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ArribaAbajoXII. La emergencia del enigma

90, SOSPECHA. En secreto, pero sin treguas, la dinámica existencial se caracteriza por plantear Interrogantes. Las interrogantes secretas sobre el enigma de la existencia constituyen toda la base donde se asienta cualquier metafísica en Gea. Pero las creaturas no pueden vivir sobre una naturaleza semejante así como no construyen edificios sobre el agua sin antes tantear puntos de apoyo. La creatura no sería lo que es si no hubiese reconocido el Enigma de su existencia. Y tampoco sería lo que es si se hubiese resignado a su propia impotencia para enfrentarlo. La creatura necesita pensar y creer en una verdad, en una respuesta. O necesita pensar, sentir que puede llegar a ella. La Respuesta es inalcanzable (eso ya lo sabemos), pero la creatura vive y actúa como si ya fuese dueña de ella. La posición filosófica del ateo materialista, la aspiración del religioso, la acción del político, del revolucionario, del servidor público, la convicción del científico son las formas institucionales que van tomando las respuestas al Enigma. De la política nunca surge alguna verdad incuestionable sino verdades convenientes, es decir, posiciones contradictorias. También así las religiones y el resto de las instituciones «contestatarias». Ni siquiera la ciencia puede jactarse de ser el instrumento de alguna verdad absoluta. -La creatura entrevé Algo eterno a lo que aspira siempre. Pero jamás llega a saber qué es; sólo vive como si lo supiera.

91, CONCIENCIA. Aún más misterioso que el ahora famoso inconsciente es la conciencia. Al inconsciente todavía lo podemos considerar como un cuerpo aparte del nuestro. El inconsciente puede cometer crímenes de todo tipo mientras el Yo se lava las manos; puede ser formulado con leyes psicológicas que en apariencia no nos involucran directamente. Pero la conciencia, eso que somos sin intermediarios, eso que percibe el mundo y se percibe a sí mismo como los ojos en un espejo, eso que formula las respuestas y los enigmas no se explica sin su propia intervención. Es más, no se explica.

92, CAMINOS. La Tradición del pensamiento griego liquidó las posibilidades de nuevos profetas. Si casi mil años después de Aristóteles pudo surgir Mahoma como el último gran profeta, eso fue por la poca influencia que tenían los griegos sobre la inteligencia de los nómadas de Arabia. Y si en la actualidad surge de vez en cuando algún pequeño profeta, eso se debe a la escasa inteligencia, simplemente. Porque entre las celebridades el puesto de profeta fue ocupado por los reformadores, y su principal instrumento ya no fue la revelación sino el comentario y la especulación. La teología es una especie híbrido, producto del cruzamiento de la fe semita y la racionalidad griega: San Agustín, Tomás de Aquino, Lutero, Kierkegaard. Ya Filo de Alejandría, quizá el primer teólogo de la historia, ejercitó esta fértil mixtura. Un siglo antes de Cristo había procurado integrar el logos platónico y el Dios judío. Por eso, no es raro que haya sido un preferido de los escolásticos. Desde entonces, la teología ha partido siempre de una verdad para llegar a ella otra vez después de un largo rodeo; un camino racional pero no necesariamente lógico. Este pensamiento respetará siempre una tradición, aunque en las sucesivas variaciones acabe por negarla con algún ismo. Diferente, el pensamiento filosófico comenzará por aplazar cualquier tradición intelectual (o por lo menos la dejará en suspenso). Con frecuencia, y desde Tales, comenzará por oponerse a ella buscando nuevas respuestas a las antiguas interrogantes. Pero también esa búsqueda estará condenada desde el inicio a simples variaciones sobre antiguas proposiciones; porque difícilmente una creatura metafísica tenga para decir algo radicalmente nuevo sobre la condición humana.

93, INTERIORIDAD. Para toda filosofía y para toda religión lo que importa es el conocimiento de la verdad. En este sentido, y en oposición a la ética laica o posmoderna, no importa tanto lo que haga una creatura de Gea sino lo que piense o sienta. El primer paso hacia la salvación es el re-conocimiento de la verdad propuesta, en la mayoría de los casos resumida en la persona de Dios. En el numeral 187 de la segunda sura, el Corán recuerda que «la tentación de la idolatría es peor que la carnicería de la guerra». Y si la ciencia es buena, sólo lo es porque tarde o temprano terminará en la Verdad única. Para cualquier credo profundamente religioso vale más un creyente delincuente que un ateo honesto. Está de más decir que la ética contemporánea ha invertido esa preferencia después de siglos de tradición laica. Y si la consideramos superior a la anterior es porque está en uso corriente. Sólo por eso.

94, EJEMPLO. La falta de fe de una creatura metafísica no condena a otra. Pero la amenaza. Las creaturas temieron siempre todo aquello que subvierta el orden establecido, aún cuando éste era injusto. El temor al caos es el temor al fin del mundo en las culturas antiguas y el temor a la locura entre los modernos. Por estos temores las sociedades enfermas se someten a poderes despóticos, los que siempre van acompañados de alguna aura divina o faraónica. La condena a la perdida de control varía según las condiciones del momento y se extiende a todo aquello que amenace el equilibrio a través del mal ejemplo. Por esta razón se condena el suicidio y la homosexualidad. Cuando el poeta colombiano José Asunción Silva se suicidó en 1896, la sociedad y hasta sus propios amigos reaccionaron escandalizados. El poeta fue enterrado en campo «no sagrado» después de echársele cal viva sobre el rostro. Pero ¿por qué? Un suicida no es un asesino y sin embargo es común que provoque un temor semejante o peor. Por eso, la sociedad deberá condenar todo aquello que pueda cundir como mal ejemplo. Y lo hará con más virulencia en aquellos momentos en que las concepciones religiosas del mundo predominen sobre las estéticas. La condena al «mal ejemplo» está referida, en segunda instancia, a la preservación de un orden social; pero, en una instancia anterior, se refiere a un nivel metafísico. Ambos rehúsan el caos. El miedo al suicidio y la perdida de la Verdad salvadora están íntimamente unidos. Al poeta suicida no le echaron cal sobre el rostro simplemente (acto simbólico por demás), sino sobre los temores propios aunque irreconocibles. Echaron cal sobre las temibles interrogantes que siempre presionan desde adentro como el deseo en el puritano.

95, TRADICIONES. Mito y religión se conocen desde hace tiempo, pero no se confunden. Ambos significan una repuesta al enigma de la existencia. El mito lo es de forma espontánea y sin implicaciones posteriores; la religión ofrece una respuesta pero, además (y sobre todo), una obligación: exige la obligación de no dudar, de no cuestionar en ningún momento la verdad revelada. -El cuarto símbolo atribuido a Pitágoras dice: «No dudes nada relativo a los dioses o concerniente a los dogmas divinos». Bastan estas palabras para darnos cuenta que Pitágoras, más que filósofo y mucho más que matemático era una creatura religiosa. Como Moisés y tantos otros, Pitágoras de Samos comenzó pidiendo respeto irrestricto hacia los dioses y luego se demoró en una larga lista de prohibiciones.

96, ESTABILIDAD. La primera condición de una creatura religiosa es la aceptación de la verdad propuesta, revelación o conocimiento iniciático. Una creatura religiosa debe mantener su fe a cualquier precio y nunca dudar sobre la resolución del Enigma. Por lo tanto, la figura ejemplar será el mártir y su principal adversario aquel que no acepta o cuestiona la Resolución. Todo lo que tiene de amistad entre un creyente y un ateo no lo tiene de religioso. Los miembros de sectas y religiones siempre procuran casarse entre ellos; y si bien no siempre lo logran, ello se debe a un simple problema práctico. Lo que nos recuerda que la ortodoxia existe porque la ortopraxia fue sacrificada en su beneficio. La teología que justifique una relación tolerante entre credos diferentes estará priorizando los últimos cinco Mandamientos, los cuales nunca fueron más importantes que los primeros cinco para la religión original. Recordemos que Servet fue quemado por sostener que bastaba con ser un hombre de bien para ganarse el cielo. Tampoco la bondad fue suficiente para las religiones indianas, de las cuales surgieron las doctrinas de no-violencia más radicales del mundo. Y tampoco las matanzas bíblicas dejan dudas: en nombre de la primera Tabla se pueden obviar las prohibiciones de la segunda.

97, PRIORIDAD. En el Decálogo hebreo, dictado por Yahvé a Moisés, se enumeran siete prohibiciones y tres prescripciones. Su orden está de acuerdo con las prioridades de la religión. Las dos primeras obligaciones se refieren a la creencia en el Supremo, y lo que hoy un laico consideraría prioritario (no matarás, no robarás) es relegado a un sexto y octavo puesto en la clasificación. La versión católica lo modifica levemente al suprimir la prohibición de hacer ídolos, tal vez porque después de la caída de Roma los judíos fueron la mayor preocupación y no se podía prohibir lo que se predicaba. Lo mismo observamos en los Cinco pilares del Islam. -Además, recordemos que no solo un musulmán entra en el Paraíso por caer en un campo de batalla contra el infiel. Yihad no solo significa «guerra santa». La idea de una guerra santa es original del mundo cristiano, y fue oficializada por el papa Urbano II para estimular las sangrientas cruzadas de 1095. Por su parte, Bhaktivedanta Swami Prabhupada recuerda que hay dos clases de creaturas capaces de alcanzar el cielo: como casi todos saben, uno es el renunciante; el otro es el ksatriya que muere en el campo de batalla luchando bajo las órdenes de Krishna. Frente al campo de batalla, el héroe Arjuna se lamenta ante el Señor de que no podrá ser feliz si ve morir a sus enemigos que también son sus parientes. Y por esta muestra de debilidad, impropia en un ario, es reprendido por Dios. El Bhagvad-Gita, libro sagrado para cientos de millones de personas en el mundo, dice (II-31): «Considerando tu deber como ksatriya debes saber que no hay mayor ocupación para ti que la de pelear en base a los principios religiosos. Por lo tanto, no tienes por qué dudar. (II-32) Oh, Partha!, dichosos los ksatriyas a quienes se le presentan semejantes oportunidades de pelea sin buscarlas, abriéndoles las puertas de los planetas celestiales». Prioridad: confirmar, a cualquier precio, la Verdad propuesta. En todas sus versiones, esta respuesta niega la muerte, la duda y el caos. Un segundo cuerpo constitutivo procurará la organización de la religión para que dicha verdad pueda perpetuarse. Y para esto es necesario algún tipo de orden social, normas -no matarás, no robarás, no fornicarás, no codiciarás.

98, CONOCIMIENTO. Para ninguna religión hay salvación en estado de ignorancia. Para ninguna la bondad fue alguna vez despreciable, pero de nada podía servirle a un hombre si no recibía o alcanzaba el conocimiento. El dios hindú nos dice (17-28): «Todo lo que se haga a modo de sacrificio, caridad o penitencia, oh, hijo de Partha!, no es permanente. Ello se denomina "asat", y es inútil tanto en esta vida como en la otra». Se puede alcanzar la conciencia en Krishna en un instante y todo lo demás será borrado. Se dice que Khatvanga Maharaya alcanzó este conocimiento minutos antes de morir; confesión que debió desalentar a los aspirantes menos célebres. Incluso Buda, que sólo pudo indicar el camino hacia lo inefable, alcanzó la liberación al mismo tiempo que el conocimiento o la Iluminación, luego de lo cual se permitió licencias de todo tipo. (Cuenta la tradición que el famoso asceta murió de una indigestión. Pero sus discípulos no se avergüenzan de esta aparente falta de ortopraxia.) Por su parte, la antigua doctrina de las reencarnaciones supone que un alma es castigada cuando se reencarna en un ser inferior, como una garza o un tigre. Aunque no hay motivos aparentes para suponer que una garza o un tigre sean más desgraciados que cualquier creatura metafísica. Para hindúes y budistas, la vida es dolor ya que no puede ser eterna felicidad. La diferencia entre un tigre y un hombre consiste en que el hombre puede llegar a saberlo. Y es en esa sabiduría (en el samsara) donde comienza la liberación. El tigre, en cambio, sólo podrá conformarse con ser algo más feliz que los hombres.

