una reverencia,
como un antiguo hidalgo
de Velázquez, del Greco, y entra airoso
con su voz española en el Atlántico.

   Ser como en Cuba, por Oriente, el río
mayor, que nace en el Pilón de Cauto,
se carga de maderas olorosas,
va de Cayamas a La Punta, a El Guamo,
entre un vuelo de garzas, y caimanes,
palmeras y guayabos,
—202→
y llega al mar del Sur de Manzanillo
oliendo siempre a pomarrosa y mango,
a verdes cafetalos,
a caña dulce y al mejor cacao.

   Como en México el Lerma,
que fecunda en Toluca el verde llano,
da el fresco manantial a la Meseta,
sigue peregrinando,
musicaliza el bosque,
penetra en Michoacán, sonríe en Pátzcuaro,
agrupa los zafiros en Chapala,
canta en Jalisco de los grandes lagos;
lleva el cielo a la grupa,
penetra en Nayarit, aumenta el grano
y, al fin, llega al Pacífico
llevándose en los ojos el Nevado.

   Ser como el Papaloapan,
que corre al mar de Veracruz cantando,
llena el Golfo de danzas de palmeras,
de júbilos, de azúcar y huapangos.

   Ser como el Orinoco en Venezuela,
ese tremendo potro de los Llanos,
la tempestad sobre las amplias crines
y en los ijares el fulgor del rayo.

   Como el gran Amazonas,
que contempló en los Andes a Pizarro,
cruza el Alto Perú, salta en abismos,
atraviesa el Brasil, sigue bramando,
se abre camino donde no hay caminos
y es del cielo y los cóndores espanto;
domestica a las fieras,
hace de las serpientes cinturones de charro
—203→
y retrocede el mar, como a la vista
de otro Balboa con el hierro alto.

   Ser lo mismo que el Plata,
del Uruguay y la Argentina estuario,
que vive entre dos cielos
y con la Cruz del Sur se va alumbrando.

   Ser como el Mississippi,
tumba imperial de Hernando
de Soto. Ser también como el Missouri,
ese estruendoso río americano
que, unido al Mississippi,
va recorriendo diecisiete Estados.

   En Nueva York, el Hudson;
El Potomac, en Washington
y, voz que sigue reclamando Texas,
ser, al llegar a la frontera, el Bravo.

Soy como soy. No puedo
ser cauce fijo ni torrente exacto.



En la poesía de Gabriel García Narezo el tema de España es muchas veces el central, tratado en no pocas ocasiones con acento dramático.

El tono y la temática de la poesía de Gabriel García Narezo, lo incorporan a las nuevas generaciones de poetas españoles a los que ha dedicado ensayos muy inteligentes.

En su poema «Patria en destierro», dice:



Por mucho que tú quieras
no podrás arrancarte
la piel hecha de vida,
—204→
los ensueños
y los descubrimientos infantiles,
que refrenaba el oleaje ardiente
del aire sudoroso.

Será imposible hacer que en tu mirada
desaparezca el gesto,
la impresión imborrable
de tanto rostro amado...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Por mucho que tú quieras
no podrás arrancarte
esta impalpable y viva arquitectura
más fuerte que tus huesos...



En el poema «Clamor en el destierro», «las regiones españolas -dice José Almoina- van desfilando como otras tantas resonancias vitales, como otras tantas afirmaciones de recia e inconfundible personalidad histórica y topográfica; el poeta adjetiva cada paisaje con evocación acendrada y exactitud descriptiva»:


Por los picos graníticos y airados
que tienen Javalambre por bandera;
por los pueblos
que aroman los crepúsculos
con el cálido aliento de sus humos azules;
por pinares sombríos;
pisando las alfombras crujientes
que los hongos traspasan con su puño
de hojaldre y terciopelo,
por Aragón transcurro con mi rostro,
por Aragón, de pedernal y brío.
Transcurro, trepo y bajo
por una sucesión de grises horizontes,
—205→
por cuerpos de ladrillo mudéjar,
arcos dorados,
ábsides potentes,
plazas donde los fueros hallaron el respaldo
popular, donde el hombre era igual a su rey,
y los hombres, cerrando en haz su hombría,
eran más que los reyes.
Por cielos nebulosos y torrentes rotundos,
entre silbos de chistu
y unánimes chasquidos
de la guerrera espatadantza antigua;
por Vasconia, terrestre y marinera;
por una orografía
de entraña mineral
y tiernas superficies vegetales;
por ti voy, tierra vasca...



Hay en mucha de la poesía de Gabriel García Narezo una conmovedora emoción humana, como en estos bellos poemas, que selecciono entre diez y que le valieron un galardón literario en México.




Madre India


Frente a nosotros ha cruzado
como una sombra sorprendida.
Sus pies desnudos eran alas
en la ciudad extraña y fría.
Vimos sus ojos y ellos eran
de venadito o garza herida.
Ella pasó. Llevaba al hijo
sobre la espalda, y lo mecía
en un vaivén raudo y callado
de cuna andante y fugitiva.
Ya no diré que era un reproche,
—206→
pero me hirió la llama viva
de su mirar: ojos de madre
y mansa cierva malherida.






Abandono


¿Y qué decir cuando una madre
se queda sola, cuando el hacha
del abandono se desploma
y queda sola en la batalla?
No lo sabrán sus hijos nunca:
nunca sabrán todas sus noches,
ni mirarán como ella el alba
toda la vida, con el peso
de aquella ausencia que no acaba.
Nunca sabrán cuánto heroísmo
fue consumido entre las llamas
de una existencia que no tuvo
hombre de bien en su morada.






Canción de cuna para una madre


Ya viene el sueño. Ya la casa
se hizo de pronto de juguete.
El tiempo juega a hacerse niño,
vuelve hacia atrás, contigo vuelve
hacia los días infantiles.
Eres pequeña nuevamente.
Mira tu rostro en el espejo,
la negra trenza que lo envuelve
y los ojitos que iluminan
el tiempo niño donde duermes.
El corazón canta en tu pecho,
cantan los sueños en tus sienes
y un corro gira silencioso
para que tú no te despiertes.



  —207→  

Es la poesía de Nuria Parés, de una belleza escueta, en lo que lo clásico y lo moderno se equilibran felizmente con acento muy personal. Véase esta hermosa expresión de un anhelo de autenticidad:



Pero mi voz está lejos
y no siento lo que digo.
Faltas de luz mis palabras
van anegándose en ritmo
con un jadear penoso
que sabe de su vacío
y el momento está esperando
no sé qué matices tibios
que hagan ahondar mi palabra
por senderos de infinito...
Pero mi voz está lejos
y no siente lo que digo.

¿A quién diré mi cantar,
Madre, si cantar no puedo
en alta voz
¿a quién diré mi cantar?
¿A quién diré mi cantar,
madre, si el cantar es quedo
porque las palabras tienen
ante su sonido miedo...?
¿A quién diré mi cantar?
¿A quién diré mi cantar,
madre, que escuche el silencio?



Envuelve a alguno de los poemas de Nuria una atmósfera de nostalgia que no por imprecisa deja de ser patente:



¡Alegría del sol en la colina!...
El tibio sol de invierno
dorando la llanura remendada
—208→
y los nevados cerros.
Alegría del sol sobre los campos
solitarios y secos
sobre las sementeras arrugadas
y los árboles yertos.

¡Alegría del sol que se me vuelve
tierra en el pensamiento!...
Mientras camino por la herida abierta
y triste del sendero
yo también, con el campo adormecido
calladamente espero.