99, MOTOR. Las emociones son el principal motor que impulsa a las creaturas a la reflexión. Si la creatura careciera de sentimientos, no solo no habría producido un solo verso; tampoco habría procurado explicar el Universo, lo que quiere decir que ni siquiera gran parte de la tecnología se hubiese desarrollado; comenzando por la astrología y la alquimia y terminando en los viajes interplanetarios.

100, PANTALLA. Alguna vez el Abismo fue infierno y fue paraíso; alguna vez estuvo habitado por dioses y por demonios. Alguna vez el Abismo fue ser y fue no-ser. Y aún así fue Algo. Pero un día, en alguna parte, todo se derrumbó y donde había Algo la mirada de la creatura se perdió en una profundidad oscura e inefable. Un verdadero abismo, insondable. Y fue quizá por eso mismo, por terror, que luego levantaron delante suyo enormes pantallas, telones escenográficos, realidades virtuales que impidieran la mirada hacia el abominado más allá. La Gran Pantalla ocupó y preocupó todo el tiempo los ojos divertidos que una vez fueron ojos metafísicos. Y aunque las creaturas conservaron la obsesión de juzgar sus propios actos, ya nunca nadie pudo demostrar que eso era bueno o era malo.

101, IMPOTENCIA. Si el desierto de nuestra Ignorancia es infinitamente más extenso que nuestro pequeño oasis de conocimiento, ¿por qué habríamos de pensar que la Realidad se reduce a esa excepción rodeada de palmeras?

102, IGNORANCIA. La cuestión más importante de la creatura metafísica será siempre la posibilidad de que su existencia posea sentido o no, que haya una realidad trascendente o no, que la historia del individuo y la historia de la humanidad posean un significado y un destino o no. Cualquier respuesta, afirmativa o negativa, dependerá exclusivamente de la creatura y, en ambos casos, será una respuesta metafísica y arbitraria. Y ello se debe a que la creatura está dotada de una inteligencia que aún no está a la altura de su poderoso espíritu. -Las creaturas de casi todos los tiempos se han sentido orgullosas de su propia generación, porque siempre se tiene más noticia de la ignorancia del pasado que de la futura sabiduría. O porque, mientras están ocupadas de su propio tiempo, nunca alcanzan a recuperar toda la poca sabiduría que se produce y se va perdiendo por el camino. La historia del espíritu humano es la expresión de un conflicto inacabable: la búsqueda eterna de la verdad y su incapacidad para alcanzarla definitivamente. Mitos, religiones, ciencia, pensamiento. La humanidad no es tanto producto de su sabiduría como de su Ignorancia, a la cual nunca se resignará. Y por eso hay que admirarla.




ArribaAbajoXIII. Obsesiones de la verdad

103, ESTRUCTURAS. Una vez tuve la oportunidad de cenar con N., el hijo de un famoso revolucionario africano. N. había estudiado en Europa y por entonces estaba dirigiendo operaciones militares en el norte de su país. Nuestra conversación de esa noche giró entorno a ciertas historias de espíritus animales que habían invadido una aldea. Considerando su origen capitalino y su formación europea, le pregunté si creía en la magia de los hechiceros. N. frunció la frente y la boca como alguien que no se anima a reconocer que cree en Dios en medio de una reunión de ateos. Pero finalmente respondió que sí con una historia. Cuando era más joven, una bruja había predicho que él o su hermano iba a morir pronto. Antes del mes, N. cayó enfermo y poco después su hermano tuvo un accidente automovilístico. Y murió. Cuando terminó su historia, N. me miró como un profesor que acaba de demostrar un teorema y mira a su alumno tratando de ver si ha comprendido. Con mi expresión más occidental, dije: «Bueno, ¿y dónde está la prueba?». Alguien que estaba a mi lado suspiró molesto; no era posible que alguien tuviese tantas dificultades para entender una prueba irrefutable. «Yo no veo la prueba -insistí-; lo único que veo es un crimen inducido». Creo que mis amigos optaron por cambiar de tema cuando notaron que los puntos de vista se habían radicalizado demasiado. Pero veámoslo desde un punto de vista psicológico, que si no es el mejor tampoco ha de ser peor que la interpretación mágica. Consideremos que, después de la revelación, tanto N. como su hermano debieron quedar muy perturbados; sobre todo porque ambos eran africanos de pura ley y muy susceptibles a las palabras de una adivina con fama. La enfermedad de N. debió golpear directamente a su hermano, ya que eso indicaba quién sería el mortal aludido. ¿No es éste el mejor estado psicológico para que se produzca un accidente, real o involuntario? -Reconozco que estoy siendo algo injusto al exponer un razonamiento que es propio de nuestra mentalidad occidental a lectores que seguramente serán occidentales. No estoy afirmado que ésta sea la verdad, sino que ninguna de las dos realidades puede ser probada absolutamente. Las creaturas proyectamos sobre toda la realidad una determinada visión del mundo que ha sido sugerida o verificada por una parte mínima de esa realidad. Porque la Realidad es infinita y nuestras facultades intelectuales son limitadas; porque no podemos evitar generalizar una comprensión; porque no podemos ver el mundo a través de dos verdades diferentes. -Sólo podemos decir que una proposición es verdadera cuando se integra a aquellas verdades básicas que no estamos dispuestos a modificar. Este compromiso es simple cuando relaciona axiomas y corolarios matemáticos, pero se vuelve harto complejo cuando escapa a esa ciencia tautológica.

104, INSTRUMENTOS. En 1748, Hume hablaba de relaciones de ideas y matters of fact. La fórmula de Pitágoras sólo expresa una relación entre los lados de un triángulo rectángulo cualquiera y es independiente de lo que ocurra fuera del intelecto. «Que el sol saldrá mañana -decía Hume- no es una proposición menos inteligible ni implica mayor contradicción que la afirmación no saldrá mañana. En vano intentaríamos demostrar su falsedad». Para Hume, había dos tipos de proposiciones posibles: una basada en los sentidos y otra en el intelecto puro. La primera es un conocimiento de lo concreto y se refiere a las contingencias del mundo; la segunda es un conocimiento formal y tautológico y posee una existencia independiente del mundo (juicio sintético y juicio analítico; física y matemática). Por eso, la razón no puede extraer ninguna verdad definitiva de la realidad concreta, es decir, de la realidad concreta no es posible extraer alguna ley universal y necesaria. -La misma historia de las ciencias nos muestra que distintas realidades fueron traducidas a números y leyes matemáticas, las que después debieron ser desplazadas por otras con las mismas pretensiones. Usando ingeniosamente la geometría, Ptolomeo pudo explicar los movimientos irregulares de los planetas, defecto cósmico que había angustiado a los platónicos. Y lo hizo sin renunciar a un prejuicio antropocéntrico de la época: Gea como centro del Universo. Durante mucho tiempo se dejó de lado la disparatada idea (concebida o repetida por Aristarco de Samos) de que Gea giraba alrededor del Sol. Hasta que un excéntrico polaco llamado Copérnico la volvió a proponer y más tarde Kepler la confirmó con unas simples y elegantes fórmulas matemáticas sobre elipses. Claro que esto fue posible gracias a otro prejuicio. Sabemos que los neoplatónicos humanistas de la época veneraban al Sol como manifestación directa de Dios. Esa creencia creó un ambiente favorable para el nacimiento del paradigma copernicano (heliocéntrico) con sus relaciones numéricas propias del misticismo pitagórico. Muy bien, sólo que ahora las creaturas de Gea saben, o creen saber, que en realidad todo movimiento es relativo a un sistema de referencia. Entonces, como dice Gregorio Klimovsky, «desde la Tierra observamos girar el Sol, pero desde éste observamos girar a la Tierra. Si nos instalásemos en el centro de masa del sistema solar veríamos a ambos girar alrededor de nosotros. De hecho, la semántica de los términos científicos parece tener una fuerte influencia para saber de qué estamos hablando cuando enunciamos las hipótesis de una teoría». -Recordemos el caso de Newton; sus leyes siguen siendo muy útiles aunque el universo que representan ya no existe. Aquellas optimistas fórmulas que explicaban cómo funcionaba el mundo ahora son una mala traducción de la realidad.

105, LOCURA. Si un uruguayo o un francés ve un fantasma seguramente atribuirá el fenómeno a un desarreglo psicológico (aunque nadie ha demostrado aún la inexistencia de esos seres). Un macúa o un maconde dirá lo contrario. Cada uno se apoya en la estructura cognoscitiva más sólida que posee. Esta estructura está dada por la cultura a la que se pertenece y nadie carece de ella, por pobre que sea. Quizá sean los locos los que han destruido en parte esos cimientos. No se puede afirmar que son incapaces de ver la realidad como es, pero sí que han perdido contacto con la realidad anterior, aquella que compartían con el resto del grupo. Un loco es, sobre todo, aquel que ha subvertido las reglas comunes que un grupo tiene para concebir y vivir el mundo. Loco era aquel maconde que predicaba marxismo en su aldea, mientras afuera los espíritus de los muertos rugían en cuerpos de leones. Un loco sería Platón en un monasterio del siglo VII, Picasso en el taller de Bruneleschi, Homero en el Liceo de Aristóteles, Moisés en Egipto, Cristo en Jerusalén, Galileo en Roma. Cada estructura epistemológica procura siempre la cohesión. Huye del caos, de lo múltiple y de lo diverso, y tiende al orden y a la unidad. Cuando una proposición nueva contradice el paradigma del grupo se elimina la proposición. Son los llamados «posmodernos» los que se acostumbraron a lo inverso: a cuestionar el paradigma primero; a veces, hasta el extremo de quedarse sin ninguno. -Si no me equivoco, algo parecido pensaba Jean Piaget. Según el suizo, conocer es construir una estructura adaptada al mundo. Cada «objeto» novedoso deberá ser asimilado por una estructura preexistente. O la estructura deberá acomodarse cuando los objetos no puedan ser adaptados (aprehendidos). Y lo mismo afirmó el teólogo uruguayo Juan Luis Segundo: «Explicar es unificar» -Asimilación, adaptación, integración: diferentes voluntades del intelecto que procura la sobrevivencia del cuerpo y del espíritu en la unidad.

106, NO-CONTRADICCIÓN. Bertrand Russell decía que la investigación de leyes causales constituía la esencia de la ciencia, y que el científico siempre debía postular el determinismo como hipótesis de trabajo. Más reciente, el epistemólogo G. Klimovsky apuntó: «Es muy importante advertir que el conocimiento científico puede jerarquizarse en el sentido de que gran parte de nuestro conocimiento se obtiene a partir de algunos otros que son más fundamentales o, por lo menos, que han sido ya obtenidos y admitidos. El esquema lógico jerárquico que hace depender ciertas verdades de otras es lo que transforma a las ciencias o, por lo menos, a la teoría científica, en un sistema». Con el tiempo, los epistemólogos se han ido poniendo blandos. Ahora son más cuidadosos y modestos. De las discusiones aristotélicas sobre lógica se ha pasado a una especie de psicología conductista de las ciencias. Como la epistemología de T.S. Kuhn. La sola palabra «determinismo» ha perdido mucho prestigio después de que Einstein ya no estuvo para defenderla. No se sabe bien en qué consiste eso que las creaturas llaman ciencia, pero podríamos decir que hasta ahora su principio fundamental ha sido el principio de no-contradicción. Principio que no pretende otra cosa que mantener la cohesión y la unidad del conocimiento. La verdad que proviene de la razón o de la experiencia se ordena según ciertas reglas para formar un solo cuerpo. Lo que diga la biología no debe contradecir a la química y lo que diga el teorema de Lagrange no debe contradecir las leyes de la psicología. En principio, porque aún no se sabe qué relación puede unir una diferencial con un crimen pasional.

107, MATEMÁTICAS. Una paradoja es una tautología inversa. Mientras la paradoja dice A ≠ A tautología dice A = A. Como es fácil observar, la primera proposición es harto más interesante y misteriosa que la segunda. Sin embargo, ninguna ciencia se basa en el principio de contradicción, pero hay una que por axioma principal tiene la tautología: la matemática. No es posible la contradicción en matemática porque, por definición, es el desarrollo de la proposición A = A.

108, UNIDAD. La palabra cosmos es de origen griego (cuando no) y significa «orden» (los antiguos egipcios pronunciaban maat, y además de orden significaba ley o justicia). En numerosos mitos cosmogónicos el universo surge del caos, incluso en aquellos que presupone la intervención de un Creador. Otros sustituyeron ese caos por una nada más abstracta. El primer caso alude a la creación a partir de lo múltiple, indiferenciado; en el segundo se trata de lo opuesto: lo múltiple, aunque no caótico, surgió de la unidad (Dios). Ambos son aludidos por la cosmogonía científica del siglo XX: el Universo surgió de un punto desordenado. Es decir, todo ese punto (el futuro espacio o la res extensa sin extensión) explotó sin leyes físicas. El universo sería, para el mito y para la ciencia, un estado intermedio entre el caos y la unidad. Ambos, respectivamente, son identificados con el Mal y el Bien, con la vida ordinaria y la liberación. Según cada creencia, el pecado nos ha separado del Ser primero, nos ha atrapado en el samsara, en la materia diversa y dolorosa. Por el contrario, la virtud deberá devolvernos a la Unidad, al Brahma, al Nirvana o a la liberación definitiva de lo individual. Para los antiguos chinos, el Universo surgió del caos (hundun). Según el Tao (en Dao De Jing, 25), el caos original era una esfera donde cabría todo el Universo de forma indiferenciada. Aquí, multiplicidad y unidad se confunden en una sola imagen cosmogónica. Nuestra diversidad es un estado intermedio porque comparte lo múltiple y también la unidad: porque la diversidad existe, pero está controlada por cierto orden o ley. Este orden, que en gran medida es físico, sobre todo es psicológico. Mircea Eliade observó que toda celebración de año nuevo significa la re-creación del cosmos a partir del caos (fiesta-orgía); de esa forma se renueva el orden natural. En el ceremonial akitu de la época acadia, se actualiza el combate de Marduk con el monstruo Tiamat. El triunfo de Marduk puso fin al caos original creando el cosmos con el cuerpo despedazado de Tiamat. (También los hititas poseían un relato semejante, pero los protagonistas eran Teshup e Illuyankash.) En este mito cosmogónico, el cosmos -nuestro orden intermedio- surge del triunfo sobre el Caos. Pero, al mismo tiempo, participa de su naturaleza diversa: su propio cuerpo, lo material. (El relato acadio se vuelve doblemente significativo cuando descubrimos que Tiamat no solo era un monstruo marino; también era la personificación femenina del abismo original.) La misma preocupación ontológica la encontramos más al oriente. Según las más antiguas Upanishad, más allá de lo múltiple se encuentra la unidad. Para los hindúes, el mundo está compuesto por parejas de opuestos, los cuales deberán unificarse un día en un estado superior, en el Brahman. También para el taoísmo. Entre los chinos, el símbolo del yin-yang, especie de pelota de tenis, describe el mundo como la acción de un par de opuestos. Pero, al mismo tiempo, unidos forman una esfera, la unidad original, el equilibrio al que se aspira. La misma idea fue la base ideológica de la alquimia: la realidad compuesta por pares de fuerzas opuestas, el macho y la hembra. El objetivo del conocimiento era la re-unión de los opuestos, por lo que las figuras andróginas o hermafroditas eran recurrentes entre sus símbolos tradicionales. También entre los antiguos filósofos griegos era común la idea de que el mundo estaba formado por pares de fuerzas opuestas. Coherente con las equivalencias simbólicas ya anotadas, encontramos a Empédocles, para el cual la multiplicidad surge de la unidad mediante el odio, mientras el amor tiende a re-unir. Por su parte, Heráclito sostuvo que esta diversidad de opuestos era, en niveles superiores, una unidad. Pero sólo podía ser advertida con la razón y no con los sentidos. Los sentidos (decía) sólo pueden identificar lo múltiple y lo diverso. La unidad, en cambio, sólo puede ser conocida de forma indirecta «porque la verdadera naturaleza gusta de ocultarse». Esta idea de Heráclito es un precepto común en todo el pensamiento teológico y científico por un lado, y místico por el otro. Para los primeros, el camino es la razón; para los segundos, la iluminación o el conocimiento iniciático. Para ninguno los sentidos, porque éstos sólo pueden advertir lo diverso del mundo.

109, INTEGRACIÓN. Sistematizar el conocimiento es una empresa obsesiva del homo-ratio, porque la sistematización huye de lo diverso y tiende a la unidad. El conocimiento «disperso» es mitológico, mágico y animista, tres actitudes condenadas por la ciencia y la teología. Ya para Plotino y para los neoplatónicos la unidad significaba el bien y la multiplicidad de la materia el mal. Desde Anaxágoras los griegos procuraron asimilar la materia dispersa en elementos primarios primero, y en el Intelecto ordenador (nous) después. Ese intelecto luego fue la razón, si alguna vez fueron dos cosas distintas. La misma obsesión integradora se ha mantenido hasta nuestros días. Recordemos que en tiempos de Newton se conocían diferentes leyes físicas para diferentes fenómenos (el movimiento elíptico de los planetas de Kepler, el concepto de inercia de Galileo, la atracción solar de Descartes que resuelve la integración de los dos anteriores, etcétera). Con sus proposiciones (inspiradas en sus estudios alquímicos) se pudo explicar lo mismo, pero a partir de una sola teoría. Consideremos, además, que Isaac Newton realizó la más trascendente de las unificaciones intelectuales de la historia: por primera vez, logró explicar los fenómenos celestes con las mismas leyes que explicaba los fenómenos terrenales; los divinos planetas y la caída de una manzana (el darse cuenta que «una piedra que cae y la Luna que no cae son el mismo fenómeno»). Más tarde, cuando se descubre que la luz se manifiesta como onda unas veces y como corpúsculo otras, los científicos se impusieron una tarea clara y concreta: eliminar una de las dos. Porque la realidad no puede ser dual o indefinida (La idea del comportamiento «indefinido» de la luz es absolutamente novedosa. Según Niels Bohr, nunca será posible eliminar esta dualidad.) En el siglo XX, cuando los resultados de las físicas cuánticas y relativistas aparecieron como cuerpos independientes, los físicos se afanaron en la búsqueda de una teoría que debía unificarlas en una sola expresión. Actualmente los científicos viven y sufren en un espacio ilusorio o newtoniano, tratando de unir el microcosmos con el resto del Universo.

110, EINSTEIN. En toda la Teoría de la relatividad existe una obsesiva voluntad de unificación. La teoría especial unió espacio y tiempo y la posterior teoría general hizo lo mismo con la materia y la geometría del espacio. Pero la realidad a veces es rebelde y produce paradojas (lógicas paradojas según diría Hume): la misma teoría general dividió la realidad en dos. Arriba quedó un macro-universo geometrizado y abajo un micro-universo no geométrico. Esta herejía dualista fue la mayor preocupación de la comunidad científica en el siglo XX. Y sobre todo la de Einstein que siempre partía del principio metafísico de que la realidad era una unidad rigurosamente coherente. Por ello imaginó y propuso una teoría del campo unificado, la que debería estar basada en la geometría y no en las estadísticas. Detrás o al costado aparecieron innumerables teorías matemáticas que pretendían lo mismo. Pero ninguna salió de sus propias abstracciones y más bien produjo escepticismos como el de Max Born. Como todos saben, Einstein era acérrimo partidario del método hipotético deductivo y se opuso a las estadísticas de la nueva física cuántica y a cualquier principio de «indeterminación». Supongo que esa reacción se debe al hecho de que las estadísticas representan el umbral que separa el caos de las matemáticas, la realidad última de la idea primera.

111, AGUAS. El agua en cantidades controlables significa el Bien, pero agrupadas en cantidades marinas (insondables) representan el Mal. Esta observación que en principio es de origen psicológico posee derivaciones metafísicas. El bautismo se realiza con una pequeña cantidad de agua; en África, lo primero que se ofrece al dios es un poco del vital elemento. En innumerables relatos, los monstruos marinos son las animaciones del caos. Si cualquiera de aquellos avanzados hombres del antiguo Oriente hubiesen presenciado un documental de J. I. Cousteau, seguramente hubiesen jurado haber tenido una visión del infierno. -No son pocos los mitos antiguos que hacen surgir el mundo de las aguas; es decir, nuestro orden o semiorden surgido del caos. El Génesis nos dice que en el comienzo «Gea no tenía ninguna forma, todo era un mar profundo cubierto de oscuridad y el Espíritu de Dios se movía sobre el agua». Tiempos después, serán las aguas del Diluvio las que volverán a sumergir al mundo en la destrucción, en el caos. También según textos cuneiformes sumerios de los siglos IV y V a. C., primero estaba el océano original, el que originó a An, padre cielo, y a Ki, madre tierra. El mundo marino era, para aquellas creaturas, un mundo ciego, múltiples en sus productos y siempre desconocido. Ilimitado hacia abajo y hacia los costados. Según la Torah, Leviatán es un monstruo marino, como Tiamat. Un judío que respete la halajah (regla primitiva) se abstendrá de comer productos del mar y cualquier pescado sin aletas o sin escamas. Porque, según esta misma regla, el reino marino es impuro. Dice Maurice Ruben-Hayoun: «el rito taslij, del hebreo ("arrojarás") que viene de Miqueas (7,19): "arrojarás a las profundidades del mar nuestros pecados", consiste en tirar guijarros (que simbolizan los pecados) o migajas de pan (que corresponde más bien a un honor que se le rinde al espíritu maligno) en el mar a fin de que Satanás se alimente. En París se puede ver también a grupos de fieles, guiados por un rabino, que acuden a la orilla del Sena para tirar allí los guijarros que representan las faltas de su comunidad». Tampoco estaban libres de esta idea los matemáticos pitagóricos que consideraban a muchas especies marinas propias del infierno.

112, VISIBILIDAD. En la prehistoria epistemológica no existía la discusión iluminista que separó razón y experiencia. Por entonces, no había alternativa; como para algunos modernos, la verdad era aquello que se podía ver: un búfalo, un cuchillo, el sol, la luna, el espíritu de los antepasados y la magia del brujo. No hace mucho, en la región norte de Mozambique, un macúa me contó, con fanáticos detalles, cómo una mujer había convertido un saco de arena en un saco de azúcar. No solo había visto cambiar de color la arena, de rojo a blanco puro; también había experimentado el nuevo gusto. Al mismo tiempo que reconocía que semejante transformación era imposible, afirmaba que era la pura verdad. ¿Por qué? Porque lo había visto con sus propios ojos y lo había probado con su propia lengua.

-Dígame, ¿usted sabe qué son los sueños? -le pregunté, no sin desconfianza en mí mismo.

-Sí, yo sueño todas las noches. -contestó el macúa.

-¿Qué fue lo último que soñó?

-Esta noche soñé que iba en un avión, volando entre las nubes.

-¿Viajó alguna vez en avión, entonces? -No.

Sólo he visto aviones de lejos, volando.

-Pero usted estaba ahí. El señor vio y escuchó el avión desde adentro, volando entre las nubes.

-Sí.

-Entonces es verdad que estuvo alguna vez en un avión.

-No, no es verdad.

Como se puede ver, entonces yo abusé de las artimañas de la dialéctica. Pero ese es un juego válido sólo para los hijos de Grecia, no para los otros. A mi amigo macúa no le produjo ningún efecto la conversación. Tal vez se quedó con la misma impresión novedosa que me quedé yo al conocerlos un poco. -Todavía más emocionadas son las historias que se cuentan en las aldeas del mato africano. Para las culturas «salvajes», todo lo que se ve es real. Para los herederos de Grecia no: la verdad es lo que se esconde detrás de la apariencia. Se cuenta que una vez un crítico de Platón le reprochó que sólo había visto caballos singulares, pero nunca había visto algo como una «caballosidad». A lo que el filósofo respondió: «Eso es porque usted, señor, tiene ojos pero no inteligencia». Ya antes de Platón inteligencia significaba algo así como el poder de ver lo invisible. Es decir, el fuego de Heráclito, la inercia de Galileo, la gravedad de Newton, la voluntad de Schopenhauer, la lucha de clases de Marx, la libido de Freud. En la negación de la experiencia nació el racionalismo griego (por lo cual no se puede hablar de «ciencia griega» en el mismo sentido que la entendemos hoy). Algo más tarde se propuso que esa Invisibilidad también (o solamente) podía ser percibida con otra facultad humana: la fe; y en ese conflictivo romance invirtieron años los escolásticos. Muchas religiones, desde las indianas hasta el cristianismo primitivo, concluyeron que todo lo visible era engañoso y, por lo tanto, perverso. («Omnia quae visibiliter fiunt in hoc mundo, possunt firei per daemones»; es decir, «todo lo que ocurre visiblemente en este mundo puede ser hecho por los demonios»). Para los griegos, detrás de lo aparente estaba la razón; para los cristianos, Dios o el Demonio; para los modernos y para los vulgares detrás de todo está el sexo. -Bien, pero tanto a los hechizados africanos como a los que sólo tienen ojos para ver caballos hay que recordarles que no es verdad todo lo que se ve ni se ve todo lo que es verdad.

113, COHERENCIA. El pensamiento que relaciona y deriva una verdad de otra ya era conocida entre los sacerdotes del antiguo Egipto y sólo mucho tiempo después se llamó deductivo. Atribuido a Tales, no sería raro que el griego lo haya tomado de su viaje al Nilo. Cuando los escolásticos advirtieron que ciertos fenómenos físicos estaban sometidos a leyes racionales o pitagóricas, debieron suponer que ese camino de verdades menores pero irrefutables debía conducir a la Verdad última. La razón debía conducir a Dios, porque la Creación no podía ser contradictoria. Alguien, no recuerdo quién, propuso la metáfora de la rueda: partiendo de cualquiera de sus rayos se llega al centro. Lo mismo habían sostenido los islámicos siglos antes: el estudio de las ciencias siempre es bueno (decían), porque aunque comience sin tener a Dios por objetivo, tarde o temprano se llegará a Él. Porque todo es una armoniosa o terrible unidad.

114, SIMULTANEIDAD. El Intelecto humano (occidental) tiende a analizar el mundo en pares de opuestos, transformándolo en un espectro de grises intermedios, lo que resulta finalmente en una unificación. A su vez, la relación dinámica de los elementos involucrados tiende a ser una relación casi exclusiva de causa-efecto. A la creatura metafísica le resulta por lo menos imposible concebir un cambio producido por la acción de factores simultáneos, por la convergencia alquímica de elementos diferentes y opuestos. Incluso, cuando múltiples factores son considerados como los responsables de un acontecimiento se procura ordenarlos en el tiempo. De otra forma, son vistos como una oscuridad del análisis. (Es la misma dificultad que considera la atmósfera de Gea como la causa de la vida y no como la causa y consecuencia; la misma dificultad, si no exagero, que ve al tabú del incesto como la causa de la civilización, y no como la causa y consecuencia.) ¿Es que aún no estamos preparados para pensar en simultaneidades? Existe una imagen muy popular que se refiere a la imposibilidad de saber qué estuvo primero: si el huevo o la gallina. Ello se debe a la imposibilidad de ver lo simultáneo en una formación; y mucho más en un hecho instantáneo. Es como si la mente moderna fuese incapaz de escuchar una sinfonía (caos) y, por el contrario, prefiriese el orden sonoro de una cajita de música (serie). La creatura tiende a verlo todo en relación de causa-efecto; lo que, de forma indirecta, deriva en el reduccionismo científico, en la estética de la novela policial y en la diversión del ajedrez. -Es posible que esta dificultad no se le pueda reprochar a los místicos o a los antiguos chinos, para los cuales la realidad no sólo era una unidad, sino que funcionaba, en cada momento, como el resultado de todos los momentos. Creo que para el I-Ching, la caída de un árbol no era causada por un único evento que la precedía, sino por todos. Pero eso ya es más difícil de concebir por nosotros.

115, DICOTOMÍAS. Las dicotomías son célebres en la historia del pensamiento, lo que significa (creo que ya lo dijo Lévi-Strauss) que son una característica de su i. Dividir a la creatura y al mundo en pares de opuestos siempre será más verosímil que dividirlos en tres. (Una probabilidad más prometedora sería un denominador varias veces mayor, ya que la variante de la unidad es lo múltiple, y ambos conforman una dicotomía.) La milenaria división zoroástrica del Bien y el Mal es la más universal de todas, y desde la antigua Grecia casi no se la ha cuestionado. La trinidad cristiana, en cambio, es un concepto más complejo, motivo de casi todos los dolores de cabeza entre misioneros y nativos colonizados, y no se refiere al mundo sino a lo Inconmensurable. En la calificación dicotómica cabe siempre un espectro: el Universo; en la relación triangular uno de los vértices puede ser más o menos fuerte que los otros dos, o puede en algún momento estar excluido. Las dicotomías son famosas: Bien y Mal, fe y razón, apolíneo y dionisíaco, izquierda y derecha, interior y exterior, forma y contenido, consciente e inconsciente, cultura y naturaleza, mito e historia, inmanente y adquirido, yin y yang, Oriente y Occidente, macho y hembra, cielo y tierra, luz y oscuridad, ser y no ser. Si se me permite, agregaré otro par que seguramente no será novedoso: estético y renunciante. -Las triangulaciones, en cambio, son menos contundentes. Pero existen: por ejemplo, arte-ciencia-religión, ya que ninguno es punto intermedio entre los otros dos.

116, JERÁRQUICO. Tanto la razón lógica como el monoteísmo son estructuras jerárquicas. El monoteísmo y las religiones primitivas no se diferencian por la cantidad de seres sobrenaturales. Incluso en el judaísmo y en el Islam existen ángeles y demonios (por lo que deberían llamarse «monolatrías»), pero éstos no son seres independientes como sí lo eran en Egipto o en la Grecia arcaica o en el África negra. Lo que distingue al monoteísmo de las demás religiones es su ordenamiento vertical. Su correspondiente imagen en Gea es la Iglesia o el Ejército; no la democracia. Fuera de esos sistemas nada bueno puede existir. Para el racionalismo esa periferia contradictoria, imperio de los sentidos, se llamó arte. Para las religiones, corresponde al dominio de lo demoníaco, el engaño de los sentidos, la pluralidad homérica que repudiaron los primeros filósofos griegos en nombre de la razón. Salida de una etapa en donde lo múltiple y contradictorio era aceptado, la condición básica de toda verdad propuesta será la unidad jerárquica. En la antigua Babilonia, la alquimia era más bien un rito mágico que relacionaba causas y efectos por una ley de mímesis que podría resumirse así: todo lo semejante posee efectos semejantes. Así, cada piedra, cada metal respondía, de forma independiente, a su color o a su comportamiento. La multiplicidad dio un giro radical con la propuesta gnóstica de la mónada. Otros monoteístas, los musulmanes, efectuaron el último cambio en la práctica alquímica. Coherentes con la concepción unitaria de la Creación, inventaron la química; es decir, algo parecido a lo que ahora es esa ciencia. La identificación de la alquimia con una especie de protoquímica proviene de la semejanza pictórica e instrumental que podría existir entre el templo del alquimista y el laboratorio del un químico primitivo. Sin embargo, la alquimia primitiva no tenía nada de científica y sí mucho de magia y religión. En un principio, los alquimistas obviaron todas las observaciones de los fenómenos químicos en sí, simplemente porque no les interesaba. No buscaban la riqueza del oro sino los secretos del espíritu y del cosmos. Fueron los árabes, aquellos monoteístas, los primeros en concentrarse en los fenómenos propiamente químicos. Y eso fue posible porque el Islam, religión austera y vertical, estaba libre de las complicaciones de los antiguos alquimistas griegos y babilonios, herederos de las complejidades mágicas del mundo antiguo. Semejante a la alquimia en sus formas aparentes, la química responde a una concepción del mundo radicalmente diferente. No es un saber sobre efectos anárquicos e independientes sino un cuerpo que procura por principio la unidad y la jerarquía.

117, AD-HOC. Desde Platón, la explicación del curso errático de los planetas fue una obsesión de los astrónomos. Por principio, esta explicación debía ser numérica y lo más simple posible. Ptolomeo cumplió con la primera parte, pero la observación de variaciones imprevistas fue complicando el presupuesto geocéntrico con elementos ad hoc. Con la revolución heliocéntrica de Copérnico no se simplificó radicalmente esta situación: el presupuesto de órbitas circulares también necesitaba de ad hoc correctivos. Después de milenios, Kepler resolvió el problema con un sistema de órbitas elípticas tomadas de la antigua matemática griega. Fue sólo entonces que el prejuicio metafísico de Platón quedó satisfecho y descansó en paz. Tanto la resolución copernicana como la más antigua de Ptolomeo subscribían el precepto pitagórico de una naturaleza numérica del cosmos. La diferencia entre unas y otra consiste en que la teoría de Kepler era harto más simple, y no poseía elementos ad hoc. También Newton recibió el primer golpe cuando recurrió a un ad hoc para resolver o justificar algunos errores mínimos de su teoría; pero el suyo era un ad hoc con un defecto doble, para la ciencia, porque se refería a Dios. -La base de la simplicidad platónica de las ciencias consiste en la eliminación de todos los ad hoc que disgregan la unidad con adiciones independientes. Y su hipótesis de partida es la exclusión de Dios en el funcionamiento de su propia Obra. -Una vez, en la ciudad africana de Pemba, ordené a unos obreros macúas que colocaran una cerradura en una puerta. Como eran carpinteros de profesión, no tuvieron ninguna dificultad para hacerlo. Pero lo hicieron a su manera: la puerta principal no se podía abrir desde afuera.

-¿Cuál es el problema? -observó el macúa-. Se puede entrar por la puerta de atrás y luego abrir ésta por adentro.

Al obrero macúa le pareció lógico (o por lo menos natural) su razonamiento. Yo quise decirle que cada cosa debe cumplir con una función precisa y no sé qué otras cosas, pero luego renuncié al intento. Entonces pensé: «ésta es una puerta con un ad hoc, algo inadmisible para nuestra mente occidental o aún moderna».

118, DIMENSIONES. En el siglo XX la realidad física se partió en dos, en un micro y en otro macro universo. Desde entonces, los científicos no han descansado en su esfuerzo por volver a unir lo que la sabiduría separó. Ya desde 1920 se comenzó con la estrategia de sumar dimensiones a las cuatro ya existentes. Pronto los matemáticos encontraron que cinco dimensiones podían unificar el problema electromagnético con el gravitacional. Sucesivamente tuvimos universos de tres, cuatro, cinco, nueve, diez y once dimensiones. Y por último el universo de doce dimensiones (F-Theory) del profesor de Harvard, Cumrun Vafa. Duff, otro científico, se quejó de que «it brings all sorts of headaches that we would rather do without». Ahora parece que cada vez que surgen nuevas complicaciones se le agrega a la teoría otra dimensión extra. La teoría ha comenzado a mostrar todo lo que tiene de aparato explicativo (convenient device) divorciado de toda ontología. Todo lo que nos recuerda a los ptolemaicos y sus ad hoc.

119, ENTRAR. Una vez, en la ciudad africana de Pemba, ordené a unos obreros macúas que colocaran una cerradura en una puerta. Como eran carpinteros de profesión no tuvieron ninguna dificultad para hacerlo. Pero lo hicieron a su manera: la puerta principal no se podía abrir desde afuera.

—¿Cuál es el problema? –observó el macúa– Se puede entrar por la puerta de atrás y luego abrir ésta desde adentro.

Al obrero macúa le pareció lógico (o por lo menos natural) su razonamiento. Yo quise decirle que cada cosa debe cumplir con una función precisa y no sé qué otras cosas, pero luego renuncié al intento. Entonces pensé: «ésta es una puerta con un ad hoc, algo inadmisible para nuestra mente occidental o moderna».

120, AZAR. El mayor defecto de un ad hoc en una teoría no es solo la pérdida del «monismo»; además interrumpe la cadena de reducciones, es decir, la verticalidad de esa unidad, que es una de las condiciones del materialismo. Tomemos un ejemplo cualquiera. ¿Por qué los testículos están en la parte exterior del cuerpo humano y no adentro como los ovarios? Conocida respuesta: porque el semen necesita menor temperatura que el resto del cuerpo. Pero, ¿cómo se establece un funcionamiento tan «lógico»? Para explicarlo bien podríamos recurrir al nous de Anaxágoras o a la wille de Schopenhauer. Pero ambos son ad hoc para la estructura materialista, y si optásemos por ellos ya no podríamos seguir reduciéndolos a elementos más simples. En cambio, podemos optar por un tercer elemento, tan omniexplicativo como los anteriores: el azar. En este caso optamos por el azar de los darwinianos. (Prueba y error mediante, los testículos se fueron ubicando en la posición más favorable a sus condiciones térmicas. La cantidad de soluciones erróneas se pueden contar en trillones; ese no es el problema.) Al hacerlo, no solo estamos reduciendo un problema complejo a un factor originario mucho más simple; también estamos derivando el problema al dominio de nuestra mentalidad mecanicista. La naturaleza mecánica se expresa en una relación, aparentemente simple, de causa-efecto. Pero al final (o al principio) la Causa puede ser una de dos: el Motor Primero (Dios, nous o logos) o el puro azar. Si elegimos el primero, el problema se complica al cuadrado; si elegimos el segundo, descansaremos en paz, en una especie de «lógico absurdo», un oxímoron más accesible a la razón científica que Dios. El azar es la raíz donde se reducen todos los conocidos (o concebidos) fenómenos evolutivos, físicos o biológicos. Es el único fenómeno (físico?) al que la ciencia no interroga; es el fenómeno más fronterizo entre lo complejo y lo inexplicable, entre la teoría del Caos y la metafísica. Se pueden estudiar las probabilidades de un juego de dados o del clima, pero nunca se podrá explicar qué produce el azar, qué es, de dónde viene. No sin recurrir a diferentes ramas sospechosas de la filosofía. Si el Azar está al principio de toda deducción (o al final de toda reducción) Dios o una Inteligencia ordenadora está al final. Pero ambos, Dios y Azar, son igualmente irreductibles. Es decir, inexplicables.

121, POE. En «El crimen de la calle Morgue», Edgar Allan Poe expone un razonamiento significativo por demás: El narrador caminaba por una calle de París junto su admirado Auguste Dupin; caminaron en silencio por un cuarto de hora porque cada uno iba absorto en sus propios pensamientos. De repente, Dupin dijo: «Es un hombre de poca monta, es verdad, y estaría mejor en el Teatro de Varietés».

«-¿Cómo es posible que usted supiera que yo pensaba en...»

«-En Chantilly.», acertó a contestar su amigo analista.

Pero, ¿cómo era posible? Muchas veces en la vida nos ocurre: verificamos que la otra persona estaba pensando la misma cosa que nosotros, sin que mediase otra comunicación además del silencio. Pero, ¿cómo lo explica Dupin, un héroe analítico del siglo XIX? Aunque, por economía o por un prejuicio estético, no me gustan las citas demasiado extensas, extraigo una de ese tamaño porque bien vale la pena y casi no tiene desperdicios.

«Le explicaré -dijo Dupin-. Para que usted pueda entenderlo, vamos a retroceder el curso de sus pensamientos [...] Los eslabones son: Chantilly, Orión, el doctor Nichols, Epicuro, la estereotomía, las piedras de la calle y el frutero. [...] Hablábamos de caballos, si mal no recuerdo, poco antes de dejar la calle C... Este fue el último tema que tratamos. Al cruzar esta calle, un frutero, con una gran canasta sobre la cabeza, pasó corriendo delante nuestro y lo hizo caer a usted sobre unos adoquines que había allí donde se está arreglando la calle. Usted pisó una de las piedras sueltas, resbaló, se torció algo el tobillo, pareció muy enojado, pronunció algunas palabras, se volvió para mirar el montón de piedras y luego continuó el camino en silencio. Yo no presté mayor atención a lo que hizo, pero de un tiempo a esta parte la observación se ha convertido en una especie de necesidad para mí. -Mantuvo los ojos fijos en el suelo, mirando con expresión malhumorada a los pozos y surcos del pavimento, por lo que comprendí que continuaba pensando en las piedras, hasta que llegamos a la calle Lamartine, la que fue pavimentada, a modo de ensayo, con adoquines superpuestos. Aquí se iluminó su rostro y al ver que sus labios se movían no dudé que murmuraban la palabra "estereotomía", palabra aplicada pedantemente a esa clase de adoquinado. Yo sabía que usted no podía pensar en esa palabra sin asociarla con los átomos y pasar así a las teorías de Epicuro; como no hace mucho hablamos sobre ese tema, recuerdo haberle dicho con qué poca notoriedad las vagas conjeturas del sabio griego se habían confirmado en las cosmografías de las nebulosas; vi que dirigía los ojos hacia arriba y que los fijaba en la gran nebulosa de Orión, cosa que yo suponía de antemano. En la punzante crítica sobre Chantilly que apareció en el Musee de ayer, el autor, haciendo ingratas alusiones sobre el cambio de nombre del remendón al dedicarse a la tragedia, citó un verso latino sobre el que muchas veces hemos conversado. Me refiero a: "Perdidit antiquum litera prima sonum". -Yo ya le había dicho que se refería a Orion, palabra que anteriormente se escribía Urión, y por cierta mordacidad referida con esa expresión, sabía que usted no podía olvidar esa línea. Era claro, entonces, que no podía dejar de relacionar a Orión con Chantilly. [...]»

-Después, haciendo uso de semejante determinismo, el analítico personaje de Poe resuelve otros misterios lógicos e inventa la novela policial. Me atrevería a decir más: anticipa, por lo menos, el estilo de «La interpretación de los sueños», de Freud y demás deudos. El género detectivesco es propio del optimismo positivista, paradigma en el siglo XIX. Su universo es el universo de Newton, no el de Poincaré; su dinámica sólo conoce los sistemas estables (pequeñas variaciones iniciales producen pequeñas variaciones finales, por lo cual la previsibilidad es posible). Cualquiera sabe que la imagen monodimensional de Dupin, el personaje de Poe, es posible y exagerada. Pero una exageración verosímil para un cientificista del siglo XIX y una ficción fantástica para otro del siglo XX. Porque ahora tenemos un nuevo paradigma que nos confirma la exageración de aquel razonamiento: la teoría del Caos. Es decir, en cualquier eslabón de las asociaciones libres, cualquier pequeña desviación provocará caminos distintos, resultados opuestos. Si el cerebro humano funcionara como lo describió Dupin, la mediocridad y la salud mental serían más comunes de lo que son en Gea, porque los psicoanalistas llegarían a la infancia de cualquier creatura con el simple uso de un ordenador. -Para cualquier ciencia, una teoría es superior a otra si puede explicar lo mismo con mayor economía. Podríamos decir que más económica que la proposición de Dupin sería una explicación que recurriera a la telepatía. Pero ésta posee un defecto inadmisible para la ciencia: es un ad hoc aún irreductible.

122, INTERACCIÓN. Hasta el siglo XIX, la física estudió el Universo como si fuese un objeto independiente de las creaturas que lo estudiaban. Pero el siglo XX, desde el arranque, metió a la creatura adentro del problema. En toda la Teoría de la Relatividad el observador tiene la misma importancia que el objeto observado. También en la microfísica ocurrió algo parecido pero con un signo más radical: los instrumentos de medición dejaron de ser elementos neutros e independientes de los fenómenos observados. Los fenómenos que observa y estudia la física cuántica se producen en el mismo momento de la medición. Esto no significa que la ciencia produzca hechos artificiales y arbitrarios; significa que ya no es posible ver la realidad material como una realidad independiente de la creatura metafísica. Yo escuché, por primera vez de un tío mío, una idea fascinante: un rayo de luz que viaja por milenios es un fenómeno indeterminado; sólo al entrar en contacto con la creatura que lo mide se convierte en onda electromagnética o en fotón. También un flujo de electrones es un fenómeno indefinido: mientras no se lo mida es al mismo tiempo onda y fotón, es decir, es y no es. Un electrón que parte de una fuente F, atraviesa un plano por dos ranuras diferentes al mismo tiempo y llega a una placa fotográfica, demuestra un comportamiento ondulatorio en su desplazamiento y un comportamiento corpuscular cuando se lo mide en la placa fotográfica. Pero el comportamiento ondulatorio de su desplazamiento cambia cuando se lo ilumina desde una de las ranuras para sorprenderlo en tránsito. -Esa intervención del «instrumento» sobre el objeto observado es semejante a lo que pensaba Immanuel Kant sobre el acto mismo de conocer. En el siglo XVIII, el filósofo consideró imposible ver a la naturaleza de forma absolutamente objetiva, independiente de preconceptos e independiente de la misma naturaleza del intelecto. Es más, no sería posible determinar si el conocimiento es una relación de la creatura con la realidad exterior o una relación consigo misma. En los últimos años sesenta, T. S. Kuhn hizo famosa la idea según la cual una verdad científica dependía de su relación con el paradigma. El paradigma sería determinante en todos los movimientos de un laboratorio: desde la elección del objeto hasta la forma de medirlo; desde las hipótesis hasta las conclusiones. Ahora, cuando estudiamos las cosmogonías más antiguas advertimos las similitudes que existen entre ellas -surgimiento del caos-unidad, etcétera. Pero más nos asombramos cuando vemos que en el fondo también son similares a las más modernas cosmogonías científicas y que comparten las mismas obsesiones. Algunos teólogos pretenden rescatar de estas comparaciones virtudes epistemológicas de los mitos más convenientes. Pero también es posible conjeturar que la representación científica del mundo es, precisamente, la expresión de esa misma estructura cognoscitiva («We see the universe the way it is because we exist»). -En la actualidad el paradigma de los paradigmas comienza a tomar un tinte psicológico más que epistemológico: el nacimiento de un nuevo paradigma significa la liberación del anterior, la abolición de los límites cognoscitivos. Se ha definido el cambio de los paradigmas como un proceso arquetípico; y de esa forma volvemos a la mente humana, a otra de sus viejas obsesiones.

123, VERDAD. Podemos coquetear con la verdad, arrinconarla, sentir su respiración, rodearla con fórmulas físicas o religiosas. Pero, al final, la verdad siempre se nos escapa. -La epistemología sólo puede dar cuenta de la impotencia humana; no es la ciencia que estudia la verdad sino la forma en que ésta es codiciada por la creatura. Y la epistemología es el testigo intelectual de ese fracaso. Sin embargo, aunque impotente, su mirada no ha de ser totalmente en vano. Al fin y al cabo, ¿no estamos diciendo que es un testigo?




ArribaAbajoXIV. Los secretos de la liberación

124, MATERIALISMO. Demócrito pensaba que el mundo estaba compuesto de partículas materiales llamadas átomos, provistos de movimientos mecánicos y desprovistos de nous o inteligencia ordenadora. Más allá nada; ni dioses ni realidades. Por lo tanto, el conocimiento era el mero resultado del impacto de la materia sobre los sentidos y la ética y los dioses sólo estorbos para las creaturas. Lo mismo o parecido sostuvieron los sofistas y J-P. Sartre: más allá nada o Nada; conocer es percibir lo particular.

125, OCULTO. En las grandes religiones monoteístas, el pensamiento gnóstico siempre encontró lugar a pesar de los partidarios de la revelación. En el judaísmo está representado por los cabalistas del siglo XIII; en el cristianismo, por los famosos gnósticos de los primeros siglos; en el Islam, por cierta corriente chiíta. Diferente a quienes sostienen la autoridad de las revelaciones, para los gnósticos la verdad se logra después de un largo camino de perfeccionamiento. ¿Por qué el camino hacia la liberación del alma habría de ser más breve y menos complicado que el camino que conduce al río? (Al menos que no haya camino sino Revelación.) Como todo camino largamente ascendente, éste está dividido en niveles. En el chiísmo, la misma división se logra usando la metáfora de los velos, porque eran árabes y desconocían la hermenéutica: el Corán posee cuatro niveles a desvelar, cada uno más profundo y misterioso que el anterior. Para todo pensamiento gnóstico, como para el racionalismo griego, la verdad no está revelada sino oculta y su descubrimiento implica un aprendizaje. La diferencia consiste en que la gnosis científica o racionalista puede ser colectiva, mientras la gnosis metafísica tiende a ser mística e individual.

126, ORIENTALES. Hay doctrinas antiguas que se pueden considerar gnósticas en su totalidad: por ejemplo el budismo y el jainismo. Como Buda, Vardhamana (Jina) fue un aristócrata decepcionado por la realidad. Por ello renunció al mundo y se dedicó a recorrer los caminos de la infinita Asia, desnudo. Como era conocido en aquellos espíritus del Ma-Ganga, un férreo ascetismo precedió a la meditación. Como Buda, Vardhamana recibió la iluminación debajo de un árbol y más tarde entró al Nirvana, abandonando la dolorosa experiencia de la existencia. Quiero decir que se murió. Para sus seguidores, el cosmos es un orden numérico en el cual están las creaturas, las cosas y los dioses, todos subordinados a los implacables ciclos. Procedente del hinduismo, también esta doctrina prometió liberar a la creatura del agobio de su existencia. Incluso, con el objetivo de salirse del samsara prescribió la muerte por inanición, lo que significa una forma secreta y tradicional de suicidarse. Como en toda religión o doctrina espiritualista, la pobreza y la castidad fueron consideradas virtudes; no ante la Ley de un dios sino por higiene del alma. Ambas virtudes son condiciones previas a toda perfección. Ambas son renuncias. En la actualidad, los jainistas más adelantados poseen un platillo para las limosnas, una escoba para limpiar el camino de insectos y una muselina tapabocas para evitar aspirarlos; no por asco sino por compasión.

127, HERMETISMO. El pensamiento hermético proviene de Hermes Trimegisto (tres veces grande), especie híbrida entre el dios griego Hermes y el dios egipcio Tot, el conductor de las almas al infierno. Los escritos conocidos de esta secta son de los primeros días del cristianismo, pero hacen referencia al tercer siglo antes del Cristo. En la época alejandrina fue el resultado de la conjugación de conocimientos griegos y orientales por parte de los neoplatónicos. Como los antiguos babilonios, los herméticos vieron una correspondencia entre el mundo visible (tierra) y el mundo verdadero (cielo). Y también enseñaron que la creatura metafísica es cuerpo y alma, materia ilusoria y fragmento del Logos creador. Como en el yoga, el conocimiento oculto se logra apartándose del mundo sensible para que sólo después de múltiples existencias el alma purificada vuelva a Dios. Ahora, si cambiamos el nombre Dei por Brahma obtendremos una afirmación hinduista.

128, DESENGAÑO. También en el gnosticismo cristiano se advierte una fuerte influencia proveniente de las orillas del Tigris y del Ganges. Bueno, no podía ser de otra forma; seguramente ese tráfico de influencias se debió a los órficos y a los pitagóricos. Lo revela un ligero seguimiento histórico: Carpócrates, como Pitágoras, repitió la doctrina de las reencarnaciones; Basilídes, con estilo budista, sostuvo que el Dios verdadero sólo podía ser nombrado por el silencio. Pero si careciéramos de todos esos datos igual podíamos deducirlo de su contenido ideológico o metafísico. Veamos; para aquellos antiguos gnósticos el cuerpo era la cárcel del alma, la imperfección del espíritu. La materia -el mundo sublunar- era la expresión concreta del Mal, obra del Demonio o Demiurgo inventor de la vida y la muerte. Para la liberación del alma, atrapada en ese monstruoso mecanismo, había un solo camino: como en toda doctrina religiosa o metafísica, ese camino consiste en cierto tipo de conocimiento. Pero un tipo de conocimiento muy diferente al griego o al hebreo. Para los griegos clásicos, la verdad se alcanzaba mediante la razón, y su instrumento principal era la dialéctica. Para los hebreos, la verdad ya había sido revelada y se encontraba toda en las Escrituras. Para los primeros gnósticos cristianos, también; pero de una forma diferente. Convencidos de que las Escrituras (ya no el mundo) poseían diferentes niveles de revelación, formularon novedosas conclusiones. En los siglos II y III pulularon entre los cristianos diversas sectas que denunciaban la naturaleza demoníaca de Yahvé. Según éstos, sólo un dios perverso pudo crear un mundo imperfecto y doloroso -la materia. Por la misma razón podemos comprender, entonces, por qué algunas de estas sectas adoraron la serpiente del Génesis. Como en algunos símbolos modernos, la serpiente representa la voluntad de conocimiento, la discriminación del Bien y el Mal, la iluminación que sacaría a la creatura del engaño orquestado por el Demonio.

129, SOLEDAD. Decía Heráclito que la verdad gustaba de ocultarse. Gnósticos y orientales pensaban igual. Pero si los griegos habían definido un método claro y optimista (razón, dialéctica), los orientales carecían de él, y toda la responsabilidad recaía sobre el individuo. Según el Bhagavad-Gita, el conocimiento, supremo y liberador, radica en la conciencia en Krishna. Para Buda era la Iluminación que permitía el desprendimiento de todo karma, pero sobre la cual nada podía decir a sus discípulos sino indicar el camino. En ambos se trata de un conocimiento individual e irracional. El estudio de la Revelación, en cambio, implica cierta racionalidad, aunque no mucha, y por eso puede ser colectiva y proselitista. El racionalismo no procura la liberación del alma, pero el gnosticismo y la palabra revelada sí.

130, HEBREOS. Para el pensamiento oriental, el conocimiento se logra después de un largo entrenamiento espiritual. Y este logro final es lo único que importa. Tan arduo y difícil es este conocimiento, que atormentó a Buda durante años antes de alcanzarlo; otros, menores pero grandes maestros, declararon haberlo obtenido poco antes de la muerte. -La revelación hebrea no implica esta interiorización absoluta. En lugar de la anarquía budista o del colegiado hindú estaba la Autoridad del Padre. Como en sus derivaciones cristiana y musulmana, la virtud del hebreo consistía en la aceptación inmediata de la verdad propuesta. Y en la sumisión a la autoridad, el mayor tiempo posible. La metafísica hebrea, cuyas raíces están en el Egipto faraónico, no desprecia el cuerpo y la materia porque también son obras de Yahvé. -El famoso dualismo alma-cuerpo, atribuido al pensamiento griego, no es ajeno a ninguna religión. En el libro hebreo más antiguo ya se distinguía el cuerpo del alma, aunque de una forma más sutil que la oriental: la creatura es de tierra y su alma aliento del Espíritu. Ni el egipcio ni el hebreo despreciaron la materia o el cuerpo; el destino en Gea y en el Cielo está en las manos de la Autoridad, y el deber del pueblo no es hurgar en lo desconocido sino aceptar la verdad revelada. El Todopoderoso se encargará del resto.

131, MIXTURA. El pensamiento gnóstico y hermético encontró una excelente caja de resonancia en los Evangelios. Un libro tan antimaterialista, tan lleno de dolor y promesas de redención, ¿no es la síntesis de los espíritus hebreo y oriental? El cristianismo posterior despreció el cuerpo y la materia (Pablo, San Agustín); o, en el mejor de los casos, tuvo un cuidado negligente sobre ellos. Más tarde, en la Edad Media, resurgieron las ordenes mendicantes. Justificadas en las palabras de un subversivo crucificado, fueron primos hermanos de aquellos sannyasin que seguían al Ganges en sus meditaciones. Con el tiempo, el impulso oriental fue perdiendo fuerza en el mundo cristiano, al mismo tiempo que renacía el espíritu griego en el seno de la Iglesia: primero con la teología escolástica, después con la tolerancia y el paganismo del Vaticano. De a poco la materia dejó de ser el lado perverso de las cosas. Hasta que un día ya nada era otra cosa.

132, NEOMATERIALISMO. Por fin los modernos dejaron de maldecir el cuerpo y la materia. Pero todo proceso espiritual acaba por ser arrastrado por su propia inercia hasta extremos imprevistos. La felicidad ya no está fuera de la materia sino en la materia misma. Por eso, todos los esfuerzos de las creaturas de Gea están concentrados en su estudio y en su dominio. Con resultados dispares. Los Evangelios, que en los primeros tiempos de su propia Era sirvieron para condenar el oro, después de la Reforma fueron comentados para estimular la fiebre que lo conseguía (aunque la riqueza ya estuviera predestinada por Dios o por Calvino). Y el yoga, que nació en Oriente como una técnica para separar el alma del cuerpo, esa abominable materia, actualmente en Occidente se lo emplea como terapia, para devolver el alma al venerado cuerpo. (Así como «religión» significa re-ligare, «yoga» proviene del sánscrito yuj, y significa yunta, yugo, yoke o ligadura. Pero en ningún caso significa ligadura con el cuerpo. Siempre se refiere a una relación con Dios o con el Brahman infinito.)

133, ANTIMATERIA. También la alquimia procede de Egipto y Mesopotamia. Tanto en sus versiones babilónica, árabe y europea, buscó el secreto del cosmos a través de la perfección del espíritu y el estudio de la materia. El hinduismo y sus derivaciones procedieron de forma inversa: si el cuerpo y la materia son la imperfección y la condena del alma, nada bueno puede derivarse de su estudio. Así, por el desprecio desmedido a este mundo, las sociedades hindúes lograron lo mismo que sus contemporáneos materialistas: la deshumanización de la creatura. Porque si su mecanización es condenable, también lo es el abandono del cuerpo.

134, ABSURDO. En un atardecer en África, me quedé observando la muchedumbre que poco a poco se iba sumergiendo en una oscuridad sin lámparas. Las jóvenes macúas se paseaban con sus capulanas de colores, con sus rostros pintados de blanco en procura de maridos. Los hombres, con sus miradas perdidas esperaban sentados en las veredas de una ruinosa ciudad portuguesa, el momento para cenar el magro pan con té. Y los niños sucios, jugando a empujarse de un lado para el otro, levantando de vez en cuando algo del piso para llevárselo a la boca. Entonces pensé (sentí) que esos niños crecerían, sufrirían como sus padres y morirían sin haber dejado rastros. En realidad, no es muy otro el destino de casi todas los habitantes de Gea; pero aquel momento era metafórico o ejemplar. La búsqueda de marido de las jóvenes confería un sentido a aquellas apagadas existencias, mientras que lo absurdo estaba representado por la inocencia de los niños. Tal vez ninguno de ellos llegaría nunca al conocimiento religioso o material. Claro que todo pueblo tiene algún tipo de conocimiento; pero no me refiero a la calidad sino a la conciencia de poseerlo: para ser salvados o para aprovecharse de él. Muchos de aquellos niños pasarían; muchos de ellos habrán muerto ya o estarán muriendo en este preciso instante. Y eso es todo. Sólo la conciencia de poseer un conocimiento sobrepone a la creatura metafísica de su propia impotencia ante lo inexplicable. Según escritos no canónicos, el Señor dijo: «Cuando tú sabes qué es lo que haces, bienaventurado eres; pero condenado eres cuando no lo sabes».




ArribaAbajoXV. Verdad contra libertad

135, LIBERTAD. No sólo musulmán significa «sometido al Supremo»; todas las demás religiones exigen la renuncia de la creatura a la libertad ilimitada en beneficio de una Autoridad o en beneficio de una Libertad definitiva. Por eso, no es extraño que la filosofía haya nacido en Grecia y después más cultivada en los países protestantes que en los católicos. Aunque autoritario, Martín Lutero no solo liberó al espíritu anglosajón de la autoridad del Papa; también (consecuencia involuntaria y paradójica) minó la autoridad de la Biblia al reivindicar los derechos del individuo. Según Bertrand Russell, «los protestantes transfirieron el asiento de la autoridad en la religión, primero de la Iglesia a la Biblia, y luego al alma individual». Una idea semejante expresó C.G. Jung: «Los pastores protestantes han pasado por el entrenamiento científico de la facultad de Teología, que con su espíritu crítico mina la ingenuidad de la fe». Yo no conozco pastores mejor preparados que cualquier sacerdote católico; es más, no conozco pastores preparados en nada o con algo llamado espíritu crítico; aunque eso se debe a mi propia ignorancia y seguramente alguno ha de haber. Pero desde una perspectiva histórica, creo que la influencia subversiva del protestante es clara: del libre-interpretador al libre-pensador hay un paso. Sólo que el libre-pensador, el filósofo, jamás encontrará lugar en ninguna de las sectas protestantes que pululan por Gea.

136, RELIGIOSO. El espíritu religioso debe cambiar su libertad de cuestionarlo todo y de experimentar el mundo a cambio de la aniquilación de la duda metafísica y la experiencia de los dolores de este mundo (lo que no significa que no sea necesaria la libertad para elegir a Dios). Reprimidos los placeres sensuales y la duda metafísica, el espíritu religioso en estado puro, poseedor de la Verdad, se vuelve fundamentalista e intolerante. En el mejor de los casos, sólo epistemológicamente intolerante. En casos peores, sin la experiencia de los placeres, acaba por arrojarse al dolor tan temido.

137, NIETZSCHE. Nietzsche opuso con ferocidad el espíritu griego al cristiano, al cual consideraba fúnebre y decadente. En su pensamiento, los dioses del Olimpo representaban la glorificación de la vida. «Los dioses griegos -le leí decir-, con la perfección que se nos aparecen ya en Homero, no pueden ser concebidos, ciertamente, como frutos de la indigencia y la necesidad; tales seres no los ideó el ánimo estremecido por la angustia: no para apartarse de la vida proyectó una fantasía genial sus imágenes en el azul. En éstas habla una religión de la vida, no del deber, o de la ascética, o de la espiritualidad. Todas estas figuras respiran el triunfo de la existencia, un exuberante sentimiento de vida acompaña su culto». Los dioses griegos no son resultado de la angustia o del deber: son los personajes de una obra de arte; el mundo, el Eterno Retorno. -En noviembre de 1887, Nietzsche escribió a Overbeck sobre su deseo de ser recordado por un poema de Lou van Salomé que se cantaría cien años después:


Pensar y vivir durante milenios
arroja plenamente tu contenido
si ya no te queda ninguna felicidad que darme,
bien, aún tienes tu -sufrimiento.



Para Zaratustra, los predicadores de la vida eran, en realidad, los predicadores de la muerte. «Parecen féretros que andan -decía-. Su lema es: la vida es dolor y por consiguiente lo mejor es morir. El placer es una cosa llamada pecado». Y en otra parte: «Hay algunos para quienes la virtud es un espasmo bajo el golpe del látigo. Muchas veces hemos oído sus gritos. [...] No se elevan sino rebajando a los demás». Muchas veces hemos sentido eso que debió sentir el alemán: ante uno de esos personajes orgullosos de su fe, uno siente que esta vida es una porquería, que lo bueno es vestirse de gris, arrojar los testículos al Río de la Plata y, de ser posible, morirse de una buena vez por todas. Opuesto, el espíritu primavera se niega a renunciar.

138, LUTERO. En Martín Lutero se conjugaron las contradicciones que tanto fascinaron a los psicoanalistas y nos intrigan a nosotros: el monje se revela contra la autoridad porque la ama. Si bien no pensaba provocar un ismo, da un paso al costado de la sombra del Papa León X. Su mayor contribución fue la legitimación del naciente espíritu crítico y libertario. Tiende los rieles de la naciente locomotora capitalista y la conduce a la crítica primero y al ateísmo nihilista después. Pero no se lo puede responsabilizar de las consecuencias póstumas. (Algo semejante sería culpar a la madre de Hitler por la Segunda Guerra.) Ahora el espíritu griego se impone otra vez en Occidente y en los países occidentalizados, que son casi el resto. Incluso sobre la Iglesia, antiguo bastión de intolerancia epistemológica; y al mismo tiempo que ese nuevo espíritu crece dentro de una religión, resurgen los integrismos como reacción.

139, LEFEBVRE. A los reformistas del siglo XVI se opusieron los católicos del mismo siglo; con baños de sangre, como ocurría siempre que las opiniones o las verdades eran contemporáneas. No hace mucho, cuando en el Concilio Vaticano II de los años sesenta Roma reconoció válidas las demás religiones, apareció en escena Monseñor Lefebvre. Más coherente con el dogma y con la historia, Lefebvre espetó que el único camino de salvación era la Iglesia Católica. (Extra Ecclesiam nula salus). Y muchos lo siguieron o por lo menos concordaron. «El Vaticano II -dijo entonces- ha dado la impresión de que una verdad podía ser tan buena como otra. De ahí se ha seguido una disolución general de los valores morales». No es incomprensible que este señor haya apoyado la derecha francesa de Le Pen, que prefiriese a Franco y a Pinochet antes que a los gobiernos democráticos, o que rechazara (sin pudor) los «derechos del hombre» en favor de los derechos de Dios. Está de más decir que también rechazó el derecho a la libertad religiosa y el diálogo con judíos y musulmanes. A este señor podemos acusarlo de cualquier cosa menos de incoherencia.

140, CAMBIOS. En los años sesenta la Iglesia reconoce (ha tenido que reconocer tantas cosas...) que fuera de su estructura católica existen «elementos de verdad». Ahora, ¿pensaban lo mismo aquellos católicos que degollaron a moros y judíos y protestantes? En este cambio se advierte otra vez el regreso de un espíritu más liberal y tolerante. Pero como la intolerancia epistemológica es expulsada de las estructuras tradicionales, se refugia y se multiplica en sectas de todo tipo y color, las que deben convivir en un equilibrio inestable o ignorarse mutuamente.




ArribaAbajoXVI. La intolerancia

141, IMPOSICIÓN. Es difícil que una verdad absoluta no venga acompañada de algún tipo de intolerancia. La tolerancia y su negación son productos culturales. Una hiena que le quita una carroña a otra no está ejerciendo ninguna de estas dos facultades; solo está respondiendo al instinto predominante en el momento. También podríamos decir lo mismo de los cro-magnones que exterminaron a los neanderthales y lo mismo de las hordas del Gengis Kahn que arrasaron Kiev, movidos por el impulso de poder, desbordado en la creatura como lo está su instinto sexual. Aquellos vándalos no pretendían imponer ninguna verdad; sí los inquisidores cristianos, los revolucionarios modernos y los nuevos terroristas islámicos.

142, PASTORES. Las creaturas de Gea viven en un océano de dudas e interrogantes metafísicas. Esa es una realidad, pero hay espíritus que no la reconocen y otros que no la soportan. Los primeros suelen ser hedonistas o simpáticos; los segundos se aferran con uñas y dientes a una verdad absoluta. Es común que una creatura perturbada por el Enigma levante entorno suyo una muralla de defensa, construida en base a dos elementos secretamente odiados: la razón y la lógica. Entre estos terroristas encontramos dos grupos: los que de hecho asesinan con bombas en nombre de Dios; y los que querrían hacerlo y lo condenan porque aún no lo han hecho. Hace más de trescientos años, Blaise Pascal decía que «el hombre nunca comete el mal tan gozosamente como cuando lo hace por convicción religiosa». -En Occidente, los encargados de ejercer el terrorismo psicológico son los autoproclamados pastores. Cuando esta especie sale a la caza de conversos que le sirvan a su propia salvación, nunca duda en imprimir miedo y terror en el corazón de sus víctimas. Al fin y al cabo, el miedo a lo desconocido es siempre más poderoso que la amabilidad del más acá. El cazador saltará sobre su presa, sudando y gritando con los ojos cerrados si se trata de una caza televisiva. -Estos comediantes trágicos deberían entender que una cosa es evangelizar y otra muy distinta es el adoctrinamiento. ¿Nunca han visto una de estas sesiones de adoctrinamiento? Un hombre, con un micrófono en una mano y una Biblia en la otra, con los ojos cerrados y todos los músculos tensos, repite gritando una frase o una palabra determinada. Su público levanta las manos, repite lo mismo y tiembla en trance. Es cuando el supuesto vocero de Dios considera que el mensaje y la iluminación han llegado a destino. Pero, realmente, ¿querrá Dios un rebaño de espíritus adoctrinados, es decir, aturdidos? Pareciera que esta gente, de tanto leer la Biblia con fanatismo y rencor, ha olvidado la sensibilidad del Maestro. ¿Cuándo Jesús les gritó a sus discípulos con tanta furia? Se supone que un pastor de barrio debe predicar amor, y por eso hablan de ello. Pero, para el que no sea capaz de recibir tanto, la pena mínima incluye el fuego del Infierno. -Claro que esta clase de terrorismo es legal, faltaba más.

143, EXPERIENCIA. Una vez alguien me dijo que yo no podía hablar de religión porque no era un hombre religioso. Me quedé pensando un instante, porque en algo tenía razón: yo soy un espíritu religioso, pero no soy un hombre religioso porque mi mente desconoce la seguridad. Obviamente, se equivocaba en lo demás. «Señor -quise contestar, no sin timidez-, si los sacerdotes católicos desde siempre han dado consejos matrimoniales y ahora hasta dan clase de conducta sexual, por qué no podría un ateo enseñar teología?».

144, SUPERBIA. Los campeones de la renuncia no se conciben pecadores. ¿Nunca han oído a este tipo de gente decir que han salvado sus almas? Y si no lo dicen lo esconden, no con esmero. ¿Nunca han tenido la desgracia de cruzarse con alguien que los contempla desde las alturas del Futuro Paraíso? Es fácil reconocerlos porque, como dije, no se esmeran mucho en ocultar su premio; no solo porque son muchos sino porque, además, se suponen pocos. Cargan con pocos pecados, sí, pero de los buenos. Poseen, por ejemplo, el peor de los pecados: el de la soberbia. Decía Huizinga que en la Edad Media (modelo de religiosos) el principal atributo del Demonio era, precisamente, la soberbia. «A superbia initium sumpsit omnis perditio». La soberbia era considerada un pecado simbólico, un carácter metafísico: el orgullo de Lucifer. En cambio, la avaricia (cupiditas), no poseía alguna implicación teológica. Era, simplemente, un pecado de este mundo. Entiendo que debió ser en este mismo sentido que hombres tan lejanos como Carpócrates y Martín Lutero consideraron la autohumillación como una especie de camino o requisito para la salvación. El egipcio recomendó la inmoralidad; el alemán, la humillación propia como base para toda virtud. Y no se puede decir que ni Calvino ni Lutero sabían lo que decían cuando hablaban de soberbia.

145, CULTURA. Los sacerdotes católicos son gente más tolerante que los pastores neo-protestantes. Claro, poseen una larga historia que los debe avergonzar. Los pastores protestantes también tienen de qué avergonzarse, pero no saben tanto de historia como los sacerdotes católicos.

146, VIOLENCIA. Por lo general los filósofos han sido creaturas tolerantes; pero no sus seguidores. Para la lucha siempre es necesaria cierta clase de locura, de olvido por lo cual se lucha. Pero, de hecho, las barbaridades en Gea comienzan con una verdad sólidamente justificada por algún discurso. Ya en el siglo XI, el matemático, persa, escéptico y bebedor empedernido Omar Ibn Khayyam, había escrito un consejo que luego fue exitosamente olvidado: «Procura que tu prójimo no tenga que sufrir de tu sabiduría». En todas las guerras, las verdades que las provocan son meras espectadoras de los crímenes que cometen sus partidarios. En los tiempos de la Guerra Fría, por ejemplo, una de las máximas rectoras rezaba: «Los fines justifican los medios». Y los medios de ambos fines eran trágicamente los mismos. Las víctimas de Viet-Nam o de Praga supieron lo mismo: la persecución, la tortura y la muerte. Ni al soldado ni al guerrillero, en los momentos más intensos de la lucha, le resulta más claro el objetivo ideológico que el propio éxito del combate. Esto, que es razonable en una batalla, en una partida de ajedrez, se vuelve absurdo cuando la confusión tiende a perpetuarse. Entonces, los fines son olvidados en el ejercicio prolongado de los medios. -La epistemología desaconseja el uso de la fuerza para demostrar ideas. La pretensión de imponer ideas por la fuerza es un sentimiento común y su concesión un acto doblemente irresponsable, porque las ideas suelen ser defectuosas o equivocadas, ya que se originan en un organismo programado para fallar sin aviso; y porque la violencia es una experiencia irreversible. Los «principios», en cambio, son más confiables. También por otra razón doble: porque, por definición, son más simples y claros; y porque nacen en un organismo que cuando falla avisa: el corazón.

147, DIFERENCIAS. A las creaturas les resulta más fácil reconocer lo que tienen de diferente varios elementos que lo que tienen en común. Sobre todo cuando esos elementos son ellos mismos. Si se seleccionara un millar de hombres y mujeres por el color del pelo y de sus ojos, por estaturas, tipo de piel, corte de cara y por alguna característica temperamental y se los confinara a una isla, al poco tiempo volveríamos a tener divisiones raciales y de castas. Estas diferencias, que en ocasiones son fructíferas, por lo general son trágicas. También ocurre algo semejante a nivel de las ideas o de la fe. Cuando por una revolución, social o religiosa, una verdad se impone sobre las otras, dentro suyo aparecen nuevas divisiones. Estas divisiones, en apariencia sutiles, con el tiempo son capaces de repetir las sangrientas luchas que provocaron las anteriores diferencias. Si el antiguo enemigo en común no reaparece, las diferencias que en un principio eran sutiles se transformarán en radicales. Sabemos que Ulrico Zuinglio, uno de los fundadores del protestantismo, fue duramente combatido por Lutero. En proporción, fue quemado y descuartizado por el resto de los cristianos católicos de Zurich. A diferencia de lo que generalmente se cree, Miguel Servet no fue incinerado por su aporte a la medicina (la circulación de la sangre ya había sido descubierta siglos antes por Ibn al-Nafís). Fue condenado por los cristianos por ser uno de ellos, aunque algo diferente: respetuoso y creyente en Dios, María y Jesús, tuvo la osadía de negar la ideología trinitaria. Entre quienes lo enviaron a la hoguera estaba Calvino, y lo mismo hubiese hecho con Nicolás Copérnico si el excéntrico astrónomo hubiese publicado su teoría antes de morirse. (De él había dicho el religioso: «¿Quién se atreve a colocar la autoridad de Copérnico sobre la del Espíritu Santo?»). Para no ser menos, actualmente, en Pakistán, chiítas y sunitas resuelven sus diferencias dentro del Islam -con violencia también. -Veamos más. En la Francia revolucionaria, Jacobinos y Girondinos enviaron a la guillotina al rey Luis XVI y a sus adulones. Eliminada la monarquía absoluta, enemiga de la asamblea y del pueblo, surgieron las luchas internas. El objetivo común se había cumplido, por lo que restaba cumplir con los objetivos particulares. Hébert, uno de los principales jefes de la Comuna, propuso cambiar el rito cristiano por un culto exótico, por entonces, a la diosa Razón. En el otoño de 1795, en Notre-Dame, los hébertistas realizaron este contradictorio rito. Danton y Robespierre reaccionaron enviando a Hébert y a sus razonables seguidores a la guillotina. Pocos meses después lo mismo ocurrió con Danton, por orden de Robespierre, y luego con Robespeare por orden de algún otro. Las Grandes Diferencias fueron resueltas en la guillotina y las pequeñas también. Por entonces, los guillotinados se contaron por docenas de miles, con un promedio de treinta por día, según la verdad de turno. Algunos siglos después, a principios de la revolución rusa, bolcheviques y mencheviques lucharon juntos contra el poder despótico de los zares. En 1918, el zar Nicolás II fue asesinado con toda su familia. Una vez en el poder, los bolcheviques comenzaron el conocido proceso de purificación ideológica. La misma suerte que los Blancos corrieron aquellos que no se pusieron de acuerdo sobre cuál era el mejor Rojo y perdieron en la opinión. Entonces fueron acusados de «rojizos», lo que equivalía a decir «blanco».

148, BIENINTENCIONADOS. La Inquisición asesinó en nombre de Dios; la Revolución Francesa en nombre de la libertad; el marxismo-leninismo en nombre de la igualdad. Durante el pasado siglo XX, Dios, la Libertad y la Igualdad representaron verdades absolutas, caras a espíritus nobles y diversos. Para cada grupo de creaturas, la imposición de su verdad era básica para el destino de la Humanidad. Pero la Libertad moderna se oponía a Dios, según los fundamentalistas; la Igualdad socialista se oponía a la Libertad, según el capitalismo; y la religión y el opio se oponían a la Igualdad del pueblo, según los marxistas. -Durante el pasado siglo XX la sangre corrió siempre en nombre de Dios, la Libertad y la Igualdad. Pensamos que en el próximo siglo la sangre seguirá corriendo, aunque ya no necesitará de tan nobles excusas para hacerlo.

149, VICEVERSAS. En materia de prejuicios, persecuciones políticas, raciales y religiosas, las viceversas siempre funcionan. Por favor, no lo olvidemos si queremos tener algo llamado «autocrítica». La crítica siempre es menos efectiva que la autocrítica, porque la primera produce reacciones radicales y la segunda las corrige.

150, POSTEDAD. En este fin de siglo, los sabios no se ponen de acuerdo sobre el nombre que debe llevar nuestro tiempo. Se han ensayado variaciones, no sin una desesperada y orgullosa originalidad que los emparenta con abuelas y comadronas. Todos quieren bautizar al niño: así es que vivimos en una sociedad postmoderna, postindustrial, postradicional (A. Giddens), posteuropea, posthistórica, postsexual, Posthonor (A. Ahmed), postscarcity (Ivan Illich -sólo entre los países desarrollados), postmortem. Algunos genios reniegan del prefijo «post» en beneficio de otro que significa lo mismo: «trans». Por el momento lo único que nos queda en claro es que el nuestro es un tiempo «post». -Y como estamos en una era «post», es decir, de regreso de todo, nadie piensa que haya algo absoluto por lo cual valga la pena vivir y morir. Ahora, el mayor defecto de la «postedad» es que cualquiera puede opinar lo primero que se le antoje. Y creo que su mayor virtud es que ya no se matan por hacerlo (lo que no quiere decir que ya no se maten).

151, DEMOCRACIA. También la dictadura del proletariado se consideraba «poder del pueblo», que en griego y en soviético se pronunciaba dêmokratía. También un sistema electoral es, con frecuencia, el mejor sistema al que puedan aspirar los ricos para legitimar sus imperios financieros. Por lo cual toda democracia suele ser, paradójicamente, una aristo-cracia. Lo que en nuestro tiempo llamamos «democracia» en realidad significa «tolerancia», por lo cual deberíamos llamarla tolerocracia o algo parecido.



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